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XVIII

—¡Hola, cuñado!

JungKook frunció el ceño,  pasó su mirada del sonriente joven castaño hacia su hermana, quien rió como una niña.

¿Qué mierda le pasaba a JeongYeon?

—¿Te vas a subir o no?

Escuchó la puerta destrabarse y subió a la parte de atrás de la patrulla.

—¿Por qué te robaste el auto de tu trabajo?

—Porque puedo. — respondió la pelinegra, encogiéndose de hombros.

—¿Cómo has estado JungKook?— preguntó HoSeok con una sonrisa amable.

—Bien. — asintió, sonriendo forzadamente al castaño. — ¿Cómo es eso de cuñado?

—¿No le dijiste?— HoSeok miró a JeongYeon, sin dejar de sonreír.

El pelinegro se preguntó si al chico no le dolería la cara de sonreír tanto.

—¿Decirle qué?— preguntó su hermana, sin despegar la vista del camino.

—De que somos...

—¿Somos? ¿Somos... Qué?

JungKook rodó los ojos, acomodándose en el asiento trasero.

Entre YoonGi  teléfono y aquellos dos, no sabía qué podía ser peor, pero si que prefería estar acompañando a TaeHyung con su tarea o durmiendo.

—Nunca me pediste ser nada. — dijo JeongYeon. — No somos nada.

—Bi-Bien... ¿Quieres ser mi... novia?

—Claro. — dijo la chica con simpleza.

JungKook rodó los ojos con fastidio.

No supo hasta cuándo estuvieron así, pero al llegar al centro y estacionar la patrulla, JungKook comenzó a ver los locales de alrededor en búsqueda de algo que pueda ser un regalo decente.

Vió un montón de locales de ropa, y no pudo evitar ver en las librerías los bonitos cuadernos, aunque negó para despejarse de la costumbre cada vez que veía uno.

—¿No tienes ni idea qué le pueda gustar?

JungKook miró a su hermana un momento.

—Sé todas las cosas que le gustan, es que no encuentro nada que... esté a su nivel, que valga algo de lo que merece. ¿Me explico?

Vió a JeongYeon morderse el labio para ocultar una sonrisa.

—Eres un cursi. — dijo, y no pudo evitar reír un poco.

—Púdrete.

—Ahí está mi hermano. — respondió la chica, con gracia. — Yo que tú, le compro algo que a todos les encanta.

JungKook la miró, esperando a que continuara.

—Una cámara instantánea. — dijo la chica. — Así toda bonita, de color rosa-

—El morado me gusta más. — la interrumpió. — Es nuestro color.

Por primera vez en el día, había tenido una buena idea de qué regalar.

—Pero son muy costosas. — murmuró el pelinegro, con decepción. — No tengo tanto dinero para eso.

Desde que se había ido de la casa de su familia, JungKook había vivido de algunos ahorros que tenía, y cuando se acabaron, JeongYeon comenzó a darle dinero, pero nunca le pedía demasiado, no quería aprovecharse.

—¿Por qué te preocupa el dinero si al final lo pagaré yo?— dijo la chica.

JungKook negó.

—No, está bien, puedo pensar en otra cosa.

—Calla, la compraré igual. — dijo. — Como dices, TaeHyung se merece un lindo regalo, además, él me cae bien, no me molesta gastar en algo para él.

El pelinegro sonrió un poco, cálido por el gesto de su hermana.

JeongYeon tomó su brazo y comenzó a arrastrarlo, en búsqueda de la primera tienda de electrónica que apareciera.

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