2.
La noche era maravillosa, serena. La luna brillaba más que en cualquier otra noche. Las ráfagas de viento que entraban por la ventanilla del auto eran frescas y hasta un poco tranquilas, claro que no lo suficiente pues aún así desordenaban uno que otro mechón del cabello rubio de YoonGi.
El reloj elegante sobre la muñeca izquierda del pelirrubio marcaba eso de las 8 de la noche cuando salió de la casa de sus padres hacía el departamento de Kim TaeHyung quien al igual que los padres de Jin y el mismo YoonGi, no había dejado de buscar a Jin.
Cuando lo del accidente ocurrió, TaeHyung se vio profundamente afectado pues había perdido a su mejor amigo, su otro hermano. Al término de las clases iba junto con YoonGi a buscar algún indicio de Jin. Lo habían buscado en hospitales cercanos al lugar del accidente, sin mencionar a los doctores privados que consultaron para saber si no habían atendido a alguien con las mismas características de Jin, a la cantidad de farmacias que recorrieron por alguien que hubiera comprado elementos quirúrgicos sin éxito, cada día parecía ser más y más lejano encontrar alguna pista, alguna señal de que Jin siguiera con vida pero desde luego no se iban a rendir.
YoonGi no había tenido un rato libre para poder marcarle a TaeHyung y así poder contarle las nuevas pero sobre todo buenas noticias, aunque ciertamente no era cómo si fuera algo que se debiera decir en una llamada telefónica. Le bastó al pelirrubio con sólo unos minutos para enviarle un mensaje al pelinegro diciéndole que iría a verlo, sin dar ningún otro detalle.
El trayecto al departamento de TaeHyung era de unos veinte minutos más o menos, algo que para fortuna del pelirrubio pasaba rápido. Sin embargo, algo que no lo hacía de la misma manera eran las parejas en la calle tomadas de la mano, su pecho dolía, sus ojos ardían por las lágrimas retenidas. Día tras día y noche tras noche se repetía que Jin estaba vivo, no importaba si no tenía pruebas de ello, él lo creía, lo sentía y ahora no sólo lo sabía sino que también tenía pruebas de ello. De pequeño su madre decía que no importaba cuánto tiempo conviviera con la gente, lo que era realmente válido era el impacto que ellas dejaban en ti y la ausencia de Jin lo estaba dañando lentamente por dentro, las cosas ahora eran más difíciles sin él.
Al cabo de unos minutos, la velocidad del auto de YoonGi comenzó a bajar. No le tomó mucho tiempo estacionarse y menos tomar un sobre de color amarillo que se hallaba encima del asiento del copiloto.
YoonGi estaba totalmente seguro de que TaeHyung se alegraría de ver una foto de Jin.
Al bajar del auto YoonGi se sorprendió de ver a TaeHyung, esperando por él en la entrada de uno de los edificios de departamentos —¡Vaya sorpresa! —exclamó, recibiendo el sobre amarillo que se encontraba extendiéndole desde que se percató de su presencia —¿Qué es esto? —preguntó TaeHyung, dándole un vistazo rápido por todos lados al sobre.
Hacía casi un mes o tal vez un poco más desde la última vez que YoonGi y TaeHyung se habían visto pero a TaeHyung le encantaba ser algo dramático en ocasiones —Ábrelo, te gustará lo que hay dentro —explicó YoonGi mientras se adentraban ambos al edificio con rumbo al ascensor.
—Ya te dije que no pienso aceptar una sociedad entre nuestras empresas —bromeó el menor, notando como el ceño del pelirrubio se fruncia ligeramente.
—¿Por qué querría asociarme contigo? Mi empresa funciona mucho mejor que la tuya. Nosotros nos especializamos en más áreas que ustedes.
Abriéndose las puertas del ascensor tan pronto como YoonGi y TaeHyung se pararon frente a las mismas, se adentraron con pequeñas sonrisas en sus rostros.
YoonGi odiaba por completo la música que ponían en los ascensores a la hora de subir o bajar, se le hacia algo realmente frustrante y TaeHyung lo sabía por eso antes de que el pelirrubio llegará se encargaba de que pusieran esa música irritante que desde luego a él también le molestaba pero que le gustaba más hacer al pelirrubio molestarse.
Si bien el tiempo había pasado, no lo había hecho en balde, ya que tanto TaeHyung como YoonGi habían perdido a alguien especial en importante en sus vidas, alguien que los unido inconscientemente, haciéndolos amigos.
—Deja de negarlo, Min —bufó el pelinegro, al bajar del ascensor —Te mueres porque pase eso —agregó mientras se dirigía a la puerta de su departamento.
—Me muero sí, pero por la musiquita irritante del ascensor. Siempre que vengo es lo mismo, comienzo a pensar que tú controlas la música —opinó el pelirrubio en un intentó por tomar distraído al pelinegro pues lo que estaba a punto de ver era algo digno de sorprenderse.
—¿De que hablas? Me halaga que creas que... —El pelinegro no pudo terminar de hablar, cuando una foto de su mejor amigo apareció frente a sus ojos, haciéndolo detenerse abruptamente frente a la puerta de su departamento —¿Es real? —preguntó, volteando a ver a Yoongi quien se limito a asentir.
Con torpeza presionó la contraseña para entrar a su departamento, botando rápidamente la sudadera café que traía consigo sobre el perchero de madera a su izquierda.
—El último investigador privado que contraté lo encontró hace una semana. Está viviendo en Daegu —comentó el pelirrubio tomando asiento en la pequeña pero confortable sala de color beige. —Mañana a primera hora voy a salir a...
—Vamos. —lo corrigió TaeHyung —No creerás que te dejaré a mi mejor amigo tan pronto, ¿verdad?
Una pequeña sonrisa se asomó de los labios de YoonGi —Sabía que dirías eso, por eso el motivo de mi visita.
Durante unos segundos hubo sólo silencio.
—¿Qué es lo que no me estás diciendo, Min?
En casi dos años de amistad, el pelinegro había aprendido bien cómo eran las facciones de YoonGi cuando algo le incomodaba.
Un largo y pesado suspiro salió de la boca de el pelirrubio antes de siquiera decir algo.
La nana de TaeHyung había pasado por la mañana justo antes de que se fuera a la empresa y le había dejado unas cuántas mandarinas que pensaba Tae se comía, siendo que él se las guardaba a YoonGi.
—Toma —dijo, extendiéndole una mandarina grande y bastante redonda —Es un suero de la verdad o no, más bien es como un sobornó —bromeó, intentando que Min se sintiera lo menos presionado posible.
—Gracias —musitó, observando un gajo de mandarina entrar a la boca del menor —Está casado. —soltó, provocando que aquel pequeño gajo saliera disparado hacía el suelo de madera fina recién limpiado. —Que manera de desperdiciar un pedazo de mandarina.
La acción de TaeHyung, le había sacado una sonrisa no tan triste al pelirrubio.
—Que manera la tuya de dar noticias. —agregó un poco molesto el menor, limpiándose cuidadosamente la boca con una servilleta de color café que tenía por encima de su pierna izquierda —¿El investigador te dijo eso? —preguntó interrogante.
—Sí —declaró —Me dijo que hacía un año que se había casado con el dueño de las empresas Jung —anexó, usando las mismas palabras que aquel investigador de tés morena había usado.
—No puedo creer que Jinnie se casará. —La noticia parecía algo difícil de razonar para TaeHyung y podría estar casi seguro que para Min, era igual. —Oye, no pensarás que él dejó de quererte, ¿verdad? Porque para nada creó que sea así. —TaeHyung consideraba que tenía que abogar por su mejor amigo, ya que él ahora no podía hacerlo. —Seguramente le lavaron el cerebro o lo amenazaron, no sé, ni tú sabes que a pasado durante estos casi dos años.
—Tranquilo, no pienso eso. Jin me demostraba su cariño y amor cada que podía, así que no pienso eso. —comentó, intentando disipar las dudas de TaeHyung y ciertamente las suyas también.
TaeHyung podía denotar en la mirada del pelirrubio tristeza, una que este se esmeraba en ocultar.
—Voy a necesitar que me ayudes en algo una vez que estemos allá. —indicó YoonGi, llamando la atención del pelinegro.
—¿En qué necesitas que te ayude? —preguntó en un susurro —¿Vamos a secuestrar a Jinnie? —canturreo, permitiéndole observar a YoonGi, su linda sonrisa cuadrada. —Obviamente para deslavarle el cerebro. —completó al no recibir respuesta del pelirrubio —O es que acaso, ¿quieres que enamoré al esposo de Jinnie?
Los ojos de Min inmediatamente se iluminaron, esa idea no sonaba del todo mal —¿Lo harías?
—Primero que nada, ¿qué es lo que vamos a hacer? ¿a dónde vamos a llegar? —demandó con curiosidad.
—A las empresas Jung.
El agarré en su cintura era frágil, por lo que no le fue difícil levantarse de la cama sin ningún impedimento, con cuidado se encaminó hasta la que era su ropa interior tirada al otro lado de la cama, colocándosela en silencio junto con la camisa negra de su esposo que había al pie de la cama, y así poder encaminarse afuera de la habitación, más exactamente en la terraza.
El viento golpeó sus mejillas regordetas y rojizas haciéndolo estremecerse. Los rulos de su cabello se movían con el viento. Sus piernas largas y desnudas titiritaban de frío al igual que sus pies sobre el suelo de mármol.
Abajo y frente a su terraza se encontraba sentado de nueva cuenta un hermoso gato de color negro con unos preciosos ojos color miel, observando directamente en dirección a Jin, como era costumbre desde que el pelinegro había llegado a vivir a Daegu.
El porte de aquel felino era fuerte, parecía inquebrantable, aunque por momentos su mirada reflejaba cierta ternura.
Jin no entendía el porque ese gato se paraba ahí frecuentemente y tampoco era como si el gato le pudiese decir. Con el paso del tiempo antes de dormir el pelinegro bajaba a ponerle un pequeño plato de color amarillo con comida, comida que desde luego investigo era la mejor para un minino.
Quería adoptar al pequeño felino, quería acariciarlo, quería oírlo maullar pero ciertamente le daba un poco de miedo acercarse a él o ella.
Los minutos pasaron y pasaron hasta que Jin consideró pertinente entrar de nueva cuenta a la habitación más no a la cama con su esposo. En silencio, Jin se dirigió a la cocina donde se preparó un café amargó. El olor de este le encantaba aunque desconocía el porque.
Las lagunas mentales que aún había en la memoria de Jin —desde su accidente— eran muchas, desconocía tantas cosas de si mismo, de momentos iban y venían pequeños recuerdos en su mente, recuerdos constantes de rostros borrosos, desconocidos.
—¿Todo bien Jinnie? —preguntó su atractivo esposo quien parecía un niño pequeño al estarse tallando los ojos tan tiernamente, mientras intentaba tomar asiento a su lado apoyando su mano izquierda en la parte baja de su pierna.
—S-sí amor.
Los huecos en la memoria de Jin, no se llenaban con la compañía, besos y mucho menos caricias de su esposo, quien todos los días era un completó sol con él y odiaba tanto eso, odiaba no poder dar todo de él a su esposo.
—¿Vas a querer que te acompañe mañana al trabajo?
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