4. Palme y Vicktor.
La noche ha pasado rápido, se divisan pocas estrellas en el cielo y es luna llena por lo que está esclareciendo las calles más de lo normal. He estado afuera sentado sobre la grama viendo mi alrededor, he empacado todo y he sacado las maletas de la casa.
Quedan pocos minutos para que venga aquel taxi clandestino que ha dicho Ronald que pasara por Vicktor y por mí.
He dejado una nota a mis padres explicando el porqué de esta ida tan repentina, además de ello unos ahorros a los que si le dan buen uso, solventaran la mala situación al menos por un mes.
Le doy una calada a lo que será posiblemente el último cigarrillo que fumare al menos por un tiempo acá en la casa, expulso el humo y un auto llega. El conductor me hace una seña. Está encapuchado y con una mascarilla que solo deja ver sus ojos, al igual que yo, esto para poder resguardar nuestras identidades.
Subo mis cosas lo más rápido que puedo al maletero y luego entro al auto.
El conductor me mira, se quita la capucha y muestra su rostro efímeramente, puedo estar seguro pues le conozco, es de los del grupo de Ronald por lo que doy un suspiro de alivio. Comienza a manejar y me alejo poco a poco de la que hasta hoy será mi casa, perdiéndola de vista a los minutos.
El camino se hace largo, es como si el tiempo se extendiera en situaciones como esta.
Al fin llegamos a la casa de Vicktor pero él no está afuera, me asusto, le indico al chamo que conduce que voy a bajarme a buscarlo y asiente con la cabeza. Seguidamente sale mi primo de su casa trayendo tres maletas consigo, tiene los ojos rojos y parece haber llorado.
—Sabía que ibas a decidir lo correcto —, le expreso quitándome la mascarilla para sonreírle.
—Cállate y solo ayúdame con las maletas —, dice agarrando una maleta, abre la cajuela, mete la que tiene en mano y entra al auto—, acomoda tú las demás —, me indica, estando ya en el asiento de atrás.
Le hago caso, después de acomodarlas subo al puesto de copiloto y el joven comienza a manejar al aeropuerto de Maiquetía.
Las calles están solas, no hay afluencia, Vicktor no me dirige la palabra y el silencio impera en el carro mientras vamos en por carretera. Todos tenemos puestas chaquetas con capucha y mascarillas en las caras, para tratar de cubrirnos lo mejor posible.
Hemos recorrido un buen tramo, la noche se vuelve más pasible, la velocidad del auto es a unos 100 k/h pero aun nos faltan al menos quince minutos para llegar.
Escucho el sonar de unas motos a lo lejos, por cómo suenan parecen venir a altas velocidades algo que me parece extraño pues en todo el camino no ha habido ni una sola, ahora parecen venir dos.
—Mira hacia atrás —, le solicito a Vicktor pues tengo un mal presentimiento.
—Vienen hacia nosotros dos motos, esto es raro —, dice él un poco asustado.
—Acelera —, le pido al conductor que me ve extrañado—, ¡Acelera coño! —. Le grito, él lo hace y mi cuerpo se va hacia atrás por el impulso del auto, por suerte tengo puesto el cinturón de seguridad puesto. Ahora han empezado a dispararnos— ¡Agáchate! —. Le gritó a Vicktor, el que maneja solo acelera lo más que puede mientras las balas siguen, aunque ninguna le da al auto y en este momento se escucha como los que vienen atrás también aumentan su velocidad para alcanzarnos.
A este paso no lograremos llegar al aeropuerto. No sé qué hacer.
— ¡Hay que encontrar una forma de dispersarlos! —. Grita el conductor acelerando el carro a toda la velocidad que da.
— ¡Yo tengo un arma aquí en la chaqueta pero sería muy arriesgado disparar, además no tengo puntería! —. Afirma Vicktor quien aún está tratando de cubrirse.
— ¡Dame esa mierda yo lo intentaré! —, expreso estirando mi mano para que él me dé el arma, tengo la ventana de mi asiento abierta y sacaré medio cuerpo, ya que lo hice el viento me pega en la cara, no puedo acomodarme bien. Estoy sudando, pero debo hacer algo.
Cuando logro estar mejor acomodado, no dudo, disparo tres veces, las dos primeras sin precisión pero en el tercero le doy en el pecho a uno de los dos de la moto que nos persigue del lado derecho.
Uno de los dos que viene del lado izquierdo, dispara y la bala roza mi antebrazo derecho, por lo cual cómo puedo vuelvo a meterme en el auto.
Estamos a pocos metros de la entrada del aeropuerto el chamo que conduce pasa rápido y se estaciona descuidadamente, pues los hombres de las motos se han distraído por lo que le ha pasado a su compañero.
Nosotros bajamos y sacamos las maletas lo más rápido posible, allí nos ha estado esperando Ronald quien sin decir una sola palabra nos da dos boletos, el de mi primo y el mío.
— ¡Nos han hecho una emboscada! —. Dice el que conducía cuando logra retomar el aire y hablar—, no deben tardar mucho en llegar.
— ¡Mierda! ¡Apúrense, regístrense y tomen el vuelo, pensé que podía pasar esto, por eso hay varios de la pandilla aquí! —. Afirma Ronald y el sonar de unas motos se escucha, inmediatamente comienzan a disparar, los gritos del personal del aeropuerto y de las pocas personas que hay esperando algún vuelo resuena.
— ¡Agáchense! —. Digo mientras voy corriendo con mis dos maletas en cada mano y Vicktor viene atrás sosteniendo por cada agarradera como puede la tres suyas. Vamos en dirección al corredor del pasillo al vuelo a Madrid.
— ¡Entremos lo más rápido al pasillo y salgamos en dirección al avión! —. Le indico y comenzamos a correr lo más rápido que podíamos, pasamos haciendo sonar las maquinas anti-metales y alertando a los presentes, nos adentramos en el pasillo para ir al avión.
Corremos y empujamos a cualquiera que nos estorba, todo esto aun con maletas en mano. Las personas que ya han abordado el avión nos miran ahora que hemos entrado.
—Señores, deben bajar de este avión si no es su vuelo —, dice la primera azafata que nos ve.
— ¡Enciendan y manejen este maldito avión, allá abajo ahí un puto tiroteo! —. Grito y comienzan a cerrar las puertas sin siquiera confirmar lo que he dicho, siento el andar del avión en estos minutos. Los pasajeros murmuran y nosotros siquiera hemos tomado asiento, entre el bullicio el que al parecer es el copiloto sale.
— ¡Señores la información que ha dado este hombre es verídica! —. Confirma en un tono de voz lo suficientemente alto para que todos le escuchen—, por suerte nos han avisado que por el momento no hay heridos y que las autoridades pertinentes ya han sido avisadas —, agrega silenciando definitivamente a la gente—, por favor enséñenme sus boletos —, nos indica a Vicktor y a mí.
— ¿Esta todo en regla? —. Pregunta mi primo estirando su mano derecha para entregar el boleto.
—Sí, todo está aparentemente correcto, pueden tomar asiento —, concreta, acomodamos nuestras maletas y tomamos asiento.
8 meses de haber llegado a España...
— ¡Dámelo o te cortó! —. Escucho la voz nerviosa de un muchacho al parecer afuera de la casa.
—Cálmate podemos arreglar esto, pues ambos sabemos que no quieres hacer eso —, ahora reconozco la voz de Palme, así que decido ir a ver qué pasa.
— ¿Qué mierdas pasa? ¿Niño que haces con esa navaja? —Pregunto al salir, estoy desconcertado mirando al muchacho y a mi primo de forma continua.
—Nada Vicktor, nada, vuelve a la casa —, dice Palme tratando de actuar tranquilamente.
Inmediatamente el chico de forma inesperada tira un navajazo, Palme sorpresivamente lo esquiva y estando en una posición favorable le da un golpee con su puño derecho haciéndole caer inmediatamente.
— ¡Cálmate Palme! —. Le grito y empiezo a caminar con apuro hacia él, luego me le abalanzo para aguantarle pues iba a arrojarse al muchacho planeando golpearle repetidamente.
El chico se levanta con la nariz ensangrentada.
— ¡Esto no se va a quedar así ya verán, se hundirán en la cárcel lo aseguró malditos inmigrantes! —. Grita y se va sosteniéndose la cara.
— ¡Porque no vienes aquí y me golpeas, cobarde! —. Refuta Palme con furia en respuesta.
—Calma ya vamos adentro —, le digo suavemente tratando de tranquilizarme. Al entrar y cerrar completamente la puerta, estoy enfurecido—. ¿Aún estas vendiendo droga cierto? —, pregunto, aunque sé que sí.
—No, solo era un chico desesperado de la calle —, expresa él más calmado y con una serenidad sorprendente.
— ¡A la mierda, lo haces y tienes el descaro de negarlo! —. Grito con molestia mientras las manos me tiemblan, me muevo de un lado a otro con desesperación y rabia— ¿No te dije que no vendieras esa mierda y menos aquí? —. Pregunto con otro grito.
—Vicktor yo...
— ¡Cállate hombre, no te quiero escuchar! —. Le interrumpo gritándole de nuevo, tomo aire y trato de tranquilizarme—. ¿Sabes qué pasaría si la policía te descubre? ¿Pensaste en eso? —. Hago una nueva pausa y evitando que Palme hable prosigo—. ¡No, sé que no lo hiciste porque eres un puto idiota, y no trates de explicarme nada, iré a dormir!
Concreto retirándome, él solo mira, me voy a mí habitación pero no intenta decir nada pues sé que está molesto de nuevo y prefiere evitar que la confrontación se alargue.
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Estoy despierto desde las seis y media de la mañana pues a las 8 voy al trabajo. Aun no me cabe en la cabeza pensar como Palme ha podido estar vendiendo droga posiblemente desde que llegamos.
No estamos en una posición favorable y sé que si descubren el delito nos sacaran del país. Estamos en condición prácticamente exiliados de Venezuela y las autoridades españolas saben que hemos cometido infracciones menores. Por decir que literalmente hemos apelado a su buena voluntad para conseguir permisos de trabajos y papeles, sin embargo el estado está al pendiente por si cometemos algún falló no tener misericordia, por lo cual tengo miedo.
Son las 7:20 ya he desayunado y estoy vistiéndome, Palme se ha levantado, ahora está comiendo, no nos dirigimos la palabra al vernos, solo le serví la comida.
Tocan la puerta fuertemente. Espero a que Palme abra ya que está más cerca. Lleva un rato hablando con alguien pero no logro escuchar muy bien quien o quienes son.
—Tenemos una denuncia de venta de estupefacientes y una orden que nos permite revisar su casa —. Escucho y parece ser que está hablando con oficiales de policía—, así que si nos permite pasaremos a revisar —. Al oír eso me dirijo a la puerta inmediatamente.
—Oficial dígame. ¿Qué sucede? —. Expreso calmadamente al oficial que hablaba. Aunque supongo perfectamente lo que está pasando.
—Venimos a investigar la denuncia que nos hicieron sobre la venta de estupefacientes en esta casa y por sus antecedentes penales en su país natal no sería rara esta situación —. Señala el policía y mira la cara de su compañero, el comentario es claramente xenofóbico.
Me parece una estupidez de parte del vejete este, que parece un chiste andante con su cara alargada y un bigote al estilo cowboy, a lo mejor cree que le queda bien su facha de vaquero de bajo presupuesto.
—Pero esos delitos fueron cometidos en Venezuela y se comprobó cuando llegamos acá que estamos fuera de eso —, expresa Palme con cierto tono de molestia, claramente alterado por el comentario. Yo también lo estoy pero prefiero no responder.
—Bueno, si es así déjennos hacer una revisión y nos retiramos —. Alega el otro oficial presente, un hombre de calvo, fornido y de ojos abrillantados.
—Denme un minuto oficial. Quédate aquí con ellos por favor —, digo mirando con molestia indisimulada a mi primo. Prefiero ser yo el que encuentre la droga, no le quiero dar el gusto a estos policías.
Entro a revisar la habitación de Palme lo más apresurado que puedo, me dirijo a la primera gaveta que veo y encuentro varios sobres con lo que parece ser droga, agarro todos los que caben en mis manos.
Voy hacía a la puerta caminando con furia, estoy decepcionado, triste, molesto, no creo que alcancen las palabras para describir la impotencia que siento.
Al estar pocos pasos afuera de la casa quedo de frente a los policías, dándole la espalda a mi primo, miro hacia el cielo y giro rápidamente, alzo mi brazo izquierdo y le lanzó los sobres en la cara a Palme.
¡Maldito hijo e' puta!
Vuelvo a ponerme de frente a los oficiales. Ahora mis ojos están aguados, no puedo contener la impotencia que siento.
—Llévennos ya no hay mucho que hacer —. Expreso. Palme no lo puede creer y me mira decepcionado, cuando de quien verdaderamente debería estarlo es de él mismo.
Estira las manos y nos esposan al mismo tiempo, subimos al auto policial sin necesidad de que usen la fuerza y vamos con dirección a la comisaría del pueblo.
•
2 horas después...
—Chicos es decepcionante la verdad no parecen ser malas personas, por buena suerte para ustedes tenían solo 600 gramos de heroína en su casa. Para la mayoría de estos casos la ley estipula entre 5 o 7 años, pedí que preguntaran por como son ustedes en su vecindad y no tienen antecedentes solo esto. Por lo cual he apelado frente a la jurisdicción y deben pagar una fianza de 250 mil euros en un mes o irse del país en el plazo de 15 días —. El sheriff hace una pausa y prosigue—. Es una pena.
—Gracias por su ayuda oficial —, le contesto mientras una lagrima cae por mi mejilla derecha y los malos recuerdos de lo que sufrí en Venezuela me pasan por la mente.
La muerte de Miguel, todo lo que tuve que soportar en su funeral, las semanas vendiendo droga, el peligro que corrí aquella noche vendiendo y por último la huida del país.
No entiendo como mi primo pudo hacerme esto.
Miro a Palme quien está parado frívolamente mirando al infinito y sin expresión facial alguna.
Luego le doy la mano al oficial, seguidamente salgo de allí y veo a Palme hacerlo después.
La he cagado, han descubierto que vendo droga, me siento como una puta mierda, aunque no lo parezca estoy decepcionado de mí he terminado de joder nuestra vida solo por no cuidar bien a quien le vendo.
Vicktor no me ha hablado desde que llegamos de la comisaría y la verdad lo entiendo, ambos sabemos que volver a Venezuela sería condenarnos a muerte pues no solo seríamos castigados por las autoridades estatales sino también por las de la calle y con eso me refiero a cualquier banda que quiera cobrarse de algo que hayamos hecho en su contra.
Sin embargo no estoy dispuesto a rendirme, no sé cómo conseguiré el dinero pero algo haré para enmendar mi error, porque irnos de España también acarrearía que no nos aceptaran en ningún país de la Unión Europea y aunque no lo han mencionado, esa posibilidad es completamente existente.
•
Llevo 3 horas encerrado en mi habitación investigando sobre alguna posibilidad de ganar entre los dos 8. 500 euros diario algo que probablemente es imposible, pero las esperanzas son las últimas que se pierden y no estoy dispuesto a vender un órgano en mercado negro. Sí, fue una posibilidad que sondee pero es lo más riesgoso y hasta que no me dé por vencido esa será la última opción.
—La mierda es una vida, digo la vida es una mierda —, estoy hablando con Marc, un amigo que me he hecho en este bar que frecuento los domingos como hoy en el cual tengo una razón para beber.
—Claro que sí tío —, me dice y me da una palmada en la espalda— ¡Venga, traiga otros dos vasos de este mismo! —. Grita al bartender que nos ha atendido toda la noche.
— ¿No lo has pensado Marc? —, doy un sorbo al trago que tengo—, pasamos toda nuestra vida en búsqueda de dinero y de la felicidad sin una puta razón, pues igual vamos a morir.
—Vale, yo supongo que nos hemos olvidado de quienes somos, de dónde venimos, a donde vamos, ahora solo vale cuanta pasta ganamos y cuan famosos nos consideran en este un mundo de apariencias —. Afirma y da un sorbo a su vaso—, se nos ha olvidado que la felicidad es un estado transitorio y queremos tenerle todo el tiempo. No sé si captas lo que digo pero por eso pienso que ahora nos preocupamos tanto por conseguirlos —, concluye dejándome pensativo.
— ¡¿Pero qué libro te has leído, eres la reencarnación de algún filoso o qué!? Tremenda mamaguevada con sentido la que has dicho —, digo en broma soltando la risa.
—Me has pedido opinión y te la he dado —, saca un cigarro de su bolsillo, lo enciende y continúa—. ¡¿O es que vosotros los venezolanos no saben escuchar!? —. Concreta un poco ofendido.
—Solo estoy jugando no es para que te ofendas, la verdad me ha sorprendido lo que has dicho —, inmediatamente nos traen nuevos tragos.
—Cambiando de tema. ¿Qué te ha pasado? —. Da una calada a su cigarro—. ¿Por qué has peleado con tu primo?
—Por algo sin sentido —, digo resoplando por la nariz, para luego dar un sorbo.
— ¡¿Cómo que por nada?! Cuando llegaste estabas con una cara con la que entristecías al país entero —, dice bufándose—, pero en serio cuenta lo que ha pasado, sabes que puedes confiar en mí.
—Sí lo sé por eso te lo diré —, tomo aire para hablar—, lo han denunciado por venta de drogas, la policía lo ha descubierto y nos han dado un ultimátum de que debemos pagar 250 mil euros o irnos del país en quince días —, explico agachando la cabeza por pena.
— ¡Joder pero que liados estáis! ¡¿Qué pensáis hacer ahora?!
—Nada, bueno al menos yo no haré nada es una suma imposible para quince días. Me tendré que resignar a irme del país y estar condenado a la muerte en Venezuela —, comento y mis ojos se aguan de impotencia.
—Todavía hay una pequeña puerta de esperanza —, escuchó la voz de Palme quien parece estar detrás de mí.
— ¿¡Ja, que vas a hacer matar a alguien y vender sus órganos!? —. Replico volteando mi cuello hacia él.
—Vale, yo os dejo pues creo que deben hablar —, comenta Marc y se dispone a levantarse del asiento en el que está.
—Ya te llegó Marc, no creo que haya mucho que hablar con este huevón —, le digo y termina de retirarse—. ¡¿Qué quieres?! ¡¿No crees que la hayas cagado mucho por hoy?! —, le pregunto con molestia frunciendo el ceño y girado por completo hacia él.
—Sí hay una opción Vicktor, debes creerme —. Replica calmado—, por favor acompáñame a casa para que veas de lo que hablo.
—Hablaremos en casa y por favor déjame tomarme tranquilo unos tragos, mientras pueda, gracias —. Contesto y me levanto de donde estoy dejándolo allí parado.
Nota de autor:
Hemos vuelto para que sepan que paso la verdad estuve emocionado cuando hice este capítulo y aunque publique el libro completo créanme que me gusta leerlo que interactúen con la historia, agradezco mucho que lean la historia.
Estos chicos no salen de un problema para entrar en otro y la verdad que es triste por Vicktor que esta tratando de hacer las cosas bien, pero Palme oh, Palme.
Aquí les dejo para que le comenten lo que quieran a este personaje:
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