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055


Emily. 𝔞𝔟 𝔦𝔪𝔬 𝔭𝔢𝔠𝔱𝔬𝔯𝔢.       𝐿&𝒟.

Las cosas no se habían calmado, sino que era todo lo contrario. El mundo mágico estaba en contra de Ophelia y Emily. La noticia de la muerte de Harry Potter, Ginny y Ron Weasley, llegó tan rápido a las personas como la electricidad.

Estaban molestos, sí, pero no decían nada por miedo a Draco. Sin embargo, eso no les impedía irse en contra de Ophelia y Emily.

Aquellos magos y brujas pedían a gritos justicia —porque según ellos, Emily y Ophelia habían traicionado a Draco— afuera de la mansión Malfoy y el ministerio de magia.

Fue realmente casi imposible meter a Ophelia y a Emily dentro de la mansión, las personas estaban realmente alteradas con todos los sucesos.

Las dos mujeres estaban alteradas y más por la mirada fría y calculadora de Narcissa. Aquella mujer las miraba como si pudiera matarlas con la mirada.

Emily se metió con prisa bajó el chorro de agua, para limpiarse de la sangre seca que permanecía sobre su cuerpo como una segunda piel. El agua se fue tiñendo de rojo con rapidez hasta que ella lavó y lavó su cuerpo.

Ahora estaba merodeando en su habitación, dando vueltas y jugando con sus manos, esperando por su esposo.

Draco no había regresado desde que desapareció del ministerio después de masacrar a todos.

No sabía dónde podía estar o qué estaba haciendo, pero estaba preocupada, muy preocupada.

Draco solía hacer cosas feas y sangrientas cuando estaba en un estado como ese, y normalmente aprovechaba la adrenalina para matar a más y más personas.

Era una gélida noche, de ese frío que te calaba los huesos y provocaba temblores en el cuerpo. Emily esperaba por su esposo con la ansiedad carcomiendola por dentro.

De repente sonó un estruendo, y Emily fue corriendo hacia la puerta para abrirla de par en par y ver qué estaba ocurriendo. Sin embargo, cuando esa puerta se abrió, Emily tuvo la agradable sorpresa de ver a su esposo parado en medio del pasillo.

Tenía la cabeza gacha y su ropa manchada de sangre, al igual que sus manos, su rostro y su cabello. En algunas partes ya se había secado, en otras seguía fresca.

Ella asumió que, probablemente, su esposo se estaría sintiendo como una mierda por el bajón de adrenalina. Así que corrió hacia él y lo envolvió en sus brazos, sin importarle la sangre.

Él colocó la cabeza sobre su pecho y envolvió sus brazos alrededor de su cintura y lentamente comenzó a caminar hasta estar dentro de la habitación.

Dejó salir un sonoro suspiró, el cual cosquilleo sobre la piel de Emily.

— ¿Estás bien?

Él asintió brevemente.

— Lo siento —murmuró con voz ronca—. He matado a Lily...

El aire en sus pulmones se quedó atascado mientras sentía su corazón romperse en pequeños y diminutos pedazos.

— Está bien —respondió ella, acariciando su cuero cabelludo—. Está bien. Debiste hacerlo, no tenías otra opción.

— ¿No estás molesta?

— No, no lo estoy.—era una mentira a medias que no merecía poner en duda.

Él se despegó de su pecho, llevó las manos a su rostro y dejó un casto beso sobre sus labios.

— Hoy me has mostrado qué tanto me amas, Em.

— ¿Lo he hecho?

— Has demostrado ser una esposa tan buena para mi...

Ella se lamió los labios instintivamente, y Draco retrocedió un paso.

— Pero, Emily, eso no cambia el hecho de que has intentado traicionarme.

Ella abrió la boca para decir algo en su defensa, pero se quedó callada cuando su esposo se llevó un dedo a los labios pidiendo silencio.

— Llevo meses y meses sospechando de ti. Cada cosa que te pasaba u ocurría alrededor de ti, la examinaba minuciosamente y todo me decía que eras una traidora.

— Puedo darte una explicación.—farfulló.

La tenía. Tenía una explicación que darle. Estaba claro y aceptaba lo mal que estaban sus actos, pero Emily se había cegado completamente.

— No quiero una explicación, amor —levantó su varita y conjuró una silla—. Quiero que supliques mi perdón.

— Y-yo...

— Quiero que lo hagas de rodillas, Emily.

