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038


Draco. M𝔞𝔯𝔠𝔥𝔢𝔯𝔬𝔫𝔱𝔞 𝔪𝔬𝔳𝔢𝔟𝔬. 𝐿&𝒟.



Bajo lentamente cada peldaño de la escalera y entró al comedor donde lo esperaba un banquete listo para desayunar.

La luz del sol se filtraba por los cinco ventanales que se situaban a cada lado de la pared y hacían brillar la mesa fina de ébano.

Se sentó en el lugar que siempre tomaba y se sirvió un poco de huevos y jugo de naranja para después dar el primer bocado. A su lado, yacían dos periódicos, uno de El Profeta y el otro de El que dice la verdad.

Ambos decían lo mismo: mencionaban los sucesos del día de ayer. Sin embargo, el segundo periódico hablaba más sobre Emily. Mencionaba la mirada que Potter le dio cuando mencionó a supuestos traidores, y la sangre de Draco hirvió en cólera.

No soportaba que nadie hablara de ella, de buena o mala manera. Simplemente no lo soportaba. Por eso mismo, el ministro apuntó al periódico con la varita de saúco y éste comenzó a arder en llamas. Las cenizas negras cayeron sobre la superficie, y no le importó limpiarlo.

La puerta se abrió por segunda vez, revelando a Rose Malfoy —de soltera Avery— con una falda negra que le llegaba un poco más arriba de los talones, unos tacones negros de aguja y una camisa roja. Con una gran sonrisa —y sus labios pintados de rojos— la mujer se acercó y se sentó en la silla más cercana al ministro de magia.

— Buenos días.—saludó.

— Me sorprende que aparezcas por aquí, Rose —respondió él y bebió un trago de su jugo—. Sueles desayunar en tu alcoba.

— Hoy es un día especial, Draco.

— ¿Ah, sí?

Ella deslizó una pequeña caja de color rojizo hacia él.

Draco elevó una ceja rubia, con la duda brillando en sus ojos.

— ¿Qué es esto?

— Feliz cumpleaños.

Él carraspeó incómodo y se limpió la comisura de los labios con la servilleta.

— No quiero tus regalos —dijo y deslizó la caja al otro lado de la mesa—. Gracias.

— Pero ábrelo y descubre si te gusta.

— No. Quiero.—repitió con lentitud.

— Si no te gusta siempre puedes devolvérmelo.

Él bufó y cogió la caja entre sus manos. La abrió lentamente para dejar ver lo que contenía: unas esposas de plata.

La risa que brotó de los labios rosáceos del príncipe oscuro fue de pura burla.

Rose, sonriendo, acercó una mano a Draco.

— Podemos usarlas en la oscuridad de nuestra habitación.

— No tenemos una habitación juntos —le recordó lo obvio—, pero gracias. Creo que puedo darles uso.

Dicho eso, sacó las esposas de la caja y se las guardó en el interior de su bolsillo.

La mujer hizo una clara mueca de molestia y se dejó descansar libremente sobre su asiento. No más sonrisas falsas, ni aquella postura derecha.

— Le darás uso con la mestiza, ¿no es así? —se exaltó—. ¡Siempre con ella! ¡Duermes con ella, usas mis regalos con ella, le das tu atención a ella! ¿Y a mi qué, Draco?

— Tú tienes mi apellido —dijo con total tranquilidad, enarcando una ceja—. Es eso lo que querías, ¿no? Y hazme un favor, lávate la boca antes de hablar de Emily.

Draco dio por terminada la conversación, así que se puso de pie al mismo tiempo que se abría la puerta y Narcissa Malfoy hacía acto de presencia.

— Buen día, Draco.

— Madre.—dijo él a modo de saludo y salió del lugar.

Se dirigió directamente hasta el tercer piso al fondo del pasillo, sin pensar en qué haría o cómo lo haría; solo podía sentir un enojo que crecía y crecía en su interior. Quería, no, deseaba matar a alguien.

Elevó la varita solo para deshacer los miles de hechizos protectores sobre la puerta de madera que estaba frente a él. Cuando ésta estuvo libre, él colocó la mano sobre la manija y la giró para posteriormente entrar a la habitación que permanecía —las veinticuatro horas del día— en penumbra.

Él apuntó a una pequeña lámpara y sin pedir permiso, la prendió para iluminar un poco el lugar.

Hermione Granger estaba sentada sobre la butaca de piel color café, con las piernas arriba y leyendo un libro. La pequeña bata blanca dejaba a la vista la piel pálida de la chica. Estaba tan escuálida como siempre, aunque Draco ordenaba que le subieran las tres comidas, y ella las comía. Pero por alguna razón no engordaba.

