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04 ╎『Capítulo cuatro』

INTUICIÓN

Narrador omnisciente

Buscó algún ápice de esperanza en aquella rubia.

Una pista.

Una señal.

Algo.

Tenía que haber un indicio que afirmara que su intuición, no era errónea.

Pero ¿Cómo iba a reconocerla después de tantos años?

¿Como encontrar alguna similitud?

La infante que conoció y la persona que ahora tenía en frente, no se parecían en nada. Su cabello estaba opaco, sus ojos azules se veían de un tono grisaseo; al igual que los de una persona vacía y apagada.

Por el contrario de los de su amiga, que siempre permanecían azules como el cielo y brillaban en compañia de sus rizos dorados.

Goten amó eso de la niña.

Tenía un brillo especial.

No dejaba de hablar sobre ella, provocando celos en el Brief.

La muchacha que encontró en la calle apenas podía estabilizarse en el suelo, su cuerpo tambaleaba de un lado a otro y no hacia falta ser demasiado listo, para notar que estaba excedida en algún tipo de sustancia tóxica.

Se dio vuelta sobre su eje, solo por impulso, por un reflejo casi natural que le indicaba que debía hacerlo.

No reconocía ese nombre y para ser exactos jamás lo había escuchado en su vida.

Aun así, observó a la persona que la estaba llamando.

Se acercó de forma coqueta al Brief y avanzó en línea recta -o lo más recto que pudo- dado que se encontraba un tanto mareada.

Envolvió al joven con sus brazos y se acercó a su boca.

-Puedo ser Marron, Luna, Eva. Lo que tu quieras chiquito -comentó con diversión, observando de manera pervertida al de cabellos lilas.

El contrario, la miró con un genuino desinterés.

¿Qué estaba diciendo?.

-¿Cómo te llamas? -volvió a preguntar, esta vez con más seriedad.

La rubia ladeo su rostro, al igual que un cachorro confundido.

-¿Y eso que diablos importa? -espetó risueña, jugueteando con los mechones de su cabello- mi tarifa es elevada, debes saber eso.

Una idea surcó la mente del oji-azul.

-Puedo pagarte lo que quieras -propuso, entendiendo que sus intenciones eran movidas por el dinero- ¿Puedes quedarte unos días en mi casa?.

La rubia lo observó de pies a cabeza:

Estaba algo desordenado.

Con la camisa abotonada en forma desprolija.

Y los pantalones un tanto rotos.

Observó con mas atención.

Había un Rolex, bañado en oro macizo debajo de su manga. Cuando lo vió no lo dudó ni un segundo.

-Está bien -la jovencita rubia aceptó gustosa.

Trunks regresó a la dirección donde había estacionado su coche, la guió por los hombros de camino a la puerta del copiloto y en el camino recibió innumerables insinuaciones.

De camino a casa no dijo palabra alguna, era inútil preguntarle algo de momento. No estaba en sus cabales y el Brief necesitaba respuestas que sean solidas y concretas.

No supo porqué, pero el trayecto a casa se sintió distinto. Se hallaba muy optimista.

En verdad, creía que aquello podía ayudarle y tenía toda su fe y esperanza depositada en aquella rubia.

Efectivamente era Marron.

Cuando subieron al auto, ella se sumió en un profundo sueño.

El Brief la miraba de reojo, con una pequeña sonrisa y algo de pena también.

Su vida parecía ser dura.

Incluso si no fuera Marron, nadie merecía cargar con ese destino por una cuestión de necesidad. Le era inevitable sentir compasión y lástima por aquella ojiazul.

Trunks la cargó en sus brazos ni bien llegaron a la corporación cápsula. La depósito en una cama que estaba ubicada en la habitación de servicio.

Su madre se fue a un viaje de negocios y sus abuelos habían asistido a un festival que rendía honor a los mejores científicos. Por lo que la casa estaría sola.

¿Su padre?

No tenía ni idea, pero probablemente lo encontraría entrenando con Goku.

Para ser honesto, poca importancia le brindaba a su familia luego de lo que pasó con Goten.

El fingía seguir adelante y continuar con su vida; cuando en realidad, todos esos años se dedicó a investigar y buscar respuestas por su propia cuenta, de manera secreta.

Quería paz.

Necesitaba ir a la cama, sin ese horroroso sentimiento de culpa atormentándolo.

Por eso, la justificación de sus siguientes acciones:

Trunks rebuscó en uno de los cajones de su escritorio unas tijeras de metal, también llevó consigo un par de guantes negros de latex. Los usó y después tomó con firmeza aquel elemento punzante, para sucesivamente cortar un pequeño mechón de ese cabello rubio desaliñado.

Solo así, podría despejar las dudas.

Tenía que comprobar que ese no fue solo un acto de locura, más bien se trataba del destino.

Trunks creía en las causalidades y estaba seguro de que la muchacha rubia, traía consigo un fuerte propósito para su vida.

