046
Emily. 𝔬𝔡𝔦 𝔢𝔱 𝔞𝔪𝔬. 𝐿&𝒟.
Cuando abrió los ojos, agradeció que en el lugar que se encontraba estaba a oscuras, pues el dolor golpeó su cabeza con fuerza.
Se frotó los ojos varías veces, tratando de acostumbrarse a la oscuridad. Sentía la boca seca y el cuerpo adormecido, pero aún así buscó con desespero su varita y cuando dio con ella musitó «Lumos» para alumbrar.
Sin duda, no se encontraba en la enfermería, el lugar donde se había quedado dormida. Ahora se encontraba en su alcoba, y supuso que alguien la llevó allí.
Su corazón dio un brinco cuando se acordó de Draco, se levantó con rapidez y salió de la habitación.
La mansión estaba peligrosamente silenciosa y oscura; en completa penumbras. Fue algo que le sorprendió por completo, ya que su ministro estaba...
El mármol bajo sus pies se sentía jodidamente frío, así que Emily se puso de puntitas y bajo la escalinata, hasta llegar al ultimo piso de la mansión y encontrarse con la puerta de la enfermería.
Entró sin tocar y sin importarle nada. Se adentró en el oscuro lugar y, la decepción llegó a ella; embargándolas de pies a cabeza, pues Draco aún no se encontraba allí; solamente una Narcissa cabizbaja y con lágrimas sobre las mejillas.
— ¿Dónde está? —preguntó Emily con la voz ronca.
— Todavía no lo han traído, Emily.
— ¿Noticias?
La mujer negó levemente con la cabeza.
— Ninguna.
Trago con dureza y asintió levemente con la cabeza.
— Disculpe, ¿me puede decir la hora?
— Son las 5:30 a.m.
— De acuerdo.—se limitó a decir y musitó un «gracias» antes de abandonar la enfermeria.
Por estar tan preocupada por Draco, no pensó en Elliot Avery, si lo tenían o lo habían dejado ir.
Emily emprendió sus pasos hacia su alcoba, se vistió con ropa más caliente y se lavó la cara, entonces volvió a bajar y buscó a algún mortifago. Por suerte, encontró uno; solo uno, y eso no le agrado en absoluto.
— Buenos días.
El individuo pegó un respingo de sorpresa y al ver el rostro de su señora, se dobló un poco, mostrándole respeto.
A Emily le gustaría ver su rostro, ver qué expresión tenía y qué decían su ojos. No obstante, eso era imposible ya que una máscara cubría su cara; tampoco le quería pedir que se la quitara, pues sentía que era algo muy íntimo.
— Mi señora.—dijo con la mano sobre el pecho.
— Llámame Emily.
— Es imposible, mi señora. Tengo ordenes explícitas por parte de lord Malfoy.
— Entonces llámame señorita, no señora.
— Como usted guste, mi señorita.
«Bueno, así no sonaba tan serio».
— ¿Dónde están tus compañeros? —cuestionó.
El hombre se movió incómodo y tardó en responderle.
— Desconozco.
— Le voy a pedir dos cosas.
— La escucho.
— La primera es que vaya y le diga a sus compañeros que se pongan en guardia —ordenó—. La ausencia de su señor no significa que tienen el día libre, es todo lo contrario.
Se puso recto, colocó la mano sobre el pecho e inclinó la cabeza.
— Entendido, mi señorita.
— ¿Elliot Avery se encuentra en la mansión?
— En efecto —reconoció—. Avery está encerrado en las mazmorras.
— Bueno, la segunda cosa que le voy a pedir, es que me lleves con él. Solamente muéstrame el camino.
— Dudo que eso le gustará a mi señor.
Ella arqueó una ceja.
— Yo también puedo dar órdenes —le recordó—, y mi orden es esa: me mostrarás el camino a las mazmorras y después te retirarás.
— Orden recibida.
El hombre giró sobre su mismo eje y comenzó a caminar. Le iba a decir a sus compañeros que se despertaran y custodiaran la mansión, tal como Emily se lo pidió.
No le gustaba ser tan dura con las personas, pues estaba consciente que no todos tenían una vida buena; menos trabajando para Draco. Tenía entendido que a algunos no les quedaba otra opción más que ser los mortifagos de Draco Malfoy.
Algunos tenían rangos más arriba, otros muchos más bajos. Hacían el mismo juramento inquebrantable ante él y el consejo, y estaban destinados a usar una máscara dentro y fuera de la mansión —a excepción de sus casas, obviamente—
Draco siempre le decía a Emily que les dejara de hablar con tanta amabilidad, pues si ellos tuvieran la oportunidad de hacerla mierda a ella, lo harían sin pensarlo; le recordaba que no todos eran buenas personas, que ellos también mataban —a veces a inocentes— que torturaban y hacían cosas peores que él, porque ese era su trabajo al fin y al cabo.
No obstante, a la mestiza se le dificultaba llevar eso a cabo; le dolía hablarles mal.
Cuando el hombre volvió, venía acompañado con más de diez mortifagos a su espalda. Todos le mostraron respeto con una pequeña reverencia.
— Los demás ya están en sus lugares.—le informó.
— Muy bien, gracias —ella le sonrió levemente—. ¿Vamos?
Siguió al hombre por toda la mansión, salieron al jardín trasero de la mansión —que era igual de grande como el principal— y caminaron hasta que los pies le dolieron.
El cielo estaba empezando a aclarecerse, las nubes tomando su posición sobre el cielo, mostrando un clima nublado; el frío le besaba la piel y sus dientes tintinearon por ello.
Se abrazó a sí misma cuando estuvo frente a una reja pintada de negro. El hombre la abrió y ésta rechinó un tanto.