La mujer no dio señales de darse cuenta que Draco había entrado a su habitación, pero fue algo que a él no le importó. Se acercó a ella con rapidez, la cogió del cuello y pegó su espalda a la pared con fuerza y sin cuidado.

El rostro de la sangre sucia se contrajo por el dolor y trató de luchar contra la mano de Draco que sostenía su cuello con agresividad.

— Sangre sucia —siseó—. Estoy harto de aguantar a tu mestizo y al cabello de naranja.

Ella pataleó, pero lo único que logró fue que Draco murmurará un hechizo para mantenerla completamente quieta.

— No sé cómo sabe dónde te tengo y cómo es que estás viva, pero se arrepentirá.

— No tengo idea —prometió ella con voz ahogada—. ¡Lo juro!

— Claro que no tienes idea —ladeó la cabeza—, pero lo podemos arreglar juntos, ¿no es así?

Ella asintió con la cabeza, claramente temerosa.

— Realmente es algo muy simple lo que quiero.

— ¿Q-qué es?

— Le enviarás una carta vociferadora a Potter.

— ¿Y cómo se la enviaremos?

— De eso no te preocupes, yo me encargo.

Ella tosió cuando Draco apretó aún más su cuello.

— ¿Qué...

Quedó silenciada, tratando de coger una bocanada de aire sin suerte. Draco se acercó un poco más y entrecerró los ojos.

— Es facil y sencillo, Granger. Solo debes avisarles que por su culpa, ahora te tengo que matar de verdad.

Ella palideció por completo y una lágrima rodó por su mejilla.

— ¿Me vas a matar?

Él asintió lentamente, confirmándole lo obvio.

Draco no sentía pena ni nada parecido, solo una sed de sangre que incrementaba a cada segundo.

Después de explicarle como lo harían, Draco sacó un pergamino de su y lo sostuvo cerca de Granger. Hermione se trababa y sonaba insegura y temerosa, justo lo que Draco quería. Pocos minutos después, rompió en llanto, diciéndole a Potter que Draco había tomado la decisión de matarla y que dejara de molestar porque todo era su culpa.

Cuando la mujer terminó, miró a Draco a los ojos y le suplicó que no la matara, que no era necesario hacerlo. Sin embargo, Draco levantó la varita y pronunció una maldición, poniéndole fin a la vida de la sangre sucia.

Ella cayó sobre el suelo, sin luz en sus ojos y dejando de respirar. Estaba muerta.


Estaba completamente vestido, listo para salir a dar la noticia, cuando Severus Snape lo acorraló sobre una pared con el antebrazo sobre su cuello y la varita apuntándolo directamente.

Draco no soltó la cabeza que colgaba de sus dedos...

— ¿Te volviste loco? —siseó el hombre—. Te van a matar ellos a ti. Y no hablo de Potter, hablo de los mestizos.

— Que se atrevan a ponerme un puto dedo sobre el cuerpo.—replicó Draco.

— No permitiré que salgas con una cabeza colgando de tu mano, Draco.

— ¿Por qué mejor no vas a calentarle la cama a mi madre, Snape? —dijo y se zafó del agarre.

Snape retrocedió unos pasos con la respiración agitada y viendo de hito a hito a Draco.

— Piensa, Draco. Piensa en lo que estás a punto de hacer.

Draco sacudió de su hombro una mota de polvo invisible de su chaqueta.

— Ahórrate tus palabras.—dicho eso, volvió a avanzar por el pasillo hasta salir de la casa.

Sobre los edificios habían fotografías de Draco y la gente gritaba desesperada por ser vista con diferentes peticiones a su ministro de magia; entre aquellas peticiones, la libertad de Hermione Granger.

Draco se abrió paso entre la gente con dos mortifagos pisándole los talones y otros ocho esperándolo sobre la tarima. Rose sentada y Narcissa a su lado con expresión seria.

La gente se aterrorizó al ver la cabeza que Draco sostenía. La piel pálida, la boca abierta y los párpados cerrados.

Subió a la tarima y de su chaqueta cogió la carta vociferadora, atrayendo la atención de todos.

Cuando abrió la carta, la voz de Granger se hizo sonar en cada rincón del mundo mágico, con voz ahogada y ronca.

