capítulo 6 pt.2
Había finalizado mi horario en el estudio y estaba recogiendo mis pertenencias. Hiroshi se había retirado unos minutos antes, por lo que me tocaría cerrar el local. Era sábado por la tarde y al día siguiente permanecía cerrado el estudio, por lo que estaba emocionada del tan esperado descanso que me esperaba. Aunque por otro lado, estaba un poco nerviosa por la estadía de Suguru pues era la primera vez que se quedaría a pasar la noche. Claro que ya había estado en mi departamento, ya llevabamos unos meses como pareja y en ocasiones habíamos pasado tardes ahí, pero esto era un poco nuevo y no sabía qué esperar de la situación. Al final estaríamos solos más de unas cuantas horas y ya llevaba tiempo que se podía sentir cierta tensión entre ambos. Habíamos compartido momentos realmente íntimos y tentadores pero no habían llegado a concluirse de la forma en que uno esperaría, pues siempre que estaba por escalar la situación, parábamos y nos distraíamos con otra cosa y aunque no quisiera tener eso en mente en ese momento, no podía evitar que formara parte de lo motivos de mi nerviosismo. Y luego estaba el hecho de que estuve a nada de confesarle que lo amaba apenas unas horas atrás. No sabía si era una conclusión apresurada o no, pero esque realmente lo sentía, lo pensé un sin fin de veces y lo único que pude concluir fue que realmente lo amaba y eso estaba jugando en mi contra. Me costó el ignorar aquellos pensamientos pero me obligué a hacerlo, pues más que nada, quería disfrutar el tiempo que tendría con Suguru. No importaba si la situación escalaba o si lo amaba y lo confesaba o no, sólo importaba el hecho de que estaríamos el uno con el otro compartiendo aquel cariño y calidez que nos envolvía cuando estabamos juntos y estaba más que agradecida por ello.
Mi celular vibró, anunciando la llegada de un mensaje de texto. Lo saqué de mi bolsillo trasero al momento que tomaba mis llaves de la recepción para salir del lugar .
"Llego en dos minutos :)"
"Aquí te espero, ya voy a cerrar :* "
Envié el texto y guardé el celular nuevamente en mi bolsillo y acto seguido, cerré el local cerciorandome de haber dejado todo en orden y bien asegurado.
Me recargué en la pared soltando un suspiro, cerrando los ojos. Estaba algo cansada por el ajetreo de la semana y aún más porque la noche anterior estuve limpiando mi hogar, quería que estuviera presentable para mi visita.
Abrí nuevamente los ojos para mirar a mi alrededor y fue entonces cuando distinguí a Suguru a unos metros de distancia, él me estaba mirando con ese semblante sereno tan común en él. Un gran sentimiento de alegría se creó en mi pecho y sin dudarlo me apresuré en su dirección con el corazón acelerado. Quería lanzarme a sus brazos como en algunas ocasiones pero el recuerdo de su accidente me frenó y cuando estuve a unos pasos de él, sólo atiné a agitar la mano en forma de saludo. El pelinegro me miró un poco extrañado y cuando lo tuve frente a mí quise explicar el motivo de mi saludo inusual
-quería abrazart...- mi sentencia fue frenada por un par de manos que se posó en mis mejillas que rápidamente me acercaron a los labios de su dueño. Sorprendida correspondí y aún más grande fue mi sorpresa al notar que Suguru no parecía querer finalizar el beso. Movía los labios de forma suave y pausada, saboreando el momento. Su suave aliento chocaba con mis labios y el olor que lo caracterizaba inundó mis fosas nasales. No me importó que estuvieramos enmedio de la calle. Lo extrañaba y aprovecharía cada momento que tuviera. Aunque mi corazón latía como loco, en mi ser se había situado una paz inmensa ante el tacto de mi ser amado. Me sentía completa.
Luego de unos segundos, Suguru se separó de mí quitando su mano derecha de mi mejilla sólo para pasar su pulgar por mi labio inferior. Una pequeña sonrisa se asomó en sus labios.
-así está mejor.- dijo por lo bajo, provocando una sonrisa de mi parte.
-hola a tí también.-me reí y él igual. Tomó mi mano y se posicionó a mi lado
-¿lista? Dejame ayudarte- me extendió la mano que tenía libre para que le proporcionara mi bolso. Este acto se había hecho habitual en él cuando llevaba un bolso que pareciera pesado o grande y el que tenía en ese momento era justamente pesado y grande pues llevaba cosas del instituto, cosas del trabajo y unas tantas cosas que había comprado para el departamento. Agradecida lo quité de mi hombro y se lo di. El contrario lo posó sobre su hombro derecho.
