XI
Fui a buscar a Michelle antes de ir a la mansión de los Thyson. Esaleyendaparecía ser bastante real y no queríaacabarcolgada de ninguna de las cuerdas que aún había allí. Llegamos allí cuando la lunareciénsalía. Escalamos la verja que rodeaba la mansión y saltamos al otro lado. Noté algo siniestro en el ambiente. Avanzamos hasta la casa y probamos a abrir la gran puerta de madera con la letra "T" en el medio. La puerta no cedió.
-Probemos por detrás- susurró Michelle señalando un camino que guiaba a la parte trasera de la casa.
Asentí y comenzamos a caminar alrededor de la casa. Todo estaba a oscuras a excepción de los lugares a los que apuntábamos con las linternas de nuestrosmóviles. Llegamos a la puerta trasera de la casa y descubrimos que estaba un poco abierta. Alguien había estado allí.
-Iré yo primera- dije yo adelantándome para entrar- No te separes de mi-
Michelle asintió no muyconvencida y ambas entramostemerosas de lo que podíahaberdentro. La puerta daba a un cuartojunto a la cocina. Todos los fogones tenían telarañas y los armariosestabanllenos de mugre y polvo. Caminamos a la puerta de la cocina la cualdaba a un gran salón; el Salón de los Ahorcados. Apuntamos con nuestrosmóviles al techo donde pudimos ver como una decena de cuerdascolgaban del techo. Siniestras. Tambaleándose de un lado para otro al ritmo del viento. Pasamos el salón mirando al techo hasta que, de repente, las luces se encendieron. Ambas nos juntamosespalda con espaldaintentandoprotegernos de lo que fuera que hubiera en aquella casa. Unarisasiniestraretumbó por las paredes del salón. Caminábamos en círculosintentandoabarcar el mayor campo de visiónposible para que nada nos pillara por sorpresa. Unospasosempezaron a oírse, pero no conseguíaaveriguar de dóndevenían. La acústica de la casa hacía que todo sonido por pequeño que fueraresonara por todos lados haciendo imposible saber de dóndevenía.
-Vaya, vaya, vaya- dijo una voz a mi derecha.
Mi cabeza instintivamente se giró hacia allí. Vi unas escaleras forradas de una moqueta de terciopelorojo. Levanté la vista hacia el final de las escaleras y entonces la vi. Marissa. Vestía un camisónblanco con las mangas anchas que le colgaban hasta sus codos. El camisón le llegaba hasta los pies arrastrando un poco del final. Llevaba el pelorubiosuelto y ondulado con una corona de floressecas en la cabeza. Estabapreciosa y siniestra al mismo tiempo.
-Se suponía que solo debías de venirtú, Katherine- dijo mientras bajaba los escalones de uno en uno, lentamente- Pero no puedo dejartestigos, así que Michelle tampocosaldrá de aquí-
-¿Qué es lo que quieres?- pregunté intentando no tener miedo de la situación que vivíamos en ese momento.
-Te quiero a ti- se dirigió a mí con una sonrisa que, pronto, se tornómalévola- Muerta-
Entonces, alguien me puso un pañuelo entre la boca y la narizhaciéndomerespirar un olorextraño. Miré a mi lado y vi a Michelle de la mismamanera que yo, intentandoresistirse. Intentédefenderme pero poco a poco mis parpados se fueroncerrando y todo se volvió negro.
(...)
Poco a poco fui recuperando el sentido. Estabasentada en una silla con las manosatadas por detrás, la bocatapada con un trozo de cintaaislante y con una soga al cuello. Michelle, pocos metros más alejada de mí, estaba de la mismamaneraaúninconsciente.
-Bien- dijo Marissa entrando al salón ya vestida como una persona normal- Estásdespierta-
Intentéhablar pero de mi boca solo salieronsonidosinentendibles.
-No lo intentesquerida- comentóella mientras se acercaba a mi- Es inútil-
Cuando estuvo en frente mía se acercó a mi rostro hasta estar a pocoscentímetros de tocarme con su cara. Levantó su mano y me arrancó la cintaadhesiva de la boca de malagana. Después de soltar un quejido, la miré fijamente a los ojos con furia.
-Eres una...-
-Unazorra- me interrumpió alejándose de mí- Sí, sí, lo sé-
-¿Por qué haces esto?- pregunté intentandorazonar con ella.
-Porque tengo que preservar el linaje de mi familia y encontrar a mi mitad perdida- respondió a gritos- Y no puedo conseguir eso...-
-¿Por qué no?- pregunté confundida.
Yo estaba con Vixtor y no tenía intención de dejarlo con él por la estúpidarazón de que no es quien me conviene o no es con quien estoydestinada a estar.
-¡Porque está enamorado de ti!- gritó mientras me miraba con ira en sus ojos- ¡Mierda, Katherine! ¡No te enteras de nada!-
-No entiendo- dije aún más confusa que antes- ¿Quién?-
-¡Carlo Smith!-
En ese momento la puerta principal se rompió y una humareda de polvoinundó el salón. Cuando la niebla se disipópude ver a Alexei acompañado de Vixtor, Daniel y... ¿Carlo? Marissa corrió hacia las escaleras y no la volví a ver aquellanoche. Vixtor y Daniel se acercaron a mi y Alexei y Carlo fueron con Michelle, que ahora estaba despierta. Cuando Vixtor terminó de desatarme las manos y Daniel me quitó la soga del cuello, me tiré a los brazos del último. Sollocé un poco en su hombro y me separé para verle la cara. Daniel y yo nos separamos del todo y él se fue a ayudar con Michelle. Vixtor apareció enfrentemío y me abrazó por la cintura. Le correspondí al instante enterrando mi cara en su cuello para oler su aroma.
-No puedo creer que casi te pierda- me susurró ¿sollozando?
Me separé de él para mirarle a los ojos y me acerqué a su rostro. Acaricié su mejilla mientras observaba con detenimiento todos los detalles que podíaofrecerme. Sus ojos color miel ahora brillaban (debió ser por el sollozo de antes) y su pelocastañooscuro estaba revuelto a causa de lo que acababa de pasar. Mi mirada pasó a sus labios. Eranfinos y de un color claro. Tenían un sabor que ahora notabanecesarioprobar. Me acerqué para besarle pero él me detuvo.
-Tu hermano- susurrómuyrozando mis labios.
-Me da igual-
Entonces le besé y él me correspondió. No me importaba lo que teníamos alrededor. Habíaestado a punto de moriraquellanoche y no creí que la furia de mi hermano por salir con su compañero de universidad fuerapeor que aquello. Mi hermanocarraspeó de manerabrusca haciendo que ambos nos separáramos. Sabía que aquellanoche, Daniel, no me dejaríadormir.
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