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025


Emily. 𝔫𝔬𝔫 𝔞𝔣𝔣𝔢𝔠𝔱𝔲𝔰.                  𝐿&𝒟.


Emily se quedó viendo la lencería por varios minutos mientras se mordía las uñas. Al final, decidió darse un largo baño de espumas mientras llegaba la hora de la reunión.

Estaba enterada que en la reunión estarían los mortifagos más cercanos a Malfoy, ayudándolos a recuperar a Lily. Sin embargo, también sabía que Draco tenía planeado tener una noche a solas con ella. Con la mansión solo para ellos...

Decidió vestir la lencería roja que Draco le había dejado sobre la cama. Estaba frente al espejo, ciñendo el sujetador a sus senos y abrochando los pequeños tirantes que iban a sus muslos. Se puso un vestido rojo sencillo y observó su figura, ladeando un poco la cabeza.

Su cuerpo estaba listo, el calor corporal subía a cada segundo que pasaba; sus pezones erectos y sus bragas levemente mojadas.

Él la arruinaría esa noche...

Alisó el vestido de tirantes rojo que vestía, las ondas de su cabello perfilaban su rostro y el rubor sobre sus mejillas hacía resaltar sus pómulos.

Cuando la hora de la reunión llegó, Emily salió de su habitación y bajo hacía la casona. Su corazón estaba acelerado, no sabía si estaba muy vestida para la ocasión.

La primero que vio al entrar al lugar eran los cuatro mortifagos y la chica que ya se encontraban en la estancia, pero lo que se le hizo extraño fue la presencia de Ophelia, la cual estaba junto a Pansy hablando y bebiendo.

— ¡Ay! —chilló Pansy, girando en su dirección—. Ya llegó la futura Malfoy.

Emily miró en todas las direcciones, sintiendo la mirada penetrante de alguién. Elliot Avery.

El chico la miraba de hito en hito, sosteniendo un vaso de whisky de fuego en su mano.

La mirada de Ophelia iba de Elliot a Emily, y de Emily a Elliot mientras que Pansy sonreía abiertamente y el chico moreno, Blaise Zabini, estaba en el rincón de la estancia, mirando la escena desde su asiento; mientras tanto Theodore Nott estaba sentado sobre el borde de una mesa comiendo.

Al instante, la tensión se instaló en el lugar. Emily trató de hacer caso omiso, paseó la mirada por todo el lugar y después se acercó a Ophelia y Pansy.

— Linda elección de vestido —dijo Pansy mirándola de arriba abajo.

— El rojo le va bien, ¿cierto? —mencionó Ophelia.

Cada que le hacían un cumplido, Emily no podía evitar sentirse incómoda. Así que simplemente les dedico una sonrisa de boca cerrada y musitó un agradecimiento.

— ¿Y la lencería? —la pelinegra le sonrió pícaramente—. ¿Te pusiste la roja?

— ¿Huh? —Emily elevó ambas cejas.

— Draco se volverá loco esta noche.

La sangre subió a su rostro, ruborizándose por completo.

— Pansy, déjala.

Ella la ignoró, se acercó más a Emily y le ofreció su vaso. Emily lo acepto, no sin antes llevarlo a su nariz y olisquearlo.

— No bebas mucho —dijo—. Sobria se siente mejor.

— ¡Pansy! —presionó Ophelia.

— ¿Qué?—objeto la primera chica.

— ¡Privacidad!

— El sexo no es un pecado, Ophelia, es placer.

— Ya cállate —pidió Ophelia, poniéndole la mano sobre la boca—. Draco estará aquí en unos minutos.

— ¿Dónde está ahora?

— En una reunión con otros de sus mortifagos.

Un rayo sonó por todo el lugar e hizo temblar la casa entera justo cuando él entró por la puerta. Sus pasos hacían eco por el lugar, su gabardina de color negro se elevaba por el paso acelerado que llevaba; un arnés de color negro se ceñía a su cuerpo cubierto por la camisa blanca. Llegó a la mesa más próxima a él, se quitó la máscara que cubría su rostro masculino y se sirvió un líquido de color ambar en un vaso.

Todo parecía suceder en cámara lenta, el poder que emanaba de él era grande, oscuro y misterioso. La magia oscura flotaba por la habitación libremente.

Se quitó el guante de cuero que llevaba sobre la mano izquierda y estiró los dedos. Los anillos brillaron, captando la atención de Emily, y ella se remojó los labios instintivamente.

— Hasta que te dignas a llegar.—la voz de Theodore Nott se escuchó por todo el lugar.

— Tenía cosas que hacer.—respondió el hombre rubio.

— Empecemos, por favor.—pidió Blaise, poniéndose en pie.

Las siete personas que estaban presentes en el lugar se acercaron a la larga mesa que se situaba en el centro de la habitación. No habían sillas alrededor, sin embargo un inmenso mapa se encontraba sobre ella.

No fue Draco el que se situó a la cabeza de la mesa, fue Elliot el que tomó ese lugar. Con la varita acercó el mapa hacia él, echó los hombros hacia atrás y se aclaró la garganta.

— Tenemos la ubicación de Potter —comenzó a hablar—. No sabemos si es la casa en dónde se hospedan, pero al parecer tienen a Lily Goldstein allí.

— ¿Está bien? —preguntó Emily.

