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00.4, happy birthday

          SENTADA BAJO LA FRESCA SOMBRA DE UN ÁRBOL observaba los movimientos del campamento en silencio; veía cómo los mestizos se movían de un lado al otro en las diferentes actividades que les tocaba ese día, todos absortos en dar su mejor esfuerzo. Malia siempre aprovechaba sus descansos para contemplar y pensar, y ese día no iba a ser diferente. Había pasado por esos retos mucho antes que todos ellos, desde pequeña se enfocó en entrenar y aprender todo lo que podía, Julian la había ayudado demasiado, y ahora sólo tenía que esperar un par de horas más para dar su clase y organizar a los campistas de su cabaña.

      Abrazó sus piernas y disfrutó de la suave brisa que le acarició el rostro por unos segundos, ese verano en particular estaba siendo demasiado caluroso y no le molestaba aprovechar cada oportunidad que tenía para resguardarse del calor.

—Ha pasado tiempo, Malia —dijeron detrás de ella.

      Aquella voz.

      El cuerpo de Lia se tensó visiblemente pero no volteó a verlo, en realidad no quería hacerlo. Aunque tampoco sabía si debía. Lo escuchó tomar asiento junto a ella mientras sacaba algo de su bolsillo, una navaja, y con ella comenzaba a cortar una manzana con toda la tranquilidad posible, despreocupado.

—¿Quieres? —Le extendió un pequeño trozo de manzana perfectamente rebanado.

      Malia observó la fruta con desdén y regresó su atención al campamento, esperando que ningún campista apareciera de repente y los pescara hablando. Supuso que Hermes ya había premeditado aquello, porque se mostraba muy a gusto estando a la intemperie pese a que sus hijos se encontraban algo lejos de él, por lo que no debía molestarle que pudieran atraparlo en el campamento.

—¿Qué quieres ahora, Hermes? —cuestionó, su tono filoso sólo lo hizo sonreír.

—Esperaba poder conversar unos minutos contigo, tengo entendido que es tu cumpleaños número quince, ¿no es así?

—¿Qué te hizo pensar que a mí me gustaría hablar contigo? —Le dirigió una mirada furibunda, totalmente disgustada con él—. Y no necesito que me felicites por mi cumpleaños —aclaró.

      La última vez que había visto al dios de los viajes había sido para recibir la noticia del fallecimiento de Julian y los otros dos campistas que lo acompañaron, Ashton y Mary. Algo en el rostro de Hermes parecía querer repetir aquel día, tal vez era la forma cuidadosa en la que hablaba o porque no se molestaba por su insolencia como lo haría cualquier otro dios, que siempre se ofenden ante un pequeño insulto o gesto menospreciado, pues ellos eran más bien de los que adoran dar órdenes y castigar a cualquiera que se le diera la gana, esperando ser alabados a cambio. Malia supuso que, después de muchos años, aquel dios seguía siendo igual de imprevisible y atrevido, y tenía con qué. En esa oportunidad había elegido mostrarse como un adolescente de la edad de Malia, traía el cabello castaño claro con algunos mechones rubios que le caían por la frente, como un surfer recién salido de una revista o listo para descender a la playa, y su mirada... Malia se obligó a apartar la vista casi de inmediato como lo pensó.

      Sus ojos celestes eran similares a los de Luke, con ese brillo encantador que atrapaba cualquier mirada y te hacía soltar suspiros. Salvo que Malia adoraba ver al rubio, no a Hermes.

—Sé que crees que parezco ser portador de malas noticias, pero no lo soy. —Se atajó, captando lo que ocultaba la mirada de la castaña—. Aquella tarde quería asegurarme que fueras la primera en saberlo, Julian quería que lo supieras y quise cumplir su último deseo. —Malia contuvo las lágrimas, sólo recordaba las palabras de aquel dios intentando explicarle cómo había sido asesinado.

—¿Cómo? ¿No se supone que no tienes permitido hablar con tus hijos? —Hermes descendió la mirada al suelo, masticando el último pedazo de manzana que ella había declinado.

—Así es, nunca dije que tuvimos una conversación, sólo escuché sus últimas palabras. Supuse que se lo debía después de todo lo que había hecho por mí.

      No quería ni imaginarlo, pensar en Julian agonizando y pidiendo que ella supiera... era realmente desgarrador.

—Pero no vine a hablar de Julian —repuso él.