La carta decía así:

— Malfoy ha tenido la amabilidad de hacerles llegar mis últimas palabras antes de que me mate —un sollozó—. Harry, te pido, por favor, que dejes de hacer lo que sea que estás haciendo. Malfoy me matará, y es por tu culpa. ¡Detén lo que sea que estás haciendo! ¡Basta de jugar al gato y al ratón! ¡No tienes por qué pelear más! Malfoy irá por ustedes...

La carta terminó y se auto destruyó haciéndose trizas.

Las personas murmuraban cosas como una ola, sus caras contraídas en muecas de espanto, tristeza y odio. Pero el más grande, miedo, terror, pánico.

El príncipe de la oscuridad realizó una profunda reverencia ante todos y sonrió con malicia.

— Aquí tienen a su Hermione Granger.—entonces tiró la cabeza al suelo, y él desapareció.

Entró a la oficina de Theodore Nott, cogió asiento y subió los pies a su escritorio mientras jugaba con su varita.

— Estás loco de remate.—declaró Nott sin voltear a verlo.

Él se encogió de hombros.

— Alguien tenía que hacer algo para callarlos ya.

— Pero no algo como eso...

— ¿Cómo sabes lo que hice? —frunció el ceño.

— Todos en el ministerio están hablando de ello.

— Entonces Potter ya debe estar enterado.

— Lo más seguro —Nott dejó los papeles y alzó la cabeza para ver a Draco. Entonces repitió—: Estás demente.

Él flexionó los dedos, haciendo brillar los anillos que los adornaban. Sentía la cadena del collar, donde yacía el Pacto de Sangre que él y Emily habían hecho, frío sobre la piel de su cuello. Un recordatorio que estaba ahí, que estaba hecho y no se podía romper o terribles consecuencias vendrían.

— Tu —elevó una ceja y entornó los ojos— sea lo que sea que es para ti, está en casa de Pansy.

— ¿Qué hace allí?

— No tengo idea, pero Pansy nos invitó a todos.

— ¿Celebración a mi cumpleaños disimulada?

— Sí.—admitió.

— No iré.

— ¿No quieres ver a tu-sea-lo-que-sea?

— Emily y yo no tenemos una etiqueta, eso es lo que nos hace especiales.

— Y unos dementes —se burló—. ¿Irás?

— Bien, vamos.

— Estoy ansioso por ver que te regalará la mestiza.—sonrió y con un movimiento de su varita todo el papeleo que tenía sobre la mesa desapareció.

Nott se puso de pie, vistió su sacó y le hizo una seña a Draco para que lo siga. Entonces ambos aparecieron en el apartamento de Pansy, el cual estaba en completo desorden.

Había sostenes sobre el suelo, ropa interior, bebidas. Habían platos sucios por toda la cocina al igual que vasos y licor ya abierto. La música estaba a todo volumen, y Emily no estaba.

Él arqueó la ceja viendo hacia Ophelia, la cual estaba leyendo El Profeta. La mujer elevó la cabeza hacia él y gesticuló con los labios «Demente».

Él puso los ojos en blanco y se acercó a ella. Cogió del sillón un sostenedor negro de encaje —obviamente de Pansy, porque Emily no usaba cosas así— y lo tiró al suelo para sentarse junto a ella.

— ¿Por qué esto está tan sucio?

— ¿Y dónde están los demás? —agregó Theodore.

— Los demás están en camino. Y esta sucio porque Pansy, Lily y Emily se han vuelto locas.

— ¿Dónde está Emily?

Ella señaló la puerta de al frente.

— Lleva horas encerrada junto con Pansy probándose cosas.

La quería ver, la extrañaba demasiado para ser honesto.

— ¿Por qué está aquí?

— Sinceramente no sé.

Se aproximó a la habitación que Ophelia había señalado y abrió la puerta sin antes tocar.

Emily estaba frente a un espejo viendo su reflejo. Estaba vestida con el uniforme verde de Slytherin, y me quedaba jodidamente bien, tanto que puso el corazón de Draco como loco, al igual que su entrepierna.

Draco paseó la mirada por el cuerpo de Emily. La falda ajustándose a su cadera, la camisa blanca con los primeros botones abiertos, dejando a la vista el inicio de sus pechos y las medias sobre sus rodillas.

Pero lo que no le gusto fue que Pansy estaba a la espalda de Emily, acariciando sus muslos y con la barbilla sobre su hombro.

El príncipe oscuro frunció el ceño y gruñó para advertir su presencia.

— Pansy, ¿qué carajos estás haciendo?

— Nada —dijo sin quitar las manos de las piernas de Emily—. Mily quería probarse mi uniforme, así que se lo presté.

— Deja de tocar a Emily.—ordenó, apretando la manija de la puerta.

