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035


Emily.                              𝔫𝔬𝔠𝔱𝔦𝔣𝔢𝔯.                        𝐿&𝒟.




El Que Dice La Verdad.

¿Emily Cresswell victima o...?
¿La oficial o la amante?

Es lo que muchos nos estamos preguntando. ¿Emily es una victima o cómplice?

Todos sabemos el odio de Draco Malfoy hacia los mestizos, los sangre sucia y los traidores de la sangre, y no es ningún secreto que la mestiza Emily Cresswell se ha estado acostando con el mago que mata a los suyos, a su gente.

¿Estará bajo algún hechizo o pócima?

¡Abre los ojos, Emily!
Más de tres mestizos son secuestrados al día para después matarlos.

¡Draco Malfoy merece la muerte!

Dejando el tema del príncipe de la muerte (deberian llamarlo así), se le ha visto a Harry Potter caminar libremente sobre las calles mágicas.

¡Potter estamos contigo!

Masajeó su sien, sintiendo que en algún momento le explotaría la cabeza gracias al dolor que la había estado acompañando desde hace veinticuatro horas.

— ¿Estás lista, Emily?

Ella alzó la cabeza para prestarle atención a su padre.

— Sí.

— Entonces vámonos.

Asintió con la cabeza mientras emprendía sus pasos y salía de la casa junto a su padre. Le costaba caminar, pues le dolían las piernas de una manera infernal.

— ¿Por qué caminas así? —inquirió su padre con el ceño fruncido.

— Me caí en la ducha.—mintió.

Le habían estado doliendo las piernas desde la última vez que estuvo con Draco, era un dolor casi insoportable con el que tenía que lidiar todos los días.

Su padre negó con la cabeza y le tendió el brazo. Entonces ambos comenzaron a aparecerse fuera de la ciudad, tal como lo hacían una vez a la semana.

La vieja casa que apareció frente a ellos, ya era un tanto familiar para Emily. Sabía por dónde se entraba y cuantas salidas de emergencia tenían. De cuantos cuartos constaba la casa y quienes vivían allí.

Un rostro conocido los hizo entrar a la casa y les ofreció agua.

— Señor Atticus, Emily —los saludó mientras les pedía que tomaran asiento—. Estoy agradecido de verlos una vez más, de verdad.

— No hay nada que agradecer, joven Potter.

— Se están poniendo en peligro para ayudarme, eso debe ser agradecido.

— Mi familia y yo lo hacemos con mucho gusto.

— Emily, Ginny me ha pedido que te informara que están arriba y que están esperando por ti.

Musitó un «gracias» y se puso en pie para subir al segundo piso y buscar a la pelirroja.

— ¡Emily! —la saludó alguien.

— ¡Neville!

— ¿Te veremos seguido por aquí?

— Supongo que sí. Mi padre tiene algunos negocios pendientes con Harry Potter.

— Hablas de Harry como si fuera una mala persona, Emily.

No podía negarlo, la rabia que Emily sentía hacia el ojiazul crecía cada vez que lo miraba a la cara, sin razón aparente. Siempre trataba de mantenerse tranquila y no darle un puñetazo en la nariz.

Se encogió de hombros y curvó los labios hacia abajo.

— No me cae bien.

— Deberias darle una oportunidad y conocerlo. Harry nos ha salvado y ayudado a todos.

— ¿Están con él por agradecimiento o...?

— Porque somos familia.

Sin volver a responder, Neville la guío hacia una habitación que estaba llena de juegos —muggles— y habían varias personas allí. Algunas que eran conocidas para Emily, otras que no sabía ni sus nombres.

Ginny se acercó a ella y entrelazó su brazo con el de Emily, tirando de ella lentamente.

— Ven, te presentaré a algunas personas.

Tal como lo dijo, la pelirroja le presentó a varias personas que estaban allí. A Emily ya se le había olvidado sus nombres.

Llegaron hasta una bruja rubia y de ojos soñadores de estatura baja y otra de cabello castaño y estatura media.

— Emily, ella es Luna Lovegood.

— Hola.—saludó la rubia con una sonrisa de oreja a oreja.

— Y ella es...

Antes de que Ginny pudiera terminar de presentarla, la mujer castaña estalló en lágrimas.

— ¡Eres la culpable de la muerte de Teddy! —declaró con lágrimas sobre las mejillas y señalándola—. ¡Eres Emily Cresswell la mujer que mató a mi Teddy!

Emily quedó estática sobre su lugar sin saber qué hacer. Ginny se disculpó con la mirada y se llevó a la castaña.

— Por fin puedo conocerte.

— Digo lo mismo.

— No le prestes mucha atención —mencionó Lovegood—. Desde la muerte de Teddy ha estado llorando sin parar.

— ¿Ella era algún familiar de él?

— No —se encogió de hombros—, era su novia.

Luna Lovegood desprendía una vibra... rara, no de forma mala sino de una manera buena. Es decir, te hacia sentir confiada a su alrededor. Sus ojos grandes de un color azul desbordaban felicidad, confianza y, algo raro. No la miraba como lo hacían todos en esa casa.

— Yo te entiendo.—musitó.

