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051


Emily.       𝔞𝔪𝔞𝔯𝔢.             𝐿&𝒟.


Draco dormitaba sobre el pecho de Emily mientras que ella acariciaba su cabello con lentitud, con los pensamientos vagando.

El brazo del hombre permanecía sobre el estómago de Emily, y de sus labios salían pequeños y bajos ronquidos. Su aliento cosquilleaba sobre el cuello de Emily.

Llevaba horas dormido en esa posición, a Emily ya le dolía el hombro.

Sobre su espalda se hallaban unas cuantas cicatrices ya viejas, unas eran producidas por las uñas de Emily. Ella las trazó con lentitud cada una de ellas.

— ¿Qué te hizo para que te convirtieras en esto? —susurró.

Se refería a Arabella Rowle, la ex de Draco Malfoy. Aquella mujer que instaba a Draco a cometer atrocidades siendo él un niño aún.

No la conocía mucho, Draco a duras penas hablaba de ella; pues cada que su nombre aparecía en alguna conversación, él se mostraba incómodo con el tema y, a veces sus ojos se anegaban de lágrimas.

Pero con lo poco que Draco le había contado sobre esa mujer, Emily sentía que, en parte Arabella era la culpable del por qué Draco se había vuelto tan despiadado a una edad tan temprana. Desalmado.

«¿Qué mujer permitiría que su prometido se acostara con otra mujer solo para sacarle información?». Emily bufó al pensar en eso.

Giró la cabeza hacia la ventana cuando el cielo se alumbró de repente. Con cuidado, alzó a Draco y lo recostó sobre la almohada para que así ella pueda levantarse sin problemas y salir al balcón.

A lo lejos, se podría vislumbrar varias luces chorreantes dispararse hacia el cielo.

Ella supuso que sería en honor a Blaise Zabini y Elliot Avery. Así que, puso su varita en alto y musitó «Lumos». De su varita también salió una luz disparada al cielo, acompañando a los demás a lo lejos.

Dejó caer la cabeza hacia adelante y sin poder aguantar más, sus mejillas se mojaron debido a las lágrimas.

«Yo tengo la culpa. Por mi culpa los mató. Por mi culpa paso todo esto», pensó, y eso bastó para derrumbarla.

Su corazón sangró y sus ojos lloriquearon.

«No solo Arabella tiene la culpa, yo también».

La puerta del balcón volvió a abrirse por una segunda vez, y Emily pegó un respingo y retrocedió al ver a Draco.

Él estudió el rostro de su amada con atención, se fijó en las lágrimas que caían sobre su rostro y su labio inferior, el cual temblaba.

Él hizo ademán de acercarse a ella, pero Emily volvió a retroceder por instinto.

Draco cogió una bocanada de aire y ladeó la cabeza. El dolor visible en sus ojos al presenciar el rechazo de su prometida.

Emily no lo hacia con esa intención, era instintivo. A ella también le dolía sentir el rechazo de su corazón hacia su prometido, su Draco.

Lo siento...—murmuró Draco.

Ella negó con la cabeza y pasó por su lado para volver a entrar a la habitación. Draco la siguió adentro. Sin embargo, él no se acercó a la cama, sino que se acercó a la puerta para salir de la habitación y dejarla sola.

El estómago de Emily se encogió y su labio tembló por segunda vez.

— Puedes quedarte.

Él negó con la cabeza sin voltear a verla.

— No quiero incomodarte.

No respondió, pero palmeó la cama. Eso fue suficiente para que el ministro de magia volviera a la cama. Sin embargo, no se acercó a ella. Cada uno estaba al borde de la cama, sin ningún contacto.

La luz de la mesita de noche de Draco se apagó minutos después y el silencio reino en medio de ellos.

Un silencio incómodo, destrozador.

— ¿Draco?

— ¿Sí?

— Puedes acercarte.

— ¿Estás segura?

— Sí, acércate.

Él se acercó lentamente, pero seguían sin ningún contacto. Hasta que ella apoyó la cabeza sobre el pecho de Draco y lo envolvió con su brazo. Dejó un beso sobre su hombro y murmuró:

— Lo siento tanto.

— Tú no tienes por qué disculparte, Em. Yo tengo la culpa.

Emily tragó duro.

— Cuéntame algo.

— ¿Con qué puedo alimentar tu curiosidad?

— Hmm. ¿Qué fue lo primero que te atrajo cuando me conociste?

— Tus ojos.

— ¿Por qué? Son comunes.

