018
Emily. 𝔭𝔩𝔲𝔰 𝔲𝔩𝔱𝔯𝔞. 𝐿&𝒟.
Nunca había sido una persona con gran apetito, era todo lo contrario. Emily podía pasar días sin comer y su estómago no protestaba para nada. Sin embargo, era una persona que, normalmente, bebía mucha agua, u otro tipo de líquido; cualquiera que la ayudará a saciar su sed.
Por eso acostumbraba a llevarse una botella de agua cada noche antes de acostarse, pero en la mansión Malfoy había dejado atrás esa costumbre, pues le daba flojera bajar tantas escaleras y caminar tanto solo para llegar a la cocina y traerse consigo una botella o un vaso.
Así que cuando su sed la despertó del sueño profundo y fantasioso que tenía —debido al libro que había estado leyendo antes de quedarse dormida— Emily gruñó y golpeó el colchón.
No quería despertar y tener que sentir el frío de la mansión que calaba sus huesos. No quería dejar su cama que la mantenía caliente.
Trató de remojar sus labios, pero fue algo imposible ya que su garganta y su cavidad bucal estaban completamente secas.
Frunció el ceño mientras se frotaba un párpado y alargaba el brazo para coger la varita que yacía en su mesita de noche.
Murmuró un pequeño Lumos, y apreció la habitación.
Tenía el tamaño correcto para una habitación donde dormitaba solo una persona. Los muebles perfectos, del color perfecto. Aunque... ella se preguntaba si Draco le dejaría cambiar algunas cosas y decorar la habitación a su gusto.
Se incorporó en su cama, reuniendo las fuerzas para levantarse e ir por ese maldito vaso de agua que tanto deseaba su cuerpo.
Después de unos largos minutos, dormitando sobre su hombro y teniendo una pelea mental consigo misma, Emily Cresswell se paró de la cama, buscó una bata caliente para cubrirse del frío, y salió de su habitación.
Aún seguía dormitando mientras bajaba los peldaños de la escalera y llegaba a la cocina en penumbra de la mansión Malfoy.
Dejó su varita sobre un mueble para que le alumbrará un poco el lugar, y comenzó a buscar un vaso para proceder a servirse agua y saciar su sed.
«¿Seguía su himen intacto?» Se preguntó mientras bebía
Volvió a servirse un poco y cogió el vaso, dispuesta a llevárselo a su habitación en caso de que la sed volviera a aparecer.
Salió nuevamente de la cocina y emprendió sus pequeños, adormilados y lentos pasos hacia su habitación.
En ese pequeño y corto proceso de poner un pie y luego el otro para conseguir caminar, escuchó unas voces seguidas de sonoras risas que llegaban hasta sus oídos.
En seguida, Emily se espabiló del sueño que la estaba atormentando y buscó de dónde provenían aquellas voces. Estaba dispuesta a fisgonear, así que emprendió nuevamente sus pasos y comenzó a buscar el lugar.
Con cada paso que daba hasta la profundidad de la mansión, las voces se hacían más claras.
Habían tres voces masculinas y una voz femenina. Solo una...
Pegó la oreja a la puerta de un salón que no conocía y trató de escuchar mejor de lo qué hablaban. Pero...
— Saluden a Emily, por favor.— dijo una voz, más clara esta vez.
Más clara porque la puerta se había abierto de par en par, mostrando claramente las personas que estaban reunidas en el lugar.
«¿Acaso la había hechizado para saber por dónde caminaba ella?» Frunció el ceño ante ese pensamiento.
— Lo siento.—se disculpó con la voz ronca.
— Únete a nosotros, Emily.—la invitó la mujer con cabello negro y corto. Sus ojos verdes brillaban con intensidad y su sonrisa de oreja a oreja la echaba de cabeza. Estaba borracha.
— Ah —soltó y su mirada bajó hacia su pijama no-combinada—. Quisiera, pero no estoy vestida para la ocasión.
— No pasa nada —aseguró una segunda voz, masculina—. Aquí no juzgamos.
Emily paseó la mirada por el lugar, por las cuatro personas que estaban reunidas y sus rostros amigables, y decidió entrar.
Seguramente había un hechizo puesto, porque todo se sentía calientito, cómodo y cálido.
