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036


Emily. 𝔢𝔵𝔦𝔱𝔦𝔲𝔪. 𝐿&𝒟.



Sabía que siempre que tenía una una noche con Draco, le dolía el cuerpo, siempre le pasaba. Sin embargo, el dolor que sentía ese día, era otra cosa. Las piernas le seguían temblando y le ardía el vientre cada que iba al baño.

En sus muñecas se podían apreciar las marcas que aún estaban en carne viva marcadas sobre su piel, y aunque Draco había tratado la mayor parte del tiempo quitarle el dolor y eliminar las posibles cicatrices; fue en vano. Casi.

Como era de esperarse, al despertar él no estaba a su lado, se había ido. Pero fue algo que Emily agradeció, pues no quería imaginar como se podrían sus padres al verlo allí, en su cama desnudó y con ella.

Tal vez volvería a intentar nuevamente los azotes y todo eso, pero en un futuro muy lejano. No se sentía preparada para ello. Aunque, para ser honesta, lo había disfrutado un poco.

Su cuerpo pedía a gritos descansar, así que Emily volvió a acostarse y cerró los ojos. No tardó mucho en que el sueño la atrapara y la llevara al mundo de la fantasía. Incluso no se dio cuenta cuando su madre tocó la puerta, ni cuando la mujer entró.

— Emily, el desayuno está listo.

Levantó la mano y la meneó, pidiéndole que se marchara y la dejara dormir, pero la mujer siguió insistiendo.

— Levántate y baja a desayunar.

Hizo caso omiso, hasta que escuchó un grave chillido.

— ¿Él...él estuvo aquí?

— ¿Quién? —murmuró Emily medio dormida.

Draco —exclamó la mujer—. ¡Draco estuvo aquí!

Fue entonces cuando Emily se incorporó sobre la cama y miró hacia su madre. Amanda sostenía un pergamino y las manos le temblaban de una manera agresiva mientras giraba la cabeza en su dirección.

— ¡Esto es el colmo, Emily Jane Cresswell!

— ¿De dónde sacas esa tontería? —fingió demencia, poniéndose en pie.

— Emily, ¿me estás mintiendo en mi propia cara? —exhaló—. Esto es el colmo y no aguantare algo como esto. ¡Está bien que te revuelques con él fuera, pero no aquí!

— No sé de qué me estás hablando.

Amanda se acercó a ella y puso la mano en alto para pegarle una cachetada. La piel le ardió al instante y abrió los ojos de par en par.

— ¡Viene, te utiliza y se va! —gritó—. ¿Acaso no lo entiendes? Tiene una esposa y solo te utiliza para su propio placer. Si tanto amor te tiene, no se hubiera casado con otra.

— Él me quiere.—musitó ella.

— ¿Te quiere? —repitió la mujer, ardiendo en cólera—. ¿Crees que cuando alguien te quiere te da el segundo lugar en su vida, en su casa y en su cama? ¡Emily, te está usando como a una prostituta! ¿En serio creías que un mago, sangre pura y poderoso, como él, se fijaría en una mestiza como tú? ¡Solo te quiere por tu cuerpo!

Le tiró el pergamino a la cara y salió hecha una furia de la habitación de Emily, dando un portazo.

Los ojos se le llenaron de lágrimas y cogió el pergamino para leerlo.

Forelsket.

Lamento no haber amanecido a tu lado, tenía algunas cosas urgentes por atender.
Pero como siempre, agradezco haber compartido mi tiempo contigo, Em.

D.M.

Las lágrimas cayeron libremente por su rostro, su mejilla aún quemándole y tornándose de un color rojo.

«¿Por qué no habría de tener razón su madre?», pensó y se tiró a la cama, abrazándose a una almohada. «¿Por qué creía en Draco? ¿Qué le había demostrado aparte del intenso deseo que sentía hacia ella? ¿Por qué había caído nuevamente? ¿Por qué?».

La almohada no tardó mucho en empaparse por las lágrimas de Emily. Su corazón dolía por la verdad que cargaban las palabras de su madre; su cuerpo gritaba auxilio desesperadamente.

Poco a poco, se estaba perdiendo a sí misma. Creyó que se estaba encontrando, pero era todo lo contrario.

