032
Draco. 𝔫𝔢𝔠 𝔰𝔭𝔢, 𝔫𝔢𝔠 𝔪𝔢𝔱𝔲. 𝐿&𝒟.
Sus manos manchadas de sangre, al igual que su rostro, así Draco recorría la mansión Malfoy junto a sus tres fieles mortifagos —aunque le costaba aceptar que Avery contaba como uno de ellos—.
Sus pasos hacían eco por la mansión y el frío suelo de mármol. La casa estaba decorada de pie a cabezas con flores y cosas de oro, parecía horrenda ante sus ojos.
Sin dejar de caminar, abrió los primeros botones de su camisa blanca, así manchándola de sangre.
— ¿Te sientes mejor? —le preguntó Theodore a su lado.
Él torció la cabeza, haciéndola sonar un poco para aliviar la tensión que sentía sobre su cuello.
— Debo dejar de matar a mestizos solo porque sí —respondió.
— ¿Entonces a quién matarás?
— A la persona que ha hecho ese estúpido artículo.
— Aún no sabemos quién fue.—le recordó Elliot.
— Infomes, Zabini.—exigió con la voz ronca.
— Nadie ha salido ni entrado al país.—le informó el moreno con su típico tono de voz. Relajado, distante y frío.
— No hay señales de Potter ni nada que revele quién puede ser el que escribe en ese nuevo periódico.
— Alguién de la mansión le está dando información.—aseguró.
— Propongo que hagamos una reunión y los torturemos a todos para que digan la verdad.—habló Nott.
Draco dejó salir una pequeña y seca risa oscura. Cuando aquella puerta apareció ante él, puso una mano en alto.
— Espérenme aquí.—ordenó.
Levantó la varita y quitó cada hechizo que había puesto sobre la puerta. Entonces se acercó y la abrió de par en par, cerrándola una vez que estuvo dentro de la habitación.
Como siempre, aquella alcoba que permanecía cerrada siempre, estaba en penumbras. La ventana mostrando el paisaje más triste de toda Inglaterra, los colores de la habitación eran beige y café; desde la pequeña recamara hasta los más mínimos detalles.
Una mujer en bata blanca permanecía sentada sobre el suelo, con las piernas abrazadas a su pecho y la mirada perdida en dirección a la única ventana que había en aquella habitación —claramente con miles de hechizos protectores sobre ella—. Si se había dado cuenta que Draco entró en la habitación, no dio señales de ello.
— ¿No me vas a felicitar? —preguntó con sorna.
— ¿Por qué habría de hacerlo?
— En pocas horas seré el ministro oficialmente.
Esta vez, la mujer giró la cabeza en dirección a él. Una clara expresión de sorpresa sobre su rostro.
— ¿Al fin has logrado casarte con la chica que siempre intentaba entrar en esta habitación?
Él desvió la mirada.
— No.
— ¿Entonces con quién te casarás? —preguntó con genuina curiosidad, poniéndose de pie a su vez y acercándose un poco al príncipe oscuro.
— Con Rose Avery.
— Ah, la chica Avery.
— ¿Celosa, Mione? —se burló, con una sonrisa ladina llena de sorna.
Hermione Granger bajo la mirada y se ruborizó al instante.
— Hmm —chasqueó la lengua—. Es cierto. Te encantaba cuando te llamaba Mione en la cama, ¿cierto?
Ella no respondió, así que Draco le tiró aquel artículo que había salido hace pocos días, sacando a la luz las atrocidades que había hecho el príncipe de la oscuridad en secreto.
— ¿Harry sabe qué estoy viva?
— Me pregunto cómo lo ha descubierto.—adoptó una expresión de curiosidad y dio algunos golpecitos en su mentón.
— ¿Crees que soy tan inteligente como para burlar todos los hechizos protectores que tienes en esta habitación sin siquiera contar con una varita?
