—Min Yoongi, eres cruel —dijo Jimin en cuanto Minho se fue.

Ambos estaban en el cuarto, en sus últimos minutos que quedaban, sólo para revisar si estaban olvidando algo, antes de bajar sus bolsos.

El chico lo miró como si no hubiera hecho nada malo en toda su vida.

Jimin se cruzó de brazos, ofendido.

—Tu ternura no va a salvarte —dijo.

Yoongi miró al suelo, con un adorable mohín en los labios, antes de mirar a Jimin con su mejor carita de perrito abandonado.

—Mierda —murmuró el rubio, frunció aún más el ceño, ahora molesto consigo mismo por no poder aguantar a su lindo novio—. Esa carita de ángel no te salva de haber coqueteado con Minho.

Yoongi frunció el ceño, confundido.

—¿C-Coquetear? —preguntó.

No podía mentir, sí había abrazado y sonreído mucho a su amigo de la infancia al ver la actitud de Jimin, aunque era sólo por diversión, no con ganas de coquetear.

Jimin suspiró.

Lo vio acercarse un paso más hacia él, hablando bajo, mirando directamente sus ojos.

—Me duele cuando te veo con otra persona así —confesó —. Me arruina el día, me hace sentir como que te extraño aunque estés al lado mío —añadió.

Yoongi se sintió verdaderamente mal.

Su novio no merecía dolor, aún si era por sus simples ganas de molestarlo.

—Lo siento —murmuró.

Jimin alzó sus cejas, acercándose más a él, con el rostro a centímetros de el de Yoongi.

—¿Cómo?

Yoongi sonrió un poco.

—Q-Que lo siento.

Jimin se acercó un poco más, haciendo que sus narices de tocaran, frotó un poco la suya contra la de Yoongi.

—¿Puedes repetirlo una vez más, bebé? No te escuché —dijo el rubio, sonriendo por la cercanía.

Como quería, Yoongi cortó la distancia entre ellos, besándolo con suavidad, moviendo sus labios con lentitud contra los de Jimin, quien aumentó la profundidad del beso conforme duraba, mordiendo ligeramente el labio inferior de su novio antes de separarse.

Jimin tenía sus brazos rodeando la cintura del castaño, manteniéndolo lo más cerca posible de él.

Notó a Yoongi morderse el labio, conforme sus mejillas enrojecían por tanto contacto, con sus caderas pegadas a las del rubio, y el mínimo movimiento haría fricción en su intimidad.

Como si se hubieran dado cuenta de eso al mismo tiempo, Jimin lo soltó apartándose de golpe, sin decir nada más, y con las mejillas rosadas tomó su bolso y salió de la habitación.