— ¿Huh?

— Teddy fue un daño colateral para ti. Querías huir y volver con tus amigos verdaderos.

— No era mi plan...—confesó. Solo quería molestar a Potter, no huir.

— Yo pienso que eres muy valiente al hacerlo.

Emily estuvo a punto de burlarse. «¿Valiente ella?».

Mataste a alguién en territorio de enemigos.

— No fue agradable para mi estómago.—reconoció.

— ¿Sabes jugar billar?

— No.

— Es fácil —cogió un palo y se lo entregó—. Solo debes pegarle a la bola blanca para que metas las otras bolas.

Emily observó los movimientos de la rubia, como se inclinaba sobre la mesa donde yacían algunas bolas de varios colores sobre ella y le pegaba a la única blanca. Ésta comenzó a girar sobre la mesa, pegándole a otra bola.

— ¿Eso es todo?

— Debes meter las bolas en los hoyos.

Intentó hacerlo, pero ni siquiera sabía cómo se sostenía aquel palo. Le pegó a la boca blanca y no obtuvo ningún resultado.

— Aprenderás —le aseguró la rubia con una pequeña sonrisa—. ¿Qué opinas sobre el nuevo artículo?

— ¿El que habla específicamente sobre mi?

— Sí, ese mismo.

— Tendrá algo de razón.

— Yo opino que la persona quiere morir.

— ¿Por qué?

— Se ve que Draco es muy territorial con las personas que ama. Aunque no entiendo algo.

— ¿El qué?

— ¿Tú también lo quieres?

Emily pensó en su respuesta para después sólo encogerse de hombros.

— Eres la novia de Blaise, ¿no?

— Sí —no lo negó y su ojos se iluminaron—. Tenemos más de cinco años saliendo.

— ¿No les es difícil? Quiero decir, tú perteneces a la orden y él a los mortifagos.

— Nuestro amor es más grande que cualquier obstáculo.

— ¿Emily?

Ella alzó la cabeza para ver quién la estaba llamando y dejó el palo sobre la mesa.

— Tu padre me ha pedido que te llamara. Volverán a casa ya.

— Supongo que nos veremos seguido.—dijo Luna.

— Eso espero.—y era verdad.

Entonces Emily salió de aquel cuarto y bajo las escaleras para encontrarse con su padre. Salieron de la casa de Potter y comenzaron a caminar un poco.

— Todavía no entiendo por qué estás haciendo negocios con él.

— Nos está pagando bien.

— Hay algo más.

— Nada de lo que debas preocuparte.

— Me preocupo, porque me estás involucrando.

— Como si no te gustara.—se limitó a responder mientras le ofrecía su brazo y volvían a aparecer en Wiltshire.

Había una gran multitud sobre las calles, aclamando a su señor oscuro y haciendo reverencias ante él. Atticus cogió la muñeca de Emily y comenzó a avanzar entre la gente para acercarse más a la tarima que estaba a unos metros de ellos.

Sobre la tarima, se encontraba Severus Snape, Narcissa Malfoy, Draco y Rose Malfoy. El hombre rubio tenía el rostro oculto gracias a la máscara gris que solo dejaba a la vista sus preciosos ojos grises; estaba vestido de negro —como de costumbre— y a su espalda se encontraba Rose, quien parecía una muñeca, la cual era manipulada por su propio esposo.

El corazón de Emily reaccionó a su príncipe oscuro, latiendo con intensidad.

Él era tan jodidamente poderoso y peligroso... y tan suyo.

Con dificultad Emily pudo vislumbrar el lazo que Draco tenía sobre su muñeca, el mismo lazo que antes le pertenecía a Emily y él se lo había quitado para llevarlo sobre la mano desde ese día.

Bajo las paredes de Oclumancia solo para hacerle saber que estaba allí, presente. Sin embargo, el hombre no le habló mente a mente, y ni siquiera miró en su dirección. Estaba con la mirada fija, sin ver hacia nadie.

Snape hablaba a su espalda con la varita colocada sobre el costado de su cuello.

— Todo el pueblo es invitado hoy a la fiesta que dará nuestro ministro de magia en la mansión Malfoy. Favor de ir bien vestidos y no faltar a la reunión.

— ¿Qué estamos celebrando? —gritó alguien.

— Que siguen vivos.

— ¡Queremos a los mestizos que han matado!

— Es imposible devolverle la vida a alguien que ya está más que muerto.

— ¡Queremos justicia! —gritó la voz de un anciano—. ¡Ese hombre ha matado a mi hijo!

Solo bastó eso para que un mortifago llegara hacia él y le colocara la varita sobre el cuello. Emily pegó un respingo y se llevó la mano a la boca mientras que la multitud a su lado dejaban gritos de terror.

«No, Draco. Por favor, por favor», rogó.

El mortifago abandonó el brazo del anciano, Emily pensó que se alejaría, pero no fue así. Levantó la mano y le pegó una cachetada al hombre, tan fuerte que cayó sobre el suelo y su nariz comenzó a sangrar.

Mientras que los mestizos se acercaban al herido para tratar de auxiliarlo, el mortifago escupió sobre el suelo cerca de él y se marchó.

