042
Emily. 𝔩𝔲𝔠𝔢𝔞𝔱 𝔩𝔲𝔵 𝔳𝔢𝔰𝔱𝔯𝔞. 𝐿&𝒟.
Mientras esperaba a la medibruja, Emily deambulo por la habitación de Draco. Siempre se la imaginó exagerada, con cosas caras y llena de cosas. Sin embargo, la habitación del ministro de magia contaba con una cama tamaño matrimonial, una simple recamara; dos lamparas, un librero y un simple escritorio.
Todo era oscuro en su habitación, desde las sabanas hasta los muebles.
Como era curiosa —y hace tiempo que no se disponía a alimentar su curiosidad— buscó en los muebles de Draco.
Encontró ropa —de color negro— camisas, camisetas, playeras y pantalones; todos del mismo color. A excepción de un hermoso vestido que su cola caía como una cascada y era de un color rojizo.
Se le quedó viendo por varios minutos, se acercó y lo olisqueó para que el aroma femenino llegara a sus fosas nasales.
Ladeó la cabeza y pasó la mano lentamente sobre la tela del vestido. Supuso que era propiedad de Arabella, pero no estaba seguro de eso.
A lo mejor, Draco le había comprado a ella otro vestido.
Siguió viendo los cajones de Draco; abrió cada uno de ellos hasta que encontró una fotografía que se movía. Se trataba de dos personas, Draco Malfoy en su adolescencia y una chica, que al igual que él, era joven.
Era invierno —lo supuso por la nieve que caía a su alrededor— y la chica de la fotografía miraba a la cámara con una gran sonrisa mientras que Draco se acercaba y dejaba un gran beso sobre su mejilla.
Sintió como algo le abrazaba el corazón, no una calidez sino una tristeza profunda.
Él en serio habia amado a Arabella, muy profundamente, en sus ojos estaba claro el amor que le tenia a la chica.
El vestido que usaba la chica era igual al que había en el closet de Draco, y él vestía un traje completamente blanco.
Se mordió el labio y se enfocó en el rostro de la chica. Tenía largo cabello de color marrón y sus ojos eran del mismo, labios regordetes, nariz un poco ancha y alrededor de su cuello había un precioso collar de rubíes.
Buscó el parecido entre ellas dos —que Pansy había mencionado— pero sinceramente no lo encontró.
Lo dejó nuevamente en su lugar y optó por sentarse en la cama y esperar a la medibruja desde ahí.
Se había arrepentido de buscar entre las cosas de Draco, y entendió el refrán que le decía su madre siempre: «la curiosidad mato al gato».
Después de varios minutos —alrededor de veinte— la puerta se abrió dejando ver a la medibruja que trataba a Emily.
La mujer le regaló una sonrisa cálida y la envolvió en un abrazo. Después le dio una vuelta.
— Te ves muy bien.
— ¿Bien?
La medibruja colocó la mano sobre su barbilla y achicó los ojos.
— Sí. ¿Draco no te ha dicho que te ves preciosa?
— No he visto a Draco en todo el dia.
Eleonora —la bruja— se acercó al rostro de Emily y la miró directamente a los ojos.
— Hay algo diferente en ti, pero no puedo descifrar qué es.
— Mi papá falleció.—soltó ella.
— No es tristeza lo que veo en ti, Emily. Es todo lo contrario, tus ojos tienen un brillo especial —se acercó y olisqueó su hombro— y tienes un aroma diferente.
— Es que hoy he usado un jabón diferente.
La mujer chasqueó la lengua y negó con la cabeza.
— ¿Eres activa sexualmente?
Sintió un bochorno subirle por todo el cuerpo y sus mejillas se tiñeron de un color rosáceo.
— Me imagino que sí, ¿no? Draco me ha mencionado algo.
— ¿Qué? —quiso saber.
— Que no puede dejar de pensar en ti en todas las formas posibles.
— ¿Solo eso?
— No puedo hablar sobre lo que me dice Draco o lo que me dices tú, Emily.
— Bueno —suspiró—. Entonces supongo que sí...soy activa, creo.
— ¿Supones?
— Sí, no sé.
— ¿Hace cuánto no tienes relaciones?
— Hace unos cuantos, varios, días.
— ¿Y antes de eso?
Se rascó la parte trasera de su cuello, incómoda.
— A lo mejor lo hacía dos veces al día.
— Hmm —tarareó—. Si hubieses estado embarazada Draco sería el primero en saberlo.
