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048


Emily. 𝔱𝔢𝔪𝔭𝔲𝔰 𝔣𝔲𝔤𝔦𝔱. 𝐿&𝒟.


Al salir del restaurante no tenía idea de donde ir. La lluvia mojando libremente su cabello y cuerpo entero, empapándola.

Las lágrimas se entremezclaban con las gotas de lluvia, cosa que agradeció.

Las personas estaban corriendo, tratando de esconderse y resguardarse.

No sabía ni qué hora debía ser o cuánto tiempo había pasado desde la matanza de Draco Malfoy.

La matanza...

Lo hizo tan simple...

Alzó el rostro al cielo, sintiendo como las gotas caían sobre su rostro y se escurrían hacia sus clavículas. Puso en alto su varita y conjuró un «Lumos», provocando que de su varita brotara un pequeño rayo de luz hacia el cielo.

«Por ti Blaise Zabini, por tus sabios consejos y tu confianza, y por ti Elliot Avery, por tu verdadero amor y constante cuidado».

Un escalofrío le recorrió el cuerpo y no supo si era por los recuerdos inundando su mente o por la fría ráfaga de viento que golpeó con intensidad hacia su cuerpo.

Respiró. Una, dos, tres veces. Entonces cerró los ojos y visualizó la casa de Pansy.

Un latido después, su corazón dio un salto y su estómago un vuelco, al estarse apareciendo.

Frente a ella apareció una casa de estatura alta de color crema y grandes ventanales oscuras.

Se mordió el labio inferior mientras del suelo cogia una piedra y la tiraba a la ventana de la habitación de Pansy.

Falló.

Decidió irse por algo más fácil y algo que sería obvio para Lily.

Con su varita conjuró un pequeño perro hecho de las luz de las estrellas —era un hechizo creado por ellas, para poder comunicarse—.

El pequeño perro corrió hacia el ventanal y esperó allí hasta que la ventana se abrió y Emily dio la orden de desaparecer.

La lacia y rubia cabellera de Lily se hizo visible ante los ojos de la mestiza. Su rostro sonriente, sus ojos brillantes.

— ¡Mily! —gritó.

— ¡Shhhh! —Emily se llevó un dedo a los labios—. ¿Puedes bajar?

— ¡Enseguida voy!

Emily se abrazó hasta que su amiga apareció por la puerta y corrió hacia ella.

— ¿Dónde estabas? Draco te está buscando como loco.

Su ritmo cardíaco aumentó un tanto al escuchar eso.

— ¿Cómo?

— Hay miles de mortifagos buscándote. ¿Dónde te has metido?

Eso la tomó por sorpresa. No esperaba que Draco la buscará de manera tan desesperada, ni siquiera esperaba que la buscara.

— Por favor, no le digas que estuve aquí. No le digas ni a Pansy.

— ¿Emily...? —su amiga frunció el ceño—. ¿Qué está pasando?

— No puedo decírtelo ahora —sus ojos viajaron al ventanal—. Solo vine a preguntarte algo.

— ¿El qué? Si hay algún problema, por favor no me metas.

— Lily, solo quiero saber dónde vive Blaise Zabini.

— ¿Blaise? ¿Por qué?

— ¿Me puedes decir o no?

— En la calle Washmont, vive en el edificio 701 y —hizo un mohín— sinceramente no sé cuál es su departamento

— Está bien —asintió—. Gracias.

— ¿No quieres pasar? —le echó una ojeada—. Estás completamente mojada de pies a cabeza.

— Estoy bien.

Habían varias cosas que agradecerle a Elliot, pero una y la más importantes de ellas, era que la había enseñado a aparecerse. Aun le costaba un tanto hacerlo, pero ya lo dominaba.

Emily retrocedió, se despidió de su amiga y volvió a desaparecer.

Por suerte la lluvia había disminuido un poco y las luces de los coches alumbraban la calle.

Ella buscó el número 701, y al encontrarse con el, entró.

El lobby era de súperlujo, y Emily no pudo evitar pensar cómo era el departamento de Blaise.

Un mago de baja estatura y mediana edad, le sonrió a la bruja invitándola a hablar.