— Por aquí.
Al adentrarse, un olor a moho, viejo y húmedo se instaló en sus fosas nasales. Las piedras parecían mojadas y el cemento bajo sus pies sonaba al pisarlo.
Bajaron una escalera, dos, tres y cuatro; entonces caminaron de frente hasta casi topar con pared.
Estaban en el fondo de las mazmorras, se dio cuenta, pues habían bajado y caminado muchísimo para llegar hasta ahí.
Al mirar arriba se encontraba con varias escaleras en forma de caracol y sus respiraciones hacían eco por el lugar.
Sintió pena por Elliot...
Ella había ocasionado todo esto; la locura de él, el incidente de Draco.
Se sentía tan jodidamente culpable.
— Es la última celda del lado izquierdo —informó, se rascó la nuca y le preguntó—: ¿Desea que me quede con usted, señorita?
Ella miró hacia ambos lados, viendo la penumbra, sintiendo el frío y los escalofríos que traspasaban su cuerpo. Midió la distancia entre donde estaba hasta la celda de Avery, y después fijó su mirada sobre el mortifago.
Dudaba que podía volver al exterior sin ayuda de alguien, así que aceptó.
— Me gustaría que se quedara justo aquí.
— Entendido.—cabeceó.
Emily emprendió sus pasos en dirección a la celda de Elliot, sus pasos hacían eco y un viento rugió a su alrededor; su corazón temblaba y sus manos sudaban.
Sentía un nudo en la garganta.
Cuando estuvo frente a las reducidas rejas, pudo ver la silueta del hombre paliducho.
La celda era relativamente pequeña, constaba de tan solo una cama sobre el suelo, un lavamanos, un inodoro y una silla de madera, en la cual Elliot se encontraba sentado y con la cabeza baja.
— Me preguntaba cuánto tardarías en bajar, Emma, y debo admitir que te tomó mucho tiempo hacerlo.
Cuando alzó la cabeza, Emily pudo vislumbrar las grandes ojeras que se situaban bajo sus ojos; rojas, no negras, al igual que sus ojos los cuales parecían estar inyectados en sangre. Sus labios rotos, probablemente por la deshidratación.
Ella se mordió el labio inferior con fuerza.
— Sabes que lo siento, Elliot. Siento tanto causarte esto.
Él chasqueó la lengua y se levantó.
— En realidad, agradezco que lo hayas hecho —se encogió de hombros—. Gracias a ti puedo demostrar quien soy en verdad.
— ¿Y quién eres?
— Alguien con mucho poder. Alguien que ha tenido que vivir bajo la sombra de Draco Malfoy.
— Tienes un juramento inquebrantable con él.
Él rió y negó con la cabeza.
— Veo que Draco no te cuenta tantas cosas como parece.
Ella no respondió, en lugar de eso tragó con dureza.
— Las personas que son cercanas a él —hizo comillas con los dedos— no se someten a ese juramento inquebrantable. Aunque todos creen que sí lo hacen.
Ella cogió una bocanada de aire y retrocedió algunos pasos cuando él avanzó, aunque no podía tocarla ni hacerle nada.
— Estoy tomando más tiempo de lo debido, ¿cierto? —esbozó una sonrisa ladina—. ¿A qué vienes, exactamente, Emily?
— Yo...vengo a...
Se quedó callada, pues en realidad no tenía un motivo para estar allí. ¿Qué le podía hacer ella? Nada, absolutamente nada.
Él se abrió el botón del pantalón y se acercó un poco más a las rejas.
— ¿Acaso ya te has enterado que Draco mató a tu padre y vienes a follarme para desquitarte con él? Es eso lo que siempre haces, ¿no? Draco la caga, me follas. Draco te dice algo que no te gusta, me follas.
El mundo se detuvo... o tal vez fue su corazón.
Las palabras de Elliot se repitieron varias veces en su cabeza, y ella parpadeó tratando de asimilarlas.
Cuando colocó la mano sobre su pecho, justo donde se encontraba su corazón, se percató que éste no había dejado de latir, sino que estaba latiendo desesperadamente fuerte.
Sintió como sus dedos se adormecían al igual que sus brazos y piernas; sus pulmones gritaron por aire.
— ¿L-lo siento?
— Oh, mierda. ¿Acabo de joderlo todo?
— Mi papá murió porque...
— Sí, por los ataques de asma que le daban, ¿no? Según Draco. Pero lo que yo sé es que, nuestro querido ministro, lo ayudó bastante con eso.
Ella golpeó la pared a su espalda, sin querer.
— Oh, Emma... todos lo sabíamos —rodó los ojos—. Bueno, excepto tú, obvio.
— ¿La maldición era para mi o para Draco? —preguntó ella, sin poder mirarlo.
— Para Draco, obvio —frunció el ceño—. Lamentablemente, soy incapaz de hacerte daño.
— ¿L-lo mataste? ¿Va a morir?
— Merlin, pero que desinformada estás.
La rabia rugió en su interior, pues lo que menos le gustaba era que la trataran de tonta.
Alzó la cabeza y lo miró directamente a los ojos.
— Estaré desinformada, Elliot, pero lamentablemente tú estás en una celda y no cuentas con ninguna ayuda.
— ¿Me estás amenazando?
— Tómalo como quieras.
— Supongo que quieres saber a qué me estoy refiriendo con decir que estás desinformada, ¿no?
— Habla.—ordenó y lo apunto con la varita.
Él llevó sus ojos verdes a la varita y luego viajaron por el cuello y el rostro de la mujer. Tragó con dureza y se tronó el cuello.
— Draco no puede morir tan fácil.
