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054

Draco.                   𝔰𝔞𝔫𝔤𝔲𝔦𝔰 𝔢𝔱 𝔪𝔬𝔯𝔰.             𝐿&𝒟.

No era fácil, nada de esto era fácil. Estaba poniendo su vida en peligro, estaba poniendo la vida de Emily en peligro.

No tenía un jodido plan, no sabía qué hacer. Estaba jodido.

Antes de irse, Harry le permitió despedirse de Ophelia y Emily, pero él no quiso hacerlo.

Odiaba las despedidas.

Odiaba ver las muñecas de Emily llenas de sangre debido a las ataduras, al igual que las suyas, al igual que las de Ophelia.

Mataría a Pansy.

Él se acercó hacia el hombre con anteojos, alzando las manos hacia él.

Harry con un leve movimiento de varita hizo que las ataduras muggles desaparecieran sobre las muñecas de Draco. Sin embargo, murmuró algunos hechizos y de la punta de su varita salieron hilos relucientes de color azul y rojo, enrollando las muñecas del rubio.

Por lo menos, aquellas ataduras no le quemaban la piel. Era un hechizo antiguo y muy poderoso, aquella magia la usaban sobre los prisioneros de Azkaban.

Los números marcados sobre su cuello ardieron como un recordatorio que, alguna vez, él también fue un prisionero de Azkaban y usó aquellas mismas «esposas mágicas».

Privaban a cualquier mago de su libertad y la magia. Ni aunque tuvieras la varita más poderosa —de saúco— aquellas esposas no permitían que la magia fluyera en los magos.

Prácticamente ahora era como un muggle más, sin nada de magia.

A continuación, la puerta del lugar en donde se encontraban se abrió de repente y por ella entraron alrededor de diez magos y brujas. Todas aquellas caras eran desconocidas para Draco, excepto por una: Ginny Potter, la pelirroja y menor de los Weasley, la esposa de Harry Potter.

Él le guiñó un ojo, solo para tener el placer de verla enrojecer de rabia. Harry gruñó por lo bajo y colocó la mano sobre su hombro, apretándolo más de lo necesario.

— Te acercas a ella y te mato, ¿escuchaste? —amenazó.

Draco chasqueó la lengua con sorna.

— No me van las pelirrojas, prefiero las mujeres de cabello negro.—dijo, refiriéndose a su esposa.

— Te doy cinco minutos para despedirte de Emily y Ophelia, y nos vamos.

— No tengo por qué despedirme.—replicó.

No quería hacerlo.

No quería hacer real el hecho de qué tal vez sí era una despedida.

Un adiós.

Un hasta nunca.

No, no quería. Pocas cosas le daban miedo en su vida, ésta era una de ellas: decirle adiós a Emily eternamente.

— Dudo que le guste eso —se burló—. Tan solo múrala, estaba devastada.

Él se negó a hacerlo.

Sabía que lo hacía con la intención de golpearlo, lastimarlo. Potter sabía que Emily era el punto débil de Draco y por eso la usaba en su contra.

— Bueno, como quieras.—se rindió, pero aún así lo hizo girar y aferró la mano con mayor ahínco sobre su hombro.

Lo último que vio antes de desaparecer fue el rostro lloroso de su esposa, después de eso todo fue borroso, rápido y distorsionado.

Se estaban apareciendo en Witches Wood.

Aquel bosque era aterrador, pero también era extremadamente hermoso. Sin embargo, la atmósfera a su alrededor se sentía un tanto espesa, como si el aire estuviera impregnado de pequeños alfileres calientes, los cuales lastimaban tus pulmones al respirar.

Siempre se habían escuchado sonidos raros, pisadas, aullidos, murmullos y entre otras cosas.

Potter se mantenía al lado de Draco mientras que las otras personas —posiblemente, mestizos o sangre sucias— estaban a la espalda de Malfoy, custodiándolo.

El corazón de Draco dio un vuelco cuando comprobó que no había barrera protectora sobre la vieja y descuidada cabaña que estaba a unos cuantos metros de ellos.

«Eso no estaba bien», pensó.

Quiso echar a correr, abrir la cabaña y ponerla patas arriba. Necesitaba verificar que Hermione Granger estuviera allí, metida.

«Ese sueño no pudo ser real».

Tragó saliva con dificultad, llamando la atención de Potter.

— ¿Es esa?

Él asintió levemente con la cabeza.

— Sí, es esa.

— ¿Tiene algún hechizo protector eso? —Potter elevó las cejas, las palabras goteando de sorna.

— Los tenía...

— ¿Qué...? ¿Cómo?

Draco no respondió, sin esperar nada se aproximó hacia la cabaña, escuchando las pisadas de Potter a su espalda.

Efectivamente, no había ni un solo hechizo protector sobre la cabaña, ni el más fácil de hacer.

Su corazón estaba galopeando con gran intensidad al pensar que entraría y encontraría el cuerpo de Granger sin vida.

No podía morir.

— Tengo un mal presentimiento.—habló Potter.

— No me digas... —gruñó—. Abre la jodida puerta.

El azabache cogió la manija y abrió la puerta. Ésta comenzó a deslizarse con lentitud y rechinando.

El interior de la cabaña estaba hecho mierda. Los sillones rotos, al igual que las mesas y cada pequeña y vieja decoración.

Potter y los demás sacaron sus varitas, Draco quiso hacerlo, pero no tenía una.

Entraron con lentitud y cuidado al interior, buscando señales de que alguién estuvo allí... de que Hermione Granger estuviera allí.

Normalmente se escondía en la única habitación con la que contaba la cabaña, pero cuando escuchaba a Draco llegar salía.

Las visitas de Draco eran una vez al mes, checaba que todo estaba en orden y después regresaba a Wiltshire.

Un paso sigiloso, otro más. Con el hombro empujó la puerta de la habitación y entró.

Maldijo. Maldijo en voz alta, sin importarle que Potter lo escuchará.

— ¿Qué mierda, Malfoy? —Potter entró, colérico—. ¿Qué es esto, otro de tus jueguitos?

— ¡No! —refunfuñó—. No sé dónde está Granger, pero yo la tenía aquí.

Potter colocó la mano la nuca de Draco con gran fuerza y lo obligó a salir de la cabaña. Allí al aire libre, el azabache señaló al rubio con su varita.

— Dime dónde está, Malfoy. ¡Dímelo!

— Joder, ella estaba allí, maldito loco.

— ¿Crees qué puedes seguir jugando conmigo? ¡¿Crees que volveré a caer en tus mentiras?!

— ¡No estoy mintiendo, Potter! ¡Granger es una pieza importante, no puedo matarla y no lo hice!

Harry se pasó las manos por el cabello negro, desordenándolo un tanto.

— ¿Entonces dónde está?

— ¡Debería estar allí dentro!

— ¡Pues no lo está!

— ¡Claramente que no lo está! Estaría mejor que pusieras a tus esclavos a buscarla antes de que se pierda en éste inmenso bosque llenó de porquerías.

El azabache se acercó al hombre, cogiendolo de las solapas de su camisa.

— ¿Me estás jodiendo, Malfoy? Te recuerdo que el que da las órdenes aquí soy yo, no tú. Estás en mis manos, Malfoy. Tu vida depende de mi.

— Me matarás sin importar qué, ¿o no?

— Claro que sí. ¿Crees que ahora que tengo la posibilidad de destrozarte te dejare libre?

Draco le dedicó una sonrisa de boca cerrada.

— No te conviene matarme ahora mismo, Potter. Te recuerdo que depende de mi el tener a Granger de vuelta.

Harry Potter colocó la mano sobre su nuca y ejerció fuerza, hasta que Draco cayó sobre sus rodillas a duras penas.

— Ahora mismo resolveremos si vale la pena mantenerte con vida hasta que encontremos a Hermione, Malfoy —gruñó en su dirección—. Ginny, trae la pócima.

— ¿Pócima? —se mofó—. ¿Qué harás, Potter? ¿Convertirme en sapo?

El azabache no respondió, sino que esperó a que su esposa llegara a él y le entregara un vial en forma de lágrima con un líquido blanco y brillante.

— Ni se te ocurra.

— ¿Te da miedo la pócima de la desesperación?

— No me toques, Potter.

Trató de zafarse, pero fue sin éxito. No tenía ni una gota de magia en su cuerpo, tampoco fuerza. Estaba cansado y sus extremidades agarrotadas.

— ¡No es necesario hacerlo! —exclamó Draco, al borde de la desesperación.

Potter no respondió, con la ayuda de la magia hizo que Draco abriera la boca y así poder verter un poco de la pócima en ella.

Al tragarla, Draco sintió como si todo su cuerpo ardiera en llamas; su piel estaba caliente, su garganta ardía y su mente retumbaba con recuerdos y alucinaciones.

Estaba viviendo la peor tortura de su vida.

Cayó sobre el suelo, sintiendo como algo desgarraba su pecho, justo donde su corazón latía.

— ¡No, no, no! —gritó—. ¡Basta!

El aire escapó de sus pulmones, dejándolo jadeando sobre el suelo. Todo estaba oscuro, ya no habían más personas a su alrededor más que tinieblas y voces burlándose de él.

— Cobarde —susurró una voz sobre la piel de su cuello—. Solo quieres ser como Voldemort para poder sentirte mejor...

— ¡Yo no quiero ser como él! —gritó, provocando que sus cuerdas vocales dolieran—. ¡Yo soy peor que Voldemort! ¡Soy mucho peor que él!

Una risa retumbó en sus sentidos. Una risa llena de burla.

— Tan solo eres un niño asustado, queriendo mostrarle al mundo que nunca fue un miedoso y cobarde.

Las voces que se burlaban de él se quedaron calladas fueron reemplazadas por gritos y sonidos sordos, como si de hechizos y maldiciones se tratara.

Draco quedó estático sobre el suelo, sin moverse y tratando de agudizar el oido para poder escuchar.

Pum, pum, pum. El corazón retumbaba con fuerza. Sus extremidades adormecidas.

Sintió como alguien lo cogió de los brazos y lo deslizó por el suelo, resguardándolo. Acto seguido, se escuchó un gemido de dolor, y después Draco pudo sentir nuevamente sus manos. Fue como si un peso se le hubiese quitado de encima.

— Draco —escuchó y sintió unas manos sobre su rostro—, estaremos bien, ¿escuchaste?

Él asintió.

— Necesito que te recuperes para ayudarme, Draco. Te necesito lúcido y fuerte.

— ¿Emily? —murmuró él.

— Sí, estoy aquí.

— ¿C-cómo lo lograste?

— No soy tan tonta como parezco.—Draco pudo notar un ápice de broma en su respuesta, eso lo reconfortó.

Se dejó caer, su cuerpo demasiado débil como para mantenerse lúcido.

No supo por cuánto tiempo estuvo acostado sobre el suelo, alejado de las demás personas, pero cuando tuvo la fuerza suficiente y logró abrir los ojos, su corazón estaba galopeando con locura.

Se puso en pie, sintiendo un leve mareo. Se aproximó hasta el lugar donde se escuchaban más gritos y voces, y entonces observó a Emily, Ophelia y varios mortifagos peleando contra Harry Potter.

El aire se atascó en sus pulmones al ver eso.

Lanzaban hechizos a diestra y siniestra, sin descansar ni dudar. Aunque lo hacían para lastimar y no matar, era increíble verlo.

Alguién al verlo de pie, le pareció buena idea lanzarle una varita y no cualquiera, sino la varita de saúco, la cual Draco pudo alcanzar con agilidad.

Necesitaba acabar con Potter, necesitaba acabar con todos ellos y después averiguar dónde se había metido Granger.

Con un hechizo curó todas sus heridas y, aunque aún le dolía el cuerpo, se sentía mucho mejor para dar una batalla limpia.

En su mano izquierda, sostenía aquel hilo de magia, el cual Potter había atado sus manos para mantener su magia a raya.

Con gran lentitud y gracia, Draco comenzó a acercarse. Extrañamente, nadie había reparado en su presencia.

Jugó con aquel hilo, envolviéndolo alrededor de su mano y luego dejándolo caer nuevamente. Hasta que estuvo cerca de alguien y aquel hilo se vio visto envuelto alrededor del cuello del individuo.

Draco halo con agresividad, provocando que el cuerpo del individuo saliera disparado hacia atrás y golpeó contra arbusto. La sangre fue deslizándose de su cabeza, cayendo sobre sus hombros. Eso fue lo único que necesito para sentir la excitación prender todo su cuerpo.

Ahora todos los ojos estaban puestos en él, tanto como los de los mortifagos y su esposa, como los de Harry Potter y su secuaces.

— Potter —Draco sonrió y ladeó la cabeza—. A qué pensaste que no me volverías a ver.

— ¡Te voy a matar, Malfoy!

Él dejó salir una risa burlesca y echó a correr.

— ¡Al ministerio! —exclamó mientras cogia a Emily del brazo y se aparecía.

No tenía la posibilidad de acabar con Potter en Witched Wood, pues el bosque solía engañar a las personas incluso a los magos.

En el ministerio tenía la ventaja, pues lo conocía demasiado bien y sabía que tenía las de ganar.

Al pisar el suelo, Emily dejó salir un jadeó. El cabello pegándose sobre su nuca y frente debido al sudor.

— Draco —dijo, jadeante—. Yo sé dónde está Hermione.

— ¿De qué hablas? —Draco se detuvo en seco, mirando hacia atrás para asegurarse que nadie viniera.

— Pansy la mató —confesó, sus ojos anegándose en lágrimas—. Es mi culpa, Draco.

Un hechizo le rozó la oreja, entonces Draco soltó el brazo de Emily y giró sobre sus talones, listo para volver a luchar.

Puso la varita en alto e invocó un escudo protector.

— ¿De qué jodida mierda hablas?

Emily apuntó al individuo y lanzó un hechizo al azar.

Ambos comenzaron a correr.

— ¡Yo las lleve allí, es una historia muy larga y ahora no tenemos el tiempo necesario para charlar! —gritó.

— ¡Avada Kedavra! —pronunció Draco, apuntando a otro individuo.

— Todo está muy jodido, Draco —reconoció—. El mundo mágico está en contra mía y de Ophelia. Nos querían matar cuando fuimos por los otros mortifagos.

— ¿Por qué?

— Tu madre ha dicho que nosotras tenemos la culpa de tu desaparición.

— Joder.—gruñó.

Potter apareció frente a ellos, con los hombros decaídos y la expresión asustada.

— ¡Devuélveme a Hermione, Malfoy, y terminaremos con esto!

— ¡No tengo a Granger, Potter, por si no te has dado cuenta!

Un hechizo por parte de Potter, dos y tres. Varios cristales salieron volando hacia Draco; él invocó otro escudo protector.

Un torbellino de agua envolvió a Draco y a Emily, seguido de un viento arrasador, el cual los empujó unos metros hacia atrás.

— ¿Quieres morir, Potter? ¿Es eso?

— ¡No! —espetó—. ¡Tú eres el que va a morir esta noche!

Draco invocó una llama de fuego, grande, abrasadora y peligrosa, la cual se balanceó contra Potter y golpeó contra él.

Draco no se detuvo, lanzó varías maldiciones.

— ¡Cruciatus! —pronunció con claridad, acercándose cada vez más a Potter.

El hombre cayó sobre el suelo, gritando y moviéndose con fuerza.

Algunos mortifagos estaban del lado de Emily, junto a Ophelia. Otros —supuso Draco que eran los secuaces de Harry— junto a Ron y Ginny.

— No sabes con quién te has metido —murmuró, hincándose frente a Harry—. Voldemort no pudo matarte, pero yo lo haré.

— ¡No! —gritó Ginny y se lanzó contra Malfoy—. ¡No te atrevas!

Draco la cogió del cuello, con toda la intención de lastimarlo.

— No te metas, sucia.

Ella trató de golpear a Draco con sus puños y pies, pero todo fue en vano. La cólera crecía con intensidad en el interior de Draco y era capaz de acabar con el mundo entero si pudiera.

— ¡Hemos sufrido mucho ya por culpa de Voldemort, no permitiré que suframos también por tu culpa, Malfoy!

— Oh —Draco chasqueó la lengua—. Tan linda e ingenua. No quiero lastimarte, así que te dejaré sobre el suelo y más te vale que no hagas nada tonto sino quieres morir junto a tu estúpido esposo. ¿Entendiste?

— ¿Crees que seguiré tus órdenes? —escupió—. ¡No eres más que un imbecil, tan desesperado por la atención, Malfoy!

— Respuesta equivocada.—Draco sonrió mientras apretaba más su cuello. Con la otra mano, apuntando a Potter y provocando una lenta y dulce tortura.

Pero lo que le sorprendió a Draco, fue comprobar que su esposa tenía a Ron Weasley sobre una pared, con la varita sobre su cuello; impidiendo que hiciera o dijera algo.

Lenta, muy lentamente, el agarre de Draco se fue haciendo más y más fuerte, al punto de que Ginny Weasley jadeara por aire y golpeara con sus piernas a Draco. Las dos manos de la mujer permanecían sobre la mano de Draco, tratando de soltarse de su agarre.

Draco dejó el cuello de Ginny, provocando que ésta cayera sobre el suelo con un ruido estrepitoso y, por un breve momento, solo por un breve momento, Draco dejó de apuntar a Harry para apuntarla a ella. Entonces...

— Avada Kedavra.—pronunció, en dirección a la pelirroja.

El cuerpo de Ginny quedó inerte sobre el suelo, sus ojos abiertos llenos de lágrimas y el color de su piel abandonando su cara y cuerpo. Muerta, ella estaba muerta.

Los secuaces de Harry poco a poco comenzaron a retroceder, y él dejó salir una risa seca.

— ¿Y Neville Longbottom dónde está? —preguntó con sorna.

— Muerto, señor.—le informó Theodore Nott.

Él curvó los labios hacia abajo y asintió.

— Siempre fui de la idea de que Longbottom pelearía más, a decir verdad —sus pasos fueron acercándose a Emily y Ron. Dejó un beso sobre la sien de su mujer y la apartó levemente—. ¿Cómo fue que murió?

Una pregunta genuina mientras miraba a los ojos de Ron Weasley, el pelirrojo que temblaba del susto.

— ¿Me tienes miedo, Weasley?

— No, te tengo asco.—replicó.

— Suelo ser la peor pesadilla de todos.—se encogió de hombros con indiferencia.

— Neville Longbottom murió en Witches Wood a manos de Ophelia.

— ¿Y tú, Weasley? ¿Cómo es que quieres morir?

Potter permanecía sobre el suelo, lágrimas sobre el rostro y sin moverse.

— De cualquier forma, pero que no seas tú el que me mate.

— Hmm —giró la cabeza para ver a sus mortifagos—. ¿Quieres que sea Theo, Ophelia o prefieres a mi linda esposa Emily? —no lo dejó responder—. Te matará Theodore, claro que sí.

Al apartarse de Ron, Nott se acercó a él y lo cogió de la nuca, obligándolo a arrodillarse.

— ¿Alguién más desea escoger su muerte? —preguntó, dirigiéndose a los secuaces de Potter, los cuales todos eran desconocidos ante sus ojos.

Cuando nadie respondió, él dio un breve asentimiento mientras ponía en alto su varita y pronunciaba una maldicion, acabando con la vida de todos sus oponentes.

— Emily —la llamó—, ven acá.

El aroma de su esposa llenó sus fosas nasales una vez que la tuvo cerca. Colocó las manos sobre sus caderas y pegó su pecho a la espalda de Emily.

— ¿Quieres matar a Potter, huh? —inquirió en un suave susurró sobre su cuello—. ¿Quieres acabar con la vida del hombre que pensó que eras una muñeca manipulable.

Lentamente cogió la mano de Emily, poniéndola en alto y apuntando hacia Potter.

— Cariño, quiero darte el privilegio de acabar con él con tus propias manos. Sabes lo mucho que me excita cuando te admiro matando a alguien.

Ella giró a verlo, sus ojos brillantes, sus labios secos y su nariz roja.

— ¿No quieres hacerlo tú?

Draco negó lentamente con la cabeza.

— No, hazlo tú.

La mano de su esposa tembló levemente, después ella asintió con la cabeza.

— ¿Estás seguro?

— Sí —se dirigió a Potter—. ¿Algo más que quieras decir, Potter?

— Te veo en el infierno, Malfoy.

— Lamento informarte que incluso en el infierno seré tu peor pesadilla. Acaba con él, Em.

Fue todo lo que necesitó la mujer antes de pronunciar con claridad y rudeza:

— Avada Kedavra.

Una luz verde fosforesente salió disparada de la varita de Emily, golpeando el pecho de Harry y arrebatándole su último aliento.

Había acabado. Potter estaba muerto al igual que cada uno de ellos.

El ministerio parecía ser un masacre, pues había sangre derramada por todo el lugar.

Él cogió una gran bocanada de aire, llenando sus pulmones para después dejarlo salir lentamente por la nariz.

— ¿Dónde está Pansy? —preguntó.

— No lo sabemos.—le respondió alguién.

— ¿Ella mató a Hermione Granger?

— Sí.

— Luego hablaremos de eso.—dicho eso, Draco desapareció.






HOLAAAAAA AQUII, lamento tanto la tardancia de este capítulo estuve en un BLOQUEO terribleeee :( y sé que el cap es un asquito, pero hice todo lo que pude para que sea interesante.

Como ya pueden notar, esta historia esta llegando a su fin, un capitulo más, el epílogo y fin.

LAS AMO MUCHO <3

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