010
Emily. 𝔬𝔢𝔰𝔱𝔯𝔲𝔰. 𝐿&𝒟.
La puerta de su habitación se abrió abruptamente, dejando pasar a un individuo con su traje de mortifago. Llegó hasta Emily y aferró su mano a su muñeca mientras la sacudía de un lado a otro.
— Despierte.— espetó.
— ¿Qué le pasa? — exclamó Emily, somnolienta.
— He dicho que se despierte.
Escuchó un estruendo seguido de un gritó.
— ¿Qué está pasando?
— Necesita salir de su habitación.
No refutó ante ello, pues cada vez se escuchaban más estruendos, gritos y el suelo temblaba bajo sus pies.
Se puso en pie, buscó una bata y salió junto a aquel mortifago.
— ¿Adónde vamos?
— Un refugio.
Volvió a cogerla del brazo, obligándola a caminar.
— ¡Phia! — gritó —. ¿Dónde está Phia?
— ¿Quién es Phia?
— Mi elfina.
El hombre no volvió a responderle. Abrió una puerta que estaba oculta y obligó a Emily adentrarse.
Todo estaba en completa oscuridad y olía a humedad y a tierra.
— Lumos — murmuró el hombre a su espalda y le dio un leve empujón a la espalda —. Es mejor que camine si no quiere morir joven.
Giró la cabeza abruptamente, preguntándose si esa era una amenaza.
Caminaron hasta llegar a una pequeña habitación, donde ya casi mitad de las chicas se encontraban ahí.
Lily se aproximó a ella y la envolvió en un cálido abrazo.
— Estaba temerosa — confesó —. Creí que nadie iría por ti.
— ¿Qué hacemos aquí, Lily?
La chica se encogió de hombros y negó con la cabeza.— No sé.
Ambas chicas se dejaron caer sobre unos asientos, viendo llegar a mas personal a la habitación.
Minutos después, Phia llegó también y al ver a Emily se acercó a ella.
— Srta. Emily — hizo una reverencia —. Phia se pregunta si se encuentra bien.
— Estoy bien, Phia. ¿Y tú?
La elfina dejó salir una risa nerviosa.— Phia está bien.
— Siéntate aquí.— señaló el lugar junto a ella y la elfina obedeció.
— ¿Siempre sigue todas tus órdenes? — preguntó Lily.
— Sí.
— Quiero una. ¿Crees que Draco me permita tener una?
— No sé, pregúntale.
— Hablando de Draco, ¿dónde está?
— No tengo la menor idea, Lily.
No estaba de humor para hablar ni con Lily ni con nadie. Odiaba cuando la despertaban, no le importaba si era algo importante; simplemente lo odiaba.
Se sentía somnolienta, cansada y no tenía planeado dormir mientras la mansión se movía y escuchaba gritos en el exterior.
Minutos después, Narcissa Malfoy hizo acto de presencia, con una falda, una camisa y tacones. Emily se preguntó en qué momento la mujer tuvo tiempo de vestirse y alistarse para resguardarse en el refugio. Le parecía algo absurdo.
— No deben temer — dijo la mujer pálida—. Estamos siendo atacados, pero Draco tiene todo bajo control.
— ¿Quiénes nos están atacando? — preguntó una de las chicas.
— Eso no se los puedo hacer saber, pues es la responsabilidad de mi hijo informarles.
— ¿Dónde está Draco? — preguntó Rose Avery —. ¿Se encuentra bien?
— Draco está bien, Rose. Gracias por preocuparte.
— ¿Y usted, Cissy? — la chica se puso de pie y se aproximó hasta Narcissa —. ¿Se encuentra bien? ¿Desea que haga algo por usted?
— Rose — la mujer le sonrió y colocó una mano sobre el hombro de la chica —, eres una chica muy dulce y atenta, pero estoy bien. Gracias por preguntar.
— Son como mi familia.— respondió Rose.
— Dios, no tienen ni un mes aquí.— susurró Emily.
— Pero Avery ya los conoce de hace mucho.— informó Ophelia, la cual se había acercado a ellas.
— ¿Sí?
— Sí. Rose es una chica de familia sangre pura y por ende, ya tiene tiempo conociéndose y conviviendo.