— ¿Por qué? —inquirió y alzó un poco más la varita.
— Porque... —exhaló— tiene un horrocrux.
— ¿H-horrocrux?
— Es un receptáculo donde un mago pued-
— ¡Sé lo que es un horrocrux!
— Pensé que no lo sabías.—puso las manos en alto.
— ¿Quién sabe sobre esto?
— Pocas personas.
— ¿Cuál es su horrocrux?
— No lo sé, lo que sí puedo decirte que fue Arabella quien le dio esa idea —hizo un mohín—. ¿Sabes quién era Arabella?
— Sí.—se limitó a responder.
Emily cerró los ojos y suspiró. Todo esto la tenía tan cansada.
Se acercó a la celda, Elliot retrocedió, ella colocó la mano sobre la hendidura de ésta y dejó caer la cabeza sobre la fría superficie.
— Lo siento tanto.—susurró.
— No finjas estar arrepentida por lastima.
— Tienes razón.
Comenzó a caminar sin mirar atrás.
♱
Cuando Emily estuvo nuevamente en la mansión, sana y salva, le agradeció al mortifago por acompañarla allá abajo.
Esperó a que el hombre girara sobre sus talones y le diera la espalda, se aseguró que nadie la viera y levantó la varita, señalando al individuo.
— Obliviate.—susurró.
Solo le borraría algunas pocas cosas, por ejemplo el suceso de hoy.
No quería que nadie supiera de su visita a Elliot Avery y que cuestionaran sus acciones, así que prefería mantenerlo en secreto.
El hombre siguió caminando sin darse cuenta de nada, fue ahí cuando Emily se dio cuenta que el hechizo se había realizado con excelencia.
Aquella confesión de Elliot, la estaba aturdiendo un poco; no la parte que Draco había matado a su padre, no. La parte en la que confesaba que el hombre contaba con un horrocrux.
Draco Malfoy tenía un horrocrux.
No le molestaba el hecho de que él hubiera matado a su padre. ¿Por qué? No lo sabía. Realmente no lo sabía.
Debería estar colérica por enterarse de eso, pero alguna parte de su corazón ya lo suponía, pues él lo había dicho más de una vez.
Emily suspiró, giró sobre su mismo eje y se dirigió hacia las escaleras. No obstante, no le dio tiempo ni de poner un pie sobre el primer escalón cuando Narcissa vociferó su nombre.
— ¡Está vivo! —exclamó con voz chillona—. ¡Draco ha sobrevivido!
Su corazón volvió a latir con normalidad, una calidez se expandió por todo su interior y salió corriendo hasta la enfermería.
Escuchaba cada latido de su corazón en sus oídos palpitando con agresividad, sus pasos eran rápidos y algo torpes.
Cuando cogió la manija y la giró, su corazón pareció detenerse por un microsegundo mientras abría la puerta y dejaba ver el interior del lugar.
Las camillas a los lados, un pequeño ventanal en el centro hasta el fondo. Dos mortifagos custodiando la puerta, otro dentro de la enfermería, del lado derecho y al fondo. Dos elfos y un medimago.
Y él...
Él sobre la última camilla del lado izquierdo, acostado con la cara un poco hinchada, el ojo morado y el pelo revuelto.
Con una simple mirada del hombre rubio, los mortifagos, elfos y el medimago abandonaron el lugar, dejándolos a ellos solos.
Emily se posicionó frente a la camilla, con los hombros erguidos y la barbilla en alto.
Quería echarse sobre él, besarlo y decir cuán temerosa estaba por su vida, pero tenían otras cosas por hablar.
— Me has dado el susto de mi vida.—dijo.
— Lo siento.
— Pensé que en cualquier momento me dirían que estás muerto.
— Lo siento —volvió a repetir—, pero estoy bien, Em. Eso es lo que importa
El ceño de la mujer se profundizó un tanto, sintiéndose ofendida.
Él no tenía pensado en contarle nada sobre el horrocrux.
— ¿Cuándo me lo contarás, Draco?
— ¿Contarte qué?
— ¡Todo!
— No entiendo...
— ¿No entiendes o finges no hacerlo?
Cuando vio que él no respondía, Emily dejó caer sus brazos dramáticamente a su costado y bufó con fuerza. Cerró los ojos y retrocedió un poco.
— ¿Mataste a mi padre?
No pensaba hablarle sobre el horrocrux, pues no quería que Draco se enterará sobre su visita a Elliot Avery en las mazmorras.
— ¿Quién te lo ha dicho?
— Escuche hablar a unos de tus mortifagos.
Draco cerró los ojos y masajeó su sien. Entonces se puso de pie con un quejido.
Estaba hecho polvo.
— Sí, lo hice.
«Por lo menos tenía la decencia de reconocerlo».
— Lo hiciste.
— Se los advertí, Emily. Les dejé muy en claro, que cualquier otra cosa que hagan contra ti, los mataré. Tuve la oportunidad de matar a tu mamá y hasta a tu hermana, pero no lo hice.
— ¡Eres un cínico!
— Sabes muy bien lo que soy, siempre me lo echas en cara.
— ¡Porque no entiendo como te atreves a decir algo así sin un ápice de respeto hacia mi!
— ¿Prefieres las mentiras? —cuestionó y dio un paso hacia al frente, sosteniendo su abdomen—. ¿Prefieres que te mire a la cara y te mienta?
Ella bajó la cabeza.
— Prefiero que no toques a mi familia.
— ¡Tonterías! —gruñó—. ¡Ese hombre te estaba maltratando! ¡Vivías en un constante maltrato, Emily! ¿Por qué crees que tienes tantos transtornos mentales? ¿Por gusto? —rió—. ¡Cada cosa tiene una razón de ser y de existir!