— No seas celoso.—dijo Emily.

Él se acercó sin perder más tiempo, y quitó las manos de Pansy de los muslos de Emily. Cogió a la mestiza de la mano y la acercó más a él.

Su aroma inundó sus fosas nasales y penetró sus pulmones: jazmín.

Él inhaló con profundidad sin poder evitarlo y pegó la nariz a la cabeza de la chica.

Pansy entendió y abandonó la habitación segundos después.

— Hasta que te dignas a aparecer.—dijo ella, dándose la vuelta y acariciando su pecho.

— Tenía cosas importantes que hacer, Cresswell.

— ¿Cómo?

Él rozó su nariz contra la mejilla de Emily, provocando que un escalofrío se adueñara del cuerpo de la mestiza.

— Los mestizos están como locos.—dijo él.

— ¿Me incluye?

— No, tú me estás volviendo loco solamente.

Ella se puso de puntitas, colocó ambos brazos alrededor de sus hombros y dejó un beso pequeño sobre sus labios. Un beso que lo dejo queriendo más.

— Sé que es tu cumpleaños.

Él resopló y puso los ojos en blanco.

— ¿Y?

— No seas tan amargado. ¿Cuántos cumples?

— Treinta y uno.

Emily hizo una mueca y frunció el ceño.

— Joder, me estoy acostando con un hombre mayor.

— ¿Te has dado cuenta hasta ahora?

— Sí.—confesó.

— Por lo menos no eres menor de edad.—repuso él.

Ella rió levemente y el olor a alcohol llegó a la nariz de Draco. Frunció los labios y negó con la cabeza.

— En tu dieta no está incluido el alcohol, Em.

— Solo fue un poco.—aseguró ella e hizo una seña con los dedos.

— Deja de tomar —acarició su rostro con la palma de su mano. Su corazón sangrando—. Por favor.

Eres tan sumiso.—bromeó.

— Solo cuando se trata de ti.

Él se inclinó para besarla, pero Emily le puso la mano sobre el pecho y lo alejó.

— ¿Qué?

— Los besos más al rato.

Él cogió la mandíbula de Emily, entonces unió sus labios y comenzó a morder y a succionar su labio con fuerza. Apretó sus caderas y acercó su cuerpo al de él.

Le estaba doliendo la entrepierna de lo duro que estaba.

Ella jadeó cuando Draco le dio una mordida más profunda, ocasionando que de éste brotara sangre. Él lamió la sangre.

— Draco.—se quejó y uso la mano para apartarlo.

— Vamos a la cama, Em —suplicó—. Vamos a hacer el amor, a tener sexo, a probarnos, disfrutarnos y llevarnos a la locura.

— Tenemos invitados.

— Son los invitados de Pansy —la corrigió—. Vámonos a la mansión.

Ella negó con la cabeza y cogió a Draco de la mano, emprendiendo sus pasos hacia la sala de estar. Draco le dio una palmada en el trasero y ella dejó salir un chillido.

— ¿Qué haces aquí?

Ella se encogió de hombros.

— Me aburrí de mi casa.

Cuando llegaron a la sala, los demás ya se encontraban allí. En realidad, habían demasiadas personas, tanto desconocidos como conocidos.

La música aumentó una octava, el lugar se llenó de humo, risas y olor a sexo.

Algunas topaban con Draco al pasar por su lado, y al darse cuenta de quien se trataba, pedían miles de disculpar y hacían miles reverencias.

El departamento de Pansy era muy chico para tantas personas y se sentía sofocado.

Draco resopló dejando a la vista su malhumor al ver nuevamente a Rose, y la mujer se movió incómoda cuando vio a Emily agarrada de la mano de Draco.

La mestiza trato de dejar la mano de Draco, pero él se la apretó aún más.

Draco notó que la chica Goldstein estaba incómoda viendo como Pansy se restregaba sobre el regazo de Theodore, mientras él sostenía un cigarro y miraba hacia el trasero de la pelinegra.

— ¿Tienes otro cigarro, Nott?

— Pídeselo a Elliot.

Él solo giró la cabeza hacia el antes mencionado, y él le tiró un cigarrillo, el cual fue prendido por Draco segundos después.

No solía fumar como un pasatiempo o del diario, lo hacía rara vez cuando se le antojaba o se sentía demasiado abrumado.

El ambiente se sentía incómodo, pero al parecer solo para él, porque Pansy y Theodore estaban muy ocupados teniendo sexo sobre la ropa. Y todos los demás estaban muy ocupados en su propia nariz.

— Qué divertido es esto.—ironizó.

— Juguemos verdad o reto.—propuso Blaise.

— Ese es un juego para niños, Blaise —alegó Pansy—. Deberíamos jugar a desnudarnos.

— Por Merlin —musitó Draco—. ¿Qué le dieron?

Todos se encogieron de hombros, viendo la escena desde sus lugares.

Draco frunció el ceño, se acercó  un tanto y le dio un golpe a Theodore en la nuca.

— ¿Puedes dejar de manosear a Pansy frente a todos? Hay habitaciones.

La cosa es que, Pansy manoseaba a Theo, no él a ella. Pero lo disfrutaba, estaba obvio y quedó más claro cuando Pansy se quitó del regazo de Theodore y quedó a la vista la ereccion del chico.

Draco se acercó a Pansy y la cogió del brazo para susurrarle al oído.

— Échalos a todos, Pansy.

— ¿Por qué?

— Porque acabo de matar a una persona y puede estar alguien infiltrado para matarme a mi.

— Claro que no. Deja de ser tan paranoico.

— ¿A quién mataste, Draco?

Él giró a ver a Emily, la cual tenía la boca abierta y el ceño fruncido.

Cuando él no respondió, Emily volvió a preguntar.

— ¿A quién mataste?

— No importa.

— ¡Sí importa!

— Claro que no.

— ¡Draco! —advirtió con la mirada—. ¿A quién has matado esta vez?

— A nadie importante —insistió él—. Mañana te lo digo, ¿sí?

— ¿Por qué no ahora?

— Porque no quiero discutir contigo ahora.

«Tengo una jodida ereccion y me duele el pene. No. Voy. A. Pelear. Ahora», quería decir eso.

¡Es increíble, en serio! —dicho eso, emprendió sus pasos.

Draco la siguió de cerca, tratando de convencerla, pero la música estaba muy alta como para que la escuchara claramente.

Unas personas alrededor de la mesa gritaron el nombre de Draco, y antes de detenerse, cogió el brazo de Emily para que ella lo hiciera también.

— Ministro —el individuo le sonrió y le tendió la mano—. Es un placer encontrarlo aquí.

— Lo mismo digo, Pucey —Draco estrechó su mano, y señaló a Emily—. Ella es Emily Cresswell.

— Oh, escuche hablar mucho sobre ti —le aseguró y le estrechó la mano—. No sabía que estudiabas en Hogwarts.

— No lo hago.—dijo ella cruzándose de brazos.

— Bueno —curvó el labio hacia arriba—. Pueden unirse a nosotros cuando quieran.

— ¿Qué están haciendo? —preguntó Emily, estirando el cuello para ver mejor.

— Estamos en la primera ronda de verdad o reto.

Eso es para niños —se burló Draco—. Muy amable de tu parte, Pucey, pero no jugaremos.

— Yo sí jugaré.—dijo Emily.

Draco cerró los ojos e inspiró hondo para tratar de calmarse. Entonces estaba alrededor de una mesa con ocho pubertos más —ocho contando a Emily, y haciendo de lado a Adrián Pucey, ya que tenía la misma edad de Draco—.

A los minutos, Rose llegó también a la mesa, alegando que ella como la esposa de Draco también debería estar invitada a jugar.

Emily se rascó la nuca incómoda y apoyó las manos sobre la mesa.

— Ya no quiero jugar.

Draco bufó mientras volvía a seguir a Emily por el pequeño apartamento. Entró a la cocina, se sirvió un vaso de agua y le dio un largo trago viendo a Draco.

— Desearía que dejarás de jugar.

— Hablando de juegos... ¿verdad o reto?

— Verdad.—él puso los ojos en blanco.

— ¿Te has acostado con Rose?

— No, Emily. No lo he hecho.

— ¿Sabes que tan fácil es mentir?

Él sacó la cadena de metal que tenía dentro de la camisa, revelando el frasco que colgaba de el.

— Esto —señaló el Pacto de Sangre— es un Pacto de Sangre, uno hecho por ti y por mi, Em. Ya estaria muerto.

Ella repiqueteó con sus uñas sobre el vaso de cristal y asintió.

— Verdad o reto.—dijo él.

— ¿Están jugando a verdad y reto? —inquirió Ophelia una vez que llegó hasta ellos.

— Sí.—respondió Emily.

— Oh, Draco —antes de terminar, giró la cabeza y vio en dirección a Rose—. Te reto a algo.

— Es mi turno de preguntarle a Emily.

