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007


Emily.                       𝔰𝔲𝔭𝔢𝔯𝔟𝔦𝔞.    𝐿&𝒟.



Al salir el alba, los ojos de Emily se abrieron automáticamente. El sol del amanecer se filtraba por el ventanal de la habitación, dándole un ambiente cálido y un sentimiento de sosiego.

Estiró los brazos mientras bostezaba y se disponía a levantarse de la cama.

Últimamente había estado viviendo por inercia, siguiendo la misma rutina todos los días; medio tiempo ayudando a su madre en la casa y medio tiempo a su padre. Ayudando a Feyre a estudiar y al anochecer veía a Thomas. Lo invitaba a su cuarto, le preparaba algo de cenar y platicaban hasta que sus ojos se cerraban, o peleaban hasta que Thomas decidía volver a su casa.

Intentaba apartar a Thomas de su mente, de su corazón y de su piel, pero algo no le permitía hacerlo. Sentía odio y también añoranza por el chico que rompió su corazón y que en algún momento la hizo sentir viva. Pero no más. Ya no más.

Una electricidad de nervios traspasaba su cuerpo cada que recordaba en dónde se encontraba; bajo qué techo estaba viviendo y con quién lo hacía.

Se dispuso a levantarse de la cama y tomar una ducha antes que Phia se le ocurriera aparecer y se ofreciera ella a prepararle el baño y hasta escogerle la ropa.

Su cuerpo se relajó al instante bajo el chorro de agua que caía sobre su cabeza y cubría la piel de su cuerpo. Se enjabonó la cabeza y el cuerpo para después enjuagarse y salir envuelta en una toalla blanca.

Al entrar nuevamente en su habitación, vio a Phia jugando con sus manos y sonriéndole.

— Buenos días, Phia.

— Phia también le desea buenos días, Srta. Cresswell — hizo una pequeña reverencia —. ¿Ha encontrado el atuendo que quiere usar el día de hoy?

Emily negó con la cabeza. Entonces Phia emprendió sus pequeños pasos y abrió el closet ante las dos.

Todas las prendas eran de un color negro, gris o blanco. No habían otras de color azul, rosa o amarillo. Eso era una clara confesión que Draco Malfoy era un completo amargado. Sin embargo, ese día tenía el deseo de llevar algo bonito, elegante y quizás un poco atrevido.

— Phia quiere darle una sugerencia a la Srta. Cresswell.

— Estoy abierta a cualquier sugerencia.

— Phia opina que la Srta. Cresswell el día de hoy luzca un atuendo más bonito.

— ¿Phia está insinuando que mi atuendo de ayer era feo? — preguntó en broma.

La elfina negó energéticamente con la cabeza mientras giraba la cabeza hacia los lados y se aproximaba rápidamente a la mesita auxiliar y cogia una lámpara para después proceder a pegarse con ella.

Emily abrió los ojos con algo de sorpresa y terror. Se acercó a ella y le quitó la lámpara de los manos.

— ¡Phia! — exclamó, aún con los ojos abiertos —. ¿Qué haces?

— ¡Phia mala! — chilló y buscó otro objeto para seguir golpeándose.

Emily persiguió a la elfina, hasta que logró cogerla de los brazos para poder detenerla.

— Phia, no vuelvas a hacer eso.

— Phia no quiso decir eso. Phia considera que la Srta. Cresswell es muy bonita, aunque tenga una manera de vestir muy fea. ¡Pero es bonita! — chilló.

Emily estuvo a punto de soltar una carcajada, pero se abstuvo y se puso en cuclillas.

— Emily opina que Phia es muy bonita y amable. También agradezco que seas honesta conmigo. Ahora, detente. No vuelvas a golpearte.

— Phia pide disculpas.

— Disculpas aceptadas — dijo Emily sonriendo, después añadió —: Ahora ayúdame a escoger un atuendo.

La elfina volvió a aproximarse al closet; ahora sacando algunas prendas. Una falda de color negro con detalles en plata y una camisa con un color escote pronunciado.

— El amo Malfoy ha pedido que la Srta. Cresswell este bien vestida el día de hoy.

— ¿Por qué? — inquirió.

— Porque el día de hoy el amo Malfoy se presentará a las demás chicas.

Emily asintió; llegó al tocador y comenzó a arreglar su cabello y maquillarse.

— Phia, sabes que no necesito ayuda, ¿cierto? Puedes marcharte cuando quieras.

— Phia tiene órdenes estrictas del amo Malfoy. Estoy a sus órdenes, Srta. Cresswell, y hasta que el amo Malfoy no diga lo contrario, no podré marcharme.

Bufó en respuesta.

— Entonces llámame Emily.— le pidió.

Cuando estuvo lista, se puso en pie y giró sobre sus talones; ahora viendo a una Phia más tranquila y confiada, con un libro de lomo rosa entre las manos, el cuál le estaba extendiendo.

— El amo Malfoy me ha pedido que le entregará este libro.— dijo, entregándoselo.

Emily cogió el libro, realmente curiosa.

El lomo era de un color rosa, con algunos detalles en dorado y el titulo llevaba el nombre de Orgullo y Prejuicio.

Era el libro que, debido a su corta altura, ella no pudo alcanzar el primer día que estuvo en la mansión Malfoy. Entonces Malfoy la había ayudado.

Se debatió en llevar el libro a su nariz y olerlo, o hacerse la difícil ante Phia, pero no aguantó. Se llevó las paginas del libro a la nariz e inspiró hondo.

No había mejor olor que el de un libro... combinado con el olor varonil de Draco Malfoy.

Le echó un pequeño vistazo a las páginas de aquel libro, pero lo que más le llamó la atención era lo que tenía escrito en una de las páginas principales.

"Pensaba en el placer que proporcionan un par de ojos hermosos en el rostro de una mujer bonita", entonces me acordé de usted.

Dedicado para Emily Cresswell, la señorita de malhumor y malos modales; espero que algún día pueda enseñarle a respetarme como se debe.

Draco Malfoy.

Una sonrisa amenazó en asomarse sobre su rostro, la cual trató de evitar a toda costa.

— Arrogante.— murmuró para sí misma.

Emily salió de su habitación junto a Phia. Doblaron a la izquierda y comenzaron a bajar por la escalinata que llevaba al primer piso.

— ¡Emily, espera por mi! — escuchó un grito a su espalda, el cual la hizo girar la cabeza para encontrarse con Lily, y Ophelia a su lado.

Al estar a la par, juntas bajaron la escalera.

— Yo también quiero una elfina.— dijo Lily, con un pequeño puchero.

— Yo no — escucharon una voz que derrochaba arrogancia y fijaron la vista al frente —. Pues por ahí escuché que Draco Malfoy le ha puesto una elfina para que ésta pueda ayudarle a tener un aspecto menos animal y más de mujer.

Emily puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos.

— ¡Ay, Rose! — Lily chasqueó las lengua al tiempo que cruzaba los brazos sobre su pecho —. Busca algo más que hacer.

— No quiero. Me siento muy feliz cuando las molesto.

— Pues ten en cuenta que no nos importan tus insultos.

— Chicas, vamonos, por favor.— musitó Ophelia, tirando de sus brazos.

— Ay, Ophelia. Que pérdida de tiempo llevarte con estas.— dicho eso, la chica llamada Rose, volvió a emprender sus pasos hasta el comedor.

— Ophelia es de sangre pura — informó Lily, empuñando las manos —. Viene de una familia buena y muy rica. Por eso el comentario de Avery.

— Lily, por favor...— Ophelia volvió a musitar. Parecía estar avergonzada de ser una sangre pura, millonaria y de buena familia.

— Le estaba explicando a Emily.— se defendió.

En el comedor ya se encontraban las demás chicas, junto a Narcissa Malfoy.

Los ojos de Emily se pasearon desesperadamente por todo el lugar, buscando a un hombre alto, rubio y muy arrogante. Pero al parecer, Phia se había equivocado; pues Draco Malfoy no se encontraba por ninguna parte.

Cogieron asiento y se dispusieron a desayunar mientras que los ojos de Emily no paraban de ver la entrada del comedor, esperando que Draco hiciera acto de presencia.

Terminaron de desayunar y fueron transportadas al salón de múltiples usos. Al parecer tenían el día libre.

Una bruja de unos treinta años, de cabello rojizo hasta los hombros y estatura mediana, se acercó a ellas con unos pergaminos en mano. Comenzó a entregarle a cada chica un pergamino, y a algunas les entregaba dos y hasta tres.

Cuando llegó hasta ella, le dio un vistazo de arriba a abajo con la ceja enarcada y los labios fruncidos. Una clara mirada llena de reproche. Le entregó la carta y le dio la espalda.

Emily se sentó sobre uno de los muchos sillones y abrió la carta que provenía de sus padres.

Nuestra querida Emily, esperamos que estés bien y te la estés pasando bien...

Lamentamos obligarte a vivir bajo el techo de la mansión Malfoy junto a él, pero no tuvimos opción.

Te mandamos un fuerte abrazo y muchos besos.

Con amor, tus padres y Feyre.

Volvió a poner los ojos en blanco con fastidio.

«Al parecer hoy era el día de fastidiar a Emily.»

Emily — susurró Lily —. ¿Puedo preguntarte algo?

— ¿Sobre qué?

— Sobre Thomas.

— ¿Tengo opción?

— No.

— ¿Qué quieres saber?

— ¿Qué paso con él? ¿Cómo se tomó todo esto?

Resopló y se inclinó aún más sobre el asiento, dejando descansar sus manos sobre su regazo.

— Thomas me terminó antes de saber que iba a terminar en esta jaula de oro, Lily.

— Oh... — soltó —. Lo siento, pero igual, no te merecía, Emily. No me lo tomes a mal, pero aquí tienes otra oportunidad. Quiero decir, ¡ah! — chilló y golpeó su frente —. Tú vas por delante que todas nosotras, Emily. Tú no has sido escogida por otras personas, fuiste escogida por el mismo Draco Malfoy.

— No es gran cosa, Li — la miró de soslayo —. Preferiría mil veces estar en mi casa que en esta mansión.

— Mily, solo te pido que no nos peleamos...

— ¿Y por qué tendríamos que pelear? No tengo ni el mínimo interés en Draco. Es todo tuyo.

La chica de pelo rubio y ojos azules, se inclinó y dejó un beso sobre la mejilla de Emily, al tiempo que se abría la puerta nuevamente y los mortifagos que la custodiaban hacían una reverencia exagerada.

Todas se pusieron de pie — incluyendo a Emily —, e hicieron una reverencia ante Draco Malfoy.

No traía la máscara sobre el rostro, tampoco el ceño fruncido. Su semblante era serio, pero relajado. Tenía ambas manos al frente, unidas; mostrando los anillos de oro que ceñían sus largos dedos. El traje negro también se ceñía con perfección sobre su cuerpo y su cabello platino estaba peinado para atrás.

Se aclaró la garganta y arqueó una ceja.— Buenas tardes, señoritas.

— Buenas tardes, Sr. Malfoy.— contestaron al unísono mientras hacían otra reverencia ante él.

Emily no se molestó en responder, tampoco en hacer otra reverencia ante él.

Su presencia se sentía pesada, grande y poderosa.

Sus ojos se encontraron por un segundo. Entonces Emily trago duro y trató de mantener su mirada.

Una pequeña y fugaz sonrisa se asomó en su rostro, pero luego volvió a su semblante serio.

Se inclinó hacia Snape y le susurró algunas cosas al oído, para después emprender sus pasos y perderse en la habitación contigua.

El hombre de cabello negro y grasiento se posicionó frente a ellas y alzó el pergamino ante su cara.

«¿No le molestaba trabajar para una persona como Draco?»

— Como sabrán — arrastró las palabras en el tono que lo caracterizaba —, hoy conocerán a Draco Malfoy, su señor y próximo ministro. Diré un nombre al azar y la mencionada tendrá que dar un paso al frente.

Las chicas dejaron salir un sonoro chillido, expresando su emoción.

Snape mencionó el primer nombre, y una bruja de estatura muy baja y cabello cenizo, dio un paso al frente. No se veía emocionada, tampoco nerviosa; más bien, se veía aburrida.

Un mortifago la acompañó hasta la habitación contigua, donde Draco había entrado minutos antes.

Y así pasaron los próximos minutos; las demás chicas estaban sentadas, algunas seguían de pie y platicaban sobre qué podría preguntarles Draco ahí dentro. Sobre cómo planeaban enamorarlo y se prometían que no pelearían.

Otras se platicaban sobre las preguntas que Draco les había hecho cuando entraron. Unas chollaban con emoción, otras se quedaban boquiabiertas.

La puerta se abrió por tercera vez, dejando ver a Narcissa entrando al lugar con paso apresurado.

Todas las chicas la saludaron y ella, como buena anfitriona, les devolvió el saludo. Pero con quién le interesaba hablar era con Emily Cresswell; la chica que seguía sentada sobre el sillón, con los pies estirados y prácticamente acostada sobre este.

— ¿Emily? — la llamó, haciendo que ella le devolviera la mirada.

— Hola Sra. Malfoy.

— Cissy — corrigió —. Dime Cissy.

— Hola, Cissy.

— ¿Puedo sentarme?

Emily con rapidez se incorporó sobre el asiento y dio unas palmaditas a su lado, invitándola a sentarse.

— ¿Has recibido la carta de tus padres?

— Sí, gracias.

— No hay nada qué agradecer.

— De acuerdo.— contestó. Se sentía incómoda ante su presencia. En realidad, se sentía incómoda con los dos Malfoy.

— No quieres estar aquí, ¿cierto?

— ¿Puedo ser sincera? — cuando la mujer asintió, Emily prosiguió —. Sinceramente no me interesa estar aquí.

— Entiendo... ¿No te sientes cómoda?

— La habitacion es muy cómoda.— se encogió de hombros.

— Pero no puedes estar encerrada todo el día en la habitación.

— Cierto.

— No sé qué le ha visto mi hijo, Emily. Y espero que si usted no tiene las mismas intenciones, se lo haga saber.

— Ya se lo he hecho saber, Sra. Malfoy.

— Insístele — dijo —. Draco ha sufrido much-

Fue interrumpida por Emily.— ¿Y los mestizos? ¿Los nacidos de muggle? ¿Ellos no han sufrido? Oh, sí lo han hecho, y todo por culpa de los suyos. No me lo tome a mal, pero mientras nosotros estamos allá a fuera rompiéndonos la espalda para tener una mejor vida, su hijo está aquí adentro, en esta mansión tan grande y lujosa, haciendo planes para matarnos.

— Yo... — abrió la boca y la cerró repetidamente, buscando las palabras que nunca llegaron por interrupción de la puerta y un hombre vociferando el nombre de Emily.

La chica se puso de pie y sin volverse a mirar a Narcissa, emprendió los pasos hasta la habitación contigua.

Lily salía de esta, con una sonrisa de oreja a oreja. Al ver a Emily, levantó los dos pulgares hacia ella.

La habitación tenía el tamaño perfecto. Era como una sala, literal, para tomar el té. O tal vez para pintar.

Cogió el único asiento libre — el que estaba frente a Draco Malfoy —, y se cruzó de brazos.

— ¿Sigues de malhumor?

— Ustedes me ponen de malhumor.— confesó.

— Cuando dejes de preocuparte tanto, empezarás a disfrutar.

— ¿Puedo preguntarle algo?

— Ya lo está haciendo.

— ¿Usted disfruta matar? — soltó la pregunta sin antes sopesarla.

El rubio frunció el ceño y ladeó la cabeza.— ¿A qué se debe esa peculiar pregunta?

— Simple curiosidad.— mintió.

Meneó la cabeza y parpadeó varias veces.

— Cambiemos de tema — pidió—. ¿Te ha gustado el libro?

— Ya lo he leído varías veces.

— No todos tienen esa versión.

— Ah, qué bien.

— En serio tienes un humor muy malo, Emily.

— No me hable por mi nombr.

— Me está empezando a molestar.— admitió.

— No le he pedido que me soporte.

Malfoy se levantó abruptamente de su asiento; se quitó una mota inexistente de su saco y dirigió la mirada hacia Emily.

Ahora sus ojos estaban oscuros y sin ningún brillo. Sin nada de diversión o burla. Era una mirada severa.

— Y no tengo pensado hacerlo. Le pido que vuelva a su habitación y no salga hasta mañana. Esta castigada.

Emily soltó una risa burlona y se levantó de su asiento.

— ¿Ahora se cree mi padre y me castiga? — se burló.

Él envolvió su brazo con una mano fría y grande, y se acercó peligrosamente a ella. Sus ojos atravesaban los ojos de Emily como dos dagas peligrosas.

Se humedeció los labios y respondió —: No, no soy su padre. Sin embargo, soy su señor. Me debe respeto y devoción. Y aunque no es exactamente el castigo que quiero darle, deberá obedecerme. O tendré que castigarla de la manera que deseo hacerlo, pero dudo que pueda soportarlo.

Emily se soltó de su agarré y le frunció el ceño.

— No tiene derecho a darme órdenes, y mucho menos castigarme.— hizo comillas con los dedos.

— Créame que tengo todo el derecho. Le mandarán la cena a su cuarto.— concluyó.

Emily salió del pequeño cuarto, casi asfixiada, a punto de llorar. Pero no era por el trato de Malfoy o por la humillación, nada de eso; la razón de sus lágrimas se debían a la impotencia que sentía.

Lily se acercó a ella, pero Emily levantó una mano hacia ella y no se detuvo en ningún momento. Subió las escaleras y se encerró en su respectiva habitación.

Espero a que Phia apareciera para hacerle compañía, pero la elfina no llegó hasta la hora de la cena. Le entregó la comida y sólo volvió a aparecer para llevarse la bandeja nuevamente.

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