El hombre de ojos verdes no se atrevió a verla a la cara, ni siquiera se dirigió hacía ella cuando dijo:

— No sabemos, exactamente, en cuál lugar la tienen —colocó un dedo sobre el mapa—. Pero todo indica que puede estar aquí.

Theodore se inclinó un poco y chasqueó la lengua.

— Eso no nos sirve de mucho, Avery.

— ¿Ella está bien? —repitió Emily.

Al ver que no le respondía, bebió un tragó del vaso de Pansy; el licor le quemó un tanto la garganta mientras que el sabor se filtraba por sus papilas gustativas.

Ophelia se acercó a Elliot, se colocó junto a él y también se inclinó un poco, viendo el mapa. Estaban demasiado juntos para el gusto de Emily.

— ¿Lo has descubierto tú solo? —le preguntó, arqueando una ceja.

— No puedo llevarme todo el crédito —le dedicó una sonrisa de lado—. Me ayudaron un poco.

— Con razón nuestro señor oscuro te tiene tanta confianza.—también le sonrió mientras colocaba la mano sobre su pecho.

Estaban coqueteando descaradamente frente a todos. Emily frunció el ceño e hizo un mohín. Entonces ella también emprendió sus pasos y se acercó a Draco; su aroma le golpeó la nariz al instante, y el hombre giró a verla con una ceja rubia alzada. Colocó la mano sobre su espalda baja y la acercó más a él.

— Se ve preciosa —susurró cerca de su oído y después volvió a dirigir su atención hacía Ophelia y Elliot—. ¿Algo más, Elliot? Esta noche tengo algunas cosas por hacer.

— Entonces toma asiento, Draco —él desvió la mirada de Ophelia y la dirigió hacia Draco—. Porque hay muchas cosas por decir.

Malfoy, sin quitar la vista de Elliot, cogió su varita y con un leve movimiento, ya habían sillas para todos. Sin embargo, nadie tomó asiento. Los siete se quedaron de pie mientras que un elfo les servía vino o whisky de fuego.

— Mañana mandaré a algunos mortifagos a que chequen el lugar.—informó Avery, toqueteándose el labio inferior.

— ¿Para qué? —preguntó Nott.

— ¿Sabes quién vive en la mansión? —inquirió Blaise.

El hombre que tenía el control sobre la situación, negó con la cabeza hacia Blaise.

— Es por eso que mandaré a algunos mortifagos —señaló—. Quiero saber sus movimientos, cuántas personas están viviendo dentro de esa casa y quiénes son los encargados de cuidarla. Me darán informes sobre el número de personas y horarios de cena, desayuno, cambio de turno, etc.

— ¿Por qué mejor no vamos todos y los enfrentamos y ya? —propuso Theo.

— ¿Quieres morir, Nott? —replicó Malfoy.

El castaño apuntó a su señor oscuro con el dedo índice.

— Es una misión suicida ir sin tener informes sobre la casa, Nott —mencionó—. Iremos cuando recopilemos la información necesaria para entrar, matar y recuperar a la chica Goldstein.

Emily sentía la mano de Draco acariciar su espalda baja mientras que ella bebía de su vaso lleno de licor; pidiendo más y más. Ophelia y Elliot no habían terminado de coquetear, seguían ahí, frente a ellos, toqueteándose y de vez en cuando hablándose al oído.

El hombre de tez clara y ojos verdosos, explicaba con gran fluidez la estrategia de su plan. Por cuál puerta entrarían, cuántas personas los acompañarían y cómo matarían. Mientras tanto, Emily sentía que su cabeza estaba flotando sobre el aire y que la habitación le daba vueltas; decidió sentarse y esperar a que se le pasara, pues ya no entendía de qué estaban hablando exactamente.

Pegó un respingo cuando un trueno hizo acto de presencia sobre el cielo; la lluvia golpeteaba el cristal del ventanal y los rayos alumbraban el cielo nocturno.

— Deja de tomar, Emma.

Ella al escuchar el tono de ese voz, levantó la cabeza y frunció el ceño.

— ¿Y quién eres tú —hipo— para decirme qué hacer?

— Una persona sobria y coherente —acercó la mano y le arrebató el vaso de su mano—. Si sigues bebiendo se te arruinará la noche con tu señor oscuro.

Esbozó una sonrisa malévola.

— ¿Estás celoso, Elliot? —preguntó con sorna y cruzó las piernas.

— Sí, estoy celoso —gruñó—. No sabes los celos que siento al ver como lo miras, como tus ojos se alumbran al verlo.

— ¿Y qué harás al respecto?

Él apoyó las manos sobre los brazos de la silla en donde reposaba Emily; su rostro cerca del suyo, sus ojos conectándose y sus respiraciones entre mezclándose.

— ¿Quieres que te folle tan a fondo para que no quede rastro alguno de él? —humedeció sus labios—. ¿Quieres que te bese para quitar el sabor de sus labios? ¿Qué quieres, Emily? Pídemelo y te lo daré.

Emily buscó con la mirada a Draco, después volvió a mirar a Elliot.

— ¿Tú quieres volver a follarme?

— Yo te follaria toda la vida, Emma.

— ¿Fuerte? —parpadeó en su dirección.

— Sí —tragó duro—. Fuerte. Como tú desees.