Draco no respondió. Sin embargo, le guiñó un ojo gris como la plata y de un momento a otro, la mujer estaba sobre la pared con ataduras invisibles que no le permitían mover ni un solo dedo.
El príncipe oscuro puso de cabeza la habitación, con magia y con sus propias manos. Buscó bajo el colchón, abrió los cajones de todos los muebles y destrozó todos los libros que habían ahí.
Realizó algunos hechizos para asegurarse que no había nada extrañó y cuando estuvo lo suficientemente seguro, sacó un vial de su pantalón con un líquido transparente y se acercó a Hermione, que aún seguía sobre el suelo atada a la pared.
— Bebe.—ordenó una vez que se hincó cerca a ella y usó su mano para hacer palanca y abrir su boca.
— ¿Qué es? —preguntó ella, tratando de zafarse.
— Veritaserum.—informó mientras vertía el líquido dentro de su boca.
La chica tardó en tragarlo, pero lo hizo.
— Ahora, dime. ¿Cómo e enteró Harry Potter que te tengo aquí y que no te he matado?
— No lo sé.
— ¿Tienes alguna varita?
— No.
— ¿Alguién de esta mansión te ha estado ayudando?
— No.
Él curvó los labios hacia abajo.
— Y ahora... ¿si metó la mano entre tus bragas, te encontraré mojada?
Ella bajó la cabeza, evitando la intensa mirada de Draco. Era claro que estaba apenada por ello y que estaba luchando contra el Veritaserum.
— Respóndeme.—exigió.
— Sí, estoy empapada.
— ¿Te sigue excitando todo esto del sadomasoquismo? —se burló—. Merlin, Mione, mira dónde te tengo y aún así te sigo excitando.
No le dio ninguna respuesta, desvió la mirada y se quedó quieta.
Entonces él dejó salir una risa ronca y llena de burla. Se puso en pie y dio algunos golpecitos con su varita sobre su sien.
— Estás enferma de la cabeza.—gesticuló con los labios.
Salió de la habitación con grandes zancadas, no sin antes reponer los hechizos de protección sobre la puerta y el lugar entero.
— Esto es nuevo.—dijo Elliot, entregándole un pergamino.
Draco cogió lo cogió y comenzó a leerlo.
Draco Malfoy está tan sediento de poder que ha aceptado casarse con Rose Avery.
¿Pueden darse cuenta lo necesitado que está?
Es capaz de todo con tal de subir al poder.
Fuentes cercanas nos confirman que Draco Malfoy no quiere casarse con la bruja de sangre pura, que su corazón pertenece a nada más ni nada menos que Emily Cresswell. La bruja mestiza que él mismo ha cerrado una calle entera para meterla a la competencia y así poder cortejarla de cerca.
Es hora de abrir los ojos y derrocarlo.
Es hora de tomar el control nuevamente de nuestro mundo.
Draco rió y le tiró el pergamino nuevamente a Avery.
— Métetelo por el culo.
♱
Después de unas cuantas horas, Draco Malfoy se encontraba frente al lugar donde se llevaría al cabo su boda. Las velas del lugar alumbraban junto a la luna llena la cual brillaba desde el cielo.
Sabía que Emily llegaria en cualquier momento, sabía que no faltaría; por eso mismo, él había escogido un vestido especial para ella y se lo mandó con uno de sus mortifagos junto a una pequeña nota: «Vuelve a mi, Emily. Ven y grítame, pelea conmigo, rómpeme el corazón si es necesario, pero vuelve. Ella no vivirá con nosotros, te lo prometo».
En unos minutos, se celebraría la boda de los dos sangre pura: Rose Avery y Draco Malfoy, así permitiéndole al mago oscuro ascender al puesto de ministro de Magia, el cual su padre había dejado claramente estipulado que él tenía que contraer matrimonio para ascender a tal puesto.
Y así lo había hecho. Una vez más obedeció.