-gracias.- pronuncié dando un pequeño apretón a la mano que sostenía la mía.
-es un placer.- se inclinó para depositar un beso en mi cabellera.-vamos.- comenzamos a caminar en dirección a mi hogar. Todo se sentía en paz y estaba muy emocionada de poder pasar tiempo juntos.
-Me alegra que pudieras venir, realmente me preocupé.- comenté apenada
-no fue fácil librarme de Satoru pero al final se resignó.- ambos reímos
-no lo culpo.- me encogí de hombros y el pelinegro me miró con diversión por un momento.-¿oye y no fue mucho problema el conseguir que te dejaran salir unos días?
-no. Sólo dije que iría de visita con mis padres.- se encogió de hombros
-ahora me siento un poco culpable.
-no deberías. Iré a visitarlos mañana antes de regresar al instituto.- su sonrisa era reconfortante y la culpabilidad se esfumó.
-entonces está bien.- suguru asintió. Permanecimos unos segundos en silencio hasta que no quise seguir aguantando las ganas de preguntar esa duda que tenía desde un día anterior.- Cariño.- lo llamé y volteó a verme inmediatamente.
Por lo general lo llamaba por su nombre, pero en ocasiones usaba apodos cariñosos para llamarlo. Le gustaba cuando hacía eso. Me miró atento, esperando a que prosiguiera.- ¿cómo te accidentaste?- una pequeña sonrisa se formó en sus finos labios, luego de unos segundos pensando su respuesta.
- si te dijera que peleé contra un monstruo que me lanzó muy lejos provocando que chocara contra un muro pero luego lo hice bolita y me lo comí, ¿me creerías?- lo miré sorprendida porque parecía hablar enserio. Su semblante parecía ser honesto y parecía estar esperando mi reacción.
Reí ante la respuesta tan elocuente.
-ya, enserio ¿qué paso?- volví a preguntar entre risas. Su mirada se suavizó y sonrió.
-la verdad es que no me fijé en las escaleras, así que tropecé y caí contra el pavimento pegando con mi lado izquierdo.- me mantuve unos segundos en silencio, preocupada.
-¿está muy feo el golpe?- finalmente cuestioné. Me dedicó una mirada de ternura mientras guiaba mi mano a sus labios, depositando un pequeño beso en el dorso de esta. Una sensación de calidez se apoderó de mi pecho.
-en realidad se ve más feo de lo que es. Tengo unos moretes en el hombro y la cadera, pero todo está bien. Se irán en unos cuantos días.- me aseguró, confiado de sus palabras. Aún con su seguridad, yo no estaba tan convencida. Sólo me limité a asentir, con la mirada en el piso.-Kaz.- al escucharlo llamar mi nombre, volteé a verlo. Ya estabamos frente al edificio donde se encontraba mi hogar, así que paramos en la entrada, Suguru me miraba intensamente y me sentí nerviosa, así que busqué las llaves en el bolsillo de mi pantalón para intentar distraerme, pero las manos de Suguru tomaron mi rostro, provocando que estuvieramos frente a frente, ya no podía esquivar su mirada- de verdad, todo está bien.- su voz era suave y su agarre delicado mientras acariciaba mis mejillas con sus pulgares. Suspiré ligeramente, tranquilizandome.
-de acuerdo.- sonrió aliviado por mis palabras.- pero igual quiero ver.- sin darle tiempo de responder, besé brevemente sus labios y acto seguido, abrí la puerta del edificio. Suguru se había quedado detrás de mí pero pude escuchar su risa al momento que comenzaba a seguirme.
●●●
Nos encontrabamos viendo una película en mi habitación. Tenía la cabeza apoyada en el pecho de suguru, mientras él me abrazaba por la cintura con su brazo derecho, dando leves caricias en la piel que había quedado descubierta por que mi blusa se había subido un poco por el movimiento.
Al llegar al departamento, guardamos las compras que había hecho y dado que teníamos todo lo que restaba de la tarde, libre, optamos por ver una película acompañada de unas cuantas frituras. Todo se sentía en paz y lleno de comodidad, se sentía como debía ser.
La película finalizó pero no nos inmutamos hasta después de unos minutos.
-¿quieres tomar una ducha o prefieres antes la cena?- cuestioné al momento que me ponía de pie, suguru imitando mi acción, aunque cada quien estaba a un extremo opuesto de la cama.
-la ducha suena bien. ¿Tú qué prefieres? - preguntó mientras se acercaba a mí.