«Prostituta. Te está usando», las palabras de su madre se repetían en su cabeza una y otra vez, rompiéndole el corazón.

Se puso en pie y rebuscó entre sus cajones, aquella cosa filosa que había dejado de usar, pero que ahora anhelaba con todo su ser. Un alivio.

Cuando lo encontró, se sentó sobre el suelo y apoyó la espalda sobre su cama. Acercó el pequeño cutter a la piel interna de sus muslos e hizo el primer corte. Dejó salir un quejido al sentir el ardor que provocaba la cuchilla sobre su piel y observó como el corte de su muslo se tornaba blanquecino y acto seguido comenzaba a sangrar.

Hizo el segundo corte y el tercero; todos haciéndole sentir el mismo ardor y alivio a la misma vez. Echó la cabeza hacia atrás y abrió el último cajón de su mesa de noche: buscó entre su ropa interior un cigarrillo y con la ayuda de su varita le prendió fuego.

Aspiró profundamente, provocando que el humo entrara a sus pulmones y su cabeza diera vueltas. La sangre se deslizaba sobre sus piernas y empapaba el suelo.

«En serio creías que un mago, sangre pura y poderoso, como él, se fijaría en una mestiza como tú?».

Se puso en pie y un mareo llegó a ella con intensidad, ahogándola como una ola del mar abierto. Sus oídos se taparon y su visión se volvió borrosa. Emily se tambaleó y trató de cogerse de la pared una vez que sintió que se iba para abajo, pero fue demasiado tarde. Su cuerpo cayó y perdió la visión por un rato.

No sabía cuánto tiempo había pasado o qué ocurría. Pensó que a lo mejor se debía a su falta de alimentación, a los cortes y a la nicotina. «Sí, eso debe ser».

Trato de respirar lo más profundo posible, de ponerse en pie y quizás gritar para pedir ayuda, pero cada segundo que pasaba, se sentía más debilitada.

Una silueta apareció después de minutos, parecia de estatura baja y complexión delgada. Se arrodilló frente a ella y cogió su rostro entre sus manos. Fue entonces cuando Emily decidió dejarse llevar y no tener miedo; cerró los ojos y no supo nada más.

Emily se consideraba una persona soñadora; creia en los cuentos de hadas y en el amor a primera vista. Creia en la nobleza y la benevolencia. Daba segundas oportunidades a personas que tal vez no se lo merecían y siempre trataba de buscar lo bueno en lo malo.

Creia que la magia, era digna de un cuento de hadas o incluso, un libro de fantasía. Aún de tantos años de ver y utilizarla, no se lo creia del todo.

Amaba los aromas de las flores y la profundidad de los bosques. Adoraba ver los atardeceres y plasmarlo sobre un lienzo; aunque, claro, nunca tuvo la oportunidad de pintar más que con carboncillos.

Los suspiros para ella, significaban palabras no dichas y las miradas palabras expresadas de una manera más profundas.

Adoraba dormir y adentrarse en sueños donde se le permitía ser feliz, pero desde la llegada del ministro de magia, Emily prefería estar despierta.

Al primer parpadeó, sintió como alguien colocaba la mano sobre la suya. Al segundo, pudo vislumbrar varias caras conocidas a su alrededor. Sin embargo, solo una le llamó la atención; aquella cuyo semblante estaba serio y su tez era pálida como la nieve.

Estaba sentado sobre una silla en el rincón de la habitación de Emily, mirando hacia cualquier lado, pero no en su dirección. Tenía la mano apoyada sobre su barbilla y la pierna cruzada sobre su rodilla.

Aunque no quiso y trató con todas sus fuerzas de evitarlo, sus labios se abrieron y lo llamó por su nombre.

Draco...—su voz salía ronca y baja.

Entonces él se puso en pie, dejó sobre la mesa un sobre y salió de la habitación, seguido de su esposa, Rose y dos mortifagos.

Su labio tembló y su corazón dolió, pues esperaba que él viniera a ella y le diera un beso, pero no fue así...

Alguién carraspeó, y Emily giró la cabeza para ver a Lily de pie con un pergamino en la mano.

Su madre se encontraba a su lado al igual que Feyre, y su padre estaba en el rincón con los brazos cruzados. Había otra mujer que la reconoció como la medibruja que la atendió cuando Potter atacó la mansión por segunda vez y Phia a su lado.

