—¿Estás seguro de esto hermano?

—Solo es basura, deshazte de todo.

—¿Pero y él?

Sin embargo no hay respuesta solo la mirada afilada que se digna a darle, Seto Kaiba no es de admitir errores a pesar de que los haya cometido.

Su locura le ha hecho crear un ser que solo es la sombra de lo que desea, porque lo sabe al verle frente a él, solo es una marioneta vacía sin vida, no ha podido traer de vuelta a Yugi Mutou a la vida.

Eso solo es la ironía de la vida riéndose en su cara, lo tuvo por tanto tiempo y ahora que se ha esfumado es cuando se percata del valor de su ausencia, una mueca se perfila en sus labios al recordar los encabezados de los periódicos ¿Suicidio? Él jamás haría eso, porque lo sabe, la cobardía que se cierne en su corazón como para tomar su propia vida, aun así se jugó su orgullo y por segunda vez uso el Sistema Emulador de Dominios Dimensionales para verle. Si su alma fuese a parar a alguna parte sólo podría estar con él.

Aquel a quien ha nombrado único adversario, pero ni entre las arenas del tiempo ha habido rastro de su alma, como la de Atem, en cambio se ha visto así mismo entre las memorias bifurcadas a su propia alma siendo coronada como el nuevo faraón de Egipto.

Una última mirada a aquella marioneta que observa como el capricho que se ha estacionado en su corazón, aquel mismo que comprende blando ante lo patético de su actuar.

Sin más toma camino, Mokuba Kaiba ve el producto de la desesperación de su hermano, aquel que nació tras el encierro de este por meses, una figura idéntica a lo que debería ser Yugi Mutou estando en vida.

Un robot.