-la ducha, también. No tengo tanto apetito luego de las frituras, la verdad.- suguru se había posicionado frente a mí. Sin dudarlo me acerqué a él y lo abracé por la cintura, a lo que él pasó sus brazos por mis hombros, depositando un pequeño beso en mi cabeza.- bien ¿quieres un té? Puedo preparate uno- me pareció tierna su propuesta y asentí con una pequeña risa. Nuevamente nos quedamos en silencio. Estaba disfrutando su cercanía, su calor y el sonido tan relajante de su corazón contra mi oreja mientras aspiraba su olor embriagante.
Y entonces recordé el motivo por el cual habíamos tenido la oportunidad de estar así en ese momento.
Me separé lentamente del abrazo y al mirar arriba me encontré con la suave mirada de suguru.
-¿puedo ver el golpe?- dije por lo bajo, como si temiera que me lo negara, aunque sabía que nunca haría algo así. Las comisuras de sus labios se alzaron un poco, creando una suave sonrisa.
-claro que puedes.- contestó con el mismo tono.
Al recibir su aprovación, comenzé a desabotonar su chaqueta, sin esperar a que él lo hiciera por su cuenta. Pude notar cómo el azabache se puso tenso ante mi tacto repentino, pero no se inmutó en lo absoluto, sólo se limitó a observar mis manos. Con su ayuda, retiré la chaqueta, dejandola sobre la cama. Sus brazos bien trabajados resaltaban bajo la playera blanca de manga larga que aún cubría su piel. Ambos permanecimos en silencio, sintiento la pequeña tensión que se había formado en el ambiente y mirando expectantes los movimientos del otro.
Proseguí a desabotonar la última prenda que cubría su torso y nuevamente, con su ayuda, la retiré por completo. Dejandola en el mismo lugar que la prenda anterior. Al prestar atención a su torso desnudo, mi corazón se encogió al ver los enormes moretes que tenía en la partes que me había mencionado, eran mucho más grandes de lo que había pensado. Mi impresión evitó que pudiera siquiera admirar al hombre tan apuesto que tenía frente a mí. Sólo podía ver su suave piel manchada de una mezcla entre púrpura y verde.
-cariño, esto es peor de lo que imaginaba...¿te duele mucho?- sin pensarlo, mis manos se posaron en su torso, mis dedos contorneando con delicadeza aquellas marcas. Escuché cómo Suguru sostenía la respiració por unos momentos, para luego relajarse y levantar mi barbilla, haciendo que lo mirara.
-te lo dije, se ve peor de lo que realmente es. Duele un poco pero no es algo que no pueda soportar. Ya pasó todo lo doloroso ¿de acuerdo? Ahora sólo importa que estamos aquí. Que estoy contigo.- depositó un pequeño beso en mi labios y yo me sentí un poco mal. Hubiera querido estar ahí con él cuando todo pasó. Hubiera querido poder estar ahí para él...
-de acuerdo.- agaché la mirada, concentrandome en mi accionar. Mirando fijamente la piel que estaba siendo acariciada por mis dedos,con suavidad. Mi posibles escenarios se plantearon en mi mente. Uno peor que el otro y entonces las palabras que Satoru había pronunciado al inicio de mi relación con el pelinegro, resonaron en mi cabeza.
"¿seguirías saliendo con Suguru si supieras que en cualquier momento puede morir? O peor aún, tú podrías morir"
Si bien no sabía con certeza el verdadero significado de aquellas plabras, lo cierto es que en ocasiones como esta, me parecían tan ciertas y llenas de sentido, que un miedo a lo catastrófico me invadía y me llenaba de temor y angustia. Las palabras habían cruzado mi mente en varias ocasiones, pero ese día y en ese momento, la respuesta se plantó en mí, llena de desición y seguridad.
Seguiría saliendo con Suguru aún si eso me provocara daño en algún sentido.
-Tú...- comenzé a hablar, titubeante.- ¿cómo sabes de mis ataques?- solté las palabras por lo bajo, mirando el pecho firme y trabajado que se encontraba justo frente a mí. La respiración del pelinegro era relajada y aunque me sentía expuesta de cierta manera, al mismo tiempo me sentía tranquila, así que sólo esperé por su respuesta, la cual llegó unos segundos después.