El aspecto de Emily era de una persona empapada y asustadiza, con el cuerpo temblándole de pies a cabeza.

Ella se aclaró la garganta y dijo:

— Vengo a visitar a Blaise Zabini.

— ¿Departamento?

Se maldijo mentalmente.

— No sé.

— ¿Su nombre?

— Emily Cresswell.

El hombre esbozó una sonrisa triste y después frunció los labios asintiendo levemente con la cabeza.

— Es el séptimo piso y el departamento es el 726.—informó.

Emily musitó un agradecimiento y se acercó al ascensor. Presionó el botón que marcaba «7» y éste comenzó a ascender.

Tuvo que sostenerse de un tubo que se encontraba ahí para no caer o vomitar.

Su pie repiqueteaba con fuerza sobre el mármol del ascensor mientras esperaba a que subiera.

Uno, dos, tres, cuatro...

Se detuvo abruptamente y las puertas se abrieron. Un mago de tez blanquecina y ojos claros entró al ascensor con un «buenas noches». Iba vestido de traje y su cabello perfectamente peinado. Tenía facciones lindas.

Sintió los ojos de aquel hombre quemarle la piel, y rezó para que no le dijera nada, pero por desgracia le habló.

— ¿No tiene frío?

Por instinto, Emily se abrazó.

— No.

— Pero está sumamente mojada.

El ascensor, en lugar de subir, volvió a bajar.

— ¡Necesito ir arriba, no abajo!

— Ay, lo siento —hizo un mohín—. Culpa mía. Déjeme recompensárselo con un café o té.

— No, gracias.

— Soy Adrián Pucey, ¿y usted?

Por el rabillo del ojo vio como el tal Adrián tendía una mano hacia ella.

No la tomó.

— Arabella Rowle.—fue lo primero que se le vino a la mente.

— ¿Arabella Rowle? —musitó el muchacho más para él que para Emily—. Imposible.

Ella cerró los ojos con gran fuerza y se mordió el labio inferior. Estaba a punto de golpearse la frente repetidamente contra la pared.

Un alivio le recorrió el cuerpo cuando la puerta se volvió a abrir y Adrián Pucey salió con el ceño sumamente fruncido.

Antes de emprender sus pasos y que la puerta se cerrará, el hombre estudió su rostro a fondo, aunque Emily tenía la cabeza baja.

Se cerró y ascendió nuevamente.

Cuando la puerta se abrió por tercera vez, esta vez sí estaba en el piso de Blaise.

Salió a trompicones y comenzó a buscar con desespero la puerta con el número «726». Pronunció «Alohomora» y se abrió para ella.

No se tomó el tiempo de ver el interior de éste, aunque por los vistazos que había echado, el departamento era precioso.

Se apresuró a llegar a la única habitación que se encontraba allí y entró con rapidez.

Emily no buscó con cuidado, fue todo lo contrario.

Abrió todo y buscó en cualquier lado y hasta en los rincones de la habitación, pero no estaba encontrando absolutamente nada más que condones, juguetes sexuales, ropa, ropa interior, ropa de mujer y retratos.

Retratos de él y Pansy, de él y Draco, de él y Elliot, Theodore... y aquel chico que se había subido con ella al ascensor.

Maldijo una y otra vez.

— Mierda, mierda mierda.

Se pasó la mano por el cabello, despeinándolo. Gruñó y gritó.

Se sentó sobre el borde de la cama viendo hacia un retrato de la Mona Lisa.

Sus pensamientos viajando al pasado, al presente, a todos los sucesos traumáticos y felices.

Quería hacerse un ovillo y echarse a llorar con fuerza, pero no lo hizo; en lugar de eso, se puso en pie, se acercó al cuadro y lo movió.

Ahí, justo ahí.

La caja fuerte estaba abierta, como si Blaise supiera que esta noche pasaría.

Metió la mano al fondo y encontró un vial con un líquido algo espeso, blanco y brillante. Pegado al corcho, un pequeño pergamino colgaba de el.

Dejó salir un suspiró mientras se sentaba y leía el pergamino.

Emily, me gustaría contarte tantas cosas y secretos, pero si lees esto es, porque probablemente, no pude.
Lo que te conté solo fue una parte, la parte buena.
Este vial contiene mis recuerdos, las cosas que quería contarte y no tuve la oportunidad de hacerlo.
Hay varios secretos que te revelaré y espero que hagas lo correcto con ellos.
Cabe mencionar, que no todos deben ser revelados.

Pocas personas saben de la existencia de este vial, Harry Potter y tú son uno de ellos.

Te preguntaras dónde los puedes ver, y yo te daré la respuesta: en casa de Potter.
Ve con él.

Estoy muy agradecido de haberte conocido, Emily Cresswell.
Y recuerda no eres una simple mestiza.

Blaise Zabini.

Después de leer la carta, lo único que Emily podía escuchar y sentir, era su corazón latiendo como loco.

Unas pocas lágrimas yaciendo sobre sus mejillas, un corazón roto tratando de no dejar de latir y las pocas fuerzas que le quedaban.

No tenía mucho tiempo ya que Draco la estaba buscando, y lo más seguro es que, daría con ella en cualquier momento y con rapidez.

Buscó entre los cajones de Blaise, como tenía tanta ropa de mujer, supuso que serían de Luna y que le quedarían —tal vez cortas porque era un poco más alta que Luna—.

Se vistió con una simple camisa de color azul cielo y unos pantaloncillos, los que mejores se ajustaron a ella. También llevó consigo un abrigo.

Se miró al espejo y con algunos hechizos, cambió su aspecto un poco. El color de su cabello, la forma de su nariz, labios y ojos. Entonces salió...

La primera parada que hizo, fue frente a la mansión Malfoy, la cual, aún a tantos metros de distancia, se podía sentir un ambiente denso.

Algunas luces alumbraban el interior de la mansión frente a ellas, otras estaban completamente apagadas y en la entrada habían más de diez mortifagos custodiando, buscándola. Al igual que por las calles.

«¿Sería prudente entrar y buscar a su madre y a su hermana? No, no lo era».

La segunda parada que hizo, fue fuera de Londres, a casa de Potter.

Trato de abrir la puerta, pero estaba obviamente cerrada. Así que tocó dos veces y esperó.

Un latido después, la puerta se abrió y le dio la bienvenida a un interior cálido e iluminado.

Comenzó a caminar, pues se sabía la casa de memoria por las tantas veces que la había visitado, por obligación y, algunas veces, por gusto.

Subió al segundo piso y abrió la puerta de lo que llamaban, la habitación de juegos. Es ahí donde todos se reunían por las tardes o las noches, para hablar, jugar o simplemente estar juntos.

Como lo supuso, Harry, Ron, Ginny, Neville y Luna se encontraban alrededor de una mesa redonda jugando a los naipes explosivos.

Todos giraron a verla con una sonrisa y la invitaron a sentarse junto a ellos. Sin embargo, Potter se puso en pie y se aclaró la garganta.

— Supongo que está no es una visita por gusto —dijo—. Por favor, déjenme a solas con Emily.

Todos asintieron en sincronía, se levantaron y abandonaron el lugar, dejándolos solos.

— ¿Qué ha pasado?

Emily se tragó el nudo que se estaba formando en su garganta y frotó sus manos en busca de calor, aunque la chimenea al fondo del lugar, crepitaba con fuerza.

— M-mató a Blaise.

Él cerró los ojos por un segundo y frunció los labios.

— ¿Traes el vial?

— Sí.

Siguió a Harry un poco más al fondo del lugar, y de la pared salió una vasija poco profunda de piedra decorada con runas y símbolos no conocidos para Emily. Su interior estaba lleno de una sustancia de aspecto fluido tipo vaporoso, de un color blanco brillante.

— ¿Me permites, por favor?

Distraídamente, Emily sacó el vial de su pantalón y se lo entregó a Potter, el cual lo abrió y vertió los recuerdos dentro del pensadero.

— ¿Y ahora? —inquirió Emily.

— Sumerge la cabeza.

— ¿La cabeza?

— Sí, Emily. La cabeza.

Parpadeó varias veces y ladeó la cabeza. Se inclinó un poco más y la sustancia plateada se volvió transparente, parecía cristal.

Se preguntó si se ahogaría al meter la cabeza dentro de la vasija.

Cuando la punta de su nariz tocó aquella extraña sustancia, la habitación en la que se encontraba se sacudió terriblemente. Emily pareció ser propulsada de cabeza a la sustancia de la vasija.

Pero no dio de cabeza contra el suelo de mármol, sino que cayó sobre sus pies por entre algo negro y helado, como si un remolino oscuro la succionara.

Ahora estaba en una salon poco alumbrado, detrás de ella una gran pared que parecía ser de madera y de un color oscuro chocalateado, una chimenea incrustada en éste mismo y una mesa larguísima en el medio de éste con sillas a su alrededor.

Del lado derecho, casi al fondo, habían dos butacas negras y una mesa redonda en medio de ellas. Dos personas sentadas y bebiendo algo de un color ámbar.

No veía nada más que una cabellera platina y otra de color negro. Se acercó lentamente con miedo.

«¿La podían ver también?».

¡No puedes hacerlo! —espetaba el moreno.

— Claro que puedo, Zabini —el rubio bebió de su vaso—. Y tú serás testigo.

— ¡No, Draco, es una magia muy oscura! No querrás ser como Voldemort, ¿o sí?

— Seré peor que él —declaró—. Seré mucho peor que él. Todos me temerán.

— Haz que te respeten mejor.

— El respeto se disuelve con la misma facilidad que el agua.

Todo se miraba muy real, como si estuviese allí mismo en carne y hueso. Hasta se extrañó de lo real que se sentía.

El rubio meció su varita con gran fluidez y dos personas más aparecieron en el lugar.

La primera persona era una mujer, a decir por el cabello alborotado, y la segunda era un hombre de cabello largo y platinado...

Lucius Malfoy y Hermione Granger.

El pánico se activó dentro de ella y las dudas llenaron su cabeza.

«¿No había dicho Narcissa Malfoy, de una forma indirecta, que fue ella la que mató al mayor de los Malfoy?».

Frunció el ceño, acercándose para ver mejor.

— Draco, no lo hagas —fue más como una súplica de parte del moreno—. ¿Matarás a tu propio padre para hacer un maldito horrocrux?

— Y no solo eso, Blaise.

— ¡Explícame entonces!

— Al matar a mi padre podré ascender al puesto de ministro.

— Sabes que para hacerlo debes contraer matrimonio con alguien, y que yo sepa no tienes a nadie desde que Arabella murió.

— ¿No tengo a nadie? —se burló—. A lo mejor no sea algo para mi, pero lo será, Blaise.

El moreno, aún sentado, se acercó más al borde de la butaca y miró a su amigo de hito en hito.

— ¿De qué hablas?

— Hay una mestiza...—murmuró.

— ¿Una mestiza? —resopló—. Se más especifico.

Emily contuvo el aire, temiendo perderse de algo.

El rubio deslizó un pergamino sobre la mesa para que llegara a Zabini. El último mencionado, lo cogió, receloso.

— Es la hija mayor de Atticus Cresswell, tiene veinte años y sale con un mestizo de un rango mucho más bajo que el de ella.

— ¿Te gusta? —preguntó Blaise.

Y Emily se sorprendió al ver que no quería escuchar la respuesta, pero al mismo tiempo anhelaba hacerlo.

Era miedo lo que sentía, el saber si el amor de Draco hacia ella era real o no.

— Algo así —curvó los labios hacia abajo—. Sí, me atrae un tanto. Se parece a Arabella, ¿no?

Su corazón cayó a sus pies y su cuello se llenó de sudor.

Blaise le echó un vistazo al pergamino y asintió levemente.

— Tiene algunas facciones.

— Lo que me interesa es llegar a su padre.

— ¿A su padre?

— Le vende varitas a Potter y es informante suyo.

— ¿Cuál es tu plan?

— Él —señaló a su padre— muerto, Hermione mi horrocrux, Emily Cresswell en mi mansión, preferiblemente bajo mi cuerpo y su padre muerto.

— ¿Cómo lo harás?

— Con una competencia en la que ella, debe entrar, sí o sí. Mi madre se encargará de ello.

Fue lo ultimo que dijo, el ahora ministro se levantó, a punto a su padre con la varita y esbozó una sonrisa que derrochaba maldad.

— Qué placer el mío, padre, poder matarte después de tantos abusos por parte tuya.

El hombre no respondió, sino que dejó caer la cabeza hacia abajo y suspiró.

Lo siguiente que vio, fue la luz chorreante de color verde que salía de la varita de Draco y pegaba contra el pecho del hombre.

Todo se disolvió y esta vez, Emily estaba en el cuarto de Draco, caminando de lado a lado con los nervios a flor de piel —se le notaba a leguas— y con Blaise sentado sobre la cama y con las manos sobre su cabeza.

Emily se pegó a la pared, sentía las piernas gelatinosas. Sentía que, en cualquier momento, se caería al suelo.

— Entrégala y ya esta.

— Sabes que no puedo hacerlo. ¡Joder! —exclamó—. Sabes que Hermione Granger es mi maldito horrocrux.

— ¿Entonces qué carajo harás, Draco? ¡Todo el mundo te quiere muerto!

— Siempre me han querido muerto.

— Pero ahora es peor. Ahora son capaces de matarte.

— Fingiré su muerte.

— ¿Otra vez?

— Esta ves haré que parezca real. Hay alguien que puede hacer una réplica de su cabeza y rostro. La enseñaré a todo el mundo y después le borraré unos cuantos recuerdos, entonces la mandaré lejos. Muy lejos de aquí, pero custodiándola, obviamente.

— ¿Adónde la enviarás?

— Witches Wood. Tengo una pequeña casa allí donde podrá mantenerse escondida perfectamente.

— ¿Una casa?

— Sí, está muy en el fondo del bosque. Casi invisible para los ojos de los muggles.

El recuerdo volvió a disolverse, ahora estaban en el departamento lujoso de Blaise Zabini. Draco tenía la cabeza gacha y Blaise palmeaba su hombro.

— ¿Qué pasó?

— Mate a su padre.—respondió Draco con un hilo de voz.

— ¿No es eso lo qué querías?

— No, no más.

— ¿Qué fue lo que cambió?

— La amo de verdad, Blaise. Ya no es una atracción, es algo muy fuerte —señaló su pecho—. Algo que me quema aquí dentro. Algo que me incita a...matar y destruir a cualquier persona que se atreva a verla o hablar mal de ella.

Blaise negó con la cabeza.

— Mate a su padre porque la trataba mal y, probablemente, también acabaré con su madre y si su hermana menor interfiere, también la mataré.

Aquel recuerdo también se disolvió, ahora lo único que Emily podía ver era un suelo de color chocolate y unos zapatos.

Una voz baja, grave y segura empezó a hablar.

— Emily, estos son las cosas que quería decirte. El último recuerdo solo lo agregué para que estes segura del amor que siente Draco hacia ti, los otros es para que estés al tanto de todo.

» Sí, Draco te ama, y ese es el peor error de tu vida, porque sería capaz de matar a todo, absolutamente, a todo el mundo, solo por ti.

» Confía en Potter, él te ayudará. Dile sobre el horrocrux, pero no le digas la ubicación de Hermione, ese es tu trabajo.

» Si piensas destruir a Draco, debes destruir a Hermione primero...

Emily salió del pensadero cogiendo bocanadas de aire. Retrocedió hasta estar sentada sobre una butaca y dejó caer la cabeza hacia atrás.

Se sentía mareada, muy mareada. Su estómago revuelto, sus manos remojadas en sudor frío.

— Necesito que traigas a mi hermana y a mi madre.

— Es imposible. Draco sospechara.

— ¡¿Entonces qué hago?!

El mago se pasó la mano sobre el mentón y se sentó frente a Emily, con los codos apoyados sobre sus piernas.

— Primero tomar una ducha. Draco te está buscando por cielo mar y tierra, no tenemos mucho tiempo.

Ella asintió. Solo una ducha y algo de vino aclararía sus pensamientos.

— Emily... creo que nuestra mejor opción es que tú vuelvas a la mansión y finjas que nada malo sucedió entre ustedes dos.

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