027
Emily. 𝔡𝔲𝔩𝔠𝔢 𝔟𝔢𝔩𝔩𝔲𝔪 𝔦𝔫𝔢𝔵𝔭𝔢𝔯𝔱𝔦𝔰. 𝐿&𝒟.
Seguía sin poder creerlo y prácticamente estaba en shock. La escena donde Draco la dejaba y la abandonaba se repetía en su mente sin parar, incluso en sueños.
A excepción de ese día, cuando Emily despertó empapada en sudor. Había soñado con algo raro: un fondo sin vacío y ella cayendo mientras que una voz hacía eco por todo el lugar con solo una palabra repitiendose una y otra vez: "volveré".
Su alimentación había empeorado con los días, y su figura nuevamente se veía esquelética. Sus ojeras marcadas y el cansancio presente las veinticuatro horas del día.
No podía decir que le daban un mal trato, porque no lo hacían. Apenas y se atrevían a hablarle, solo le dejaban las tres comidas en la puerta de su habitación y se marchaban.
Emily esperaba que siguiera así... No quería hablar con nadie. Ni con Draco.
Odiaba sentirse tan débil, tan tonta, tan ingenua, pero lamentablemente así era ella.
Resopló con lágrimas sobre las mejillas y giró sobre su costado izquierdo. Se acababa de despertar y quería dormir nuevamente; todo estaba relativamente lento, agonizante: los días, las horas, los malditos minutos...
La cara de Draco no salía de su mente, sus manos, su cuerpo, su voz. Se engañaría al decir que no lo extrañaba. Que no extrañaba a Ophelia y a Elliot.
No sabía si Lily se encontraba allí o no, pues no había salido de la habitación y no tenía ni idea si su amiga estaba o no.
Cuando la puerta se abrió, Emily llevó la sábana hasta su pecho, porque en esos últimos días había estado durmiendo desnuda debido a la poca ropa que tenía. —En realidad, sólo tenía el par que llevaba puesto el día que Draco la abandonó—.
Un rostro con pecas esparcidas sobre su nariz y sus mejillas apareció en su campo de visión; cabello pelirrojo, algo baja y cuerpo delgado. Ginny Weasley.
Emily tapó su cabeza con la sábana, dispuesta a no hablar.
— ¿Siempre eres tan inmadura?
«Sí, ¿y qué?», quería responderle, pero se mantuvo en silencio.
— Si ese es un sí, entonces no sé que te vio Draco.
— ¿Quién eres tú para meterte en cosas que no te incumben? —explotó, descubriendo su rostro.
— Ginny Weasley, y tú eres Emily Cresswell la mestiza, ¿no?
— ¿Acostumbran a llamar a las personas por su estatus sanguíneo?
— ¿No es así cómo trata Draco a todas las personas?
«No, a mi nunca me ha tratado así».
— Yo que sé.
— Pues al parecer mucho, ya que eres la mestiza que lo hizo cerrar una calle completa solo para encontrarla. Dudo mucho que no hayas caído en sus redes.
— Vuelvo a repetirlo: ¿quién eres tú para meterte en cosas que no te incumben? —frunció el ceño—. No tengo por qué darte a ti explicaciones y contarte sobre mi vida.
— No es necesario que me cuentes nada —la mujer puso las manos en jarra—. Todos saben quién eres. Además, tenemos a una de las suyas en nuestro poder. ¿Qué te hace pensar que tu querida amiga no ha abierto la boca?
Gruñó y maldijo mentalmente. Era obvio, Lily no se podía quedar callada; una persona que la tratara y le cayera bien, y ella estaba dispuesta a decir cualquier cosa. Obvio, no lo hacia con mala intención, era demasiado buena para su propio bien.
— ¿La han torturado?
Sabía que no era necesario, pero aún así quiso saber.
— No todas las personas son como Draco. Nosotros no torturamos a personas inocentes.
— Qué mal —hizo un mohín—. A mi me gusta.
Mentira. Mentira. Mentira... ¿O no?
— No es necesario fingir, Emily. Sabemos que no eres como él.
Quería tirarle un zapato a esa linda cara que tenía.
— Draco te abandonó, Emily. Te dejó sola a la primera oportunidad que tuvo.
