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Emily.                           𝔪𝔬𝔯𝔱𝔢𝔪.                  𝐿&𝒟.



Como era de esperarse, al día siguiente, la ejecución de Caleana Galanthyus estaba en primera plana, junto a Emily gritándole a Draco que se detuviera.

El Profeta se estaba tomando las molestias de narrar con punto y detalle todo los sucesos de la ejecución. Desde los gritos de dolor de Caleana, hasta el clima del día. En especial, se estaban tomando las molestias de recalcar lo ingenua y estúpida que fue Emily.

A duras penas, Emily aceptó que se había equivocado en meterse, y esperar a que Draco detuviera la ejecución solo por ella.

La mansión se encontraba de luto, aunque Draco había dejado en claro que no deberían hacerlo. Era la primera vez que las chicas desobedecieron las órdenes de su lord, y decidieron guardarle luto a Caleana. Emily se unió sin pensarlo dos veces.

Elliot le estaba dando el espacio que le había pedido, y durante las dos veces que el chico se quedó a cenar en la mansión, no le habló; simplemente la miró de hito en hito e inclinó la cabeza en un gesto de saludo.

Sus ojos le pedían a gritos a Emily que se le acercará, le hablará. Le suplicaba y rogaba su perdón. Sin embargo, Emily no cambió de parecer; necesitaba mantenerse alejada de Elliot por unos días, o meses.

Necesitaba mantener la cabeza fría para no perderse...

¿Pero eso duraría mucho? ¿Emily duraría mucho siendo la persona que era? ¿Podría mantenerse con lo que sus padres le inculcaron desde pequeña? ¿Podría hacerlo, a pesar de tener a dos hombres, poderosos y sumamente peligrosos, a su completo merced, tratando de corromperla?

No estaba segura de ello, por eso su corazón temblaba cada vez que se lo preguntaba por las noches cuando la soledad la acompañaba y la luna tomaba su lugar sobre el cielo nocturno. No estaba segura de muchas cosas ya en su vida...

A Emily se le hacía imposible no suspirar cada que el príncipe oscuro se tomaba las molestias de mandarle libros nuevos todos los días con dedicatorias. Al parecer Phia no le había mencionado lo ocurrido, pues el hombre de cabello platino no actuaba raro y tampoco la ignoraba como solía hacerlo cuando estaba molesto con ella.

Sí, los primeros dos días después de la ejecución, Draco no le habló y ni siquiera miró en su dirección, pero cuando observó que Emily no le prestaba atención decidió comenzar a mandarle notas preguntándole qué le pasaba. Ella ignoró cada una.

— Insisto que tiene un brillo raro en los ojos.— mencionó Ophelia mientras ladeaba la cabeza y achicaba los ojos.

— Deja de alucinar, Ophelia.

— ¿Brillo? —Lily cogió la cara de Emily y la vio directamente a los ojos—. Yo la veo igual que siempre.

— Mmm —tarareó la mujer de cabello castaño—. Tú tienes algo.

— No tengo nada.— canturreó Emily mientras se servía el té.

— Las miraditas que se echan tú y Elliot Avery dicen lo contrario.

— ¡Ophelia! —exclamó Emily—. Cállate.

— ¿Lo negarás?

— ¡Oh, Dioses! —Lily se pegó en la frente dramáticamente—. ¿Cómo no me he dado cuenta?

— Porque Ophelia está alucinando.— insistió Emily.

— Niégalo, Cresswell —se miró las uñas—. Por lo menos ya le estás dejando el camino libre a las otras pobres chicas.

Emily enarcó ambas cejas mientras observaba cómo su amiga de la infancia se mordía el labio inferior con nerviosismo.

— Ayer salí con Draco —soltó por fin—. No fuera de la mansión, obvio.

— ¿Él te invitó?

— Sí —asintió energéticamente con la cabeza—. Salimos con sus amigos, pero ajá... Estuve con él.

— ¿Con sus amigos?

— Pansy, Theo y Blaise. Se llaman así. Son unas personas...amigables. Algo serios, pero amigables.

— Oh... ya veo.

— No me mires así.

— ¿Así? —frunció el ceño—. No te estoy mirando de ninguna manera, Lily. El Sr. Malfoy es libre de salir y hacer lo que quiera. No es nada para mi.

Era cierto, Draco no era nada para ella por ende no podía molestarse y ponerse a hacer berrinches como una niña obsesionada con un juguete. Y Emily tampoco era así; no se consideraba una persona celosa y posesiva para nada. A veces... le molestaban algunas cosas, pero prefería guardárselo para si misma.

— También ha estado saliendo con Rose —canturreó Ophelia, con la mirada aun sobre sus uñas—. Lo ignoras una semana, y se desespera tanto por llamar tu atención.

— Parece que lo conoces muy bien, Ophelia.

— Tantos años interactuando con ellos, me ha dado la oportunidad de conocerlos, querida.

— También parece que te has despertado brava y sabia.— ironizó con lo último, poniendo los ojos en blanco.

— Soy una buena observadora —se encogió de hombros—. Deberíamos ir a almorzar.

— Vayan ustedes —dijo Emily, y Lily le dedicó una mirada llena de reproche—. Las alcanzaré en un rato.

— Nada —replicó Lily, cruzándose de brazos—. Nos acompañarás ahora mismo.

Puso los ojos en blanco mientras seguía a sus dos amigas al comedor donde un banquete delicioso las esperaba ya.

Las demás chicas vestidas de negro —al igual que Emily, Ophelia y Lily— ya estaban sentadas en el lugar que acostumbraban tomar.

El sol del día se filtraba por el ventanal del comedor, haciendo resplandecer el fino mármol de la mansión.

Narcissa entró después de unos minutos, saludando a todas las chicas...menos a Emily.

Trato de inmutarse aunque sentía una opresión sobre el pecho. Aunque todas se dieron cuenta y miraron a Emily con una expresión de reproche.

Parecía que se preguntaban «¿qué hizo ahora para ganarse el odio de la mayor de los Malfoy?». Pero eso era algo que ni ella misma les podía responder, porque sinceramente, Emily no tenía idea qué le había causado disgusto a la mujer.

Por lo que pasó con Elliot, Emily no pensó mucho en la plática que tuvo con Narcissa hasta ese momento donde sus miradas se encontraron y la mujer achicó los ojos en su dirección.

«¿En serio pensaba que no era buena para Draco? ¿Por defender a una chica? ¿Por tratar de salvarla del terrible dolor que le causaron ese día?»

Sabía que había hecho un grave error al gritarle a Draco frente a toda la gente que se detuviera. Sabía que fue algo estúpido por su parte, porque aunque él se mostraba amable y dócil con ella, no significaba que Draco acataría las órdenes de Emily.

«¿Pero si ella llegará a casarse con él, aceptaría todas las consecuencias que conllevaba eso?». Sacudió la cabeza, sin permitirse pensar en ese incierto futuro que la esperaba. No podía sobrepensar eso, no cuando tenía otros planes, y cuando la razón de esos planes estaba entrando en ese preciso momento por la puerta del comedor y se sentaba junto a su señor.

Los dos hombres que atormentaban sus sueños y pensamientos. A uno le permitió ver más allá de su piel y al otro le entregó su virginidad, su primera vez.

Draco no miró en su dirección, Elliot sin embargó, la primera cosa que hizo fue verla. Verla y parpadear dos veces; como si le dijera: «Ven y háblame. Ven y cuéntame sobre tu día. Ven y déjame probar nuevamente tus labios».

Emily simplemente bajó la mirada hacia su plato y se dispuso a comer aunque su estómago rugía en desaprobación.

No disfrutaba comer.


Estaba dispuesta llegar a la biblioteca de la mansión y perderse unas cuantas horas en las páginas de aquellos tantos libros que yacían en los estantes detrás de esas cuatro paredes, cuando una mano fría y grande cogió su brazo y detuvo sus pasos por completo.

Su corazón retumbó en su pecho con fuerza cuando un aroma familiar penetró sus fosas nasales, y aunque dijo y se prometió a sí misma que lo ignoraría hasta poder tener la cabeza fría y saber qué hacer...si seguir con el plan o abandonarlo, ella giró sobre sus talones y se enfrentó al hombre que la esperaba con desesperación.

— No puedes seguir ignorándome.— fue lo primero que le dijo.

— ¿Quién dice tal cosa? —ella alzó una ceja, desafiándolo con la mirada.

— Yo, Emma.—se pasó una mano por ese cabello castaño, haciendo que unos cuantos mechones se desacomodaran y cayeran a los costados de su cara.

— No sabía que ahora eras mi dueño, Elliot.

— Nadie es tu dueño, Emma.

— Entonces déjame.

— No hasta que me hables.

— ¿Qué quieres?

— Pedirte una disculpa, no sé exactamente por qué, pero te pido una disculpa honesta.

Sus ojos derrochaban desesperó, y por eso mismo a Emily le gustaba tanto verlos; porque los sentimientos que traspasaban por los ojos de Elliot cuando miraba a Emily...eran unos que ella nunca llegó a presenciar en otros ojos. Ni en los de Thomas.

— No sé qué fue lo que te disgustó tanto, Emily. No sé, porque sinceramente creí que sabías que en casos como esos, cuando lo único que queda es matar, yo lo hago.

— No fuiste muy claro cuando me contaste que eras un mortifago —se deshizo de su agarré y alzó la barbilla—. Dijiste que tu trabajo es buscar y planear. No matar y torturar.

— Y ese es mi trabajo —reiteró—. Pero estaba en medio de una emboscada.

— Podrías hablar, pero decidiste acudir a torturar y matar.

— ¿Y ellos no?

Punto a su favor.

— Ellos fueron los que empezaron con eso, Emily. Ellos nos llevaron a ese lugar para matarnos y tal vez torturarnos.

Ella resopló, porque no tenía nada más que decir.

— Emma, quedamos en algo. ¿Lo recuerdas?

— Sí.

— Quedamos que, cuando seas libre, nos iremos de aquí —le recordó esa vez cuando estuvieron en un salón abandonado tras la pelea con Rose—. Lejos de aquí, muy lejos. En un lugar donde yo deje de ser esto, y tú puedas ser libre.

— Lo recuerdo.

— ¿Te arrepentiste? —preguntó—. ¿Acaso no fui bueno contigo esa noche? ¿Te lastime?

— No lo hiciste, Elliot —respondió con la verdad—. Pero yo... Yo ya no sé qué pensar o qué hacer. Fuimos criados diferentes, con diferentes ideas.

— Lo sé.

— Dame tiempo —pidió—. Estoy tratando de no perderme dentro de esta mansión.

— Bien, lo haré —cabeceó lentamente—. Solo respóndeme una cosa.

— ¿Cuál?

— ¿Sientes algo por él?

Sopesó cada respuesta que tenía: la sincera que le podía dar o la mentira. Y justo ahí fue cuando se dio cuenta que había cambiado, porque en cualquier otro momento no dudaría en responder con la verdad aunque eso significaba tener que lastimar a la otra persona.

Dejó salir un sonoro suspiró.

— Creo que sí.—admitió.

— ¿Y por mi? ¿Qué es lo que sientes por mi?

— Yo... Elliot.—bufó. Él la interrumpió.

— ¿Lo que sientes por mi es más fuerte?

— Ah, pero miren a quién tenemos aquí.—la voz de aquella mujer llenó el vestíbulo.

Elliot y Emily giraron al mismo tiempo para ver en su dirección. Iba acompañada de Draco Malfoy, cuya mano estaba sobre la espalda baja de la chica.

El hombre echó los hombros para atrás y su expresión se endureció al instante. No podía ver amabilidad en esos ojos, nada del hombre que Emily conocía cuando estaban a solas. Solo un hombre frío y calculador, llenó de rabia.

— Me preguntaba cuándo los vería juntos —sonrió perversamente y giró a ver a Draco—. Mis padres me han contado que Elliot les habla mucho sobre Emily, ¿lo sabías?

— Desconocía eso.—le respondió Draco.

— Pues al parecer ambos son muy unidos, según lo que Elliot les cuenta a mis padres.

Emily quedó estática en su lugar, sin poder hablar o siquiera respirar con regularidad. En cuanto a Elliot, sus manos se apretaron en un puño y frunció los labios en una línea recta.

— Rose, ¿por qué no vas a joder a otro lado?

— ¿Así le hablas a tu hermana menor frente a una sucia mestiza?

Emily notó cómo las cejas del rubio se elevaban un tanto.

— Yo la veo limpia, Rose.—fue lo único que Draco respondió, con completa sorna.

Ella rió tan delicadamente, que Emily se preguntó si era una risa falsa o si en verdad era tan...así.

Lo que también percibió era la forma en que Draco se dirigía a ella. Por su nombre, como a una persona que era cercana a él. A Emily seguía hablándole de 'usted', y solo en momentos íntimos se atrevía a hablarle por su nombre.

Em. Él la llamaba Em.

— Yo creí que las chicas de la mansión tenían prohibido establecer lazos con otras personas que no fueras tú —ella curvó los labios hacia abajo—. ¿Será que en Emily no aplican esas reglas, mi señor?

El frunció el ceño profundamente y giró la cabeza para ver a Rose, quien todavía se mantenía a su lado, muy cerca de su cuerpo.

— Emily más que nadie debe obedecer esa regla en especial.

Ella puso los ojos en blanco con fastidio.

— ¿O sino qué? —lo desafió—. ¿Me castigará?

La sonrisa que se formó sobre los labios de Draco no fue para nada amistosa.

— ¿Será que le gusta ser castigada, Srta. Emily?

Elliot, a su lado, frunció el ceño y lo miró con recelo.

— ¿Pues qué edad tiene Emily para ser castigada como una niña? —espetó—. No tuvo la opción de decidir si quería entrar en esta estúpida mansión, por lo menos déjala decidir si quiere o no contraer matrimonio contigo.

— ¿Por qué mejor no sigues con el trabajo que tienes? —enarcó una ceja y agregó—. No es una petición, es una orden.

Elliot asintió firmemente con la cabeza y sin refutar emprendió sus pasos.

— Y tú, Rose, acompaña a tu hermano a la salida.

— Pero...

Sus palabras quedaron flotando sobre el aire cuando Draco negó con la cabeza.

— Sin refutar, cariño.

Fue lo último que le dijo antes que ella realizará una reverencia y siguiera a su hermano.

Emily también estuvo a punto de emprender sus pasos, cuando él la detuvo.

— ¿Por qué me ignora? —preguntó—. Si soy yo el que debería estar molesto, no usted.

— ¿Ahora no tengo derecho ni a estar molesta?

Se encogió de hombros y comenzó a caminar a su alrededor, como un animal que acechaba a su presa.

— He hecho un gran error al mostrarme dócil con usted, ¿cierto? —relamió sus labios rojos—. Al arrodillarme por usted y suplicarle...

Su respiración se aceleró aún más al oler el perfume que emanaba de él, avisando su cercanía.

Tarareó y prosiguió hablando.

— El problema es que lo volvería a hacer miles de veces —su cálido aliento le hizo cosquillas sobre la oreja—. Volvería a arrodillarme ante usted, volvería a suplicarle que me permita ver como sus dedos entran en su interior y salen brillosos por la humedad que le provoco.

— No —replicó cuando recuperó el habla—. El problema es que yo no volvería a permitir que eso suceda de nuevo.

— Ay, Em... —su nombre entre sus labios apenas fue un susurró—. Si te contara sobre la oscuridad que hay en mi, seguirías viéndome como si fuera el sol.

Arrogante.

Maleducada —ronroneó.

— Psicopata.

— Me gusta.— declaró mientras envolvía el dedo en uno de los mechones negros de Emily.

Ni siquiera me conoce en verdad.— replicó ella.

— Tengo su ropa interior en mi cuarto, puede ir por ella cuando quiera.—dicho eso, emprendió sus pasos.

Cuando el reloj acarició la tres de la mañana, Emily despertó con el corazón latiéndole desenfrenadamente y la respiración agitada.

No había despertado por culpa de la sed, no. No tenía nada que ver con eso. Sentía como si alguien la estuviera observando, sentía una presencia pesada y oscura dentro de la habitación, rondándola.

Sus manos palmearon la mesa auxiliar hasta dar con su varita. Murmuró Lumos, y una pequeña luz tenue salió de la punta de su varita. Emily giró abruptamente la cabeza hacia todos los rincones de la habitación, esperando ver a alguién o algo. Sin embargo, no había nadie en su habitación... Lo único raro que había, era la ventana abierta por la cual entraba un aire gélido.

Una sensación rara embargo el cuerpo de Emily. Sin embargo, no se inmutó. Estaba en la mansión Malfoy, y eso era algo bueno, supuso. Emily se puso en pie con el cuerpo temblándole por el frío. Cerró la ventana, entonces la sed llegó y se le secó la garganta. Gruñó cuando llegó al closet y cogió una bata.

Comenzó a bajar por las escaleras, pero antes de llegar a la cocina, escuchó una risa femenina proveniente del despacho de Draco.

Su curiosidad iba en primer lugar, así que con pasos sigilosos se acercó y notó el pequeño rayo de luz tenue que salía de su despacho.

Se asomó lo suficiente para ver mitad del pecho de Draco, y una mano suya —con los dedos largos, llenos de anillos— sosteniendo un muslo con firmeza.

Pegó la oreja a la pared y trató de escuchar atentamente.

— Es una terca.—decía el hombre. Se le escuchaba un poco cansado.

— Supongo qué es eso lo que te atrae de ella.

«¿De ella? ¿De quién hablaban? ¿Y esa era la voz de Ophelia?»

Se pegó aun más a la pared.

— Sí, en parte.

— ¿Hay algo más que te atrae?

— Son varias cosas las que me atraen.

— Enumera algunas.

Se escuchó un pequeño suspiró.

— La forma en la que me mira —dijo—. Como si no me tuviera miedo, y me habla de la misma manera.

— ¿Y con Elliot qué harás?

— Hmm, por el momento nada.

Se escuchó como una silla rechinaba, y Emily volvió a asomar levemente la cabeza solo para ver la espalda de Ophelia. Se había sentado a horcajadas sobre él, mientras le acariciaba los hombros.

— ¿No lo despedirás?

— Un mortifago tan útil como Elliot no merece ser despedido solo por coquetear con la chica que quiero poseer.

Elliot. Elliot. Elliot.

Estaban hablando de ella.

— ¿Solo poseer?

La mano de Draco se perdió entre la falda de la chica, y apretó uno de sus glúteos haciendo que Ophelia dejara salir un pequeño jadeó.

— Probablemente hacerla mi esposa y dejarle toda la herencia Malfoy.—se burló.

— Todo un romántico.—replicó con completa sorna.

— Dejaré a Elliot divertirse con ella un poco, después lo torturare hasta que haga un Juramento Inquebrantable de no volver a acercarse a Emily.

— Eres tan perverso.—ronroneó.

— Y tú deberías ir a dormir ya.

Fue lo ultimo que escuchó antes de que echara a correr escaleras arriba y perderse dentro de su habitación.

La sed quedó en segundo plano cuando Emily se detuvo a escuchar esa conversación. Una conversación importante...

Se tenía que alejar de Elliot. Tenía que alejarlo. No podía permitir que Draco lo torturara.

«¿Y qué hacía Ophelia con él? ¿Qué pintaba Ophelia en todo esto?»

—-

Holi, les dejo este capítulo.

Sinceramente quiero hablarles sobre algo: sé que Emily es un poco tonta, y sé que eso molesta, pero les pido que le entiendas un poco. Emily esta viendo el mundo desde una perspectiva completamente diferente. No la juzguen. También sé que hay varias que se enojan cuando emily se enfada porque Draco "sale" con otras, cuando ella tiene algo con Elliot, pero fuah; acéptenlo ustedes también se molestarían. También cabe recalcar, que ella no le dice nada a Draco, o sea no se lo echa en cara.

Y respecto a Elliot, debo avisarles que el tipo no es malo, tampoco traicionará a Emily. Él es importante para la historia.

No olviden votar y comentar. Lqm <3

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