— El ministro pidió que se leyera esto una vez que Emily estuviera despierta.

— Adelante.—contestó Amanda.

Lily cogió una bocanada de aire y comenzó a leer el pergamino.

— En el sobre hay dinero en efectivo especialmente para la salud tanto física como mental de Emily, cualquier cosa que necesite, puede recurrir a este efectivo, como también compartirlo con su hermana menor.

» Desde hoy en adelante, una vez por semana, un mortifago visitará la casa de los Cresswell, para asegurarse de que Emily está en perfectas condiciones. Al igual que, Phia la elfina, estará viviendo en la casa y estará a la completa disposición y bajo las órdenes de Emily Cresswell.

« Si en algún momento el mortifago me informa sobre algún comportamiento extraño o signos de violencia hacia la antes mencionada, no dudaré dos veces en venir y matar a la familia Cresswell con mis propias manos.

« Sí, los estoy amenazando. Y si tienen alguna queja sobre ello, pueden visitarme en mi mansión, estaré feliz de hacerlos pasar y darles detalles sobre cómo pienso matarlos. Emily Cresswell, tal vez no esté viviendo en mi mansión y no lleva mi apellido, pero es mía y me hago responsable por ella y cada uno de sus necesidades, gustos y hasta caprichos. Atentamente, el ministro de magia: Draco Malfoy.

Atticus salió de la habitación sin decir nada y su madre se movió incómoda sobre su asiento.

— Los cortes fueron profundos —habló la medibruja—, pero afortunadamente fueron atendidos a tiempo y no llegó a nada grave. El desmayo fue por causa de la mala alimentación y la pérdida de sangre, pero todo está bien. Le he dejado a la elfina una dieta estricta para Emily, y eso es todo de mi parte por hoy. Mañana vendré a checarla nuevamente

La medibruja salió de la habitación después de despedirse, y todas quedaron sumidas en un gran silencio.

— La medibruja ha dicho que no es la primera vez que lo haces.—dijo su madre.

Emily echó la cabeza hacia atrás y resopló.

— ¿Podemos no hablar sobre eso ahora?

— ¿Entonces cuándo? —se sostuvo el puente de la nariz—. Siempre haces lo mismo, Emily. Evades los temas importantes y finges que todo está bien. Cuando quise hablarte sobre tu mala alimentación, hiciste lo mismo.

— Señora Cresswell —interfirió Lily, con una de esas sonrisas encantadoras—. Creo que Emily esta muy cansada ahora como para hablar sobre ese tipo de temas.

La mujer asintió brevemente con la cabeza, se puso de pie, cogió a Feyre de la mano y salió de la habitación.

— ¿Phia, podrías traerle algo de cenar a Emily?

La elfina simplemente chasqueó los dedos y apareció una bandeja con sopa y pan, la cual fue flotando hasta Emily y descanso sobre su regazo.

— Come.

— No tengo hambre.

— ¿Phia, acaso tú le preguntaste a Emily si tiene hambre?

Phia dejó salir una risa nerviosa para acto seguido negar con la cabeza

— Phia no le ha preguntado nada a la ama Emily.

Lily arqueó una ceja e insistió.

— Come.

— Lo haré más al rato.

— No, lo harás ahora.

A regañadientes, Emily cogió la cuchara y se la llevó a la boca. Lily cogió la mano de ella y le dio la vuelta para después comenzar a trazar círculos sobre su palma.

La tranquilidad se apoderó de Emily, y la paz llegó a ella como un beso suave de brisa fresca. Sus hombros se relajaron al igual que todo su cuerpo; sintió como se le quitaba un peso del pecho y podía respirar tranquila.

— Elliot me enseño a hacer esto en diez minutos.—mencionó Lily.

— ¿Él estuvo aquí?

— Sí, todos estuvieron aquí.

— ¿Cómo se enteraron?

— Resulta que las chicas y yo veníamos por ti para ir a desayunar juntas. Cuando llegamos, tus padres estaban como locos, entonces nos quedamos y, probablemente, Pansy le avisó a Draco y Draco a los demás.

— Entonces... ¿todos saben sobre esto?

— Excepto la señora Cattermole.

— ¿La señora Cattermole? —casi gritó.