— ¡No tienes derecho a...! —su voz se rompió.
— ¿Problemas con el alcohol? —se exaltó y trató de dar otro paso al frente—. ¿Problemas con la comida?
— ¡Cállate!
— ¿Cortarte para evitar pensar en las cosas que te atormentan y que el dolor, que tienes dentro de tu alma, se concentre en el físico? —prosiguió—. ¡No me voy a callar, Emily! ¿Cuanto más evitarás hablar de todo el daño que te hizo tu jodida familia?
— ¿Y la tuya? ¡Eres un asesino gracias a ellos! ¡Eres un cínico, controlador y psicopata gracias a ellos!
— No estamos hablando de mi.
— ¡Pero yo quiero hablar de todo el daño que nos estás haciendo debido al sistema que tienes! —lo señaló con un dedo—. ¡No sabes hablar las cosas, no sabes tratarlas y con cualquier pequeña cosa que te digo, ya estás diciendo que te quiero cambiar!
— Porque es así.
— No —negó—. Puedes ser un jodido asesino, Draco, pero debes aprender qué hay límites y debes respetar a las personas que, según tú, quieres.
Draco no le volvió a responder, en lugar de eso, se pasó la mano por el pelo rubio tratando de ponerlo en su lugar.
— No estoy enojada porque hayas asesinado a mi padre —reconoció con un hilo de voz—, estoy enojada porque no tuviste la confianza de decírmelo y dejaste que creyera, que todos creyeran, que murió por un ataque de asma.
Él la miró de hito en hito, con los ojos rojos y cristalinos; asintió con la cabeza varías veces y cerró los ojos.
— Está bien, lo siento. Perdóname. Hay que arreglar esto, no me gusta estar peleados.
— ¿Hay algo más que me quieras confesar? —preguntó con el corazón en mano.
— No, eso es todo.
Ella curvó los labios hacia abajo y asintió.
— Piénsalo bien.—dicho eso, salió del lugar dando un portazo.
No le iba a preguntar nada directo, quería ver si Draco confiaba en ella lo suficiente como para confesarle que tenía un horrocrux.
♱
La noche ya se sentía pesada sobre los hombros de Emily, las sensaciones, sentimientos, pensamientos y todo eso, habían acabado con su temperamento. Después de cenar, Emily quedó acostada sobre su cama, mirando a la nada.
No tenía ganas de hablar ni con Feyre, tampoco con su madre y con nadie, en realidad.
Cuando la puerta se abrió y dejó ver una larga cabellera rubia y una negra corta, ella sintió el impulso de meterse bajo las cobijas y esconderse, pero ya era demasiado tarde para hacer eso.
Las dos chicas se sentaron sobre la cama y le sonrieron.
— Hola.—saludó Lily.
— Hola, ¿qué tal?
— Venimos a darte una buena noticia en medio de todo este lió.
— ¿Ah, sí? —Emily se obligó a sonreírles—. Las escucho.
Ellas unieron sus manos con lentitud y las pusieron en alto, mostrándoselas a Emily.
— Estamos juntas.
— Oficialmente.—agregó Lily.
No podía mentir, eso sí le agradaba y, era sin duda, una buena noticia en medio de la tormenta.
Se alegraba por Pansy, porque sabía que quería a Lily de verdad, y se alegraba porque Lily al fin lograra abrir su corazón sin importarle nada ni nadie.
Esta vez, su sonrisa fue real.
— ¿Es en serio?
— ¡Sí! —chilló Pansy—. Lily al fin admitió que me ama y no puede vivir sin mi.
— ¡Estoy feliz por ustedes dos!
— Ophelia dice que siente no poder estar aquí, que te manda saludos y muchos abrazos.
Ophelia... no se había acordado del compromiso que tenía con Elliot, no había hablado con ella sobre eso. Se sentía una mala amiga.
— ¿Ella está bien?
— Tratando de sobrellevarlo —mencionó Lily—. No le caía bien Rose, a nadie en realidad, pero aun así está apoyando a su familia y a Elliot...
— ¿Ha salido en...los periódicos? ¿Lo qué pasó?
— Sí, algo así.
— ¿Algo así?
— No mencionan que Elliot le lanzó una maldicion asesina a Draco, sino cuestionarían cómo fue que sobrevivió.
— Hmm —Emily sopesó lo que estaba a punto de preguntar—, ¿Pansy, tú sabes algo sobre el horrocrux?
La expresión de la mujer cambió por completo.
— No mucho —respondió—. ¿Qué sabes tú?
— Nada.
— ¿Fue él quien te lo dijo?
— No.
— Emily, debes darle tiempo. Draco hace mucho que no está en una relación y se le dificulta abrirse con las personas.
— Sí, como digas.
Siguieron hablando por algunas horas más, hasta que las dos mujeres se dieron cuenta que Emily lo hacía más por compromiso que por gusto. Fue entonces cuando se despidieron de ella y se marcharon.
Emily se dio una larga ducha, bebió mitad de una botella de vino tinto, y aún así no podía dejar de pensar en el horrocrux y todos los secretos que guardaba Draco en su interior.
En lo oscuro que era su amante. Despiadado y sadico.
Lo miraba con ojos de amor, de eso estaba segura, porque Draco era todo menos normal.
Prendió dos velas aromáticas y trató de tranquilizarse mientras le escribía una corta carta para Harry Potter; explicando la razón del por qué no habían llegado y lo dejaron plantado.
Remojo la pluma en la tinta y después la colocó sobre el pergamino, escribiendo así.
Espero que esta carta le llegue pronto.