— No importa el color de ojos, lo que importa es lo que dicen.

— ¿Y qué decían los míos?

— Pedían ayuda a gritos.

— ¿Ayuda?

Él colocó la mano sobre la espalda baja de la mujer y comenzó a acariciarla lentamente.

— Tenías mucho dolor en tu interior, tus ojos pedían a gritos alguién que te ayude a sacarlo.

— ¿Y lo que más te atrajo de Arabella?

Era una pregunta que, probablemente, la respuesta la terminaría de matar. Pero era algo que necesitaba saber.

Él se quedó en silencio por algunos segundos que parecieron horas. Su mano se detuvo y su corazón se aceleró.

— No me acuerdo.

— Lo dudo.

— ¿Por qué quieres saberlo?

— Simple curiosidad. Si tú me cuentas sobre ella, yo te contaré sobre Thomas.

— No me interesa tu pasado con los chicos.

— Solo tuve un novio en mi pasado.

— Y yo también.

— Lo único que tenemos en común.

— Lo que más me llamo la atención de Arabella fueron sus... —dejó las palabras al aire, exhaló con fuerza y con su mano libre se frotó el rostro— ojos.

Ella cerró los ojos con fuerza y se obligó a no mostrar ninguna reacción.

— Te gustan mucho los ojos, entonces.—dijo, tratando de disimular el temblor en su voz.

El silencio volvió a reinar entre ellos, la incomodidad era palpable, casi asfixiante.

— ¿Tienes alguna otra casa que no sea acá en Wiltshire?

— Sí, he heredado varías casas.

— Me gustan mucho los bosques, ¿sabes?

— No tenía idea.

— ¿No tienes casa en algún bosque? A lo mejor podríamos visitarla después de nuestra boda.

— Debería checarlo.

— Está bien.

— Emily, lo siento.

— ¿Por qué?

— No importa lo que me atrajo de ti, importa lo que hizo que me enamorara, y fueron varias cosas. Fue tu mala elección de lencería, la mala cara que le haces a todos y el saber que hablabas más conmigo que con cualquier otra persona. Me encantaba como me hablabas, sin tenerme miedo.

— Gracias —ella besó su mejilla—. No tienes por qué intentar darle otra explicación a lo obvio, Draco.

Ella se apartó de él y le dio la espalda. Draco no volvió a hablar hasta después de un rato.

— Ya no más, Emily. Ella ya no existe en mi corazón.


Emily se levantó mucho más temprano que su prometido y bajo a la primera planta de la mansión. Sorprendentemente, aún siendo tan temprano, ya varias personas se encontraban por allí arreglando y perfeccionando detalles.

La escalinata estaba adornada con preciosas flores de loto y una preciosa alfombra —casi del mismo color— que iba de la puerta principal y recorría los escalones.

Los elfos llevaban bandejas hacia el comedor y otros se la pasaban en el jardín principal y trasero.

Era increíble ver tanta magia en un mismo lugar siendo usada al mismo tiempo.

A Emily nunca le había gustado tanto ser una bruja como ahora.

Alguién le tocó el hombro y ella pegó un brinco, sintiendo como su corazón se exaltaba.

Al girarse se encontró con el rostro de su madre. La mujer la cogió de la mano y la llevó al vestíbulo continuo.

— ¿Estás segura que quieres hacer esto?

— Sí —ella frunció el ceño—. ¿Por qué no lo estaría?

— Porque hace días estás rara, Emily. Tu mirada se pierde y todo el tiempo estás asustada.

— No te preocupes —le mostró una sonrisa—. En unos días ya estarás de vuelta en nuestra casa antigua junto a Feyre.

Emily dio por terminada aquella corta conversación y salió nuevamente al vestíbulo principal. Draco la esperaba con las manos dentro de su bolsillo y la expresión sumamente seria.

— ¿Me puedes acompañar?

— ¿Adónde?

— Alguién solicitó una audiencia con nosotros.

Ella lo siguió sin decir palabra alguna. El rubio abrió la puerta del cuarto de reuniones y la hizo pasar. Habían unas diez personas de pie, los cuales en cuanto vieron a Draco y a Emily entrar agacharon la cabeza en señal de respeto.

Ahora ya no había solo una butaca en forma de trono, sino que eran dos, casi iguales.

Una para él, la otra para ella.

Ella se sentó sobre la butaca que le correspondía y, fue entonces que la audiencia tomó su lugar.

