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04: París, ciudad de los cursis, tías chifladas y gatos asesinos.

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VOL. I | LOUPBLANC
E2T1: EL REGRESO DEL LOBO
París, ciudad de los cursis, tías chifladas y gatos asesinos

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Maratón 2/3
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—¿Qué música te gusta? Yo soy más de los Backstreet Boys, Spice Girls, Britney Spears, pero supongo que para ti será un estilo algo anticuado, ¿No es así?

Davina dejó de mirar por la ventanilla del auto por un segundo para lanzarle una mirada a su tía Alice, que manejaba tranquilamente el pequeño volvo plateado por las numerosas calles de Paris. Hasta ese momento, Davina habia contado decenas de cafeterías, floristerías y tiendas de ropa. Era lo que más habia resaltado en medio de tantos edificios similares. La arquitectura de la ciudad de Paris no tenía nada que envidiarle a la de Londres, pero si debía admitir que era muy hermosa con ese estilo tan elegante y sofisticado. Casi parecia una gigantesca pasarela de moda. Pero, por supuesto, pensamientos como esos se lo guardaría para ella misma. No tenía ánimos de revelar tal fascinación a la tía Alice, no cuando habia posibilidad de que esta se lo comunicara a su padre y pudieran llegar a prolongar su estadía en ese lugar.

—No, está bien. Britney Spears nunca pasa de moda —Respondió por fin, devolviendo su atención a la ciudad. Justo en ese momento estaban rodeando el tan emblemático Arco del Triunfo, y solo pudo recordar la típica historia de sus padres, que se habían conocido cerca de allí.

—En eso estamos de acuerdo. —La tía Alice asintió con una sonrisa, para seguidamente proceder a encender el equipo de música del coche. Segundos más tarde, «Oops!I Did It Again» de la tan icónica cantante comenzó a oírse por los altavoces del vehículo— Aunque me gusta Paris y no lo cambaría por nada, prefiero escuchar música que este en mi lengua materna.

Eso llamó la atención de la adolescente, que se giró a mirarla con curiosidad.

—Pero hablas muy bien el francés, ¿No? —Davina estaba segura que la pregunta recién formulada era, por lo menos, estúpida. Considerando que la mujer llevaba viviendo en esa ciudad casi una década, lo más normal sería que supiera hablar francés al derecho y al revés.

Como si estuviera leyendo su mente, la sonrisa de la tía Alice se ensanchó y soltó en un perfecto francés:

Por supuesto que sí.

Davina no se sorprendió por ello, pero sí pudo sentir un pinchazo de envidia por la mujer sentada a su lado. Sabía que aprender un idioma a tan avanzada edad era mucho más complicado que aprenderlo de niño, y por su acento casi imperceptible, podrían confundirla fácilmente con una parisina de nacimiento, en lugar de una británica. Habia que darle crédito por eso. Davina, aunque habia recibido lecciones de toda una francesa, no habia logrado pulir su pronunciación a ese nivel. Es más, no lo sorprendería que si su primer día de clases pedía indicaciones terminara en la otra punta de la ciudad.

Debía recordar tener suficiente efectivo ese día para pedir un taxi.

—¿Y tú, Davina? ¿Hablas francés con fluidez?

—Bueno, en casa era mi madre quien me enseñaba el idioma. Pero solo podía practicarlo con ella y desde que murió yo no...

La pregunta habia sido tan natural que la adolescente no pudo evitar responder de inmediato. No obstante, para cuando habia llegado a tocar «ese tema» en específico, fue como si hubiera perdido de pronto la voz. Las palabras habían dejado de salir de su boca como cuando se le baja el volumen a una radio y Davina, una persona que detestaba transmitir lastima por lo ocurrido, escondió sus verdaderas emociones detrás una máscara de inexpresividad, al mismo tiempo que volvía a mirar por la ventana.

Su tía, presintiendo la razón por su repentino cambio de humor, trató de cambiar de tema.

—No te preocupes. En tu nueva escuela tendrás la oportunidad de perfeccionarlo.

No, para Davina eso era mucho peor.

—¿Nueva escuela?

La tía Alice asintió, sin apartar la mirada de la carretera. Para aquel entonces, se habían metido en medio de una calle transitada con muchos vehículos, formándose una fila interminable del que parecia imposible escapar. Algo común del día a día, considerándose que Paris es uno de los principales países con mayor número de habitantes y turistas por igual.

—He arreglado todos los papeles para que puedas empezar sin inconvenientes el lunes. Como bien sabes el nuevo ciclo escolar comenzó hace un par de semanas, pero el señor Damocles, tu nuevo director, ha hecho una excepción contigo por ser mi sobrina —La mujer miró a la adolescente con una mirada cómplice— Resulta que el profesor de arte de la institución es un querido colega mío, ¿No es genial?

—Super genial. —Respondió Davina, tratando de parecer la mitad de emocionada que la mujer a su lado. Pero supuso que fracasó estrepitosamente.

—Además, también te asignaran un tutor que te ayudara con tu francés.

—Oh, vaya, gracias.

—Y, por último, pero no por eso menos importante, en nuestro edificio vive un chico de tu edad que también va al Françoise Dupont. Se llama Peter y es hijo de la vecina que vive junto a nuestro apartamento. Quizás puedas hacer que te muestre la escuela pasado mañana.

—Oh, eso sería fantástico. —Siguió diciendo la adolescente, sin dejar de mirar ni un segundo por la ventana del auto.

Las palabras de su tía ya habían pintado un futuro espantoso en su cabeza. Un futuro donde tendría que volver a ser la nueva del colegio, la extraña; un futuro donde tenía que socializar para poder encajar. Y todo aquel que conociera un poco a Davina sabía que era pésima para la tarea. Relacionarse con personas de su misma edad no era su fuerte, ni lo habia sido en su anterior escuela, cuando habia sido el objetivo de muchas burlas lideradas por su despreciable e insufrible prima Sam. Por esa misma razón, y porque verdaderamente la castaña se habia hartado de intentar encajar en las etiquetas otorgadas entre los mismos adolescentes hormonales, se habia abstenido a formar lazos de amistad y, por otro lado, habia preferido permanecer al margen de toda actividad social que implicara rodearse de muchas personas.

Una estrategia que le habia costado todo, hasta seguir viviendo en la segura y reconfortantes paredes de su habitación. Después de todo, aquel viaje a Paris habia sido para evitar precisamente eso: Que siguiera llevado aquel estilo de vida tan penoso y solitario.

Como detestaba a los adultos.

Su tía, que en ese momento la habia estado analizando en silencio, dijo de pronto:

—Se que es un cambio muy grande para ti, Davina. Pero míralo como una aventura. —Davina la miró sin muchas ganas— Yo también estuve en tu situación alguna vez; Recién mudada a una desconocida ciudad, sin saber cómo pedir un café y sintiéndome un cubo en medio de esferas redondas —Esta comparación llamó ligeramente la atención de la adolescente, que alzó un poco el rostro en su dirección en una expresión curiosa —. Pero, ¿Sabes quién me ayudo a describir que Paris era mi lugar seguro? Tu madre. —La revelación sorprendió a Davina— Ella fue mi mejor amiga aquí en la ciudad y, junto a tu padre, fueron mi apoyo para dejar atrás mis dudas y temores. Quizás tu encuentres amigos aquí que puedan hacer lo mismo por ti, piénsalo.

Diez minutos más tarde, y un par de canciones más del estilo de los noventa, la tía Alice estacionó el coche frente a un edificio color gris acerado, tan parecido a los demás de su tipo con aquel tono cremoso e imperfecto, pero resaltando la frase «La perle de Chaillot» en letras plateadas en el umbral de la entrada. Davina acerco su rostro todo lo que pudo al cristal de la ventana, tratando de adivinar el tamaño de la construcción con solo una mirada, pero era difícil saberlo con exactitud. Era alto... o todo lo alto que podía ser un edifico de al menos seis plantas si se tenía en cuenta el hatico. Toda la fachada irradiaba antigüedad y majestuosidad, como un templo sagrado de siglos de antigüedad. Sin poder evitarlo, la adolescente habia quedado sin palabras ante semejante visión.

—Bienvenida a tu nuevo hogar, Davina. —Dijo entonces la tía Alice mientras sacaba la llave del contacto, satisfecha con la reacción de su sobrina—. Lo mejor de todo es que está muy cerca de tu escuela y la Torre Eiffel.

Davina no dijo nada. No podía hacerlo por la impresión.

Por eso, tan muda como un mimo, siguió a su tía, que habia salido del coche para sacar su equipaje. No obstante, cuando estuvo a punto de ayudarla, algo por el rabillo del ojo llamo su atención. Y es que, a una distancia considerable, como a un par de cuadras y rodeado de muchas personas, estaba un pequeño puesto de helados. Pero no uno que hubiera visto en Londres, ni mucho menos algo parecido a una tienda, no; era un puesto rodante donde un señor de baja estatura y gruesa complexión los repartía entre alegres sonrisas y canciones. Lo más extraño de todo; que todas las personas que se paraban alrededor del puesto estuvieran acompañadas de dos en dos, agarrados de la mano, del brazo o hasta abrazados. No habia ningún niño cerca, solo personas que parecían tener la edad de Davina o hasta más.

—Oh, ese es André, el heladero más famoso entre los enamorados de la ciudad. —Davina dejó de mirar el puesto para enfocar su atención en su tía, que la observaba con una picara sonrisa. La adolescente se dijo a sí misma que debía se mas disimulada la próxima vez que algo le llamara la atención— Dicen que sus helados pueden emparejarte con la persona a la que estas destinado a estar. Aunque es muy difícil encontrarlo, ya que siempre está en un sitio distinto cada día. Supongo que el día de hoy le toco esta zona... ¿Te gustaría uno?

Davina negó con la cabeza.

—Tal vez encuentres a tu alma gemela. —Insistió la mujer, con una sonrisa divertida.

Habia escuchado aquello sobre que Paris era la ciudad del amor, pero el helado era simplemente eso: Helado. ¿Qué podría de haber mágico en una bola de leche saborizada? ¿Quién podría creer en algo tan absurdo como eso?

—No, estoy bien. —Dijo por fin— Tengo el estómago un poco revuelto.

Aquello no era mentira. El viaje en tren le seguía pasando factura, y lo que a Davina menos le apetecía en ese momento era comer helados supersticiosos y cursis.

—Oh, tengo el remedio perfecto para eso. —Olvidando por completo el asunto de los helados, la tía Alice procedió a tomar dos de las cuatro maletas color pistacho de Davina y subirlas por las escaleras de piedra que llevaban al lobby del edificio— Nada que un té de limón con unas gotitas de miel no cure... ¡Eh, Belmont! ¿Nos ayudas con esto, por favor?

Davina observó como un hombre de mediana edad salía del apartamento ante el llamado de su tía, que sobra decir fueron formuladas en un perfecto y fluido francés, para ayudarla con el equipaje. Ambos adultos intercambiaron un saludo de lo más familiar, y el tal Belmont la saludó con palabras que la hicieron sentirse como si estuviera recibiendo a su castillo a la mismísima reina Isabel. Davina no sabia que hacer entre tantos halagos, mas que tomar una de sus maletas y huir de ellos subiendo las escaleras arriba a toda prisa.

Una vez en la planta cinco, la tía Alice agradece al señor Belmont y este, con un gesto agradable, desaparece escaleras abajo.

—Mira, en esa puerta vive la señora Howland y su hijo Peter. —La tía Alice señala la puerta que esta al otro extremo del pasillo, tan blanca y parecida a todas las demás que habia visto mientras subía los escalones— Son de New York y se mudaron aquí hace dos años. Puede que te sea más fácil hacer buenas migas con él, ¿No crees?

Davina miró a su pariente sin muchas ganas.

—Supongo.

El interior del apartamento de su tía era tal cual se lo hubiera esperado de alguien que se dedicaba todos los días al arte. Ventanas despejadas, iluminación natural hasta en los rincones mas oscuros, muebles coloridos y asimétricos, figuras bizarras esparcidas por doquier, un tocadiscos en una esquina, cuadros que iban del tamaño de un portarretrato hasta la altura de una bicicleta y muchos, muchos lienzos blancos. El apartamento era lo suficientemente espacioso como para contener todo eso y más, pero Davina le resulto difícil enfocar una cosa en específico entre tantas que su tía tenia exhibido como un museo de arte.

Era sorprendente.

—Perdona el desorden. —Trató de disculparse su tía entre risas, mientras acomoda el equipaje de la adolescente lejos de una pila de libros que tenía cerca de la puerta— Por lo general todas estas cosas están en la que seria tu habitación, pero tuve que sacarlas para liberar espacio cuando supe que vendrías. —Vuelve a mirar el desastre que tiene de pinturas y suelta un suspiro— Ahora que lo veo, esto no es liberar espacio. Tendré que mover todo al hatico.

—Esta bien, no me preocupa el desorden. —Y era cierto. Al menos todo estaba desordenado de una forma que sabias en donde estaba cada cosa. Su antigua habitación, en comparación, seria considerada el lado oscuro de Narnia. Al menos no habia comida rancia sobre los muebles.

Davina estaba quitándose el grueso abrigo de lana cuando un maullido, proveniente de la nada la congela en su sitio. Por un momento la idea de habérselo imaginado pasa por su cabeza. Después de todo, en su camino hasta allí habia visto muchos gatos, perros callejeros y palomas. Tal vez el dichoso vecino de al lado era un criador de gatos. De ser ese el caso no tendría porque que preocuparse, ¿Cierto?

¿Cierto?

— ¡Croissant!

El grito de su tía sorprende a Davina, quien retrocede dos pasos de un salto y mira aquello por lo que la mujer se ha emocionado. No obstante, cuando sus ojos enfocan al gigantesco gato persa color arena —ronronear entre los delgados brazos de su tía que lo llena de mimos, besos y palabras bonitas— se quiere morir.

Debía ser una maldita broma.

No, debía ser positiva. Seguramente ni siquiera era su gato. Lo mas probable es que fuera de alguien mas y, porque era una buena mujer, solo estuviera cuidándolo mientras llegaba su legítimo dueño. Si Davina estaba segura que eso era.

—Mira, Davina. Este es Croissant, mi gato.

Y por eso nunca se esforzaba a mirarle el lado bueno a las cosas. ¿Positividad? Ni una mierda.

La mujer decide entonces acercarle el animal a la adolescente, ignorando por completo la expresión horrorizada de esta, y sonríe como toda mama orgullosa por su cría. Davina, que no puede reaccionar cuando le acercan a la mascota hasta unos pequeños centímetros de distancia, mira al felino con los ojos desorbitados. Mucho mas aun cuando este, en lugar de mostrarse cariñoso como con su dueña, le bufa, mostrándole las uñas.

—No, no, Croissant. Davina es una amiga y se quedara a vivir con nosotros durante un tiempo. Se gentil, por favor.

El gato mira a Davina como un bocadillo, como Lucifer mirando a los ratoncitos de Cenicienta antes de atacar. La adolescente, en shock, no puede evitar preguntarse que tan doloroso seria morir bajo los dientes de un tigre en miniatura, o que tan malo seria tirar alguno por la ventana y hacerlo pasar por un accidente. Y es que, si habia algo que Davina odiase mas que relacionarse con alguien, los insectos o la asquerosa combinación de la pizza con piña, eran precisamente esas abominables bolas de pelo: Los gatos.

Al demonio con eso de hacer Paris su lugar seguro. Ella quería irse de allí, ¡Pero ya!   


























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Publicado: 21/07/2023
Correcciones: NO


NA: Bueno, el capitulo en si no iba a terminar de esta forma, pero me siento satisfecha con el resultado. Sip, me encanta como se está desarrollando esto. 😏💜 ¿Y a ustedes que les ha parecido hasta ahora? ¿Que tal Davina como protagonista? 👀 Esperen el siguiente capítulo del maratón porque OJO veremos finalmente a los personajes principales de la serie 🤯💜 ¡Asi que no olviden dejarle mucho amor a los capitulos para continuar! 😉🐺

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Nos leemos en la última parte del maratón
ATT: Lux. 💜💚

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