— Estuvo aquí de chismosa —se encogió de hombros—. Draco estaba preocupado por ti, ¿sabes?

— Pues no se le veía así.

— Porque sabe ocultar sus emociones, pero yo soy muy observadora.

Lily no era observadora, era ingenua, pero Emily prefirió callar. La rubia, se inclinó y de la mesa de noche, cogió un libro ancho y se lo entregó.

— Draco dejó esto para ti.

Emily recibió los libros y pasó la yema del dedo sobre el lomo, sintiendo los pequeños detalles sobre su piel. Era un libro realmente precioso de tapa dura, escritó por la famosa autora muggle: Cumbres Borracosas de Emily Brontë.

Tenía la cubierta de un color púrpura claro con letras en dorado y detalles de jaulas con pájaros. Era precioso, realmente precioso.

𝑻𝒆 encontré sin siquiera buscarte, pero
𝑨hora que te conocí, te buscaría en
𝑴iles universos más.
𝑶nsra...

D.M.

Las primeras letras de cada línea estaban más marcadas que las demás, como si Draco hubiera dejado un mensaje oculto en ellas. Lily dejó salir un chillido y se llevó la mano a la boca; sus ojos se habían llenado de lágrimas.

— ¡Dame eso! —dijo y le arrebató el libro de las manos, para leer una y otra vez—. ¡Te está diciendo que te ama!

— Li, solo es una concidencia.

— ¿Concidencia? —gritó—. ¡Eres tan tonta, Mily! Esto está más que obvio, sino, ¿por qué enfatizó especialmente las iniciales? ¡¿Y por qué las escribió en negritas?!

Emily le echó otra ojeada al libro y negó con la cabeza.

— Draco no haría algo tan romántico.

— Si tú lo dices —canturreó—. Por lo menos dime algo.

— ¿Qué?

— ¿Lo tiene grande? —preguntó con los ojos llenos de curiosidad—. ¿Ancho? ¿Venudo?

— ¡Lily! —enrojeció—. Ya estás hablando como Pansy.

La rubia desvió la mirada y arrugó la nariz, estaba comenzando a molestarse.

— ¿Podemos hablar?

— Eso estamos haciendo, Emily.

— Sobre Pansy.

— ¿Qué hablaríamos sobre Pansy?

— Sé que tienen algo.

La rubia comenzó a jugar con sus dedos, claramente nerviosa.

— Nada.

— No mientas

— Es que no tenemos nada —elevó las manos y repitió—: Nada.

— Eres mala mintiendo.

— Bien, bien. ¿Quieres hablar sobre Pansy?

— Sí.

— Solo estoy experimentando, descubriendo cosas nuevas. Solo eso. Nada es oficial.

— Claramente para Pansy no es una experimentación.

— Sí, lo es.—aseguró.

— No la lastimes.

— No la lastimaré porque no tenemos nada serio —miró hacia el reloj que adornaba su muñeca—. Mira, ya es tarde y me tengo que ir.

— Nos vemos luego.

— Claro.—le besó la mejilla y emprendió sus pasos.

— Phia —musitó Emily, girando sobre su costado—. ¿Así que ahora eres mía?

— Phia le pertenece y está bajo las completas órdenes de la ama Emily.

— Entonces... cuéntame. ¿Has seguido la orden que te di?

— Phia siguió cada paso de la orden.

— Ven aquí —palmeó el sitio a su lado—. Quiero saberlo todo.

— El señor Malfoy y la señorita Rose pelean todo el día.

— ¿Por qué?

— Phia ha escuchado que el señor Malfoy no permite que la señora Rose duerma con él en su dormitorio. La mayoría de las peleas son por eso.

— Hmm.—tarareó.

— También pelean mucho por usted, señorita Emily.

— ¿Por mi?

— Phia ha estado mayormente en las cocinas —dijo y jugó con sus manos—, así puede estar mejor informada, y Phia ha escuchado que la señora Rose le exige al señor ministro que deje a la señorita Cresswell.

— ¿Y qué más?

— El señor Malfoy la deja hablando sola. Phia también sabe que pelea mucho con la señora Narcissa sobre terminar un acuerdo.

— ¿Un acuerdo?

— Es lo único que Phia no ha podido descubrir porque nunca hablan sobre el acuerdo específicamente.

— ¿Y cuál es la respuesta de Narcissa?

— La señora Narcissa le pide paciencia al señor Malfoy, pero él se niega rotundamente, señorita Emily.

— Todo lo que escuchas y descubras, dimelo enseguida.—ordenó.

— Phia le dirá todo a la señorita Emily.

Emily le agradeció, y Phia dejó salir una pequeña risa. Cogió nuevamente el libro y pasó el dedo sobre la dedicación de Draco hacia ella, exactamente por esas iniciales las cuales Lily aseguraba que él le decía que la ama.

Quería terminar con todo esto, pero ¿cómo era posible hacerlo cuando él hacía este tipo de cosas? Era imposible, realmente imposible. Suspiró y dejó caer el libro sobre su pecho; colocó ambas manos sobre el y cerró los ojos.

Se incorporó debido al sonido de la puerta abriéndose, y vio a Feyre entrando a la habitación y acto seguido, acostándose a su lado. La pequeña abrazo a su hermana con fuerza y suspiró.

— Mily, pensé que me abandonarías.

— Necesitas más de un desmayo para deshacerte de mi.

— No quiero deshacerme de ti, Mily.

— Está bien.

— ¿Puedes comer más? —preguntó y alzó la mirada para verla.

Algo en el interior de Emily se rompió cuando miró los ojos de Feyre anegados en lágrimas.

— Sí, puedo.

— ¿Puedo pedirte otra cosa?

— Lo que sea.

— No quiero del dinero que te dejó el mago de ojos bonitos, pero ¿puedo pedirle cosas a Phia?

— Siempre y cuando lo hagas con respeto.

— Mily, me gusta el mago de ojos bonitos, pero siento que es muy cruel.

— Fey, hay algunas cosas que por más que intentes cambiar, es imposible de hacerlo, y Draco forma parte de eso.

— ¿Siempre ha sido así de malo?

Fue una pregunta que dejo pensando a Emily: sabía que el ministro de magia en sus años de Hogwarts había sido un bully de primera junto a sus compañeros, pero nada se compara con matar y torturar gente por gusto. Claro, burlarse y tratar mal a las personas también era malo, muy malo. ¿Pero matar? Solo de pensar en eso, se le revolvía el estómago.

— No sé.—se limitó a responder.

— ¿Puedo preguntarte otra cosa?

En ese aspecto, Feyre se parecía mucho a Emily. Ambas tenían un sin fin de preguntas y su curiosidad era más grande que todo.

— ¿Qué?

— ¿Hiciste el sexo con él?

— Feyre, me gusta mucho alimentar tu curiosidad, pero hay algunas cosas que son mejores descubrir a una edad madura para saber cómo tratar esos temas. Y te prometo, que algún día, te contaré todo sobre el sexo.

— Buenas noches.

Cuando escuchó su voz, Emily giró la cabeza y abrió los ojos de par en par. Antes de preguntarle nada, le echó una ojeada para admirarlo.

Pantalones negros —tipico— camisa de algodón y mangas largas —arremangadas— negra y el cabello levemente desordenado. También se fijó en la pequeña bolsa que sostenía con dos dedos.

— ¿Qué haces aquí?

Entonces, antes de responder, Draco cogió una silla de madera y la situó junto a la cama de Emily. Sacó de la bolsa un plato desechable con pastel de calabaza y varios dulces.

— Come.—ordenó.

— Acabo de comer.

— Pero no comiste algo dulce, ¿cierto? —enarcó una ceja.

Emily enarcó la suya.

— ¿Puedo probar? —preguntó Feyre.

— No, infante. Es para tu hermana, no para ti.

— No le hables así a Feyre.

Él cruzó los brazos sobre su pecho, y Emily no pudo evitar ver las venas sobre sus brazos y los anillos sobre sus dedos.

— Bien, pues —se aclaró la garganta—. No, Feyre. Se lo traje a Emily, no a ti.

— Es lo mismo con diferentes palabras.

Puso los ojos en blanco y le indicó a la pequeña que comiera.

— Que no se lo coma todo —dijo él—. Tú también debes hacerlo.

— No exageres.

Draco se alzó un poco de la silla y le arrebató la cuchara a Feyre. Cogió un trozo del pastel y lo llevo a la boca de Emily.

— Abre.—dijo con tono severo.