— ¿Y tú, Ophelia?
— ¿Yo? También los conozco, pero no tanto como Rose.
— ¿Entonces por qué Draco no se casó con ella? — cuestionó Emily —. Es decir... No sé, podría casarse con ella.
— Porque a Draco no le gusta Rose, no en esa forma. Estamos aquí para ganarnos su corazón, porque Draco nunca ha tenido una novia oficial.
«El típico chico malo.»
— Supongo que es de esos chicos que juegan con las mujeres y después las abandona, ¿no?
— No — respondió Ophelia —. Draco nunca le ha correspondido a chicas sin tener interés en ellas.
— ¿Cómo? — inquirió Lily.
Se escuchó un nuevo estruendo seguido por gritos agudos.
— Él piensa que salir con chicas que no le llaman la atención, cortejarlas y enamorarlas para después dejarlas es una pérdida de tiempo. Por eso nunca se le ha conocido una novia oficial.
— ¿Entonces como piensa casarse con alguna de estas chicas?
— Porque todas estas chicas están dispuestas a casarse sin siquiera conocerlo — reconoció —. La mayoría están aquí por el apellido o por el dinero. Otras están aquí porque se sienten atraídas hacia él.
— ¿Y tú? ¿Por qué estás aquí?
— ¿Por qué no?
♱
La pequeña habitación donde se encontraba estaba atestada de mortifagos y algunos elfos.
Las treinta y seis chicas se encontraban todas allí, envueltas en mantas y todas absolutamente calladas; con la mirada perdida.
Habían estado allí por, exactamente, cuatro horas; encerradas sin ninguna noticia del exterior. Ninguna excepto por la que las hizo levantarse de la cama. Los estaban atacando.
Cuando el reloj acariciaba las tres y media de la mañana, un mortifago entró a la habitación de Emily, la obligó a levantarse y la escoltó hacia un 'refugio' dentro de la mansión.
El refugio contaba con algunas colchones sobre el suelo y alimentos enlatados.
Se escuchaban gritos, y estruendos hacían temblar la mansión. En algunas ocasiones se escuchaba claramente las maldiciones recorriendo la mansión.
Sentía los párpados pesados. Sin embargo, no podía dormir.
Narcissa Malfoy estaba en un rincón, con una manta alrededor de su cuerpo y dos elfinas a su completa disposición. Sostenía un vaso de café y su expresión era de completa preocupación.
No había ningún rastro de Draco Malfoy, el príncipe de la oscuridad. Al parecer se encontraba en el exterior, combatiendo y peleando junto a sus secuaces.
Cabeceó una vez y volvió a espabilarse. Se estaba empezando a desesperar
Se levantó de su lugar y se aproximó hacia la mesa donde yacía una cafetera y algunos pastelitos.
No acostumbraba a tomar café, pero sentía que lo necesitaba. Además, había olvidado la caja de cigarrillos en su habitación y sentía el estrés crecer cada vez más.
Le puso dos cucharadas de azúcar y luego tres, entonces sintió una presencia a su costado.
— ¿Necesita algo? —preguntó sin girar a verla.
— No — chasqueó la lengua —. Solamente quiero saber qué le hiciste a Draco.
Se giró con el vaso de café en su mano izquierda, calentándole la piel y la calidez extendiéndose sobre todo su cuerpo.
— ¿Qué le hice?
Rose Avery le echó un vistazo de arriba abajo, con una expresión de odio y rencor. Se vio las uñas y suspiró.
— Eres muy sencilla para Draco. No entiendo por qué quiso meterte a esta mansión. ¿Tu familia te ha vendido? — arqueó una ceja —. No me lo tomes a mal, muchas harían lo mismo.
Emily fijó la vista al frente, tomó un sorbo de su café y acto seguido, volvió a su lugar; sin darle el gusto a Rose de molestarla.
Volvió a coger su antiguo asiento, junto a Ophelia y Lily, las cuáles estaban sumidas en un sueño profundo.
Cuando los gritos, hechizos y estruendos cesaron, la puerta se abrió. Un Draco con polvo sobre el rostro, manos con sangre seca y el cabello revuelto, hizo acto de presencia junto a dos mortifagos y Snape.