Aunque su corazón sangraba de dolor y la añoranza lo acompañaba a cada segundo de esos últimos días, Draco había obedecido una vez más. Aunque su mente le pedía a gritos que, por una vez en su vida, se pusiera a él en primer lugar.
La imagen de la mestiza, su mestiza, permanecía todo el día en su mente, a cada minuto y con cualquier cosa que hacía. Los recuerdos lo sofocaban y se odiaba por ello mismo.
No estaba hecho para el amor...
El licor le quemó la garganta y Draco hizo una mueca a la vez que su madre se aproximaba hacia él.
— No pensaba que te pondrías tan mal por la chica, Draco.
Él le dio una mirada sobre su hombro ancho, sin molestarse a responderle.
— No era la indicada para ti, cariño —trató de asegurarle, dejando un beso sobre su mejilla a su vez—. Una persona como tú, no puede estar con una alguién que aún cree que existen las personas buenas y las malas.
Draco asintió sin prestarle mucha atención.
— En cambió Rose... Ella es perfecta para ti, para esta familia. Aceptará y apoyará cada una de tus decisiones y no las cuestionará.
Draco pensó que su madre en eso tenía razón, pero por alguna razón, Draco deseaba tener a Emily y escucharla hablar sobre la misericordia, la benevolencia y lo malo que era matar a personas. Quería verla temblando cuando levantaba la varita para realizar una maldición y su labio temblar por las náuseas que sentía.
— No la quiero...
— El amor no lo es todo en la vida —le aseguró—. Deja a la mestiza en paz y permítele que siga siendo tan ingenua. Apártate y no la corrompes más. En algún futuro le tomarás cariño a Rose.
— No necesito su cariño.
— No debes tratarla mal —le recordó—. A las mujeres se les trata con respeto, lo sabes.
— Y le daré el respeto merecido. Sin embargo, mi amor nunca tendrá.
— No podíamos rechazar la propuesta que nos hizo el señor Avery.
— No me importa el dinero de los Avery.
Una suave melodía proveniente de un violín y un piano lleno la estancia. El cielo estrellado sobre él se veía precioso, pero él lo sentía triste... Como si de alguna manera el cielo supiera que Draco estaba devastado.
No era una boda como las otras, pues Draco no tenía pensado en hacer ningún voto ni el Juramento Inquebrantable, el cual se acostumbraba realizar en las bodas mágicas.
Los invitados poco a poco comenzaron a llegar, desde sangre puras millonarios hasta mestizos de bajo rango. Sirvientes yendo y viniendo con bandejas de oro y aperitivos sobre ellas, ofreciéndole a los invitados.
Rose Avery se encontraba junto a su madre, saludando a los invitados e instándolos a entrar y pasar una buena noche —entre comillas—.
Él se posicionó junto a un rincón, viendo todo desde ahí. Esperando a qué ella llegara. Su cabeza giraba en ambas direcciones con ojos atentos; necesitaba verla aunque de lejos.
— Actúa normal, Emily está aquí.
— ¿Ya llegó?
— Sí, sí.—siseó Theodore.
Draco se irguió y metió las manos dentro de los bolsillos de sus pantalones. Minutos después, una bruja de baja estatura y cabello negro entró al lugar, robándose varias miradas de las personas que ya se encontraban allí.
No llevaba el vestido que Draco le había mandado, no. El vestido que él le había pedido que llevara era de un color negro y éste era de un color púrpura y era de seda. Su largo cabello negro estaba suelto y rizado en las puntas, cayéndole sobre la espalda, la cual estaba descubierta.
Iba de la mano con una pequeña niña de cabello cenizo y ojos oscuros rasgados, y sus padres las acompañaban.
Ella estaba preciosa... y el corazón de Draco retumbaba con tal intensidad que podía escuchar cada latido de éste en sus oídos.
Quería estrecharla, dejar un beso sobre su hombro para después cogerla de la nuca y comerle la boca.
Suspiró mientras sus hombros se relajaban y trataba de tranquilizar su respiración la cual estaba acelerada.
Cuanto deseaba verla a ella de blanco. A ella, no a otra persona. Ni siquiera a...
Sacudió la cabeza, volviendo a la realidad.
— Se ve preciosa.—la voz de Avery llegó a sus oídos.
— Lo es.
El chico frotó sus manos y echó a andar hacia a ella con gran seguridad. Draco miró desde la distancia como Avery dejaba un beso sobre su mejilla y le daba un gran abrazo y después le estrechaba la mano a su padre. Minutos después, el moreno, Blaise Zabini, llegó también al lado de la mestiza. La cogió de la mano y tiró de ella.
El ceño del rubio se profundizó y la rabia creció en su interior.
— ¿Quieres ir a saludarla?
— No.
— ¿Estás seguro? —Rose acarició su pecho con la palma de su mano.
— Rose, déjame.
— ¿Qué? Te estoy dando permiso de verla una última vez antes que nos convirtamos en esposos oficialmente.
Apretó la mandíbula y cogió la muñeca de la mujer con fuerza.
— Mira, te lo diré una última vez: yo puedo hacer lo que se me venga en gana y tú no puedes decirme absolutamente nada.
La mujer palideció por completo.
— Bien, sí, está bien.
Dejó su muñeca abruptamente y emprendió sus pasos, buscando desesperadamente a Emily.
— Señor ministro —una voz lo sacó de sus pensamientos—, felicidades.
— Gracias, señor Avery.
Giró la cabeza hacia la izquierda, justo en el momento que Emily alzaba un vaso y se bebía de una el licor.
— Sabes, mi esposa y yo estábamos pensando en regalarles un viaje por la luna de miel. ¿Qué piensas?
— Temo que debo rechazarlo, señor Avery. Tengo varias cosas por hacer en la ciudad, no podré salir.
— Entiendo, pero insisto. La luna de miel es importante para cualquier pareja recién casada. ¡Es algo obligatorio!
Draco sonrió incómodo. Giró la cabeza una vez más y vio como Emily se bebía otro vaso más.
Trató de aflojar la corbata que le estaba cortando la respiración.
— Por el momento debo rechazar la propuesta.
Emily se balanceó y la silla a su lado cayó, rompiéndose. Por suerte, ninguno de los invitados giró a verla.
— Tú y mi hija vivirán una larga vida juntos. Mi deber es hacer feliz a mi hija, y ella desea una luna de miel.
Draco le dio unas palmadas en el hombro, dando por terminada la conversación.
— Lo siento, pero no puedo.
Cuando giró por tercera vez la cabeza, la mestiza ya no estaba en su lugar. En realidad, no estaba por ningún lado, ni siquiera con Blaise el cual se encontraba allí mismo. Él se acercó a él y lo apuntó con el dedo índice.
— ¿Qué le diste?
— Ella me pidió alcohol y yo se lo proporcione.
— ¿Sabes que Emily tenía un problema con el alcohol?
— No estaba enterado.—se disculpó con la mirada.
— ¿Dónde está?
— No sé, dijo que daría una vuelta por los jardines.
Fue lo único que necesito Draco antes de salir por aquella puerta y buscar a Emily. La noche estaba tranquila y silenciosa, aburrida.
Emily, literalmente, no estaba por ningún lado de la mansión, ni en los jardines. A Draco le estaban empezando a doler los pies y el corazón latía desbocado dentro de su caja torácica. Temía que algo le pudiese pasar.
Aflojó su corbata por completo y abrió los dos primeros botones de su camisa, cuando a lo lejos pudo vislumbrar una silueta que, a duras penas, podía mantenerse de pie.
Sus pasos eran rápidos cuando se aproximó hacia aquel lugar. Hacia la cripta de la familia Malfoy.
Sus pisadas se fueron haciendo sigilosas cuando se acercó al lugar; unos sollozos se podían escuchar claramente al igual que unos cuantos balbuceos.
— ¿Puedes decirme cómo lo soportabas? —sorbió por la nariz—. Le quiero entender, pero es imposible hacerlo. Se muestra tan abierto cuando en realidad es una persona cerrada, a la cuál es imposible leer.
Draco quedó estático a una distancia prudente, escuchando cada palabra que salía a trompicones de los labios de la mestiza.
— Supongo que eras una mujer fuerte e inteligente, tal cómo me lo contó él, para poder soportarlo y amarlo sobre todas las cosas que hacía. Lamentablemente yo no puedo... En verdad lo traté, pero me es imposible.
Escuchó un suspiró pesado, y él estiró el cuello solo para comprobar que Emily le estaba hablando a la tumba de Arabella.
— Sabes, creo que no estoy hecha para él y que debo dejarlo ir.
— ¿A quién le hablas?
Emily pegó un respingo y Draco giró la cabeza para ver a un mago de estatura alta y cabello negro. Su rostro, lamentablemente, no se podía apreciar bien en la oscuridad de la noche.
— Y-yo —la mujer tartamudeó—. A nadie.
— Escuche que estabas hablando con alguién.
— A mi misma —mintió y enderezó la espalda, poniendo la barbilla en alto—. ¿Usted no lo hace?
— No, eso es para gente estúpida.
— ¿Está insinuando que soy estúpida?
— Me gusta la gente estúpida.—ladeó la cabeza y dio algunos pasos hacia al frente.
Draco sacó la varita de su pantalón y la apretó, preparado para cualquier cosa.
— Eres la mestiza, ¿cierto?
— ¿Por qué son tan mal educados y se refieren a la gente por su estatus sanguíneo?
El hombre, cuyo rostro aún era desconocido para Malfoy, se encogió de hombros.
— A mi me importa poco el estatus sanguíneo. ¿Puedo demostrártelo?
— ¿Cómo?
— Es fácil, ¿sabes? —otros pasos más al frente—. Solo dame tu brazo y te lo demostraré.
Dubitativa, la mujer tendió su brazo, dejando a la vista su piel blanquecina. El mago desconocido lamió sus labios y tiró de su brazo, echó el cabello de Emily hacia atrás y se inclinó para oler su cuello.
— Hueles de maravilla. Me pregunto si tu sangre tenga el mismo sabor.
— D-disculpa, ¿puede hacerse un poquito para atrás?
— ¿Por qué habría de hacerlo?
Solo bastó un quejido de Emily para que Draco levantará su varita y apuntará al hombre. Al instante, el mago salió disparado para atrás, quedando tendido sobre el suelo. Draco se acercó al cuerpo que yacía sobre la hierba, solo para golpearlo una y otra vez.
El enojo creció en su interior, el odio y el desesperó de permitir que aquello pasará. No tenía control de su cuerpo ni de su mente, estaba consumido por la rabia del momento.
Se inclinó un poco más, sin dejar de golpear el rostro del vampiro. Su sangre manchando sus nudillos y el hombre sin dejar quejido alguno. Sus ojos estaban fijos en el mago que lo golpeaba sin misericordia, una sonrisa cínica plasmada sobre su rostro pálido.
Al último, levantó la varita y realizó aquella maldición imperdonable, arrebatándoles el último respiro. Una vez más, él volvió a matar por ella y lo volvería a hacer sin pensarlo.
Como siempre que mataba, su cuerpo reaccionaba de aquella forma que lo aterrorizaba y a la vez le gustaba. El cosquilleo que subía por sus manos y se adueñaba de su estómago, la necesitad, el deseo, de matar a alguién más; de oler la sangre y ver cómo sufrían. De destrozar el jodido mundo entero con sus propias manos.
— ¿Qué haces aquí? —exclamó.