— Usamos protección —aseguró y luego recordó que habían días que lo hacían sin—. Bueno, a veces.
— Dudo que estes embarazada, ya que como lo he mencionado antes, Draco sería el primero en notarlo.
La medibruja volvió a sonreírle y sacudió su varita. Una báscula apareció en medio de la habitación y Eleonora le indicó que se quitara las prendas y se subiera.
Dicho y hecho, Emily al estar solo en su ropa interior —por desgracia de diferentes colores. La braga de un color blanco con puntos rosados y el sostenedor morado— se subió a la báscula.
Un latido después, se bajó nuevamente y comenzó a vestirse.
— Bueno, tu peso esta magnífico, Emily.
— ¿Sí?
— Sí, vamos muy bien. Has ganado grasa corporal y has subido de peso.
— ¿Mucho? —preguntó preocupada.
— Lo perfecto. Vas muy bien, estoy muy orgullosa de ti.
Una calidez llenó el interior de Emily y sus ojos brillaron con intensidad.
— Gracias.
— ¿Impulsos de cortarte? —cuestionó con una pluma en mano y libreta—. ¿Pensamientos intrusivos? ¿Ganas de vomitar, no comer? ¿Tristeza? ¿Bajones emocionales?
Emily pensó con cuidado todo aquello, y le sorprendió saber que no había pensado en cortarse, tampoco en su peso.
— Nada de eso.
La medibruja escribió algo y alzó la cabeza.
— Eso es todo, Emily Cresswell. Nos veremos la próxima semana.
Recogió todas sus cosas y se despidió de Emily con un beso sobre la mejilla.
♱
Por alguna extraña razón, se sentía bien y feliz, aunque su padre estaba muerto y se suponía que debía llorarlo; como lo hacía su madre y Feyre.
Sí, vestia de negro, porque según estaba de luto, pero su corazón decía otra cosa.
Se aproximó hasta el tercer piso de la mansión y caminó hacia el fondo de éste, hasta topar con aquella puerta ancha y alta de madera.
Colocó la mano sobre la manija y la giró para abrir la puerta y adentrarse en aquella habitación que una vez tanto anhelo abrir.
Se sorprendió al ver que no era una habitación de castigos, sino todo lo contrario.
Una cama matrimonial, alfombra, dos mesas de noche, varios libreros y una ventana al fondo de la habitación. Todo era de color café y crema.
Permitió que sus paredes de Oclumancia bajaran y le habló a Draco de mente a mente.
Eso también se lo había enseñado Draco.
«Pensé que tenías a Hermione Granger de una manera asquerosa».
«¿Qué haces allí?», le preguntó él.
«Nada, siempre quise saber cómo tenías a Hermione. Ahora veo que la tenías muy bien atendida».
«No soy un monstruo como tú y tu madre creen, Emily».
«¿Le tenías cariño?»
«No, nunca».
Ella examinó los libreros de la chica, viendo qué tipo de libros le gustaba leer. Romance. Siempre romance.
«¿Qué hiciste con su cuerpo?»
«Lo queme y lo tire en el lago negro de Hogwarts».
Emily no volvió a responder, salió y cerró la puerta. Entonces se dispuso a bajar y ver si la sala de té estaba libre para comer allí con su familia.
Sus pasos resonaban por todo el vestíbulo mientras Emily bajaba las escaleras, su falda ondeando detrás de ella por la brisa gélida.
«¿Volverás a casa temprano?»
«No tengo idea, Em».
«Te extraño».
«Yo más, amor mío. Yo más».
El fantasma de una sonrisa apareció sobre sus labios antes de abrir la puerta.
Sus ojos se abrieron de par en par al igual que sus labios.
La imagen que tenía frente a ella nunca imaginó llegar a verla. A ver algo así.
Narcissa Malfoy permanecía sobre la superficie del piano mientras que una cabellera negra estaba entre sus piernas.
Parpadeó y parpadeó hasta asegurarse que estaba viendo bien. Entonces salió y dio un portazo a la puerta.
Se frotó los ojos varías veces y exhaló.
Entonces recordó que no había subido las paredes de su Oclumancia y que Draco perfectamente podía saber lo que ella había visto.
«Lamento que hayas tenido que presenciar eso», escuchó la voz de Draco en su mente.
«¿Tú ya sabías?»
«Hace años que lo sé».
«Oh, Merlin».
«Lástima, tenía pensado en usar ese piano contigo. Ahora no podré hacerlo».
Emily rio con ganas al escuchar eso.