Una cínica sonrisa apareció sobre el rostro de Draco, una de esas sonrisas que usaba cuando estaban bajo las sabanas, a solas y en la oscuridad.

No sabía si era un juego suyo, no tenía idea si estaba enojado o solo estaba juguetón.

Él se sentó y separó levemente las piernas, colocando los codos sobre sus piernas, inclinó un poco el pecho.

— Quiero que te pongas de rodillas y supliques mi perdón, Em.

Y Emily no supo si fue por su tono de voz, por la diversión que bailaba en sus ojos o porque se sentía necesitada de él, pero ella se acercó un poco y lentamente empezó a arrodillarse.

Era una sensación extraña estar a sus pies, verlo frente a ella, con una camisa blanca repleta de sangre y una sonrisa llena de malicia sobre el rostro.

— Perdóname, Draco.

— Esta noche seré tu Lord, Emily, no tu esposo...

Ella entendió la indirecta. Entonces tragó duro y bateó las pestañas en su dirección.

— Mi Lord —continuó—, perdóneme. Me he cegado y he tratado de conspirar en su contra. Sin embargo, me he dado cuenta de mi error y estoy arrepentida.

Notó el leve bulto entre los pantalones de Draco, y eso sólo ayudó a encenderla más.

La humedad comenzó a sentirse insoportable sobre sus bragas y su núcleo, la necesidad era palpable.

Él llevó la mano a los botones de su camisa y comenzó a desabotonarla lentamente. Sus dedos repletos de anillos, capturando el pequeño ápice de luz que entraba por la ventana.

— Merece un castigo —susurró— por tener pensamientos impuros en contra de su Lord.

— ¿Cuál será mi castigo, mi Lord?

Draco abrió lentamente el botón de su pantalón y alzó un poco las caderas para proceder a deslizarlo, liberando su ereccion.

— Demuéstrame cuan grande es tu devoción hacia mi, Emily. Yo te lo he mostrado ya, te toca a ti.

Ella lo miró con los ojos relucientes, la humedad emanando de su cuerpo y llenando sus bragas, haciéndola olvidar de toda la mierda que habían vivido en el lapso de las veinticuatro horas.

Gateó los pocos centímetros que quedaban hasta llegar hacia él y colocó las las manos sobre los muslos de Draco, alzándose un poco para meterse su pene a la boca y saborearlo. Sin embargo su esposo chasqueó la lengua, llamando su atención.

— Muéstrame tus muñecas, Emily.

Ella no entendió el por qué, pero alzó los brazos y le mostró sus muñecas. Él las cogió con cuidado, observando las heridas que permanecían sobre su piel debido a las ataduras de Potter.

Draco se llevó sus muñecas a los labios, besándolos con lentitud para después coger su propia varita y murmurar un hechizo. En un cerrar y abrir de ojos, las manos de Emily estaban esposadas tras su espalda.

— Buena chica.—se inclinó para dejar un beso sobre su frente.

No sabía con exactitud cómo haría para darle placer con su boca y no usar sus manos, pero aún así ella inclinó la cabeza y ahuecó el pene de Draco en su boca, subiendo y bajando lentamente.

Lo miró a los ojos, observó cómo sus ojos rodaban hasta la parte inferior de su cabeza y sus labios se abrían para permitir a sus jadeos salir de su boca. La cadera de Draco temblando con cada lamida y succión por parte de su esposa.

El cuerpo de Emily ardiendo en llamas debido a la imagen tan lujuriosa de su esposo frente a ella. Tenía el control, claro, pero no del todo. No cuando Draco colocó una de sus grandes manos sobre su cabello para coger un puñado de su cabello y comenzar a penetrarla.

Sus caderas comenzaron a moverse contra su boca, las embestidas eran duras, provocando arcadas para Emily.

Un hilo reluciente de saliva se deslizó por su barbilla al tiempo que una lágrima escapaba de su ojo izquierdo.

Después de varios minutos, Emily tuvo el gusto de sentir un sabor salado colarse por su boca y lengua, encendiendo su cuerpo en excitacion.

Draco se vació en la boca de su esposa y disfrutó ver como ella tragaba su semen sin refutar.

— No sabes lo mucho que te necesitaba, Em —murmuró mientras se ponía en pie y la ayudaba también. Sus manos se aferraron a su cadera y pegó su cuerpo al de su esposa, mientras caminaban—. No sabes cuánto extrañé tus dulces labios alrededor de mi pene, tu dulce voz gimiendo mi nombre.

