
4. El favor
OCTUBRE
Bostezo un par de veces mientras paso la tarjeta por el torno, abriéndose ésta para que pase. Un mes llevo aquí y ya estoy acostumbrada al pitidito de la máquina cambiando el sensor a verde. Saludo a la chica que hay hoy en recepción, dirigiéndome hacia la máquina de café que hay en pasillo sur, cuando Daniel aparece en mi campo de visión, dirigiéndose hacia mi con el gesto muy apurado.
-¡Oh, Pamela! ¡Gracias a dios! Tienes que hacerme un favor, bueno, a mi no, al club -me ruega Daniel mostrándose bastante inquieto por lo que sea que le ocurra.
-¿Qué pasa? -le pregunto pues nunca lo había visto tan alterado.
-Cristian, nuestro enfermero ha tenido un accidente y está en el hospital. No sabemos lo que le pasa ni lo grave que será.
-Vaya, que mal -es lo único que se me ocurre decir, pues, aunque no me alegre de las desgracias ajenas, y esperando que lo de Cristian no sea grave, ese tío no me agrada mucho porque me trata como si fuera idiota.
-Necesito que viajes con nosotros a Las Palmas. Mañana jugamos a las 16.00 y nos vamos antes de comer. De verdad que no te lo pediría si no fuera una urgencia, pero, tiene que viajar un enfermero con nosotros y ni me da tiempo ni quiero llamar a nadie más.
-Pero yo no soy enfermera, Daniel -le protesto pues la verdad es que tener que viajar con el primer equipo no es algo que me apetezca mucho. Desde que pasó lo de Vinicius he procurado no estar cerca de la plantilla y así ahorrarme el tener que ponerles malas caras.
-Pero eres Auxiliar de Enfermería, y encima estás en el último año de carrera. Me sirve. Se te pagaría el viaje como si fueran días trabajados y te convalidaría horas de prácticas.
La propuesta es tentadora. Y mucho. Pero, lo que me hace decirle que si, es el apuro que veo en su rostro y como de verdad necesita que le haga este favor.
-Está bien. Cuenta conmigo -puedo ver en su rostro como de aliviado se muestra tras mi respuesta, sintiéndome bastante bien por haberla aceptado.
-Te daremos el uniforme oficial del club y un par de mudas. Si necesitas ir a casa, puedes ir. El avión sale a las dos de la tarde y se han citado a todos a las 12 y media para irnos. La comida se servirá durante el vuelo. Sería genial que estuvieras aquí un poca antes para explicarte varias cosas a tener en cuenta para el viaje.
-Bueno, no hace falta que me vaya a casa. Pensaba ir a ver a mis padres este fin de semana -le señalo la maleta que llevo en mi mano, encogiéndome de hombros, y consiguiendo que Daniel todavía, se sienta más tranquilo con mi presencia en la expedición.
Después de que él me explique en su despacho algunos protocolos para el viaje así como la medicación de algunos jugadores, decido revisar mi maleta, quitando algunas cosas que pensaba llevarme a Málaga, y metiendo en ella las prendas que me han dado para el viaje. El llamar a mis padres para anular mi visita es algo que hago también durante uno de mis descansos, no gustándoles mucho la idea de que no voy a ir a verlos.
-Tienen mucha pasta como para contratar a otra persona para que viaje con ellos. Se están aprovechando de que eres la becaria, Pamela -me regaña mi madre, teniendo yo que rodar mis ojos al escucharlos opinar de algo que no saben.
-Me van a pagar como si estuviera trabajando y me van a convalidar también horas de prácticas. Aquí se lo toman todo muy en serio -intento explicarles encontrándome de nuevo con las molestas palabras de mi madre.
-Eso es lo que te han dicho para que vayas con ello. Pagar es lo que voy a tener que hacer yo mañana con quien venga a sustituirte, Pamela. Que los aguacates no se van a recoger solos -mi madre me reprende una y otra vez, haciendo que hasta me alegre de no ir a verlos, porque se ve que yo no iba de visita, sino a trabajar.
-¡Vaya! Siento haberte jodido los planes. Si quieres te paso a Florentino Pérez para que te quejes de que no voy a recoger los putos aguacates -no he podido evitar gritarle porque de verdad, que mis padres a veces viven aún en el siglo pasado- tengo que irme. Ya os llamaré. Adiós.