Bulma no se equivoca, durante toda su vida, le repitió una sola cosa y el de ojos azules se lo tomó personal. Usando esa frase a favor, le atribuyó un significado y un peso propio.

-Recuérdalo Trunks, las coincidencias no existen -el heredero de la corporación cápsula lo mencionó en voz alta.

Lo creía, era real.

Por eso salió de allí y se encaminó a la cocina (no sin antes) depositar las muestras de cabello en una pequeña cápsula.

No podía concretar su plan con el estómago vacío, por lo que envió unos cuantos mensajes de texto y se dispuso a cosinar, con la intención de mejorar un poco su estado de ánimo.

Puso algo de música.

Una canción pop sonaba de fondo y a todo pulmón Trunks gritaba la letra de "At is Was" simulando que tenía un micrófono, cuando en realidad sostenía una cuchara de madera en la mano.

Desgraciadamente, no podría igualar el tono de voz o la afinación de su patrón Harry Styles.

Quizá aquel callejón abandonado, después de todo sea útil en su búsqueda.

Conversaciones de Trunks.

★━━━━━━━━━━━━━━━━━★

Pasaron unas cuantas horas después de aquellos mensajes. Tal y como dijo, se encargó de llevar las muestras al laboratorio.

Eran las seis de la tarde cuando lo hizo, por lo que pasada la media noche los resultados debían estar listos.

Trunks no quería preocupar a uno de los mejores amigos de su madre, después de todo Krilin lo había visto crecer y le tenía un particular estima. No es por pesimista, pero sabía que en cuestión de estadísticas, lo más probable es que el resultado sea negativo.

Empatizó con su dolor, si a él le afectaba todo esto como amigo; no imaginaba el dolor que cargaba consigo un padre, que por tanto tiempo asimiló la pérdida de su hija.

Si la chica que encontró en el callejón resultaba ser hija de Krillin, sin lugar a dudas causaría demasiados estragos en la vida suya y la de dieciocho.

Debía manejar las cosas con tranquilidad, no podía dejarse llevar por un instinto desenfrenado y correr a contarles la noticia. Hacer eso, les rompería el corazón y solo conseguiría ilusionarlos en vano.

Trunks no podía decirles nada hasta estar seguro.

Era necesario.

Hasta que la situación lo amerite.

A Krillin lo engañó, con el falso cuento de que todo formaba parte de una simple investigación. Le pidió que deposite sus uñas en una cápsula herméticamente sellada (igual que lo hizo con el mechón de cabello). El amigo de su madre estaba confundido por tal pedido, pero de igual manera almorzó animadamente con él de cabellos lilas y después de una larga conversación de muchas preguntas, aceptó el pedido.

Todo lo que restaba, era tiempo.

Paciencia.

Trunks Brief había desarroyado la suya desde hace mucho tiempo.

Unas horas, no eran nada para él.

Cuando llegó a su casa, buscó a la muchacha que residía en su casa desde hace un par de horas y tal como pensó continuaba dormida.

Se dispuso a llevarle algo de comida, después de descansar ininterrumpidamente por tantas horas, seguro tendría hambre.

Casi se tropezó con la bandeja antes de llegar al cuarto de invitados, sin embargo, logró entrar con la comida en orden y sin derramar una sola gota de jugo exprimido.

La rubia escuchó sus pasos, junto con el crujir de la puerta de caoba y aquel pequeño golpe que se escuchó al cerrarla. Poco a poco, la ojiazul fue despertando, parpadeo repetidamente hasta que se reincorporó en aquella cama.

No lo entendía, el traslado del callejón al hogar del Brief desapareció de su memoria por unos instantes.

¿Cómo fue a parar a esa casa?

¿Que hacía una chica como ella en ese lugar?

Solo en Disney, parecía ser posible.

-¿Dónde estoy? -se cuestionó a si misma, intentando levantarse de la cama.

El peli-lila reposó las cosas en la mesita de luz, se sentó a su lado, e intentó convencerla de que permanezca lo más tranquila posible.

Allí, en esa inmensa cama de dos plazas, mullida y cómoda; con las paredes de color que estaban revestidas en forma elegante; y junto a aquellos muebles, que solo visualizó en las películas y que un rico sería capaz de tener.

Ante tanto lujo y ostentación, se sintió fuera de foco.

Como un sapo de otro poso.

La rubia lo reconoció un par de segundos más tarde, incluso Trunks parecía ser una fantasía desde su particular punto de vista.

Era un hombre joven, adinerado y guapo.

Ni de chiste, alguien con tanta clase y distinción se molestaría en dirigirle la palabra.

-¿Me recuerdas? -el Brief la interrogó- te encontré en el callejón, tu estabas...

-Trabajando -acortó sus palabras y se alejó luciendo un poco más a la defensiva- estaba en el barrio Libertad ¿Verdad? -lo cuestionó alarmada, mientras el contrario solo asentía- maldición, el jefe va a matarme. Si sabe que terminé aquí y para rematar, perdí al tripas, el va a...

La rubia hablaba entre dientes, por lo que Trunks no pudo entender una sola palabra de lo que decía.

La observó confundido, ella seguía sobre esa cama aturdida, asustada y por momentos temblando.

Trunks no comprendía quien era el jefe, al que tanto mencionaba y del cual se preocupaba tanto; pero a juzgar por su desconcierto, se trataba de alguien peligroso.

- Tranquila -el de ojos azules le ofreció una bandeja con comida. Ubicándola en su regazo- aquí estás a salvo. Come un poco -propuso en un tono tranquilizador.

La rubia terminó por aceptar, devorando todo rastro de alimento que se encontraba sobre el plato redondo. Trunks la observó comer, en silencio y con cierta ternura impregnada en su rostro.

Se veía igual que un animalito asustado.

Él quería ayudarla.

Cuando la muchacha sació su apetito estaba mas tranquila y mas relajada -inclúso- quería permanecer en ese lugar, pese a saber que algo así no sería posible.

El Brief la observó con duda y solo cuando tragó el último pedazo de comida que quedaba, se atrevió a preguntar:

-¿Cómo te llamas?

Esto emitido en un tono neutral, evitando generar cierto recelo de parte de la contraria.

Se lo pensó por un largo rato, ni siquiera ella sabía la respuesta a esa pregunta.

-¿De dónde eres? -esta vez intentó preguntar algo distinto.

Al Brief, aquello ya comenzaba a alterarle, no soportaba demasiado el suspenso y prefirió optar por otra postura.

-¿Sábes qué? -desistió con su actitud, porque sentía que probablemente la estaba presionando demasiado- mejor cuentame tu historia, lo que sea de tu vida. Por ejemplo, puede ser tu niñez -recomendó- o mejor, si no te molesta ¿Podrías decirme que hacías en un lugar tan peligroso?. Voy a darte dinero, pero solo si respondes de forma honesta.

¿Qué?

Fue aquella pregunta, la que apareció en la mente de la muchacha rubia.

Inclusive dudó de su cordura.

-¿Para qué quieres saber eso? -lo interrogó de regreso- siento decepcionarte, pero mi vida no es para nada interesante. No le haces ese tipo de preguntas a un desconocido -acusó- de verdad, no imaginas lo avergonzada que estoy de estar en tu casa. No quería ocacionar problemas, yo...

La interrumpió.

Sacó de su bolsillo una nueva billetera que compró de camino al hospital y tomó un fajo de billetes para después depositarlo en manos de la rubia.

La de desconocida, se sorprendió al ver toda esa cantidad de dinero.

¿De verdad sería capaz de darle tanto dinero? ¿Solo a cambio de hablar un poco de su vida?

Trabajando cinco meses en la avenida más transitada, conseguiría tal cantidad.

Ella vislumbró en el joven Bried una gran oportunidad.

Aprovecharía la situación, solo para sacarle dinero.

Actualmente, averiguar cómo llegó a su casa se había convertido en una de sus últimas preocupaciones.

-No hay mucho que contar -la rubia se sinceró, hablando de manera lenta y pausada- mi vida comenzó cuando tenía ocho años. No tengo eso a lo que llaman papá, tampoco tengo una mamá, o... recuerdos. Vivo con un grupo de niños perdidos y sobrevivo trabajando en las calles; nuestro deber es transportar dinero de camino al refugio -relató- ¿Mi nombre? No tengo uno. Ellos te dan un número y asignan una tarea en la cual consideren que serás bueno. La mía fue la prostitución, pero también trabajé vendiendo drogas y salvé mi pellejo haciendo muchísimas cosas turbias.

Ese relato.

Solo causó, que los muros de esperanza construidos por el Brief caigan.

Si era Marron ¿Por qué no recordaría su nombre?

¿Por qué olvidaría a sus padres?.

¿Qué es lo que hacia tan cerca de la ciudad?

Ellos se perdieron en un pequeño pueblo, que estaba varios kilómetros alejado, del lugar donde conoció a esa chica.

Era realmente imposible.

Había tanta falta de concordancia y poca exactitud en lo que decía.

No era posible.

Obviamente ella no era Marron.

Miles de maldiciones resonaron en la mente del de cabellos lilas, se consideró un idiota por creer tal tontería.

Sus esperanzas murieron, estaba a punto de pedirle a la chica rubia, que por favor se vaya de su casa.

Cuando algo pasó.

La pantalla de su celular se iluminó, justo en la palma de su mano y en el momento exacto en el que tenía pensado pedir un taxi. Sus intenciónes eran trasladar a la muchacha a un lugar de preferencia.

Leyó la notificación por encima de la barra de tareas.

Se trataba de un mensaje de su amiga la doctora.

Y decía lo siguiente:

Resultado Positivo.

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