i. la chica del subterráneo
▬▬ capítulo #1 ▬▬
❛❛ LA CHICA DEL
SUBTERRÁNEO.❜❜
Ciudad Subterránea, año 832
Débil.
Aquella palabra aparecía en sus pensamientos para recordarle una y otra vez lo que era, al menos, esa era la forma en la que se veía.
Giselle se sentía débil, inútil, una cobarde. Frente a ella, un espectáculo digno de la ciudad subterránea se llevaba a cabo en una de las reconditas calles de aquel espeluznante lugar.
Y era una de los protagonistas.
Las risas de hombres mucho mayores hacían eco en su cabeza. La azabache forcejeaba asustada de la mano que estrujaba su brazo sin piedad. Dolía tanto que sentía que podría arrancárselo. Quizás era solo su miedo jugando sucio otra vez. Después de todo, solo tenía diez años.
—¡Basta!—gritó una vez más, sin ser escuchada—. ¡Levi, detente!
—¿¡Así aprenderás, idiota!?
El hermano mayor sostuvo por la camisa al hombre que inició todo, golpeó y pateó con toda la fuerza que su cuerpo de doce años podía tener. Tanta era su rabia, que no era capaz de notar el llanto de su hermana rogándole que se detuviera.
Levi jamás permitía que trataran de intimidarlos, y si alguno se atrevía a siquiera dirigir una palabra a Giselle, acabaría de la misma forma que el hombre en el suelo. Ese niño de cabellos negros y ojos azules solía meterse en problemas con tal de proteger a los suyos, y ese momento no fue la excepción.
La Ciudad Subterránea era un lugar de "mata o muere", todos buscaban sobrevivir a cualquier costo, incluso los niños debían arreglárselas para llegar al final del día sin morir en el intento.
Pero lo único que Giselle quería era alejarse del peligro, mantener a su hermano lejos cualquier delincuente, al menos hasta que su padre fuera por ellos, si es que lo hacía.
Su padre.
El simple hecho de pensar en Kenny hizo que el llanto aumentara, quería verlo, ansiaba abrazarlo desde hace varias semanas, pero él no tenía intenciones de aparecer, o eso creía.
—¡Papá!—lloriqueó, esperando reconocer la mirada de Kenny entre la multitud.
Una vez más, nada.
—¿Buscas a tu papá? ¡Ya no eres tan valiente, ratita!—escupió el hombre, sosteniendo el brazo de la niña—. Mira a tu hermano, pronto se quedará sin fuerzas y pisaré su maldita cabeza.
Una vez más, Giselle golpeó y gritó, peleaba desesperada contra un sujeto que, si le apetecía, podía matarla. Su fuerza no podía igualarse a la de su hermano, mucho menos a la de su padre, no en ese entonces, por eso temía de lo que pudiese ocurrir.
—Por favor...
Giselle apretó sus ojos verdosos para dejar ir a las lágrimas, se armó de valor para levantar su vista a la multitud y rezó por encontrar piedad en alguna de aquellas miradas.
En un parpadeo, sus ojos se iluminaron al encontrar a Kenny, su padre. Por un pequeño instante Giselle sintió alivio, dejó que la euforia se adueñara de su frágil cuerpo, era la primera vez que lo veía en mucho tiempo, pensó que llegaría a salvarlos, la tomaría de la mano y la sacaría de ahí. Un grito agudo escapó de los labios de la niña, mientras una sonrisa de formaba en su mirada, haciendo que sus ojos llorosos se vieran opacados por la felicidad que transmitía .
—¡PAPÁ!—exclamó llena de esperanza.
La multitud comenzó a murmurar acerca de la posible llegada del padre de aquellos niños, al notarlo, Kenny dirigió la vista hacia los orbes verdes de su hija una última vez, sin más, agachó su sombrero para cubrir su mirada, y dio media vuelta.
Pronto, aquella chispa en la mirada de la niña se apagó tan pronto como llegó. La felicidad abandonó su cuerpo, esa dulce sonrisa se quebró, Giselle sintió como la tristeza apuñaló su corazón.
—¿Papá?—Giselle susurró con la voz quebrada, completamente dolida ante el gesto presenciado.
Kenny no volteó, ni siquiera cuando los golpes de Levi se intensificaron. En cuestión de segundos aquél hombre se perdió en la multitud, una vez más, abandonando a la niña que engendró.
Aquella decepción era distinta, no era un sentimiento de sorpresa, las acciones de Kenny no eran algo que debían tomarla desprevenida.
En lo más hondo de su ser, siempre lo supo.
La mirada indiferente de su padre fue suficiente, Giselle aceptó el rechazo como un adiós definitivo. En cuestión se segundos, la pequeña finalmente afrontó lo que negó en todos los años junto a Kenny, su padre jamás estaría de su lado.
Asumió que jamás sería especial, ya que nada era suficiente, ni Levi, ni ella. La decepción en la niña se convirtió en un sentimiento inexplicable, como si algo en se hubiese quebrado de repente.
Un quejido de dolor escapó de los labios de Levi. Tras una mala patada, el niño terminó acorralado en el suelo, mientras un hombre que decidió meterse al pleito por diversión, pisaba la espalda del niño sin piedad alguna.
La mirada de Giselle se dirigió hacia Levi, los ojos azules de su hermano comenzaban a llenarse de lágrimas de dolor, el peso rompería su espalda en cualquier instante.
Nunca lo dijo, pero esa mirada reflejaba auténtico terror, el detonante para su hermana.
Aquella extraña sensación se convirtió en ira, ocasionó que el cuerpo de la niña se pusiera completamente rígido, imposible de mover, un irritante chillido en su oído finalmente liberó todo lo que aprisionaba dentro de si misma, sin saberlo, su instinto asesino despertó.
—¡Oye! ¿Ves eso? Sigues tú, maldita sabandija—el hombre tomó el brazo de la pequeña con más fuerza, esperando poder samarronearla nuevamente.
Giselle tomó la mano que la jalaba, y con toda su fuerza, la niña arrojó al hombre hacia adelante, los presentes miraron estupefactos las acciones de la azabache, pues resultaba aterrador como una infante dejó en el suelo a un sujeto tan grande.
Al librarse del agarre, la azabache tomó una de las tantas botellas del suelo, y sin pensarlo dos veces, la partió en la cabeza del hombre que pateaba a su hermano.
Aquel matón cayó al suelo con la cabeza ensangrentada por los cristales incrustrados en la misma. Levi quedó sin palabra alguna, su hermana respiraba agitada, las manos le temblaban, al igual que las piernas, pero lo más aterrador era la ira que derramaban sus ojos.
Kenny paró en seco al escuchar los gritos de los hombres. Una parte suya quería voltear a ver a un par de hombres adultos al borde de la muerte por los "simples" golpes de su hija y Levi.
Giselle había tenido su despertar, el hombre Ackerman contaba con la certeza de que ella estaría bien, tuvo que romperle el corazón para hacerlo.
Kenny Ackerman continuó caminando, sin voltear, se aferró a la idea de que renunciar a su paternidad era la única forma de salvarlos.
—Giselle, tus manos—murmuró Levi, al notar que la botella había reventado en las palmas de su hermana.
Ella se limitó a mirarlas, todavía tenía un par de cristales incrustados, pero les resto importancia. Sacudiendo sus manos sobre la camisa, Giselle tomó del brazo a su hermano, ayudándolo a ponerse de pie.
—Vámonos, antes de que nos metamos en más problemas—respondió en calma.
La azabache tomó el brazo de Levi y lo paso por sus hombros, llevándolo en dirección contraria. El niño volteó la vista una vez más, a varios metros de ellos, Kenny continuaba alejándose.
Giselle no quiso voltear, tragó todas sus tristezas, y aceptó que sería la última vez que esperaría el regreso de su padre.⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀ ⠀⠀⠀ ⠀ ⠀ ⠀⠀ ⠀
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Ciudad Subterránea, año 842
Una ráfaga pasó por encima de los comerciantes, causando que toda la mercadería cayera y los ciudadanos a su alrededor comenzaran a tomarla. La mujer volteó su mirada hacia los hombres enfurecidos, ocasionándole algo de gracia las expresiones en sus rostros.
—¡Son ellos otra vez!—maldijo uno de los comerciantes.
Cuatro ladrones usaban el equipo de maniobras con agilidad. A la cabeza iba Levi, seguido de su compañero Farlan, cubriendo un extremo de la formación Isabel, la menor del grupo.
Al final de la formación, la azabache tenía los ojos posados en el frente, pero todos sus instintos estaban concentrados en su espalda, por si recibía un ataque sorpresa.
Tal como lo predijo, al voltearse, se encontró con un grupo de soldados que los perseguían a la mayor velocidad posible.
—Levi, ya están aquí—informó a su hermano.
—Se nota que no aprenden su lección y deciden traer más—dijo Isabel burlona—. ¡Levi! ¡Gigi! ¿¡No ha quedado genial lo qué acabo de decir!?
—¿Eres idiota?—dijo Levi, la pelirroja solamente puso una expresión de aburrimiento.
Giselle soltó una suave risa—Te reto a decírselos en la cara.
—¡Lo haré cuándo haya acabado con ellos!—respondió Isabel retadora.
—Ya sabes que hacer—soltó Levi, la mujer asintió ante las indicaciones de su hermano.
En cuanto su grupo tomó otro camino, Giselle se enganchó de dos construcciones. Tomando impulso, salió disparada para atrás rompiendo las filas de la formación que los seguía, pronto el grupo de ladrones se reunió otra vez.
—¡Esos movimientos, no son la Policía Militar!—exclamó Farlan.
—No lo son, llevaban las Alas de la Libertad.
—Aguarden—intervino Giselle llamando la atención de sus compañeros—. Uno de ellos no porta el escudo.
—El último a la derecha ¿No es así?—añadió Levi.
—Se nota la diferencia entre los que pasean todo el día y aquellos que pelean con titanes.
—Ya lo entienden.
—Así es—dijo Farlan—. Son nuestro trabajo.
Farlan e Isabel tomaron otra dirección consiguiendo que dos soldados los sigan, quedaba un par persiguiendo a los hermanos.
—Si te sigue atácalo, no lo mates—ordenó el hermano mayor, poco después Giselle desvío su rumbo.
Uno de los encapuchados la siguió, fue cuando la mujer volvió a impulsarse para atrás derribando con aquél hombre. Era mucho más alto que Giselle, tenía el cabello castaño claro y unos ojos verdosos, se veía demasiado fuerte, claro que, probablemente, ella lo era aún más.
Usando nada más que su rapidez y agilidad, Giselle logró quitarle una de sus cuchillas, iniciando un enfrentamiento con las armas.
La mujer lo miró detalladamente, aquél hombre no era el que buscaban, por lo tanto no temía en acabarlo. A sus espaldas, su hermano ya corría a ayudarla, y de no ser por que otro soldado cayó frente a él lo hubiera logrado. Era bastante alto, rubio de ojos azules: el objetivo.
El hombre uniformado logró contener a Levi, ante esto Giselle utilizó el único recurso a su alcance, tirándolo con todas sus fuerzas, la mujer aprisionó al soldado con el que peleaba, logrando posicionar la cuchilla en la garganta.
—Baja el arma—ordenó el rubio que sujetaba a Levi.
—Suéltalo—exigió la azabache.
—Arreglemos esto de forma...
—Que lo sueltes—interrumpió, solamente debía apretar la cuchilla con mayor fuerza para terminar con el asunto, estaba dispuesta a matar al soldado si era necesario.
Poco después Isabel y Farlan aparecieron esposados, fue cuándo la mujer flaqueó en su decisión, la mirada de Isabel llena de miedo la hizo cuestionar su propia capacidad de matar.
—Giselle—llamó Levi, la chica se sentía con la espalda contra la pared, Isabel y Farlan podrían pagar por su decisión.
Derrotada, la mujer arrojó el arma levantando ambas manos, rápidamente el soldado se puso de pie, tomando a Giselle para aprisionarla poniéndola de rodillas junto a sus compañeros.
—Capitán Berrycloth—llamó el rubio parado frente a ellos.
El mencionado apareció poco después abriéndose paso entre los soldados de la legión. Giselle no pudo evitar analizarlo de pies a cabeza; un hombre de larga cabellera negra agarrada en una trenza, tenía el porte de un soldado, pero su mirada reflejaba compostura y algo de elegancia.
Un policía militar, sin duda alguna.
El capitán Bastien Berrycloth se aproximó hasta el grupo de ladrones, mirándolos con detalle. Sus ojos no tardaron en chocarse con los de Giselle, algo peculiar que ambos notaron era la similitud entre el color de sus orbes verdosos.
—¿Son ellos?
—Tal parece, capitán Smith—se limitó a responder.
—Comprenden la situación—dijo el rubio—. Necesito que respondan algo ¿Dónde consiguieron el equipo? Sus habilidades son excelentes ¿Quién les enseñó?
Los cuatro mantuvieron su silencio, Giselle seguía a aquel hombre con la mirada, era tal como lo imaginaba, por lo cuál estaba preparada mentalmente para cualquier ataque.
Erwin Smith, capitán de la Legión de Reconocimiento, habían muchos que lo deseaban muerto, incluso pagarían con tal de lograrlo. Levi y Giselle no pudieron rechazar la gran cantidad de dinero que les ofrecieron para asesinarlo.
Y si todo salía como lo planearon, pronto conseguirían su objetivo.
—Escuché que están a cargo—continuó mirando a ambos—. ¿Alguno tuvo entrenamiento militar?
Al no obtener respuesta, el hombre que Giselle intentó matar, Mike Zacharius, estrelló a Levi contra el suelo.
—¡Infeliz!—exclamó ella.
—Preguntaré de nuevo—prosiguió el rubio—. ¿Dónde aprendieron a usarlo?
Giselle solamente lo miró con ira, no veía la hora de cortarle la garganta, pero si quería cumplir la promesa que hizo, debía esperar.
—¡Nadie nos enseñó!—intervino Farlan—. Aprendimos por nuestra cuenta propia, para poder salir de este basurero.
—¡Así es, ahora dejen en paz a mi hermano mayor!—exclamó Isabel.
—Si esto fuera un arresto habrían actuado con mayor inmediatez—interrumpió Giselle—. Imagino que eres de un cargo superior, si quieres resolver esto de forma decente, que sea por ambas partes.
Mike levantó la vista hacia el rubio ante las sospechas de la mujer, su conocimiento acerca de los movimientos de la legión, Farlan, Isabel se mantuvieron callados esperando que el diálogo se diera.
—Giselle, basta.
Levi sabía mejor que nadie las consecuencias de enfurecer a su hermana, y si querían completar la misión debía mantenerse calmada. Tras recibir la orden de Smith, Mike levantó al ladrón, mientras capitán se arrodilló frente a él.
—Me llamo Erwin Smith—se presentó—. ¿Y tú?
—Levi.
—Levi—saludó, antes de girar hacia la azabache—. Giselle, te pido que consideres las cosas antes de matarme, traigo conmigo una propuesta para su beneficio.
La azabache mantuvo su mirada seria sobre el hombre dispuesta a escucharlo, a pesar de saber lo que estaba por decir.
—En las filas de la Policía Militar corre un rumor, sobre un grupo de mercenarios bastante peculiar, diferente a lo que se ve normalmente—añadió Bastien—. Dos de ellos tan rápidos y fuertes que apenas se dejan ver. Los soldados murmuran que pueden tratarse de desertores de la milicia, pero a juzgar por sus declaraciones, puedo asegurar que algunos simples nacen con el talento.
Las palabras de Berrycloth confundían aun más al grupo de ladrones, la azabache no podía evitar mirarlo con el ceño fruncido, era extraño encontrar un rostro amable y una actitud amable bajo el nombre de un policía militar.
—Necesitamos de su fuerza, únanse a la Legión de Reconocimiento—añadió Erwin, de una vez poniendo el trato en juego—. Háganlo, y serán absueltos de cualquier crimen cometido.
—¿Y si no aceptamos?—preguntó Levi.
—Temo que estarán bajo mi cargo—la voz del capitán de la policía militar interrumpió la charla—. Es probable que terminen tras las rejas por muchos años, quizás no se vuelvan a ver.
Levi giró su cabeza a Giselle, la situación ameritaba que respondan de forma veloz. Tras un largo rato de silencio, donde Giselle entrecerraba los ojos levemente huscando descifrar las verdaderas intenciones del par de capitanes, la azabache finalmente asintió, firmando la que podía ser su sentencia final.
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