Ella cogió asiento sobre un sillón largo y grande, y llevó las piernas hacia su pecho.
— ¿Y qué hacían? —preguntó.
— Beber. ¿Qué hacías tú?
Ella señaló el vaso de agua.
— Beber —respondió a su vez—. Si molesto, yo me puedo ir. No quiero interferir en sus planes.
— Quédate.— pidió alguién.
Alguién. Alguién. Alguién. Draco Malfoy.
Sus ojos se posaron directamente en él. En lo poderoso que se veía sentado sobre una butaca, con las piernas levemente separadas, sosteniendo un vaso, lleno de un líquido color ámbar.
Sus ojos estaban adormilados, su camisa con los primeros botones abiertos y su cabello desordenado.
— Me quedó.— dijo después de un largo silencio.
Entonces las risas y las voces volvieron a resonar por todo el lugar. Hablaban de todo un poco: sobre los hechizos más usados, los más inútiles. Sobre sus días en Hogwarts y chismes sobre las personas que conocían.
En ningún momento, Emily no desvió la mirada de Draco, y él se la sostuvo.
Se la sostuvo hasta que se puso en pie y se acercó a ella con pasos lentos y calculados. Sus ojos entrecerrados y una sonrisa felina plasmada sobre ese rostro varonil y demoniaco.
Él era un demonio. No, él era el diablo en persona.
Y ella estaba dispuesta a ser su infierno.
— Se ve un poco sola.— dijo y se sentó cerca de ella.
Sus piernas rozándose, sus ojos mirándose.
— ¿Ah, sí?
Arqueó una ceja rubia.
— Yo puedo arreglarlo.
Entonces ella dejó salir una risa pequeña y sarcástica.
— ¿No me cree capaz?
— Hmm —ronroneó—. No estoy del todo segura.
— ¿Sabe? —murmuró mientras sus ojos paseaban por lo poco que se podía apreciar de sus clavículas—, me encanto castigarla
Ella se humedeció los labios cuando los recuerdos la golpearon con fuerza.
— ¿Lo volvería a hacer?
Acercó una mano hacia ella y bajo un poco su bata, dejando ver un poco más de su clavícula. Al ladear la cabeza, dejó a la vista el tatuaje que tenía sobre el cuello; tan llamativo, tan sexy...
— Hasta que no aprenda la lección.
Emily se inclinó aún más sobre el asiento y dejó caer la bata por su hombro.
— ¿No me ofrecerá algo de beber?
— ¿Quiere algo en especial?
Doble sentido...
— Lo que beba usted.
Con un movimiento elegante de su varita, un vaso lleno de aquel líquido ámbar, flotó hasta ella.
Lo llevo a sus labios y bebió un pequeño trago. Sintió como el líquido pasaba por su garganta y dejaba un escozor por su paso. Evitó hacer cualquier mueca y siguió sosteniéndole la mirada a Draco.
— ¿Qué haremos con su curiosidad, Srta. Cresswell?
Aún con la cabeza ladeada, enrolló con su dedo uno de los mechones castaños de Emily y tiró con suavidad
— ¿Pasa algo malo con ella?
— Muchas cosas malas —tarareó—. Imagínese si va por ahí, curioseando, y la encuentra alguien que no soy yo.
— ¿Qué tendría de malo? —volvió a beber del vaso, tratando de concentrarse en el escozor y no en la humedad que emanaba de su interior.
— Lo que tiene de malo es... que todos mis mortifagos tienen órdenes estrictas de matar a cualquiera que esté curioseando por mi mansión. Imagínese si no estoy ahí para salvarla.
— Por algo me está enseñando a defenderme, ¿no?
Asintió levemente con la cabeza y después la giró hacia la risa estridente que sonó por todo el lugar.
Los dos hombres estaban alrededor de Pansy Parkinson, quien tenía una botella en alto y la boca abierta.
— Son un poco brutos —dijo Draco, captando su atención—. Pero son buenas personas.
— Ése me da miedo.—admitió, mientras señalaba al moreno de traje negro.
— A todos.
— ¿A ti?
— Hay veces que Blaise no es Blaise.
— ¿Cómo?
— Muchas preguntas y poca diversión, ¿no? —se puso en pie y extendió la mano hacia ella—. ¿Por qué no vamos a divertirnos con ellos?
