1. Las prácticas no deseadas
PRINCIPIOS DE OCTUBRE
MADRID
-Ya me he enterado donde vas a hacer las prácticas, ¿sabes que yo pedí específicamente, hacerlas ahí? de hecho, estaba el primero de la lista -la prepotencia en el tono de voz de Severiano, uno de mis compañeros de clase, es algo que me hace formar una mueca asqueada, pues el moreno que me mira de forma tan arrogante, es mi más odiado compañero. Bueno, y el de más de la mitad de la clase.
-Bien por ti, ¿me dejas pasar? -Le hago un gesto con mi mano para que se aparte, y al no moverse, decido rodearlo plantándome en la puerta del despacho de Héctor, dispuesta a luchar por mi cambio de centro.
-Te daré 500 euros si me cambias las prácticas. A mi me ha tocado en una Residencia de ancianos y paso de los abuelitos.
Un escalofrío recorre mi cuerpo al escuchar de él las palabras mágicas. Por un momento estoy tentada de decirle que si, por la pasta, claro, pero, se lo he prometido a Matías, quien es un buen compañero, y además, no me da la gana de darle el gusto a este imbécil.
-Pues que te lo pases bien allí -le contesto si tan siquiera ladear mi cabeza para mirarlo, pero escuchando perfectamente como resopla con fastidio.
-Tú no pintas nada en ese sitio. No vas a encajar. Vas a estorbar más que aprender.
Cuento hasta tres para no tener que darme la vuelta de nuevo y soltarle cualquier insulto, pero, prefiero que siga pensando que soy feliz con mis prácticas, y joderlo de esta manera. Me centro de nuevo en mi cometido, y llamo a la puerta de mi tutor, quien segundos después, él mismo me abre, luciendo una amable sonrisa que odio ahora mismo recordando lo que me ha hecho.
-Señorita Seller, pase, por favor.
Fuerzo una sonrisa y camino dentro de su despacho. Siempre me ha gustado el desorden que Héctor tiene en ésta habitación, pues aunque no lo parezca, para él, está todo controlado. Mi mirada se desvía al típico esqueleto que se usa para las prácticas, con todos sus órganos al descubierto, hasta que el arrastre de una silla, me hace centrarme en mi cometido.
-¿Qué puedo hacer por ti, Pamela? -me pregunta una vez sentado tras su escritorio. Héctor tendrá unos 50 años, aunque aparenta menos. Casado. Una hija que es médico. Y él uno de los mejores profesores de la facultad. Y ahora mismo mi enemigo número uno.
-Quisiera cambiar de centro de prácticas. No estoy muy de acuerdo con mi elección y he encontrado a un compañero que le pasa igual y está dispuesto a cambiarse conmigo -le pido de forma amable después de haber elegido mis palabras con sumo cuidado, y manteniendo una agradable sonrisa para acompañarlas.
-No -su negativa, seca y sin explicaciones, me deja muy sorprendida, haciendo que me deje caer en la silla que hay frente a él.
-¿No? pero si tengo alguien para el cambio. No creo que pase nada porque lo hagamos, sé que está permitido -le explico encontrándome de nuevo con su negativa.
-¿Sabes porqué te he dado a ti, precisamente, ese lugar de prácticas? -su pregunta es algo que yo me he hecho desde que salí de secretaría y algo que aún no entiendo. Espero que él me explique y me lo aclare como merezco.
-Porque me odias y quieres quitarme de en medio lo antes posible -le respondo de forma dramática, lo sé, pero es así como me siento. Una carcajada sale de su boca en cuanto escucha mis palabras, pero, ni de lejos se enfada por lo que yo he insinuado.
-Pamela, eres una de mis mejores alumnas. Estoy seguro, bueno, no, sé que vas a ser una buena enfermera y te aseguro que en ese lugar vas a aprender mucho -intenta él convencerme halagándome de cierta manera, algo que agradezco porque Héctor no es de los que regala piropos.
-¡Si, claro! Como si ahí todos los días tuviera que poner inyecciones -me quejo amargamente pues la verdad es que no sé que coño voy a aprender yo allí.
-Te sorprenderías -me contesta él con un tono algo enigmático, pero, que para nada me convence.
