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03 ╎『Capítulo tres』

DESTINO─

"La palabra casualidad es una blasfemia; nada bajo el Sol sucede por casualidad"

Narrador omnisciente

Aquél peli-lila, como casi todas las veces en las que hablaba de su mejor amigo, bebió demasiado -tanto- que acabó por dormir en un estrecho callejón abandonado.

Trunks fue víctima de sueño y de un terrible dolor de espalda, el cual lo hizo caminar de manera curvada y retorcida. Su cabeza se encontraba hecha un lío, había un zumbido molesto resonando en sus oídos y estaba acompañado de un mal sabor de boca habitual, que se obtenía como consecuencia de la ingesta de bebidas alcohólicas.

Por la mañana, se levantó a causa de unos ruidos extraños que irrumpieron su reposo.

Sin más remedio que volver a casa, se recostó en aquella pared garabateada y buscó un poco de orden mental, en su enmarañada memoria.

Sus recuerdos, se hallaban dispersos y difusos; recordaba frenar en la gasolinera para comprar cigarrillos con sabor a cereza, también su pequeña plática "casual" con la psicóloga de la familia y caminar con pequeñas lágrimas escurriendo de sus mejillas.

Por sobre todas las cosas, recordaba la botella de vodka que sostenía en su mano derecha el día anterior. Los jaloneos largos y pausados con los que inclinó la bebida y de este modo pudo el aguardiente incolora deslizarse, quemando toda la extensión de su garganta.

Pero... ¿Cómo llegó ahí?

En lo que intentaba hallar respuestas que eran imposibilitadas por su estado post-ebriedad, algo llamó poderosamente su atención. Habían voces chillonas acercándose a donde se encontraba varado.

Un grupo de niños pequeños venía caminando con cestas de mimbre entre sus dedos. Al parecer ese pequeño grupo de infantes se dedicaba a la venta de cupcakes.

Trunks le restó importancia al extraño sitio que habían designado para su intercambio de panecillos por dinero. Era muy temprano para analizar y darle tantas vueltas al asunto.

A fin de cuentas, solo se detenía a observar la situación porque puede que sea un poco entrometido. Igualmente, el Brief no podía evitar pensar ¿Quién en su sano juicio vendería cupcakes en un lugar tan escalofriante?

Se puso de pie y caminó de regreso al automóvil.

Tenía pensado alquilar la habitación de algún motel, tomar un baño y llegar a casa en condiciones más favorables, puesto que no quería preocupar a nadie de su familia. En tanto el de ojos azules palpó la tela de sus pantalones de mezclilla, aquel plan se desmoronó por completo. Robaron su billetera (y junto con ella) todas sus tarjetas de crédito y documentación personal.

Genial.

Trunks no tenía la menor idea de como salir de ese callejón abandonado y lo último que necesitaba, era estar perdido en un hoyo negro.

Su mente vislumbró un plan, quizá no fue la mejor idea, pero por alguna razón no se lo pensó demasiado y reaccionó meramente por inercia.

Comenzó a seguir a los niños, mediante una distancia prudencial y para que la cuadrilla de pequeñines no esté al tanto, avanzó con la misma sutileza que cuando jugaba a las escondidas.

Ellos dieron la vuelta sobre la esquina, donde se ubicaba su último paradero actual y allí pasó completamente desapercibido. Los persiguió por los escombros y la construcción precaria que había sido deshabitada desde hace un tiempo.

Las paredes se veían desgastadas y las casas no tenían buena pinta. Se veía un barrio muy humilde, de esos en los que el delito tiene tendencia a actuar con facilidad.

El Brief se sintió muy afortunado de dormir toda la noche en un lugar de mala muerte como ese y no haber sufrido un solo rasguño. Como abogado, o como persona normal, podía percatarse de que ese no era un sitio para nada amistoso.

El ya tenía vello en partes donde se necesitaba para ser un hombre y de igual modo ese barrio le daba temor.