— Hmm.—arqueó la ceja, colocó la mano sobre su hombro y lo empujó levemente para después ponerse en pie y emprender sus pasos.

Se acercó a la alargada mesa que se encontraba al fondo de la estancia. Cada bebida se veía deliciosa ante los ojos de Emily; ella saboreó y escogió una de color rojizo. La acercó a sus labios y le dio un pequeño tragó para probarlo. Tenía un sabor agridulce, pero agradable.

— No sabía que la reunión se prolongaría tanto —dijo una voz a su espalda—. Debo disculparme por eso.

— Debería.—sentenció ella burlona.

— ¿Sí? —él arqueó la ceja mientras inclinaba la cabeza hacia ella.

Emily tenía que alzar la cabeza un tanto para poder alcanzar a verlo a la cara. Sus ojos, fácilmente, podrían dejar hipnotizadas a cualquiera; su mandíbula definida y su nariz respingada. Era un rostro angelical.

— Sí —respondió, el alcohol comenzando a hablar por ella—. Pero me gustan otro tipos de disculpas, ¿sabe?

Dio algunos pasos hacia él, haciendo que Draco retrocediera. Cuando colocó la mano sobre su pecho, fue con total seguridad.

— Normalmente me gustan las disculpas en la cama —murmuró para que solo ellos puedan escuchar—. Bajo aquellas sábanas que tanto menciona en las notas que me deja...

— Ya veo... —le devolvió el murmulló—. Lo que pasa es que la reunión sigue.

— ¿No es usted su señor oscuro?

— Lo soy —aseguró—. Lo que no deja de dar vueltas en mi mente es, ¿si usted me considera su señor?

— ¿Desea eso?

— No me molestaría.

— Entonces —paseó la mirada por el cuerpo del hombre—, ¿debería llamarlo de hoy en adelante mi señor?

— Solo si usted lo desea.

— Yo deseo otro tipo de cosas...

El mago oscuro, más temido de su generación, tragó duro y giró la cabeza hacia todos lados.

— Debo hacerle saber que, me encantaría complacerla en todo lo que quiera, Srta. Cresswell.

— ¿Todo?

Su lengua rozó su labio inferior, remojándolo mientras buscaba con la mirada al hombre de cabello castaño.

— No hay un pensamiento decente en su pequeña mente sucia, ¿cierto?

— Puede que no.

— Me vuelve loco —cerró los ojos e inspiró hondo—. Debo hacerla saber que, es la dueña de mis pensamientos. A cada hora del día, cada minuto. No sale de mi mente.

Ella lo miró con ojos inocentes, su dedo índice serpenteando por el arnés que se ceñia a su pecho.

— Yo debo confesarle que no he dejado de pensar en aquella noche.

— Me hará poseerla aquí, delante de todos.

— No lo creo capaz.

Elliot los volvió a llamar a todos, con la excusa que tenían que terminar el plan y pulirlo para que puedan actuar lo más antes posible. Así que, Draco y Emily quedaron interrumpidos. Ambos llegaron a la mesa donde se encontraban los planos. Sin embargo, Pansy cogió a Theo y Blaise de las manos y se despidió con un gesto de cabeza, Ophelia que se estaba tambaleando por el alcohol ingerido, se despidió con la excusa que debía ir a dormir porque ya estaba borracha. Emily notó sus ojos cristalinos, y se preguntó por qué.

La lluvia comenzó a caer más fuerte sobre la casa, lo único que se podía escuchar eran las respiraciones aceleradas de las tres personas que se habían quedado —Emily, Elliot y Draco— las gotas que caían libremente y algunos que otros rayos que hacían eco por la estancia.

Emily inspiró una larga bocanada de aire, sintiendo que no podía estar más en ese lugar; necesitaba otro tipo de entretenimiento. Su calor corporal estaba subiendo cada segundo más, y no sabía si se debía al alcohol o a las pláticas que mantuvo con los dos hombres minutos antes.

Se inclinó un poco sobre la mesa y bostezó.

— Espero que terminemos pronto —dijo—, porque me estoy muriendo de sueño.

— Son unos últimos detalles.—le respondió Elliot.

— Entonces adelante, Avery.—pidió Draco con voz ronca y distante.

Él rubio se posicionó cerca de Emily, su mano serpenteando sobre la cadera de la chica lentamente, provocativamente.

— Depende de cuántos personas se encuentren en la casa de Potter, elegiremos a cuantos mortifagos llevar. Debemos multiplicarlos, así si tienen refuerzos que no nos ganen.

» Algunos entrarán por la entrada principal, otros por ventanales y si es posible, algunos entrarán por el techo de la casa. Debemos tomarlos por completa sorpresa, matarlos de la sorpresa, si es posible.

Emily sentía como la mano de Draco subia por su muslo, con caricias lentas, trazando círculos sobre ella.

— ¿Más o menos cuántas personas viven allí?

— No lo sabemos con exactitud. Suponemos que son unas veinte personas.

— ¿Todos de la Orden del Fénix?

Los dedos de Draco cosquilleaban sobre su piel.

— La mayoria. Los otros son sangre sucias que corrieron por su vida y traidores de la-

El castaño quedó silenciado cuando la luz de toda la casa se apagó por completo. Draco dejó salir una pequeña risa ronca.