-Bueno, no sé cómo explicarlo sin que suene un poco raro.- una pequeña risa nerviosa brotó de sus finos labios y yo me mantuve en silencio, esperando que prosiguiera, lo cual hizo luego de pensar un poco sus palabras.- la verdad es que siempre me he fijado en tí, Kaz.- me tomó por sorpresa y mis manos se quedaron quietas, pero no aparté la mirada de su piel.- me he fijado en tus acciones, en tu forma de hablar y tus reacciones, así que supongo que luego de un tiempo aprendí a descifrarte.-su mano tomó la mía.- no por un motivo extraño. Simplemente, el verte me da una sensación de tranquilidad.- guardé silencio, pues era una confesión que había logrado dejarme sin palabras.- tienes una dualidad impresionante. Eres tímida pero logras, en ocasiones, ser tan extrovertida como cualquier otro pero cuando entras en una crisis eres un enigma para mí. Hay veces en las que realmente me sorprendes, pero me gusta. Me gustan todos los aspectos de tí.- acarició mi mano con su pulgar mientras me quedaba estática, sin saber qué hacer.- tú eres mi Hogar, Kaz.- levanté la mirada, las ganas de llorar presentes a cada momento. Sus palabras eran sinceras, lo podía sentir. Su mirada llena de cariño y cada acción en él lo delataban. Aguanté las ganas de llorar y posé mi mano en su mejilla, ante el tacto, el pelinegro cerró los ojos por unos segundos, disfrutando la sensación.
-No sabes lo que eso significa para mí, Suguru.- sonreí conmovida.- yo... me siento exactamente igual que tú. Tú eres todo lo que se siente correcto en esta vida. Pero maldición, eres tan bueno para expresarte con las palabras.- ambos reímos ante el comentario.
-en realidad sólo puedo expresarme así contigo.- besó la punta de mi naríz de forma juguetona.
-me pregunto por qué será.- le seguí el juego con una sonrisa boba en mi rostro.
-debe ser porque te amo.-
Juraría que mi corazón se paró por unos segundos.
Me quedé estática, sin poder moverme y con los ojos como platos.
Suguru me miraba entre contento y expectante.
-Q-que... ¿que tú qué?- estaba atónita y mis palabras salieron como balbuceos.
-lo que escuchaste.- me tomó de la cintura para apegarme a él.- te amo, Kazumi.- besó mi frente.
Yo por mi parte tenía mil y un sentimientos, mil y un pensamientos corriendo como locos dentro de mí. El asimilar sus palabras... me amaba, él me amaba carajo.
Saliendo de mi trance, no pude contener mis lágrimas y lo miré como pude.
-suguru, si esto es una broma, yo no...-mi frase fue interrumpida.
-jamás bromearía con eso, Kaz. Te amo,en verdad.- sus pulgares limpiaron las lágrimas de mis mejillas.
-te amo suguru, te amo tanto.- lo besé con ansia, con desespero, con necesidad. Sus labios estaban igual de hambrientos que los míos y correspondieron al instante.
La paz y la felicidad que sentía en ese momento, eran indescriptibles y no era para menos. El hombre al que tanto amaba, me amaba de igual manera. La dicha no cabía en mi pecho.
Su lengua entró a mi cavidad bucal, abriendose paso y sin quejarme, lo dejé entrar recibiendolo con ímpetu.
El sentir sus suaves y tibios labios junto a los míos, su lengua húmeda y ágil y sus manos firmes en mi cintura, todo con tanto anhelo y con tanta necesidad sólo reafirmaban aquella confesión que había tomado lugar hace apenas unos segundos.
Yo, necesitando más, llevé una mano a su cabellera para así tirar suavemente de su melena oscura, mientras mi otra mano se abrió paso por su cintura para llegar a su espalda. Suguru se tensó ante el tacto, soltando un jadeo sobre mis labios hambrientos.
Sin quedarse atrás, pasó sus manos detrás de mis muslos, tomandolos para así hacer que colocara ambas piernas a sus costados, cruzandolas detras de su esplanda mientras su grandes manos tomaban con firmeza mis glúteos. Sentí cómo un cosquilleo se hacía presente en mi cuerpo.
Tiré un poco del cabello de Suguru nuevamente, dandome así acceso libre a su cuello y sin dudarlo, comenzé a besar suavemente la blanca y tibia piel que estaba a mi merced, ganando algunos pequeños suspiros por parte de mi cómplice.
Lentamente pasé la punta de mi lengua desde su garganta hasta su barbilla, parando un segundo para mirarlo a los ojos. Él también me necesitaba.
Volvió a apoderarse de mis labios al tiempo que masajeaba mis glúteos y cuando menos me dí cuenta, ya me entontraba recostada sobre la cama con ambas piernas abiertas y suguru enmedio de ellas.
Estaba a su merced.
Nuestros labios seguían devorandose, nuestras lenguas jugando ente ellas y las manos de suguru se abrían paso hasta llegar a mi busto para tocarlo, para tomarlo entre sus manos y apretujarlos con anticipación.
Se separó de mis labios y comenzó a besar mi cuello lentamente, podía sentir cómo la excitación se iba haciendo presente en su entrepierna, la cual rozaba mi muslo y cuando llegó a mi clavícula y mordió un poco mi piel, solté un gemido.
Y en ese momento, toda acción se quedó congelada.
Suguru se separó levemente, levantando la mirada. Nos vimos unos momentos, pensando en qué hacer y antes de poder pensar siquiera, el pelinegro se había quitado lentamente de su posición, ahora colocándose a mi lado. Ambos teníamos la respiración acelerada y claramente estabamos excitados, pero como en otras ocasiones, sólo se había quedado en eso.
Luego de unos minutos en silencio, uno al lado del otro, hablé por lo bajo.
-tomaré una ducha.- anuncié y sin esperar respuesta, tomé las cosas necesarias y rápidamente me adentré en el baño. Dejando a Suguru despeinado y alborotado en mi habitación.
De verdad quería más, pero en ese punto ya no sabía si no avanzábamos por mí o por él.
●●●
Al salir de la ducha me encontré a suguru en la cocina, estaba preparando el té que me había prometido. Ambos ya estabamos calmados pero no podía borrar la estúpida sonrisa de mi rostro, no podía dejar de recordar la confesión de hace poco y Suguru se veía igual de felíz que yo.
Aunque también, no podía ignorar las ganas de haber concluído el candente intercambio que había ocurrido momentos antes en mi habitación... demonios
-tomaré una ducha, mientras disfruta el té.- besó mis labios brevemente y se adentró en el baño.
Ya tenía la pijama puesta y estaba completamente cómoda, así que opté por beber el té de manzanilla que me había preparado el azabache. Tomé el libro que estaba leyendo y me senté en el sofá de tres plazas que se encontraba en la sala. Dejé la taza en la mesita que estaba frente al sofá y puse todo mi empeño para concentrarme en la lectura y por más que quería forzar a mi cerebro para que olvidara lo sucedido, no tuve éxito. Solté un gran suspiro de frustración y dejé el libro en la mesita, tomando nuevamente la taza entre mis manos. Dí un sorbo y disfruté la cálida sensación en mi garganta, de fondo escuchaba el agua cayendo. Me pregunté ¿por qué Suguru se apartó? No quería hacerme esa pregunta pero con tantas veces que había pasado lo mismo, era imposible el no sentirme insegura y esque no tenía lógica pues recién había confesado algo sumamente importante, había dicho que me amaba, entonces ¿por qué se había apartado? Moría de ganas por preguntarle y estaba debatiendo si debería preguntar o no. Tal vez no se sentía cómodo o listo para tomar ese siguiente paso o tal vez pensaba que yo no me sentía lista... aunque nunca dije algo así. Maldición, si hasta en una ocasión había usado mi boca para satisfacerlo y juraría que quería más pero no lo dijo y cuando intenté seguir, había dicho que lo continuaríamos en otra ocasión y gracias a ello, pensando en la siguiente vez, incluso había comprado preservativos. Esa vez me había armado de valor para ir sola a comprarlos, con completa determinación y al final, cuando nos vimos, sólo habíamos tenido una salida tranquila y no es que me queje de ello, amaba pasar tiempo con él de la forma que fuera, pero es sólo que realmente quería hacerlo y sólo acabó con los preservativos guardados en lo más recóndito de mi mesita de noche.
Unos pasos detrás de mí, hicieron que saliera de mis pensamientos, así que volteé y ví a Suguru, quien se encontraba mirandome a la vez que secaba su cabello con la toalla. Sólo usaba unos pantalones de pijama y nada más. Me tomé mi tiempo para mirarlo, para mirar sus atractivas facciones, su cuerpo alto, fornido, con piel suave y manos grandes.
Lo quería debajo de mí.
Su mirada encontró la mía. Tenía una sonrisa ladina y estaba por hablar, pero me adelanté.
-déjame cepillar tu cabello.- su sonrisa ladina se convirtió en una sonrisa completa, aunque sin mostrar los dientes.
-me encantaría.- respondió, a lo que me devolví para dejar mi taza y ponerme de pie.
-siéntate, voy por el cepillo.- y así lo hizo, fue a sentarse en lo que yo me adentraba en mi habitación.
Tomé el cepillo y regresé a la sala, donde pude ver al pelinegro de espaldas, estaba recargado en el respaldo, con la cabeza tirada hacia atrás y con los ojos cerrados.
Me acerqué en silencio y dí un pico en sus labios, este dio un pequeño brinco de sorpresa y al abrir los ojos, me miró sonriente.
-hola, guapo.-saludé risueña.
-hola, hermosa.- me saludó de vuelta. Posicionandose recto para que pudiera tener acceso a su cabellera.
Comenzé con mi labor, partiendo su cabello a la mitad y cepillando suavemente, con cuidado de no jalarlo. No pude evitar notar que su sonrisa no se iba.
Había terminado de cepillar una mitad y ahora comenzaba con la otra. Todo estaba en silencio y aunque ninguno había dicho nada, ambos sonreíamos como idiotas.
-te amo.- esa frase volvía a salir de sus labios y volvía a tomarme de sorpresa, pero no por mucho, pues esta vez pude responder un poco más rápido.
-te amo.- le contesté
-dilo denuevo.- cerró los ojos y me acerqué a su oído, para susurrar
-te amo.- su cuerpo se movió ligeramente por la repentina cercanía.
Terminé de cepillar su cabello y antes de posicionarlo sobre su hombro, deposité un pequeño beso en su nuca, al ver que Suguru no se movió de su posición, me incliné un poco, tomando el borde del respaldo y acercando mis labios a su cuello, volví a depositar un beso en su piel expuesta, aunque esta vez duró un poco más el tacto.
Miré la marca de su hombro y con tacto suave, pasé las puntas de mis dedos por la piel dañada.
Escuché a Suguru tragar, tensandose al instante. Sin desaprovechar el momento, comenzé a besar sensualmente su piel. Desde su hombro, hasta su oreja, dando pequeñas pasadas con mi lengua de vez en vez y pasando ahora mis manos por sobre sus pectorales, bajando lentamente hasta su abdomen. Podía notar la tensión en su cuerpo. Me miró y en sus ojos pude ver el deseo que estaba sintiendo. Era el mismo deseo que había provocado la humedad en mis bragas en tantas ocasiones.
Me separé de él y bajo su mirada expectante, caminé lentamente alrededor del sofá hasta llegar a estar frente a él. Nos miramos por unos segundos y sin decir nada me aproximé más, subí una rodilla, colocandola a un lado de su cadera, luego subí la otra y la coloqué al otro lado. El azabache me miraba intensamente, mas no hacía nada. Posé mis glúteos sobre sus trabajados muslos, tomé su barbilla y lo atraje a mí. Comenzando un beso apasionado. Íbamos lento, pausado pero firme. Ambas respiraciones pesadas chocando entre sí. Las manos del azabache se posicionaron sobre mis muslos, acariciandolos con firmeza a la vez que yo adentraba mi lengua en su boca. Coloqué mis manos sobre sus hombros, atrayéndolo aún más a mí. Nuestras lenguas chocaban entre sí. La excitación aumentando en mi punto sensible.
Más, quería más.
Me separé un poco, el aliento fresco de suguru chocando contra mis labios, nuestras miradas fijas en el otro, sus manos vagando entre mis muslos y mi trasero.
Me volví a acercar, El azabache listo para volver a besarme se acercó de igual manera, pero antes de juntar mis labios con los suyos, pasé levemente la punta de mi lengua sobre su labio inferior para luego desviar los besos hacia su mandíbula. Escuché un gruñido por parte del contrario.
Podía sentir mi excitación haciendose presente en mis bragas, y deseosa, moví mis caderas hacia delante, quedando justo sobre el miembro de Suguru.
Estaba tan duro...
Reprimí un jadeo y tomé las manos del pelinegro, dirigiendolas lentamente a mi busto. Su ojos fijos en los mios mientras se relamía los labios. Me deseaba, no podía dudarlo.
Comenzé a mover sus manos sobre mis senos, motivándolo a tocar cuanto quisiese y así lo hizo. Apretaba ligeramente mis senos, para luego masajearlos. Lo tomé de los hombros y lo sujeté contra el respaldo para, acto seguido, volver a juntar nuestros labios. Su lengua no tardó en apoderarse de la mía y aproveché para atraparla entre mis labios. La succioné con delicadeza y al hacerlo, gané un gemido por parte del azabache.
Si algo había aprendido en este tipo de ocasiones, era que a Suguru le excitaban los besos con legua y lo volvía loco cuando hacía esa pequeña acción.
Sentí cómo su entrepierna se hacía más firme y suguru se separó levemente. Tenía los labios entreabiertos y un pequeño tono rosado adornaba sus mejillas, tenía la respiración agitada, al igual que yo.
