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━two: the friendly neighbour

LOST GIRL
𝐂𝐇𝐀𝐏𝐓𝐄𝐑 2
the friendly neighbour

DESDE LOS SIETE AÑOS, siempre han sido Grace y Bigotes.

     Cuando se separó de su padre y se quedó completamente sola, cuando se quedaba noches enteras estudiando y su vida parecía dejar de tener sentido... ahí estaba su gato.

     Nunca se habían separado por más de un par de horas. Eran prácticamente inseparables. Con el paso de los años, hasta había hecho bromas consigo misma diciendo que Bigotes sería el hombre con el que terminaría casándose. Y, dejando de lado el humor de alguien que pasa demasiado tiempo con su gato, era verdad.

     Las calles de Nueva York nunca le habían parecido tan abarrotadas como ese día. El tráfico se había parado debido a la conmoción y varias sirenas de la policía y ambulancias se escuchaban a lo lejos. El pánico había cundido en apenas unos minutos, pero a Grace le daba igual. Agarraba su maleta con fuerza y apartaba a la gente a base de codazos, sin molestarse en pedir perdón. Cuando logró llegar a una zona más despejada por la gente, volvió a respirar aire fresco y aclarar sus ideas.

     Grace Stanley nunca se ha considerado una genio, pero nunca ha negado que es lista. Y sabía que, cuando una persona está agobiada, se le nubla con facilidad el juicio y puede llegar a tomar decisiones impulsivas e inconscientes. Las cuales, al final, acabarán por convertirse en una disminución considerable de las posibilidades de éxito. Por eso se obligó a respirar, serenarse, y mirar las cosas de manera objetiva.

     Sin embargo, eso la hizo agobiarse aún más.

     Estaba rodeada por gigantes de hierro y ladrillo. Desde donde estaba podía ver cientos de bifurcaciones que volvían a dividirse en calles más pequeñas. Y ella era pequeña. Diminuta. Con cada segundo que pasaba, las calles de Nueva York parecían tragársela con fiereza.

     Era prácticamente imposible que encontrara a Bigotes en esa situación.

     En el momento en el que iba a dirigirse a una calle al azar, una reportera apareció de la nada y la frenó. Llevaba su pelo moreno cortado por debajo de la mandíbula y miraba a Grace como si acabara de encontrar la noticia del siglo.

     —El caos se ha propagado a una velocidad vertiginosa en la calle Thompson. Cientos de personas se han aglomerado en un momento —siguió narrando—. Aquí tenemos a una civil que acaba de salir de la zona en la que se ha producido el conflicto. Dinos, ¿has visto lo que ha ocurrido? Se te ve alarmada, ¿buscas a tu pareja?

     —Busco a mi gato —le espetó, con el estrés saliéndole por los poros.

     La reportera se quedó en shock durante unos segundos, pero Grace ya se había marchado antes de que volviera a preguntarle algo. No tenía tiempo para eso. Cuanto más tiempo pasara, más tardaría en encontrar a Bigotes. Más se alejaría y se asustaría y... y...

     Dios, iba a encontrarlo aunque le fuera la vida en ello.

     Dobló la esquina de una calle y comenzó a llamar a su gato a gritos. Entre las pintas que llevaba, su cara contraída por las ganas de echarse a llorar en ese mismo instante y la enorme maleta que llevaba a rastras, más de una persona se paraba para mirarla con extrañeza. Por supuesto, en esos momentos era lo último que le importaba, aunque luego se arrepentiría de todas las idioteces sin sentido que ha ido haciendo.

    Siguió andando lo que le parecieron siglos. Le dolían los pies por llevar tacones y la luz del día estaba comenzando a desaparecer. Al cabo de los minutos, como si todos los universos que existieran se hubieran puesto de acuerdo para dejarle claro que ese día era imposible que las cosas le salieran bien, comenzó a llover con fuerza. Grace maldijo a su suerte, el momento en el que apareció en la casa del hechicero, que le borrara la memoria a Peter Parker y que hubiera aparecido ese maldito lagarto de la nada. Se refugió en un callejón sin salida, pegó la mochila a su pecho para que su investigación no se mojara y se sentó encima de su maleta, queriendo desaparecer de la faz de la Tierra en ese mismo instante.

