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XLV

Jungkook llegó pasada la media noche, bastante agotado.

Sus piernas y brazos dolían por tirar y cargar equipaje por seis horas seguidas.

No sabía que tantos turistas iban a Seúl, y específicamente, a ese hotel, y tampoco cuántas porquerías llevaban en sus maletas por pesar tanto.

Su turno había terminado a las doce, tuvo que cambiarse, dejando el uniforme allí, y caminar las siete cuadras que lo separaban de la casa de los Park, suspirando con alivio al sentirse en casa.

Subió las escaleras sin hacer ruido, yendo hacia el cuarto.

Encontró a Jimin dormido, abrazando la almohada que él usaba, acomodado en posición fetal en la cama.

Sonrió con ternura, dejó sus cosas y se desvistió hasta quedar en ropa interior, antes de meterse en la cama.
Intentó quitarle la almohada a Jimin sin despertarlo, pero el chico se removió, abrazandola aún más fuerte.

kookie~— lo escuchó murmurar, mientras hundía su naricita en la almohada.

— Ya volví, bebé— susurró el pelinegro, se acercó a él para dejar un beso en su mejilla, para luego dejar otro en sus labios, despertando a Jimin, quien lo miró con ojos cansados, soltando la almohada para estirar los brazos hacia él, abrazándolo en su lugar.

Jungkook rió un poco, su novio era tan lindo, y el sueño lo hacía ver más adorable.

Se acomodó a su lado, y Jimin dejó descansar su mejilla en parte del hombro del mayor, mientras abrazaba su brazo como su fuera un peluche.

Pasaron unos cuantos minutos en silencio hasta que Jimin habló:

Me olvidé, de que tra-bajas— murmuró.

Jungkook tardó unos segundos en responder.

— Quería volver a casa y estar contigo, pero no podía— sonrió con cansancio.

Otros segundos en silencio, Jimin quería decirle las noticias desde hacía varias horas.

Me dieron un so-lo— dijo el pelirosa—, de baile, para la mues-tra.

Jungkook se giró hacia él para besar su frente y acariciar un poco su cabello.

— Mi bebé se lo merece— dijo, haciéndolo sonreír—. Seguro te saldrá perfecto— añadió—, no me sorprendería del mejor bailarín del mundo.

Jimin se ruborizó completamente, escondiendo su rostro en el brazo de Jungkook, el pelinegro apenas lo sintió, a los pocos segundos ya estaba dormido, agotado por el cansancio de su primer día.

Acurrucado junto al cálido cuerpo de su chico, Jimin tampoco tardó mucho más tiempo en dormirse, con muchísima más facilidad que la que había tenido cuando Jungkook no estaba con él.

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