— Me da pena —reconoció y señaló su atuendo—. Realmente no estoy vestida para la ocasión.
Él meneó la cabeza, restándole importancia al asunto.
— Están borrachos.
Al final, Emily aceptó. Cogió su mano fría, se puso en pie y dejó llevarse por el hombre alto, de anchos hombros y cabello platino. El aroma que emanaba de él era embriagador y seductor. Ella inhaló descaradamente, permitiéndose llenar sus pulmones de aquel aroma exquisito.
Tenía la camisa que Draco le había prestado entre sus prendas. Y a los pocos días, su ropa adquirió el mismo olor.
Recorrió con los ojos la barra que tenía delante. Era una mesa larga con un mantel blanco, lleno de vasos de todos los tamaños y botellas —llenas y algunas a la mitad—.
— Necesito saber qué tan tolerante es al alcohol —la miró con la ceja enarcada—. No quiero tener que cuidarla y limpiar su vomito.
«Si tan solo él supiera...»
Emily pensó en la respuesta. Pensó en las cosas qué podía hacer estando borracha. En todas las cosas que le ocurriría hacer. Si estaba dispuesta a correr el riesgo de quedar en ridiculo, o conservar la estúpida imagen que había creado de sí misma.
Al final, optó por lo mejor que podía hacer.
— Soy la persona más tolerante al alcohol.
Con la ceja aún enarcada y una sonrisa burlona, Draco destapó una de las botellas que aún estaban llenas y sirvió en dos vasos.
Le entregó una a ella, y él bebió del suyo.
Su manzana de Adán se movió arriba y abajo al pasar el líquido. Y a Emily se le hizo agua la boca.
«¿Qué se sentiría pegar los labios a aquella manzana de Adán y lamerla? ¿Qué se sentiría deslizar la lengua por aquellos tatuajes que tenía? Uno sobre el antebrazo y el otro sobre el cuello».
A continuación, la chica levantó el vaso y bebió un gran trago.
Sintió el alcohol recorrer cada rincón de su boca, tomarse el tiempo para pasar por su garganta y establecerse en su estómago con una sensación liviana. Un recuerdo desbloqueado.
En algún momento, una música comenzó a sonar de algún lugar, llenando cada rincón de la habitación en la que se encontraban
En algún momento, Emily bebió de más y terminó recostada sobre el gran sillón —el más cómodo del lugar— con un brazo flojo sobre el suelo, y el otro sobre su pecho, sosteniendo un vaso lleno de licor.
— Tú...— el aliento de aquella voz le proporcionó cosquillas al oído.
Emily se incorporó y palmeó el asiento a su lado. Un latido después, la chica pelinegra estaba sentada junta a Emily.
Olía a alcohol y cigarrillos, pero ella todavía lucia como una completa reina.
Ambos se quedaron fijamente a los tres hombres que estaban unos metros más allá de ellas, platicando y riendo libremente.
Nunca había visto a Draco así. Nunca había conocido esa faceta de él. Alegre, despreocupado.
— Le recuerdas a ella, ¿sabes? —mencionó y señaló a Draco con el vaso—. Es por eso que es tan territorial contigo. Y es por eso que, prácticamente, te obligó a entrar en esta estúpida competición.
— ¿A quién? —quiso saber Emily.
La mujer a su lado exhaló y después se volvió a mirarla.
— A una persona que era cercana a Draco.
— ¿Su madre? —preguntó burlonamente.
— Nop. No a Narcissa.
— Es que Draco parece no tener nadie cercano.
— Él parece muchas cosas.
Segundos después, Pansy jaló del brazo de Emily, y la obligó a ponerse en pie. Acercándose a aquellos hombres que se veían tan poderosos y peligrosos, Pansy jaló de la mano de Draco también.
Sin siquiera preguntar, Pansy aferró la mano a la camisa blanca que traía Draco, y la deslizó hacia arriba; dejando a la vista un torso —un poco musculoso— una piel extremadamente pálida y unas horribles, horribles cicatrices, que abarcaban mitad de su torso.
Emily cogió una bocanada de aire y la sostuvo dentro de sus pulmones, prohibiéndose respirar mientras observaba aquellas cicatrices.
— Ponte de rodillas, Emily.—ordenó Pansy, sin titubear.
Emily parpadeó incrédula.
— ¿Eh?
— Ponte de rodillas, acércate a Draco y saca la lengua.
— ¿Lo siento?
— Hazlo. Te gustará.
— ¿Qué?
— Si no lo haces, nunca sabrás el por qué. Y eso se quedará en tu mente por años —alargó la palabra—, y te arrepentirás toda tu miserable vida.
— ¡Pero necesito saber el por qué para poder hacerlo!
— ¿Confías en mi?
Emily frunció el ceño. Ya había apartado los ojos del torso de Draco, para mirar a Pansy, la cual tenía una sonrisa divertida sobre su rostro.
— No.—admitió.
Theo y Blaise, cada uno, sostenía una botella en su mano. Los dos tenían las mangas de sus camisas remangadas, así se podía apreciar la marca tenebrosa que reposaba sobre sus antebrazos izquierdos.
Emily se remojó los labios antes de ponerse de rodillas, tal como le había dicho Pansy, y se acercó al torso pálido de Draco.
Él la veía desde arriba con una expresión burlona, divertida y lasciva. Sus ojos adormilados, ahora estaban abiertos y expectantes, mirando cada cosa que Emily hacia. Cada parpadeó, como su lengua salía para remojar su labio inferior.
Él se remangó las dos mangas de su camisa, hasta los codos. Su marca tenebrosa quedó a la vista, al igual que...
El listón del vestido de Emily. El listón negro que llevaba aquel día amarrado a la cintura, ahora él lo tenía envuelto sobre su muñeca.
Draco sonrió aún más al ver que Emily se había dado cuenta de ese pequeño detalle.
Y el corazón de Emily latió desbocado, como loco.
Cuando por fin, sacó la lengua y la pegó al torso de Draco, casi al borde de sus pantalones donde una línea en V se asomaba; Theodore Nott se acercó y ladeó la botella. El líquido se deslizó sobre el torso de Draco y llegó hasta la lengua de Emily.
Una y una y una y otra vez. Y otra, otra, otra, otra vez.
Emily bebió cada gota que se deslizaba sobre el torso de Draco y caía sobre su lengua. Bebió cada momento y lo disfruto. Bebió cada gota mientras miraba a los ojos grises de Draco, y él la miraba a ella, con el labio inferior entre sus dientes.
Cuando retiraron la botella, Emily se armó de todo el valor que tenía contenido muy en su interior, se alzó un poco sobre sus rodillas y lamió el líquido que yacía sobre el estómago y el torso de Draco. Al volver a bajar, dejó besos húmedos y después se puso en pie.
Él todavía la miraba con diversión. Sus ojos brillaban con clara excitación y sus labios se habían vuelto rojizos por tanto morderse el labio inferior.
Emily desvío la mirada, evitándolo. Tratando de hacerlo. Pero él...
Él le tocó el hombro levemente, como si Emily hubiese sido hecha de la porcelana más fina y más cara del mundo entero. De todo el mundo mágico y muggle.
Su aliento le hizo cosquillas en la oreja cuando él le susurró con voz ronca.
— Eres una jodida pervertida.
Y después se tambaleó un poco y la mesa a su lado cayó al suelo.
— ¡Llévenlo a la cama o nos arruinará la fiesta! —vociferó Zabini.
— Sí, Emily —dijo la segunda voz masculina—. Llévalo a su cuarto, mejor.
— Él se puede cuidar solo.
— Draco no se puede cuidar ni cuando está sobrio.—se burló la pelinegra.
Los tres chicos rieron en sincronía. Draco los señaló.
— Están despedidos —anunció y frunció el ceño—. Los tres, se ganaron una maldición Cruciatus.
— Claro, viejo —el moreno palmeó el hombro de su amigo—. Cuando estes sobrio, vienes y nos torturas a todos.
— Jodanse.— replicó y volvió a tambalearse.
Emily se puso a su lado y lo ayudó —supongamos que solo por amabilidad, no había maldad en sus acciones—.
— Creo que sí necesitas ayuda para llegar a tu habitación.
— No —aseguró, hablando a trompicones—. Yo puedo solo.
— Ya, hurón —animó Nott—. Deja que la señorita Cresswell te lleve a tu habitación. Tal vez hasta te quite lo malhumorado.
Draco gruñó. Sin embargo, no protestó cuando Emily se llevó su brazo al hombro y lo ayudó a caminar.
Cada paso que daban, se volvía más difícil hacerlo. Draco se tambaleaba y tropezaba cada dos segundos.
— No pensé que tenías tan poca tolerancia al alcohol.
— Odio el alcohol.—confesó él con la nariz arrugada.
— ¿Entonces por qué bebiste?
— Porque lo odio a veces solamente.
— Ah, ya veo.
Emily lo ayudó a instalarse en su habitación, a quitarle los zapatos y acostarlo sobre la cama. Todo en completa oscuridad, porque el príncipe oscuro se negaba a prender la luz.
Él se tumbó —literalmente— sobre la cama. Bajo un pie al suelo y extendió los brazos a sus lados.
— Quítame la camisa.
Emily obedeció, y con los dedos temblorosos comenzó a desabotonarle cada botón. Él se elevó un poco y permitió que Emily deslizara la camisa por sus brazos hasta que su torso quedó nuevamente desnudó.
— ¿Cuándo me dibujará desnudó?
— Nunca.
— ¿Pero por qué? —giró sobre su costado y pasó la mano bajo la almohada blanca.
— Porque no quiero verlo desnudó —repitió como la primera vez que se lo pidió—. Puedo dibujarlo de otra manera, si así lo quiere.
— Yo quiero desnudó.
Emily negó con la cabeza.
— Es usted un arrogante.
— Y usted una malcriada.
Se quedaron viendo por un rato, con el silencio reinando entre ellos. Emily aún sostenía la camisa blanca de Draco entre sus manos.
— Quédese.
No fue una orden, tampoco una exigencia; fue una petición amable.
— Claro.—dijo y giró la cabeza para buscar cualquier asiento.
— Acuéstese junto a mi, y quédese toda la noche a mi lado.
Su corazón retumbó con fuerza, pero obedeció. Tratando de calmar cada latido de su corazón, rodeó la cama, se quitó los zapatos y se acostó junto a él.
Segundos después, Draco volvió a girar sobre su costado para quedar frente a frente.
— Cuénteme algo.
— ¿Qué quiere que le cuente?
— ¿Tenía novio?
Emily cerró los ojos por un momento y dejó salir un suspiró.
— Sí —lo pensó y después agregó—. Algo así.
— ¿Algo así?
No podía explicar el sonido de su voz, pero era tan agradable para Emily escuchar a un Draco borracho hablarle tan lentamente y a trompicones.
— Terminamos días antes de venir aquí.
— ¿Mestizo?
Ella asintió.
— El nombre que le marcaste a Gadea Davies sobre la espalda...—titubeó un poco, y la sangre se le heló al recordar la imagen de El Profeta—. ¿Fue el mío?
— Sí.
— ¿Pero por qué?
— Se lo merecía —exhaló—. Me desobedeció, y te maldicio como si fueras cualquier persona. Se merecía eso y mucho más.
Una parte retorcida de ella le encantaba escuchar eso, como Draco, literalmente, mataba por ella; como torturaba y escribía su nombre en la espalda de los oponientes. La otra parte —la razonable— temblaba de miedo y le pedía a gritos alejarse.
Pensó en qué más preguntarle; tenía a Draco Malfoy borracho frente a ella... Tal vez él le confesaría varias cosas. Tal vez le contaría cómo fue que obtuvo aquellas cicatrices sobre el torso.
Pero en lo único que pudo pensar fue...
— ¿Por qué no me besas?
— Porque es algo íntimo.
— ¿Íntimo? —rió con sarcasmo—. Y meter tu lengua y tus dedos en otras cosas, ¿eso no es íntimo para ti?
— Lo es, pero besar a alguien es aun más íntimo —sus ojos viajaron hacia sus labios—. Cuando besas a alguien se mezclan los sentimientos.
— ¿Entonces cómo esperas ascender al puesto de ministro, si no estás dispuesto a mezclar sentimientos? ¿Cómo te vas a casar así?
— Em, tú fuiste escogida por mi, no por ellos.
— ¿Eso qué tiene que ver?
— Significa que, al entrar, tú no recibiste las órdenes que las otras recibieron —se aclaró un poco la garganta y posó la mano bajo su cabeza—. Lo tengo todo planeado.
— ¿Qué?
— Mi padre dijo que era obligatorio casarme para ascender a ese estúpido puesto. Entonces, hicimos esta competencia, para contraer matrimonio con alguién que sea digna para tal puesto.
Estúpido puesto.
— ¿O sea... el matrimonio es una farsa?
Él asintió.
— Ellas lo saben... Es por eso que reciben tantas clases para comportarse —hizo comillas con los dedos y puso los ojos en blanco— como alguien digno de ser la esposa del ministro.
— Eso es tan estúpido.
— Mi madre es la responsable de eso.
— ¿E hijos? —inquirió—. ¿No deseas tener hijos?
— Necesito un heredero, claro. Para eso tenemos una persona que se encargará de saber qué día me conviene... tener intimidad con la persona que me casare.
— Eso significa que solo se acostaran en los días fértiles, ¿no?
Él asintió nuevamente con la cabeza.
— Es por eso que no necesito mezclar sentimientos con ninguna chica, Em. Ellas lo saben, y están de acuerdo con ello.
— ¿Por qué yo no sabía sobre esas reglas?
Él acercó su mano y acarició levemente, como una pluma, la mejilla de Emily. La miró directamente a los ojos, sin parpadear; como si deseara grabarse cada detalle de ellos.
— Porque en ti no aplican las reglas... No esas.
Su voz no fue más que un murmulló suave y seductor.
La piel de Emily se erizó cuando Draco bajo un poco su mano, justo sobre sus costillas, y comenzó a trazar algo sobre ellas.
— ¿Con cuántas personas te acostaste?
— Con dos.
— ¿Dos? —abrió los ojos de par en par.
Esperaba escuchar un «no sé, fueron tantas que no me acuerdo».
— ¿Te sorprende? —rió un poco—. No sabía que tenía fama de mujeriego.
— No, es que... Yo pensé que, bueno —comenzaba a balbucear nuevamente, como la primera vez que lo conoció—. Yo pensé que te habías acostado con muchísimas personas.
— Lamento decepcionarte, pero fueron dos solamente.
Cuando Emily parpadeó varias veces en su dirección, y adoptó una expresión inocente, Draco resopló y puso los ojos en blanco.
— Quieres saberlo todo, ¿cierto?
— Por favor.—hizo un puchero.
— Mi primera vez fue con mi primera novia, en Hogwarts.
— ¿Era bonita?
— Sí —el meneó la cabeza. Una pequeña sonrisa nostálgica apareció en su rostro pos dos segundos—. Ella era muy bonita.
— ¿Cómo se llamaba?
— Arabella.
— ¿Y cuánto duraron?
Cuando él respondió, su voz se escuchó apagada y distante.
— Siete, ocho años.
— ¿Entonces por qué no te casaste con ella?
— Porque ella murió.
— Oh —fue lo único que se le ocurrió decir—. Lo siento...
— La segunda ya te imaginarás quién fue.
— Hermione Granger.
— Esa misma.
— ¿Eran novios?
— No estabamos ni cerca de serlo.
— Supongo que solo eran amigos con derechos...
— Algo así.
— ¿Nunca llegaste a quererla?
— Nunca la bese.
«Entonces Draco solo había besado a una persona...»
— ¿Por qué te acostabas con ella? Siempre pensé que era tu enemiga, no alguien a quien... te follabas.— lo último salió como un susurró, y sus mejillas se tiñeron de un color rosa.
— Otro dia alimentaré tu curiosidad, ¿sí?
Asintió.
— ¿La constelación de Draco? —dijo, refiriéndose a las finas líneas que trazaba Draco sobre sus costillas.
— Deberiamos tatuársela.
Otra vez le estaba hablando de 'usted'
Emily suspiró.
— Estoy de acuerdo.
— El otro día desperté y no estaba a mi lado...
— Compartir cama es algo, aun más íntimo, que un beso para mi.
— Entiendo —tragó duro y giró sobre su espalda—. Puede irse, si así lo desea.
— Gracias.—musitó para ponerse en pie y salir de la habitación.
—
Un cap lindo, porque poco a poco vamos conociendo más a Draquito.
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