LII
Apenas se habían alejado unos quince kilómetros de la enorme Seúl, varias canciones de grupos de chicas habían pasado desde que salieron de la casa de los Jeon.
Jungkook estaba intentando disimular sus mareos desde hacía diez minutos, y no sabía realmente el porque de estos, y tampoco porque su cuerpo temblaba tanto.
Comenzó a sudar frío y por más que intentaba concentrarse en la música de su único auricular su cabeza comenzaba a dar lentas y torturosas vueltas.
Sintió algo húmedo caer de su nariz, resbalandose hacía su labio.
Llevó una mano hacía allí, tocando el líquido con sus dedos, al alejarlos un poco pudo ver la sangre, el tono rojo oscuro en sus dedos hicieron que su estómago se revolviera.
Siempre había sido sensible al ver sangre.
Comenzó a sentir pánico, quiso llorar, todo aquello lo asustaba.
—Y-yug—. Lloriqueó, tocó el brazo de su novio, quién seguía mirando hacia la ventana, el auricular en su oído, del lado donde estaba Jungkook, no lo dejó escuchar bien el llamado de su novio. —De nuevo—. Masculló, más alto que antes.
Yugyeom se volteó hacia él, no había entendido sus palabras, pero había escuchado su voz, abrió los ojos en grande al ver al pelirosa, que sostenía su mano debajo de su nariz, con sus dedos manchados en sangre.
—Jung-—. Yugyeom se paralizó un momento, con sus manos en el aire sin querer tocarlo, su vista paso de su asustado novio a la señora Jeon. —Omma Jeon—. Murmuró, se notaba el miedo en su voz.
La mujer se volteó, viendo a los dos asustados adolescentes y a su hijo con la nariz sangrando.
—Detente, detente—. Le habló rápidamente a su marido, quién dio una mirada por el espejo antes de poner señas para parar a un lado del camino.
Jungkook sintió su cuerpo relantizarse, sus párpados pesaban y un gran cansancio lo abrumó, su respiración se volvió pesada y poco a poco sintió como si fueran apagando la luz del exterior.
En su mente no podía quitarse la imagen de la sangre, y eso no lo ayudaba.
—Oh no, no, no, Jungkookie—. Escuchó la voz de su novio, sintiendo sus brazos sosteniéndolo.
Cerró sus ojos por unos segundos, antes que el sonido de voces lo despertó de a poco.
No supo en qué momento habían desabrochado su cinturón, pero ahora Yugyeom lo sostenía en brazos como si fuera un bebé, sus ojos estaban muy rojos y su voz sonaba rota.
—Abré los ojos bebé, quédate despierto... No, no...—. Murmuraba, los oscuros ojitos de Jungkook se iban hacia atrás, volvían para enfocarse torpemente en el rostro del pelirrojo, notaba a su novio luchar por mantener sus párpados abiertos.
El sangrado no había cesado, una estúpida servilleta de papel, empapada en sangre había reemplazado la mano de Jungkook.
—No me dejes—. Lloró Yugyeom, antes de que Jungkook sintiera al mundo volverse negro otra vez.
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