— Me alegro —mintió—. Ya me estaba empezando a molestar.
La mujer pelirroja puso los ojos en blanco con fastidio.
— A ver quién me gusta aquí —encogió los hombros—. ¿Potter está soltero?
Ginny mostró los dientes y achicó los ojos, mostrando su clara molestia al mencionar al Elegido.
Justo en el blanco.
— No, Harry no está soltero —dijo y puso la mano en alto, mostrando los anillos—. Es mi esposo.
— Felicidades —vociferó, pero luego recordó que papel estaba jugando y se aclaró la garganta—. Digo, qué lástima, en verdad.
La mujer dio algunos pasos al frente y con su varita hizo aparecer una muda de ropa sencilla: pantalones y una blusa.
— Vístete, hoy saldrás.
— ¿Adónde? —inquirió.
— Necesitas salir de la habitación.
— No quiero.
— ¿Malfoy no te ha enseñado modales? —fue lo último que le dijo antes de desaparecer por la puerta.
Quería quitarle esa maldita sonrisa del rostro. Bufó cuando se puso de pie, la sábana deslizándose hasta el suelo dejando al descubierto su desnudez. Entró al cuarto de baño y prendió la ducha, dejando que el vaho llenará la estancia mientras que ella obsevaba su escuálida figura en el espejo.
Lo único que siempre le había gustado, eran sus pechos porque eran de un tamaño mediano, redondas y levantadas. Sin embargo, su cintura no era muy marcada y su piel carecía de brillo. También le gustaba su cabello negro y largo, aunque ahora estaba algo seco y sin vida.
Dejó que dos mechones cubrieran sus pechos mientras que ella ladeaba la cabeza y acariciaba su costado lentamente, pensando en Draco, en la piel de sus manos acariciandola con lentitud y cuidado, tal como él lo hacía.
«Eres preciosa», escuchó la voz de Draco, y sacudió la cabeza.
«Me estoy volviendo loca», aseguró, metiéndose a la ducha.
Se permitió relajarse bajo el chorro de agua caliente que humedecía su cuerpo y relajaba sus músculos.
Cuando estuvo lista salió vistió la ropa que Ginny Weasley le había dejado sobre la cama. Curiosamente, era de su talla.
La casa seguía en escombros —algunas partes—, el polvo era visible sobre el suelo y las paredes estaban algo destruidas. Las personas que caminaban por los pasillos, giraron a ver a Emily con reproche en su expresión, como si ella tuviera la culpa del caos. A lo mejor sí la tenía, pero solo un poco.
Siguió caminando hasta el lugar que provenían las voces conocidas para ella: una pequeña cocina, con una mesa en el centro.
— Oh, lo lamento. Me he equivocado de puerta.—se disculpó al ver que solo Ron, Ginny y Harry se encontraban en el lugar.
— Siéntate, Emily.
Sin tener nada más que hacer, cogió el único asiento libre que quedaba, frente a Harry Potter.
— ¿Gustas leer el periódico? —le preguntó el pelinegro con las cejas enarcadas y El Profeta yaciendo entre sus manos.
Ella tendió la mano y él le entregó el periódico.
El encabezado decía así:
Terror sobre las calles de Londres.
Al parecer el príncipe oscuro está molesto, pues el día de ayer ha salido ha cazar y matar a personas que, según él, son culpables de robo y traición.
Ha salido con su típico traje de mortifago y su máscara, haciendo que todas las personas se reunieran alrededor de él. Acto seguido, comenzó a matar uno por uno a las personas que, según, son culpables.
Había una foto debajo de esto mostrando a Draco Malfoy vestido de negro, dándole la espalda a la camara y con dos cabezas —solo las cabezas— en ambas manos.
Después de empapar las calles de sangre, salió con esas dos cabezas que, aún sangraban, y dio un pequeño paseo; vociferando que pondrá esas cabezas en su oficina para recordar el placer que sintió al matarlos.
Emily tragó saliva, era una imagen horrorosa. Siguió leyendo más abajo.
En otros temas, después de una semana, las chicas han vuelto a la mansión Malfoy después del caos producido por los rebeldes. Al parecer, el próximo ministro ha vuelto también el día de ayer.