Cuelgo el teléfono muy fastidiada y si, enfadada por la actitud de mis padres. Siempre soy yo la que tiene que bajar a verlos, pues siempre buscan alguna excusa relacionada con el campo para demorar sus visitas. Parpadeo un par de veces intentando despejar las lágrimas que quiero contener, hasta que siento unos pasos cerca de mi.
Me recompongo como puedo y fuerzo una sonrisa al percatarme de que es Jude quien se acerca, frunciendo el ceño en cuanto me ve.
-¿Porqué lloras? ¿algún idiota te ha dicho algo? -su genuina preocupación por mi es algo que me sorprende pero que valoro en él. Quisiera no mostrarme tan vulnerable frente a él pero llega un momento que de todo se cansa una.
-No, no te preocupes, está todo bien -muevo mi mano de un lado a otro intentando quitarle importancia a lo que me pasa, pero, con lo que no contaba es con la terquedad del inglés y como parece importarle lo que me suceda.
-Si fuera así, no llorarías -vuelve a insistir él ante lo que me no me queda más remedio que suspirar resignada.
-Me he peleado con mis padres. Nada grave, pero me jode. Ya está.
Zanjo el tema encogiendo mis hombros, fijándome como a él no parece satisfacerle mi explicación, pues sigue con esa expresión de querer saber más, algo que no va a ocurrir.
-¿Porqué te importa tanto lo que me pase? -le pregunto incapaz de aguantarme más ese interés por mi.
-Te diría lo típico que no me gusta ver a una chica guapa llorar, pero, la verdad es que, sin obviar que lo eres, despiertas en mi una gran curiosidad y me molesta que estés disgustada. Nada más.
Jude se lleva sus manos a los bolsillos, balanceándose levemente sobre sus pies mientras me habla. Su respuesta me ha dejado pasmada, algo que disimulo como puedo, decidiendo proseguir mi camino o juro por Dios que las insinuaciones de Alexandra las voy a hacer realidad.
-Gracias, entonces.
Es lo único que me atrevo a decirle, alejándome de él con la mayor rapidez posible. Ni siquiera me quedo a escuchar su respuesta, pues, la inquietud que me produce su presencia, sumado a los alterados latidos de mi corazón, sé que me pondrían aún más inquieta.
Y encima, él, ha dicho que soy guapa.
Daniel me ayuda a poner mi maleta en el maletero del autocar, indicándome que entre por la puerta de atrás y me siente en los asientos delanteros. Dice que hay una mesa y que deje ahí el maletín con la medicación. Hago lo que me dice, subiendo las escaleras. Al entrar, me quedo algo fascinada pues no esperaba un vehículo tan moderno y con tantas comodidades. Asientos de cuero. Una pequeña pantalla en cada uno de ellos. Luces led y reposapiés en cada asiento, todo para la comodidad de sus ocupantes.
Me desplazo hasta la parte delantera, encontrándome con algunos jugadores que comienzan a subirse. Saludo a los que me cruzo, sonriéndome alguno de ellos al hacerlo, siendo muy amables, apartándose para no importunarme por si hubiera un roce inadecuado.
Cuando Kylian Mbappé pasa a mi lado, casi tengo que reprimir una sonrisa, pues él me recibe con una que estoy segura que de ser Alexandra, ya se había desmayado. El jugador francés me hace un gesto de asentimiento a modo de saludo, respondiéndole yo de la misma manera.
Alcanzo mi asiento a la misma vez que Jude termina de subir las escaleras de la parte delantera. Nuestras miradas se cruzan de una manera tan intensa, que siento un pequeño ahogo en el pecho, como si me faltara el aire. No habiéndome sentido así jamás de esta manera con nadie.
Quiero no mirarlo. Quiero desviar mi mirada y no sentir mis mejillas ardiendo por su causa. Quiero que él deje de afectarme tanto y que hasta mi pulso no se vuelva tan frenético. Pero, no puedo. La atracción que siento por él es tan innegable que me resulta muy difícil negar lo que despierta en mi.
-¿Vienes con nosotros? -me pregunta Jude cuando está más cerca de mi, cuando puedo ver en su mirada caramelo como la intensidad de esta, alimenta de nuevo los alocados latidos de mi corazón.
-Esta vez, si -le respondo manteniéndole la mirada, y sintiendo el rubor de mis mejillas más acrecentado. Jude tarda unos segundos en responder, demorando su vista sobre mi. Tuerce la boca en una pequeña sonrisa, una que hace erizar los vellos de mi piel y hacerme tragar en seco por su maldita culpa.
-Bien. Me harás el viaje aún más interesante.