-¿Porqué me las ha dado a mi y no a otro compañero? sé que hay personas que ansiaban que les tocara ese centro. Incluso me han ofrecido dinero por cambiarme -puedo ver en su rostro como fuerza una mueca y vuelve a negar con su cabeza.
-Te las he dado a ti por muchas razones, Pamela. Primero porque tú no las has pedido. Sois 70 personas para hacer las prácticas y créeme si te digo que 50 han solicitado hacerlas allí en primer lugar. No quiero alguien que esté más pendiente de los pacientes que de su trabajo, y tú eres idónea para el puesto -suelto un suspiro tras sus palabras, pues, llegados a este punto, solo me queda llorarle porque sé que no voy a conseguir nada.
-Lo haces porque soy del Atleti y quieres torturarme -protesto de nuevo, consiguiendo que él emita una sonora carcajada.
-Lo hago porque allí no puede ir cualquiera, Pamela. Confío en ti. Eres muy buena alumna y una buena persona, y necesito una profesional. Alguien que esté pendiente de sus prácticas y no de mirarle el culo a los jugadores. Eres la persona perfecta pero, si crees que no puedes hacerlo y prima más tus deseos que tu carrera, adelante, ahora mismo te cambio.
Héctor apoya sus codos encima de la mesa, esperando mi respuesta. Me halaga que entre tantas solicitudes, haya sido yo la elegida para hacer mis prácticas de último año en ese lugar, sobre todo, porque yo no las he pedido. Es un reto. Y estoy segura que en el futuro, cuando trabaje, a veces no me asignaran un servicio que me guste, y tendré que joderme. Como pasa ahora.
-Te odio -le acabo diciendo, gruñéndole para dar más énfasis a mis palabras.
-Vas a aprender mucho allí, Pamela -sus palabras son como una promesa, como si él de verdad supiera de lo que está hablando.
-Oh, si, a ponerle inyecciones en el culo a las estrellitas. Lo voy a pasar de la hostia -ruedo mis ojos de forma muy dramática, siendo esta la última vez que lo haga, porque cuanto antes asuma mi destino, mejor para mi.
-Verás buenos culos, entonces.
Durante minutos, él me da varias indicaciones sobre mis prácticas. Mi horario será de 9 a 15, con algún cambio para la tarde, pactado con ellos. El lunes, que será el primer día, me darán un tour por las instalaciones y será alguien del departamento médico quien me lo explique todo. Tendré una plaza de aparcamiento y un pase de entrada y salida, pues allí está todo muy controlado.
Media hora después, me levanto un poco más animada, pero solo un poco, y dispuesta a hacer unas buenas prácticas. Quien sabe, a lo mejor hacerlas allí me abre las puertas para trabajar en una buena Residencia de ancianos.
Me despido de Héctor, no sin antes prometerle que me voy a portar bien y dejar el nombre de la Escuela bien alto. Él ha confiado en mi para estas prácticas y no pienso defraudarlo.
-Y otra cosa, Pamela, te harán firmar un contrato de confidencialidad. Los abogados de la Escuela lo han leído y está todo correcto -me advierte él dejándome sorprendida por lo que me cuenta.
-¿Un contrato? ¿porqué?
-Pamela, vas a hacer las prácticas en el Real Madrid, ¿porqué crees tú?
VALDEBEBAS, CIUDAD DEPORTIVA DEL REAL MADRID
Tomo aire en cuanto las puertas se abren frente a mi, siendo estos los primeros pasos que pongo en Valdebebas, la ciudad deportiva del Real Madrid. La colchonera que hay en mi, ve esto como un sacrilegio, como una traición a la sangre. Si, soy dramática, pero, debo llevar mi desagrado por estar aquí, hasta... hoy, pues aunque odie el lugar de prácticas que me han designado, quiero hacerlas bien y llevarme una buena nota.
Me dirijo al mostrador de recepción, el cual atiende un muchacho algo más mayor que yo, el cual me sonríe nada más acercarme.
-Buenos días, ¿en qué puedo ayudarle? -me pregunta en un tono bastante cordial y simpática.
-Soy Pamela Seller, vengo de la Universidad Autónoma por las prácticas de Enfermería -le devuelvo la sonrisa al amable recepcionista el cual asiente a mis palabras.
-Bienvenida, ¿Me permite ver su DNI, por favor?
-Claro -abro mi mochila para buscar mi cartera y después de rebuscar en ella, la abro para darle mi carnet.
Él lo toma entre sus dedos, tecleando en el ordenador mientras lo mantiene en sus manos. Me permito mirar un poco alrededor mía, dándome cuenta de lo grande que es este vestíbulo, de hecho, mi piso entero cabría aquí. Espero unos segundos, viendo como él realiza una llamada, siendo mi nombre el que sale de sus labios con quien sea que hable. Minutos después, me devuelve el DNI aún sonriéndome.
-He avisado a su supervisor de prácticas de que está usted aquí. Si es tan amable de esperar, iré preparando su acreditación y la tarjeta para acceder a las instalaciones.
Él me hace un amable gesto señalándome una pequeña sala de espera que hay frente a la recepción. Le devuelvo la sonrisa y me dirijo hacia donde me dice, rezando por no tener que esperar mucho.
A estas horas de la mañana hay más movimiento del que pensaba, sorprendiéndome el trasiego de gente, tanto al entrar como al salir. Saco mi móvil deslizando mis dedos por la pantalla. Tengo un par de solicitudes para esta noche, y acepto unas cuantas, siendo mi chico favorito una de ellas. Sonrío al pensar en él y como me hace más llevaderas las noches, cuando es con él con quien acabo pasándolas.
-¿Pamela? -levanto la cabeza de mi móvil al ver a un hombre no muy mayor, dirigirse a mi de forma bastante amable. El moreno de mediana estatura, con su bata blanca bien visible, estrecha mi mano en cuanto me pongo en pie.
-Soy yo, hola -le respondo, correspondiendo a su saludo de la misma manera que él.
-Encantado. Soy Daniel Rosado, soy el adjunto al jefe del Servicio Médico y uno de los tres doctores que tiene el club, ¿te han dado ya tu acreditación?
-No, aún no. Perdone que le pregunte, ¿es usted el mismo Daniel Rosado que estaba en la UCAM? -Daniel me mira algo perplejo por mi pregunta, pero, sonríe al hacerlo demostrándome que es quien yo pensaba.
-Si, así es, ¿me conoces?
-Si. El año pasado dio usted una conferencia en mi facultad sobre medicina deportiva y fue bastante interesante.
-¿Te gusta la medicina deportiva? ¿te ves siendo enfermera en ese departamento? -niego con mi cabeza un par de veces, causándole una carcajada al hacerlo, pues, lejos de enfadarse, parece que le divierto.
-Ni lo había pensado. A mi me gustan más las residencias de ancianos y los hospitales de cuidados paliativos -le confieso con sinceridad pues he decidido no mentirle sobre mis preferencias, pues, no tengo nada que esconder.
-Oh, si, eso me dijo Héctor, que estabas muy enfadada por estar aquí -fuerzo una mueca con mi boca pues no quisiera yo dar una mala impresión el primer día de mis prácticas y mi supervisor piense que no me lo voy a tomar en serio.
-Héctor es un chismoso.
-Y tú eres su mejor alumna. Estás aquí porque precisamente es lo que nosotros queremos. A la mejor. Y prefiero tener a alguien que no soñaba con estar aquí, que a otra que persiga a mis chicos -sonrío por las alabanzas que ha hecho Héctor y también por que Daniel me tenga en tan alta consideración- estoy seguro de que aquí vas a hacer un gran trabajo.
-Gracias. Yo también lo espero, aunque le advierto, soy del Atleti, no espere de mi que me emocione cuando el Real Madrid gane algo -Daniel vuelve a sonreír tras mis palabras y por lo menos sé que le causa diversión lo que le digo.
El chico de recepción se acerca hacia nosotros con mi acreditación en la mano. Se lo agradezco con brevedad, tras lo que Daniel me pide que lo siga. Me va a enseñar las instalaciones, por lo menos la parte donde estaré desarrollando mis prácticas. Por el camino me explica que debo tener la acreditación siempre visible una vez pasado el torno, ya que ésta es una llave que me abre ciertas puertas a las que si tendré autorización.
Valdebebas es grande. Muy grande. Y moderno. El sitio ideal si eres deportista y quieres estar en lo más alto. Después de enseñarme la zona médica y explicarme un poco en que consistirán mis prácticas, me hace pasar a un amplio despacho, donde, después de sentarme, me tiende el famoso contrato de confidencialidad, del que me habló Héctor.
-Tómate el tiempo que necesites para leerlo, Pamela. Y si tienes alguna duda, pregúntame que para eso estoy.
Asiento con mi cabeza y me zambullo en el contrato, uno bastante específico sobre lo que se me permite o no mientras estoy aquí de prácticas. Se incide sobre todo en que no divulgue en redes sociales ni por ningún medio nada de lo que haga aquí, incluyendo fotos y vídeos. Hace especial hincapié en que no se permite ninguna forma de acoso hacia los jugadores que están en Valdebebas, recordándome que de incumplir el contrato, podría ser denunciada. Omito una sonrisa, porque no es el primero que firmo de este tipo, y realmente, no me asusta el hacerlo.
Solo me queda rubricar mi firma y devolvérselo a Daniel, algo nerviosa, pues si bien estar en Valdebebas no es algo que entraba en mis planes, no deja de ser una gran oportunidad que pienso aprovechar todo lo que pueda.
-Listo -le tiendo los folios al que será mi supervisor quien me sonríe al devolvérselos. Me mira durante un par de segundos para hablarme de nuevo, con tanta amabilidad como lleva haciendo desde que llegué.
-Pues bienvenida al Real Madrid, Pamela, espero que tu estancia aquí, sea provechosa.
Si alguna vez en estos días pensé que aquí no aprendería nada, me he tenido que callar mis palabras durante las primeras horas. Daniel me ha hecho hacer un repaso del material que tenemos, teniendo que apuntar en una tablet lo que más escasea para hacer un pedido. Y eso me está llevando toda la mañana. De hecho, él mismo me ha pedido que me vaya a tomarme un café, pues estoy tan absorta en mi trabajo que no me he dado cuenta de que era ya media mañana.
Estoy frente a una de las máquinas que he visto en el pasillo más cercano al área médica. Necesito algo dulce que llevarme a la boca, y aunque sé que hay una cafetería en la primera planta, no me apetece mucho involucrarme con el resto de personal del club.
Elijo una bolsa de grageas con chocolate, y busco donde echar la moneda, pero, por más que busco la ranura, no encuentro nada, mostrándome bastante fastidiada.
-Oh, por favor, tanta modernura y no hay ni un puto sitio donde meter el euro -me quejo amargamente buscando de nuevo la famosa ranura.
-Va por tarjeta.
Soy experta en voces. En altas y bajas. Agudas y graves. Melosas. Dulces, enfadadas e irónicas. Sé cuando alguien me miente solo por su tono de voz. Y sé también cuando alguien me engaña. Pero ésta voz, ésta, juro que es la más sensual y sexy que he escuchado en toda mi vida. Todos los vellos de mi piel se erizan al escucharla y hasta puedo sentir como los latidos de mi corazón se incrementan de forma alarmante, pues no es algo que me ocurra con frecuencia, el sentirme así por una voz.
Una que tiene un marcado acento inglés, aunque, habla bastante bien el español. Y una vez que me produce un cosquilleo y una sensación de dejavú algo confusa.
Me giro lentamente conteniendo el aliento para descubrir al dueño de esa voz. Un chico joven, de piel chocolate, alto, ojos marrones casi caramelo, me mira con una leve sonrisa señalando una parte de la fastidiosa máquina. Trago en seco pues el saber quien es, ha incrementado mis nervios aún más todavía.
Jude Bellingham.
Uno de los jugadores estrellas del Real Madrid, y jodidamente guapo ahora que lo tengo más cerca.
-¿Tarjeta? -consigo sacar valor para preguntarle, escondiendo mis nervios, pues no pensaba encontrarme mi primer día de prácticas a ningún jugador de la primera plantilla, y mucho menos a Bellingham.
-Si, ésta.