Una sincera disculpa de mi parte por haberlo dejado plantado, sucedieron algunas cosas que me lo impidieron.
También agradezco su acto de nobleza al tratar de ayudarme con todo esto.
Espero nos podamos ver pronto.
Sinceramente,
Emily Cresswell.
Sumida en sus pensamientos, Emily mordió la punta de la pluma y pensó si sería prudente escribir algo más o dejarla sencilla y corta.
Escuchó unos pasos adentrándose en la habitación, un peso recargándose sobre la pared, y ella dejó la pluma y el pergamino doblado a un lado.
— ¿Te gusta tanto como para escribirle cartas?
Ella suspiró antes de darse la vuelta y mirar a Draco recargado sobre la pared, sosteniendo en una mano una botella y en la otra un vaso que contenía un líquido ámbar.
Su camisa negra un poco desabotonada y las mangas arremangadas, dejando al descubierto algunas cicatrices, venas pronunciadas y aquella marca tenebrosa sobre su antebrazo; oscura, llamativa y jodidamente sexy.
Por alguna extraña razón, aquel hematoma cerca de su ojo, lo hacía ver aún más atractivo. Su labio partido por la mitad y las ojeras adornando sus ojos.
Su ministro, su príncipe oscuro, su amante. Suyo.
Y, estaba celoso e inseguro.
— No le estaba escribiendo una carta a nadie, Draco.
— Te veías muy pensativa al hacerlo. ¿Te preguntabas si deberías decirle algo más? ¿Quieres que le eche un vistazo para ayudarte?
Ella suspiró pesadamente mientras él se acercaba a ella. Dejó el vaso y la botella sobre el escritorio y colocó las manos sobre los reposabrazos de la silla, acercando su cara a la de Emily.
— Deberias estar descansando.
— He tomado varías pociones, y ya me siento mucho mejor.
Su aliento llegó a las fosas nasales de Emily, percibiendo un aroma a alcohol.
— Estás borracho.—afirmó.
— Estoy dolido.
— ¿Qué te duele?
— El corazón —dijo él, la voz rompiéndosele—. Mi amada me lo ha roto.
— Draco —ella cerró los ojos y suspiró—. No seas dramático.
Él se sentó sobre el borde de la cama, con los codos apoyados sobre sus piernas y la cabeza gacha.
Emily se acercó a él, colocó una rodilla sobre la cama —rozando la pierna de Draco— y cogió su cara con las dos manos.
Las mejillas de Draco estaban un tanto humedecidas y sus ojos adquiriendo un color rojizo.
Él humedeció sus labios antes de decir:
— ¿Él te trata mejor que yo? —inquirió—. Sé que no soy el mejor...La mejor persona contigo, pero trato de hacerlo. Me esfuerzo por serlo.
— Draco, no hay otro en mi vida. No lo hay.—le aseguró.
Él colocó las manos sobre la cintura de Emily, y ella sintió como le temblaban. Acercó la cara a la suya y plantó un beso sobre sus labios.
— ¿Te has vestido así para mi? —preguntó, refiriéndose al camisón de seda que Emily llevaba puesto—. ¿O tenías planes con otra persona?
— Solo tú me has visto vestida de esta manera.
Emily se inclinó y unió sus labios a los de Draco, un beso lento, pero apasionado y devorador.
Aferró los dientes al labio inferior de Draco, lo mordisqueó y tiró de el para después introducir su lengua en su cavidad bucal y explorar su boca.
Él gimió en la boca de Emily, mostrando qué tanto le gustaba el beso. Las grandes manos de Draco se posicionaron sobre el trasero de la mujer y lo apretó con ganas, tirando más de su cuerpo hacia él.
Esta vez fue el turno de Draco de morder el labio de Emily, pero lo hizo con fuerza y agresividad; tiró de el con la suficiente fuerza como para que sangrara un poco.
— Miénteme de nuevo, por favor.— le pidió mientras la sentaba a horcajadas sobre sus piernas.
La erreccion de Draco golpeó contra su centro y la fricción se sintió exquisita.
El largo cabello de Emily le cayó a los lados mientras besaba con más intensidad a Draco.
— Dime que me amas.
Ella se separó solo para pronunciar con claridad, viéndolo a esos ojos grises.
— Te amo.
Draco ejerció fuerza sobre la cadera de la mujer y la giró, posicionándola sobre la cama y él ciñéndose sobre ella.
— Voy a hacerte el amor tan lentamente para que cada detalle mío se quede grabado en tu piel.—murmuró sobre la piel de su cuello, bajando lentamente.
— Sí —jadeó Emily con los ojos cerrados—. Hazlo.
Sintió los besos húmedos de Draco bajar por su clavícula mientras deslizaba los tirantes suavemente por sus brazos.
La lengua de Draco rozó su areola con suavidad, rodeándola para después succionarla con la boca.
Un jadeó brotó de los labios de Emily, llenando la habitación.
Abrió las piernas de Emily con ayuda de su rodilla, y después la colocó sobre su sexo, moliéndolo lentamente.
Los ojos de Emily rodaron hasta la parte posterior de su cabeza, sintiendo una sensación de placer embriagadora. Arqueó la espalda, dándole más espacio a Draco para jugar con sus senos.
Con la otra mano, comenzó a rodear su pezon con el dedo índice y el pulgar, mientras que su rodilla aún estaba meciéndose sobre el clitoris de Emily.
Ella se mordió el labio para evitar dejar salir un gemido. Sin embargo, fue en vano; brotó de sus labios más fuerte de lo que creía, y él se burló.
— Te odio —le dijo jadeante, aferrando las manos a la tela de su camisa y tirando de ella para romperla—. Te odio, pero no hay nada que odie más que mi cuerpo anhelándote.