— No importa. Te reto a que beses a Emily delante de todos.

Emily se cruzó de brazos y arqueó una ceja, desafiándolo a hacerlo.

Él no se echó para atrás, cogió a Emily de la nuca y le besó los labios.

— Te reto.—musitó entonces él sobre sus labios.

— ¿A qué?

— A besarme de vuelta.

Ella cruzó los brazos alrededor del cuello de Draco, y unió nuevamente sus labios en un beso mucho más profundo. Draco la cogió de las piernas y envolvió su cintura con sus piernas, colocó la mano sobre la falda de Emily para que no se levantara y comenzó a caminar a la habitación más cerca.

Cerró la puerta a su espalda y la dejó sobre el suelo sin interrumpir el beso que se estaban dando. En cambio, sus labios comenzados a descender sobre su cuello; sus dedos abrieron los botones de su camisa, y su corazón dio un vuelco cuando vio la lencería de color verde que llevaba Emily, la cual se transparentaba en sus pezones ya erectos y rojizos.

Dejó besos a lo largo de la columna de su cuello hasta sus pechos, y abrió su sostenedor para dejar al aire sus senos. Él se inclinó un tanto para atrapar uno de sus senos con los labios y lamió su areola para después mordisquear su pezon.

Emily enredó los dedos en el cabello platino de Draco y arqueó más la espalda para incitarlo a seguir.

Poco a poco, Draco se arrodillo y dejó besos húmedos sobre su estómago mientras amasaba los muslos de Emily. Le abrió el cierre de la falda y la dejó caer al suelo.

«Joder». El aire se atascó en su garganta al ver sus bragas iguales al de su sostenedor. La sangre bajó directamente a su pene y se endureció más de lo que estaba.

Con los dedos de Emily aún entre sus cabellos, él alzó la mirada para verla directamente a los ojos mientras se acercaba a su cadera y dejaba un beso corto y húmedo.

— Mereces que todo el mundo se ponga de rodillas ante ti, Emily, y haré que lo hagan. Los obligaré a arrodillarse y adorarte, tal como lo hago yo.

Notó cómo la piel de su mestiza se erizaba y ella se mordía el labio inferior. Sus ojos parecían dos estrellas, las más brillantes del cielo; las puntas de sus senos estaban erectos para él, y rojizos. Era la vista más maravillosa.

Te amo, Emily, y te amare por siempre.

Con los dientes, comenzó a quitarle las bragas hasta dejarla desnuda ante sí. Su entrepierna brillaba humedecida, levemente hinchada.

Él frotó el dedo índice desde sus pliegues hasta su clitoris, provocando que Emily pegara un respingo y se aferrara a sus hombros.

Él colocó ambas manos sobre sus muslos y la giró levemente, para que así Emily se viera al espejo mientras él la devoraba.

— Mirate al espejo. Mira como me arrodillo ante ti para devorarte y adorarte.

Ella obedeció, alzó la mirada lentamente viendo el reflejo de Draco a sus pies con las manos sobre sus muslos.

— Es la imagen más preciosa que he visto jamás.—murmuró ella con la voz ronca.

El príncipe oscuro dejó salir una risita ronca y la ayudó a subir la pierna sobre su hombro, abriéndola más para él.

Draco abrió más los pliegues de Emily, y le dio la primera lamida. La mestiza echó la cabeza hacia atrás, provocando que su largo cabello negro cayera sobre su espalda.

Él le dio la segunda lamida, y un gemido brotó de los labios de Emily. Entonces una tercera lamida, y el cuerpo de ella tembló.

— Más fuerte.

Él obedeció. Su lengua penetro la entrada de Emily con fuerza y largas lamidas de arriba hacia abajo.

Su sabor para él era exquisito, lo mejor que había probado en años. Su pene se movió con una petición silenciosa mientras que Draco disfrutaba probando a su mestiza.

Su lengua ascendió hasta el clitoris de Emily, pegando los labios para chupar y después mordisquearlo con lentitud.

— Sí, así, Draco. Así.—gimió ella.

Sus gemidos solo lo alentaban a seguir más, a proporcionarle más placer, a lamerla toda.

Introdujo dos dedos en el interior de Emily bombeándolos mientras su lengua jugaba con el haz de nervios que era el clitoris de Emily.

Se sentía húmeda y cálida al tacto, recibía sus dedos como si nada y lo disfrutaba, y se lo hacía saber.

Las caderas de Emily se movieron sobre la cara de Draco, restregándose una y otra vez sobre su lengua mientras sus manos apretaban sus senos.