—¿Entonces viniste a desearme un feliz cumpleaños y como regalo finalmente vas a decirme quién es mi padre? —cuestionó, un tanto irónica. Sabía cuál sería la respuesta de aquel dios.

—Sabes que esa no es mi decisión, él lo hará cuando quiera hacerlo.

—Ya se ha tardado quince años, ¿no crees? —Volvió a abrazarse las piernas y descansó el mentón sobre sus rodillas. Quería que Hermes la dejara en paz, quería pasar el poco tiempo libre sola sin que aquel hombre la siguiera molestando.

—Realmente no quieres saberlo, ¿o sí?

      Así como Luke, Hermes también podía saber lo que ella en verdad pensaba o quería.

      Malditos genes.

—Sinceramente no, sea quien sea, en verdad no me importa. No me iré de la cabaña once. —El dios soltó una pequeña risita.

—Lo sé, no ha habido mejores capitanes en mi cabaña que tú, eso es seguro.

      Malia soltó un suspiro, menos enojada que antes. Por instinto buscó a Luke con la mirada, como si pudiera distinguirlo de entre los centenares de campistas con camiseta naranja a lo lejos, esperando para que volteara a verla y para hacerla sentir segura con una sola de sus miradas.

—Has hecho de Luke un mejor muchacho, ¿lo sabes? Ayudaste a entrenarlo y fuiste una buena amiga para él, se nota que realmente te quiere. —Los latidos de su corazón se dispararon ante las confesiones de Hermes.

      ¿Luke en verdad la quería? Desde la aparición del rubio no se habían despegado mucho tiempo el uno del otro, lo había ayudado a superar la muerte de Thalia e incluso compartían secretos y estrategias, se podría decir que buscaban cualquier excusa para hablar aunque sea unos pocos segundos. Malia se había propuesto entrenarlo con determinación, incluso horas extras cuando a veces no hacía falta, pero en el fondo ambos sabían que cualquier cosa estaba bien si estaban juntos. Era la forma en la que se miraban o hablaban lo que hacía que ella sintiera un vínculo especial con él, no era lo mismo que con Harry o los Stoll, a quienes consideraba como sus hermanos. Quería saber qué clase de vínculo guardaba con Luke.

      Salvo que la confesión venía de Hermes, y Malia no se fiaba de aquel tipo que no se acercaba a sus hijos.

—Es... encantador, me gusta pasar tiempo con él, sí.

—Lo es, siempre te estaré en deuda por ello. —Lo observó sin entender. ¿Ahora tenía una deuda con Hermes por haber sido amiga de Luke?—. Has cuidado muy bien de todos mis hijos y no lo haces porque es tu deber como líder, lo haces porque en verdad es lo que quieres, y en eso hay mucha diferencia. Durante todos los eones que he vivido conocí pocas personas como tú, creo incluso que podría contarlas con los dedos de una mano.

—No me debes nada.

—Claro que sí.

—Dices todo esto como si algo malo estuviera por pasar otra vez, no es muy distinto como cuando me dijiste que Julian acababa de morir —repuso, algo enojada.

      Él soltó un cortó suspiro.

—Necesito conseguir una manzana del árbol de las Hespérides y sé que tomará su tiempo. Eso es a lo que he venido, quería decírtelo.

      Algo no cuadraba en aquella ecuación. ¿Sólo era una tonta despedida innecesaria o algo más estaba pasando de lo que ella no se enteraba aún?

      Volteó a verlo en cuanto una estúpida idea le cruzó por la mente.

—¿Quieres enviar a Luke? ¿Es eso lo que insinúas? —Temió lo peor, parecía volver a repetirse el día que supo que iba a alejarse de Julian.

      Una sonrisa triste surcó sus labios.

—Debo irme ya. —Se puso de pie y limpió el césped de su ropa—. Hay muchos correos que enviar aún.

—Hermes...

—Sigue cuidando de ellos, ¿está bien? —La interrumpió—. Tal vez nos veamos pronto o tal vez no. —Su cuerpo musculoso comenzó a brillar en una columna de luz dorada, fue la señal para que Malia cerrara los ojos para no ver la figura real de Hermes y morir en el intento.

      Aquella conversación la había dejado con más dudas de las que podría lidiar. Sólo pensó que Hermes estaría por irse un largo tiempo en el que nadie podría contactarlo, a eso se debía su despedida, para que ninguno de sus hijos quisiera contactarlo si es que eso querían.

      ¿Era eso?

—Al fin te encuentro. —Luke apareció entre los árboles cargando una canasta de picnic. Traía la habitual camiseta naranja con el emblema del campamento estampado en la tela, y su encantadora sonrisa consiguió que el corazón de la castaña regulara sus latidos otra vez—. Siempre toma su tiempo encontrarte, ¿eh?

      No pudo evitar pensar en lo que Hermes le había dicho: "Se nota que realmente te quiere."

—Hola —saludó, borró la mueca triste de su rostro y trató de lucir despreocupada para que él no sospechara nada. No podía decirle que su padre había estado justo allí hace cinco minutos—. ¿Qué sucede?

—Sucede que extrañaba a mi capitana. —Le enseñó la canasta de picnic que traía en manos—. Y quería traer la merienda.

—No hace...

—Casi que ni nos vimos en el almuerzo y quise compensar el tiempo con un picnic, ni siquiera pudimos festejar apropiadamente tu cumpleaños. —Dejó la canasta en el suelo y comenzó a sacar todo lo que había traído; desde una manta para que pudieran sentarse hasta todo tipo de comida dulce y algo de jugo de naranja para beber—. Los Stoll me ayudaron un poco a elegir la comida.

—Gracias, Luke. —Se sentó en uno de los extremos de la manta de cara a él, quien reposaba del otro lado cortando algo de tarta de fresas para ella.

      Malia se recordó agradecerle a Travis y Connor por ayudarle a Luke a elegir su postre favorito.

—Nunca termino de acostumbrarme a tu ausencia por más de cinco minutos. —Confesó, aún concentrado en servirle una buena porción de tarta—, siempre te escabulles lejos un buen rato sin decirle a nadie. Juro que vi a Quirón casi enloquecer cuando no te vio junto a los otros. —Finalizó lamiéndose uno de sus dedos bañados en crema.

—¿Y le has dicho algo para que no se alarme? —Tomó el plato que Luke le tendió y le dio un generoso mordisco a la porción de tarta, cinco minutos antes no había sentido apetito alguno pero ahora, viendo tanta variedad de comida dulce, su estómago no tardó en recuperar las ansias de comer.

—Que estabas en la cabaña preparando la clase de hoy. —Se encogió de hombros—. Prácticamente te sabes las clases de memoria, así que no fue difícil.

—Tal vez después hable con él.

      Amagó a agarrar un vaso de jugo sin darse cuenta de que Luke también iba por uno al mismo tiempo, por lo que sus manos terminaron rozándose las unas con las otras en una pequeña caricia que le hizo sentir electricidad ascendiendo por su brazo, como un cosquilleo placentero que le erizó la piel.

—Todo tuyo. —Ofreció él.

—Lo siento. —Se disculpó por el leve choque y se dispuso a beber un buen trago de jugo, desviando el rostro hacia un costado para que no notara lo rojo en sus mejillas.

—¿Y qué has estado haciendo por aquí?

      "Hablaba con tu padre". Quiso decir, pero sabía que no era lo correcto, sobre todo por el cierto rencor que él aún le guardaba a Hermes.

—Sólo pensaba.

—¿En qué?

      Malia le indicó con un suave movimiento de cabeza la multitud de semidioses con camisetas naranjas que se encontraban a lo lejos.

—En todos ellos. —Suspiró con aire melancólico—. En lo afortunados que son la mayoría por saber quiénes son, por tener un hogar al que volver, por haber sido reconocidos. —No quería arruinarle la tarde con su tristeza, pero realmente deseaba desahogarse un poco—. No son capaces de valorarlo y tienen la desfachatez de pedir aún más cosas.

—Sí, sé de qué hablas. Pero ninguno de esos dioses te merece. —Argumentó él, repitiendo lo mismo cada vez que el tema salía a colación desde que se conocieron—. Aunque no deberías dejar que eso te afecte, si bien eres diferente a casi todos ellos eso no significa que seas menos afortunada. Apuesto a que muchos quisieran estar en tu lugar.

—¿Por qué? ¿Por qué alguien querría ser desdichado como yo?

—No eres desdichada, eres asombrosa, Lia. —Le dedicó una dulce sonrisa—. Eres talentosa, decidida, inteligente y la mejor espadachín que puede tener el campamento. Ya quisiera yo tener tus habilidades.

—Aún te sigo entrenando, no me cansaré hasta que puedas vencerme.

—Sin embargo no puedo aprender tus técnicas.

—Julian me enseñó que las técnicas tienen una esencia propia, puedes empuñar un arma con la misma fuerza pero tú decides cómo moverte, cómo equilibrar el peso y cómo esquivar. Mis técnicas, esas que dices tú, son la forma en la que siento y en la que puedo moverme más cómoda, sólo te entreno para que puedas reconocer las tuyas. —El rubio la observó, algo maravillado.

—¿Lo ves? Eres increíble. Y muy sabia.

      Malia río.

—Ya basta. —Le lanzó un pedazo de servilleta al pecho—. Te detesto, ¿lo sabías? —La sonrisa en él decayó—. Odio que puedas hacerme reír cuando pensé que no podría. —Aclaró.

—Oh, bueno eso se debe a mis genuinos encantos. —Alzó ambas cejas un par de veces con una sonrisa coqueta adornando su rostro.

—Ya lo creo.

—Volviendo a lo de antes... siempre dices que nunca te importó ser reconocida, recuerdo que hablamos de esto una docena de veces y tu opinión no había cambiado entonces. ¿Por qué dejas que te afecte ahora? —Ella lo observó con cierta tristeza en su mirada azul, nunca había expresado en voz alta sus opiniones a menos que fuera necesario, y tampoco se sentía bien hablar de su opinión sobre los dioses, aunque bien sabía que ambos compartían el mismo criterio.

—Hubo un tiempo en que era en lo único en lo que pensaba, me pasaba días, tardes y noches deseando que mi padre finalmente me llamara, que me diera una señal por más tonta que fuese. Pero crecí. Mi hermano me enseñó a olvidarme de ello y así fue. —Regresó a abrazarse las piernas, como si quisiera consolarse a sí misma—. Y ahora sólo me pregunto qué se sentirá saber todo eso, quién es mi padre, por qué mi madre tuvo que morir y por qué no puedo salir de aquí.

—Nunca me dijiste por qué te prohibieron ir fuera del campamento.

—Vivo aquí desde los tres años, Luke. No he conocido otro lugar que no sea esto. —Extendió los brazos a los costados queriendo abarcar todo el campamento—. Y Quirón dice que sería muy peligroso para mi salir a la ciudad, como si fuera un poderoso imán para los monstruos.

—¿Lo eres?

—Siendo apenas una niña ya había captado la atención de las Benévolas, así que asumo que sí lo soy. —Recordó a Grover llamarlas así en varias ocasiones, tenía la certeza de que si las llamabas siempre por su nombre estas aparecerían otra vez.

      Se preguntó en dónde estaría metido aquel sátiro suspicaz, sabía que Quirón le había permitido salir hacía un tiempo, pero nunca reveló a dónde o por qué.

—No, no creo que lo seas —repuso él tras pensarlo unos minutos—. Deberíamos pedirle a Quirón una expedición por tu cumpleaños.

—Llevo pidiéndoselo hace doce años, dudo que vaya a cambiar de opinión esta vez.

—Antes no me tenías a mí y a mis encantos, lograré hacerte salir de aquí aunque sea a escondidas.

—Luke. —Advirtió—. Se te están pegando las mañas de los Stoll, ¿eh?

—Será divertido, tú y yo en Nueva York, podemos ir al cine, a McDonalds, al Central Park. Ya verás.

—¿Quién es McDonalds? —inquirió, curiosa. Salvo que su pregunta lo hizo reír.

—No es un quién, bueno lo fue, pero es una cadena de comidas rápidas, te gustarán sus hamburguesas.

      Malia se sintió más aliviada. Por primera vez no sentía el amargo rencor recorriéndole el cuerpo como si fuera veneno. Es más, le fascinó la idea de pasear con Luke por Nueva York y conocer todo aquello que se había perdido su vida entera, ser ahora quien aprendiera de él y no al revés.

—Eso me gustaría, gracias.

—Entonces ya tenemos un trato.

      Permanecieron unos largos minutos disfrutando de las exquisiteces que Luke había llevado y conversaron de cualquier cosa, desde el clima hasta las clases del campamento e incluso de las estrategias que podrían usar en el captura a la bandera si las cabañas nueve, seis y cuatro se les unían al juego en contra de la cabaña de ares y sus habituales aliados. Le encantaba que con él todo fuera sencillo y relajado, era su cable a tierra, de eso no cabía duda alguna.

—Creo que ya deberíamos regresar o Quirón perderá todo el pelaje por el estrés. —Le sugirió al rubio.

      Intentaron recoger todas las cosas, porque sí trataron hasta que a Luke casi se le cae lo que quedaba de las tartas y, en un intento desesperado por no dejarlas llegar al suelo, una de sus manos quedó estancada en medio de toda la crema y las frutas. Malia no pudo hacer otra cosa que reírse a carcajadas, no sólo por los restos de comida en el cuerpo de Luke, sino por la mueca de susto que casi lo hacen gritar.

—¿Crees que esto es gracioso? —Resignado dejó que las tartas siguieran su destino al césped y le enseñó el brazo embarrado de crema y gelatina, una mirada peligrosa bastó para que ella retrocediera.

—No te atreverías.

—Oh, obsérvame bien. —Y se abalanzó sobre ella.

      Primero la tomó del brazo y con la mano libre esparció restos de comida sobre el rostro de la castaña mientras ella evitaba seguir riéndose, luego siguió por el cabello y más tarde por los brazos, tomándose una rápida corrida para conseguir más suministros. En cuestión de un minuto Malia traía casi una tarta entera en todo el cuerpo.

—Ya no te parece divertido, ¿o sí? —mofó él.

—Date por muerto, Luke Castellan —amenazó antes de lanzarle al rostro una buena porción de crema ya rosada por mezclarse con la gelatina.

      La pequeña guerra de tartas terminó cuando Malia tropezó con el césped resbaladizo a causa de la comida y cayó de espaldas al suelo. Las carcajadas de Luke no tardaron en hacerse oír. En venganza le dio un empujón con la pierna para hacerlo caer a él también, así que ambos quedaron acostados uno al lado del otro sobre tartas destrozadas. Ella comenzó a sentir que un ojo le ardía, seguramente algo de crema había aterrizado justo allí.

—Ay, carajo. —Se masajeó el ojo unos segundos—. Creo que tengo crema en el ojo.

—Déjame ver. —Luke se inclinó sobre su rostro y le estudió el ojo de cerca, intentando encontrar restos de tartas en su pupila. Exhaló suavemente un poco de aire para ver si eso ayudaba.

      Malia había dejado de sentir cualquier molestia desde el momento en que él se había inclinado encima de ella, ni siquiera escuchaba lo que le decía, sólo se vio repentinamente atraída por aquellos irises celestes que tanto adoraba, notando que había pequeñas franjas azules y verdes también. Luke le sonrió y una de sus manos le acarició la mejilla, imitando la concentración de Malia por estudiarle el rostro. Permanecieron así unos segundos, o unos minutos, no estaban siendo conscientes del paso del tiempo, sólo se percataban de la poca distancia que los separaba, unos pocos centímetros que a su vez parecían metros de distancia.

      No sabía por qué, pero empezaba a molestarle que estuvieran tan lejos el uno del otro cuando no lo parecía, quería que él se acercara más; lo poco que restaba para acabar con los pocos centímetros que los distanciaban.

—Amm... —Carraspeó Harry, a pocos metros de allí.

     Luke y Malia se pusieron de pie a la velocidad de un rayo, repentinamente ruborizados por lo que acababa de pasar.

—Lamento interrumpir pero los hijos de Ares atraparon a los Stoll —habló con rapidez y luego se fue corriendo hacia el centro del campamento.

      Ellos intercambiaron una mirada y fue suficiente para ponerse en marcha casi a la par, siguiendo los pasos de Harry y los gritos que cada vez se volvían más fuertes conforme se acercaban al problema. Malia imploraba a todos los dioses para que Travis y Connor estuvieran en una sola pieza.

     Gritos y vitoreos se hacían oír en un tumulto de campistas a las afueras del camino que los dirigía a la U que formaban las cabañas, justo bajo uno de los árboles que lindaba con el bosque; los hijos de Ares eran el epicentro de todo aquel ruido.

—¡¿Así que te gusta robar, pequeño idiota?! —vociferaba Clarisse en medio del círculo.

      Malia no tardó en hacerse paso por entre los campistas para ver qué estaba pasando en realidad. Sus ojos se abrieron de par en par cuando notó que la demente de Clarisse La Rue había atado a los Stoll de un árbol, ambos hermanos colgaban de cabeza mientras los hijos de Ares los amedrentaban y gritaban cosas sobre una lanza que habían hurtado.

—¿Qué mierda haces, Clarisse? —Intervino Malia, poniéndose frente a la pelirroja—. Ya bájalos —demandó.

—¿Y a ti qué te pasó? —dijo Travis, claramente notando los restos de comida en ella.

—¿Hicieron una guerra de comida y no nos invitaron? —habló Connor, su rostro se estaba poniendo rojo como un tomate.

—Pues ustedes estaban algo ocupados, ¿no es así? —Luke había logrado llegar junto a la castaña y observó a Clarisse con cierto enojo.

—Oh, y feliz cumpleaños, Lia —agregó Travis como si fuera un detalle importante. Connor asintió de acuerdo con su hermano.

—No lo voy a repetir —le dijo Malia a la hija de Ares.

      Uno pensaría que no podría ser tomada en serio por su aspecto, pero los vitoreos y burlas dejaron de oírse y ya nadie alentaba a Clarisse a hacer nada, sólo observaban la situación en silencio. Incluidos los hermanos de La Rue.

—¿O qué? ¿Piensas que los dejaré salirse con la suya luego de que me robaran? —Le señaló la lanza que los Stoll le habían hurtado.

—¿Y tú crees que te dejaré humillarlos? —repuso. Luke y Harry comenzaron a desatar a los hermanos en silencio, por fortuna nadie se opuso a ello—. Y no fueron ellos los que te robaron, fui yo.

       El rostro de Clarisse se contrajo de ira e incluso comenzó a tornarse rojo.

—¿Tú? No sabrías ni abrir una puerta —espetó entre dientes—. Nosotros pescamos a esas dos sabandijas metiéndose en nuestra cabaña, no a ti.

—Lo creas o no, no me importa, pero yo se los pedí. No iba a dejar que tú y tus hermanos siguieran burlándose de nosotros después de lo que pasó el viernes.

      Esa parte sí era cierto, la victoria de la cabaña de Ares y sus aliados fue algo que Clarisse alentó a remarcar toda la semana, tomando al grupo rival como idiotas y creyéndose mejor por haber ganado, siempre lo hacían cada vez que se llevaban la victoria. Era algo que Malia no toleraba de aquella chica y siempre sintió el deseo de enseñarle modales, si esa vez tenía que salvar a los Stoll para dejarla en ridículo, claro que lo haría, de todas formas no era la primera vez que tomaba el lugar de Travis y Connor para salvarles el pellejo.

—Supuse que robar tu estúpida arma sería suficiente para cerrarte el hocico que tienes por boca, y veo que funcionó. —Sonrió, gloriosa—. Además de intentar tomar nuestra bandera, tendrías que buscar tu preciada lanza también como premio extra.

—Cuando Quirón o el Señor D sepan...

—¿De verdad, Clarisse? —soltó Luke, ya había dejado a los Stoll de pie detrás de él y Lia, y Connor no tardó en correr hacia ella para abrazarse a su cintura. Malia le correspondió el abrazo mientras observaba a Clarisse con desprecio—. No pensaba que los hijos de Ares eran soplones, vaya sorpresa. —Ahora sí que su rostro se puso de todos colores.

      Dio un paso hacia él con la lanza lista para electrificarlo y Malia no tardó en dejar a Connor de lado para interponerse en su camino, observando a la campista fijamente a modo de advertencia. Si le tocaba un sólo cabello rubio entonces esa niña aprendería de una buena vez lo que eran modales.

—¿Crees que me intimidas? —bufó ella, su contextura musculosa y su altura pretendían intimidar a Malia, pero sólo la analizó con aburrimiento—. No eres más que una repudiada por tu propia familia e incluso una sucia ladrona, ahora veo por qué tu padre no quiere reconocerte. —Sus hermanos soltaron risas—. Y ahora veo por qué Julian te abandonó.

—Clarisse —advirtió Luke, suponía que había límites pero no entendía que con los hijos de Ares jamás existían tales cosas.

       Malia le dedicó una sonrisa ladina.

—Será mejor que te cuides, Clarisse —le susurró al rostro—. Me aseguraré de aplastar hasta el último mugroso cabello que tienes si vuelves a meterte con los míos.

      Y Haywood cumplió con su palabra al pie de la letra.

      Más tarde esa semana la venganza de la once andaría en boca de todos los campistas.
















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Nadie se mete con sus hijos, ok?

Estamos juntando partidarixs que deseen unirse al #odiamosahermes porque acá sí lo odiamos un poco (pocomucho)

En fin, espero que les guste esta Maliadzilla cada vez que tocan a sus retoños y a su marido <3.

—Rose.

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