— ¿Conversaciones de mente a mente?
Pegó un respingo y alzó la cabeza para encontrarse con Elliot.
— Sí, algo así.
Lo miró con atención; su piel pálida y sin brillo, las ojeras que se alojaban bajo sus párpados y sus labios partidos. Tenía un aspecto terrible.
— Felicidades.
Él arqueó una ceja.
— ¿Por?
— Tu compromiso con Ophelia.
— Ah —cerró los ojos y asintió—. Me gustaría que ese compromiso se diera de una manera diferente, a decir verdad.
— ¿Diferente?
— Matrimonio arreglado —mencionó—. Su padre y el mío arreglaron todo.
— Oh, ya veo...
— Sí, en los sangre pura se acostumbra a hacer varias cosas de ese tipo. Arreglar matrimonios, cagarle la vida a sus hijos, obligarlos a hacer cosas que no quieren y usar de pretexto el juramento inquebrantable.
Emily sintió pena por el mago frente a ella, por su aspecto y las palabras amargas que salían de sus labios.
Elliot era una persona demasiado alegre, siempre tenía una sonrisa sobre sus labios y se mantenía burlón la mayoría de las veces.
Tenía una alma tan pura como el agua...
— ¿Quieres quedarte —señaló el comedor— a comer con nosotras? A mi madre le agradas.
— No, de hecho sólo venía a hablar con Rose y ya que lo hice, me largo.
Emily elevó las cejas, y Elliot entendió que ella quería más detalles.
— Aunque no me creas, le vine a pedir que deje de molestarte. Draco no ha dejado de hablar sobre eso.
«Si tan solo Elliot supiera que quería matarla».
— Gracias —musitó—. No tenías por qué hacerlo.
Él se encogió de hombros.
— Gajes del oficio —se encaminó hasta la puerta y antes de salir, dijo—: Emily, te deseo mucha suerte y felicidad. Gracias por todo, eres una bruja maravillosa.
Entonces salió sin esperar respuesta alguna.
«Lo matare», susurró Draco en su mente.
«No te atrevas»,
«Luego te contaré como corte sus sesos mientras te follo contra la pared de mi habitación».
Emily negó con la cabeza.
♱
Al final del día, Emily decidió comer con su Feyre y Amanda en el comedor. Agradeció, realmente, agradeció que ni Narcissa ni Rose se aparecieran por ahí para echar veneno.
Cepilló su cabello y se quitó el maquillaje, entonces vistió un camisón de seda color azul como el cielo nocturno. Se cepilló los dientes, se perfumó y se miró al espejo.
El camisón le llegaba por los muslos, era muy corto para el gusto de Emily, pero haría el esfuerzo de permanecer toda la noche con eso puesto.
Sobre la espalda había una abertura de encaje y el camisón podía transparentarse con facilidad con la luz, dejando ver sus bragas de encaje negros —que la incomodaban— y sus pezones.
Se mordió el labio, tiró una capa de su cabello del otro lado y palmeó sus mejillas para darle un poco de color. Se inclinó y de su mesa cogió un bálsamo para los labios. Entonces vistió un abrigo igual de seda y del mismo color.
Prendió dos velas aromáticas, dejó un preservativo sobre la mesa de noche y se acostó sobre la cama, cogiendo un libro para fingir que estaba leyendo para cuando Draco llegará.
Realmente no sabía a qué hora llegaría su ministro, pero esperaría.
Esperaría por él.
Minutos después la puerta se abrió, Emily no alzó la cabeza hasta que escuchó la voz de Narcissa Malfoy.
— Draco odia el olor a vainilla.
Emily puso los ojos en blanco y la miró con fastidio.
— Gracias por decirme, ahora las cambiaré.
— Me parece sorprendente lo que has logrado, mestiza. ¿Poner a mi hijo de rodillas ante ti frente a todo su pueblo? Es realmente increíble.
Se encogió de hombros y sonrió.
— Lo que hace el amor, ¿no?
— ¿Sabes qué sería más magnífico? Que Draco fuera tu esposo, pero lamentablemente no lo es. Podrás hacer todo, Emily, todo, pero Rose es la esposa de Draco.
— Y Rose podrá hacer todo, pero nunca tendrá la atención de Draco.
— Sin embargo, legalmente y frente a todo el mundo, ella es su esposa y tu solo una pobre amante.
Emily empuñó las manos y exhaló.
— No me importa el título que tenga frente al mundo mientras yo sepa que es a mi a quien Draco quiere.
— En unos meses, Draco tendrá que embarazar a su esposa y así traer un heredero al mundo. ¿Y tú dónde quedarás después de eso? Podrá amarte, pero nunca superarás el amor de un padre hacia su hijo.
— Es más posible que Draco me embarace primero a mi que a Rose.—murmuró mientras volvía a su libro.
— No te quieras pasar de lista conmigo, mestiza —gruñó la mujer y golpeó la cama—. No sabes con quién te estás metiendo, no sabes de lo que soy capaz.
— Si le preocupa que Draco sepa sobre su amorío con Severus Snape, entonces debo decirle que él ya lo sabe.
La mujer dejó salir una risa sarcástica.
— Una palabra tuya sobre lo que viste, fuera de esta mansión, y te volaré los sesos como lo hice con Lucius. Además, ten en cuenta que yo también te vi de una manera muy íntima con Elliot Avery.
Emily trato de ocultar la sorpresa que la embargó por completo.
— ¿Intima? —el ceño de la chica se profundizó—. ¡No he tenido ningún encuentro íntimo con Elliot Avery! ¡Cuide sus palabras!
— Qué suerte que puedo distorsionar algunos recuerdos.
Cuando la mujer salió de la habitación, ella dejó salir un pesado y sonoro suspiró.
Se llevó la mano al pecho y, efectivamente, su corazón estaba latiendo como loco.
Apoyó la cabeza sobre la almohada y frotó sus sienes, el dolor de cabeza se hizo presente.
De repente, tuvo el arranque de quitarse ese estúpido camisón y vestir una pijama cómoda. Se le quitaron la ganas de hacer algo con él.
Resopló, bufó, suspiró.
Se sintió mal, decaída.
Las palabras de Narcissa tuvieron el efecto que ella esperó.
«Tenía razón», se dijo a sí misma. «Narcissa tiene razón».
La puerta se abrió por segunda vez, ahora dejando pasar a Feyre.
La pequeña le chiflo a su hermana.
— Qué bonita te ves, hasta parece que no duermes como un pulpo.—dijo y se sentó sobre el borde de la cama.
— Me cambiaré.
— No lo hagas, te ves bien. Aunque no entiendo por qué te arreglaste por la noche.
La pequeña niña olisqueó por toda la habitación y se acercó a la mesa de noche de Emily.
— Hmm, vainilla.
— ¿Te gusta?
— Me encanta.
— Te las regalo.
— Gracias —sonrió y agregó—. ¿Qué es esto?
Emily miró el empaque del preservativo en la pequeña mano de Feyre, y su corazón bombeó.
— Nada, dámelo.
— ¿Pero qué es? —lo miró con atención—. ¿Lo puedo abrir?
— Es...una crema.
— ¿Crema? —lo toqueteó—. No se siente como una crema.
— Es una crema... diferente. Ahora, ¿puedes devolvérmelo?
— Sí —se encogió de hombros—. Ten.
— Gracias.—Emily lo cogió y lo guardo debajo de su almohada.
— He investigado un poco sobre Hogwarts —mencionó Feyre y se acostó al lado de Emily— y tomé la decisión que quiero pertenecer a Slytherin, como Draco.
— El sombrero te elige la casa, no tú.
— Entonces espero que diga que pertenezco a Slytherin.
— ¿Por qué Slytherin?
— Ya te lo dije, quiero ser como Draco.
— Hace unas semanas le tenías miedo.
— Eso era por qué no le entendía, ahora lo hago. Él mata porque está lastimado y lo hace para sacar su dolor al exterior.
— Fey, lo que Draco hace es-
— Malo.—Draco terminó la frase por ella.
Emily giró y observó al ministro de magia. Camisa blanca con los primeros botones abiertos, los tirantes cayéndole a los costados de sus piernas y unas esposas de metal colgando de sus dedos.
— Y no lo hago porque estoy lastimado —prosiguió—, simplemente me causa placer. Así que deja de romantizar a los asesinos y lárgate.
— No le hables así a Feyre.—espetó Emily.
— Lárgate tú —replicó la menor—. Yo duermo aquí.
— Lamento informarte que yo duermo con tu hermana hace más tiempo que tú.
— Emily, dile algo.
— ¿Qué quieres que le diga?
— ¡Algo!
Draco se sentó sobre el asiento que permanecía a los pies de la cama de Emily y le sonrió a la pequeña.
Las esposas quedaron visibles para todos.
— ¿Por qué traes esposas?