Su centro palpitaba por la excitacion y su corazón se estaba acelerando lo suficiente para poder sentirlo.
Coló la mano por las bragas de Emily y rozó un dedo sobre su abertura hasta su clitoris.
Ella lo miró con ojos suplicantes, anhelando sentirlo dentro de ella. Era casi adictivo.
— Por favor.—suplicó.
— Sucia. Estás tan exquisitamente húmeda.
— Sí, sí lo estoy.
— ¿Quieres tener mi pene en tu interior?
Ella asintió energéticamente con la cabeza.
Posó la mano sobre las muñecas de Emily, y las posicionó sobre su cabeza; conjurando un hechizo para que éstas quedaran atadas e inmovilizadas.
— ¿Así están bien, amor? —inquirió, refiriéndose a las ataduras.
Ella asintió con la cabeza. La tela suave sobre su piel era como una caricia. Sin embargo, estaban bien apretadas; impidiéndole moverlas.
Con ayuda de la magia, hizo desaparecer el camisón de Emily por completo, dejando a la vista sus senos desnudos y sus bragas de un color azul.
Los ojos grises se pasearon por todo el cuerpo de su amada, desde su cuello hasta sus senos y caderas. Remojó sus labios y sus ojos brillaron con intensidad.
Un color rosáceo le tiñó las mejillas a Emily, tras la intensa mirada de Draco.
El aire gélido le mordió la piel a Emily, provocando que su piel se erizara.
Draco pegó los labios a su cuello, succionando la piel y mordisqueandola. Obviamente, dejando una marca sobre ella. Una marca suya.
Siguió bajando, repitiendo el mismo proceso.
— Es mi turno de marcarte como lo hacías tú cuando Rose vivía —dijo.
Emily solía dejar marcas sobre el cuello de Draco y arañar su espalda lo más que podía solo para que ella viera que él había estado con ella, que la había follado tan fuerte que tuvo que arañarlo.
— Es mi turno de mostrarle al mundo qué tan bien follada estás por tu príncipe oscuro...
— Hazme gemir fuerte entonces.—lo desafió.
— ¿Cómo deseas que te haga gemir?
Emily señaló con la barbilla su entrepierna.
— Aquí abajo.
— ¿Dónde? —se burló, mientras acariciaba sus muslos lentamente, pero sin llegar a su entrepierna.
— Draco —se mordió el labio—. Por favor.
— ¿Dónde quieres mis labios, Em?
— Abajo, por favor.
— ¿Aquí? —toqueteó su abdomen bajo.
— Más abajo.
— ¿Dónde?
— En mi...—cogió una bocanada de aire cuando Draco jugueteo con el elástico de su braga.
— ¿Sí, Em?
— En mi coño.
— ¿Quieres que te folle el coño con mi lengua?
— Sí.
— La palabra mágica, cariño. ¿Cuál es?
— Draco —se retorció por el desespero—. Hazlo ya.
— Suplica por mi lengua.
— Por favor, por favor —lloriqueó—. Por favor.
Observó como los ojos de Draco se oscurecían y los cerraba por una fracción de segundos. A continuación, aferró la mano a sus bragas y les dio un tirón, rompiéndolas por completo.
El ruido de la tela desgarrándose, la excito aún más.
Vio como Draco cogia la botella de licor que estaba sobre la mesa y se acercaba a ella, inclinándola un poco y vertiendo el líquido ámbar sobre su estómago.
Éste se escurrió al instante sobre su vientre y bajo hasta su intimidad, humedeciendo la aún más.
Emily gimió cuando Draco se arrodillo y enterró la lengua en su interior, lamiéndola de arriba abajo una y otra vez.
Draco chupó su clitoris, estirándolo en su boca y repitiéndolo una y otra vez, provocando que Emily se retorciera sobre la cama, desesperada por un alivio.
Estaba bebiendo de ella, de una manera literal.
Lamió de arriba hacia abajo, girando su lengua alrededor de su protuberancia.
Emily trató de cerrar las piernas, pero Draco se lo impidió, abriéndola aún más con ambas manos. Lamiéndola cada vez más rápido, más profundo.
— Draco.—jadeó, las lágrimas cayendo sobre su rostro.
— Dime qué quieres que cambie de mi —dijo sin dejar de lamerla—. Dime qué hacer para mejorar.
— Nada —jadeó Emily—. Te quiero así.
Él colocó el dedo índice sobre su clitoris y comenzó a estimularlo.
— ¿Estás segura?
— ¡Joder, Draco! —gimió.
Draco apartó la cara de la intimidad de Emily, solo para agregar, de golpe, dos dedos en su interior.
Cogió la botella de licor y bebió de ella mientras le indicaba a Emily que abriera los labios. Acto seguido escupió en su boca. Ella tragó y el líquido le hizo arder la garganta.
Ella arqueó las caderas, pidiendo por más.
Draco bombeó sus dedos dentro de ella a una velocidad alta mientras que su dedo pulgar estimulaba su clitoris.
La marca tenebrosa visible en su antebrazo izquierdo, excitando más y más a Emily.
— Eres tan sucia —le dijo él—. Te pones tan sucia cuando te estoy follando. Cuando mis dedos te follan. ¿No es así?
Le era imposible articular palabra alguna, así que solo asintió.
— ¿Crees que Blaise, Elliot u algún otro te haría todas estas cosas? —la penetro con fuerza—. ¿Crees que te harían sentir tan bien como yo?
Los dedos de sus pies se curvaron, su cuerpo listo para perder la conciencia y entregarse al placer. Entonces él se detuvo por completo. Se detuvo y se puso en pie, viendo las lágrimas derramarse por el rostro de Emily y sus mejillas rojizas.