— Quien se atreva a desafiar al príncipe de la oscuridad, deberá aceptar su destino.

Dicho eso, todos los mortifagos desaparecieron como una nube oscura y espesa.

La gente aún estaba alterada, se podía sentirlo en el aire. Algo estaba cambiando entre ellos; el temor a él, a Draco, estaba disminuyendo gracias a los artículos anónimos que salían cada semana.

— Vámonos.—espetó su padre cogiendola de la mano una vez más y tirando de ella.

Los pasos eran apresurados y torpes, hasta que la puerta de su casa apareció en el campo de su visión.

— Espero que Draco no te dé el mismo trato que le da a su pueblo, Emily. Espero que abras los ojos y veas en lo que te estás metiendo.

— Ya soy una adulta.

— No te estoy diciendo que te alejes, solo te lo estoy advirtiendo. Draco Malfoy no es más ni menos que un monstruo.

— ¡Fue la culpa del anciano! —en cuanto esas palabras salieron de su boca, se arrepintió al instante.

Su padre se rió.

— Antes te hubieras tirado sobre él para detenerlo y culparlo de sus actos, ahora lo estás justificando.

Ella bajó la cabeza, sintiéndose apenada.

— Estoy tan decepcionado de ti.—fue lo último que le dijo antes de entrar a la casa.

Emily lo siguió adentro y se dejó caer sobre el asiento, sin tener ganas de decir algo.

— Atticus, ¿qué está pasando a fuera? —preguntó su madre.

— El ministro les ha pedido a todos que se reúnan hoy en su mansión.

— ¿Por qué?

— Una fiesta —meneó la mano—. Nada importante.

— ¿Iremos? —inquirió Feyre.

— Me temo que es obligatorio. Sin embargo, Emily no vendrá con nosotros.

Ella giró la cabeza abruptamente para ver a su padre.

— ¿Qué?

— Ya lo has escuchado, Emily.

— ¡Es injusto!

— No irás, ya lo he decidido.

— ¡No pueden dejarme aquí sola!

— Claro que podemos, señorita. Así que será mejor que no insistas.

— ¡Déjenme ir con ustedes! —suplicó—. ¡Prometo estar al lado de mi madre todo el tiempo!

— No, Emily. No insistas.

— ¡Entonces yo tampoco iré! —espetó la pequeña con los brazos cruzados.

— Feyre —su padre exhaló—, yo soy tu padre, no Emily. Es a mi a quien obedeces, no a Emily. Tú irás, tu hermana se quedará y punto. ¡No quiero escucharlas hablar más!

— Se arrepentirán de tratarme así.—declaró y colocó las manos sobre sus caderas.

— Ah, mira Amanda —su padre sonrió con sorna—. Draco le ha enseñado a amenazar. Solo falta que nos mate tal y como lo hizo él con su padre.

— Emily, por favor —musitó su madre—, no sigas.

Les dio la espalda y desapareció escaleras arriba, encerrándose en su habitación.

Era injusto. Todo era injusto. Todo.

Emily se había dado cuenta que sus padres hablaban a escondidas de ella —cosa que nunca habían hecho antes— y, a decir verdad, Emily se sentía mal por ello. Por la confianza que habían perdido en ella.

Se sentó sobre la silla que rechinaba con cualquier cosa, y cogió una pluma y un pergamino del escritorio de madera que tenía.

Creo que es la primera vez que te escribo una carta, así que espero que la leas y me respondas lo más antes posible.

Mis padres no quieren llevarme a la fiesta que harás hoy por la noche, y creo que es muy injusto de su parte.

Quería verte, Draco. Ya tiene tiempo que no nos vemos y te echo de menos.

Solo quería avisarte que hoy no nos veremos, ¿y preguntarte a qué se debe esa fiesta?

E.C.

Se quedó mirando el pergamino, preguntándose como se lo mandaría, pues no contaba con un búho propio, solo el de sus padres.

Una lágrima rodó por su mejilla y ella se la limpió con rapidez. Quería soltarse a llorar por impotencia.

Al final logró mandarle la carta con ayuda de Feyre. Ya estaba oscureciendo y sus padres se estaban arreglando para la fiesta.

No había tenido respuesta de Draco, ninguna señal que había leído la carta. Pero Emily supuso que estaría sumamente ocupado, así que lo dejó pasar.

Se acomodó sobre su cama con un libro sobre sus piernas y prendió la pequeña vela a su lado para poder leer mejor.

Se sentía cansada y enojada. Aún estaba enojada.

Minutos después, su madre entró a la habitación y se acercó para dejar un beso sobre su frente.

— No tardaremos.—le aseguró.

— Déjenme ir, por favor.

— Tu padre ha dicho que no, Emily.

— Bien.

— Buenas noches.—se despidió con la mano y salió de la habitación.

Espero a que sus padres abandonaran la casa por completo, y bajo a la cocina. Tenía ganas de comer algo, pero no estaba muy segura de hacerlo. Buscó entre los cajones y la nevera, algo que le llamara la atención suficiente como para dignarse a comer.

Chocolate...le encantaba el chocolate, pero preferiría no tener un ataque de nervios después.