¿Será que ya tiene la chica elegida para convertirla en la señora Malfoy?
Es lo que nos estamos preguntando todos, ya que el tiempo se le está acabando.
Dejó El Profeta a un lado y alzó la mirada hacia Potter.
— ¿Se supone que eso debe importarme?
— Debería, ¿no? —arqueó la ceja—. ¿Tenía una relación con Draco antes de entrar a la mansión?
— ¿Por qué le respondería?
— Porque de ahora en adelante vivirá con nosotros, supongo.
— No —declaró—. No viviré con ustedes.
— ¿Entonces, Emily?
Ella frunció el ceño. Todas las personas qur vivían en esa casa la ponían de mal humor.
— Tengo una casa y una familia que me recibirán sin problemas.
— No puedes volver a tu casa.
— ¿Quién ha dicho que no? —apoyó las manos sobre la mesa con fuerza.
— Si vuelves a tu casa, entonces Draco irá por ti.
— Veo que está muy interesado en mi vida personal.
— Estamos tratando de ayudarte.
— No pedí su ayuda nunca.
— Pero es obvio que la necesita.
«Joder con su ego».
— Draco tiene a Hermione, ¿lo sabe?
— No, no lo sé y tampoco me importa.
— ¡Pues debería importarle! —Potter explotó—. ¡Ese hombre malvado se ha metido en la cabeza de mi amiga, le ha mentido que estaba enamorado para sacarle información y después la secuestró!
Emily no bajo la mirada, se la sostuvo a ese rostro de ojos azules.
— También te podría pasar a ti.
Ella rió.
— ¿Qué tipo de información tendría yo que le pueda interesar a Draco?
La cocina quedó sumida en el silencio, entonces Emily se puso de pie.
— ¿Lily está aquí?
El hombre frunció los labios y asintió.
— Sí, ella estará aquí en unos minutos.
— Entonces, si es tan amable, dígale que me busque en la habitación.
Subió nuevamente a la habitación, la colera ardiendo en su interior. Tiró al suelo lo primero que encontró y después se posicionó frente al espejo; su cara estaba roja, seguramente por la rabia que sentía en ese momento.
«Mátalos a todos, Em. Sabes cuál es el hechizo, sabes cómo se realiza. Solo debes desarlo». Ella sacudió la cabeza, tratando de librarse de la voz de Draco que permanecía en su mente.
«Ellos creen que eres débil y patética, creen que no eres capaz de defenderte sola, muéstrales. Muéstrales que tan equivocados están».
Se estaba volviendo loca hasta que la puerta se abrió y dejó ver a una Lily sonriente.
— ¡Mily! —gritó y corrió a sus brazos, envolviéndola.
El abrazó se prolongó por más tiempo, y Emily se sintió bien con eso; no se había dado cuenta de lo mucho que la extrañaba hasta ese momento.
— ¿Cómo has estado? —le preguntó una vez que se separaron y se sentaron sobre la cama.
— Bien, bien. ¿Qué tal tú?
Entonces Emily comenzó a relatarle lo que había pasado con Draco —excepto el trío y todo eso. Le contó cómo se sentía respecto a eso y a los sueños raros que tenía con el rubio. Cuando terminó, Lily la miró boquiabierta.
— Es un hijo de puta.—soltó.
— Eh, pues sí.
— Dioses.—murmuró, viéndose la punta de su cabello.
— ¿Y tú? ¿Qué tan te tratan aquí?
Era una pregunta genuina, pues Emily no miraba a Lily mal; seguía siendo la misma chica que salió de la mansión Malfoy.
Ella se encogió de hombros.
— Es la primera vez que salgo, a decir verdad.
— ¿Cómo? —frunció el ceño, extrañada.
— Pues Harry no es como Draco —miró hacia arriba—. No me ha dado una habitación de lujo, ni tampoco ropa, ni nada por el estilo.
Emily resopló.
— ¿Volveras a la mansión Malfoy?
— Sí, ¿y tú?
Ella negó con la cabeza.
— No, no lo haré.
— ¿Por qué?