-kaz- pronunció a duras penas, provocando una mueca engreída por mi parte.
El saber que yo lo había puesto así. Así de duro, deseoso y errante, me estaba volviendo loca, pero lo dejé proseguir.- ¿tú...quieres?- su pecho subía y bajaba mientras me miraba atento.
- lo he querido desde hace más tiempo del que te puedas imaginar.- confesé con ansia y Suguru me miró sorpendido
-¿enserio? Creí que...- interrumpí su oración, acercandome a su rostro.
-¿qué? ¿creíste que no estaba lista, que no quería?- susurré sobre sus labios y él asintió lentamente.- dime ¿tú quieres?- la mirada de suguru se oscureció. Ahora me miraba con una sonrisa maliciosa
-¿por qué no lo compruebas por tí misma?
-¿por qué no me enseñas?
Sólo necesité pronunciar esas palabras para que Suguru se pusiera al mando de la situación, retirando rápidamente mi blusa, dejando al descubierto mis senos. No me dio tiempo de reaccionar cuando sentí sus labios apoderandose de la piel sensible de mi busto. Su lengua caliente trazando círculos, mordiendo, lamiendo y chupando, alternando de un seno a otro.
Tiré mi cabeza hacia atrás por el placer, mi parte sensible derritiendose más y comenzé a mover mis caderas sobre su miembro, intentando calmar el ansia que crecía en mí.
Suguru se separó de mis senos y comenzó a besar mi pecho, cuello y mandíbula. Pequeños gruñidos escapando de su garganta.
Llegó a mis labios y me besó con fiereza, ganandose un gemido de mi parte.
-dime ¿lo quieres?- su tono grave resono en mi oído, provocando una corriente eléctrica recorriendo mi columna. Asentí.
-ajá- fue lo único que pude pronunciar. Tomó mi mandíbula y me obligó a que lo mirara.
-¿qué tanto?- pasó su pulgar sobre mi labio inferior.
Sonreí con sorna.
-oh querido, no tienes idea. He deseado montarte hasta el cansancio desde hace tanto...- dirigí mi mano hasta la entrepierna del pelinegro, asombrandome ante el tacto. Acariciando por sobre la tela su firme longitud.
Suguru me miró expectante y sin esperar mas, liberé su miembro de aquel pantalón.
El azabache gimió ante el tacto mientras yo comenzaba a acariciarlo. Con agarre firme y rítmico.
Luego de unos segundos, los suspiros por parte de mi pareja se hacían presentes, aumentando mi propio deseo.
Mientras yo seguía con mi labor, Suguru estiró sus manos para comenzar a bajar el short de mi pijama, llevandose de paso, mis bragas. Cuando llegó a mis rodillas tuve que separarme para poder levanterme y deshacerme de las prendas.
Quedé completamente desnuda frente al pelinegro y este no desaprovechó ni un segundo para dar una buena mirada. Tal vez en algún otro momento hubiera muerto de vergüenza pero no ahora. En este momento era más mi excitación que cualquier otra cosa.
Me acerqué nuevamente a Suguru y tomé el borde de sus pantalones, tirando ellos para poder retirarlos, el azabache levantando sus caderas para darme más facilidad. Gracias a esto, su hombría estaba completamente expuesta ante mí, provocando un aumento considerable en mi líbido.
Quería tocarlo y probarlo pero más que nada, quería tenerlo dentro. El simple hecho de imaginarlo me ponía al borde de la locura, así que sin dudarlo, me acerqué rápidamente a él y tomé su mano.
-vamos a la habitación.-le indiqué por lo bajo.
El contrario obedeció pero antes de comenzar a caminar, tomó mis piernas y me alzó. De esta manera, quedé frentre a frente con su rostro. Podía sentir su erección rozando libremente de vez en vez con mi ya lubricada entrada.
Besé, lamí y mordisqueé su cuello en el trayecto a mi dormitorio, ganando pequeños gemidos por su parte. Mis manos exploraron sus hombros, brazos y pecho tan fuertes y varoniles que me encantaban.
Al llegar a la habitación, Suguru me depositó en la cama y sin perder tiempo, me recostó y se posicionó sobre mí sin apoyar por completo su peso.
Su lengua se abrió paso por toda mi piel expuesta al momento que sus manos acariciaban ferozmente mi punto más sensible, sacando gemidos cada vez más fuertes de mi garganta.
-hay tantas cosas que quiero hacerte.- su voz grave y ronca resonó
-¿s-sí?- contesté a duras penas. Sus dedos entraban con facilidad en mi interior, lubricados por mi y un poco de saliva del pelinegro.