Todas aquellas palabras se fundieron en la piel de Emily como la dulce miel. Sus bragas mojándose cada vez más y más.

Draco besó su labio inferior para después chuparlo y mordisquearlo. El cuerpo de Emily golpeó contra el escritorio tras de ella.

— Y no sabes cuan agradable es para mi llamarte mi esposa, Emily Malfoy. Saber que —giró su cuerpo, pegando la espalda de Emily sobre su pecho— puedo inclinarte sobre cualquier mesa y poseerte en cuerpo, alma y espíritu.

A continuación, el rubio colocó la mano sobre su espalda y la inclinó sobre la superficie de la mesa. Alzó el camisón de Emily hasta su cintura y deslizó sus bragas por sus piernas.

Una risa ronca y el sonido de una persona inhalando con profundidad. Ella giró la cabeza, viéndolo por sobre su hombro.

El príncipe oscuro se había llevado las bragas de Emily a la nariz e inspiró, mientras le sonreía con malicia.

La sangre sobre él, seca ya, haciéndolo lucir como el príncipe de la oscuridad, el señor tenebroso...

Draco empezó a desabotonar su camisa y se deshizo de ella con facilidad. Acarició la suave piel del trasero de Emily y después le pegó una nalgada fuerte, resonando por toda la habitación.

— Tus bragas están tan mojadas, Em. Es increíble lo mucho que puedo hacerte humedecer con tan solo hacerte saber lo que haremos, ¿no crees?

Ella las caderas levemente, sus manos aún esposadas sobre su espalda.

— ¿Qué le puedo decir, mi señor oscuro? Es usted el hombre más atractivo y sexy que he conocido en mi miserable vida.

— ¿Tu vida es miserable, huh? —preguntó, dejando un beso sobre su hombro—. ¿Acaso te sientes miserable cuando todo mi pene está en tu interior?

— En lo absoluto.—jadeó ella, cuando sintió su pene rosarse contra su intimidad.

Emily sintió como Draco metía la pierna entre las suyas para abrirla un poco más. Acto seguido, la presencia de un dedo se hizo presente sobre su intimidad, recogiendo la humedad que emanaba de ella.

Estaba erizada, de pies a cabeza. Sintiendo la humedad y la excitacion.

— ¿Estás lista para pagar por tus pecados?

— Sí, mi señor.

— ¿Qué quieres, exactamente, Em?

Ella empujó las caderas contra él, ganándose una nalgada por parte de Draco.

— Sabes bien lo que quiero.

— No, no lo sé. Dímelo y a lo mejor te lo daré, princesa oscura.

— Quiero que me folles.—gruñó.

— ¿Solo eso?

— Sí.

— Bien.—concedió Draco.

Emily suspiró, esperando que su esposo la penetra ya, pero aquella esperanza murió en el momento que lo escuchó abrir un cajón. Ella giró una vez más a verlo, observando cómo sacaba de la mesita de noche un consolador.

— ¿Qué estás haciendo?

Había un destello sádico en sus ojos plata.

— Haciéndote pagar por tus pecados, amor.

Draco se acercó y sin pensarlo dos veces, introdujo dos dedos en el interior de Emily, arqueando los hacia arriba para rozar con sus yemas aquel punto que la hacía delirar.

La mujer dejó salir un gemido y sus rodillas temblaron, amenazandola con hacerla caer al suelo.

No supo cuánto tiempo pasó, si fueron segundos, minutos u horas, pero el cuerpo de Emily amenazó con llegar al orgasmo ya, con venirse sobre los dedos de Draco, los cuales estaban completamente empapados.

— Draco.—lanzó una plegaria.

Cerró los ojos cuando él sacó los dedos de su interior, maldiciéndolo mentalmente por detenerse y no darle el orgasmo que tanto había estado deseando.

Aquellos dos dedos, brillosos por la humedad que le pertenecía a Emily, se perdieron entre sus labios, dentro de su boca.

La expresión de su príncipe oscuro era de mera lujuria y pasión. Aquellos dos ojos grises como la plata brillando con travesura y excitación. Se estaba divirtiendo, sin duda alguna.

Ese día había tenido dos de sus cosas favoritas: el asesinar y tener sexo salvaje.

El cuerpo de Emily se sobresaltó cuando percibió algo duro meterse en su interior. No era el pene de Draco, ni sus dedos, se trataba del consolador.

Emily dejó salir un grito cuando Draco dio otro embate con el objeto. El escritorio bajo ella rechinando con cada estocada dura proveniente de Draco.