— ¡Increible! —bufó Elliot.

— Deberías ir a ver.—le dijo Draco.

— ¿Por qué no vas tú?

Emily sintió como el príncipe oscuro se encogía de hombros.

— Le tengo miedo a la oscuridad.—una clara mentira.

— Increíble.—repitió.

Después se escucharon algunos pasos y la puerta abrirse. Ambos quedaron solos, a oscuras.

Sintió como Draco cogia sus caderas con ambas manos y ejercía presión sobre ellas, después se posicionó a su espalda y pegó sus caderas al trasero de Emily. Ella sintió un bulto duro justo sobre su trasero, y no pudo evitar mojarse.

Draco posó una mano sobre la espalda de la chica y la inclinó sobre la mesa completamente, entonces se agachó lo suficiente para tocar las piernas de Emily y alzar el vestido de seda que cubría su cuerpo. Lo suficiente para tener contacto directo con sus muslos y su trasero.

Su mano acarició con lentitud el brazo de Emily hasta dar con los dedos de su mano, y entonces el hombre se inclinó para que Emily sintiera su aliento rozar contra la piel de su oreja, así erizándole la piel de su cuerpo completo.

— ¿Qué lencería lleva puesta, mi preciosa mestiza maleducada? —preguntó con sus labios sobre la piel de su oreja. Su voz saliendo como un leve murmulló cargado de deseo.

— La que usted pidió que llevara, mi señor.—le murmuró de vuelta.

— ¿La roja? —inquirió, ahora dejando besos húmedos sobre la piel de sus hombros.

Un escalofrío le recorrió la piel, sus ojos rodando hasta la parte trasera de su cabeza.

— Sí.

Mestiza obediente.

El dedo largo de Draco se coló por la braga roja de Emily, tirando de ella lentamente para después dejarla caer nuevamente.

Ella pegó un leve brinquito y mordió su labio inferior para evitar dejar salir algún sonido.

— Avery —dijo con la voz entrecortada, sintiendo como él metía la mano en la parte delantera de sus bragas—, él estará aquí en cualquier momento.

— No hay luz —le respondió él—.Y no la habrá en un largo tiempo... Solo debe mantenerse callada. ¿Lo hará?

Ella asintió energéticamente con la cabeza mientras que sentía como Draco frotaba la humedad que emanaba de ella y llenaba todo su sexo con ella.

Sus dedos se movían como si conocieran de memoria la intimidad de Emily; se hundieron brevemente en su interior para después volver a deslizarlos afuera. Los llevó frente a la cara de Emily, y frotó la humedad, que aún yacía sobre sus dedos, sobre los labios de Emily.

— Abre esa linda boquita.

Y ella lo hizo.

— Le meteré los dedos hasta el fondo, ¿lo quiere?

— Sí —pidió en un pequeño jadeó. Las palabras sucias de Draco aumentaba la humedad entre sus piernas—. Sí, quiero.

— Entonces quíteme los anillos con la boca.

Entonces él deslizó un dedo dentro de su boca, hasta el fondo. Emily mordió con cuidado y él volvió a deslizar el dedo fuera de su boca. El primer anillo de Draco quedó en la boca de Emily, después el segundo. Entonces ella los dejó sobre la mesa.

Sintió la mano fría del próximo ministro sobre la piel de su trasero golpeándola con fuerza. Un ardor hizo acto de presencia sobre su piel ahora reemplazándose por el placer.

Sintió como hacía a un lado sus bragas y volvía a llevar esos dos dedos a su intimidad. Frotó lentamente el clitoris de Emily, de lado a lado y luego en círculos. Un gemido brotó de sus labios.

— Shh —chistó el hombre a su espalda—. O me detendré.

Ella negó y se llevó el dorso de su mano a su boca, mordiéndolo con fuerza.

Se escuchaban unos pasos acercándose cada vez más, una puerta abrirse y un resoplido furioso llenó la habitación. Entonces...

El cuerpo de Emily se balanceó hacia adelante cuando los dedos de Draco entraron con dificultad. Sintió un delicioso ardor establecerse en su interior cuando el índice y el anular del príncipe oscuro se golpearon dentro de ella.

— ¡Es una mierda! —gruñó Elliot. Sus pasos se detuvieron en algún lugar—. No pude arreglar nada.

— No importa, Avery —le aseguró Draco, sin detener los movimientos de sus dedos—. Prosigue así, podemos escucharte sin luz.

— Bien, bien —repitió el hombre—. No podemos perder esta vez.

— Eso está claro.

— Debemos matarlos y torturar a cada persona que se interponga en nuestro camino, Draco.

El hombre curvó los dedos dentro de Emily, y frotó aquel punto dulce repetidamente mientras que su otra mano deslizaba el tirante por el hombro de Emily. Ella dejó salir un pequeño chillido instintivamente.

— Emily —Avery se dirigió a ella—, sé que no estás de acuerdo con ello, pero realmente es necesario si queremos recuperar a tu amiga.

Emily no pudo responder. No sabía si podía hacerlo sin dejar salir un gemido.

— ¿Emily? —volvió a hablar.

Draco acarició lentamente su columna.

— Responda, no sea maleducada.—le dijo.

Y Emily quería voltearse y golpearlo por ser un imbecil.