— ¿Draco? —pronunció con voz aguda.
El hombre no le respondió, en lugar de eso se paseó por la habitación con tan solo sus pantalones y su torso desnudó.
Sobre el centro de su abdomen se alojaba un hematoma gigante, de todos los colores. Se miraba horrible, peor que las cicatrices viejas que ya tenía sobre el cuerpo.
No tenía idea de qué estaba buscando y rezo para que no sea la carta.
Ella se incorporó sobre la cama, viendo la espalda de Draco; sus músculos tensándose al coger algo y alzarlo para echarle un vistazo.
Cuando se giró, sobre su rostro había una sonrisa juguetona y en sus manos colgaba una cámara.
— ¿Qué es esto, pequeña Emily?
Era una cámara muggle, propiedad de Lily. Se la había dejado de recuerdo, Emily nunca le dio uso.
— Una cámara.
— ¿Pero para qué la usas?
Ella lamió sus labios, los brazos le empezaban a doler.
— No le he dado uso —reconoció—. Es de Lily, me la ha dejado como un recuerdo.
Su labio se curvó en una sonrisa que derrochaba maldad. Sus ojos adquirieron un brillo de diversión, perversidad y maldad.
La prendió —Emily se dio cuenta de eso porque una luz roja empezó a parpadear— y se acercó a ella.
Draco uso la varita y desató las manos de Emily. Entonces le dijo con voz ronca:
— Acuéstate y ábrete para mi.
Ella obedeció, sintiendo la excitacion crecer más y más.
Se acomodó sobre las almohadas y abrió las piernas de par en par. Su zona íntima aún latiendo, rojiza, húmeda e hinchada.
— Mira todas las cosas sucias que hago por ti, para complacerte a ti.
Acercó la cámara a su cara, después bajó sobre su cuello y la posicionó sobre su entrepierna.
— ¿Quieres que dejemos esto prendido mientras nos follamos?
— Sí.
Draco se acercó a Emily —aún sosteniendo la cámara— y palmeó unos de sus senos. Éste enrojeció por el contacto y sus pezones endurecieron.
Entonces Draco dejó la cámara sobre la superficie de una mesa, justo frente a ellos y se abrió el pantalón, dejándolo caer con su bóxer.
El pene de Draco golpeó contra su ombligo, excitado y duro; con la punta de un color rosáceo algo humeda.
Su boca se le hizo agua y apretó las piernas para ganar algo de fricción.
Ella gateó sobre la cama hasta llegar a Draco, se puso sobre sus rodillas y lo miró desde abajo con ojos inocentes.
Sabía que eso lo mataba.
Él acarició su rostro lentamente y dejó un beso sobre su frente.
Entonces Emily se inclinó y escupió sobre su pene, y después enroscó la mano alrededor de éste para bajarla y subirla.
No era experta, pero había aprendido como le gustaba a Draco que lo tocaran, y qué lo llevaba al clímax. Así que lo hizo, apretó un tanto y comenzó a bajar y a subir lentamente, empapándolo de su saliva.
Draco echo la cabeza hacia atrás y maldijo con voz ronca, cosa que excito aún más a Emily.
Ahora era su turno.
— No sabes lo mojada que estoy por ti, Draco — mencionó sin detener sus movimientos—. Anhelo sentirte en mi interior.
Dicho eso, Emily inclinó la cabeza y ahuecó el pene de Draco en su boca; bajando con lentitud y con cuidado de no lastimarlo.
Sintió como la mano de Draco cogia un puñado de su cabello y la ayudaba a marcar el ritmo que se sentía perfecto para él.
Para satisfacerlo, Emily permitió que él la guiara.
La punta golpeó contra la base de su garganta y ella alzó la vista para verlo a los ojos.
Ojos cristalinos, el labio mordido y las venas marcándose sobre sus brazos.
Los pequeños jadeos que emitía, la instaban a seguir más, a darle todo el placer que era capaz de proporcionarle.
Al subir, Emily sacó la lengua y lo lamió hasta la punta. Entonces uso ambas manos para ayudarse.
— Emily, joder. Joder. Joder.
La fuerza que ejercía sobre el puñado de su cabello, se intensificó aun más y volvió a obligarla a bajar.
Cuando lo tomó por completo, Draco comenzó a mover las caderas de adentro hacia afuera, follando su boca con fuerza.
Sus ojos lagrimearon, y Draco recogió una de sus lágrimas con el dedo y se lo llevó a la boca.
Minutos después Draco relajo su agarre y dejó caer la cabeza hacia atrás. Su gemido salió ronco y su manzana de Adán subió y bajó al instante que el hombre tragó saliva.
Antes de que Draco se corriera, Emily deslizó los labios hasta la punta de su pene y sacó la lengua, esperando pacientemente por sentir su sabor.
Un latido después, Draco se estaba corriendo en su lengua. El semen le cayó sobre la mejilla y la clavícula llenándola.
Ella tragó y lamió sus labios. Después recogió otro poco del semen de Draco que le había caído sobre la mejilla y lamió su dedo.
Ella llevó ese mismo dedo —que ella había lamido— a los labios del hombre, una petición silenciosa que él acató al instante; abriendo la boca y chupando el dedo de Emily. Le mordió la punta y después se inclinó para devorar sus labios.
Aquel semen que aún permanecía sobre el pecho de Emily, Draco lo unto sobre sus senos y al apartarse de sus labios, la mordió.
— Follame como si me odiaras.—le pidió ella.
— Te partiré en dos entonces.
Ella, desafiándolo, abrió las piernas de par en par ante él. Llevó los dedos a su boca y los chupó, para después llevarlos a su clitoris.