Había algo puramente erótico en la determinación que imprimía para penetrarla con aquel objeto que no era su pene.

Los ojos de Emily rodaron hasta la parte posterior de su cabeza cuando aquel objeto salió y entró en su interior repetidamente, cuando el príncipe oscuro se mordió el labio poniendo a prueba su propio autocontrol.

Fue solo cuestión de segundos para que Emily se convirtiera en un completo desastre de gemidos y maldiciones, para rendirse a sus pies, rogar y hasta convertirse religiosa.

Las piezas del orgasmo armándose con rapidez en su interior, listo para sobrepasarla, arrastrarla al cielo y caer al suelo. Sin embargo, Draco retiró el consolador con cuidado de su interior, dejándola desecha sobre la superficie de la mesa.

El cabello se pegaba a su nuca y frente mientras que su corazón latía frenéticamente. Ahogada y necesitada por aire, Emily lanzó una maldición.

El alivio llegó a su cuerpo cuando, por fin su esposo, introdujo su pene en su interior. Su intimidad lo recibió con facilidad, aliviada de por fin poder sentirlo. Tan sensible y desecha por las múltiples sensaciones que él la había ayudado a sentir.

Halo un puñado de su cabello, con cuidado de no lastimarla, pero con fuerza para que su espalda quedara pegada sobre su pecho. Draco se inclinó y lamió la base de su garganta con lentitud y lujuria.

Sus estocadas eran lentas, haciéndola sentir cada centímetro de su gran pene.

— Nunca permitiría que te corrieras sobre un maldito consolador, Emily —dijo sin aliento, mordisqueando su barbilla—. Tu coño y tus orgasmos me pertenecen a mi.

Volvió a salir nuevamente de ella y antes de arrodillarse, le soltó las muñecas y la instó a sentarse sobre la superficie del escritorio. Draco cogió sus piernas y las colocó sobre sus hombros para después inclinar la cabeza y recorrer su entrada con avidez e impetu.

Ella dejó caer la cabeza sobre la pared, el corazón martilleando le con fiereza.

— Joder, joder.—lloriqueó, sintiendo un nuevo nudo tensarse en su estómago y sus pies curvándose desesperadamente.

Ella llevó las manos a los mechones platinados de Draco y halo de ellos para acercarlo aún más a su coño. Sus caderas meciéndose sobre la cara de su esposo, su cuerpo disfrutando las lamidas.

Draco acarició el costado de sus muslos para después llevar sus manos al trasero de Emily y alzarla un poco.

Lo que pasó a continuación, dejó a Emily sin aire. Él separó las mejillas de sus nalgas y su lengua se deslizó hacia ese otro lugar. Se tomó su cuerpo en lamerla y en conquistarlo.

Ella estaba a punto de sufrir un ataque al corazón.

Entonces él se detuvo abruptamente y volvió a incorporarse. Una sonrisa de satisfacción curvando sus perfectos labios al contemplar el desastre que había hecho con su esposa.

— Nunca, nadie, me hará sentir tan satisfecho más que tu imagen tan desecha y desesperada por mi, amor...

Colocó la mano sobre su nuca y la atrajo hacia él para devorar sus labios con devoción y ahínco. Su lengua rozó sus labios en una petición silenciosa que ella le concedió sin rechistar. Cuando sus lenguas se encontraron, fue una pelea por el poder.

Él cogió el borde de su camisón y lo retiró, dejándola ahora sí desnuda completamente.

Retrocedió un paso y sus ojos repasaron el cuerpo de Emily, contemplándola como si de una obra de arte se tratara. Cuando se acercó nuevamente, dejó un casto beso sobre sus labios y cogió uno de sus senos para jugar con su pezon.

Ella gimió en su boca y él recibió aquel gemido como si de un regalo de tratara. Lo saboreó y disfrutó por completo.

Pero entonces, él comenzó a llevarla a la cama y la instó a colocarse sobre sus manos y rodillas, la hizo alzar el trasero y bajar la espalda, para tenerla a su completa merced.

Emily escuchó el sonido de algo abrirse y giró a comprobar que se trataba de un condón.

Ella se mordió el labio, desesperada.

— ¿No quieres que volvamos a intentarlo? —se refería a quedar embarazada.

Él no respondió, sino que colocó la punta de su pene —ya con el condón puesto— sobre su segunda entrada, sin penetrar, solo rozándola.

La clara pregunta brillando en sus ojos, una petición silenciosa.

— No lo haré si tú no quieres.—murmuró, sin dejar de ver sus ojos.