Pasó varios minutos buscando, para al final decidirse por unas frutas frescas. Se sentó sobre la mesa y pico la fruta con el tenedor para llevárselo a la boca.

Sabía que no estaba bien, pero no tenía nada que hacer, así era ella...lamentablemente. Había crecido con «estereotipos» de belleza que eran erróneos, pero se le habían metido tanto a la cabeza que parecía que era imposible hacerla cambiar de opinión. Solo se sentía bonita cuando estaba con él... y eso era malo, porque estaba dependiendo de una u otra forma de Draco.

Escuchó como algo caía en el piso de arriba, y Emily pegó el segundo respingo del día. Cogió su varita —aunque para ser sinceros solo se sabía los hechizos más simples y no le ayudaría de nada— y comenzó a subir lentamente, peldaño por peldaño. Hasta que estuvo en el pequeño pasillo y no vio absolutamente nada.

Abrió la puerta de la habitación de sus padres y tampoco había nada. Así que fue a su habitación.

Sobre el suelo yacía Pansy Parkinson y Elliot Avery burlándose abiertamente de ella.

— Sí que eres torpe, Parkinson.

— Oh, Avery, y tú estás friendzoneado.

— Sabes —el chico cruzó los brazos sobre su pecho—, Emily me quiere, aunque lo niegue.

— Sí, como a un amigo.

— Elliot tiene razón —dijo Emily—. Lo quiero, Pans. Deja de molestarlo.

— Pensé que te habían raptado o algo por el estilo.

— Estaba comiendo.

— Entonces deja de comer y arréglate.

— ¿Y a dónde se supone que iremos?

— A la fiesta.—dijo mientras se incorporaba.

— No puedo —hizo un mohín—. Mis padres me lo prohibieron.

— ¿Y quién dijo que le pediremos permiso a mis ex suegros? —preguntó Elliot—. Solo arréglate y vámonos.

— ¿Y si me ven?

— No lo harán —aseguró Pansy—. Estaremos en una dirección completamente opuesta a ellos.

— Bien —ella sonrió—. Pero no puedo quedarme por mucho tiempo.

— Y no será así.

Tenían aproximadamente diez minutos en el vestíbulo de la mansión Malfoy. Pansy tenía razón respecto a eso de «estaremos en una dirección completamente opuesta a ellos», pues los mestizos estaban muy alejados de los sangre pura.

La mansión estaba decorada con colores neutros y la música clásica llenaba cada rincón de esta.

Había optado por vestir un vestido rojo ajustado —Pansy se lo había traído, así que en realidad, no tenía otra opción—. El cabello le caía libremente sobre la espalda con las puntas enruladas y un labial rojo pintaba sus labios.

Ophelia se acercó a ella con una sonrisa y una ceja enarcada. Dejó un beso sobre su mejilla y la abrazó.

— Tenemos tiempo de no vernos, Cresswell.

— Tienes razón. ¿Dónde estabas?

— Atrapada en el trabajo —puso los ojos en blanco y bufó—. A veces quisiera no tener que trabajar y dormir todo el día, pero es obligatorio hacerlo.

— Entiendo.

— ¿Qué haces tú? —preguntó y le dio un sorbo a su vino blanco—. Debo confesarlo. Te ves extremamente bien en la foto que publicó El Profeta.

— Ni me lo menciones.

— ¡Emily! —escuchó un grito a su espalda y giró para ver a Blaise—. Llevo tiempo buscándote entre los mestizos y resulta que estás aquí.

— Hoy soy una sangre pura.—bromeó.

— Oh, cariño. Te aseguro que a ninguno de nosotros nos importa tu estatus sanguíneo.

— Blaise tiene razón.—opinó Ophelia.

— Ophelia, Elliot esta solo. ¿Por qué no lo vas a buscar?

— Eso mismo haré.—dijo y se bebió de una el vino.

— ¿Has ido a casa de los Potter?

— Sí, por cierto, conocí a Luna.

— Es la mujer más bonita de todo el maldito mundo, ¿cierto?

— Sí que sí.

— Oh, mira —señaló la puerta—. Ahí viene Draco.

Ella suspiró cuando lo vio entrar junto a Rose. Ambos tenían el semblante serio, parecían unos robots.

— Está loco por ti.

— Si estuviese tan loco por mi... no estaría con Rose, Blaise.

— En algo tendrás razón, pero eso no quita el hecho de que Draco está enamorado de ti, no de ella.

— ¿Qué opina acerca de la reaparición de Potter?

— Que es un gran tonto...

— ¿Y cuál es la razón de esta fiesta?

Se encogió de hombros.

— Está celebrando lo tonto que es Potter.

— No se le escapa ninguna, ¿cierto?

— Es Draco...

Emily pasó varias horas al lado de Blaise, hasta que el moreno se despidió de ella y se reunió con los demás. Se había arrepentido al instante de ir a la fiesta, pues Draco ni parecía estar presente.

Era entendible que Pansy, Ophelia y Elliot no estuvieran a su lado, pues se la pasaban saludando y dándole la bienvenida a los sangre pura que, claramente, eran personas importantes.

