||Save me||
En sus sueños creaba un mundo en dónde ella confiaba ciegamente en los demás, no le fallarian por más difíciles que las cosas sucedieran y, entonces podrían ser felices.
Pero la realidad era otra, y no todo se cumplirá por arte de magia. Se tenía que esforzar si ansiaba conseguir algo, aunque ya estaba cansada de esperar cosas que nunca sucederán.
Pero ¡Hey! era la chica mas bonita de la escuela, todos ansiaban poder tenerla en sus manos y presumir de ello, le daba asco.
Cuidando del huerto escolar lo encontró revolcándose (no literalmente) pero ahí estaba, un chico con un viejo uniforme escolar dibujando en la tierra. Le desconcertaba de cierta manera así que lo dejó pasar, a medida que pasaba el tiempo solo le lograba dar miedo el como todas las tardes estaba ahí sin falta.
En la tierra o admirando como ella hacía las labores del taller.
Siguió ignorando su presencia durante tres semanas. Él tampoco decía nada cuando veía a la niña bonita cuidar de aquellas plantas (y a veces eran remplazadas por dulces que los mokkes enterraban) haciendo que la jovencita creyera que eran bromas por parte de quién la odiaba.
En un día no tan especial comenzó a llover, Aoi había revisado en su teléfono el pronóstico del tiempo que esta vez no se equivocó, sacó su paraguas e iba directo a su hogar por no ser de un detalle.
Él estaba sin paraguas frente a una planta.
No le importaba y preocupaba, no lo hacía, pero sería solitario si no estuviera ahí con ella como todos los días ¿No?
Avergonzada se acercó con pasos sigilosos
—Oye...— se acercó logrando que el contrario le viera.— Está lloviendo, y te vas a resfriar.
—Oh, no lo necesito. Gracias — sus ojos grandes y amarillos la cautivaron, no les había visto de cerca.
—¿Estás seguro? Puedo acompañarte a un lugar cercano de nuestros hogares y dejarte en un sitio donde puedas refugiarte de la lluvia.— ofreció una vez más con paraguas en mano.
—¡Que linda! Aún así gracias por la oferta, pero no la necesito.— sonrió emocionado, era su primera charla con alguien en los últimos diez años.
—Está bien, cuídate.— dio media vuelta perdiendo su femenina figura en la multitud escolar.
Ambos tenían los nervios a flor de piel .
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