No entendía como aquellos niños, podían caminar con tanta tranquilidad y que tan inconscientes debían ser sus padres, para dejarlos deambular solos en calles tan peligrosas como esas.

Uno de los cupcakes embolsados, se deslizó y cayó al suelo sin que los niños lo noten. Trunks se inclinó lo suficiente como para recogerlo y retomar aquella "persecución" por así decirlo.

¿Les digo?

¿No les digo?

Surgió la duda en la mente del Brief.

Moría de hambre y mataría por comer lo que sea en ese momento.

Sin perder el rastro de la cuadrilla, se deshizo de la envoltura del bizcocho de tonos amarillos y con un poco de saliva deslizándose en la comisura del labio, dió un gran mordisco.

Puso a danzar a sus papilas gustativas por un rato, masticó alrededor de diez segundos y el sabor a coco y banana acabó por fundirse en su boca.

Estaba delicioso.

La gula lo llevó a comer con desesperación y necesidad. Trunks arrojó un gigantesco trozo de cupcake a su boca y entonces...

Casi se ahoga con una bolsa plástica.

Tosió una.

Dos.

Tres veces.

Y finalmente, pudo escupir la pequeña cobertura de nylon, que se encontraba oculta en el interior del panecillo.

Tal espamento -desde luego- alertó a los niños. Retrocedieron sobre sus pisadas y en cuestión de segundos, atraparon con las manos en la masa a quien los estaba vigilando desde varias cuadras atrás.

Lo observaron con desconfianza.

Cuando él peli-lila observó el contenido de aquella bolsa, quedó pasmado en su lugar, sin entender lo que estaba pasando. Aquel polvillo blanco, dentro de la bolsita plástica, no era otra cosa mas que: cocaína.

Comprendió el porqué los niños se movían con tanta tranquilidad y familiaridad.

El barrio, no era el peligro.

El peligro, eran ellos.

Casi en el instante en que su cerebro llegó a dicha conclusión, uno de ellos desenfundó su navaja.

Y caminó hacia él.

-¿Policía? -el niño de la calle lo interrogó desafiante.

Trunks negó, moviendo su cabeza en ambos lados.

-Niño -el peli-lila lo observó detenidamente a los ojos, con intenciones de apelar a su lástima- suelta ese cuchillo. Te puedes lastimar.

Sus pequeños acompañantes, junto con el susodicho expresaron una carcajada burlona ante lo dicho por el Brief.

-Oiganlo muchachos -una niña rubia se burló- dice que el tripas se va a lastimar.

-Que grandísimo idiota -él niño que estaba a su derecha, apoyó aquella burla.

El sobrenombre que mencionó la infante de metro y medio, le erizó todos los pelos de la piel. Con aquel niño sujetando firmemente la navaja en su yugular, el pánico de Trunks se disipó por las nubes.

-¿P-por qué te dicen así? -cuestionó nervioso.

-Porque me encanta destripar -aclaró.

El psicótico niño asomó una sonrisa gustosa en sus labios.

A Trunks le entristecía ver que a su corta edad tenían que lidiar con eso para sobrevivir. La niña que formaba parte del grupo, le recordó a su pequeña hermana, e imaginarla haciendo algo como eso le rompía el corazón.

-Tranquilo -el oji-azul xpresó con los brazos en alto- estaba buscando mi coche, pero no tengo idea de como salir de aquí. Entonces los vi a ustedes, tan familiarizados con el entorno y los seguí.

Dudaron por varios segundos.

Eran niños de la calle y la desconfianza formaba parte de su ADN.

-Tal vez sea verdad -opinó un niño de ojos almendrados-. Mirenlo, basta verlo para saber que está forrado.

-Si -el Brief asintió con una sonrisa forzada- tengo mucho dinero ¿Conocen Capsule Corp? -preguntó- es la compañía millonaria de mi madre.

Los niños se quedaron pensativos en su lugar.