El vestido estaba comenzando a pesarle al igual que el maquillaje y solo le veía una solución a eso... El alcohol. Así que lo primero que hizo, fue prenderse un cigarrillo; inhaló profundamente, llenando sus pulmones y después lo dejó salir. Se acercó a la barra y pidió algo fuere para empezar.

La música clásica no paraba de sonar, y aunque Emily no era una especialista en fiestas, se dio cuenta que esa era una muy aburrida. No se atrevía a mirar hacia donde estaban los mestizos, pues no se quería encontrar con sus padres. Así que ella siguió tomando hasta que sintió que el alcohol tomó control de su cuerpo y de su mente.

Se acercó al primer mortifago que encontró, y el hombre hizo una reverencia ante ella.

— A sus órdenes, mi señora.

— Soy señorita, no señora.—lo corrigió con un dedo en alto.

— Discúlpeme por mi error.

— ¿Dónde está Draco?

— Desconozco esa información.

Estaba a punto de decir algo más, pero entonces sintió un toqueteó sobre su hombro. Giró sobre su mismo eje para encontrarse con una preciosa Ophelia, quien le ofreció la mano.

— Nos estamos yendo de este lugar.

— ¿Adónde van?

— A la fiesta.

— ¿No estamos en ella ya?

— No —negó con la cabeza—. Ahora conocerás una verdadera fiesta digna de los Slytherin.

Cuando aceptó la mano de la castaña, supo al instante que se estaban apareciendo. Sus pies se elevaron y comenzaron a girar, hasta que llegaron a un lugar oscuro que solo lo iluminaban unas luces parpadeantes. La música pasó de clásica a música normal, y no había ninguna persona que se veía viejo.

Claro, las personas que se encontraban allí ya tenían por lo menos unos treinta y tantos años, pero se conservaban jóvenes. La más chica de ellos, era Emily.

— Está es una verdadera fiesta —gritó Ophelia en su oído—. Diviértete.

— ¡Nunca antes he estado en una! —confesó, sorprendida por todo lo que veía.

— ¡Emily! —gritó Pansy una vez que estuvo cerca—. ¡Te estuve buscando por todos lados! Tus padres se han marchado ya, debes regresar a casa.

— Oh, si es así entonces yo puedo llevarte a casa —se ofreció Ophelia—. Yo también me iré a la mía. Mañana tengo varias cosas que hacer.

— Ni tú ni yo nos iremos de aquí.—exclamó Emily.

Elliot Avery llegó hasta ellas, envolvió el cuerpo de Ophelia con los brazos y colocó la barbilla sobre su hombro.

— ¿Adónde se quieren ir?

— Aww.—chilló Emily.

— Yo debo regresar a casa —respondió Ophelia— y Emily también debe hacerlo.

— Se ven tan lindos juntos.—insistió Emily.

Elliot soltó a Ophelia al instante —claramente incómodo— se hizo a un lado y metió las manos en sus bolsillos.

— No se vayan —dijo con voz ronca—. Esto recién empieza.

Dicho eso, el ojiverde se marchó.

— Es un miedoso.—mencionó Pansy.

— Siempre es lo mismo.—dijo Ophelia.

— Te aseguro que si Emily no hubiese dicho sobre que se ven lindos juntos, te llevaría directo a la cama.

Ophelia se cruzó de brazos.

— Es un miedoso.

— ¿Miedoso? —preguntó Lily, quien había aparecido hace unos segundos.

— Le tiene miedo al compromiso. Siempre ha sido así.

— No creo —opinó Emily—. Es muy maduro para eso.

— Te apuesto, Emily, que incluso si tú vas ahora mismo y le dices que dejas a Draco para estar con él, mágicamente desaparecerán sus sentimientos hacia ti.

— Eso es una tontería.

— Vamos —Pansy enarcó una ceja—. Hay que hacer el intento.

— No, no lo haré.

— Solo es una broma.

— De la cual no seré parte —enderezó la espalda—. Elliot me dejó muy en claro que quiere dejar de ser parte de mis juegos, y lo estoy cumpliendo.

— Bien —Ophelia se encogió de hombros—. Yo me voy.

Emprendió sus pasos y antes de desaparecer les mandó un beso a todas.

— Emily, tú también deberías irte —dijo Lily—. No me quiero ni imaginar qué harán tus padres si se dan cuenta que no estás en casa.

— ¿Dónde está Draco? —preguntó ella, estirando el cuello para buscar al rubio entre la gente.

Emily emprendió sus pasos en busca de Draco, hasta encontrarlo junto a unos mortifagos y Rose, su esposa. No estaban juntos, ni siquiera tenían el mínimo contacto, pero estaba con ella.

Se acercó a la barra y pidió otro whisky de fuego —a nombre de Draco Malfoy—. Lo bebió de una y la garganta le ardió por completo. Hizo una mueca de asco y meneó la cabeza.

Con pasos torpes, llegó nuevamente hasta donde Draco estaba —a solo unos metros más lejos que él— y se puso a bailar; sus movimientos eran torpes y para nada sincronizados, pero ella trató de hacerlo lo mejor posible. Un hombre se acercó y se sentó sobre el asiento detrás de ella mientras le chiflaba. Ella giró la cabeza sobre su hombro solo para echarle una ojeada. Le dedicó una pequeña sonrisa y meneó las caderas.