-sí... tantas que no podrías caminar después.- su lengua caliente se impuso en mi boca, llegando tan profundo que creí que no podría respirar. Sentí mis fluidos chorrear ante la anticipación. Sus dedos tocaban en los lugares correctos y yo ya no aguantaba más. Se separó por un instante, mirandome a los ojos mientras sus dedos iban cada vez más rápido
-dámelo antes de que lo tome.-le advertí, el placer notandose en mis palabras.
Sonrió con malicia al momento que retiraba su mano de mi entrepierna llevando sus dedos a sus labios, para así comenzar a retirar mis fluidos de ellos.
Su mirada nunca dejo la mía.
-en el cajón.- señalé la mesita de noche por lo que el azabache abrió el cajón y comenzó a buscar hasta sacar un preservativo. Lo iba a abrir pero se lo quité de las manos.
-quieto.- le ordené y sólo se quedó parado frente a mí, que estaba sentada en el borde de la cama. Bajo la intensa mirada de Suguru abrí el preservativo y lo coloqué debidamente en su miembro, provocando un pequeño respingo por el tacto.
Una vez que lo terminé de colocar, tomé su mano y lo guié hacia la cama. Ahora yo estaba de pie y él estaba sentado.
Me senté a horcajadas sobre él. Tomé su miembro y lo pasé lentamente por mi entrada haciendonos jadear al mismo tiempo. La anticipación emanaba de nuestros cuerpos y mi corazón parecía querer salir de su lugar.
El pelinegro me miraba intensamente, atento a cualquier movimiento, posando una mano en mi cintura a la vez que lo tomaba de los hombros para poder comenzar mis movimientos.
Al inicio mis movimientos eran lentos, intentando acostumbrarme al tamaño del azabache, para así establecer un ritmo satisfactorio para ambos.
Aumenté la velocidad una vez acostumbrada a la sensación y besé con necesidad los sabios de Suguru, quien tomó mi trasero para ayudarme con el movimiento. Nuestras respiraciones chocaban en los labios del otro, acompañadas de jadeos y gemidos, su lengua haciendome sentir bien, al igual que su miembro me estaban enloqueciendo.
Me separé bruscamente y sin previo aviso lo empujé para que quedara recostado completamente. Me apoyé de su trabajado abdomen y mis caderas iban de adelante hacia atrás, de arriba a abajo. Gané unos gemidos de placer por parte del pelinegro, motivándome a hacerlo más rápido, mejor. Mi parte sensible rozando con la suave piel de su abdomen me proporcionó aún más placer.
Estiró sus manos y tomó mis senos, apretujandolos entre jadeo y jadeo. Justo cuando creí que iba a llegar al orgasmo, me apartó de abrupto y rápidamente cambió las posiciones. Ahora yo estaba recostada en la cama, mientras él estaba parado frente a mí. Tomó mis piernas y las colocó sobre sus hombros, jalandome un poco para que mi entrada quedara justo frente a si miembro.
Sin previo aviso, lo introdujo nuevamente en mi cavidad, moviendose rápidamente, mientras acariciaba mis piernas y abdomen. Ambos estabamos muy cerca del clímax.
Estiró su mano para tomar mi barbilla y aprovechando la tomé y dirigí su dedo índice a mis labios. Lo succioné lentamente, mirando sus ojos, él me sonrió con malicia y dirigió su mano a mi intimidad para comenzar a estimularme más y más.
No pasó mucho para que llegara al clímax gracias a su ayuda. Unos segundos después, él también obtuvo la liberación tan esperada del encuentro.
Suguru se separó de mí con la respiración entrecortada, al igual que yo. Retiró el preservativo y lo desechó en el baño. Cuando regresó a mi lado, me ayudó a limpiar mi entrepierna y me abrazó amorosamente.
-por fin.- comenté en broma. El pelinegro rió.
-y que lo digas.- su sonrisa no desapareció. Besé sus labios brevemente.
-te amo.- acaricié su barbilla
-te amo.- besó mi frente.
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A quienquiera que lea esto:
¡hola!
¿qué les pareció el capítulo?
Espero que les haya gustado. Es más largo de lo normal pero quise abarcar unos cuantos detalles más aparte del momento candente.
No quise ser tan explícita porque quiero se centre en la relación y conexión de los personajes y no sólo en el ámbito sexual. Aunque no quedé completamente satisfecha con esa parte, creo que sirve.
Díganme qué les pareció ;)
Sin más que agregar, gracias por leer y, ¡hasta la próxima!
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