Solo uno, reconoció aquel sitio mencionado por él Brief.

-¿No es donde robaríamos este fin? -habló en dirección a su líder.

Él nombrado, solo le dio un codazo para después verlo en forma desaprobatoria.

-¿Por qué tienes mi mercancía? -aquella versión en miniatura de Pablo Escobar, lo interrogó de regreso.

-¡47, 48, 49! -se escuchó un grito a lo lejos.

Podía tratarse de un bingo.

Sin embargo, en cuanto vio como los niños pequeños miraban en dirección del grito, entendió que estaban refiriéndose a ellos.

Él apodado "tripas" liberó al Brief con rapidez y le ordenó a los demás correr cuanto antes. El niño de los ojos almendra, en lugar de marcharse susurró algo en el oido a Trunks.

-Esta mierda está jodida, no se lo digas a nadie por favor -suplicó- vas al fondo, a la derecha y a doscientos metros giras a la izquierda -indicó, para finalmente seguir a los demás.

Trunks quedó de piedra en su lugar.

Su corazon latía a toda prisa y su cuerpo se encontraba entumecido por la falta de movilidad. Después de unos segundos, avanzó en aquel callejón solitario, obedeciendo la dirección indicada por aquel niño anteriormente.

De día, ese lugar se veía perturbador.

Por las noches, seguro ni los perros se asomaban.

A pasos largos y marcados.

Observando en todas direcciones y prestando muchísima atención, finalmente pudo llegar a la calle.

Confirmado.

Estaba en aquel barrio tan temido y repudiado por todos los policías, fiscales y abogados de ciudad Satán.

Las peores atrocidades se cometían ahí.

-Maldición -el Brief escuchó algunos quejidos cerca- ¿Como le explico al jefe que perdí esas sabandijas?

Una muchacha.

Rubia, alta, delgada.

Con una llamativa figura y ropa demasiado corta y atrevida.

No quería ser mal pensado, pero a simple vista se notaba que aquella muchacha era una prostituta. Estaba de espaldas, cautivando completamente la atención de Trunks, en su piel delicada se vislumbraba una pequeña cintura, sus huesos le marcaban la base de su cuello, los hombros y la extensión de la columna, dos pequeños hoyuelos se posicionaban en la parte baja. No la observaba con deseo o de forma lujuriosa, sino que le prestaba atención; porque recordó aquellas palabras que su amigo le dijo una vez.

Flash back.

-¿Te fijaste en eso? -la pequeña copia andante de Goku, señaló la espalda de la niña rubia.

Sus ojos azules, rebuscaron en todo el campamento el objeto de interés que Goten había señalado. Una vez que la encontró, no entendió el motivo de tanto espamento.

-¿Qué? -Trunks dudó- tiene un cuello, todos tenemos un cuello -corrigió- bueno, a excepción de Big Mike. Pero eso es porque come demasiadas hamburguesas.

Él Son infló sus mejillas, en señal de descontento.

-No me refiero a eso -aclaró, dandole un pequeño golpe a su mejor amigo.

Trunks lo observó con una sonrisa divertida.

-¿Qué quieres decir entonces?

-Marron tiene un lunar muy particular y hermoso en él cuello -señaló en dirección a la hija de krillin- ¿No crées que es bonito?.

-Ni cris qui is binito -el Brief se burló-. Ay Goten, las tonterías que me haces ver.

Y para ser una tontería, era cierto.

Un lunar en forma de corazón, muy marcado y en una tonalidad negra profunda, parecía adornar el cuello largo y estirado de la niña de cabello rubio.

Fin del flash Back.

Ese mismo lunar, estaba viendo en él cuello de la muchacha de unos aparentemente 18 años de edad.

Fue mas poderosa su curiosidad, que el hecho de parecer un psicópata.

Aquella chica, podía ayudarle a encontrar a Goten.

Si es que era ella.

-¿Marron?

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