Cuando la lengua de Draco abandonó su clitoris y llegó nuevamente entre sus pliegues, sus dedos ascendieron hacia su clitoris y comenzó a frotarlo con fuerza.

— Eres una mestiza tan sucia, Em.

— ¿Ah, sí?

Él le dio una larga lamida para confirmarlo y después llevó ambas manos a su trasero para amasarlo y apretarlo.

— Te gusta follar con un asesino mientras juras que eres la persona más pura, ¿no es así? Disfrutas tanto que mi lengua te folle que se te olvida lo manchadas de sangre que están mis manos.

— Sí —respondió ella meciendo las caderas sobre su lengua—. Tienes razón.

Draco colocó la lengua entre sus pliegues y comenzó a penetrarla, provocando que los gemidos de Emily llenaran la habitación. Minutos después un espasmo recorrió el cuerpo de la chica, acelerando su corazón y temblando sobre los hombros de Draco.

Subió con sus besos lentamente por el cuerpo de Emily, hasta que estuvo frente a frente con ella. Sus ojos cerrados, respirando con profundidad, una capa de sudor adornando su frente y las mejillas sonrosadas.

Era la mujer más bonita del mundo mágico y muggle. Lo era.

Él se posó a su espalda y recorrió su costado con la mano. Trazó la líneas del tatuaje que se hallaba sobre sus costillas.

— Eres preciosa —murmuró cerca de su oído—. Y lo eres aún más cuando estás tan extasiada.

Ella abrió los ojos, viendo sus reflejos en el espejo. Draco a su espalda acariciando su cuerpo, dejando besos húmedos sobre su hombro y cuello.

— Me gustas mucho.—dijo ella.

Él volvió a agacharse, cogió la falda escolar que yacía sobre el suelo e instó a Emily a meter nuevamente las piernas. La cerró sobre sus caderas y la giró para verla.

— ¿Qué haces? —preguntó.

— Quiero follarte con esta falda puesta.

Ella comenzó a abrir la camisa de Draco, botón por botón, hasta que la deslizó por sus brazos y la dejó caer al suelo. Draco sintió sus labios sobre su cuello, lamiéndolo y succionando la piel que estaba tatuada con esos números que le recordaba su pasado en Azkaban.

Emily besó su clavícula y sus hombros mientras lentamente lo instaba a caminar despacio hacia atrás. Las piernas de Draco chocaron contra la cama y ella le dio un leve empujoncito para que cayera sobre su espalda y después se subió a horcajadas sobre él.

Antes de hacer nada, la mestiza abrió el pantalón de Draco y se lo bajo. Entonces comenzó a mecer las caderas justo sobre su entrepierna.

El placer llegó a él como una ola de calor. Siempre era bueno tener a Emily sobre él con los pechos al descubierto.

Draco colocó la mano atrás de su cabeza y la otra sobre la cadera de Emily, ayudándola a moverse con más fluidez.

Emily cerró los ojos y jadeó. La falda se subía lo suficiente para poder ver su centro. Su clitoris chocando contra la longitud de Draco, creando la ficción perfecta para llevarla a un segundo orgasmo. O llevarlo a él.

Su pene palpitaba con intensidad, aunque el placer era excelente.

Todo lo que tenía que ver con Emily era excelente. Ella lo era.

Los movimientos de Emily se hicieron más rápidos y torpes, al igual que sus jadeos subieron un quinto.

La boca abierta, dejando salir gemidos bajos, celestiales para los oídos de Draco. Sus senos redondos con el pezon rojizo y su piel parecía de porcelana.

Un gemido brotó de los labios de Draco y sintió una electricidad atravesar todo su cuerpo. Se mordió el labio inferior y maldijo en un murmuró.

Sus bóxer quedaron manchados debido a su semen derramado y la humedad de Emily.

La risa que dejó salir Emily llegó hasta sus oídos y se fundió sobre su piel, erizándolo.

Él se incorporó sobre la cama, llevó la mano a su nuca y besó sus labios mientras la cogia en sus manos y la acostaba sobre la cama.

Cogió la varita y realizó un pequeño hechizo, entonces un espejo apareció sobre el techo de la habitación, permitiéndoles verse.

Ella abrió las piernas de par en par, sabía como volverlo loco.

— He matado a una persona y después vine directo hasta aquí para follarte —susurró mientras se quitaba el bóxer y se colocaba un condón—. Porque he estado pensando en ti con cada segundo que pasaba.

Lamió la columna de su cuello y alineó su punta con la entrada de Emily. Entonces dio un empujón, con la suficiente fuerza solo para que la mitad de su pene entrara.

Salió nuevamente de ella y dijo:

— He estado pensando en cómo me ves cuando te penetro —otro empujón—. En cómo se oyen tus gemidos cuando llegas al orgasmo.

Esta vez la penetro con fuerza, entrando en ella de una.

Los senos de Emily rebotaron y sus labios se abrieron para gemir.

— En como se eriza tu piel cuando te toco —dicho eso, paso la mano sobre su costado—. Me encanta cuando me tomas por completo como la jodida puta mestiza que eres.

Sus estocadas se volvieron lentas, pero al mismo tiempo duras.

Cogió nuevamente su varita solo para realizar un hechizo y silenciar la habitación, pero ella cogió su muñeca y negó con la cabeza.

— Déjalos que escuchen —pidió—. Deja que se enteren que me estás follando.

Y él obedeció. Bajo la varita sobre su piel tersa y la coló entre ellos. La varita tocó el punto débil de Emily, frotándolo en círculos despacio para no lastimarla.

Los ojos de Emily rodaron a la parte posterior de su cabeza cuando Draco posó la mano libre sobre su cuello y lo apretó.

— Abre los ojos —murmuró— y mira como te poseo.

Probablemente él ya no tendría un segundo orgasmo, pero ella sí y él se encargaría en hacerla llegar.

Emily miro hacia el espejo, observando como Draco la penetraba y apretaba su cuello con la fuerza necesaria para dejar la huella de sus dedos.

Él salió de ella y le pidió que se pusiera en cuatro. Cuando ella lo hizo, Draco volvió a alinear su punta con su entrada, pero antes de eso, cogió su muñeca y la colocó sobre su espalda.

El cuerpo de Emily quedó tendido sobre la cama mientras que Draco se encargaba en darle placer. Cogió un puñado de su cabello y envolvió la mano para tirar de el.

Su interior se sentía exquisito, cálido y húmedo, envolviéndolo a la perfección. Lo tomaba como si nada, y era algo que le encantaba.

— Joder.

La respiración de Emily se aceleró, anunciando su orgasmo.

Él tiró más fuerte de su cabello, provocando que el cuerpo de Emily se alzará y pegará la espalda sobre el pecho de Draco. Él la siguió penetrando sin detenerse. Entonces Emily giró la cabeza y unió sus labios con los de Draco.

El beso tenía un sabor salado por las lágrimas de Emily que se colaban por sus labios. Ella gimió en su boca; gimió y jadeó, entonces tembló y el orgasmo la golpeó con fuerza.

Draco no detuvo sus estocadas, ahora más lentas.

— !Draco! —gimió entre lloriqueos. El placer era demasiado—. Para, por favor.

Sin embargo, él siguió penetrandola. Cogió uno de sus senos en la mano y lo apretó para después jugar un poco con su pezon.

Emily dejó caer la cabeza sobre el hombro de Draco y miró al espejo que estaba sobre ellos.

Esa... esa era la imagen más perfecta.

Un segundo temblor atravesó el cuerpo de Emily, y ese fue su tercer orgasmo de la noche.

La mujer cayó rendida sobre la cama, con la respiración demasiado agitada y el sudor cubriendo su espalda.

Draco tiró el condón y después se acercó a Emily para cargarla y acomodarla sobre la cama. Conjuró un paño húmedo y la limpió. Aún estaba sensible, porque cada que Draco le pasaba el paño húmedo, daba algunos brinquitos y se quejaba.

— Acuéstate a mi lado.—le pidió.

Draco vistió nuevamente su bóxer y se acostó a su lado. Emily envolvió el cuerpo de Draco con una mano y recostó la cabeza sobre su pecho mientras que Draco acariciaba su cabello.

— ¿Por qué estás aquí, Em? —inquirió.

— El sexo siempre es bueno contigo.—respondió ella.

— Lo sé —bromeó—, pero dime ¿qué estás haciendo aquí?

— Me siento satisfecha.

Emily.—presionó.

— Estaba aburrida. ¿Acaso no puedo visitar a mis amigas?

— Mañana vendrás conmigo a la mansión y te quedarás allí.

— ¿Qué hay de Narcissa y Rose?

— Nada, solo ignóralas.

Ella asintió y dejó un beso húmedo sobre su pecho.

Te quiero —murmuró—. Te quiero solo para mi.

— Soy solo tuyo, Em.

— Draco...

— Haré lo posible para arreglar este lío.—le prometió.





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Si hay algún error me avisan y ya alrato lo corrijo.

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