Sus manos subieron sobre el costado de su cuerpo y llegaron hasta su cabello para hacerlo a un lado. Le echó una miradita a Draco, pero él ya no estaba en el sitio que antes se encontraba. Se acercó al hombre y antes de poder sentarse a horcajadas sobre él, sintió dos manos —mucho más grandes que ella— jalarla.

Alzó la cabeza para encontrarse con Draco y su ceño fruncido. El individuo frunció los labios e inclinó la cabeza en forma de saludo.

— Señor ministro.

— Tenga más cuidado con quién se mete —gruñó el príncipe oscuro—, o me temo que tendré que cortarle las entrañas.

El hombre puso las manos en alto y asintió energéticamente con la cabeza.

— No sabía que era suya, mi señor. Discúlpeme.

— ¡No soy de nadie!

— Emily, cállate la boca.

Draco de aferró a la cintura de Emily y la echó sobre su hombro. Empezó a caminar por el sitio que aún seguía en penumbra sin siquiera mirar atrás, solamente colocó la mano sobre el trasero de Emily.

— ¡Eres un celoso! —espetó ella.

— Hay más de un millón de pervertidos en el mundo y no tenemos ni idea de cuántos haya en este lugar, Emily. No, no soy un celoso, solo te estoy protegiendo.—aseguró y le dio una palmada para después comenzar a aparecerse.

Emily abrió los ojos hasta que sus pies tocaron el suelo y no le gustó para nada en donde estaba.

— ¡Oh, no! —chilló—. ¡No puedo estar aquí!

— Shh, Emily. Joder.

— ¡Mis padres me querrán matar! —exclamó en un susurró.

— ¿Por qué?

— ¡Porque me escape!

— Sí, Emily. Y yo tuve que mandar a alguién para que haga un doble tuyo, y así tus padres no se dieran cuenta.

Ella cruzó los brazos sobre su pecho.

— Eres fan controlador.

Él se acercó a ella, y Emily tuvo que alzar la cabeza para poder verlo a la cara. Draco se inclinó hacia ella un tanto y su poderosa presencia la envolvió y nubló todos sus sentidos. Inhaló profundamente para llenar sus pulmones de aquel aroma varonil que tanto le encantaba.

— ¿Eso es lo que piensas? —susurró.

— Sí.

— Yo pienso que eres una mocosa e inmadura. ¿Qué son esas cartas que me mandas, Emily? ¿Qué son esos bailes que le haces a los hombres? 

— Yo hago lo que quiera.

— Y yo te haré lo que quiera.

Sus bragas se mojaron, no podía negarlo. No lo podía hacer y mucho menos cuando de él emanaba un poder oscuro y sus ojos parecían negros.

Colocó una mano sobre su hombro y le dio un leve empujoncito para tirarla a la cama.

— Al centro.—ordenó.

Y ella no pudo rechistar, lo obedeció y se colocó en el centro de la cama.

— Quítate el vestido.

Alzó el cuerpo para coger la cremallera de éste y bajarla para después quitárselo por completo.

— Ahora el sostenedor, amor...—sus palabras fueron susurradas con un tono ronco y seductor.

Emily deslizó los tirantes por sus brazos y se lo quitó.

— Ahora quiero que coloques tus manos detrás de tu espalda.

Poniéndose de rodillas, Emily colocó las manos detrás de su espalda, juntas.

Él se acercó a ella mientras que desataba su corbata negra y amarró sus muñecas. Después se desabotonó la camisa y la dejó caer al suelo, al igual que sus pantalones. Emily pudo vislumbrar lo duro que estaba bajo esos bóxer grises que se ajustaban perfectamente a sus caderas.

Se mordió el labio y parpadeó en su dirección.

— ¿Estoy siendo una buena niña para usted?

Él deslizó la mirada por todo el cuerpo de Emily, desde su cuello hasta su pecho y después donde sus piernas estaban juntas. El centro de ella palpitó con intensidad y sintió la necesidad de tenerlo en su interior.

— ¿Me vas a dominar, Draco?

— Te voy a joder, Emily. Y no tendrás el derecho de quejarte, gritar o suplicar para dejarte correrte.

Su piel se erizó tras escuchar las palabras de él y sintió un exquisito dolor sobre su húmedo coño. Le dedicó una sonrisa ladina y asintió con la cabeza sin quitarle los ojos de encima.

— Acuéstate.

Y Emily asi lo hizo, se acostó sobre su espalda y esperó por él. Draco se arrodillo frente a la cama y la cogió de las piernas para acercarla más a él. Acarició la tela que cubría el coño de Emily y jugó con el elástico de sus bragas.

Lentamente, muy lentamente, deslizó las bragas de Emily por sus piernas y las dejó caer al suelo, para después acercarse y darle una larga y lenta lamida.

La espalda de Emily se arqueó y sus caderas se sacudieron pidiendo por más.