Contengo el aliento apretando mis labios a causa de sus palabras. Bajo mi cabeza haciendo como que abro la cremallera del maletín, cuando él pasa a mi lado, alejándose hacia su asiento. Algo tira de mi cabeza para que me dé la vuelta y lo mire, pero, no lo hago pues no me apetece quedar en ridículo si se diera cuenta de que casi babeo por él.
Todos los jugadores van entrando en el autocar, saludándome uno por uno, así como el resto del equipo. Cuando por fin están todos, Daniel se sienta frente a mi, ayudándome a preparar la medicación para el mareo que deben tomar varios jugadores. Me pide que me encargue de entregársela, y es lo que hago antes de que nos pongamos en marcha.
Me dirijo hacia la parte de atrás, localizando a Nacho, uno de los dos jugadores al que debo darle la pastilla. Me acerco a él con una sonrisa, llamando su atención.
-Nacho. La pastilla -le tiendo un pequeño vaso con la grajea y un botellín de agua para que la acompañe- me dice Daniel que ésta te dará un poco de sueño debido a la ausencia de azúcar.
-No te preocupes, Pamela. Gracias por traérmela, y dile a Daniel que le agradezco las molestias de habérmela buscado -me contesta Nacho tomando lo que le doy. Lo dejo para buscar al próximo jugador, siendo Eduardo Camavinga el siguiente.
Lo encuentro bastante más atrás, rodeado de los jugadores más jóvenes del equipo, estando Jude con ellos. Intento no mirarlo pues sé que me pondría más agitada de lo que estoy por su causa. Y no quiero estar todo el día así.
-Eduardo. La pastilla para el mareo -hago con el francés lo mismo que he hecho con Nacho, pero, procurando no mirar a Jude, no así él, quien parece que desde que me he acercado a ellos soy lo único a lo que mira.
-Gracias, Pamy, ¿puedo llamarte así? -su tono de voz es bastante dulce y cauteloso, pero, la respuesta que le voy a dar no es algo que le vaya a gustar.
-No -le respondo de una forma algo cortante, provocando en él que su rostro se vuelva más serio y que hasta se muestre algo avergonzado por su petición.
El resto de los jugadores que hay a su alrededor, se han callado después de mi estúpida negativa, pendientes de lo que pueda decir a continuación.
-Tuve un novio que me llamaba Pamy Pam. Se creía muy gracioso cuando lo hacía y a mi me sentaba como el puto culo. Puedes llamarme como quieras, menos, Pamy, por favor. Ni Pamelita, que también lo odio -el rostro del francés muda hasta sonreír, satisfecho por la explicación que le doy.
-¿Y yo te puedo llamar nena? -me doy la vuelta para encarar a Vini, quien se dirige a mi con un gesto burlón. Este sería un buen momento para poner más distancia entre ellos y yo, o, mostrarme tal y como soy, una persona sociable que se adapta a todo.
-Claro, que ya te llamo yo a ti gordi, mi vida -le guiño un ojo al brasileño, siendo recibidas mis palabras por varios vítores por parte de sus compañeros.
Me doy la vuelta para dirigirme a mi asiento, pues el autocar ya ha cerrado sus puertas y se dispone a arrancar.
-¿Todo bien? -me pregunta Daniel una vez que me he sentado a su lado.
-Si. Todo bien -le admito esta vez con una sonrisa pues me siento algo más aliviada por el viaje y como parece que la tensión con los chicos ha disminuido un poco.
-Pamela, puedes hablar con los jugadores, no pasa nada porque lo hagas. Algunos son de tu edad y es normal que prefieras tener conversaciones con gente más joven que con señores de mediana edad como nosotros -una carcajada sale de su boca nada más terminar de hablar. Daniel me cae bien. Es una persona inteligente, además de un gran médico.
-Ya, pero, seguro que ninguno de ellos podría explicarme como reparar un cartílago -es la respuesta que le doy, siendo totalmente ciertas mis palabras, algo que le hacen reír de nuevo.
-¿Sabes? no entiendo porque no has estudiado medicina y te estás conformando con ser enfermera. Tendrías potencial como médico.
-Fácil -.le contesto a Daniel pues mi respuesta es lo que me hizo elegir entre Enfermería y Medicina- la beca no me daba para más años de carrera.
Daniel se queda pensativo unos cuantos segundos antes de hablarme de nuevo, dejándome bastante sorprendida por su respuesta.
-Cuando acabes la carrera, ven a verme. No me preguntes porqué, pero, tú solo, ven a verme.
Llegamos a Las Palmas a las cinco de la tarde, las seis cuando entramos en el hotel. Después de ayudar a Daniel a colocar todo el material en la habitación destinada a ello, y de que él me de instrucciones sobre lo que tengo que hacer mañana, decido dar una vuelta por el hotel pues hasta la hora de la cena tengo la tarde libre.
El Hotel Santa Catalina, que es donde estamos alojados, es un cinco estrellas bastante lujoso y enorme. Salgo a sus jardines y aunque está anocheciendo, busco un lugar donde poder ver al sol esconderse y disfrutar del atardecer. Lo contemplo a través de las palmeras, dejándome caer en uno de los bancos que son rodeados por ellas.
Paso unos buenos minutos en soledad, pensando en mis cosas. Hace muchos días que no hablo con Will, resultándome un poco extraño pues siempre recibo de él mínimo, un par de llamadas por semana, siendo esta vez casi cinco días en los que no sé nada de él. No así de Martín otro de mis clientes habituales, si bien este es bastante especial y a veces, algo brusco con sus peticiones. A veces me he planteado pedirle a Alex que no me pase más llamadas suyas, pero, suele estar mucho tiempo en línea y le hace a ella ganar bastante dinero. Aunque creo que si se enterara que me hace sentir algo incómoda, sería ella misma la que lo bloquearía.
-Pamela -agito mi cabeza para despejar mis pensamientos y acabo levantando la cabeza para ver a Jude acercarse a mi de forma cautelosa. Lleva sus manos metidas en los bolsillos de su sudadera y hasta se ha puesto la capucha de esta- no quería asustarte.
-No pasa nada.
-¿Qué haces aquí?
-Quería dar un paseo y encontré este sitio. Apenas se escucha nada -Jude se acerca hasta acabar sentándose a mi lado. No pronuncia palabra alguna, dándome todo el espacio que él cree que necesito.
-He estado en los cinco continentes y en innumerables ciudades, pero, de la mayoría de ellas solo conozco el trayecto del aeropuerto al hotel y al campo de fútbol donde jugamos. Es frustrante, ¿verdad? -Jude gira un poco su cabeza para mirarme. Quisiera desviar mi mirada para que él no se percatara del efecto que causa en mi, pero, aún sigo sin poder hacerlo, lo de dejar de mirarlo.
-Bueno, lo mío es peor, nunca he salido de España .-encojo mis hombros tras mi confesión, apartando ahora mi mirada pues tengo que controlar el rubor de mis mejillas.
-No tiene porqué serlo. Si no lo has hecho, será por que no has podido.
De nuevo el silencio se instala entre nosotros, siendo este algo cómodo. Jude me inspira confianza y hasta ahora es el único jugador que he dejado acercarse tanto. Hace rato que el sol se escondió, encendiéndose las primeras luces de alrededor del hotel.
-Si alguna vez viajo, me gustaría visitar alguna ciudad que no sea muy turística -soy yo la que rompe el silencio en una fácil conversación que por suerte a él parece interesarle, pues su cabeza se ha volteado hasta prestarme esa atención que merezco ahora mismo- descarto Roma, París, Londres...
-Córcega. Sicilia. Rodas. Madeira. Hidra.
-Todas son islas, Jude -dejo escapar una pequeña carcajada pues está enumerando todos esos lugares que tienen las características de lo que acabo de contarle.
-Te estoy dando opciones.
Aprieto mis labios uno contra el otro mojando estos, para después, apartar mi mirada de la suya. Solo pasan unos minutos, cuando él se pone en pie, mirándome al hacerlo.
-Me vuelvo al hotel, ¿vienes? -Jude me tiende una de sus manos con la clara intención de coger la mía. Pienso unos segundos en su propuesta, una que parece ser que es mi corazón el que me pide que acepte. Pero, no quiero jugar con fuego y Jude lo tiene todo para que me queme.
-Voy a quedarme un rato más. Tengo que hacer una llamada.
Puedo ver como él forma una pequeña mueca frustrada en su rostro, o es lo que yo quiero ver en ella. Se despide de mi, aunque antes de hacerlo, me dice algo que me deja bastante sorprendida y si, de nuevo confundida por sus palabras.
-Ela -es lo que él me llama antes de darse la vuelta e irse.
-¿Ela?
-Si. Si yo te tuviera que llamar de alguna forma especial, así te diría. Ela. Seguro que nadie te llama así.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro