034
Emily. 𝔰𝔱𝔢𝔩𝔩𝔞𝔱𝔲𝔰. 𝐿&𝒟.
Dormir junto a él es maravilloso, pero despertar...es una cosa completamente diferente.
Sus ojos grises brillando como dos estrellas, sus párpados un poco hinchados y su cabello revuelto. Hasta desaliñado lucia bien.
Emily esbozó una pequeña sonrisa cuando Draco le toqueteó la nariz con la yema de su dedo índice. Se sentía tan irreal que ella no pudo evitar levantar la mano y rozarle la mejilla con los nudillos.
— Temía que no estuvieras aquí al amanecer.—reconoció él.
Para ser tan temprano y estar tan desaliñado, Draco parecía que llevaba ya tiempo despierto.
— Estoy aquí.
— Gracias a Merlin por eso —bromeó y volvió a tocar su nariz—. Me gusta esta Emily.
— ¿Cuál?
— La que entra a mi habitación, me ata las manos y después me folla —acercó su cara a la suya y le rozó la oreja con los labios— como una puta.
Emily se ruborizó y se mordió el labio inferior absteniéndose a sonreir una vez más como una tonta. Apretó los muslos, sintiendo como la humedad se acumulaba nuevamente en su centro.
No sabía qué era lo que Draco le hacía para mantenerla excitada todo el tiempo. Escuchaba su voz y ya estaba mojada, lo miraba y ya tenía pensamientos sexuales sobre él. Era increíble, pues con Thomas nunca quiso dar el siguiente paso y con Elliot...
— Yo también tengo la misma reacción cuando se trata de ti —le dijo como si estuviese leyendo sus pensamientos—. Con tan solo mirarte me pongo duro.
— ¿Cómo es que puedes leer mis pensamientos con tanta facilidad si yo soy una buena Oclumante? —inquirió.
Era algo que rondaba por su mente desde hace semanas. Justamente cuando estaba en el refugio de Potter, y Malfoy entraba en su mente con gran facilidad.
Ella se consideraba una buena Oclumante, claro que sí. Fue lo único que aprendió con facilidad y lo pudo controlar mejor que toda su familia. Sus paredes de Oclumancia eran fuertes y casi imposibles de derribar.
Él encogió solo un hombro y sonrió con picardía.
— Serás una buena Oclumante, pero yo soy el mejor Legeremante.
— ¿Puedo yo leer tu mente? —fue casi una súplica.
— No encontrarás nada bueno e interesante en ella.—le aseguró.
— ¿Cómo puedes saber si será interesante para mi? —arqueó una ceja e insistió—. Déjame entrar en tu mente.
— Luego.
Ella bufó, y Draco cogió levemente su cadera para girarla sobre su costado y acercarse más a ella. Se pegó más, y ella pudo sentir el bulto de Draco justo sobre su trasero. Elevó las caderas y se frotó sobre él.
— Deja de querer dominarme.—gruñó cerca de su oreja.
— Entonces follame ya.
— Lo haré cuando yo quiera —declaró, dando una pequeña mordida sensual a su lóbulo—. Pequeña puta mestiza.
Draco envolvió el cuerpo de Emily con una mano para después colarla entre sus piernas y tocar su humedad. Cogió un poco de aquel flujo y lo frotó por todo su intimidad llenándola y haciéndola más resbaladiza.
Emily gimió ante el contacto cuando Malfoy hundió dos de sus dedos en su interior y se pegó aún más a ella, frotándose lentamente.
— Como me encantan tus pequeños gemidos, podría escucharte todo el día y no me cansaría. Es, sin duda, mi sonido favorito.
Él frotó el clitoris de Emily en circulos y alineó su pene erecto con la entrada de ella. Entonces empujó una vez, ganándose un gemido de ella. Empujó una segunda vez y su mano dejó de acariciarla para atrapar su seno y apretarlo. Su dedo índice y pulgar pellizcaron el pezon de Emily sin dejar de penetrarla una y otra vez.
Sus jadeos se entremezclaron junto a los sonidos de sus pieles chocando una con otra.
Su pene palpitaba en el interior de Emily y, era sin duda, el placer más exquisito. Su punta golpeó repetidamente el punto dulce de ella, haciéndola desmoronarse; no pudo evitar poner los ojos en blanco por tal placer que él le estaba dando.
— No te corras —gimió ella—. Hazme correr, pero t-tú no lo hagas t-todavia.
— ¿Qué idea tienes ahora, sucia mestiza?
— Q-quiero —jadeó cuando Draco salió y se volvió a enterrar en su interior—. Quiero probarte.
La mano de Draco se aferró a su cadera con tal fuerza que, seguramente, dejaría un hematoma sobre su piel.
Era increíble lo suave que Malfoy podría llegar a ser con ella fuera de la cama y la fuerza que ejercía cuando estaban teniendo relaciones. Emily pensaba qué esa no era ni la mitad de fuerza que Draco tenía y que, si ejercía un poco más, la rompería.
— ¡Oh, mi Dios!
— No soy un Dios, pero puedo ser tu diablo, si quieres.
Una estocada más y Emily se deshizo alrededor de él; los espasmos le recorrieron el cuerpo haciéndola vibrar de puro placer y el deseo la embriagó por completo. Entonces, Draco se retiró y la obligó a mirarlo. Antes de hacer nada, se quitó el condón y lo tiró al suelo.
— No cierres los ojos —le ordenó mientras se ponía sobre sus rodillas y frotaba su pene con rapidez—. Abre la boquita y saca la lengua.
Ella lo hizo; sin dejar de verlo a esos preciosos ojos, abrió la boca y sacó la lengua, esperando a probarlo.
Era una imagen celestial: Draco frente a ella, dándose placer con la mano y su pene grande, grueso y venudo a su completa disposición.
Él dejó caer la cabeza hacía atrás, cerró los ojos y gimió por lo bajo el nombre de Emily...
Un latido después, su semen cayó sobre el pecho de ella y su lengua. Emily lo tragó todo sin pensar y hasta deslizó la lengua sobre sus labios, saboreando todo lo que podía. Él se acercó, le paso el dedo por la comisura y después lo deslizó dentro de su boca.
— Buena chica.—murmuró y dio una leve y pequeña palmada sobre su mejilla.
De alguna manera, eso la incendió.
— Fue maravilloso.
— ¿Sí? —arqueó la ceja.
Emily paseó la mirada por el cuerpo del príncipe oscuro; las gotas de sudor sobre su torso, su piel pálida, las cicatrices sobre su abdomen y su pene que aún seguía un poco duro. Acercó la mano a su miembro, y Draco rió.
— Deberías ir a desayunar, Emily.
— Puedo desayunarte.
— Ya lo hiciste —inclinó la cabeza y dejó un casto beso sobre sus labios—. Baja a desayunar comida real.
— ¿Y tu madre?
— No se encuentra en casa.
— ¿Y Rose?
— ¿Qué con ella? —cuestionó mientras se levantaba de la cama y cogia una toalla blanca—. Olvídate de todo, esta es tu casa. Puedes hacer o deshacer, nadie te puede decir nada. Baja y desayuna, te alcanzaré pronto.
Ella asintió como niña pequeña. Se puso en pie y vistió la camisa de Draco que yacía sobre el suelo. Le quedaba extremadamente grande, pero no le importó. Cerró los botones y bajo a desayunar, tal cómo él le había dicho.
Los mortifagos, cuando Emily pasaba frente a ellos, hacían una profunda reverencia y se marchaban. Ella sintió un bochorno por eso.
Abrió la puerta que daba al comedor y entró a paso libre, sin molestarse a ver si ya había alguien dentro. Se sentó y comenzó a servirse, hasta que escuchó una fingida tos.
— ¿Qué haces en mi mansión?
Alzó la vista y miró hacia Rose, quien lucia fresca como una lechuga; duchada, vestida y maquillada.
Se obligó a permanecer serena y esbozar una sonrisa de oreja a oreja.
«¿Qué demonios estaba haciendo? ¿En qué estaba pensando cuando bajó a desayunar?».
— Buenos días.—dijo y le dio un sorbo al jugo de calabaza.
— ¿Buenos días? —repitió con el sarcasmo goteando—. ¿Qué tiene de buenos?
La sangre estaba comenzando a subir a su rostro para teñirlo de un color rosáceo; la vergüenza le quemaba la piel. De pronto, el peso de todo lo que hizo, cayó sobre sus hombros. Quería cavar un hueco hasta su casa y perderse.
— Muchas cosas.
— ¿Acostarse con mi esposo es una de ellas? —bufó y se puso en pie—. ¿Tienes el descaro de venir a mi mansión, acostarte con mi esposo y después actuar como si nada?
Emily se rascó la punta de la nariz y bajo la cabeza.
— ¿Y esa es la camisa de Draco?
— Sí, Rose —respondió una voz clara y profunda—. Sí es mi camisa.
Emily se levantó de su asiento y se acercó a la pared mientras que la pelinegra se cruzaba de brazos y Draco se acercaba a Emily. Malfoy metió las manos en sus bolsillos, viendo de hito a hito a Rose con una expresión de aburrimiento.
— Me sorprende que estés aquí, Rose —mencionó—. Nunca desayunas en este comedor.
— Tienes razón —puso la barbilla en alto y arqueó una ceja negra como la noche—, pero alguién me informó que la mestiza estaba aqui y tenía que comprobarlo con mis propios ojos.
— ¿Hay algún problema con eso?
— Sí —chilló—. Que eres mi esposo y ella te está follando, Draco. ¡Que entró a mi mansión y se folló a mi maldito esposo!
Él puso el dedo índice en alto y negó con el.
— Yo le pedí que me follara —mintió—. Yo la obligue a venir aquí y a pasar la noche conmigo.
— ¡Pues es una tonta, ingenua y estúpida!
— Deja de hablarle así, Rose.
— ¿La estás defendiendo?
— Sí.
— ¡Quiero que se largue de aquí! —golpeó el suelo con su tacón.
— No tienen que echarme —interfirió Emily—. Yo mismo me iré.
Con rapidez emprendió sus pasos saliendo del comedor y aproximándose a la escalinata que daba hasta la habitación de Draco. Sentía la vergüenza crecer en su interior y junto a eso el arrepentimiento la embargaba.
Resopló y frotó su cara mientras escuchaba los pasos de Draco pisándole los talones y cuando llegó a ella l cogió del brazo con fuerza.
— No te tienes que ir.
— Quiero hacerlo.
— No me interesa ni en lo más mínimo Rose —le aseguró—. A la que quiero es a ti.
— Lo sé, Draco —dijo mientras entraba a la habitación y comenzaba a vestirse con su propia ropa—. Al hacerme el Pacto de Sangre me lo has demostrado.
— Te haría miles de Pactos de Sangre y Juramentos Inquebrantables si es necesario, Emily, pero no me vuelvas a abandonar.
Ella cogió una gran bocanada de aire tratando de calmarse antes de girar a encararlo.
— Yo no te abandone, tú me obligaste a hacerlo.
— No permitiré que esto se prolongue por mucho tiempo.—le prometió.
— Espero que cumplas con ello.—arqueó una ceja y comenzó a bajar nuevamente, acercándose a la salida.
Draco entrelazó sus dedos con los suyos antes de que Emily pudiera salir por la puerta. Estaban junto al umbral, con la puerta abierta y el aire golpeándolos.
El exquisito olor de Draco aún permanecía en la piel de Emily, el ardor entre su intimidad y sus caricias aún las podía sentir sobre su cuerpo.
— Sabes lo qué es un Pacto de Sangre, ¿cierto?
Ella asintió levemente con la cabeza.
— No es como un Juramento Inquebrantable, Em. El Pacto de Sangre primero destroza todo a tu alrededor y después arremete contra ti. Y no me atrevería a romper uno, no por las consecuencias, sino porque lo hice con el corazón.
— Gracias —murmuró y lo vio a los ojos—. Temo que estas visitas no se pueden hacer más.
— ¿Por qué?
— No quiero volver a encontrarme con Rose Avery.
— Entiendo.
— Entonces debemos mantener esto en secreto... y planear nuestras visitas.
— Está bien, amor.
Las mariposas revolotearon en su estómago y sonrió. Después Emily se puso de puntitas, ahuecó su mejilla con la mano y plantó un pequeño beso sobre su boca.
— Gracias por la maravillosa noche.—murmuró sobre sus labios.
— Pronto tendremos más de esas.
— Eso espero.
Se despidió con la mano y Draco cerró la puerta a su vez. Emily miró hacia el nubloso cielo gris y suspiró.
Estaba metida en un lío.
Blaise Zabini le había dicho qué era lo que volvía loco a Draco, qué le gustaba y qué no le gustaba. Le había dicho todo acerca de él.
Llamó a Phia y la elfina apareció para cogerla de la mano y transportarla frente a la puerta de su casa. Cogió la manija y la giró, adentrándose en el cálido ambiente de su hogar.
— ¿Dónde estabas? —espetó su madre.
— Me quede a dormir en casa de Lily.
— ¡No mientas, Emily! ¡Lily no ha estado contigo!
— Soy mayor de edad para estas cosas, madre.—replicó y se aproximó hacia la escalera de madera, subiendo cada peldaño.
— ¡Pero sigues viviendo bajo mi techo, Emily!
— Si pudiera, me iría, créeme.
— ¡¿Adónde?! ¿A la casa de tu amante?
Ella se detuvo en seco con el corazón desbocado.
— Dormiste en casa de Draco, Emily. Y mira cómo regresas, hecha un asco.
No tenía idea de cómo se había enterado su madre de eso, pero sentía la sangre helándose bajo su piel.
— Sí, mamá —replicó dándose la vuelta—. Regrese hecha un asco porque tuve sexo con mi amante.
La mujer quedó boquiabierta.
— ¡¿Emily hizo el sexo con el mago de ojos bonitos?! —exclamó Feyre desde su lugar.
— ¡Feyre! —gritó su madre—. ¿Qué le has estado enseñando a tu hermana, Emily Cresswell? ¿De dónde sacaste esta actitud?
No respondió más, entró a su habitación y cerró la puerta de un golpe.
♱
Estaba hecha un asco, su madre tenía razón, pero Emily no tenía ganas de levantarse a darse una ducha. Se quedó sobre su pequeña cama viendo a la nada y escuchando las rabietas de su madre en el piso de abajo. Decía cosas como: «Esto es el colmo. No puedo creerlo. ¿Dónde quedó mi niña dulce? ¿Qué le pasó a Emily? Ese hombre es un malnacido, ha arruinado la inocencia de mi pequeña Emily».
Se pegó la cabeza varías veces a la pared y se tapó los oídos; no quería escuchar ni una palabra más, pues la estaba haciendo sentir peor de lo que ya se estaba sintiendo.
«Mi culpa. Mi culpa. Mi culpa. Mi culpa», se repitió varias veces.
El timbre de la casa sonó y después los gritos volvieron a escucharse.
— ¡¿Puedes creerlo, Atticus?! —gritó su madre—. ¿Puedes creer lo que está haciendo Emily?
— Amanda, cálmate.
— ¿Cómo quieres que me calme, Atticus? Si literalmente ha salido en El Profeta.
Emily frunció el ceño al escuchar eso.
— En eso tienes razón, es malo que haya salido en El Profeta.
— ¡No te imaginas cómo llegó a la casa! —un suspiró, un sollozo y prosiguió hablando—. No me molesta que salga o que haga lo que haya hecho, me molesta con quién lo ha hecho.
— Emily está empezando a vivir —respondió su padre—. Está haciendo cosas que nunca ha hecho, Amanda. Ha conocido un nuevo mundo y es normal que actúe de esa manera.
— Ella nunca ha hecho cosas así. ¡Hasta le ha enseñado a Feyre la palabra sexo!
— Hablaré con ellas más tarde.—prometió su padre, y Emily sintió que no aguantaría esa plática.
Minutos después, el timbre de la casa sonó por segunda vez. Emily escuchó como la puerta se abría y su madre le daba la bienvenida a Lily Goldstein.
No se sorprendió cuando segundos después la puerta se abrió y Lily hizo acto de presencia, echándose sobre su cama.
Las fosas nasales de la rubia se hincharon cuando inspiró profundamente.
— Hueles a tremendo sexo salvaje.
Instintivamente Emily bajo la cabeza haciendo que el cabello negro le cayera sobre el rostro y ocultara su cara.
— No es algo de lo que me enorgullezco.
— Pues deberías —se miró las uñas. Algo tan característico de Pansy, no suyo—. Rose ya tiene más de una semana casada con él y todavía no ha tenido el privilegio de echárselo.
Ella puso los ojos en blanco.
— ¿Dónde está Pansy?
— Oh, ella estará aquí pronto.
Dicho y hecho, la ventana de Emily se abrió de par en par dejando pasar a una chica de cabello negro y cuerpo esbelto. Tal como lo hizo Lily, Pansy se dejó caer sobre la cama.
— Ten —dijo y le tiró un pergamino—. El periódico de hoy.
Agradeció mentalmente a Merlin por tener esas dos chicas a su lado que la mantenían informada. Abrió el periódico y comenzó a leer.
El Profeta.
Al parecer el amor del ministro de magia era tan real como creíamos. Lo demostró desde el primer día que cerró la calle y fue en busca de Emily Cresswell, sin importarle siquiera, si era casada o soltera.
Hace unas semanas la boda del mago tenebroso se celebró en su mansión. Sin duda, fue una boda deslumbrante y magnífica, pero carecía de emoción y de amor: eso estaba clarísimo.
Los ojos del príncipe de la oscuridad no trasmitían nada más que furia y tristeza. Claramente por la mestiza de bajo rango.
El día de hoy, se le ha visto a la mestiza salir de la mansión de Draco Malfoy, no sin antes plantarle un enorme beso en la boca, el cual él aceptó sin rechistar; pareciera que lo estaba disfrutando muchísimo.
El mago oscuro tenía las manos sobre su cadera y la mestiza tenía las manos sobre el rostro del príncipe oscuro.
Cuántas desearíamos estar en su lugar, supongo que su misma esposa desearía estar en el lugar de Emily Cresswell.
Su aspecto era desaliñado, con el tirante del vestido colgándole del hombro y su cabello desacomodado, tal como lo pueden apreciar en la foto.
Una noche de pasión y locura, sin duda alguna.
Pero también, al parecer, aquel artículo que hablaba sobre la gran sed de poder que tiene nuestro ministro, es verdad.
Se casó con una sangre pura para ascender al puesto y ahora le pone los cuernos con su amada mestiza.
Eso demuestra lo sediento qué está y lo...
Emily le prendió fuego al periódico y lo tiró a la basura que yacía en una esquina. Se ocultó el rostro con las manos y se echó sobre las almohadas.
— Mírale el lado bueno...—señaló Pansy.
— No tiene ningún lado bueno esto.
— ¡Sales preciosa en la foto!
La mestiza quiso darle un puñetazo en esa linda cara que tenía Pansy, pero se abstuvo de hacerlo.
«¡La maldita foto! ¿Cuál era la necesidad de tomarle una foto justo cuando había besado a Draco?».
— Me quiero morir.
— Mily, no digas eso —regañó Lily—. Draco lo arreglara.
— ¡Estoy muerta de pena!
— Ignóralos, Emily. No tiene caso que le prestes atención a ese artículo.
— ¡Estoy cometiendo error tras otro!
— Es parte de crecer —la pelinegra le acarició el brazo—. Todas cometemos errores, somos seres humanos.
— Pero mis errores son gigantescos. ¡Le dije a mi madre que tuve sexo con él!
— ¿Hiciste eso? —preguntó Lily con una exclamación—. ¡Estás loca!
— ¿Y qué tiene? —replicó Pansy—. Estoy segura que ella tiene o tuvo sexo también. No es como que Feyre y Emily fuesen un milagro. Por cierto, ¿dónde está Feyre?
— Seguramente castigada.
— ¿Por qué? —cuestionó Lily.
— Porque a una persona se le ocurrió la maravillosa idea de contarle a una niña de nueve años sobre el sexo.
— Ay, Emily —bufó Pansy—. Te preocupas por todas las cosas. Feyre crecerá y tendrá sexo, y espero que no trate el tema como un tabú, tal como lo haces tú.
— Ahí viene...—murmuró la rubia.
— El sexo es placer, no es pecado. Es algo tan normal como el aire que respiramos. Sin el sexo no hay vida.
— Merlin, ayúdame.
— Deberiamos normalizar hablar del sexo y practicarlo —suspiró con pesadez—. Odio esta época.
— Pansy, ¿has ido alguna vez a terapia? —preguntó sin afán de ofender.
— ¿Terapia? —frunció el ceño—. ¿Qué es eso?
— Emily, déjalo.
— Es que amiga, tienes un grande problema con el sexo.
— No es un problema.
— Eres adicta a hacerlo. Pobre Lily.
— ¿Qué? —dijeron las dos al unísono.
Emily se tapó la boca con la mano y maldijo.
— Nada.
Entonces la rubia se puso en pie y comenzó a reír, claramente nerviosa.
— ¿Tú crees que Pansy y yo nos acostamos? —rió más fuerte—. Soy hetero.
Pansy no dijo nada, solamente se quedó ahí, sin moverse, solamente respirando.
— ¡Es increible! —espetó Lily—. No pueden ver a dos amigas porque ya creen que tienen relaciones.
— Lo he dicho de broma.
— Báñate —dijo cuando llegó a la puerta—, porque hueles a puro semen.—entonces salió.
Emily parpadeó varias veces, y Pansy se disculpó con la mirada.
— Ella normalmente reacciona así.
— Sé muy bien cómo reacciona Lily.
— Pronto lo aceptará.
— ¿Me lo estás asegurando a mi o a ti?
Pansy suspiró y jugó con sus manos.
— Pansy, si tienen alguna relación, está bien. No tiene nada de malo.
— Yo sé que no tiene nada de malo, pero a Lily le cuesta aceptarlo y reconocerlo.
— Espero que Lily lo reconozca algún día.
— Habla con ella —le pidió, sus ojos derrochando desespero—. Por favor. Eres su mejor amiga.
— Trataré de hacerlo, Pans, pero no te puedo prometer nada.
— Está bien, gracias —le sonrió y dejó un beso sobre su mejilla—. Con tan solo intentarlo es más que suficiente.
— ¿Te vas ya?
— Sí, perdona. Y también perdón por dejarte plantada a ti y a Elliot, mi padre me quería matar por algunos asuntos, pero te enviare una carta para que volvamos a posponer la fecha de la reunión.
— Que no sea en la mansión Malfoy.—suplicó.
Pansy le tiró un beso y se dispersó en el aire.
Emily acercó la nariz a su piel y se olisqueó. Entonces arrugó la nariz y se dispuso a darse una ducha. En serio estaba oliendo a semen.
«Como no, si me lo echo en el pecho y ni siquiera me limpie, encima me lo trague como si fuera un vaso de agua».
Maldijo cuando las imágenes aparecieron en su mente y su cuerpo reaccionó a eso. Buscó ropa limpia y una toalla, y entonces cuando salió de la habitación se encontró con su padre quien le dio una mirada por todo el cuerpo.
— Quiero hablar contigo.
— Cuando termine de ducharme iré a buscarte.
— Ahora mismo, Emily.—dijo en un tono demasiado serio.
El corazón le latió por miedo, y siguió a su padre escaleras abajo.
Atticus señaló el sillón, en una orden silenciosa que Emily acató al instante. El hombre olisqueó y frunció la nariz.
— De verdad necesitas esa ducha.
— Sí.—respondió apenada.
— En cuánto terminemos de hablar ve y quítate ese olor a hombre.
— Dame cinco minutos y lo haré ya.
— No, Emily. Puedes hacerlo después de esta charla.
— Bien.
Su padre vociferó el nombre de Feyre, quien bajo con rapidez las escaleras y se sentó junto a Emily. Tenía el rostro rojizo al igual que sus ojos, señal de que había estado llorando.
— Hablaré con ustedes dos.—las señaló con el dedo índice.
— Está bien, padre.—respondieron al unísono.
— Emily, eres una mujer adulta. Sin embargo, sigues viviendo en esta casa y a tu madre le desagrada tus acciones.
— Lo sé.
— Siempre has sido una hija ejemplar, con un carácter feo, pero ejemplar. ¿Qué cambió?
Se movió incomoda sobre el asiento. Era obvio que él sabía qué habia cambiado, pero quería oírlo salir de los labios de Emily.
— Supongo que crecí.—fue la respuesta que le dio.
— Habrán nuevas reglas en esta casa. Quiero que ambas escuchen con atención —se sentó sobre el borde de la mesa y cruzó los brazos sobre su pecho—. No es permitido llegar a esta casa al día siguiente y menos con ese aspecto. No es permitido faltarle el respeto a su madre y tampoco hablar sobre cosas de adultos frente a una niña de nueve años.
Emily bajo la cabeza, pero Feyre se cruzó de brazos y frunció el ceño.
— ¡Ya no soy una niña!
— ¡Eres una niña, Feyre! —replicó su padre con tono severo—. ¿Quién te ha enseñado esa palabra?
— ¿Sexo?
— Sí, y no vuelvas a repetirla.
— Una amiga de Emily, se llama Pansy.
— Pansy —repitió, mirando hacia Emily—. ¿Qué te ha dicho?
— Me ha explicado cómo se hace el sexo.
— Emily, ¿por qué le permites a tus amigas que le cuenten esas cosas a tu hermana menor?
— ¡Mily no quería que me contara! —interfirió Feyre.
Atticus bufó, sosteniéndose el puente de la nariz.
— Ambas están castigadas. No hay salidas, no hay televisión —cuando mencionó la televisión señaló a Feyre— y por supuesto, no hay visitas.
Dicho eso, el hombre abandonó la sala.
— ¿El sexo es malo? —Feyre le susurró la pregunta a Emily.
— Feyre, no tienes edad para saber qué es exactamente eso.
— Pero Pansy dice...
Quedó silenciada cuando Emily negó con la cabeza.
— No sigas con el tema —le dijo y se acercó para dejar un beso sobre su frente—. Iré a ducharme.
— Buenas noches, Mily. Te quiero un montón.
— Yo más, Feyre.
Se despidió con la mano y subió al segundo piso; entró al cuarto de baño y prendió la ducha para meterse bajo el chorro de agua y quitarse el aroma a Draco.
Salió en vuelta en una toalla de regreso a su habitación. Se secó el cabello con un simple hechizo y se dejó caer sobre la cama una vez que vistió su pijama de diferentes colores. Los pantalones de un color morado y la camisa —tallas más grandes— de un color verde. Era ridiculo, lo sabía, pero no lo podía evitar.
Cogió el libro que permanecía sobre su mesita de noche y pronunció el hechizo «Lumos» para encender la punta de su varita y ponerse a leer un poco antes de dormir. Siempre decía lo mismo: «Leeré un poco y dormiré», pero sabía que era mentira. Se desvelaba leyendo y cuando dormía tenía los sueños más ilógicos del mundo. Sueños donde Dragones, espadas y príncipes habitaban en ellos; por eso le encantaba leer antes de dormir.
Además, le tocaba escribir. Era su turno de hacerlo.
La puerta de su habitación se abrió y su madre entró, prendiendo la luz. Se sentó cerca de ella y suspiró.
— No vengo a pelear.
Emily asintió.
— Quiero preguntarte si te has estado cuidado.
— Sí, mamá.
— El cuidado no solo evita embarazos, también enfermedades.
— Lo sé.
— Emily... —suspiró—. ¿Te puedo preguntar otra cosa?
— Lo que sea.
— ¿Entraste a esa competencia siendo virgen?
— Sí.
— Entonces...¿fue con Draco?
— No.
La mujer se llevó la mano al pecho dramáticamente mientras que sus ojos se abrían de par en par y empezaba a hiperventilar.
— ¿No fue con Draco?
— No, fue con uno de sus mortifagos.
— ¡Ay, Emily! —chilló—. ¿Lo conozco?
— Elliot Avery, el niño que los saludó en la boda de Draco.
— ¿Y por qué no te quedaste con él? Si parece que es mejor persona que el ministro.
«Cuánto quisiera que su corazón obedeciera a la lógica».
— Él también es un mortifago, mamá.—le recordó.
— Pero, Emily, él... no está casado —jugó nerviosamente con sus manos—. Sé que eres una mujer adulta y que puedes tomar tus propias decisiones sin problema, pero el ministro ya está casado, Emily, y no quiero que te lastime.
— No es tan malo como parece.
— El amor te está cegando, mi pequeña Emily —dejó un beso sobre su frente y antes de ponerse en pie, agregó—. No soy solo tu madre, también una amiga.
Dicho eso, salió de la habitación y apagó la luz.
Emily volvió a su lectura, pero escuchó un pequeño «plaf» y alzó la vista de su libro, solo para ver una silueta oscura en medio de su habitación.
«Joder. Joder». Con su sistema nervioso en pánico, Emily prendió la luz, y sintió un gran alivio al ver que se trataba de Draco y no de un asesino... Bueno, sí era un asesino.
— Así que Elliot, ¿eh? —arqueó la ceja, dándole vueltas a su varita—. Me di cuenta al instante que ya...habías empezado tu vida sexual, pero no creí que fue con Elliot.
— ¿Qué estás haciendo aquí? —susurró.
— No pude evitar venir a verte después de lo que salió en El Profeta.
— ¡Estás loco! Si mis padres se enteran que estás aquí me matarán.
— Quisiera tener el honor de matarte yo.
Abrió los ojos de par en par y lo miró con terror.
— ¿Q-qué?
Él se encogió de hombros.
— No me retractaré —dijo y se sentó sobre el borde de la cama—. Para mi matar me proporciona placer.
— Draco...
— No te matare, Em —puso los ojos en blanco—. Estaba bromeando.
— No me gustan ese tipo de bromas —arqueó la ceja y se cruzó de brazos—. ¿No acordamos que planearíamos nuestras visitas?
— Ya te dije que quería verte.
— Bien.
— El periodico ha sido eliminado de todas partes. Ya no esta.
— ¿Como supieron que estaba en tu casa?
Suspiró. Un pesado suspiró.
— Seguramente Rose se los informó. Lo lamento.
— Fue mi culpa.
— Claro que no —replicó y se sentó sobre el borde de su cama—. ¿Quieres dar un paseo?
— Mis padres me matarían.
— No le pediremos permiso.
Ella lo pensó por un momento: «¿Distanciarse de Draco un poco o mandar todo a la mierda y salir a dar el dichoso paseo».
— ¿Y cómo le haremos?
— Vístete y ya verás.
— Ya estoy vestida.
— Ponte un abrigo, hace frío.
— A veces actúas como mi papá.—mencionó mientras buscaba entre su closet.
— Podría serlo —curvó los labios hacia abajo y estiró el cuello—. Ponte el rojo.
— ¿Qué?
— Como no te gusta combinar la ropa —se encogió de hombros—, supuse que querrás ponerte el rojo.
— Tienes razón.—le sonrió con sorna y cogió el abrigo rojo.
Él le tendió la mano una vez que Emily se colocó el abrigo. Entonces ambos comenzaron a aparecerse fuera de la casa. El cielo ya estaba oscuro con algunas estrellas brillando sobre el. El aire era gélido y húmedo, golpeando contra la piel de sus rostros.
— ¿Pasearemos por la calle de mi casa? —arqueó la ceja.
— No, claro que no.—bufó, entonces golpeó el suelo con su pie y una escoba llegó volando hacia ellos.
Draco montó sobre ella y le hizo una seña a Emily para que lo haga también. Sin embargo, la mestiza negó con la cabeza y retrocedió unos pocos pasos.
— No, ni loca.
— Hazlo ya o nos verá alguién.
— No volare. No, no, no.
—Emily, sube o alguién nos verá.
— ¡No me subiré a una escoba!
Él se estiró un poco y la cogió de la muñeca para tirar de ella.
— Súbete.—ordenó.
— Ahora menos me subiré.
— ¿Siempre tienes que ser tan terca?
— Sí, ¿y qué?
— Emily, súbete.
— ¡No!
— ¿Por qué?
— Yo nunca me he subido a una escoba.—confesó.
— Está es tu oportunidad de hacerlo.
— ¿Es necesario?
— Es parte del paseo.
Hizo un mohín.
— ¿Cómo me subo?
— Solo siéntate frente a mi.
Entonces ella lo hizo. Se montó frente a Draco y se agarró del palo de la escoba con las manos temblándole.
— No vayas rápido, por favor.—pidió, y cerró los ojos cuando sintió que estaban ascendiendo sobre el suelo.
— Em, abre los ojos o te perderás todo lo bonito.
— ¡No puedo! —chilló.
Sintió una caricia sobre su mejilla y abrió sólo un ojo para ver a un Draco sonriente.
— Hoy conocí a la Emily miedosa.
— No te burles de mi.
— Con el carácter que tienes cualquier persona se podría equivocar y creer que no le tienes miedo ni al diablo.
— Y no le tengo miedo —dijo ella—. Me estoy acostando con él.
— Amor, puedo ser peor que el diablo.
— Eres tan egocentrico.
— Y tú tan maleducada.
Sintió que sus hombros se relajaban al igual que todo su cuerpo. Entonces Emily abrió ambos ojos y se dejó llevar.
El cielo estaba más cerca que nunca; podía ver las estrellas con claridad, el aire era aún más gélido, pero se sentía exquisito sobre su piel. Sin embargo, aún no se atrevía a mirar para abajo.
— ¿Cuántas facetas tienes? —preguntó—. Cuando creo que ya te tengo descifrada, apareces con algo nuevo.
— Yo tampoco termino de conocerte.
— Conoci tu faceta a la defensiva, la Emily preocupada, la enojada, que por cierto, no es mi favorita —adoptó una expresión pensativa—. La Emily miedosa y la dominante. ¿Cuál me falta?
— Tal vez la Emily sumisa...
— ¿Te dejarías?
— ¿Qué?
— ¿Que te ate a la cama y te haga cosas sucias?
— No sé, debemos averiguarlo.
Él esbozó una sonrisa.
— ¿Y me dejarías hacerte el amor aquí mismo?
Ella alzó ambas cejas, sorprendida por su propuesta.
— No, ni loca.
— ¿Por qué?
— ¡Podemos morir!
La carcajada que Draco dejó salir fue completamente ronca.
— Eres una miedosa.
— Solo estoy cuidando mi vida.
— ¿Puedo?
— ¿Hacer qué?
— Acercarte más a mi.
Ella asintió, dándole el permiso de hacerlo. Entonces Draco colocó ambas manos sobre su espalda baja y tiró suavemente de ella, acercándola más a su cuerpo. Su núcleo tocó el miembro de Draco, y lo sintió jodidamente duro.
— Draco.
— ¿Hmm? —tarareó mientras ladeaba la cabeza y dejaba besos húmedos sobre su cuello.
— No haré nada sobre el aire.
— Está bien —asintió con la cabeza y besó sus labios—. No haremos nada sobre el aire.
Ella envolvió su cuello con las manos y buscó sus ojos. Aquellos lindos ojos grises qué tal vez no la hacían sentir segura, pero la hacían sentir viva; Emily estaba sintiendo.
— Te amo, Draco Malfoy.
— ¿Real o mentira?
— Real.
— Yo también te amo, Emily Cresswell.
Una vez más, ambos unieron sus labios en un beso hambriento, pero sin una gota de lujuria.
Las pupilas de Draco estaban dilatadas, brillantes, sin fondo y opacas. Diciendo miles de cosas y a la vez nada.
A lo mejor estaban mintiendo sin saber que lo hacían. A lo mejor era más una obsesión que amor, pero a su modo, ellos se amaban.
— Opia.—pronunció él.
— ¿Y eso qué significa?
— La intensidad ambigua de mirar a alguien a los ojos, que puede sentirse invasivo y vulnerable a la vez.
— ¿Bueno o malo?
— Bueno —aseguró él—. Todo lo que tenga que ver contigo es bueno.
— Eres muy cursi.
— No lo soy —negó con el ceño fruncido—. Soy un hombre muy serio e intimidante.
— Y cursi.
— Pero también puedo matar, torturar y hacerlos pedir misericordia.
— Pero eres cursi.—insistió.
— No.—volvió a negarse.
— Ajá.—Emily volvió a atrapar sus labios para callarlo.
Poco a poco, fueron descendiendo sobre un monte grande y apartado de todo el mundo. El pasto se sentía frío y fresco debajo de ellos, pero fue algo que no le pusieron atención, pues estaban ocupados devorándose la boca.
Sus ropas fueron desapareciendo prenda por prenda, hasta que Draco volvió a enterrarse en su interior.
— Te poseería todo el jodido día y no me importaría en lo más mínimo.
—
Oigan 😾 las q no me siguen por aquí háganlo para q podamos llegar a los 4K 😮💨🫶🏻 y les mando fotopata.
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