Mientras que la mano del príncipe oscuro acariciaba el costado de Emily, justo donde el tatuaje se encontraba grabado sobre su piel, su lengua repasó una vez más por su clitoris y entrada.

— Mira dónde me tienes otra vez, Emily. Arrodillado —otra lamida— ante ti.

Pegó los labios a su clitoris y lo succionó con lentitud. Sus dedos recorrieron la piel de Emily para después llegar a su entrada y jugar un poco con ella. La yema de su dedo hacia presión y después los alejaba, para volver a repetirlo mientras su lengua rodaba el clitoris de Emily.

— Draco. Oh, joder.—chilló.

— Mantén silencio, ¿o deseas que tus padres se enteren lo sucia y traidora que puedes llegar a ser cuando estás conmigo?

Ella negó con la cabeza y se retorció sobre la cama. Sus caderas se alzaron una vez más y Draco colocó la mano sobre su vientre para mantenerla quieta.

El dedo índice de él se adentró en el interior de Emily y lo arqueó para rozar contra su punto dulce. Una vez, dos y tres. Entonces lo volvió a sacar.

Su orgasmo se acercaba a ella para volverla loca y después volvía a alejarse. Estaba comenzando a sentir frustrada, pero era algo que a Draco parecía no importarle. Se puso en pie y colocó una mano llena de anillos sobre su propia cadera. Ladeó la cabeza, cogió su varita y se remojó los labios.

— ¿Cuál será tu palabra de seguridad esta noche, Em?

Emily admiró como el hombre meneaba su varita y entonces apareció una botella de licor flotando sobre el aire.

Ella volteó la cabeza para buscar algo que le llamaba la atención.

— Libros.—musitó.

— ¿Libros? —ella asintió, entonces él se acercó nuevamente a ella—. Libros será, entonces.

Destapó la botella, le dio un largo trago y luego se acercó a ella inclinando el licor. El alcohol lleno su boca con su suave dulzura y luego sintió como le quemaba la garganta al tragar.

Draco deslizó la mano sobre su mandíbula y después sobre su cuello, apretándolo y acercándola a él. Inhaló profundamente y después dejó un beso sobre la comisura de sus labios.

Con otra sacudida de su varita apareció un palo largo de color negro y con algo en el final de este. Lo acercó a su cuerpo y cuando llegó un poco más abajo de su cadera, la golpeó.

— Es un látigo —le informó él—. Sobre tus rodillas.

Ella obedeció al instante antes que Draco le ordenará que abriera un poco las piernas. Entonces él coló el «látigo» entre sus piernas y le acarició el clitoris.

Un espasmo le recorrió el cuerpo y se mordió el labio para evitar el gemido que estaba a punto de brotar de su garganta.

— Follame, Draco —sus ojos derrochando placer y desespero—. Follame y córrete dentro de mi.

Con otra sacudida de varita, las manos de Emily quedaron atadas a la cabecera de su recámara.

— Se una buena sumisa y mantente callada —gruñó—. No querré matar a tus padres para evitar que ellos lo hagan contigo.

Ella negó con la cabeza energéticamente mientras Draco enganchaba los dedos en el borde de sus bóxer y los deslizaba por sus piernas para liberar su dura longitud. Aunque la habitación estaba en penumbras, Emily pudo ver la vena, que tanto le llamaba la atención, recorrer el pene de Draco. Larga, palpitante.

Su boca se hizo agua.

Por favor.

Draco se subió a la cama y cogió a Emily de las caderas para acercarla a él. Alineó la punta con su entrada y empujó sus caderas una vez. La punta de su pene entró en su interior y después volvió a salir.

El látigo volvió a la entrepierna de Emily, rozándola con suavidad y activando todos sus sentidos. Se sentía tan jodidamente bien y estaba segura que sería el orgasmo más intenso de su vida.

Draco acercó la mano a su boca y deslizó el pulgar entre sus labios, entonces se enterró de una estocada en ella. El gemido que dejó salir quedó ahogado por el dedo de Draco y sus ojos, instintivamente, se pusieron en blanco.

Estaba enojado, la estaba follando con furia.

Sus caderas chocaron una y otra vez contra las de ellas, estrellándose con fuerza y sin cuidado, haciendo que sus pechos rebotaran de arriba y abajo con cada estocada suya.

— Partiré este húmedo coño en dos.—murmuró mientras que su mano llegaba a su cuello para apretarlo con la fuerza necesaria para excitarla y cortar su respiración un poco.

Los labios de Emily sangraron gracias a sus dientes, los cuales estaban aferrados a su labio inferior para evitar gemir. Sus manos atadas a la cabecera empezaban a dolerle y arder.

La folló. La folló con fuerza, brutalmente y sin cuidado alguno. El aire comenzó a faltarle y su labio tembló con fuerza mientras que las lágrimas le nublaban la vista y bajaban con agresividad sobre su rostro.

Draco...—gimió lentamente.

Su entrepierna ardía con cada estocada de él, rápida, dura, fuerte.

Tiró de las ataduras de sus manos y la cabecera rechinó con fuerza.

Estaba atada.

Necesitaba aire.