El hombre de cabello negro y nariz puntiaguda se posicionó en el centro de la habitación, con las dos manos hacia adelante y los ojos fijos en una pared. Les dio la mínima información; fueron atacados por unos rebeldes, pero ya todo estaba bien. Las bajas eran mínimas y la mansión se encontraba en buenas condiciones. Dijo que podían mandarle una carta a sus familiares, pero que no tenían permitido dar muchos detalles.
Según Snape, no era la primera vez que los habían atacado y que estaban preparados para todo tipo de guerra u ataque. Pero Emily nunca había escuchado sobre un ataque a la mansión, tampoco al pueblo mágico.
— Si alguna de ustedes desea volver a su casa, deben venir a mi y yo las acompañaré — sus ojos negros se pasearon por todo el lugar hasta fijarse sobre Emily, la cual estaba sentada sobre un banco con la mirada fija en Draco —. A excepción de la Srta. Emily Cresswell.
«Lo suponía ya.»
Draco sin mirar a nadie, se acercó a su madre y comenzó a susurrarle cosas.
Acto seguido, les dieron el permiso de salir del refugio y desayunar, o quedarse en sus habitaciones.
Ya había amanecido, y la mansión se encontraba en buenas condiciones.
Emily pensó que estaría destrozada, pero no. Algunos retratos estaban sobre el suelo, rotos, y algunas paredes hechas pedazos.
Entró a su habitación, se preparó una ducha y al salir vistio unos pantalones cortos de chándal y una playera de algodón.
Se dejó caer dramáticamente sobre la cama. Ahora con los pensamientos menos nublados, se permitió pensar en Thomas, en su madre y las dos gemelas.
«¿Qué pasaría con ellas?»
Poco a poco sus ojos comenzaron a cerrarse con ese pensamiento rondándole en la cabeza y lágrimas sobre los ojos.
Le dolía la muerte de su primer amor. Le dolía pensar en la familia Cattermole.
Soñó con un gran agujero, en el cual caía profundamente y quedaba atrapada. El aire le faltaba y no había luz alguna, hasta que alguién entró por ella y la ayudó a salir. La cara del individuo quedó descubierta con la luz del sol y una mano pálida quitándose una máscara del rostro. Draco Malfoy. Él la había sacado de ese agujero.
Una fría capa de sudor adornaba la piel de su frente y pequeños temblores le atravesaban el cuerpo, hasta que alguién la despertó.
— Srta. Emily.
— Phia.— dijo, casi sin aire.
— La requieren en el comedor, Srta. Emily.
— ¿Ahora?
La elfina simplemente asintió y abrió la puerta de par en par, invitando a Emily a salir de la habitación.
Emily a duras penas se puso en pie y caminó hasta el comedor, donde una cena explendida las esperaba.
«¿Actuarían como si nada hubiese pasado?»
Cogió su habitual asiento y fingió comer la carne y la ensalada que yacía sobre su plato.
— Cinco chicas han abandonado la mansión.— susurró Lily en su oído.
— ¿Quiénes?
— Leah Ferreiro, Adriana Le Blanc, Louise White, Regina Jones y Mia Williams.
— ¿Ahora solo somos treinta y uno?
— Sí — respondió —. Abandonaron la mansión desde el momento que salieron del refugio.
— ¿Por qué no nos dejan dar detalles a nuestra familia?
— Para no preocuparlos.
— Qué cegada estás, Lily.
— ¡Y tú qué negativa, Emily! Deja de verle lo malo a todo.
— Estamos viviendo con el enemigo.
— Pues qué guapo está el enemigo.— se encogió de hombros y se metió un pedazo de ensalada a la boca.
♱
Malfoy no apareció en la cena, tampoco en toda la noche. Tampoco Narcissa.
La mansión estaba silenciosa y en completa penumbra. Se sentía fría y solitaria.
Las paredes que antes estaban destrozadas, ahora estaban en perfectas condiciones, al igual que los retratos.
Estaba limpia, reluciente. Sin embargo, se sentía sucia y asquerosa.
Emily aún no podía sacarse de la mente la imagen de Draco, con las manos llenas de sangre seca, rostro sucio y completamente desaliñado.
Salió al exterior de la mansión, justo en el jardín delantero; donde los árboles se movían debido al aire y el viento rugía a su alrededor.
Se envolvió con el pequeño abrigo que tenía puesto y buscó en su bolsillo la cajetilla de cigarros. Se metió uno entre los labios y le prendió fuego. Entonces se quedó ahí, viendo todo y a la vez nada; disfrutando del aire fresco y el ambiente ligero, pues la mansión Malfoy tenía un ambiente denso, ya que se acostumbraba a usar la magia oscura. A veces costaba respirar por ello, por la magia oscura recorriendo cada pasillo.
Las estrellas titilaban sobre el cielo oscuro de Wiltshire y algunas nubes estaban a la vista. El aire era gélido y el vaho que salía de sus labios se mezclaba con el humo del cigarro.
Se frotó un ojo mientras sentía una presencia acercarse cada vez más a ella. No volteó.
— ¿Qué haces fuera de la cama? — la voz de Draco salió como un susurró firme.
— ¿Fumar?— lo miró de soslayo, con el ceño fruncido.
— Te hará daño.
— ¿Y estar aquí no?
— No hay lugar más seguro que la mansión Malfoy.
— ¿Y los ataques? ¿Eso no me hará daño?
— No dejaría que nadie te tocará, Emily.
Le dio una última calada al cigarrillo, estiró el brazo y lo tiró a la basura. Entonces giró sobre sus talones y se encontró con Draco.
Seguía desaliñado. La camisa fuera, con los primeros botones desabotonados, el cabello totalmente revuelto y un pequeño moratón cerca de la comisura de sus labios.
Los ojos de Emily observaron el rostro de Draco y después bajaron un poco más, a su cuello. Era pálido como la nieve y parecía suave como la seda, pero lo que más le llamó la atención eran los números que estaban grabados como una segunda piel.
— ¿Tú me harías daño?
Parpadeó dos veces y se remojó los labios.
— No.
Asintió con la cabeza, nerviosa.
— ¿Qué es eso? — señaló su cuello.
Él llevó su mano al cuello de la camisa y lo estiró un poco, dándole una vista más clara al oscuro tatuaje que yacía sobre su piel pálida.
— La obtuve cuando estuve en Azkaban.
Emily ya había escuchado sobre eso. Al parecer cada prisionero de Azkaban contaba con un tatuaje sobre su cuello; el número de su celda.
— ¿Por cuánto estuviste en Azkaban?
— Tres meses.
— ¿Y te dejaron salir así de fácil?
— Me escapé.— admitió, y curvó los labios hacia abajo.
— ¿Es difícil estar ahí?
— Es una tortura.— sus ojos se fijaron sobre un punto exacto sobre el hombro de Emily.
Su rostro se volvió más pálido de costumbre y parecía perdido, como si su mente viajara nuevamente a esos sucesos cuando estuvo en Azkaban.
— Te han herido.— dijo refiriéndose al pequeño hematoma.
Negó con la cabeza y deslizó las manos en sus bolsillos.— Fue mi propio hechizo.
Emily estuvo a punto de reír, pero se abstuvo y siguió con su semblante serio.
— ¿Cómo? — quiso saber.
— Rebotó contra la pared y me golpeó en la cara.
— Así que eres malo con los hechizos.
— ¿Quieres averiguarlo?
— Estoy dispuesta.
— Bien — sacó la varita de su bolsillo —. ¿Segura?
Emily lo imitó. Buscó en su bolsillo y sacó su varita.
— No te tengo miedo, Príncipe de la oscuridad.
— No te trataré como una niña, Emily — advirtió —. Te trataré como uno de mis enemigos.
— Adela-
Antes que pudiera terminar, Draco ya le había apuntado con su varita y había pronunciado expelliarmus.
La varita de Emily salió volando de su mano y cayó sobre el pasto.
— ¡Trampa! — exclamó —. Eso es trampa.
— Claro que no.
— ¡No me avisaste!
— Nunca le aviso a mis oponentes cuando los voy a atacar.
Emily achicó los ojos y se agachó para coger su varita nuevamente.
— Iré a dormir.
— Te acompaño.
— No es necesario.
— Yo también voy a mi habitación.
Acto seguido, ambos emprendieron sus pasos. Se adentraron en la mansión oscura y comenzaron a subir las escaleras con completo sigilo.
— Te enseñaré.— dijo él después de varios minutos.
— ¿Qué?
— A defenderte. Lo necesitas.
Emily no respondió, pues escucharon caer algo estrepitosamente en el piso de abajo.
De un momento a otro, Draco pegó a Emily sobre la pared y se acercó a ella. Su pecho estaba pegado contra el de él y podía sentir su aliento sobre la mejilla.
Estaban cerca, muy cerca.
De inmediato, los pensamientos de Emily se llenaron de cosas obscenas e inadecuadas. No lo podía evitar, tener el cuerpo de Draco tan cerca le hacía mal.
— Shh.— chistó y colocó la palma de su mano sobre la boca de Emily.
«Joder.»
— ¿Qué está pasando? — susurró Emily.
No lo pudo evitar, inhaló y llenó sus pulmones del aroma varonil que desprendía Draco. Tampoco pudo evitar alzar la mirada y encontrarse con los ojos de Draco viéndola directamente.
— No vuelvas a salir a estas horas.— murmuró, sin quitarle los ojos de encima.
Quería empujarlo y alejarse de él, pues sentía las piernas temblorosas y el corazón pidiéndole a gritos que corriera.
— ¿Por qué?
— Simplemente no lo hagas.
— ¿Por qué? — preguntó nuevamente, ahora más nerviosa.
— Por varias cosas.
Sentía la pesada respiracion de Draco sobre la mejilla. Estaba fría, agitada, casi parecía nervioso.
— ¿Por los ataques?
— Es mejor que entre a su habitación.
— ¿Quién nos está atacando? — inquirió.
— Yo doy órdenes y usted las acata sin refutar, ¿bien?
— ¿Quién? — volvió a preguntar, intentando hacerle saber que ella no era ninguna sumisa, tampoco una esclava para acatar sus órdenes.
— Harry Potter.
La sangre se le congeló y abrió los ojos de par en par. Ahora sí estaba asustada.
— ¿Está vivo? — chilló.
— Sí, Emily — rodó los ojos —. Lamentablemente.
— ¿Todo esto es por Hermione Granger?
— Sí.
— La mataste, ¿cierto?
— Sí. ¿Deseas saber cómo?
Emily no respondió, siguió mirándolo directamente a los ojos y se humedeció los labios.
— Primero — empezó a susurrar, cerca de su oreja —, le hice unos cortes por aquí — entonces con la varita trazó tres líneas sobre las piernas de Emily, sin llegar a hacerle daño —. Comenzó a sangrar... Su sucia sangre llenó mis piernas.
Emily tragó duro, sin responder, sin hacer ningún movimiento; se quedó estática en su lugar.
Sinceramente, no sabía por qué no se movía, por qué quería saberlo y por qué deseaba escuchar hablar a Draco sobre cómo mataba a personas.
«Psicopata», susurró aquella voz en su mente que siempre la reprochaba.
Él remojó sus regordetes labios carmesí y prosiguió.
— No se inmutó por ello — su aliento le hizo escalofríos —. Pensó que era uno de mis juegos. Pero no me detuve ahí; después le hice otros pequeños cortes por aquí — trazó otras líneas justo sobre sus costillas —. Entonces dejó salir un siseó, pidiéndome que sea más amable con ella.
«¿Cómo alguien no se inmutaba cuando alguien le hacía cortes sobre su cuerpo?»
— Me reí en su cara — esbozó una media sonrisa. Sus ojos estaban oscuros, su pupila dilatada —. Y mientras la poseía por aquí — bajo un poco la mirada al mismo tiempo que colocaba la varita entre los shorts de Emily, y la frotaba por encima de los panties—, ella se desangraba cada segundo más y más, llenando mis manos de su sangre sucia e inferior a la mía.
Emily mordió su labio inferior; sus piernas temblaron aún más y su respiración se aceleró.
— Para terminar... — arrastró las palabras —, hice otro corte más profundo en medio de su pecho — al ver que Emily no hacía nada y tampoco se negaba, giró la varita y la coló entre sus panties, metiendo la punta trasera de su varita en el interior de Emily.
Ella gimió y se aferró a los hombros de Draco.
— Shh. Sé una buena chica y calla. ¿O quieres que alguién se entere de lo que estamos haciendo?
Ella negó, cerrando los ojos mientras sentía la varita de Draco moverse en su interior con lentitud.
— Al final... le apunté al pecho — prosiguió sin detener sus movimientos —. Y pronuncie aquella maldición asesina. Sin apuros, con firmeza y con el placer palpitando en mi interior.
— ¿Avada Kadavra? — murmuró Emily con la voz baja y entrecortada.
— Hmm.— tarareó en respuesta y aumentó sus movimientos—. Granger no solo tenía la sangre sucia... Murió montándome.
Se estremeció de pies a cabeza, con el placer goteando sobre la varita de Draco.
Sus uñas se arrastraron por los brazos de Draco y al echar la cabeza hacia atrás, puso los ojos en blanco por el placer proporcionado.
La varita entraba y salía de su interior. Con suavidad, pero firme. Con lentitud, pero duro.
El placer cada vez crecía más y más. Un nudo se situó en su estómago y su cuerpo se tensó debido al placer.
Anhelaba liberarse. Anhelaba correrse sobre aquella varita tan poderosa que entraba y salía de su interior.
Seguían en medio del pasillo, del segundo piso; donde se alojaban más de diez chicas en las habitaciones a su alrededor, y ella estaba pegada sobre una pared, con una varita en su interior y con Draco Malfoy masturbandola.
Costaba verle la cara, por la mínima luz que alumbraba el vestíbulo. Sin embargo, los ojos grises de Draco brillaban con intensidad y lujuria.
Sus labios serpentearon sobre el cuello de Emily, dejando a su paso besos cortos y húmedos.
— Buenas noches.— al escuchar la voz de Narcissa, Draco se pegó más al costado de Emily, ocultando su cuerpo.
El hombre giró la cabeza sin dejar de penetrar a Emily con la varita y respondió.
— Buenas noches, madre. Buenas noches, Severus.
El aire se atascó en su garganta, abrió los ojos y pegó su boca al hombro de Draco, mordiéndolo para evitar gemir.
— Necesitamos hablar contigo, Draco.
— Enseguida voy.— concluyó.
Los pasos comenzaron a subir al tercer piso, cada vez alejándose más, haciendo que el segundo piso quedará en silencio nuevamente.
Draco deslizó la varita fuera del interior de Emily y se separó por unos centímetros.
— Debo irme.— dijo.
Sin aire y con una capa de sudor sobre su frente, Emily negó con la cabeza.
— No puedes.— colocó las manos sobre la pared y comenzó a inhalar por la boca.
— ¿Por qué? — la desafió a decir las palabras que anhelaba oír. Anhelaba escuchar sus gemidos mientras le rogaba por un orgasmo.
— Porque yo... — se quedó callada al ver que estaba intentando jugar con ella y después prosiguió —. Nada.
— Buenas noches.— una media sonrisa juguetona apareció sobre su varonil rostro y retrocedió unos pasos más.
Los ojos de Emily pasearon sobre su cuerpo, hasta ver el visible bulto entre los pantalones de Draco.
Él le dio la espalda y se marchó.
Emily entró en su habitación, se dejó caer sobre la cama y miró fijamente al techo.
«Draco Malfoy la había masturbado... con la varita más poderosa del mundo. La varita de saúco.»
Se pasó las manos sobre la cara y luego nuevamente las bajo y las coló por sus shorts, llegando nuevamente a sus panties y haciéndolos a un lado.
Necesitaba liberarse.
——-
He aquí una actualización. Espero les guste y lo disfruten.
No olviden que la historia sigue en desarrollo, y por el momento Draco tendrá algunas actitudes tóxicas, clasistas y entre otras, que a algunas no les gustará y está bien, pero vuelvo a repetirlo; la historia aun no está del todo desarrollada.
También quiero informar que la historia seguirá teniendo conversaciones y cosas turbias. Matanzas, maldiciones imperdonables y muchísimas cosas más.
No olviden votar y comentar, se los agradecería mucho.
Un besito.
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