Jude señala la tarjeta que llevo colgada al cuello. Bajo mi cabeza para verla, alzando de nuevo mis ojos para encontrarme con su intensa mirada. El color caramelo se ha intensificado, convirtiéndose en un tono dorado... peligroso. Puedo sentir los golpeteos de mi corazón en mi pecho, recriminándome a mi misma el estar así de inquieta.
-La pones en aquella pieza cuadrada negra, justo encima, después de elegir un producto -me explica él con excesiva calma, algo que le agradezco pues de no ser por él, seguiría sin saber como funciona.
-Oh, no tenía ni idea. Creo que eso no me lo han explicado.
Frunzo mis labios y me doy la vuelta poniendo más distancia entre nuestras miradas. Me centro en la bolsa de chocolates y después de marcar el número de mi elección, paso la tarjeta por un cuadrado negro, y al instante, recibo mi elección para mi gran satisfacción. Con la bolsa en la mano, me doy la vuelta para mirar de nuevo a Jude, quien no se ha movido desde que inicié toda la operación.
Su presencia me impone, es algo innegable. Este chico tiene un carisma innato en él que hace que no puedas apartar la mirada de la suya. O más bien es que está bastante bueno y es lo que me tiene fascinada. O todas las opciones son válidas.
-Gracias. Me has salvado la mañana -agito mi bolsa de un lado a otro sonriéndole pero de forma cautelosa, pues aún no olvido el contrato que he firmado hace un rato y lo que menos deseo es que mi primer día me vean hablando con un jugador del primer equipo.
-De nada.
Dos palabras. Solo dos y de nuevo todo mi cuerpo sufre un vaivén. Obligo a mis piernas a caminar para alejarme de este chico y de su pecaminoso tono de voz.
Porque esa voz, solo trae problemas. Y en esos, soy una experta.
Me ajusto bien los cascos y muevo mi cabeza de un lado a otro. Me remuevo en la silla hasta coger una posición cómoda. Cuando estoy segura de estar lista, compruebo la hora y la pantalla, donde varias llamadas entrantes me esperan. Bajo mi vista hasta ver parpadear la luz roja de mi cita marcada, y con el ratón pulso la tecla de liberar, recibiendo la primera llamada de la noche, la de mi cliente favorito.
-Buenas noches, soy Pandora, ¿Qué puedo hacer por ti?
-Dios, es escuchar tu voz y ya tengo ganas de ti -sonrío como una tonta adolescente al que el chico que le gusta le ha dicho algo bonito, con la diferencia que lo que a mi me dice él son cosas muy, pero que muy, sucias.
-Ya me tienes aquí, dispuesta para ti, Will, ¿Qué tal te ha ido tú día?
-Bien. Trabajando. Como siempre. Algo más cansado porque hoy hemos variado la rutina, pero nada que no pueda hacer -.su sensual tono de voz provoca en mi un ligero espasmo en mi vientre. Es con el único que me pasa. Nadie consigue excitarme y alterarme como lo hace él, y por eso, es con el único con el que pongo más empeño en la llamada.
-¿Estás cansado? ¿te gustaría que te diera un masaje? -retuerzo un mechón de mi pelo mientras le hablo, mordiendo mi labio superior pendiente de su respuesta.
-Ya sabes donde quiero el masaje, pequeña. Quiero tus dedos en mi polla, como la bombeas hasta hacer que ya no pueda más.
Aprieto mis piernas y cierro mis ojos imaginando precisamente lo que sería tener mis dedos rodeando su miembro. Siempre fantaseo con él, y deseando que de verdad pudiera hacer realidad las conversaciones que ambos mantenemos.
Puedo escuchar su agitada respiración y como la cremallera de su pantalón hace un ruido sordo al deslizarse. Quiero pedirle que se toque, cuando de pronto, la luz de mi habitación se va quedándome a oscuras en cuestión de segundos. Maldigo al perder la llamada, levantándome de la silla para ir hacia la ventana. Compruebo con fastidio, que el resto de la plaza donde vivo está también sin luz, rezando para que esto no dure mucho.
Cojo mi móvil y le mando un mensaje a mi jefa para informarla del corte de suministro, y al terminar de hacerlo, veo en la aplicación que tengo instalada de mi trabajo, que Will está en espera.
Cuando pasan estos imprevistos, tenemos la opción de contestar las llamadas desde nuestros móviles, solo, si nos apetece, y con Will es uno de esos casos. Decido tumbarme en la cama después de encender un par de velas. Me pongo los auriculares y busco una cómoda posición que me permita hablar con tranquilidad. Segundos después, contesto la llamada, siendo lo primero que hago, el disculparme con Will
-Lo siento. Se ha ido la luz en mi barrio y no sé cuando regresará. Te estoy llamando desde otro teléfono -le explico recostándome sobre la almohada.
-Que putada. Bueno, si tienes que colgar, hazlo, no me importa.
-Oh, no, no te preocupes, tengo batería en este teléfono.
-¿Dónde vives? -permanezco en silencio unos buenos segundos, pues mi jefa me ha advertido muchas veces que no demos ninguna información sobre nosotras, pues, detrás de la línea ninguna de nosotras sabemos quien es la persona con la que hablamos- oh, perdona, Pandora, te he hecho una pregunta personal.
-No pasa nada, Will. No eres el primero que quiere saber cosas sobre mi.
-¿Y les respondes?
-A nadie. Hay mucho loco suelto.
-Espero que no lo digas por mi -su tono burlón provoca que mis mejillas se calienten un poco pues lo que le he dicho a sonado un poco mal.
-No me has demostrado lo contrario. Todavía...
-Uy, ese todavía no me gusta -puedo escuchar una carcajada salir de su boca, siendo esto que adoro en él- por lo menos dime si eres de Madrid, porque yo si lo soy.
-Si, soy de Madrid, pero, es lo único que te diré -le advierto con el tono de voz igual de divertido que él, pues no quiero que se tome a mal mis palabras. Y no es porque quiera perder un cliente, es que no quiero perderlo a él.
-Habrá preguntas que ambos si podamos hacernos, sin dar demasiada información.
-Puede -le contesto sintiéndome bastante cómoda con ésta conversación, tanto que ambos olvidamos el verdadero motivo de la llamada de Will.
-¿Tienes novio?
-¡Will! ¡Que obvio eres!
-Es lo primero que se pregunta siempre -una nueva carcajada sale de su boca, logrando así que nuestra conversación se vuelva más agradable.
-No, no tengo novio. Entre el trabajo y los estudios no tengo tiempo para eso. Ni ganas -le admito, siendo esto totalmente cierto, y algo que no me quita el sueño- ¿y tú?
-Tampoco. Y no es porque no quiera, es porque estoy en un momento de mi vida que quiero alguien especial a mi lado y aún no la he encontrado.
-Eso es porque no has buscado bien.
Will permanece en silencio varios segundos, en los cuales me da por pensar porque no tendrá novia. Siempre se muestra muy educado conmigo sin faltarme al respeto en cada llamada, y agradecido al finalizar. Aunque, no me fío de nadie y esto puede ser solo que lo haga porque no lo conozco.
-Hoy he conocido a una chica -siento un pequeño vuelco desilusionado en mi corazón. La estúpida parte romántica que aún vive en mi, soñaba con conocer un día a Will, enamorarnos, hacer realidad todas nuestras fantasías sexuales, y después vivir el felices para siempre.
-Eso es genial, Will -es lo único que me atrevo a decirle intentando que no perciba cierto desasosiego en mi voz tras sus palabras.
-Solo he hablado un par de minutos con ella, pero, ha llamado mi atención.
Decido cortarle y llevar la conversación a otro lado, pues, la verdad es que no me apetece que me hable de otra tía mientras estoy en la cama aún excitada por su culpa.
-¿Y te hubiera gustado follártela? -puedo percibir en Will un cambio en su respiración y como ésta se vuelve más agitada.
-Si tuviera tu voz, la habría empotrado contra la pared y le hubiera dado bien duro a la pelirroja -esbozo una sonrisa satisfecha de que esa chica y yo compartamos el mismo color de pelo.
-Pelirroja. Tienes mucha suerte de que yo también lo sea, Will, pero la diferencia entre ella y yo, ¿sabes cual es?
-No -me responde él cada vez más atento a mis palabras.
-Que ella ésta noche no hará que te corras.
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