Él lo entendió y dejó su cuello para ir a su trasero y cogerlo con fuerza, abriéndola un poco más. Su pene salió y volvió a entrar, ahora con suavidad.

Se inclinó sobre el cuerpo de Emily y dejó un beso sobre su mejilla para después susurrar en su oído una disculpa.

— Sigue —le pidió ella con los ojos llenos de lágrimas—. Sigue.

Draco se retiró y volvió a hundirse, haciendo mover la cama y rechinar. Cogió nuevamente su varita y con un hechizo dejó libres sus manos.

— Tócate—le dijo—. Tócate para mi.

Llevó la mano adolorida —y probablemente ensangretada— a su entrepierna e hizo girar el dedo sobre su clitoris.

Él aferró la mano a su muñeca y llevó dos de sus dedos a sus labios y los deslizó dentro de su cavidad bucal. Emily sintió su saliva humedecerle los dedos y su calidez envolviéndola. Entonces ella volvió a masturbarse con la saliva de Draco empapándola y él penetrandola.

— Quiero que te corras, Em.

— Sí. Sí.

Su cuerpo tembló y se apretó sobre él. Draco echó la cabeza hacia atrás y gimió.

— Joder, Emily. Me encanta como me toma tu precioso y pequeño coño.

El espasmo le recorrió el cuerpo, pero antes de siquiera llegar a terminar, Draco salió de su interior y le dio la vuelta para que Emily quedará en cuatro para él. Le separó las piernas levemente mientras pequeños sollozos salían de los labios de Emily, y cogió el látigo para golpear su trasero con el.

Ella dio un respingo y dejó salir un chillido. Su piel ardió y se abrió para darle paso a la sangre.

Emily negó con la cabeza y abrió la boca para coger una gran bocanada de aire.

— ¡Libros! —exclamó—. ¡Libros! Por favor, basta.—lloriqueó y se dejó caer sobre la cama.

El sudor le cubría el cuerpo y el aire le faltaba. Sus mejillas estaban mojadas debido a las lágrimas y su labio temblaba.

Draco hizo a un lado su cabello para poder verla mejor y se inclinó para dejar un beso sobre su mejilla.

— Em, lo siento. De verdad, lo siento. No quise lastimarte.

— No —sorbió por la nariz—. No vuelvas a hacerme algo así.

Él asintió con la cabeza y se acostó a su lado para envolverla con los brazos.

— Podemos seguir —le dijo después de un rato—, pero no así.

— No quiero volver a lastimarte, Em.

— Yo quiero correrme, Draco.

Escuchó su resoplido y después sintió como llevaba una mano a su entrepierna. Presionó su clitoris con la palma de su mano y dejó un beso sobre su cabello.

— Frótate contra mi mano.

Ella meció las caderas una vez y el placer le recorrió el cuerpo. Era una sensación increíble, pero no era lo que quería.

Ella negó y alzó la cabeza para verlo. Sus ojos estaban donde su mano y el centro de Emily se unían y sus mejillas estaban sonrojadas. Se subió a horcajadas sobre él y alineó la punta de Draco con su entrada, entonces comenzó a bajar lentamente.

El dolor le inundó el cuerpo, pero el placer nubló cada dolor y tomó control de ella, ayudándola a bajar y a subir.

— No volveré a lastimarte —prometió él—. Lo siento.

Emily cogió la mano de Draco y la posó sobre su pecho, una petición silenciosa que él acató segundos después. Draco rodó su pezon con el dedo, brindándole placer y comenzó a mover las caderas contra las de ella, uniendose en un vaivén en completa sincronía.

Entonces lo sintió derramarse dentro de ella y no faltó mucho para que ella también lo hiciera.

Emily se dejó caer sobre el pecho de Draco y él envolvió su cintura con un brazo. Sus respiraciones aceleradas al igual que su corazón, latiendo en sincronía.

Le dolía un poco el vientre y le ardía la entrepierna, también se sentía mareada por el intenso orgasmo, pero se sentía feliz y completa. Junto a él, junto a Draco Malfoy, el hombre que amenazaba con cortarle las entrañas a los tipos y que estaba dispuesto a matar por ella. El hombre que se arrodillaba para adorarla y la follaba sin compasión. Ese mismo hombre que después de follarla, la abrazaba y le susurraba cosas lindas al oido.

Estaba perdida por él.

— Te...limpiaré.—dijo él, sin aire.

— No —dijo ella y colocó la mano sobre la muñeca de Draco—. Quédate un poco más.

Draco hizo lo que le pidió Emily, se quedó un poco más con ella, acostado a su lado. Después se puso en pie, limpió su entrepierna y la sangre seca que tenía Emily sobre sus muñecas; cambió las sábanas para volver a acostarse a su lado y envolverla con sus brazos.

Tal vez era un asesino, pero su corazón le pedía a gritos cuidar de ella.






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Holaaaaaaa, les dejó este cap rápido y me retiro.

Solo les dire que si me tardo en actualizar es porque estoy pensando en algún cap que le aporte a la trama y no sólo sea ñiqui ñiqui y ya.

Espero y les guste. Si hay algún error me dicen y lo corrijo.

<3<3

Cap dedicado a mi coma la vanessanavarrob

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