— Porque tu hermana y yo jugaremos hoy al ladrón y al policía.—dijo y le guiñó un ojo a Emily.
— ¿Puedo jugar?
— No, vete.
— Emily, ¿prefieres que él duerma contigo o yo?
— No es cosa de preferencias —la calmó—, solo es que mamá necesita compañía.
Feyre arqueó una ceja y achicó los ojos.
— ¿Van a hacer el sexo?
— ¡Feyre! —gritó Emily, y Draco rompió en una carcajada.
— No se dice «el sexo» —la corrigió él—. Simplemente se dice «¿van a tener sexo?», y respondiendo a tu pregunta, sí. Ahora vete.
— Bueno, nos vemos mañana. ¡Adios!
— Deberias hablarle sobre el sexo, ¿sabes? —dijo Draco cuando Feyre cerró la puerta—. Por cierto, estoy arrepintiéndome de mandarla a Hogwarts a esa edad.
— ¿Por qué?
— Porque nunca tendrá la edad de nadie y eso será malo. Así que no sé, a lo mejor hay que esperar que cumpla los once años para mandarla.
— Sí, está bien.
Él se subió a la cama, acarició el rostro de Emily y dejó un casto beso sobre su frente.
— Hmm, veo que te preparaste para tenerme en tu interior, Em. ¿Acaso extrañas sentirme entre tus piernas, duro y erecto?
— Sí —ella remojó sus labios—. Lo extraño, pero quisiera hablarte de algo primero.
Él gruñó.
— ¿Sobre qué?
— ¿Te acuerdas cuándo me contaste sobre las reglas de la mansión?
— Ajá.
— Y dijiste que... tienes una medibruja especial para ver los días fértiles de la persona con la que te casarás para que así puedas engendrar un bebé.
— Ajá —repitió, dando caricias perezosas a la pierna de Emily—. ¿Y?
— ¿Harás eso con Rose?
Draco detuvo sus movimientos por un rato y luego los volvió a realizar.
— No, esas reglas por la competencia.
— Te casaste con Rose por la competencia.
— Sí, pero estoy contigo por amor y no me interesa traer herederos al mundo.
— ¿No?
— En lo absoluto.
— ¿No quieres tener un bebé conmigo?
— No.
— ¿Por qué?
Él se puso en pie y colocó las manos sobre sus caderas.
— Porque me da náuseas, asco y arcadas, por eso.
— ¿Como algo te puede provocar náuseas si ni siquiera sabes cómo se siente?
— Porque sólo de imaginármelo me da asco.
— Eso es imposible.—espetó.
— No me sigas hablando de eso, Emily.
Ella se puso de pie también y movió las manos cuando dijo:
— ¿Por qué no? ¡Es una conversación normal!
— ¡No lo es! Estás hablando sobre herederos.
— ¡Bebés, Draco! ¡Bebés, no herederos! Imaginate un bebé nuestro recorriendo la mansión.
— ¿Y luego qué? ¿Tener que estar al pendiente de ti y de él todo el jodido tiempo? ¿Mantenerlo constantemente en la casa para que no le hagan daño? ¡Luego crece y le será una obligación ser un asesino como yo! —exclamó.
— No es necesario que sea un asesino...
— Mira a Feyre. ¡Joder! Solo ha pasado un día en esta mansión y ya quiere ser como yo.
— Entonces cambia. ¡Puedes cambiar si quieres!
— No quiero cambiar.
— ¡Pero hasta tú sabes que está mal!
La señaló con un dedo largo y pálido, y negó con la cabeza.
— ¡Puedes irte a la jodida mierda con tu moral y tus ideales, me importa un carajo! —escupió.
— ¡No me vuelvas a hablar así en tu vida, Draco!
— No, no lo voy a hacer. Ni siquiera te dirigiré la palabra.
Draco dio algunos pasos al frente y la acorraló sobre la pared. La mestiza pegó un respingo y su respiración se aceleró.
— ¿Me vas a hacer daño?
Él negó con la cabeza lentamente.
— ¿Me amas?
Emily tragó con dificultad, tratando de mantenerle la mirada.
— No, claro que no lo haces —retrocedió un poco—. Ni siquiera sé por qué estás a mi lado.
Draco salió de su habitación y pegó un portazo al hacerlo.
—
Oigaaan, yo se que los caps son medios tediosos, pero ya mero se viene el drama.
No olviden comentar y dejar sus opiniones.
Ya saben que así me inspiro y actualizo más rápido 💖
Las tqm
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