     En vez de amainar, la lluvia únicamente parecía incrementar. En todos los años que llevaba desapareciendo de un universo a otro, su llegada nunca había resultado tan desastrosa. Evidentemente, ha acabado en situaciones más y menos incómodas, y también ha tenido días malos —muchos días malos, para concretar—, pero ese día... No necesitaba que le dijeran que no era una de esas personas a las que la vida parece sonreírles, pero en esos momentos, todo un cúmulo de cosas malas le estaban ocurriendo.

     No sabría decir en qué momento se puso a llorar.

     Hacía años que no lloraba, y no porque le faltaran las ganas. Simplemente, con el paso del tiempo, dejó de relacionarse con la gente. Si se hacía cercana a alguien, pronto tendría que abandonarle, y la cercanía implicaba preguntas y explicaciones que estaba harta de dar. Y, como dejó de tener amigos, le parecía una tontería ponerse a llorar. Porque no habría nadie ahí para consolarla, y tendría que consolarse a ella misma. Y eso, en definitiva, sólo la haría sentirse más sola y miserable. Y ella tenía que volver a levantarse y seguir a delante para ponerle fin a su problema. No podía darse el lujo de llorar.

     Sin embargo, en ese momento le pareció lo más normal del mundo.

     Las luces de las farolas comenzaron a encenderse y el callejón en el que estaba quedó en penumbra. Los pasos de la gente apresurada por llegar a un lugar cubierto resonaban por todos lados, y la ropa de Grace comenzó a empaparse de su miseria y la lluvia. Los pasos de una persona, en vez de seguir la corriente, se detuvieron a la altura del callejón. Ella se clavó las uñas en su muñeca para evitar gritar de la rabia y la impotencia.

     Lo que le faltaba era que un borracho de turno empezara a incordiarla. No era la primera vez que tenía que encarar a una persona, así que no estaba preocupada por eso. Es más, ¡hasta le había dado un puñetazo a un lagarto gigante! Pero le parecía demasiado hasta para lo lamentable que era su vida.

     Sacó la cabeza del refugio que había creado entre sus piernas y brazos y miró a esa persona con toda su ira acumulada. No obstante, los ojos que le sujetaron la mirada no eran los de un borracho. Era una mirada almendrada que le recordaba al café que tomaba en el universo 43, al color de los árboles de Central Park y a la calidez de la leña quemándose. Unos ojos que la miraban con preocupación... no recuerda cuando fue la última vez que alguien la miró así.

     —¿Estás bien?

     Grace se quedó observándolo, recelosa. Las personas normales no se quedan paradas en medio de la lluvia para ver cómo está una persona en medio de un callejón sentada sobre una maleta fucsia.

     —Te prometo que no soy un salido —le dijo, rascándose la cabeza en un gesto nervioso—. Soy Peter.

     Grace dejó salir una risa sarcástica, mezclada con las lágrimas que aún salían de sus ojos.

     —No me digas, y te apellidas Parker —bromeó.

     No hubo reacción alguna. Ni una negativa, ni una risa, ni una pregunta dubitativa... Volvió a mirarlo aún más fijamente.

     Tendría más o menos la edad de Grace. Era alto, con una mirada afable, con mechones mojados marcando su cara. No entendía nada. Absolutamente nada. Se puso de pie de un salto, trastabillando con su mochila, que estaba a un lado de la maleta. Llevó su mano a su pulsera de vibranium, toqueteó unos cuantos dijes y un escáner azul recorrió el cuerpo del chico que tenía delante.

     —Ey, oye, ¿qué es eso?

     Dio un paso hacia atrás, alarmado, pero Grace ya había completado su análisis. Una pequeña pantalla holográfica se interpuso entre los dos, y en ella comenzaron a aparecer los datos que estaba buscando. Composición física, edad, número de moléculas, átomos anormales, concordancia con el universo actual... Negativa.

     Continuó mirando, todavía más nerviosa, hasta que encontró el dato definitivo. Ese chico no era de ese universo... Era de la Tierra 48. Un universo en el que ella había estado.

     Pasó su mano por encima de la pulsera, haciendo así desaparecer el holograma.

     —Te llamas Peter Parker, naciste y te criaste en Queens, hace unos años te graduaste en bioquímica y tu novia, Gwen Stacy, murió el siete de febrero de 2014. Ah, claro, también eres spider-man.

     —¿Qué... cómo sabes eso? —frunció el ceño, con confusión—. ¿Tú tampoco eres de este universo?

     —¿Qué haces aquí? —le preguntó ella.

     —No lo sé —le contestó, con sinceridad—. Puede que nos haya ocurrido lo mismo. Yo estaba yendo a hacer la compra y de repente aparecí aquí.

     Las cosas comenzaron a encajar dentro de su cerebro. Puede que por eso el hechicero estuviera persiguiendo al lagarto. ¡A eso se referían con encontrar a los otros! Había hecho algo que le salió mal y estaba tratando de solucionarlo. Quizás era verdad que podía ayudarla y...

     —Oye, ¿te encuentras bien? —volvió a preguntarle—. Pensaba ir a buscar al Peter Parker de este universo para ver si sabía lo que está pasando, pero entonces te he visto aquí y, bueno, la verdad que no parece que estés muy bien.

     Grace se frotó las lágrimas con su manga.

     —He perdido a mi gato —le dijo, con un hilo de voz. 

     Él la miró, sin saber muy bien qué decir.

     —Vaya... A mi tía se le escapó su gato cuando yo tenía cinco años. Estuvo muy triste. Recuerdo que le dijo a mi abuelo que era el único macho que merecía la pena.

     Grace apretó sus labios en una fina línea hasta que, al final, comenzó a reírse a carcajadas,, acompañadas por las de él.

     —Dios, es el peor intento de consolación que he oído —balbuceó, entre risas.

     No obstante, su risa no tardó en ir apagándose hasta que volvió a comenzar a sollozar. Su gato estaba solo. En Nueva York. Y lloviendo.

     —Ey, ey, vale, perdona, no ha sido una buena idea. —Le puso una mano sobre su hombro, intentando tranquilizarla—. Vamos a buscar un hotel donde puedas cambiarte de ropa, o si no vas a coger un buen resfriado.

     Dudó. Estaba siendo una dueña terrible.

     —Escucha —volvió a hablarle, intentando convencerla—. Allí podrás calmarte y luego te prometo que te ayudaré a buscar a tu gato.

     No sabe si fue por su mirada amable o por su voz tranquilizadora, pero terminó aceptando.

Grace salió del baño con su pelo rubio recogido en un moño mal hecho, con una camiseta grande de ABBA que usaba de pijama y unas gafas metálicas que usaba sólo cuando estaba en su casa.

     —Gracias por haberme traído hasta aquí.

     Peter llevaba puesto su traje de spider-man, a excepción de la máscara. Estaba sentado el la repisa de la ventana del hotel, y se giró al escuchar la voz de Grace. Le dio una pequeña sonrisa, alegre de verla más serenada.

     —Tú quédate aquí, te prometo que encontraré a tu gato.

     —Debería de ir contigo. Hay muchos gatos negros en Nueva York.

     Él volvió a sonreír, instantes antes de saltar por la ventana.

     —No te preocupes. Soy el amigo y vecino spider-man, ¿no?

Bueno... finalmente actualicé jsjsjs. Sé que estos capítulos están siendo muy cortitos, pero espero que a pesar de ello los disfrutéis. Como podéis ver, varios de los acontecimientos de la peli ocurrirán de manera diferente. Y bueno, no tengo más que decir, ¡mucho amor para todxs! <3

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