Extra 1: Lissan
Nada podía salirle bien.
Era la tercera vez consecutiva que tiraba la bandeja con comida al suelo. Claro, la primera vez fue vajilla real, pero al ver el poco equilibrio del crío prefirieron poner algo que no se rompa, no querían problemas con la reina por su torpeza.
—Odio esto, no quiero ser mayordomo. —dejó caer la bandeja al suelo y se dejó caer él también con las piernas y brazos cruzados, dándole la espalda a su padre.
—Lissan, es tu deber. Esfuérzate. —habló de forma calmada acercándose a su hijo.
—¿Por qué? No quiero servir a alguien durante toda mi vida. Quiero divertirme y jugar como los otros niños del reino. —se quejó inflando sus mejillas. El hombre se agachó a su lado, posando una mano en su hombro.
—Porque así te aseguras una buena vida, hijo, no te faltará de nada si te quedas en el castillo. La reina tiene puesta su confianza en nuestra familia. Has nacido para esto Lissan. —después de esas palabras el pequeño no se sintió mejor. Apartó la mano de su progenitor y se giró nuevamente para darle la espalda una vez más.
—Pues me da igual, no quiero. —repitió cruzado de brazos. Un suspiro cansado se escuchó por parte del hombre.
Él había sido el mayordomo de los reyes, él y su esposa, fallecida al dar a luz a su hermoso hijo, quien tenía las facciones muy similares a las de ella. Llevaba un año instruyendo a su hijo para ser un buen mayordomo, el mejor, al fin y al cabo era lo que tendría que hacer toda su vida si quería mantenerse en buena posición, no se sabe si en algún momento habrá problemas y los más pobres morirán de hambre. Pero el niño de ahora 12 años lo único que quería era jugar como todos los demás.
Lissan recuerda haber salido al reino junto a su padre y haber jugado con los demás niños, pero a partir de hace unos dos años, apenas salía del castillo, solo daba clases y aprendía ciertos modales que al parecer debía tener. Odiaba eso. Ya no podía correr de aquí para allá, no podía tener el pelo suelto y enmarañado, no podía caerse ni ensuciarse, y tenía que hablar de forma correcta. Por no hablar de lo torpe que pareció ser. Todo se le estaba dificultando y su padre no parecía ayudar en lo más mínimo, tan solo siguiendo con esa educación para nada divertida.
—Levántate del suelo, no puedes tirarte cada vez que te enfades. —dijo el hombre cansado de la actitud de su hijo. Con una queja Lissan se levantó, sacudiendo sus ropas y se dio la vuelta para mirarle.
—No puedo hacer nada. ¿Quieres también que deje de respirar? —dijo con una ceja alzada. Su padre rodó los ojos.
—No debes responder de mala manera, hijo. —continuó con lecciones. El joven hizo un ruido con la garganta, harto de todo y se fue de la habitación.
—Todo lo que hago le parece mal. —habló quejándose en voz alta una vez estaba solo caminando por el pasillo. —Todo lo convierte en una lección. Agh.
—Hablar solo es un poco raro, ¿sabes? —una voz tras él le hizo dar un respingo. Se dio la vuelta y se encontró a una niña de su edad más o menos, con el pelo castaño y rizado, y una sonrisa divertida en sus labios. Lissan se avergonzó por ello sin saber qué decir. La desconocida rió por su falta de palabras y caminó hasta él. —No te preocupes, yo hablo mucho sola. Es normal.
—Oh... Claro. —murmuró, en realidad era un niño tímido y no estaba acostumbrado a socializar.
—Me llamo Kafette. —le tendió la mano aún sonriente. —¿Tú?
—Lissan. —la sostuvo y ella la agitó de forma algo brusca. —No sabía que había otros niños aquí...
—No hay casi, estamos la princesa y yo. Bueno, ahora tu también. —respondió alegre. La castaña tenía un aura de alegría envolviéndole, parecía que no quitaría esa sonrisa de su rostro en ningún momento, mirando al chico con ojos curiosos todo el rato.
—¿Conoces a la princesa? —preguntó sorprendido e interesado. Él sabía que tendría que ser su mayordomo, pero aún no los habían presentado, aunque para ser sinceros, no tenía muchas ganas de conocerla.
—¡Sí! Eife es mi mejor amiga. —respondió dando un brinco y juntando sus manos. Lissan levantó la cejas con sorpresa, más aún cuando Kafette sin previo aviso tomó su mano y le arrastró por el pasillo. —Te la voy a presentar. Es genial, es amable, divertida y muy guapa, ya lo verás. Me gustaría ser como ella.
—Ehh... —murmuró tratando de zafarse de su agarre pero la niña era sorprendentemente fuerte y se rindió, además se veía muy feliz por presentarle a la princesa, y a quien iba a engañar, tenía curiosidad por conocer a la persona con la que pasaría el resto de su vida, como sirviente claro.
—Tu eres muy bonito también, no me importaría ser como tu tampoco. —comentó sonriendo dándole una mirada. Lissan se sonrojó.
—También lo eres. —dijo inseguro sobre si debería decirlo, aunque no era ninguna mentira. Kafette le sonrió tanto que sus ojos se cerraron.
—Seguro que la princesa se alegra por tener un amigo más. —continuó hablando mientras caminaban por los pasillos del castillo.
Y siguió hablando de cualquier cosa hasta que llegaron al jardín de atrás. Lissan no solía ir ahí, no le permitían salir cuando quisiera tampoco. De hecho no le permitían conocer a la princesa aún, pero no había podido hacer nada para evitarlo y ya era muy tarde cuando sus ojos divisaron una niña rubia cerca de las flores.
Frunció el ceño cuando estuvo más cerca, fijándose más en ella. Parecía menor que ellos, y una larga cabellera rubia le tapaba parte de su rostro.
—¡Eife! —gritó de repente la castaña. La mencionada se giró con una sonrisa y esperó por los recién llegados. Al estar más cerca Lissan descubrió que era, en efecto, muy bonita. —Mira, he conocido a un niño, tiene el pelo bonito y habla solo como yo. —presentó emocionada. Lissan se sonrojó por aquella descripción dada por Kafette pero sonrió de todos modos.
—N-no hablo solo... Únicamente a veces, pocas veces. —aclaró nervioso con una sonrisa incómoda. Eife se rió por su reacción, pareciéndole tierno.
—Soy Eife, aunque ya lo sabrás. —dijo mirando a su amiga, quien se encontraba expectante observando todo. —Encantada, Lis.
—¿Lis? —preguntó girando su cabeza a un lado.
—Sí, un diminutivo. —aclaró la princesa. —Lo siento, si no te gusta te llamo Lissan. —se veía algo triste y el niño rápidamente negó.
—No, está bien. Sí me gusta. —entonces la niña sonrió de nuevo dejando ver esa preciosa sonrisa de paletas grandes.
Pasaron un rato agradable jugando y conociéndose entre los tres, aunque más que nada era Kafette acribillando a Lissan con preguntas, sobretodo cuando este confesó que sería su mayordomo, aunque aún era joven para ejercer, y Eife no entendía muy bien cual sería su función pero el de cabello plateado le había caído bien así que no le importaba pasar tiempo junto a él.
Su padre apareció tiempo después con el rostro lleno de preocupación. Se alarmó más cuando vio que su hijo estaba jugando con la princesa, no se supone que se conocerían hasta dentro de un tiempo.
El hombre estaba preocupado por haber cometido ese error, pero la reina no le dio mayor importancia y de hecho, propuso que podrían hacerse amigos, así quizás Lissan cambiaba su opinión respecto a ser mayordomo de Eife.
Con el paso del tiempo crecieron, y con ello creció su amistad y vínculo. Eife no era como él creía, era una persona genial, como dijo Kafette, y rápidamente congeniaron. Pasaban bastante tiempo juntos, también mientras practicaba sus modales, pues ella le enseñaba algunas cosas que ya sabía de antemano por ser princesa, y se reía de él cuando una bandeja con cosas se le caía de las manos. Le ayudaba a recoger el desastre y limpiaban juntos, entre risas, que siempre era mejor.
Eife creció y con ello su belleza. Ante los ojos del chico, Eife era como un ángel, casi brillaba con luz propia. Nunca se cortó el cabello, siempre lo tenía largo y ligeramente despeinado y en su cara, tapándola por desgracia para el mundo. Sus ojos eran de un azul que no podía compararse a nada, y siempre brillantes y curiosos. Definitivamente se sentía diferente junto a ella. Claro que Kafette también era bonita, pero para el joven, Eife era incomparable.
Hubo un tiempo donde la chica desaparecía de vez en cuando, y nadie lo notaba excepto él, o eso es lo que parecía a sus ojos. Él no le preguntaba pues sentía que no era de su incumbencia, pero luego un chico mayor que ellos, pelo negro y con una apariencia para nada confiable apareció.
Lissan no se fiaba de él, de hecho nadie parecía fiarse, solo la pequeña Eife que le sonreía y hablaba paseando por el castillo, explicándole algunas cosas mientras el joven asentía y respondía con una sonrisa amable. Lissan les miraba con el ceño fruncido, sin entender porqué se sentía así de mal al verles.
Se enteró tiempo después de su nombre, se llamaba Joliven y era alguien con muy mala fama, preguntándose con esa información qué hacía pasando tanto tiempo con Eife y Kafette, que se les unió también, llevándose el chico muy bien con ambas. Lissan no quería ni conocerle, no le gustaba, y aunque ese tal Joliven trató de hacer migas con él, el menor no le dejó casi ni intentarlo, y el pelinegro no le dio mucha importancia.