La anticipación jugueteando en el cuerpo de Emily, ella se lamió los labios con nerviosismo, prestándole toda la atención a su esposo.

Emily asintió concediéndole su permiso de intentar hacerlo por ese lugar. Sí, no era su primera vez, Elliot lo había hecho ya. Sin embargo, los nervios crecían en su estómago con cada segundo.

La sorpresa se apoderó de las facciones de Draco, pero él no perdió el tiempo. Cogió su varita y apuntó hacia donde su pene y el segundo orificio de Emily estaban a punto de unirse y murmuró un hechizo para la lubricación.

Su corazón latió errático en su pecho cuando Draco colocó las manos sobre su cadera y se inclinó para dejar un beso sobre su hombro.

Introdujo entonces dos de sus dedos, y Emily aferró las manos a la sabana que permanecía bajo su cuerpo. Se mordió el labio y contuvo la respiración cuando percibió que no era nada desagradable, sino todo lo contrario.

Una sensación que, antes no se había tomado el tiempo de analizar, surgió en ella y la ahogó como una ola de mero placer.

Con cuidado, Draco separó sus dedos que mantenía dentro de ella como si fuesen pinzas y eso sólo ayudó a que Emily se estremeciera. Dejó salir un jadeó y Draco rió por lo bajo.

Cuando deslizó los dedos fuera de ella, Emily giró a verlo. Él estaba apuntando a su pene con la varita, murmurando otro hechizo de lubricación.

Entonces su esposo colocó la punta en el segundo orificio de Emily y empujó con suavidad. Sus senos se movieron al compás de la embestida y de sus labios salió un gemido.

Las sensaciones la invadieron por completo, nublando su mente.

Cuando él volvió a empujar otro poco más, Emily gimió más alto.

— ¿Estás bien? —le preguntó.

Sin aire en sus pulmones, jadeando por el, ella dio un breve asentimiento.

— Se siente muy estrecho.—mencionó Draco con una risa ronca.

— ¿Sí? —inquirió, viéndolo por sobre su hombro.

— Demasiado.

— ¿Siempre ha sido así de grande?

Él dejó caer la cabeza hacia atrás, riendo con ahínco.

— Em, solo he metido la punta.

— Ay, joder, Draco.

— Sí, definitivamente te estoy jodiendo, Em.

Una risa la envolvió y eso provocó que el pene de Draco se enterrará más en ella.

— Necesitas relajarte —dijo con un suspiró—. Si no te parece bien, solo debes decírmelo. ¿De acuerdo?

Ella asintió levemente y él llevó la mano a su sexo, moviendo su dedo sobre su clitoris para enfocar el placer en ese lugar específico.

La tensión empezó a abandonar su cuerpo por completo, sus hombros se relajaron y ella cogió una gran bocanada de aire. Colocó la mejilla sobre la cama, sin dejar de alzar el trasero hacia él.

— Muévete.—dijo autoritaria.

Y él obedeció. Vaya que lo hizo.

Draco se deslizó en ella en una sola estocada. La cama rechinó bajo ellos y el respaldar golpeó la pared.

— ¡Ah! —gimió alto.

Draco permaneció masturbando su clitoris, provocando que el dolor le diera paso al placer.

Ambos esperaron a que Emily se acostumbrará a la virilidad de Draco dentro de su interior. Entonces él comenzó a moverse a un ritmo constante de embestidas cortas, pero firmes. Enviando olas de placer por sobre todo su cuerpo.

Estaba a punto de perder la cabeza, se sentía jodidamente bien.

Draco deslizó su mano por toda la columna vertebral de Emily, enviando olas eléctricas por todo su cuerpo, provocando que se erizara y estremeciera.

Su otra mano aferrada a su cadera como si su vida dependiera de ello, provocando que una punzada de dolor se estableciera en ese lugar —probablemente le saldría un moretón al día siguiente—. Él se dejó llevar, de verdad que lo hizo.

La cama comenzó a rechinar, la cabecera a golpear contra la pared y Emily permitió que todos los gemidos que estaba conteniendo, ahora salieran de sus labios y se entremezclaran con los sonidos de placer de Draco.

El sudor la acompañaba, al igual que el placer. El suave velo del orgasmo posándose sobre ella, avisándole que estaba a punto de llegar al cielo... o al infierno.

— Mírate, Emily. ¡Joder! —gruñó y dejó salir una risa ronca—. Hace unos jodidos meses atrás estaban echándome en cara que soy un puto asesino, ahora éste puto asesino te está jodiendo por todos lados, y vaya que lo estás disfrutando.

