00.2, the hermes guy
LAS PALABRAS DE LUKE SÍ QUE LA TOMARON POR SORPRESA, para bien o para mal, no había esperado tal cosa de su parte. Estableció una pequeña distancia y le dedicó una corta mirada de sospecha y al mismo tiempo de curiosidad. Había conocido gente extraña, pero tal vez no tanta como el chico de pie junto a ella.
"Sé muchas cosas sobre ti". Había mencionado, ¿pero cómo era posible si sólo se habían visto cinco minutos? A lo mejor Malia parecía ser un libro abierto o un chismoso había estado comentando sobre ella, sabía que los hijos de Hermes o Afrodita eran los primeros en ir llevando información de un lado al otro o, la razón más aceptable, Luke era realmente escalofriante. No, se dijo, él no lucía como una persona de ese estilo.
—¿Qué? —dijo finalmente, pues observarlo como si le hubiera salido un tercer brazo no parecía resolver sus dudas.
Luke le enseñó una corta sonrisa, un poco más animado que antes. A lo mejor le divertía ver la expresión asombrada en su rostro.
—Bueno... supongo que no es mutuo —murmuró en medio de una mueca—. Pero yo... he soñado contigo, Malia.
Permaneció en silencio sin saber muy bien qué decir o pensar al respecto. ¿Eso era bueno? Porque realmente había sonado como un psicópata. Las cosas con él no parecían evolucionar favorablemente.
—Sé lo que parece. —Se apresuró a agregar antes de que ella huyera despavorida—. Pero es así cómo fue que encontramos el campamento. Al principio pensaba que eras un invento de mi imaginación pero luego entendí que era real, que eres real, y de alguna forma me estabas ayudando a sobrevivir.
—¿Cómo? Quiero decir, yo no he estado fuera de aquí en ningún momento y no te he visto nunca en mi vida.
—No eras tú la que los provocabas, supongo que era alguien más enviando información para encontrar la forma de llegar a Long Island y por ende aquí, mucho antes de encontrarnos a Grover y que él nos trajera. —Luke quiso sugerir la idea de que su padre lo pudo haber ayudado, pero también dudaba de que aquello siquiera fuera posible, no creía que Hermes quisiera ayudarlo más de una vez.
—¿Y qué veías? —La mirada que recibió la sorprendió un poco; Luke la observaba con ternura.
—Te veía estudiar, lees mucho por cierto, te veía hablar con otros campistas o a veces sentada en el muelle cuando leías el periódico local. Fue así que estuve al tanto del lugar y sus alrededores, el periódico y las estrategias que armabas con tu equipo. Lo sé, sé que suena a...
—¿Una total locura? Sí, por supuesto. No es como si nos conociéramos de toda la vida y confesaras un secreto íntimo, ¿sabes? Esto es más como un acto un tanto alarmante.
Luke chasqueó la lengua y asintió visiblemente.
—Sabía que iba a verse extraño, tal vez rozando la locura, sí, pero quería darte las gracias y que entendieras el motivo.
—¿Gracias por qué?
—Por guiarnos de alguna forma hasta aquí.
Malia señaló el pino.
—Y mira cómo resultó, no necesitas darme las gracias. —No pretendía sonar ruda, pero realmente se sentía fastidiada.
—No fue tu culpa, ella se sacrificó para salvarnos. —Una sombra oscura le cruzó la mirada celeste. Quiso morderse la lengua por volver a ser una idiota por cuarta vez, no estaba precisamente en su mejor día.
—Lo siento, de verdad, todo esto debe ser nuevo para ti y demasiado doloroso, pero por favor no les digas a los demás que sueñas conmigo, ¿si? —Luke sonrió divertido, recobrando el ánimo nuevamente.
—¿Temes que le de celos a alguien? —curioseó.
—Temo que te encuentren un tanto perturbador. Como líder de nuestra cabaña no quiero que seamos el objeto de burla o charlas extrañas, ¿comprendes? Si hablarán de la cabaña once será solamente para elogiar nuestros méritos. —Había sonado como un político; con la mirada seria y un tono neutro pero profundo, intentando sonar sincera. Era todo lo que tenía allí dentro y no quería estropear lo único que quedaba del legado de Jules.
—¿También eres hija de Hermes? —Lucía un poco conmovido o contrariado, lo que fuese, no parecía alegrarle tenerla de hermana.
A ella mucho menos. Lo observó fijamente, inexpresiva.
—No. Por desgracia aún no cuento con la fortuna de ser reconocida por mi padre —contestó, fría.
—¿Reconocida?
—A veces, los semidioses se enteran a temprana edad quiénes son sus ascendentes divinos o, en cuanto logran llegar al campamento, sus padres los reclaman manifestando un poco de su poder en ellos, lo que sea, de alguna forma terminan sabiendo qué tipo de habilidad poseen y a qué cabaña ir. Si eres hijo de un dios menor que no posee una cabaña, directamente te toca ir a la once para compartir lugar con los hijos de Hermes —explicó muy a su pesar—. Seguramente ya habrás visto cómo va la cosa por allí con tantos semidioses. Por tener más antigüedad me ascendieron a líder cuando el anterior falleció en una misión. —Por inercia acarició las once perlas en su collar, haciendo un gran esfuerzo por no lagrimear ante el recuerdo de la última noche en la que había visto a Julian con vida, antes de partir a su última misión.
Ambos habían soltado un par de lágrimas aquella mañana en los límites de las protecciones cuando se abrazaron al despedirse, Jules le había prometido traer muchas fotografías de cada lugar al que viajara para que Malia pudiera conocer el mundo fuera del campamento, pero él jamás regresó ni ninguno de sus compañeros. Luego de recibir la noticia la proclamaron la nueva líder de la cabaña de Hermes.
—Eso... es una mierda —soltó Luke de imprevisto.
Ella quiso darle la razón.
—Bueno, debo volver para cumplir con mis deberes, te dejaré a solas con... con Thalia. —No sabía cómo titular el asunto, ¿verdaderamente seguía siendo ella o sólo era en conmemoración a su muerte? No creía que pudiera estar algo consciente ahora que era un árbol.
De regreso al campamento todo seguía igual. El Señor D jugaba a las cartas con Quirón en el porche de la Casa Grande mientras que los demás semidioses corrían de un lado al otro para asistir pronto a sus clases. La hora del desayuno había finalizado hacía rato, por lo que las actividades estaban en pleno auge ya. Encontró a su amiga Gwen, otra semidiosa sin reconocer, de camino al muelle junto a Silena Beauregard, una hija de Afrodita en toda su expresión, y luego halló a unos cuantos de sus amigos alrededor de la pequeña Annabeth, la nueva integrante de la cabaña seis. Lucía como una niña intimidante, aún se la notaba un poco asustada y dolida por lo que había ocurrido la noche anterior, pero parecía arreglárselas bien con sus otros medio hermanos.
Sus semidioses favoritos, los de la cabaña nueve, permanecían como siempre ensimismados en sus deberes inventando un sinfín de artefactos impresionantes. En su niñez siempre que los visitaba le regalaban juguetes de todo tipo, desde pequeños muñecos autómatas a animales hechos con cualquier tipo de chatarra —y armas también, pero Julian no quería nada de eso para una bebé de cuatro años, por lo que no pudo obtenerlas hasta ya los nueve o diez—, ahora Malia había desistido de sus obsequios, pues ya no era necesario tener juguetes a esa edad. Bordeó el coliseo y regresó al área de las cabañas, aún era la líder así que debía asegurarse de que todo estuviera medianamente en orden en la once.
—Malia —saludaron los campistas que estaban allí dentro.
Harry se acercó en tanto la vio cruzar por la puerta
—¿Cómo te sientes?
Harry era un tipo carismático y divertido, traía el cabello castaño claro ondulado y bonitos ojos color café, era a penas dos años menor y el mejor arquero que tenía la cabaña once y, así como ella, aún no lo reconocían. Siempre iba tras Malia en sus tiempos libres, ya que después de todo eran muy buenos amigos.
—Como si me hubiera caído un rayo —contestó antes de derrumbarse sobre su cama, arrepintiéndose casi al instante cuando las heridas en su brazo ardieron de dolor.
—Deberías tomar algo de néctar —sugirió—. Déjame hablar con los del siete para ver si consigo un poco para ti.
—Olvídalo, Harry no está tan mal como parece.
Debió de haber aceptado la idea de Quirón de descansar otro poco más hasta el almuerzo, tal vez permitir que un hijo de Apolo la revisara, pero desde la noticia del pino su humor había cambiado, no quiso permanecer otro rato más en la Casa Grande desde entonces. Lo que Zeus le había hecho a Thalia le erizaba la piel. Recordó lo que le había dicho a Luke sobre eso, que tal vez los dioses sí les tenían consideración después de todo, como si les importara la vida de sus hijos. No había querido sonar grosera ni mucho menos, o que el rubio creyera que tenía cierto odio particular hacia los dioses, pero ahora Malia creía que sí. De cierta forma los aborrecía. Y mucho más a quien fuese su padre.
—Ese chico nuevo... —mencionó el castaño—. Dormirá ahora en el suelo junto a tu cama, por el momento es el único lugar libre que nos queda.
—¿Ya le han explicado todo lo demás?
—Quirón se encargó de eso en tu ausencia, dejó que la pequeña rubia y él miraran el video guía y luego les mostró el campamento.
Malia pensó en aquella niña y en lo mal que debería de estar pasándolo tras la muerte de su amiga, se había visto a sí misma cuando perdió a Julian años atrás.
—Bien. Bien —murmuró. Había sido pésima idea recostarse un rato, ahora el sueño la quería reclamar.
—¿No tienes una clase que dar? —Le dio un suave golpe en la rodilla para mantenerla despierta.
—¿No tienes que tomar tus clases? —contraatacó, enarcando una ceja.
—Odio la historia —masculló él.
—Pero tienes clases de arquería, y tú amas al profesor —repuso en una sonrisa divertida y apreció cómo Harry se sonrojaba.
—Idiota. —Puso los ojos en blanco y luego abandonó la cabaña, dejando al descubierto la figura de Luke bajo el umbral de la puerta.
Malia se incorporó con rapidez y aguardó a que el rubio se acercara, conteniendo la mueca de dolor cuando sintió que su cuerpo pareció odiar aquel movimiento brusco.
—Ammm... yo... —balbuceó Luke, quien parecía no saber qué hacer, podía ver la duda bañando su mirada celeste.
—Me parece que tienes clases ahora —cortó ella—. Te llevaré hasta allá.
—No creí que empezaría tan pronto —mencionó, caminando junto a ella.
—Es más fácil así, créeme. Te ayuda a olvidar algunas cosas más rápido.
—Suenas como una experta —comentó sin sonar grosero.
—Pues lo soy, hijo de Hermes. —Luke permaneció en silencio.
Se alejaron del grupo de cabañas y caminaron cerca de la arena hasta la armería sin emitir ningún comentario. Malia se sintió una verdadera estúpida por haberlo estropeado de nuevo, su primer pensamiento fue que a Luke tal vez le había molestado ser llamado "hijo de Hermes", pero decidió no decir mucho más para dejar de fastidiarlo. Suficiente tenía ya con todo lo que había pasado. Desvió la mirada ocasionalmente y notó que él observaba el campo de fresas a lo lejos, como admirando el paisaje. Malia aprovechó el atrevimiento para estudiarlo ahora que él no le prestaba atención. Realmente era un muchacho atractivo; tenía una mirada severa a veces, tal vez cuando un pensamiento le azotaba la mente parecía perturbarse, que convertía el hermoso celeste en dos estacas de hielo frío, también traía algunas marcas en la piel apenas perceptibles gracias a la luz del mediodía, como pequeñas cicatrices a la altura de la mandíbula y los brazos, tal vez como producto de alguna batalla.
No lucía como un mal tipo, ella podía verlo. Sólo era otro niño más que había tenido la mala fortuna de ser un semidiós y luchar por su vida a temprana edad.
—Tus heridas... —dijo él y Malia volteó hacia otro lado para que no la atrapara viéndolo—. ¿Estás bien? —Le echó una mirada a la venda que rodeaba uno de sus antebrazos—. Fue por el rayo, ¿no es así?
—Sí, recibí un poco de electricidad anoche, pero no tardará en sanar si soy bastante cuidadosa. —Trató de quitarle importancia.
—¿Puedo saber qué clase me toca? Escuché a los otros hablar sobre las diferentes actividades que se realizan aquí pero creo que olvidé cuál me toca hoy. —Realmente era un distraído.
Malia sonrió.
—Arquería, Harry puede ayudarte. —Señaló el espacio frente a ellos una vez que arribaron y le indicó quién era Harry de entre todo el grupo; el que más cerca del profesor estaba.
Las clases de arquería contaban con un buen espacio lejos de las otras actividades por seguridad, pues no querían repetir otro accidente con una flecha mal dirigida, y las dianas estaban dispuestas en dirección al bosque para que los campistas no dispararan cerca del área común. Había al menos una docena de mestizos con sus características camisetas naranjas lanzando flechas y otra docena más esperando su turno, les parecía apropiado para tomar nota de todo lo que no debían hacer. Y el profesor, -que, modestia aparte, era un hijo de Apolo- gritaba indicaciones cada cinco segundos mientras les recordaba a los campistas tener las protecciones bien puestas.
—Cuando termine la clase tienes que cruzar el campo hacia allá. —Malia extendió el brazo para indicar el lado opuesto del campo de arquería—. ¿Ves aquella colina, donde están las columnas? Ese es el comedor, tenemos una mesa específica.
—¿Y tú no te quedarás conmigo? —inquirió—. Para enseñarme cómo es la cosa por aquí, ya sabes, por ser la líder de la cabaña y todo eso. —Cruzó los brazos tras la espalda y se inclinó ligeramente hacia ella.
Malia podía sentir que el calor subía a sus mejillas.
—No, tengo clases a las que asistir. —Fingió no haberse sonrojado—. Pero tal vez nos veamos en el almuerzo y más tarde compartiremos una clase, suerte en tu entrenamiento.
Si Julian hubiera estado en ese momento junto a ella, habría empujado a Malia lejos de aquel rubio.
━━━━━━━━⚡⚡⚡⚡ ━━━━━━━━
Con cierto alivio terminó la clase de griego a toda prisa, pues no había tenido oportunidad de ingerir bocado alguno esa mañana, por lo que ansiaba poder llegar al almuerzo cuanto antes y satisfacer el hambre que le hacía crujir las entrañas. No tuvo tiempo de poder decirle a Luke cuál era su mesa porque los demás campistas ya lo habían arrastrado allí; todos medio apretujados en las bancas despedían preguntas hacia el rubio sin descanso, querían saber todo sobre él y qué había ocurrido exactamente la noche anterior, y Malia no tuvo chances de acercarse a conversar. Poco le importó cuando el almuerzo se materializó frente a ella y el sabroso aroma atrapó su olfato, por lo que no prestó mucha atención a todo lo demás hasta que volvieron a separarse para ir a clases distintas.
Las horas avanzaron con lentitud hasta que llegó la última clase del día y quizás de las más importantes; combate con espadas, la que impartía ella. En el pasado había luchado demasiado para conseguir el puesto, había batallado con muchos mestizos -hijos de Ares sobre todo- para entrenarse a la perfección y ahora era la profesora de su clase favorita. Las espadas y los combates definitivamente eran lo suyo, amaba descargar toda la energía empuñando su espada y dando golpes a los demás mestizos que trataban de vencerla.
Todos allí ya conocían las técnicas de las clases anteriores, por lo que Malia les pidió que formaran parejas para que pudieran ponerlas en práctica mientras que ella se paseaba alrededor atenta a cada movimiento, lista para corregirlos.
Al menos era el único momento en el día que se sentía bien consigo misma.
A lo lejos divisó a Luke acercándose a ella en lo que esquivaba a los semidioses que se cruzaban en su camino luchando entre sí. Malia había olvidado que él sería su alumno esa tarde.
—Amm... —Fue lo primero que balbuceó el rubio en cuanto se detuvo frente a ella, totalmente desconcertado.
—Ve por una espada —soltó sin miramientos y le señaló la pared de madera en donde se exhibían las diferentes armas. Su deber esa tarde no era el de ser una amiga o la líder de la cabaña; era la de ser profesora, por lo que tendría que ser demasiado exigente para enseñarle al chico técnicas nuevas de combate—. Pude notar que tienes un instinto acertado respecto al uso de espadas, combatiste bien anoche. —Luke agachó la mirada unos segundos, tal vez perdido en el recuerdo, no obstante Malia era totalmente sincera, lo había visto pelear con mucha destreza y era algo que debía elogiar—. Lo digo porque quiero dejarte en claro que no seré delicada contigo, pareces saber lo justo y necesario sobre luchar y eso simplifica las cosas.
Luke enarcó una ceja, cambiando totalmente su semblante triste.
—¿No serás delicada? —Una pequeña sonrisa surcó sus rosados labios y regresó la mirada hacia ella.
—No. —Malia alzó la espada frente a ella, marcando una sutil distancia entre ambos. Le dedicó una sonrisa retadora—. ¿Qué dices, Luke?
La respuesta que obtuvo fue exactamente lo que deseaba. Luke usó la espada para alejar fuera de su alcance la hoja que empuñaba Malia, y así fue cómo empezó. Ella prefirió contenerse defendiendo y desviando los golpes para ver de qué era capaz el rubio, en lo que él se esforzaba por tratar de vencerla dando estocadas e incluso algunos golpes desesperados cuando la defensa lo superaba. Luke no tenía la resistencia adecuada aún, él creía que el brazo malherido de Malia podría ser una ventaja, pero lo cierto era que ahora se encontraba algo exhausto y ella aún tenía mucho más para dar, por lo que la castaña aprovechó el momento justo cuando Luke apuntó a su pierna para golpear su espada y mandarla lejos de su alcance, la hoja se incrustó en el piso a unos cuantos metros de Luke, y luego con la empuñadura le dio un golpe en la espalda para obligarlo a caer del todo.
Varias miradas se habían detenido sobre ellos dos.
—Bueno, nada mal novato —mencionó de pie frente a él, apuntándole con su arma—. Pero supongo que aún hay mucho que pulir.
Luke elevó la mirada sólo para notar que Malia se encontraba impecable, ni siquiera había sudado en lo que él se había esforzado para aparentemente hacer el ridículo todo el combate. Sabía que era bueno con la espada, mejor que Annabeth y Thalia en su momento, mejor que muchos campistas por allí también. Pero Malia era excelente, y él deseaba vencerla.
—¿Eso es todo? —balbuceó.
La castaña se agachó a su altura.
—Esto recién empieza, Luke Castellan.
No supo por qué o cómo, pero aquella mirada azul oscuro, similar a una noche despejada que sólo traía paz luego de una fuerte tormenta, hacían que él se sintiera menos miserable que antes.
Y sin palabras, lo que debía solucionar pronto.
—De pie. —Le tendió la mano para ayudarlo a recomponerse. Malia había vuelto a su semblante de profesora dedicada—. Ahora préstame atención porque no quiero repetir las cosas dos veces, ¿está bien?
Y el resto de la tarde se dedicó a darle una paliza a Luke.
━━━━━━━━⚡⚡⚡⚡ ━━━━━━━━
La noche finalmente había caído. Los campistas estaban listos para cenar y hacer las ofrendas correspondientes como cada noche, aunque lo único que quería hacer Malia era descansar, el brazo la molestaba debido a la venda y el sudor impregnado en la tela que lo hacían mucho más asqueroso.
—¿Estás bien? —Harry pareció advertir la mueca de lamento en su rostro.
—Es mi brazo —indicó—, la venda está toda asquerosa por la última clase.
—Vi que le has dado una buena paliza al nuevo. —Sonrió divertido—. Te has esmerado muchísimo por hacerlo caer. —Malia no estaba entendiendo el tono juguetón.
—Harry, no me hagas querer darte una paliza a ti también. —El castaño soltó una carcajada, era el único al que no le importaban las amenazas de la joven, el resto se lo pensaba dos veces antes de hacerla enojar—. Necesito tomar una ducha.
—Ve a cenar y luego puedes quejarte cuanto quieras, ¿sí?
Y Malia accedió a la oferta.
Como habitualmente ocurría en cada comida, la mesa de la once rebosaba de mestizos, incluso las sillas que se le habían agregado no eran suficientes para que todos pudieran caber con comodidad, estaban apretujados en los bancos de formas incómodas mientras engullían la cena lo más pronto posible para poder dejar lugar a los demás. Malia se hizo hueco en uno de los extremos del banco y frente a ella Luke la imitó, ambos quedaron cara a cara al borde de la mesa.
El rubio todavía traía la mejilla un tanto magullada a causa de la espada de Malia, que le había obsequiado un pequeño cortesito sobre el pómulo derecho, y movía su pierna derecha un tanto ansioso, desviando la mirada de su plato a Malia reiteradas veces como si quisiera decirle algo.
—Lamento eso —mencionó ella sólo para charlar—, no estaba premeditado, eso es seguro.
—No te preocupes, ni siquiera duele. ¿Qué tal tu brazo?
—Se repondrá, pero debería pedirle un poco de asistencia a los hijos de Apolo.
—Mmh —murmuró él. Seguía jugando con los trozos de pizza sobre su plato como si se debatiera internamente alguna duda—. Malia, ¿puedo preguntarte algo? Es que no he dejado de pensarlo todo el día.
—Claro, ¿qué sucede?
—Esta mañana dijiste que tal vez los demás semidioses se acercaron al pino para apreciar el gesto que tuvo un dios por uno de sus hijos, que a lo mejor les había dado esperanza y protección —dijo, recordando muy bien sus palabras—. ¿Pero por qué te has acercado tú al pino de Thalia?
Malia no sabía si realmente quería responder a su pregunta, pese a su opinión, sabía que los dioses estaban al tanto de cada cosa que se decía sobre ellos. No obstante, Luke siguió observándola atento esperando por una respuesta.
—Amm... no lo sé, supongo que me sentía escéptica por lo que Zeus le había hecho a su hija y quería confirmarlo con mis propios ojos —contestó, intentando lucir desinteresada, como si fuera una respuesta casual sin mucho efecto—. Me pareció haberlo dicho antes.
—¿Y qué pensaste cuando lo viste? Al pino, digo —susurró. Se inclinó sobre la mesa pretendiendo poder captar a la perfección lo que Malia tuviera que decir a continuación.
¿Por qué era tan importante su opinión al respecto?
—Que de nuevo uno de nosotros tiene que dar su vida de forma trágica para captar un gramo de su prestigiosa atención por un segundo. Me pregunto cuántos más tenemos que morir para que al fin dejen de ignorarnos. —El asunto le había fastidiado la cena, tan pronto había dado su explicación el apetito la había abandonado y los ánimos de conversar con el chico nuevo se disiparon.
—Lo siento, iré a pedir algo para mi brazo.
Tomó los restos de su comida y se alejó sin esperar respuestas, pasó junto a la fogata para lanzar el alimento al fuego y seguir su camino lejos de la multitud. Realmente odiaba tener que hablar de los dioses y el daño que le hacían a sus hijos, esperaba que Luke finalmente pudiera entenderlo para jamás volver a preguntarle al respecto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro