03: La Davina Lisa.
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VOL. I | LOUPBLANC
E3T1: EL REGRESO DEL LOBO
La Davina Lisa
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Maratón 1/3
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Davina nunca antes se habia subido en un tren. Ni siquiera a sus once años, cuando habia querido subirse en aquel expreso mágico que la llevaría a una escuela mágica —lejos de toda realidad mundana— sus padres se habían abstenido a llevarla a semejante lugar. Un alivio, por supuesto, ya que luego de esa mini obsesión pasajera de su niñez habia decidido que no era tan guay como ella se lo habia imaginado. Pero sea como sea, ahora con dieciséis años y viajando por su propia cuenta en uno de esos compartimientos metálicos, habia decidido odiarlos de por vida.
—Señorita, Rousseau, ¿Se encuentra bien?
Antes de que la adolescente pudiera dar una respuesta más o menos aceptable, una tercera arcada ascendió por su garganta, obligándola a expulsar los restos de pollo hervido que había comido durante el almuerzo. El líquido asqueroso, ácido y maloliente salió de entre su boca con brusquedad, juntándose con todo lo demás que había arrojado en el interior del inodoro. Gimió ante la repugnante visión. El desastre que estaba causando la asqueó tanto, que no pudo contenerlo y vomitó una cuarta vez. Su estómago dolió ante el esfuerzo
—¡Señorita, Rousseau!
—¡Estoy bien! —Exclamó Davina a duras penas, alzando la cabeza con esfuerzo— ¡Enseguida salgo!
No escuchó una tercera intervención por parte de la auxiliar de estación, por lo que pudo interpretarlo como una señal de que había decidido darle su espacio. Algo que apreciaba, mucho, considerándose que en las últimas dos horas la había tenido que aguantar con sus innecesarias atenciones, como un chicle que se te pega en el zapato, volviendo casi imposible la tarea de despegarlo. Un último arreglo de su padre, habia sabido, para que tuviera un agradable viaje. No obstante, la idea de que su padre lo hubiera hecho más para evitar que su propia hija escapara —o se tirara por la ventana con el tren en movimiento— era mucho más creíble para la adolescente.
Con un par de respiraciones y dos caramelos mentolados, Davina finalmente salió del pequeño compartimiento justo cuando una señora de avanzada edad avanzaba hacia ella, dispuesta a usar el baño.
—Si fuera usted me aguantaría. —Murmuró la adolescente, sin un gramo de vergüenza, mientras se ajustaba su pequeña mochila de mano en su hombro— He abierto las ventanas para ventilar un poco el aire, pero creo que tardará un poco.
Davina no vio la expresión horrorizada que la pobre mujer le dirigió. En su lugar, se limitó a dejar el vagón con premura, evitando el contacto con todo ser humano que pudiera atravesársele en el camino. Sus nudillos se habían vuelto tan blancos como la cal por la fuerza que ejercía al sujetar las correas de su mochila —única evidencia de su nerviosismo— mientras dejaba la monstruosa anaconda de metal y se zambullía en el mar de turistas que, como ella, se dirigían como una estampida hacia la sección de equipajes. Eso a Davina le resulto exasperante, pues mientras que todos los demás a su alrededor se movían con emoción por pisar finalmente suelo francés, ella iba con cara de muerto, sin mirar nada más que su destino sin sorprenderse por nada, ni por nadie. A diferencia de los demás, ella arrastraba los pies por el brillante suelo de granito, con una impresión de querer detener el tiempo y así no tener que seguir adelante.
—Habia tenido la esperanza de que se perdiera entre las demás. Al menos así hubiera tenido una excusa para regresar.
El chico que entregaba los equipajes se quedó mirando por un buen rato a Davina, sin comprender ni un poco sus palabras. Solo le habia entregado sus maletas, como a todos en ese mismo día. Pero la castaña lo miraba como si hubiera destruido su más sagrado sueño. Davina tomó sus maletas, resignada.
—Si no hay de otra. —Suspiró. Entonces notó que el chico la seguía mirando y ella no pudo evitar amarrarse la lengua— ¿Qué? ¿Tengo un moco en la nariz o qué?
El chico enseguida apartó la mirada, prometiéndose que ese mismo día solicitaría una renuncia inmediata.
Davina, ajena a los pensamientos de este, tomó sus cuatro maletas y las estabilizo a su lado con algo de dificultad. En momentos como eso se arrepentía de haber empacado tantas cosas, pero solo lo habia hecho con la excusa de retrasar el viaje. Un viaje que, de todos modos, se habia llevado a cabo sin importar lo que planeara. Davina se maldijo internamente. A veces ni ella misma comprendía porque consumía tanto cometido de espionaje y misiones imposibles, si al momento de la verdad ella planeaba cosas tan inútiles como empacar cuatro gigantes maletas que a duras penas si podía llevar sin parecer que hacía malabarismo.
Justo en ese momento estaba recordando a todos los antepasados de su padre cuando, de la nada, escucho que le gritaban a lo lejos:
—¡Davina, cariño, aquí!
La recién llamada giró sobre sus talones, lista para encontrarse con el torbellino femenino de su tía Alice. O bueno, así la habia descrito su padre antes de abordar el tren. Una descripción que, desde el primer momento, supo que no le traería nada bueno.
Y vaya que habia acertado en el clavo.
Lo que habia previsto como una reunión típica entre tía y sobrina se convirtió en una pesadilla de la que Davina quiso enseguida escapar. La adolescente, aunque resignada, habia visto fotos de su tía; Por supuesto, porque era necesario saber el aspecto del pariente que no habia visto en los últimos ocho años ni para acción de gracias, y los datos más relevantes que habia podido conseguir de su padre revelaban que era una mujer soltera que dedicaba su vida al arte, la pintura y, de vez en cuando, la cocina. Por la información tan sencilla, habia supuesto que se encontraría con una mujer común de cuarenta y dos años de edad.
Grave error, pues lastimosamente no fue a su tía lo primero que vio.
Su rostro —Y sabía que era su rostro, por las veces en las que se habia visto en frente del espejo, despotricando a la creación humana por haber salido tan deforme— era lo que más resaltaba en el descomunal cuadro de pintura. Una pintura que, además de resaltar cada maldita imperfección de la adolescente, estaba siendo exhibido por su tía Alice como un cartel publicitario de comida rápida. Incluso el dueño de la estación de tren podría verlo desde la distancia, sentado en la comodidad de su oficina, por lo llamativo que este resultaba para el ojo público. Era como un jodido árbol de navidad hecho pintura, como la Mona Lisa, pero en su versión más lamentable. Y Davina no sabía que era peor, si la foto que su tía Alice habia elegido para recrear su pancarta de bienvenida, o las miradas que se estaba llevando por los exagerados gritos de la mujer.
—¿Esa señora de allí es tu familiar? —Preguntó el mismo chico de antes, que habia dejado de hacer su trabajo y, como Davina, miraba a la tía Alice con sorpresa, levantando mucho sus cejas.
Davina negó con la cabeza, dándole la espalda al megáfono con piernas largas de su tía que no paraba de llamarla entre la multitud de pasajeros.
—No, no lo es. De hecho, ni siquiera conozco a esa mujer. Jamás la habia visto en toda mi vida.
—Pues yo creo que si te conoce.
—¿Qué te hace pensar...?
—¡Davina Rousseau!
Lo siguiente que la castaña sintió, además de un doloroso pitido que le dejo resonando en el oído izquierdo, fueron los delgados brazos de su tía Alice que la rodeaban en un efusivo y apretado abrazo de oso. Davina soltó todo el aire de golpe, permaneciendo tan quieta como una estatua, mientras la atolondrada mujer le exprimía hasta las ganas de vivir.
—¡Oh, por dios! —Exclamaba entre besos y apretones— ¡Cuánto has crecido! No te veía desde que eras del tamaño de un banquito. ¡Y mírate ahora! convertida en toda una mujercita de dieciséis años. Aún recuerdo cuando de pequeña te metías dentro de mi equipaje porque no te gustaba la idea de que me fuera de Londres. Dime, ¿Te sigues chupando el dedo pulgar? Tu padre me habia contado que aun con doce años era difícil quitarte...
—Tia Alice —Interrumpió Davina, sintiendo como sus mejillas se calentaban por la mirada divertida que se estaba ganando del chico de las maletas que, siendo un cotilla, habia escudado todo con una exasperante claridad. La adolescente mostró una sonrisa más falsa que una moneda de chocolate, antes de apartar a su parlanchina pariente de la multitud— También me da mucho gusto verte... otra vez.
Se iría al infierno por semejante mentira, pero tampoco era tan cruel como para mostrarse de manera desagradable con una mujer que, al fin y al cabo, solo estaba tratando de ser amable con ella. Por encima de todo tenía educación y tacto. Al menos la mayoría del tiempo.
Davina procedió a examinar a su recién conocida pariente. Era un hecho que la belleza de la tía Alice traspasaba incluso las fotografías que su padre le habia mostrado en Londres. De hecho, Alice podría considerarse una versión femenina y más delicada de su hermano, pues muy lejos de ser la típica francesa de tez clara y cabello brillante, la mujer era más del estilo clásico de Inglaterra; Alta, de tez morena, ojos oscuros pero chispeante de vida y un cabello marrón precioso en ondas que Davina envidio con todo su ser. Si la adolescente llegaba a los dieciocho y no se veía como su tía Alice, o al menos algo parecido, estaría dispuesta tirarse desde lo más alto del puente de Londres.
—Toma, un regalo de bienvenida.
Desviando su atención, la tía Alice le entregó el tan colorido y exorbitante cuadro. La sonrisa que acompaño el gesto fue lo único que impidió que Davina fuera por el embace de cloro que habia visto del conserje y se lo bebiera de una sentada. La culpa, sin duda alguna, la tenía su padre, por haber dejado que la tía Alice tomara la dichosa imagen como referencia para pintarla. Si, debía admitir que mirándolo con atención se apreciaba el talento. El retrato era una copia exacta de aquella horrorosa foto de tantos años de antigüedad, lo que dejaba ver que tan habilidosa era su tía para el arte, pero eso no quitaba el hecho de que cientos de personas, además de ella, hubieran visto su versión de catorce años con frenos.
Si, en definitiva, iría por el cloro.
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Publicado: 19/07/2023
Correcciones: NO
NA: ¡Hola de nuevo, querido lector!
━━━QUIEN HAYA PENSADO QUE JAMAS VOLVERIA ACTUALIZAR ESTE FIC LEVANTE LA MANO 👋🏻 Y luego bajenla porque les he demostrado que no será asi y que al contrario de lo que se pensaba, tendremos Davina para rato. 😋💜 He estado desconcectada por motivos de salud, trabajo y uno que otro inconveniente que me ha impedido estar activa en la comunidad, pero prometo que me volvere mas constante en todas mis historias. Comenzando con esta y es que miren: TENEMOS MARATÓN!!!! 🤯💜💥 ¿A que no se lo esperaba nadie?
Dejame tus comentarios con respecto al capítulo y no te olvides de votar para continuar con la historia. 😉💜 Muchas gracias por el apoyo que le dan a Davina, aun en mi ausencia. Espero que aun desees conocer mas de ella y lo que tiene para ofrecer en este Fanfiction de Miraculous. 🙈💫💜
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Chat noir virtuales para todxs 🐱💚
Nos leemos en la siguiente parte del maratón
ATT: Lux. 💜💚
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