Estaba llegando a su límite, al igual que Emily. Cuando Draco empezaba a hablarle sucio era, porque, probablemente estaba cerca de su orgasmo.

La mano de su esposo envolvió un puñado de su cabello y halo de el sin mucho cuidado. Cuando tuvo la espalda de Emily sobre su pecho, coló la mano entre sus piernas y metió dos dedos en su interior.

Sí, la estaba follando por todas partes.

— Estás marcada por mi, Emily, y no como un objeto sino como mi jodida esposa. Mía.

Sus labios se pegaron a la piel de su cuello, lamiendo y succionando mientras que su pene no dejaba de embestirla y sus dedos no se detenían.

— Eres la esposa de un jodido asesino al que no le importa en lo más mínimo si te lastima mientras te jode por todos lados.

— Draco.—gimió ella, poniendo los ojos en blanco y dejando caer la cabeza sobre su hombro.

— ¿Muy santa? —se burló—. Estoy lleno de sangre, he matado a tus dos amigas y ahora me estás follando.

Dio un embate duro, y Emily gimió claro y fuerte.

— ¿Sabes qué quería hacer cuando levantaste la puta varita y mataste a Potter? —sus dedos salieron de su interior para posarse sobre su clitoris, comenzando a moverlo en círculos.

Un escalofrío le traspasó el alma, no el cuerpo, el alma.

— ¿Qué? —lo instó a seguir hablando.

— Quería abrirte de piernas frente a toda esa gente y devorarte. Quería posar tu precioso cuerpo sobre el suelo y meterte el pene hasta partirte en dos.

Salió de ella y le dio un leve empujón, tirándola sobre la cama. Después la cogió de sus pantorillas y la instó a girarse. Teniéndola frente a frente, se inclinó y la cogió de la barbilla.

— Abre la puta boca, Emily Malfoy.

Ella obedeció sin rechistar, viendo como sus ojos se tornaban negros como la noche, debido a la dilatación de sus pupilas.

Él escupió sobre su lengua y después le devoró la boca con la suya. Mordió su labio inferior hasta que la sangre brotó de sus labios y bebió de su sangre, lo hizo.

— Quiero quemarme en el jodido infierno, pero solo si es contigo, Em.

Se sacó el condón y lo tiró en algún lado de la habitación, después se sentó sobre la cama y halo del brazo de Emily hasta que ella estuvo a horcajadas sobre él, dándole la espalda.

Frente a ellos había un espejo de cuerpo completo, que los mostraba a los dos completamente desnudos, sudorosos y ruborizados.

Draco guió su pene a la entrada de Emily y lentamente la instó a bajar hasta que estuvo dentro de su coño.

Y juntos comenzaron a moverse, a follarse mutuamente. Gimieron, se devoraron la boca y disfrutaron cada segundo, viéndose al espejo.

Las embestidas de Draco eran impacables. Sin embargo, se fueron tornando torpes.

El reflejo de su esposo jadeando, con los labios rojizos y follandola, era celestial.

«Joder, ardería en el infierno con él sin importarle nada ni nadie».

Volvió a estimular su clitoris con su dedo índice y el cuerpo entero de Emily vibró de placer, su vista se nubló y fue como tocar las estrellas con sus propias manos cuando por fin llegó a su orgasmo.

Minutos después, escuchó el gemido ronco de su esposo sobre su oído y luego sintió su semen llenando su interior.

Ambos estaban jadeando por aire y Emily pudo incorporarse después de coger la fuerza necesaria.

Sus piernas estaban temblando, al igual que su cuerpo entero, le dolían las extremidades y no se podía imaginar el inmenso dolor que la acompañaría el día de mañana.

Ella se dejó caer, sin fuerza ni aire, sobre la cama y segundos después su esposo la acompañó.

Después de limpiarla a ella y a si mismo, Draco besó su frente y se acostó a su lado.

— Mi madre está planeando algo, ten cuidado.

— ¿Qué está planeando? —preguntó ella, adormecida.

— No lo sé —confesó—, pero mantente alerta.

— Draco, te amo.—reconoció antes de quedar sumida en un intenso sueño.

No sabía qué hora era, si ya había amanecido o aún era de noche. No sabía siquiera qué día era, lo único que pudo percibir era un olor para nada normal. Algo extraño para su nariz. Algo que la obligaba a mantenerse dormida.

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