Un hombre de mediana edad, al parecer de sangre pura, apareció pidiendo clemencia por su propia vida.

Eso le extrañó a Emily, nunca había visto a un sangre pura pidiéndole misericordia a Draco, y hasta llegó a pensar que Draco lo perdonaría. Pero no fue así.

El mago dejó que el hombre llorara y hablara, para después levantar su varita y pronunciar con claridad una maldición asesina.

El hombre cayó sobre el suelo con los ojos y la boca abierta.

Emily mantuvo el aire en sus pulmones, no exhaló y tampoco inhaló. Él la miró por el rabillo de ojo, esperando alguna reacción por su parte, pero no hubo ninguna.


El vestido de novia ya se sentía pesado sobre su cuerpo y su piel húmeda. Su cabello, a lo mejor, estaba desordenado. No lo sabía, no se había visto en un espejo hacía horas, desde que se arregló para la boda.

Pansy y Lily la habian ayudado, claramente. Ophelia apareció solo para felicitar a Emily y se marchó, no quiso quedarse, pero lo más sorprendente fue la aparición de Narcissa Malfoy en su habitación.

Aunque no se le acercó mucho y mantuvo una expresión fea sobre su rostro, la mujer no le habló groseramente y la felicitó.

— Espero que podamos arreglar las cosas entre nosotras de hoy en adelante —le había dicho, con la barbilla en alto—. No querré vivir con incomodidad en mi propia casa.

— Estoy de acuerdo, señora Malfoy.

— Llámame Narcissa.—fue lo último que dijo antes de salir de su habitación.

Cuando ella bajó y llegó al lugar que se llevaría a cabo la ceremonia, los ojos de Draco Malfoy, al verla en aquel vestido blanco que se ceñía a su cuerpo, brillaron con la intensidad de dos estrellas.

El hombre cogió una profunda bocanada de aire y la esperó pacientemente.

El jardín trasero estaba decorado con los colores que sus dos amigas habían escogido. Dorado, blanco y rosas rojas. Desde la entrada de la carpa se podían admirar las hileras e hileras de frágiles sillas, asimismo doradas, colocados a ambas lados de una alfombra roja; y los postes que sostenían aquella estaban adornados con flores blancas y doradas.

A Emily le había encantado el detalle de las luciérnagas. Habían varias, muchísimas, luciérnagas flotando sobre al aire alrededor de los invitados. La luz de la luna y las estrellas acompañando la noche; el ambiente cálido, gracias a la magia.

Los magos y las brujas emitieron un gran suspiro colectivo cuando Emily y su madre enfilaron por la alfombra. A su espalda, Feyre dejaba caer pétalos de color rojo.

Un mago de estatura muy baja y cabello blanquecino apareció en el altar sobre una silla —al parecer, era de estatura demasiada baja—.

— Damas y caballeros, hoy nos hemos reunidos para celebrar a nuestro ministro de magia y nuestra nueva princesa oscura.

Emily retuvo el aire en sus pulmones y por el rabillo del ojo vio a Draco Malfoy prestándole toda su atención a aquel pequeño mago. Parecía estar realmente emocionado con la boda.

Todos las personas que se encontraban presentes, se giraron para poder ver a sus acompañantes. Aquellas personas se estrecharon la mano derecha, y Narcissa apareció frente a la primera pareja.

— Juras serle fiel a Emily Cresswell y Draco Malfoy hasta la muerte.—recitó Narcissa.

— Lo juro.—respondieron al unísono los aludidos.

Una delgada y brillante lengua de fuego salió de la varita y se enroscó de las dos manos como un alambre al rojo vivo.

— Juras seguir cada una de sus órdenes y no cuestionarlos nunca.

— Lo juro.

Narcissa fue de pareja en pareja, siendo el testigo de aquellos Juramentos Inquebrantables, hechos del pueblo mágico hacia Draco y Emily Malfoy.

El pequeño mago carraspeó y llamó la atención de todos.

— ¿Están dispuestos a amarse y honrarse mutuamente en su matrimonio durante toda la vida?

— Sí.—contestaron al unísono.

— Draco Lucius Malfoy, ¿aceptas a Emily Jane Cresswell como tu esposa?

— La acepto.

— Emily Jane Cresswell, ¿aceptas a Draco Lucius Malfoy como tu esposo?

— Lo acepto.

— Así pues, los declaro unidos de por vida.

El mago de baja estatura alzó la varita por encima de las cabezas de Draco y Emily y, acto seguido, una lluvia de estrellas plateadas descendió sobre ellos trazando un espiral alrededor de ellos.

Todos comenzaron a aplaudir y felicitarlos.

Ellos estaban casados oficialmente... Por fin.

Draco colocó la mano sobre la nuca de la mujer y tiró de ella suavemente para unir sus labios en un pequeño, pero profundo y amoroso, beso.

La música comenzó a sonar y las personas a bailar.

Él le tendió una mano a su ahora esposa y la invitó a la pista de baile.

— Cariño, es tradición que los novios bailen el vals.

Ella sonrió avergonzada.

— No sé bailar.

— Déjate llevar por mi.

Ellos dos bailaron hasta que el sudor se apoderó del cuerpo de Emily, piso a Draco unas cuantas veces y su cabeza dolió tanto que tuvo que marcharse de la boda.

— Lo siento.—le murmuró para después salir casi corriendo.

Le avisó a cualquier persona que se cruzaba en su camino preguntándole que por qué se estaba yendo de su propia boda.

El dolor era tan fuerte que no podía aguantar ni un segundo más en ese lugar con todas esas luces.

Entró a la mansión con la respiración agitada y las manos sudadas, atrás de ella iba Narcissa.

— ¿Pasa algo? —le preguntó.

— Tengo un horrible dolor de cabeza.—se quejó, masajeando su sien y cerrando los ojos.

— Puede ser por los nervios de la boda... o —la mujer enarcó una ceja— estás embarazada.

Su estómago se encogió y un nudo se estableció en su garganta.

— No, yo no puedo...

— ¿No puedes qué?

Emily se dio cuenta de sus palabras y negó con la cabeza, ahora viendo a su suegra a los ojos.

— Me estoy cuidando.—se corrigió.

— ¿Entonces sufres de migraña?

— No lo sé.

La mujer comenzó a caminar, meneando sus caderas, hasta la cocina. Emily la siguió de cerca. Narcissa abrió algunos cajones y sacó dos viales; el primero contenía una pócima de color púrpura y la otra era de color azul brillante.

— ¿El dolor es frecuente?

— Sí.

— Bebe estás dos pócimas, te ayudarán.

— La primera es para el dolor de cabeza —señaló, porque la conocía ya—, ¿pero la segunda?

Ella curvó los labios hacia abajo. Emily sintió que lo que iba a salir de esa boca no le gustaría en lo absoluto.

— Una pócima para la fertilidad.

De su garganta brotó una risa seca y sarcástica.

— No la necesito —se inclinó y cogió la pócima para el dolor de cabeza—. Gracias.

— Cariño, necesitas un empujoncito.

— Le he dicho que me cuido.

Ella ladeó la cabeza y cruzó las manos.

— ¿Y el heredero de mi hijo?

— Se lo daré cuando Draco lo pida.—dicho eso, abandonó la cocina y subió a su alcoba.

Abrió aquel vial y se lo bebió de un trago, después llegó al cuarto de baño y se agachó para vomitar en el excusado.

Tenía más de dos semanas de no tener ningún encuentro íntimo con Draco, ella le había prometido que en la noche de bodas tendrían sexo. No tenía excusa alguna para posponer aquello.

Se acercó al lavamanos y se enjuagó la boca. Se miró al espejo por un instante y después se abrió el cierre del vestido. Éste se deslizó por su cuerpo y cayó a sus pies.

Su lencería era de un color blanco y suficientemente sensual para ser agradable ante los ojos de Emily, aunque la braguita era casi diminuta.

Caminó hasta el dormitorio y abrió los cajones buscando algún camisón de seda. Esperaría a Draco en la habitación, no volvería a la boda.

La puerta se abrió de golpe y unos pasos llamaron su atención. Ella giró sobre sus talones encontrándose con un Draco ebrio.

El saco del smokin ya no estaba por ningún lado, su camisa blanca estaba medió abierta y su cabeza apoyada sobre la pared a su espalda. Una pequeña sonrisa ladina adornaba aquellos preciosos labios y sus ojos estaban entrecerrados, adormecidos.

Emily apagó sus sentidos, se desconectó de sus sentimientos y su consciencia.

Mi dulce, dulce Némesis...—murmuró con la voz ronca y pastosa—. ¿Me has extrañado?

— Mi amado señor ministro —se acercó lentamente a él y aferró las manos a la pretina de su pantalón—. ¿Me ha extrañado usted?

Él mordió su labio inferior mientras observaba cómo su mestiza se ponía sobre las rodillas y abría su pantalón.

— ¿Me mostrarás cuánto me extrañaste?

Ella lo miró desde abajo con una sonrisa maliciosa.

— ¿Desearías que así fuera? —preguntó mientras sacaba su miembro ya erecto del bóxer y lo ahuecaba con una mano—. ¿Te excita tenerme a tus pies?

— Sí —exhaló—. Mucho.

— ¿Es ahora cuando te suplicó por mi vida, mi lord?

Draco dejó caer la cabeza sobre la pared y gimió.

— Joder, Em. El único que suplicara aquí, soy yo.

— ¿Ah, sí? —ella le dio un leve apretón.

— Sí. Por favor, métete mi pene a la boca y dame el orgasmo de mi vida.

Ella abrió la boca y deslizó la lengua por su glande. Acto seguido, se lo metió a la boca y chupó su punta con suavidad.

El pene de Draco se sentía grande y caliente sobre su lengua, una de sus venas palpitando.

Sin dejar de deslizar los labios por su miembro, ella alzó la mirada y lo vio directamente a los ojos.

El pecho de Draco subía y bajaba, y de sus labios brotaban pequeños jadeos sensuales que llenaban la habitación y se metían por debajo de su piel, erizándola.

— Te encanta tener la boca llena de mi, ¿cierto?

Draco cogió un puñado de su cabello y empujó sus caderas, entrando más profundo en la garganta de Emily. Ella colocó las manos sobre las piernas de Draco y una lágrima brotó de su ojo y se derramó por su mejilla.

— Eso es todo, Em —gruñó—. Tómame por completo y demuéstrame cuánto me amas.

Él llevó su pulgar al ojo de Emily y limpió aquella lágrima, para después llevarse ese mismo dedo a los labios.

— Cómo me encanta saber que fui el primero en correrme en esta linda boca.

Empujó una vez más, otra vez y otra. Sus embestidas se volvieron torpes y desenfrenadas.

— ¿Quieres que me corra sobre tu lengua?

Ella asintió con la cabeza, su boca llena para darle una respuesta verbal.

Draco deslizó lentamente su pene fuera de la boca de Emily.

— Saca la lengua.

Ella obedeció como la buen sumisa que era —cuando le convenía—.

Draco ahuecó su pene y comenzó a bombearlo con rapidez. Un minuto después, un líquido blanquecino y espeso salió de su punta y cayó sobre el pecho, labios y lengua de la mujer que tenía frente a él.

Emily sintió el sabor salado del semen de su esposo, tragó y después lamió sus labios.

Cuando se puso en pie, envolvió la nuca del rubio y lo acercó a ella, para besarlo con desdén y hambre.

Abrió cada botón de su camisa y trató de deslizarla por los brazos del hombre.

Caminaron sin dejar de besarse; sus labios se movían en sincronía, sus lenguas en una lucha por el poder.

Cuando se separaron por aire, Draco cogió a Emily de la cadera y la giró. Ambos miraron sus siluetas en el reflejo del espejo; ella en lencería y Draco con la camisa abierta y en bóxers.

Él pasó levemente la mano por sus curvas y dejó un beso húmedo sobre su hombro. Emily se sentía tan jodidamente caliente, tan mojada.

— Eres preciosa, Em...

Draco metió la pierna entre las de Emily e hizo presión sobre su intimidad.

Ella dejó caer la cabeza sobre su hombro y suspiró.

— Eres la mujer más hermosa que mis ojos han presenciado.

— Estoy tan caliente.

— Date placer con mi pierna.

Emily se mordió el labio y comenzó a frotarse lentamente sobre el muslo de Draco. Sus bragas estaban cada vez más y más mojadas.

— Mírate al espejo.

Ella obedeció y alzó la cabeza solo para ver sus reflejos. Ambos tenían los labios rojos e hinchados, las mejillas sonrojadas. La pequeña corona con esmeraldas aún permanecía sobre la cabeza de Emily.

Él posó las manos sobre su cabello y con cuidado comenzó a abrirlo y dejarlo caer sobre su espalda y hombros.

Colocó las manos frente a su rostro y murmuró algo. Acto seguido, una máscara de mortifago apareció sobre la cara de la mestiza. Ella ladeó un tanto la cabeza mientras Draco cogia su brazo izquierdo y colocaba la varita de saúco sobre la piel de su antebrazo.

Murmuró algunas palabras y, poco a poco, una tinta de color negro —como la noche— apareció sobre su piel, trazando una calavera, cuya boca estaba abierta y de ella salía una serpiente.

La marca oscura...

No mereces llevar el seudónimo de princesa, Emily. Mereces ser llamada reina. Mi reina oscura, ahora portando mi marca.

La piel le ardía un tanto y se mostraba un poco rojiza alrededor del nuevo tatuaje que se alojaba sobre su antebrazo izquierdo. La imagen frente a ella, que mostraba el espejo, era... No tenía palabras para describirlo.

Pero allí estaba ella, semidesnuda, con el hombre más poderoso a su espalda; una máscara sobre su rostro, una corona preciosa en su cabeza y sobre su antebrazo brillando la marca tenebrosa. Se veía poderosa.

Él abrió el sostén de Emily y lo dejó caer al suelo. Se llevó dos dedos a la boca y los chupó, para después llevarlos al pezon de la mujer y rodearlos.

Ella dejó salir un pequeño gemido, dejándose llevar por la euforia del momento.

— Hazme tuya —gimió ella—. Por favor, follame ya.

— Paciencia...

Emily aumentó la velocidad de sus caderas, frotándose cada vez más rápido sobre la pierna de Draco.

— Te necesito en mi.

— Me has hecho esperar tanto tiempo, Emily. Ahora deberás esperar tú.

Colocó la mano sobre su cadera, privándola de sus movimientos. Y sus dedos fueron más rápidos al estimular aquel botón de sus pezones que, estaba duro y, rojizo. Dejó su cadera libre y esa misma mano la metió entre sus bragas, acariciando con lentitud mortífera su clitoris.

Ella dejó caer la cabeza, una vez más, sobre el hombro de Draco y gimió.

Emily se tensó de la cabeza a los pies, ansiosa por sentir su liberación; lista para el orgasmo. Sin embargo, Draco detuvo sus movimientos, sacó la mano de sus bragas y se los llevó a los labios, chupándolos.

— Mi sabor favorito.—murmuró con la voz ronca.

Emily seguía con la cabeza apoyada en su hombro, la respiración sumamente acelerada y el corazón a punto de salírsele por la boca. Estaba frustrada por no haber llegado a ese orgasmo tan deseado.

A continuación, el hombre volvió a cogerla de las caderas, la giró hacia él y deslizó la máscara sobre su rostro y la corona sobre su cabeza, hasta dejarlas en la superficie de una mesa.

La cargó levemente solo para llevarla a la cama y dejarla allí. Se arrodilló por un breve momento para quitarle las bragas mientras dejaba un camino de besos desde su vientre hasta sus muslos.

— Mi preciosa reina oscura. Tan noble de corazón y codiciosa cuando de trata de mi pene, ¿no es así? —la miró a los ojos—. Eres tan territorial con mi pene.

— Sí, por favor.

— Acuéstate en el centro.

Ella se deslizó hasta el centro de la cama, observando como Draco se despojaba de su ropa, una por una. Cuando se quitó el bóxer, su pene rebotó y golpeó contra su ombligo. Conjuró un preservativo y se lo colocó con rapidez.

Ella se lamió los labios, deseosa.

Draco se cernió sobre ella y dejó un beso sobre sus labios. Ahora, sus ojos no mostraban más que amor y pasión, deseo.

Y Emily estaba bajo su cuerpo...

Él alineó su punta con la entrada de Emily, y empujó en ella una vez. Mitad de su pene entró. Salió y volvió a entrar, esta vez por completo.

Emily gimió y sus pechos rebotaron por la estocada. Desvío la mirada y se mordió el labio, reprimiéndosela sensación tan rara que se formó en su estómago.

Era algo extraño; el deseo había disminuido al tener a Draco sobre ella, sentir como entraba y salía y gruñía con deseo.

Aquellas palabras que tanto había intentado olvidar, se repetían en su mente: «Emily Cresswell bajo mi cuerpo».

«No, no, no».

Ella quería hacerlo, quería tenerlo en su interior. ¿Por qué le costaba tanto olvidarlo y disfrutar aquello?

— Emily —él la estaba llamando repetidamente—. Emily.

Ella se opuso a girar y verlo a la cara, a los ojos.

Él tocó su mano lentamente, después entrelazó sus dedos. Fue entonces cuando ella giró a mirarlo.

Draco tenia el ceño fruncido y había detenido sus movimientos.

— ¿Estás llorando?

— No...

El ministro exhaló con fuerza y se retiró de su cuerpo, se quitó el condón y se volvió a colocar el bóxer.

— Draco, vuelve a la cama.

— ¿Crees que no me doy cuenta, Emily? —se pasó la mano por el cabello—. ¿Crees que no me doy cuenta que has estado evitando mi contacto, que te despiertas mucho más temprano que yo para no estar en la misma cama y te tensas cada que intento besarte?

— No es cierto.—negó.

— ¡No sigas mintiendo! —gruñó—. Si no querías tener relaciones conmigo, si no querías casarte conmigo, ¡lo hubieras dicho! Joder.

— Vuelve a la cama —demandó ella con la voz entrecortada—. No es cierto. Sí te quiero. ¡Quiero esto!

Draco hizo ademán de ponerse los pantalones, pero Emily salió de la cama desnuda. Se acercó a él y acarició su brazo.

La respiración de Draco estaba acelerada, furiosa.

— Vuelve a la cama —fue más una súplica. Dejó un beso sobre su mejilla—. Vamos.

Entrelazó sus dedos con los de él, y Draco se dejó llevar por Emily. Ella lo hizo sentar sobre el borde de la cama, volvió a quitarle el bóxer y colocó la mano sobre su pene, frotándolo de arriba hacia abajo.

— Cuando se hace el amor —le dijo— se hace sin nada. Sin preservativo, sin ropa y sin máscaras.

Colocó las piernas a sus costados y alineó nuevamente el pene de Draco con su entrada. Se sostuvo de sus hombros y comenzó a bajar lentamente.

— Sí te quiero. Quiero esto.

Draco cerró los ojos y dejó salir una bocanada de aire mientras envolvía su cintura con el brazo.

Lo haría sin condón esta vez, intentaría; haria el intento de quedar embarazada. No era que quería un bebé ahora, pero no podía creer que nunca podría quedar embarazada.

Era un pensamiento muy egoísta de su parte. «¿Y sí quedaba embarazada qué? ¿Después qué?».

Em, te amo.—murmuró él con la voz deseosa.

Aumentó los movimientos de sus caderas, sintiendo como Draco volvía a endurecerse más y más en su interior; palpitaba y se sentía caliente. El pene de Draco golpeó repetidamente contra aquel punto dulce que la llevaba a la locura.

— Follame —le murmuró, rozando su mandíbula con sus dientes y labios—. Follame fuerte y duro. Por favor, mi lord.

Draco colocó ambas manos sobre su cadera, la cargó y después la colocó sobre la cama, en cuatro.

— ¿Mi mestiza quiere que la folle hasta la inconsciencia?

Ella lo miró por encima del hombro.

— Sí, por favor.

Draco conjuró un cinturón y con gran habilidad lo colocó alrededor del cuello de la mestiza.

Tiró de el lentamente hasta que escuchó un jadeó proveniente de Emily. Alzó la mano y golpeó su trasero.

Sin previo aviso, entró en ella, provocando que Emily gritara y sus senos rebotaran.

Se inclinó un poco y susurró cerca de su oreja.

— Grita. Grita para que así todos puedan saber que la señora y el señor oscuro están consumando el matrimonio. Hasta que sepan que tan bien atendida estás por mi.

Ella obedeció; con cada estocada por parte de Draco, ella gimió alto.

Él pasó la mano por su columna lentamente mientras que con la otra mano jalaba el cinturón que estaba atado a su cuello; lo hacía con lentitud, pero la excitacion golpeaba su cuerpo como una ola eléctrica llena de poder, pasión y deseo.

Su pene se deslizaba con facilidad dentro de su coño, por la humedad que goteaba de ella.

Sus gemidos llenaban la habitación al igual que el sonido de su piel chocando una con otra.

— Oh, Dios mío.

Él volvió a darle un jalón al cinturón y dejó salir una risa ronca y pesada.

— Al único Dios al que debes rezar es a mi, Emily, pero yo no soy un Dios, soy un demonio cuyo corazón le pertenece a una mestiza.

Las rodillas de Emily temblaron y ella no pudo aguantas más, cayó sobre su pecho y tan solo alzó el trasero un poco para que él pudiera seguir penetrandola.

— Si en algún universo alterno, yo soy un Dios y tú una fruta prohibida; te aseguro que serías mi pecado favorito.

Se inclinó, sin dejar de penetrarla, y lamió su cuello.

— Te consumaría hasta volverme loco. Soy adicto a ti, a tu piel, a tu sabor. Me has hechizado, Emily.

Ella no pudo decir palabra alguna, lo único que salían de sus labios eran gemidos y jadeos. Su estómago se contrajo y sus piernas temblaron. Cerró los ojos con fuerza mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla y le daba la bienvenida al orgasmo, el cual la golpeó con fuerza.

Él siguió penetrandola, persiguiendo su propio orgasmo. Su mano se aferró a la cadera de Emily, apretándola con fuerza; avisando que ya estaba cerca.

Sintió como Draco se deslizaba fuera de ella y escuchó su mano contra la piel de su pene, masturbandose para llegar al orgasmo. Fue entonces cuando ella volvió a ponerse en cuatro y giró para verlo, encima de su hombro.

— Córrete dentro de mi.—le pidió.

— No tengo condón.

Ella empujó las caderas hacia él, su pene rozó con su sexo y se sintió exquisito.

— Tomare la poción mañana.

— No es muy segur...

Emily volvió a empujar las caderas, hasta que la punta del pene de Draco, entró en ella.

— Hazlo, por favor.

Él no volvió a rechistar. Entró en ella, la cogió de las caderas y la penetró con fuerza implacable.

— Dime que me amas, Em.

— Te amo, Draco.

Minutos después, Emily sintió como Draco se vaciaba en ella. Aquel liquido la llenó entera y ella lo disfrutó por completo.

Ambos terminaron con la respiración sumamente acelerada y el corazón desenfrenado. Se acostó sobre su espalda y colocó la mano sobre su pecho. Después se quitó el cinturón que tenía atado a su cuello.

— Te limpiare.—dijo, con la voz temblorosa.

— No —ella negó con la cabeza para darle más énfasis—. No ahora.

Draco se dejó caer a su lado, aún con la respiración acelerada.

Él la jalo del brazo y la hizo apoyar la cabeza sobre su pecho. Acarició lentamente su cabello.

— No tendremos una luna de miel, lo siento. Pero tal vez, puedo pedirle a todos que nos dejen la mansión para nosotros dos y... trabajar desde la casa.

— No te preocupes. Quede con Pansy y Lily para un viaje.

— Investigue sobre las casas que he heredado —mencionó—. Tengo una cabaña en el bosque de Epping. Si la quieren, me avisan.

«No, no le servía para nada. Emily recordaba que Draco le había dicho a Blaise que Hermione Granger se encontraba en Witches Wood, no en Epping».

No te preocupes, Pansy ya lo tiene todo planeado...

Emily giró sobre su costado, dándole la espalda.

«Estaba jodida. Era una tonta. Tenía la culpa de todo».

El semen de Draco aún permanecía en ella, chorreando por sus piernas. Recordándole lo obvio: que ella no podría concebir nunca en su vida, porque era estéril, infértil.

No pudo reprimir el sollozo ahogado que salió de sus labios.

— Ya no siento nada, Draco. Ya no tengo ningún sentimiento por nosotros.

El silencio reino entre ellos, a excepción de los sollozos de Emily. Un latido después, él la envolvió con su brazo y dejó un beso sobre su cabeza.

— Lo sé, Em —suspiró—, pero yo tengo suficiente amor para los dos.

Ella giró y envolvió el cuerpo de Draco con sus dos brazos.

— Tampoco puedo concebir.—sollozó sobre el pecho desnudó de Draco.

— También lo sé, pero lo intentaré todo por ti, Emily. Beberás pociones para la fertilidad y, y... lo haremos sin preservativo en tus días fértiles. Y si se logra, tú tomarás la decisión si quieres tenerlo o no.

— Límpiame, por favor.

Él estiró el brazo para coger su varita y después murmurar un hechizo de limpieza para ella. Sintió como cualquier flujo y sudor desaparecía de su cuerpo; se acercó aún más —si era posible— a Draco y sollozó. Él acariciaba su cabello con lentitud y gran paciencia.

— Lo siento tanto, Draco... —murmuró con un hilo de voz—. Te sigo amando como la primera vez que probé tus labios, solo que yo...

— Shh, Em. No digas nada, está bien.

Poco a poco, con las horas pasando, la mujer dejó de llorar y su respiración se pacificó, anunciando que el sueño la estaba dominando ahora. No obstante, el ministro no pudo dormir en toda la noche.

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Holi, dejando en claro que la frase: "— Lo sé, Em —suspiró—, pero yo tengo suficiente amor para los dos." la leí en un libro "besar a un ángel" y me inspire en ella <3

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