— Párteme en dos.
Fue todo lo que necesitó Draco para conjurar un condón, colocárselo y coger a Emily en sus brazos para sentarla a horcajadas sobre él. La promesa de follarla hasta la inconsciencia bailando entre ellos.
— Coloca mi pene dentro de ti, Em.—ordenó con la voz ronca.
Emily lamió sus labios para después meter la mano entre sus cuerpos y coger el grueso pene de Draco y alinearlo con su entrada.
Él colocó las manos sobre su trasero y la ayudó a bajar lentamente hasta el fondo.
Emily subió y bajó una vez, ganándose un gemido de Draco. Una curva instantánea en sus labios, demostrando lo mucho que le gustaba.
— Sigues estando tan apretada como el primer día —le habló Draco—. Sigues tomándome tan jodidamente bien como el primer día.
Draco puso la mano en alto para después golpear la piel de su trasero con fuerza. Ella gimió y aferró las uñas sobre los hombros de Draco, hundiéndose en su piel y dejando una marca.
Con cada estocada, los senos de Emily rebotaban de arriba hacia abajo, llamando la atención de Draco. Su cuerpo llenándose de sudor, un nudo instalándose en lo bajo de su abdomen.
Draco enroscó la mano alrededor de su cuello, apretándolo lo suficiente para no lastimarla, pero sí dejar la marca de sus dedos sobre su piel.
— Quiero que todos sepan que esta noche fuiste mía. Que te folle y que fuiste esa mocosa sucia que eres solo cuando estás a solas conmigo.—gruñó mientras se arqueaba para tomar el control y follarla desde abajo.
Los gemidos de Emily aumentaron, llenando la habitación.
Su pene llegó hasta el fondo, llenándola por completo. Palpitando en su interior.
Emily se apretó alrededor de él, pegando los labios a su cuello y besándolo.
La mano de Draco se sumergió entre sus piernas, frotando su clitoris para aumentar aún más el placer de Emily.
Ella echó la cabeza hacia atrás, su cabello cayéndole sobre la espalda, dejando salir gemidos bajos y moviendo las caderas en círculos.
Siempre se sentía tan bien sentir a Draco en su interior, duro como una roca. Pero se sentía mejor cuando él la follaba enojado.
— Mira a la cámara mientras te corres, amor.
Emily obedeció, mirando hacia la cámara por sobre su hombro, mientras Draco la sostenía con un brazo y la levantaba para ponerla sobre la cama en cuatro.
Cuando el hombre se posicionó detrás de ella, Emily sintió como él cogia un puñado de su cabello y tiraba de el con fuerza, provocando que su espalda chocara contra el pecho de Draco.
Él pegó los labios a su hombro y comenzó a dejar besos húmedos mientras la penetraba lentamente, pero con fuerza.
Minutos después, Emily dejó caer la cabeza sobre el hombro de Draco, con la respiración entrecortada y un espasmo atravesando su cuerpo entero.
Su corazón acelerado mientras sentía que Draco alcanzaba su segundo orgasmo mientras ella llegaba al suyo.
Llegaron juntos y se dejaron caer sobre la cama juntos. La respiración agitada, el cuerpo sudoroso.
Él dejó un casto beso sobre los labios de Emily.
— Emily.—susurró él después de un rato.
— ¿Hmm? —murmuró ella de vuelta, con los ojos cerrados.
Se sentía demasiada cansada como para abrir los ojos y hablarle a Draco. Podía escucharlo así.
— Las cosas no están bien entre nosotros y tampoco está bien que pensemos que follando arreglaremos las cosas.
Eso la hizo abrir los ojos apesar del cansancio que gobernaba su cuerpo.
— ¿Cómo? —frunció el ceño.
— Las cosas han estado incómodas.
— Sí —reconoció—. Porque tú has preferido dejar de hablarme a contarme lo que te molesta.
— Me molesta que estés alrededor de otros hombres.
Emily supo al instante que hablaba de Blaise Zabini.
— Blaise es un amigo solamente.—le aseguró.
Él dejó salir un pesado suspiró.
— No le hables por su nombre.
El ceño de la mujer se profundizó aún más.
— ¿Entonces?
— ¡Por su apellido, pues!
— Estás celoso.—se burló.
— Joder, claro que lo estoy, Emily. Me pongo como loco siempre que se te acerca algún hombre, me hierve la sangre y no lo tolero.
Ella sonrió y besó su mejilla.
— ¿Podemos hablar de esto mañana?
— Está bien.
Draco la ayudó a limpiarse y acomodarse entre las sabanas. La habitación estaba en completa penumbra con tan solo la luz de la luna alumbrando el lugar.
Antes de cerrar los ojos, Emily vio como Draco apagaba la cámara y después se acostaba a su lado, abrazándola.
Emily se quedó dormida sintiendo las suaves caricias de Draco sobre su mejilla y cabello; un casto beso sobre la coronilla de su cabeza, un abrazo alrededor de su cintura y un suave: «Te amo más de lo que cualquier persona podría llegar a amar».
♱
Al día siguiente, el lugar a su lado estaba vacío, con la sábana arrugada; la cámara seguía donde la habían dejado, solamente que ahora permanecía apagada.
Pero algo raro había en la habitación, exactamente cerca de su escritorio...
Todo estaba revuelto y algunas cosas estaban caídas sobre el suelo.
Su corazón dio un brinco y se levantó con rapidez de la cama, acercándose al escritorio.
Observó el escritorio hasta dar con aquella carta —que iba dirigida a Harry Potter— que antes estaba doblada y ahora permanecía abierta, como si alguién la leyera.
Abierta. La carta estaba abierta.
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