Ella lo hizo, abrió levemente la boca y permitió que Draco deslizara la cuchara entre sus labios.

— ¿Ella duerme aquí? —preguntó refiriéndose a Feyre.

— No, no duermo aquí.—le respondió Feyre.

— ¿Entonces tienes tu propia habitación?

— Nuestra casa solo tiene dos habitaciones —le dijo—, y yo duermo con mis papás.

— Hmmm —tarareó—. ¿Entonces no tienes habitación?

— No, pero quisiera tener una —sus ojos se llenaron de ilusión—. Una grande, con muchas cosas y una cama gigante.

— ¿Y qué hay de tus estudios?

Emily observó el rostro de Draco, su mandíbula relajada, pero su ceño fruncido; la manera cuidadosa, pero a la vez tosca de preguntar las cosas.

— Voy a una pequeña escuela —respondió con una sonrisa—. Soy la mejor de la clase.

— ¿Ya te sabes la maldición Avada Kedavra?

— Draco —advirtió Emily, y después se dirigió a Feyre—. Deberías ir a dormir, Feyre.

— ¿Me puedo quedar un poco más?

— Ya es un poco tarde, lo más conveniente es que fueras a dormir.

— Bien.—la pequeña se levantó.

— No le digas a papá y a mamá que Draco está aquí, ¿bien?

Simuló cerrar su boca y asintió con la cabeza. Entonces se marchó.

Cuando giró la cabeza para ver nuevamente a Draco, él estaba sacando un vial de su pantalón.

— Dame las manos, por favor.

Ella las tendió hacia él, entonces Draco destapó la botella y humedeció sus dedos en aquella pócima para después frotar las heridas que tenía Emily sobre las muñecas. Aquellas heridas que fueron causadas el día que él la ató.

— Lo lamento.—susurró.

— Está bien.

— No, no lo está. Te lastime y eso no está bien.

— Draco, está bien —insistió ella—. Ni siquiera me duele.

Las caricias de Draco sobre su muñeca eran suaves y cuidadosas, tratando de llegar a todas las heridas.

— Draco —bufó ella y retiró las muñecas—. Te he dicho que está bien.

— Déjame ver tu cuello.

— No deberías estar aquí...—susurró ella.

— ¿Por qué?

— Ya tengo demasiados problemas por todo esto.

— Lo sé —abrió los ojos y la miró con atención—. Pero, Emily, si me pides... Si me dices ahora mismo que quieres que me vaya, lo haré. Me iré y nunca más sabrás de mi.

Emily parpadeó para ahuyentar las lágrimas. Él se veía tan cansado...

— ¿Quieres dejar esto aquí? —presionó—. ¿Quieres que me marché?

— No —negó con la cabeza—. No quiero.

Él cerró los ojos y exhaló.

Entonces articuló un «Te amo» con los labios, y fue todo lo que Emily necesito para que el corazón le dejara de doler, pero aún así... sentía que algo no estaba bien entre ellos.

— Estoy cansado.—murmuró.

— Acuéstate a mi lado.

Él asintió con la cabeza mientras que Emily hacia a un lado las sábanas y le dejaba un espacio para que él se acostara junto a ella. Draco colocó un brazo sobre su cintura y hundió el rostro en su cuello, inhalando profundamente.

Un aroma a alcohol llego a la nariz de Emily, cosa que le extraño ya que era raro percibir aquel olor en Draco. Sin embargo, decidió no decir nada.

— No puedo estar alejado de ti —murmuró sobre su piel y su mano serpenteó sobre su estómago—. No es normal esto que siento y, a veces, quiero que se detenga.

— ¿Que se detenga?

— Sí, quiero que todo pare. A veces, no quiero sentir esto.

— ¿Por qué?

— Porque siento que no durará...

Ella también lo sentía y odiaba aquella sensación, pero era mejor disfrutar y no preocuparse por el futuro ahora.

— Mejor cuentame por qué estás cansado.

— Fue un día ajetreado para mi.

— ¿Debido a?

— Problemas tontos con Potter tonto y todo fue realmente tonto. Mis mortifagos son unos buenos para nada, y ya no soporto a mi madre ni a Rose, y todo el maldito día quiero estar contigo.

— Deberías tomarte un descanso.

— Si hago eso, Potter viene y recupera el poder que nunca tuvo.

— Que se joda Potter.—bromeó.

Mily —susurró, y fue la primera vez que él la llamó «Mily y no Em, o Emily—. Lamento haberte lastimado.

— No insistas con esa tontería.

— Me deje llevar, no quería causarte daño.

— Me gusto.

— Dijiste la palabra de seguridad.

— No estaba lista —dijo y fue en parte verdad—. ¿Draco?

— ¿Sí, Em?

— ¿A ti te gusta todo eso?

— Sí, de alguna manera siento que tengo el control.

— ¿Cómo cuando matas?

...

— Draco, ¿puedo preguntarte algo? Pero no es necesario que respondas.

— Volvió la Emily curiosa —bromeó—. Sí puedes.

— Al m-matar a Arabella... ¿también te causo placer eso?

Draco dejó salir un pesado suspiró y se incorporó sobre la cama.

— Más de lo que me gustaría.

— ¿En serio?

Él asintió.

— No es algo que me enorgullezca, pero —entonces giró a verla—. ¿Te estás preguntando si me excitaría matarte?

Ella mordió su labio inferior sintiéndose atrapada.

— Sí, algo así.

Él se acercó y dejó un corto beso sobre los labios de Emily.

— Sí, lo haría.

No sabía si sentirse asustada o cómo reaccionar, pero su corazón comenzó a martillear con fuerza y sus manos se empaparon de sudor frío. Colocó la mano sobre su nuca y lo atrajo más hacia ella, atrapando sus labios en un beso.

— Me gustaría hablarte de algo.

— ¿Tiene qué ver con cuánto alcohol has ingerido?

— No, tiene que ver con tu problema alimenticio y tus autolesiones.

— No quiero hablar sobre ello.

— Pero yo sí. He estado evitando traer este tema para no hacerte sentir incómoda, pero esto, Emily, ya es demasiado...

— Draco, no quiero hablar sobre esto.

— No tenía idea que te cortabas. ¿Por qué lo haces?

— No, no, no.—resopló y ocultó su rostro entre sus manos.

— Respóndeme, Emily.

— No voy a hablar sobre esto.

— Está bien, no hables sobre esto, pero quiero advertirte que desde hoy empezarás una dieta estricta para mejorar tu alimentación. ¿Lo quieres o no? Todo depende de ti.

Ella lo miró a los ojos y asintió.

— Sí.

— Y dejarás de cortarte, cuando sientas el impulso de hacerlo me mandas a llamar, ¿escuchaste?

Cuando ella asintió, Draco prosiguió.

— Y cualquier otro problema con tus padres, solo necesitas mandarme una carta y estaré aquí.

— Gracias —apoyó la mano en su hombro y lo obligó a acostarse—. Así que, Phia me es leal a mi ahora, ¿eh?

— Phia ha sido leal a ti desde el primer momento que le diste una orden y no le pediste un favor.

— No me digas... orden tuya, ¿no?

— Sí.

Draco acarició su mejilla y volvió a besar sus labios lentamente, bajando por su mandíbula hasta llegar a su cuello.

— Voy a comprarte ropa de dormir sexy.—mencionó entre besos.

— ¿Sexy? —preguntó ella con la respiración ya agitada.

— Sí, muy muy sexy —mordió la piel de su cuello y después succionó—. Quiero verte vestida en algo muy sexy y de color negro para que las marcas que dejaré en tus pechos resalten.

Dicho eso, Draco hizo a un lado la playera de Emily y pegó los labios a sus pechos, mordisqueando levemente.

— Algo sexy y de color negro para que resalten las marcas que dejarás sobre mis pechos.—repitió.

— Ay, Emily —jadeó—. Que duro me pones con tan solo escucharte hablar excitada.

— Te pongo duro.

— Mucho, amor.

Bajo un poco más, hasta llegar a sus muslos y dejó besos sobre las vendas que cubrían su piel y los cortes sobre ellas. Después volvió a llegar hasta su rostro y dejó un beso sobre su frente; se acomodó nuevamente a su lado y la abrazó.

— Dormiré contigo. ¿Te molesta?

— No.

— Buenas noches, entonces.

— Buenas noches.

Emily deseó tener más noches y mañanas a su lado, porque se sentía jodidamente bien.

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