Su padre murió año después, enfermó y no pudo salvarse. Esos meses fueron duros para él pues se quedó sin nadie. Eife y Kafette trataron de consolarle en ese tiempo, la princesa estando de nuevo con él casi todo el rato, ofreciéndole apoyo y un hombro donde llorar en caso que fuera necesario.
Cuando fue algo mayor entendió que eso que sentía por Eife era amor. No uno cualquiera, el chico estaba enamorado de ella desde siempre pero no lo supo hasta que creció y entendió aquello. Ella parecía muchas veces corresponder los sentimientos, todo basándose en su comportamiento pues sabía bien que una relación entre ellos estaba prohibida, aunque a veces no tenía tan claro si ella sentía lo mismo. Cuando Eife estaba con Joliven también era extremadamente amigable y el chico parecía hacerle reír mucho.
Ese bastardo parecía querer quitarle a su princesa, pero no lo conseguiría. Lissan llevaba más tiempo con ella, tenía prioridad. Además seguía sin fiarse de él pese a que incluso la reina ya confiaba. No, a él no iba a engañarle con su carisma engañoso.
Un día que no tenía mucho que hacer se dedicó a seguir al vasallo entre las sombras, dispuesto a encontrar algo, algún indicio de que hiciera maldades y con eso, desapareciera de su vida por fin. Era un plan genial porque seguro que hacía cosas malas, estaba en su naturaleza, debía de estarlo.
Divisó al pelinegro cuando salió de su habitación, a paso ligero yendo hacia la cocina. Lissan se iba escondiendo entre los huecos de las columnas y con la poca luz de los pasillos no le vería. En la cocina el mayor tan solo coqueteó con algunas jóvenes y agarró una manzana roja, luego salió y fue hasta el jardín. Lissan le continuaba siguiendo, contento por no haber sido descubierto.
Eso creía él.
Joliven tiraba flechas en una diana, dando casi todas en el centro, estaba practicando. Lissan miraba con recelo lo bien que se le daba. A él no le gustaba el arco, lo hacía fatal. De pronto una flecha casi dio en su pie, haciéndole soltar un gritito y golpeándose con la pared más cercana.
—Vaya... No sabía que eras mi fan. —comentó el mayor acercándose para tomar la flecha. Lissan le miraba con el ceño fruncido. Como odiaba esa sonrisa de superioridad. —Ven, ponte más cerca, no seas tímido. —le guiñó un ojo.
—No quiero verte tirar flechas. —dijo reincorporándose mientras se cruzaba de brazos.
—¿Ah no? —preguntó con sorpresa fingida. —¿Qué querías ver entonces?
—Ehh... —se quedó en blanco. En su plan no entraba la posibilidad de que el chico le descubriera. Joliven rió.
—Pensarás que soy estúpido o algo pero... Sé que me estás siguiendo desde que salí de mi habitación. —le dijo aproximándose a él, acorralándole contra la pared. —¿Por qué, Lis?
—No me llames así. —se quejó empujándole y saliendo de esa situación incómoda. Joliven volvió a sonreír divertido. Definitivamente debía molestarle más a menudo.
—No has respondido a mi pregunta. ¿Por qué me seguías? —repitió.
—No te seguía. —mintió produciendo una risa en el mayor.
—Lis, querido, te escondes fatal. —se burló tocando la punta de su nariz, Lissan apartando su mano sonrojado por la vergüenza. —¿Es por mi antigua vida? Pasa página, ya todos lo hemos hecho, y no debería importarte lo más mínimo. —estaba serio, y eso intimidaba al menor, que estaba encogido en su sitio. De pronto Joliven sonrió. —O quizás... ¿Por celos? —dijo sabiendo que al chico le gustaba la princesa, era más que obvio.
—No tengo que responder nada. —murmuró sin querer admitir ninguna de las cosas que había dicho. El pelinegro asintió despacio.
—Estás en tu derecho. —le sonrió para luego ponerse serio de nuevo. —Pero no me sigas ni me vigiles, no me gusta.
—Está bien... —asintió rápidamente asustado.
—Me alegra que nos entendamos, Lis. —le sonrió de nuevo dándole espacio al fin, dejando respirar tranquilo al de pelo plateado.
Odiaba que Joliven le dijera ''Lis'', eso solo se lo decía Eife, pero parecía no importarle su opinión. Y claramente no iba a seguirle más, de hecho le ignoraría, eso haría. Será lo mejor.
No empezaron con buen pie, y con el paso de los años no mejoró mucho esa relación...
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Aquí está el extra de Lissan :D pronto subiré el de Joliven <3
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