— S-sí —respondió entrejadeando—. Lo sé.

Draco deslizó sus dedos hasta dejar solamente la punta, frotó unas cuantas veces y volvió a embestirla.

Ella mordió con fuerza el dorso de su mano, cerró los ojos y sintió las lágrimas deslizarse por sus mejillas.

— La casa, como han visto, no es muy grande que digamos —continuó hablando—. No sabemos si han usado algún hechizo de expansión.

— No es un problema —respondió Draco—. Lo descubriremos una vez que estemos dentro.

Detuvo sus movimientos, sacó los dedos de su interior y se enderezó. Después Emily escuchó un chasquido de metal y el sonido sordo de una tela al deslizarse. Las manos de Draco chocaron con total lentitud sobre el trasero de ella y lo amasó con fuerza.

No le dio tiempo de coger una bocanada de aire cuando sintió la punta de su pene en su entrada y después una agresiva estocada. El pene de Draco entró de una en el interior de Emily, sin cuidado, sin dudarlo dos veces, él la embistió con fuerza y agresividad.

Emily no pudo detener el gemido que brotó de sus labios, el cual llenó toda la estancia; rebotó contra las paredes e hizo eco por el lugar.

Acto seguido, Emily pudo percibir una tenue luz al otro lado de la habitación. El rostro de Elliot —ceñudo y dubitativo— se aclaró debido a la débil luz que provenía de su varita. Ella aguantó el aire e hizo un pequeño mohín. Sin embargo, Draco no se detuvo. No lo hizo.

Emily giró la cabeza hacia él, mirándolo. El hombre tenía las dos grandes manos sobre la cadera de Emily, sus ojos fijos sobre Elliot con una ceja arqueada.

Vete.—le ordenó.

Pero Emily no sabía si fue el alcohol el que habló por ella o simplemente lo deseaba, porque dijo en un tipo de súplica:

— No —pidió y colocó la mano sobre la muñeca de Draco—. Déjalo.

— No —repitió Draco, y volvió a dirigir su atención a Elliot que los miraba de hito en hito sin parpadear—. Vete.

La respiración de Emily se aceleró con cada embestida de Draco, sus senos subían y bajaban sobre la mesa que estaba inclinada en ella; sus manos apoyadas sobre esta, su mirada fija en Elliot.

Ven —lo llamó—. Ven.

El hombre que estaba al otro lado de la habitación, desvió la mirada de la mestiza para poder ver a su señor oscuro. Parpadeó varias veces en su dirección, como si le pidiera permiso para unirse...

No obstante, el rubio no negó ni asintió; se inclinó sobre el cuerpo de Emily, dejó solo la punta en su interior y después volvió a hundirse en ella. La mestiza dejó que la habitación se llenara de sus gemidos.

El pene de Draco se sentía enorme en su interior. Enorme, grande y caliente; erecto, listo para darle el placer necesario. El placer que pedía, quería y anhelaba.

Su punta golpeaba repetidamente el punto g de la chica, sin compasión. Los gemidos que brotaban de los labios de Emily, llenaban la estancia completa. Sus ojos anegados de lágrimas, el placer saliendo por sus poros. Podría jurar que más tarde le saldrían unos cuantos hematomas por el agarre de Draco en su cadera; era fuerte, dominante.

Elliot.—gimió ella.

Fue entonces cuando el hombre ignoró todo y se acercó hasta Emily y Draco. Ella separó el pecho de la mesa, se enderezó —aún con el pene de Draco en su interior— y apoyó las manos sobre los hombros del segundo hombre.

Avery no dudó cuando imprimió sus labios sobre los de ella, su lengua abriéndose paso a su boca; jugando, coqueteando, descubriendo sus bocas. Era un beso devorador, lleno de deseo. Chupó su labio inferior, lo chupó y lo mordió lentamente. Emily gimiendo sobre sus labios, sus uñas enterrándose en sus hombros.

Se sentía en el cielo. Su cabeza golpeó el pecho de Draco, los labios de Elliot se pegaron a su cuello, bajando lentamente hasta su pecho. Enganchó los dedos en los tirantes que yacian sobre los hombros de Emily, y los dejó caer lentamente; dejando así a la vista los senos erectos, hinchados y rojos de Emily.

El castaño sin preguntar, lamió alrededor de su areola y la miró directamente a los ojos.

Draco tenía una mano sobre su cadera, la otra sobre su abdomen bajo, sosteniéndola sobre su pecho mientras sus caderas golpeaban contra ella.

Emily hundió los dedos en el cabello castaño de Elliot mientras él chupaba y mordisqueba el pezon de ella. La otra mano de Emily sobre la nuca de Draco mientras que él la penetraba sin cuidado.

— Oh, Draco.

Ese gemido fue la perdición del rubio, salió de su interior mientras la giraba y con rapidez deslizaba el vestido fuera de su cuerpo.

Emily estaba frente a esos dos hombres que la miraban con completo deseo. La lencería roja que cubría sus partes más íntimas, contrastando con su piel pálida y su cabello negro como la noche líquida; sus ojos brillando como estrellas.

El mortifago y el señor oscuro, pasearon la mirada de arriba a abajo por el cuerpo de Emily, sus pupilas dilatándose a tal grado que el color de sus ojos ahora parecía completamente negro.

Emily sintió sus bragas mojarse aun más. Así que junto las piernas y bajo la cabeza. La sangre subió a sus mejillas, tiñendo a su paso la clavícula y el rostro de la chica.

Elliot se situó a su espalda, la acarició lentamente y antes de abrir su sujetador, dejó un casto beso sobre su hombro.

En cambio el rubio, siguió mirándola. No podía dejar de hacerlo; su pecho subia y bajaba con cada respiración profunda que hacía. Su pene reaccionó un tanto y se movió en una petición silenciosa.

— ¿Sobre el sillón? —fue lo único que salió de esa boca rosácea. La voz completamente ronca.

Cuando Emily asintió, Draco se acercó a ella, se puso de rodillas, y enganchó los dedos en el borde de sus bragas rojas. Comenzó a bajarlas lentamente mientras dejaba pequeños besos sobre su cadera, sus muslos y sus piernas, hasta que la desnudó al completo. Después, sus ojos se conectaron con los de Emily, y se puso en pie, le ofreció la mano y comenzaron a caminar hacia el sillón.

Elliot los seguía de cerca, sin decir palabra alguna. Al parecer los dos hombres estaban hechizados por la chica mestiza.

Antes de que Draco se sentará, dejó un pequeño beso sobre la mejilla sonrosada de Emily.

— ¿Alguna vez has hecho un oral? —le preguntó. Su voz suave como la seda.

Ella negó con la cabeza, su labio inferior entre sus dientes. Él giró a ver a Elliot sobre su hombro.

— Hay una primera vez para todo, ¿no?

Draco asintió y cogió asiento sobre el largo sillón.

— Date la vuelta y móntame, amor...

Emily inspiró hondo, su corazón se aceleró por esa simple palabra: «amor». Pagaría para poder escucharlo llamarla así para toda la puta vida...

Entonces Emily se acercó a él, giró sobre sus talones, dándole la espalda y cuando sintió las manos de Draco nuevamente sobre sus caderas, guiándola, ella se sentó.

Fue con lentitud, con cuidado y precaución. El pene del príncipe oscuro entraba y dilataba su interior con cada centímetro que se hundía en ella.

Dejó salir el aire que no sabía que estaba conteniendo. El ardor y el dolor traspasó su cuerpo y jadeó.

— No puedo —lloriqueó—. Duele.

No tenía ni mitad del pene de Draco en ella.

— Avery —gruñó Draco con los dientes apretados—, ayúdala.

Elliot se acercó a Emily, llevó las manos a sus pezones y comenzó a amasar su seno izquierdo mientras que con el otro jugaba: pellizcando y tirando de el con cuidado. Su mano izquierda dejó de amasar su seno y comenzó a bajar por su abdomen.

Abajo. Abajo. Abajo. Hasta su clitoris.

El castaño comenzó a jugar con ese haz de nervios. Hizo una pequeña presión y comenzó a frotarlo con agilidad.

El placer le ganó al dolor que sentía, y así Emily pudo bajar un poco más, y otro poco, hasta que lo tuvo en su interior por completo.

— Qué bien te sientes, Em —murmuró sobre su oído mientras mordía levemente su lóbulo—. Mejor que la primera vez.

Elliot comenzó a quitarse la chaqueta de cuero y después la simple camisa blanca; su abdomen marcado, un pequeño tatuaje yacía sobre la parte baja de su cadera: era una media luna con unas cuantas pequeñas estrellas a su alrededor.

Emily se relamió los labios al verlo y su piel volvió a erizarse. No había tenido el tiempo de admirar el cuerpo de Elliot cuando tuvieron relaciones la primera —y única vez—. El bóxer que se ceñía a su cadera, desapareció en un segundo.

Su miembro estaba erecto, al costado tenía una vena larga y gruesa, palpitante. En la punta brillaba una gota de semen preseminal. La boca se le hizo agua, y tan solo imaginar que tenían planeado que ella se lo metiera a la boca, el miedo y la excitacion la embargaron.

No estaba segura si lo haría bien, pues nunca lo práctico con nadie. Draco la ayudó a subir y a bajar; la cabeza de Emily cayó sobre el hombro del rubio, sus labios abiertos y los jadeos saliendo sin control alguno.

En esta posición, el sexo se sentía mucho mejor. Un cosquilleo se plantó dentro de su estómago, sin poder hacer nada para retirarlo; nada más que un orgasmo.

Elliot cogió su barbilla y volvió a unir sus labios en un beso hambriento, feroz, mientras que su mano permanecía sobre su cuello y lo presionaba con cuidado para llevarla a la locura, pero no hacerle daño.

El príncipe de la oscuridad, la cargó levemente y indicó que se diera la vuelta. Él seguía a su espalda, penetrandola mientras dejaba pequeños besos sobre sus hombros y columna.

Elliot se acercó a ella, acarició su labio inferior con el pulgar y le indicó que abriera la boca.

— Iremos lentamente, ¿sí?

Ella asintió con lentitud. Elliot cogió su miembro con la mano izquierda y rozó sus labios con la punta; llenándola de aquel semen que aún yacía sobre la punta rosácea del hombre. Emily lamió sus labios, probando de su pene. Entonces abrió la boca, lo miró a los ojos, y esperó a que él entrara en su boca.

Y un latido después, Elliot entró lentamente en su boca. Ella chupó un poco y lamió, sin quitarle los ojos de encima.

— Mira a esta chica traviesa, ¿eh? —ronroneó Elliot.

— Un espectáculo para el diablo.—respondió Draco.

Emily colocó la mano sobre la base del miembro de Elliot, donde su boca no podía llegar.

— Rueda tu lengua sobre mi pene, Emma.—la animó.

Y ella así lo hizo, rodeó su pene con su lengua.
Lamió y trató de no atragantarse ni hacerle daño con sus dientes.

Sintió la palma de Draco golpear contra su trasero una y otra vez, dejando la marca de sus dedos sobre su piel.

— Merlin.—jadeó Elliot, echando la cabeza hacia atrás y cogiendo una profunda bocanada de aire.

Cuando comenzó a dolerle la mandíbula, lo sacó de su boca y con su mano ayudó a darle placer mientras que con su lengua lamía la punta rosada de Elliot y dejaba pequeños besos y chupaba con presion.

Draco —gimió ella, sintiendo como el rubio aumentaba la velocidad de sus estocadas—. Me voy a correr, joder.

Dejó de darle atención a Elliot, el placer que sentía la superaba en todos los aspectos. Solo podía pensar en Draco, en su miembro en su interior, en las estocadas y su orgasmo más cerca cada segundo.

Una estocada. Dos. Tres. Cuatro. Cuando Draco sintió que Emily estaba cerca, se retiró de ella. La mujer cayó sobre su pecho, el cabello cubriéndole la cara.

— ¿Es todo lo que aguantas? —se burló Elliot.

— Deja que se recupere.—replicó mientras desabrochaba su camisa y se la quitaba al mismo tiempo que se deshacía de sus pantalones.

— ¿Estás bien? —le preguntó mientras la ayudaba a incorporarse.

— Más —murmuró tratando de recuperar el aire—. Quiero más.

Los dos hombres le sonrieron. Sinceramente, no sabía hacia cual mirar; los dos eran unos ángeles o demonios vestidos de ángeles, esperando a llevarlas al infierno y quemarla junto a ellos.

Draco volvió a sentarse sobre el largo sillón, ahora con sus piernas apoyadas sobre este y su espalda contra el respaldar.

— Ven acá.—le pidió mientras palmeaba sus piernas.

Emily, mordiéndose el labio inferior y sintiéndose ansiosa, se acercó. Sus piernas sintiéndolas débil, como de gelatina, pero la excitacion hasta el cielo.

— Colócalo dentro de ti.

Emily cogió el miembro de Draco y lo guió hasta su entrada. Sus caderas bajaron lentamente, tomando todo lo que podía. Entonces el castaño se posicionó a su espalda; acarició lentamente desde sus costillas hasta sus caderas, y acarició su segunda entrada con su miembro.

Ella pegó un respingo, no se esperaba aquello.

— ¿Estarás bien? —preguntó Draco sin moverse.

— Sí.

Lentamente, muy lentamente, el hombre a su espalda comenzó a frotar su pene en su segunda entrada, tratando de dilatarla lo mejor posible para después entrar en ella.

Ella se acostó sobre el pecho de Draco, sintiendo como los dos hombres empezaban a marcar un ritmo: ni muy rápido ni muy lento, un ritmo perfecto.

Cuando el castaño de ojos verdes estuvo dentro de ella, Emily dejó salir un jadeó de puro dolor entremezclado con placer. Entonces los dos empezaron a moverse.

Marcaron un ritmo constante, donde la mujer de pelo negro se deleitó en el vaivén de sus caderas y el placer proporcionado por los hombres. Sus dos hombres.

Salían y entraban de ella, Elliot con más cuidado que Draco para no lastimarla, y ella trataba de mover las caderas para ganar más placer.

Sacó la lengua y la deslizó por el tatuaje que tenía Draco sobre el cuello, y más abajo sobre su clavícula; entonces chupó y lamió la piel hasta estar segura que quedaría una marca ahí. Una marca suya.

Sus ojos se conectaron con los ojos grises de Draco, lleno de emociones, dilatados y sus labios rojizos, llamándola.

No quería arruinar el momento, no ahora, así que decidió no intentar besarlo. Solo disfrutar de ese momento.

Las manos frías de Draco se deslizaron por su espalda, hasta llegar a su trasero que seguía siendo embestido por Avery.

— ¿Mi pene es lo suficiente bueno para ti? —le murmuró Draco con voz ronca.

Ella asintió sin poder articular palabra alguna.

— ¿Mejor que el de Avery?

No respondió a ello. No lo hizo. Se mantuvo callada, sin evitar gemir.

Mi preciosa mestiza.—acarició su mejilla, sus ojos sin abandonar los suyos.

— Mierda. Joder.—gruñó Elliot y salió de ella.

El castaño comenzó a frotar con rapidez desde la base de su pene hasta la punta con rapidez hasta que un liquido de color blanquecino y espeso salió disparado y cayó sobre la espalda de Emily. Su respiración agitada fue lo único que se escuchaba con los gemidos de Emily que seguía siendo penetrada por el príncipe de la oscuridad.

— ¿Eso es todo lo que aguantas? —se burló Draco de él.

— Jodete.—replicó.

Draco rió. Una risa que recorrió el cuerpo entero de Emily. Se incorporó sobre el sillón y cogió las caderas de Emily, alzándola lo suficiente para que él pudiera marcar el ritmo desde abajo.

Se sentía grueso, enorme y palpitaba en su interior. La mujer aferró las manos a sus hombros, echó la cabeza hacia atrás, permitiéndole a su cabello negro tocar su espalda y cerró los ojos disfrutando de lo poco que le quedaba.

Él pegó los labios a su cuello, a su clavícula y lamió.

— Te dejare marcada tal cual lo hiciste tú conmigo, ¿bien?

Lamió la piel de de su cuello, mordisqueó un poco y después succionó con la fuerza suficiente para dejarla marcada. Después colocó la mano sobre su cuello, los anillos brillando y la serpiente moviéndose sobre la piel de su antebrazo.

Ella movió las caderas en círculos mientras lo miraba a los ojos.

— ¿Está bien así? —le preguntó ella.

— Sí, joder.—él deshizo el agarre de su cadera y se permitió echar la cabeza hacia atrás mientras Emily lo montaba.

Elliot estaba sobre el suelo, el cigarrillo de hierba muggle entre sus labios, mirando. Sus ojos no tardarían mucho en cerrarse.

Emily lamió la mandíbula de su señor oscuro hasta que llegó a su oreja.

— ¿Fue en esta posición que mataste a Granger?

— Sí, justo en esta.

— ¿Me matarías a mi también así?

— No —respondió, remojando sus labios. Sus ojos oscureciéndose—. Pero te torturaria de una manera diferente, hasta llevarte al infierno y luego de vuelta a la tierra, Em.

Volvió a golpear la piel de su trasero con fuerza, después llevó la mano hacia su seno y lo apretó con fuerza.

— Te haría mi señora. Mi señora oscura. Y todos se arrodillarían ante ti, hasta yo... En lo secreto y en lo público, lo haría.

Ella tembló sobre el cuerpo de Draco, sintió algo frío bajarle por la columna y el placer golpearla de una. El orgasmo la alcanzo y la cubrió por completo.

— Joder, mi señor oscuro.—jadeó.

Draco se levantó con ella cargándola, le dio un puntapié a Elliot en forma de despedida y salió de aquella sala de reuniones, llevándose a Emily con él.

—Sostente.—fue lo único que dijo antes de usar la aparición para llegar a su habitación que estaba en oscuras.

Con la varita prendio una simple vela y acostó a Emily sobre la cama. Ella se sentía vacía sin él dentro.

— ¿Adónde vas? —le preguntó cuando vio que él se dirigía a una pequeño cajón.

Él no respondió, simplemente le enseñó un envoltorio color gris. Lo abrió y se colocó el preservativo, entonces se acercó a ella, la cogió de la pierna y colocó su tobillo sobre su hombro para volver a embestirla. Una y otra y otra vez, hasta que Emily llegó a su segundo orgasmo y el se vació en el preservativo.

— Bésame, por favor.—le pidió una vez que ambos estuvieron acostados, frente a frente.

— ¿Por qué quieres que te bese?

— Porque quiero probar tus labios.

— No se podrá.

— ¿Por qué? Dame una buena razón.

— Porque... —acarició su brazo desnudó—. No puedo.

— Por favor.

— No.

— Hazlo, o me iré.

— Entonces vete.

Ella frunció el ceño, se levantó y colocó la sabana alrededor de su cuerpo.

— No estoy bromeando.

— ¿Y crees que yo sí? —se incorporó en la cama—. No sé cuál es el afán de besarla.

— ¡Porque hemos hecho de todo, pero no puede darme un maldito beso!

— No lo haré.

— ¿Ni aunque acepte casarme contigo?

— ¿Y lo haría? —rió—. ¿Se casaría conmigo?

— No sé, porque no me besa.

— No traté de manipularme.

— Deme una razón.

— ¡No estoy dispuesto a besar a alguien que no sabe lo que quiere! —gruñó—. ¿Me besará a mi y luego a Avery? No le estoy echando en cara nada. ¡Es libre de hacerlo, porque no entró en esta competición por decisión propia!

— Pues quiero que sepa que yo no me había vuelto a acercar a Elliot hasta esta noche —exclamó, buscando sus cosas—. ¡Porque yo creí! —gruñó, y vistió su vestido—. ¡No me vuelva a tocar!

— No lo haré.—curvó los labios y puso las manos en alto.

— ¡Le estoy pidiendo sólo un beso!

— No puedo hacerlo.

— ¡¿Por qué?! —gritó—. ¿Le doy asco?

— Estoy loco por usted, ¿como me podría dar asco? —frunció el ceño—. No puedo hacerlo, y no se ha ganado la oportunidad de decirle el por qué.

— ¡Entonces jodase!

Salió de la habitación dando un portazo y bajando las escaleras hecha una furia. Entró en su habitación, cerró la puerta y buscó con nerviosismo la cajetilla de cigarros que tenía guardada.




6508 palabras 😰😰😰

ESPERO Y LO DISFRUTEN, PECADORAS.

Lo siento, el smut es un asco, pero es que no se escribir tríos 😔

Ah, y perdón por las faltas es que esta larguito y me da flojera corregir.

Dejen aquí sus opiniones y pensamientos. >>>>

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