— No debo darle ninguna explicación a usted.—gritó ella de vuelta, con el cuerpo temblándole.
— ¡La pudo haber matado! ¡Es un vampiro!
— ¡Pensé que estaban extintos!
— ¡Irresponsable! —espetó y cogió de su mano para acercarla más a su cuerpo.
Trató de calmarse, de reprimir el deseo en su interior. Cogió varias bocanadas de aire y entonces quitó el cabello de Emily de su cuello y lo alumbró con la varita. Habían unas pocas gotas sobre éste, que fácilmente se podrían curar.
Emily inspiró una gran bocanada de aire, haciendo sentir a Draco su pecho pegado al suyo.
La mano del príncipe oscuro serpenteó por la cadera de la chica hasta su espalda baja, acercándola más a él. Fue su turno de inspirar hondo, llenado sus pulmones del aroma de Emily, ese que tanto le encantaba.
— Mi preciosa Emily.—susurró sobre su piel, e hizo lo que tanto anhelaba hacer; dejó un corto beso sobre su hombro, sintiendo como la piel de la chica se erizaba por el contacto—. Te echo de menos.
Sintió una mano pequeña alejándolo de aquel cuerpo que tanto deseaba. Acto seguido, la mujer levantó la mano y golpeó su rostro con tal intensidad que a Draco le ardió la mejilla.
— ¡No vuelva a tocarme!
Las pulsaciones de Draco estaban aceleradas, al igual que su corazón, el cuál parecía que se quería salir de su pecho.
— ¡No vuelva a poner una mano sobre mi!
Los ojos cafés de Emily estaban rojos y, aún seguían llorosos.
— Lo siento.
— ¿Cuándo entenderá que no volveré a caer en sus mentiras y sus disculpas falsas?
— Nada es falso.
— Todo lo que viene de usted es falso. ¡Todo!
— No tiene idea de lo que está hablando.
— ¡Usted es el que no tiene idea de absolutamente nada! —lo señaló con el dedo y achicó los ojos—. Podré extrañarlo y anhelarlo cada segundo de mi vida, pero no puedo permitirme caer una vez más por usted.
— ¡Emily, no la quiero a ella! ¿Por qué te es tan dificil creerlo?
— ¡Porque es un mentiroso! —gritó con voz ronca—. ¡Porque no hace nada para demostrarlo!
— ¿Qué es lo que quiere? —inquirió—. Puedo darle mi vida entera si así me lo pides.
— ¡Solo le pedí que yo fuera su mujer y no Rose! ¡Le pedí que me eligiera a mi y no a ella!
Lentamente, Draco se dejó caer sobre sus rodillas y agachó la cabeza. A su lado, la tumba de Arabella y frente a él, Emily Cresswell, la mestiza que lo volvía loco.
— No puedo darle el lugar que pide por el momento, pero mi corazón —alzó la cabeza para verla— es suyo desde el primer momento en que la vi.
Emily no se movió y tampoco dijo nada.
— Es a usted a quien quiero, es usted la mujer qué tanto deseo y es la dueña de mi corazón.
La mujer retrocedió dos pasos lentamente.
— No puedo corresponderle si ya tiene una esposa.
— Rose Avery no es nada para mi.
— ¡Es su esposa!
— ¡Pero no la quiero, joder! —su voz se rompió—. ¡Entiéndeme, por favor!
— No puedo hacerlo.
Él asintió lentamente y volvió a ponerse de pie.
— Lamento hacerla perder su tiempo conmigo.—fue lo último que dijo antes de girar sobre sus talones y volver a la fiesta.
Con un rápido hechizo, la sangre desapareció de sus manos y la tierra de sus pantalones. La boda estaba más prendida que cuando la abandonó. Magos y brujas bailando en el centro de la pista de baile, personas bebiendo y riendo; su madre y Rose platicando con algunos invitados. Nadie se había dado cuenta de su ausencia.
Elliot estaba junto a un rincón con Pansy hablándole al oido y Ophelia cerca a la antes mencionanda.
Sintió como alguién tiraba de su saco y bajo la cabeza para ver a la misma niña que Emily había entrado con ella. Supuso que eran hermanas por el pequeño parecido.
— ¿Le puedo decir algo?
— ¿Qué? —frunció el ceño.
— Opino que mi hermana haría una mejor pareja con usted.
— ¿Ah, sí?
Ella asintió.
— Pues dígale eso a su hermana.
— Pues cómo le voy a decir eso si usted se está casando con otra.
— Excelente.—murmuró y se zafó del agarre de la pequeña.
♱
La fiesta se prolongó por mucho tiempo, casi hasta el amanecer. Cuando los invitados abandonaron el lugar, Rose se acercó a su esposo, invitandolo a ir a la habitación.
— No dormiremos juntos.—fue lo que él le respondió.
— ¿Cómo? —la expresión de la mujer era de completa sorpresa.
— Ya lo escuchaste, Rose. No dormiremos en la misma habitación. Pregúntale a alguno de los elfos cuál será la tuya.
— ¡Estamos casados! —chilló—. ¡Debemos dormir juntos, en la misma habitación y cama! ¡Procrear herederos para ti, para que la estirpe Malfoy siga en pie!
— No me interesa hacer crecer el linaje Malfoy si es contigo, Rose.—le recordó una vez más.
— ¡En el contrato de la competencia está claro que debes tener relaciones conmigo por lo menos una vez al mes!
— Hay más formas de embarazarte, ya encontraremos la manera.
Con un gesto de mano, le pidió que lo dejara solo.
El vaso que sostenía en su mano izquierda, ya estaba casi vacío y sus ojos se cerraban por el alcohol ingerido.
Ver a Emily esa noche asegurándole que ya no quería nada con él, le rompió el corazón una y otra vez. Verla hablarle a la tumba de la mujer que alguna vez él amo, lo destrozó por completo.
Se levantó del asiento, el viento rugiendo a su alrededor, sintiendo el frío aire sobre su rostro y emprendió sus pasos; acercándose a la tumba.
Estaba limpio como siempre, con flores nuevas y frescas.
— Te lo dije —murmuró—, es la persona más testaruda y linda del mundo. Su nariz se arruga cuando algo no le gusta y divaga cuando está nerviosa. No sabe levantar la varita sin temblar y... Es una necia que me saca de mis casillas.
♱
A la segunda noche, Rose entró a la habitación de Draco en lencería diminuta, mostrando todo y a la vez nada. Trató de seducirlo y Draco la rechazó una y otra vez.
A la tercera noche, Rose volvió a aparecer aunque con ropa puesta. Sin embargo, igual que los otros días, la mujer trató de seducirlo sin éxito.
Por el día le echaba miradas furtivas, por la tarde trataba de entablar alguna conversación con él y por la noche se colaba en su alcoba.
Sin embargo, había solo una cosa que Draco no podía negar sobre ella; en las reuniones que eran obligatorio la presencia de Rose, ella se quedaba callada y solo daba su opinión si era realmente necesario.
A la quinta noche, Rose volvió a entrar a la alcoba de Draco, pero esta vez lo hizo llorando, lamentándose y sorbiendo los mocos.
— ¡Me siento tan poca cosa! —chilló.
— ¿Por qué?
— Porque cada vez que trato de hacer algo contigo, me rechazas sin siquiera girar a mirarme.
— Debes acostumbrarte, Rose.
— Te conquistare, Draco.—prometió.
Por primera vez, él le permitió quedarse unas pocas horas. Cuando la mujer se quedó dormida, él abandonó la habitación sin siquiera pensarlo dos veces.
—-
Espero que realmente les guste porque me fue más difícil de lo que pensé.
Espero sus opiniones >>>>
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