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Emily.   𝔦𝔫𝔣𝔬𝔯𝔱𝔲𝔫𝔦𝔦.       𝐿&𝒟.

Emily sintió algo húmedo sobre su mejilla y después como la cama se hundía a su lado. Abrió los ojos levemente, pero los volvió a cerrar por el sueño que la gobernaba.

Murmuró algo que no se entendió muy bien, y Draco se rió.

— Despierta, Em —le pidió y acarició su mejilla—. Tienes cosas por hacer hoy.

— ¿Cosas? —balbuceó ella—. No tengo nada que hacer hoy.

— Claro que sí. Despierta, vamos.

Emily se tapó con la manta hasta la cabeza. Se sentía más cansada de lo normal y sentía la necesidad de dormir más de ocho horas. A lo mejor era por toda la información que aún no había procesado por completo y todas las cosas que permanecían como un peso sobre sus hombros.

— Te traje el desayuno.—mencionó él.

Ella bufó y se incorporó sobre la cama. Se frotó varias veces los ojos y miró hacia abajo; una pequeña bandeja permanecía sobre la cama con un tazón de frutas, yogurt, jugo de calabaza y naranja, y un pedazo de pastel.

— Gracias.

Él se acercó y dejó un beso sobre su mejilla, después se apartó para darle un poco de espacio.

— ¿Y-y el anillo? —frunció el ceño.

Ella señaló la mesita de noche.

— Me lo quite para dormir.

— Ah... ¿Te molesta? Quiero decir, ¿es pesado o te queda apretado? —se rascó la nuca—. Podemos cambiarlo. Puedes escoger uno de tu gusto.

— Me gusta —le dijo—. Me queda bien, muy bien, y es perfecto, Draco.

Ella cogió un poco de fruta y se la llevó a la boca.

— Me gusta verte comer.

— ¿Huh?

— No sé, es agradable.

— ¿Mejor dime qué se supone que debo hacer hoy?

— Lily y Pansy están aquí, invite también a Ophelia, pero ella no quiso venir...

— Entiendo. ¿Y qué haré con Pansy y Lily?

— También vendrá un especialista en decoraciones, para que puedas escoger las cosas de nuestra boda y tu vestido.

— Oh... —dejó salir ella. No quería verse tan desanimada, pero parecía una misión imposible—. ¿Es realmente necesario? Quiero decir, no me importan esas cosas, solo quiero saber que por fin nos vamos a casar.

— Emily, será el día más importante de nuestras vidas. Quiero que este decorado por ti, a tu gusto y sea memorable.

— ¿Y tú no quieres ayudarme?

Negó con la cabeza.

— Me encantaria, pero debo hacer unas cuantas cosas.

— Está bien. ¿Puedes siquiera escoger tú el día de la boda?

— Claro. ¿Qué te parece la siguiente semana?

Emily estuvo a punto de escupir el jugo de naranja.

— ¿La siguiente semana?

— Sí —se encogió de hombros—. Hemos esperado mucho para esto. ¿Por qué no casarnos lo antes posible?

Tenía razón. Emily esperaba que Draco le pidiera matrimonio después de besarla, pensaba que al día siguiente o en esos días se lo pediría, pero Narcissa hizo de las suyas y lo comprometió con Rose Avery.

Así que, entendía la prisa que tenía Draco para la boda. Aunque vivían juntos y prácticamente hacían todo juntos, no era igual como estar casados.

— Tienes razón.

Cogió una fresa del platillo y la untó en el yogurt, para después llevársela a la boca y darle un mordisco.

Todos aquellos movimientos fueron vigilados atentamente por Draco, desde el momento que cogió la fresa y se la llevó a la boca. Él humedeció sus labios y se acercó a ella, colocando las manos a ambos lados de su cuerpo.

Se inclinó un tanto y le robó un pequeño beso. Se apartó a unos pocos centímetros, respirando profundamente, esperando ver qué hacía Emily.

— Me encanta la fresa.

Un escalofrío paso por todo su cuerpo al ver los ojos de Draco dilatándose y sentir la necesidad de él.

— ¿Sí?

— Sí —reconoció él sin dejar de verla a los ojos—. Me encanta tanto como lo haces tú.

— Entonces la debes amar...

— Lo hago.

Ella también se remojó los labios. El ambiente a su alrededor se volvió pesado por la necesidad y, la tensión sexual.

— Me encanta su sabor.

— Hmm.

— Y el tuyo me vuelve loco.

— ¿Y el sabor de la fresa no te vuelve loco?

— No, solo el tuyo.

Ella apretó las piernas.

— ¿Sí?

— Ajá —murmuró y volvió a dejar un beso sobre su labio inferior, remojandolo con su saliva—. Tanto tú como tu sabor me vuelven completamente loco. Tienes el poder de destruirme o construirme, de tenerme doblegado a tus pies y entre tus piernas, lamiéndote hasta llevarte a la locura. Dejaría mi placer, para solo complacerte a ti.

— ¿Ah, sí? ¿Tanto así?

Él asintió.

— Estoy jodidamente obsesionado contigo.

Draco colocó la mano sobre su nuca y la atrajo hacia él. Atrapó sus labios en un beso hambriento, donde su lengua entró en su boca para encontrarse con la suya.

Emily no trato de detenerlo, ella abrió las piernas para que Draco pueda acomodarse entre ellas.

Él se frotó una vez, dos veces, tres, y ella gimió en su boca.

Cuando él hizo ademán de quitarle la camisa, ella lo detuvo.

— No.—dijo con la respiración cortada.

— ¿Hmm? —Draco bajo sus besos a su cuello—. ¿Por qué no, amor?

— Deberíamos esperar hasta la boda.

Él se detuvo y se apartó para poder verla a la cara.

— ¿Hasta la boda?

— Sí, la noche de bodas.

— ¿Pero por qué?

Ella encogió un solo hombro. La verdad era que no se sentía capaz ahora de tener relaciones sexuales con él, por eso le pedía tiempo.

— Para hacerlo sentir más especial.

— ¿Sí?

Ella asintió con la cabeza.

— ¿Quieres eso? —inquirió.

— Sip.

Frunció el ceño, pero se apartó por completo y asintió varias veces con la cabeza.

— Está bien entonces —sonrió—. No haremos nada hasta la noche de bodas.

Ella le dedicó una pequeña sonrisa mientras él se ponía en pie con una sonrisa avergonzada y se rascaba la nuca.

Emily le echó un vistazo de arriba a abajo. El ministro no llevaba ropa de vestir, sino que estaba en unos pantalones de chándal grises y una simple playera blanca; llevaba su cabello desordenado y sus labios un poco hinchados por los besos.

Su entrepierna se podía notar entre los pantalones claramente dura y excitada.

— Creo que me iré a dar una ducha fría —dijo él y agregó—. ¿Quieres que me lleve la bandeja o no has acabado?

Emily se sentía, aunque ya tuvieran tiempo juntos, como si estuviera coqueteando con Draco hace poco tiempo.

Él siempre la hacía sentir especial y la trataba de conquistar todos los días.

Sí, su corazón reaccionaba a cada uno de los detalles de Draco hacia ella. No obstante, había una parte, razonable quizá, en ella que activaba los botones de pánico.

Sí, él era prácticamente, el hombre perfecto. Le daba la atención necesaria; ni tanta para no agobiarla ni poca para no hacerla sentir mal. Le regalaba cosas y le mostraba su amor; le decía que la quería cada que tenía la ocasión de hacerlo y se lo mostraba con acciones...

Pero él... Habían veces que Draco parecía desconectar de su cuerpo y su mente, y se volvía aquel ser despiadado del que todos hablaban y temían. Aquel hombre que, al pasar, todos agachaban la cabeza y le temblaban las manos de miedo.

Alguna vez, Emily fue una de esas personas. Ahora, se acostaba con él.

Aún le tenía miedo. Era imposible no sentir terror al verlo matar tan despiadadamente sin siquiera parpadear o respirar.

Trataba de entenderle, pero no podía... A veces le resultaba imposible empatizar con una persona así.

La verdad es que no estaban hechos para estar juntos, por la simple razón que, Emily quería cambiarlo para bien y Draco quería cambiar a Emily para mal.

Él quería que Emily fuera despiadada como él, que matara, torturara y destripara a personas como si nada y como si fuera el pan de cada día.

Emily no quería bajarlo de su trono ni que renunciara al puesto que tenía —señor oscuro, ministro de magia—. Tan solo quería que Draco fuera más humano, que sintiera pena por las personas y empatizara con ellas.

No todas las personas tienen una vida fácil, menos los mestizos, los cuales eran las presas de Draco.

Por suerte —o desgracia— Emily había vivido en ambas partes; la «pobre» y la «rica». Sabía qué tan mal la pasaban los mestizos día a día. El miedo constante de que Draco un día apareciera y diera la orden de derivar cada casa, solo por gusto. El miedo de que Draco decidiera que alguno de ellos debe morir o algo parecido.

También sabía vivido aquella parte de los sangre pura, que le temían a Draco, pero por razones diferentes. Temian contestarle de una forma incorrecta, pero no iba más allá de eso. Ellos lo respetaban y consideraban que Draco era un buen señor oscuro y ministro. Estaban de acuerdo con cada una de sus órdenes.

Lamentablemente, aquel hombre que le traía el desayuno a la cama y luego le ofrecía llevárselo, como si él le estuviera sirviendo a una mestiza, no tenía redención...

— No —Emily meció la cabeza—. Le pediré a Phia que la lleve.

— Está bien... ¿Quieres algo más?

— Nada, gracias.

— Entonces me iré a dar una ducha fría urgente y luego pasaré por ti, ¿bien? Tengo algo que mostrarte.

— Te esperaré aquí.

Aquellos dos ojos grises, tal cual la plata, brillaron con intensidad. Emily sabía que eso se debía a la ilusión que Draco sentía por ella, al amor u obsesión...


Después de estar listos los dos, bajaron al vestíbulo principal. Draco colocó levemente la mano sobre la espalda baja de Emily y empezó a guiarla.

Pasaron por la enfermería y giraron a la izquierda, entonces llegaron a una puerta de color blanco y pomo dorado, la cual era alta y ancha.

Ella le dio una mirada de incredulidad, pues nunca la había visto antes. Él se aproximó y abrió la puerta de par en par, dejando ver un salón gigantesco con suelo laminado y en lugar de paredes, ventanales.

Aquel salón daba al jardín trasero, mostrando el pequeño lago artificial y los cisnes. Hermosas flores cubriendo el pasto verde y el cielo despejado.

Olía a pintura. A óleo.

Al fondo se encontraba un sillón largo de color rosa pálido y dos butacas de color blancos, en el centro descansaba una pequeña mesa redonda y del lado izquierdo otra mesa larga y alta; sobre ella descansaba una tetera, jugo de naranja y calabaza, pastelitos y otras cosas más.

Estaba hecho para ella. Draco le había hecho una habitación para pintar.

— Además de óleo, también cuenta con carboncillos y otros útiles más para pintar —dijo él—. El salón está hechizados. Con tan solo pedir algo en voz alta, aparecerá automáticamente en ella.

— ¿Y si pido un baño? —preguntó, mirando hacia todos lados.

Él dejó salir una pequeña risa.

— Deberás salir e ir al baño, Em.

— ¿No puedo tener uno aquí?

— Lo dudo —respondió—. He escogido la mejor vista de la mansión.

— Es increíble —reconoció, embobada—. Es más de lo que merezco, Draco.

Draco se posó a su espalda y envolvió sus brazos alrededor de su cuerpo. Dejó un beso sobre su hombro y le susurró al oído:

— No, Em. Tú mereces mucho más que esto.

— No...no tengo palabras para agradecerte. Un simple gracias no es suficiente.

— Con verte tan feliz es suficiente.

Sabía cómo manipular, eso era obvio.

— ¿Cuando —giró a verlo— hiciste esto?

— El salón ya existía, solo tuve que decorarlo un poco.

— ¿Y es solo para mi?

Él asintió.

— ¿Te gusta?

— ¡Me encanta!

Draco dejó un corto beso sobre sus labios y entrelazó sus manos.

— Pansy y Lily te están esperando en el salón de té.

— ¿Ya están aquí? —preguntó mientras salían del salón y se dirigían al otro.

— Sí, junto a Lawrence.

— ¿Y ella es?

— La que te ayudará con la decoración.

— Entiendo. ¿Y tú dónde estarás?

— Tengo algunas cosas que hacer.

— ¿Cómo qué?

Él resopló.

— Nunca me acostumbraré a responder ese tipo de preguntas.

— En una relación es normal. A menos que vayas a hacer algo malo y dañino para tu pareja.

— Nada de eso.

— ¿Entonces qué vas a hacer?

— Voy a hablar con la familia Zabini y Avery.

— Hmm —su estómago se encogió y sintió arcadas—. ¿Les vas a decir que mataste a sus hijos?

— Sí, y voy a darles una suma de dinero para que puedan pagar todo los detalles de...eso —se rascó la punta de la nariz—. También debemos hablar con tu madre, Emily. Necesito la suma exacta de lo que deben a la casa.

— Entiendo... —por alguna razón se sentía avergonzada—. Gracias por todo esto, Draco. No es tu responsabilidad y aún así me ayudas.

— Tengo entendido que en una relación es normal apoyar a tu pareja y a la familia de tu pareja.

— Por cierto, me he dado cuenta que nunca hemos sido novios y ahora estamos a punto de casarnos.

— ¿Quieres ser mi novia?

— Sí.

— Listo, ya somos novios y ahora nos casaremos.

— Excelente. A veces puedes ser la persona más romántica y otras veces puedes ser todo lo contrario.

Ellos se detuvieron junto a la puerta del salón del té.

— Emily, lamento que no hayamos tenido el tiempo para tener una relación formal y después casarnos, como todas las personas normales. Pero nosotros, tú y yo, no somos normales.

— Tienes razón.

— Ahora —acarició su mejilla— ve y decora esa boda, Em. No creo poder aguantar un minuto más sin tenerte bajo mi cuerpo.

«Emily Cresswell en mi mansión, preferiblemente bajo mi cuerpo».

Las palabras que Draco le había dicho a Blaise se repitieron en su mente varías veces, provocando una sensación de asco.

Se obligó a sonreír.

— Claro.

Draco se inclinó para dejar un beso sobre sus labios, pero ella se apartó y se despidió de él con la mano para después entrar a aquel salón.

Si no tuviese frente a ella a tres mujeres sonrientes, probablemente se echaría a llorar. Parpadeó varias veces, respiró unas cuantas y entonces sonrió.

— ¡Emily, felicidades! —exclamó Pansy, envolviéndola en un abrazo—. ¡Por fin serás la señora Malfoy!

— Señorita.—la corrigió Emily.

— Querida, ya no eres señorita.

Emily puso los ojos en blanco, le dio un abrazo a Lily y se presentó con Lawrence.

Lawrence era una bruja de la edad de Draco, treinta años más o menos, con una piel preciosa y un cabello cenizo que le llegaba hasta por la cadera. Tenía una voz agradable y no tardó mucho en caerle bien a Emily.

Poco a poco, el salón de té se fue llenando de cosas. Comida, té, café; telas, flores, imágenes sobre decoraciones.

— Que todo sea verde y plata.—dijo Pansy.

— Mejor rosa pastel y blanco.—opinó Lily.

Y Emily dejó que ellas dos escogieran los colores. Al final se decidieron por dorado y blanco, y rosas rojas.

Decidieron que la boda se llevaría a cabo en el salón de eventos, pero la ceremonia en el jardín trasero y el juramento inquebrantable se haría en el salón de reuniones. Aquella sala sí llevaría los colores de Slytherin: verde y plata.

Escogieron la tela del vestido de novia sería tan blanco como la nieve y con patrones relucientes; que Emily llevaría el cabello recogido y los labios pintados de rojos.

Cuando se acercaron a los pasteles, Pansy cogió un poco de uno y se lo dio a Lily, y así viceversa.

— Se ven tan tiernas.

— Si nos has dado la oportunidad de escoger todo por ti, debemos aprovecharlo.

— Es cierto. Nosotras nunca tendremos una boda.

Emily apoyó la barbilla sobre su mano.

— ¿Por qué?

— Ya sabes que no está permitido que dos mujeres se casen.

Eso era triste, muy triste. Y sintió pena por sus dos amigas. Se veían tan ilusionadas probando y escogiendo todo; sus ojos les brillaban.

— Pueden hacerlo en secreto.—sugirió Emily.

— No sería posible.

— Draco es el ministro de magia.

Pansy pareció pensarlo, después negó con la cabeza.

— Hay algunas leyes que Draco no puede cambiar ni siendo el ministro de magia.

— Entiendo...

No volvieron a tocar el tema.

Cuando Lawrence se fue, las tres chicas se dejaron caer sobre los asientos.

— Bueno, ¿nos vas a decir ya o te lo guardarás para ti?

Emily miro a Pansy con el ceño fruncido.

— ¿Decirles qué?

— ¿Por qué no quisiste decorar tu propia boda? ¿Por qué estás más callada de lo usual y por qué no te veo brincando de felicidad?

— No pasa nada...

— Emily, me duele que sientas que no puedes confiar en nosotras.

— No debes guardártelo todo para ti —le dijo Lily—. Puedes hablarnos.

— Estuviste perdida dos días, viniste a nuestra casa y no entraste, simplemente preguntaste la dirección de Blaise Zabini.

Ella entrecerró los ojos en dirección a Lily.

— ¡Eres una chismosa! —la acusó.

— Si quieres hablar, está bien. Te escucharemos y guardaremos el secreto. Recuerda que tuvimos la oportunidad de decirle a Draco que estuviste en nuestra casa para preguntar sobre la dirección y no lo hicimos.

Resopló varias veces hasta que se armó de valor y lo dejó salir todo. Contó cómo fue que Draco mató a Avery y Zabini frente a ella, cómo fue que entró a casa de Blaise y cogió sus recuerdos para después llevarlos a casa de Potter y verlos. Les contó todo lo que vio en sus recuerdos, incluso confesó que sabía que Hermione Granger era el horrocrux de Draco y que sabía dónde estaba.

Contó lo incómoda que se sentía al compartir cama con Draco y lo mal que se sentía al tenerle miedo. Dejó salir algunas cuantas lágrimas y cuando terminó, ella se sintió más liviana.

Lily quedó boquiabierta, pero Pansy ni siquiera parpadeó.

— Debo confesar que no lo sabía todo, pero sospechaba que Hermione era su horrocrux.

— ¿Qué vas a hacer? —inquirió Lily.

— No sé, no sé —repitió y hundió el rostro entre sus manos—. Lo quiero, pero no creo que Draco tenga redención. Le está haciendo daño al mundo entero.

— ¿Creen que Hermione sepa que es el horrocrux de Draco?

— A lo mejor —dijo Lily—. Si es que estaba consciente, lo más seguro es que está enterada.

— ¿Y si la vamos a buscar? —sugirió Pansy.

— ¿Buscarla? —Emily frunció el ceño—. ¿Y que ganaríamos con eso?

La pelinegra se encogió de hombros.

— No lo sé, Emily, pero debes saber que estoy contigo en todo lo que decidas. Si quieres a Draco muerto, te ayudaré.

Eso la tomó por sorpresa.

— ¿En serio?

— Draco no sólo le está haciendo daño al mundo, sino también a si mismo. Al matarlo le haríamos un favor.

— ¿Cómo?

— Draco ha dicho más de una vez que anhelaría morir, pero no por manos de sus enemigos sino por sus propias manos —chasqueó la lengua—. Antes de ti, Emily, Draco vivía en tinieblas. Su pasatiempo favorito era matar, a quién sea, sin ser justo. Varias cosas han cambiado desde tu llegada.

Emily no respondió, Lily tampoco. Ambas se le quedaron viendo con atención.

— La muerte de Arabella, lo ha destrozado de maneras imaginables. Él no siempre fue como es ahora, sino que era todo lo contrario. Era un completo cobarde y miedoso; le daba miedo matar a una abeja.

— Potter lo ha mencionado.

La puerta se abrió de par en par y las tres pegaron un brinco exaltado. Cuando giraron a ver de quién se trataba, Emily se llevó la sorpresa que era la medibruja que Draco le había proporcionado para su dieta.

Emily se puso en pie y se acercó para saludarla.

— No la esperaba, doctora.

— ¿Draco no te ha dicho sobre su chequeo general?

— No, no lo ha hecho.

— Bueno, debe tener varias cosas en la cabeza. Tienes un chequeo general, Emily. Draco me pidió que te lo hiciera para ver tus avances.

— Oh, pero mis amigas están aquí.

— Pueden quedarse.

— Pansy y yo tenemos cosas que hacer —intervino Lily, acercándose a la puerta con Pansy—. Nos podemos ver luego.

— Las acompañaré a la salida.

— Adelante.

Las tres salieron del lugar y se dirigieron a la puerta principal en silencio. Cuando llegaron se dieron un abrazo de despedida.

— Emily, no lo pienses mucho —susurró Pansy—. Hay que ir a ver a Hermione Granger.

— ¿Ophelia nos acompañaría?

Ella negó con la cabeza.

— Ophelia no permitiría que le hicieran daño a Draco.

Ella musitó un «está bien» y eso fue todo. Pansy y Lily desaparecieron y ella volvió a la sala de té, desanimada. Odiaba aquellos chequeos, odiaba saber cuánto había subido de peso y recibir órdenes estrictas sobre su alimentación.

Al entrar, no dijo nada, solo se quitó la ropa y se subió a la báscula. Cerró los ojos y empuñó las manos.

— Has subido cinco kilos.

Su corazón cayó a sus pies y sus entrañas se revolvieron.

— ¿C-cinco? —musitó.

— Vas bien, Emily —le aseguró la medibruja, cogiendola de las manos—. Esto es por tu salud, por ti. Te ves preciosa y vas hacia tu peso correcto.

— ¿Cuántos kilos me faltan?

— Cinco más.

— Cinco más...

— Correcto —cogió su libreta y una pluma—. Puedes bajarte, cariño. Posiciónate frente a mi, te haremos unos chequeos más y después me iré.

Emily hizo lo que se le pidió. Se bajó de la báscula y se posicionó frente a la medibruja. Aquella mujer puso en alto su varita y comenzó a girar alrededor del cuerpo de Emily, murmurando algunos hechizos desconocidos para ella.

— Todo está bien, pero... —dejó las palabras al aire, se acercó más a ella y se agachó un poco.

Ahora la varita estaba sobre el vientre de la mestiza y un cosquilleo le atravesaba el cuerpo.

Cuando la mujer se apartó, tenía el ceño fruncido al igual que los labios.

— Querida, ¿alguna vez te has hecho otro chequeo como este?

— Nop.

Su familia no contaba con el dinero para hacerse chequeos generales, por lo tanto nunca se había hecho uno.

— Yo... —abrió la boca y después la cerró nuevamente—. Emily, lo siento tanto.

— ¿Qué? ¡¿Me voy a morir?!

— Tienes un desorden hormonal que no te permitirá tener un embarazo seguro.

— ¿Nunca?

La mujer negó con la cabeza.

— Todo terminará en aborto.

— Yo... ¿Está segura?

— Puedo hacerte otro chequeo, pero saldrá igual.

Aunque no planeaba tener un bebé ahora, sí en algún futuro, y el saber que eso no era una probabilidad...

Sus manos se llenaron de sudor frío y comenzaron a temblarle.

— ¿No hay nada qué hacer?

— Nada.

— Está bien —dijo, con la voz temblorosa. Se acercó a su ropa y se vistió nuevamente—. Por favor, que Draco no sepa nada.

— ¿Estás segura?

— Muy segura. Draco no tiene por qué saber qué está mal con mi cuerpo y que no —le sonrió de manera sarcástica. Colocó una mano sobre la espalda de la medibruja y la instó a caminar—. ¿Está de acuerdo con ello?

— Pero Draco necesita saberlo, Emily. Sera tu esposo.

— Usted mismo lo ha dicho. Sera mi esposo, no mi dueño. Quiero mantener esto en secreto y espero que usted también.

Ella frunció el ceño.

— Espero, realmente, que no se le ocurra abrir la boca, señora. No querré ir a su funeral, me cae muy bien.—fue lo último que dijo antes de cerrar la puerta.

Se dejó caer al suelo y permitió que las lágrimas corrieran por su rostro.

Todo iba de mal a peor.






—-

Quiero avisar que esto está por acabar 😩 no se cuantos capítulos más falten, pero esta cerca del final.

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