— Si Draco me dejó aquí es por algo. A lo mejor no quiere que vuelva, a lo mejor ni viene por nosotras, Li.
— Tienes razón.—sonó algo decaída.
Emily y Lily se quedaron unas cuantas horas platicando, hasta que la pelirroja entró a la habitación y dijo que Lily debía volver porque ya era tarde. Así que Emily se desnudó y entró a la cama, cubriéndose con las sábanas.
La noche ya era clara sobre el cielo estrellado, la ventana abierta permitiéndole al aire gélido colarse por la habitación y refrescarla.
Suspiró y se abrazó a la almohada a su derecha, cerrando los ojos y permitiéndole al sueño hacerse cargó de ella.
♱
Esa noche soñó con Draco entre sus piernas, brindándole placer y ayudándola a liberar serotonina. Ver su cabellera blanquecina entre sus piernas, sentir su lengua sobre su núcleo para después besarle todo el cuerpo y penetrarla con lentitud, como si quisiera grabar cada parte de su cuerpo.
— ¿Los matarás, amor? —le había preguntado el rubio mientras la poseía.
— Yo...—Emily cogió una larga bocanada de aire cuando sintió los dedos de Draco sobre su clitoris masturbandola.
— ¿No te gustaría ver a las personas que, se burlan a tus espaldas de ti, a tus pies, pidiendo misericordia?
Emily gimió cuando él se introdujo más en el fondo, cuando él gimió levemente su nombre.
— Imagínatelo...
Entonces una nube la abrazó y la llevó a otro lugar. A un lugar oscuro, con gritos que derrochaban pánico. Cuando ella bajó la cabeza se encontró con Potter a sus pies arrodillado; la cabeza gacha y las manos amarradas a sus espaldas.
El azabache alzó la cabeza, una expresión burlona plasmada sobre su rostro y una sonrisa llena de sorna sobre sus labios. Se estaba riendo, se estaba burlando de ella.
Sintió el aliento cálido de alguién sobre su oreja y entonces una voz baja y ronca, diciéndole:
— ¿Ves? —murmuró sobre la piel de su cuello—. Él solo quiere burlarse de ti.
El enojo floreció en su interior una vez más, la varita que había aparecido de la nada en su mano izquierda temblaba con agresividad.
— ¡Mestiza, mestiza, mestiza! —vociferaban distintas voces a su alrededor.
— Diles que eres mi mestiza, Em. Hazles saber que eres mi mestiza.
— ¿Cómo? —inquirió ella con la voz temblorosa.
Él deslizó la mano sobre el brazo de Emily, lentamente y con cuidado, hasta que llegó a su mano y alzó su varita.
— Quítale la vida.
Y Emily obedeció. La mestiza apuntó en la oscuridad al hombre a sus pies y mantuvo la mirada fija mientras pronunciaba las siguientes palabras.
— Avada Kedavra.
Entonces el hombre cayó con un ruido sordo y su mirada se tornó distante y fría... Muerta.
Emily despertó sobresaltada, con el corazón martilleando con fuerza dentro de su caja torácica, su espalda empapada de sudor frío al igual que su cabellera negra.
Sin embargo, la rabia, la furia, el enojo, aún seguía ahí, en su interior, creciendo cada vez más.
«No soy débil. No lo soy. No soy una tonta», se repitió mentalmente mientras llegaba al cuarto de baño y se tiraba agua fría sobre la cara.
Cuando vistió solamente la camisa que la pelirroja le había dejado, se acomodó nuevamente sobre la cama y cerró los ojos con fuerza. «Phia, Phia, Phia, Phia», repitió una y otra vez en su mente.
Entonces se escuchó un chasquido y Emily se atrevió a abrir sólo un ojo para ver que la elfina estaba frente a ella.
— ¿La srta. Emily me ha llamado? —preguntó, realizando una pequeña reverencia.
La chica se llevó la mano al pecho y dejó salir un suspiró.
— Pensé que no funcionaría.
— Phia está a las órdenes de la ama Emily.
Una sonrisa tiró de sus labios.
— ¿Tú puedes aparecer y desaparecer de aquí?
— Sí, puedo.
— ¿Y puedes traer cosas contigo?
— Phia puede hacer cualquier cosa que le pida la Srta. Emily.
— Emily necesita el libro de pociones.
Fue lo único que dijo antes de que la elfina desapareciera con otro chasquidos de dedos. Emily aprovechó para vestirse bien y lavarse la cara debidamente.
Seguía caminando por la habitación mientras que esperaba la elfina, el cielo seguía oscuro y las estrellas brillantes. Cuando giró la cabeza para ver el reloj eran las 3:00 a.m.
Otro chasquido de dedos, la elfina estaba frente a ella con un libro flotando sobre los aires.
— Phia le ha traído a la Srta. Emily el libro de pociones oscuras.
Emily lo cogió en sus manos y comenzó a hojearlo. Minutos después, Emily y Phia estaban frente a una mesa con ingredientes y un caldero que ya estaba hirviendo.
— Raices de valeriana.—pidió, tendiendo la mano hacia la elfina.
Phia, obediente, le pasó la valeriana. Emily se lo echó a la poción y comenzó a revolver la pócima a la izquierda siete veces.
— Doce granos de sopósforo.
Esta vez la elfina le pasó los granos. Emily los recibió y comenzó a aplastarlos, haciendo que un líquido transparente saliera de ellas.
En un abrir y cerrar de ojos, la mesa al igual que la elfina, desaparecieron, como si nada, como si nunca estuviese ahí.
Entonces la puerta se abrió y Harry Potter entró al cuarto.
— ¿Qué haces?
Emily trago saliva sin despegar la vista del espejo que tenía frente a ella.
— Me miró al espejo.—mintió mientras se cepillaba el cabello con los dedos.
Harry suspiró y se adentró más a la habitación.
— Quiero hablar contigo.
— ¿Y quién dijo que yo hablaría con usted? —replicó dándose la vuelta.
— No es necesario ser tan odiosa como lo es Malfoy.
— ¿Tienen que meter a Draco en todo? —elevó ambas cejas. Algo en ese cuatro ojos hacía que Emily explotará—. Están obsesionados con él.
— Él es el obsesionado.
Ella se miró las uñas, pareciendo despreocupada.
— Parece todo lo contrario.
— ¿Puedes hablar de una manera civilizada?
— Depende.
Potter dejó salir un pesado bufido y se sentó sobre el borde de la cama.
— ¿Por qué actúas así, si sabes que él te abandonó?
Fue la expresión en su cara y la pena en sus ojos lo que hizo que Emily pusiera la varita en alto para apuntarlo.
— ¡¿Se puede ir y dejar de molestarme?!
Él puso las manos en alto y se puso en pie, tratando de acercarse a Emily.
— Solo quiero hablar contigo.
«Solo hablaremos, no haremos nada más», las palabras que Thomas una vez le dijo, volvieron a su mente como una tormenta.
— ¡Largo! —gritó.
— ¡Solo hablaremos, no haremos nada más!
Desde su lugar, con la varita, hizo que la puerta se abriera de par en par, provocando que golpeara contra la pared y sonara fuertemente.
— ¡Y yo solo quiero que se larga y no me vuelva a hablar, porque soy capaz de varias cosas y dudo que usted quiera descubrir lo que Draco me ha enseñado! —escupió con odio.
El cuatro ojos frunció los labios y palideció un tanto.
— ¿Te he molestado?
— ¿Qué parte de 'largo' no ha entendido?
Asintió lentamente y emprendió sus pasos, cerrando la puerta a su espalda.
Emily sintió que la alma volvía a su cuerpo nuevamente. Segundo después, Phia volvió a aparecer con todo y los ingredientes que habían dejado inconclusos.
— ¿Phia se pregunta si la Srta. Emily se encuentra bien?
— Sí, estoy bien —aseguró—. ¿Proseguimos?
Colocó el líquido de los sopósforo dentro de la pócima y esta vez lo revolver la poción siete veces. El filtro comenzó a tornarse de un color lila para después tornarse de un color claro como el agua. Estaba lista. Emily inclinó un poco la cabeza y la olisqueó.
— ¿Está lista?
— Phia supone que sí.
La elfina le pasó un pequeño frasco y procedieron a verter la pócima dentro.
El filtro de muertos en vida...
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