Crueldad
Narrador omnisciente;
Minho se había escondido en el interior de su habitación, bajo pestillo se quedó deseando que nadie fuese capaz de ingresar para lastimarlo. El muchacho se mantuvo en penumbras con su vestido aun cubriendo gran parte de su delgada anatomía siendo incapaz de poder desvestirse a pesar que estuviese asqueado por la prenda femenina, el castaño mordió su labio inferior sintiendo como su cuerpo temblaba del solo recuerdo de la humedad de su cabeza producida por el fuerte agarre de su ex novio al querer ahogarlo en el interior del inodoro. Minho cerró sus ojos sollozando en alto ante el sabor amargo que aun cubría sus papilas gustativas, y deseó, a pesar que estuviese mal, el querer morir, porque no era capaz de soportarlo; era débil, quizás demasiado para sobrevivir a este mundo.
El castaño entreabrió sus labios tomando grandes bocanadas de aire a la vez que empuñaba el borde de las sábanas buscando de manera desesperada algo de calor, en silencio llevó sus rodillas contra su pecho manteniendo una posesión fetal completamente expuesta por si alguien venía y lo lastimaba. El japonés sintiendo su cuerpo congelarse ante lo recuerdo de esa noche; Hyunjin golpeándolo, su ex novio corrompiendo su mente y cuerpo, la actitud de Kai... oh la actitud de su hermano, ¿Realmente lo había cansado? se cuestionó en sus pensamiento sintiendo como su pecho se estrujaba ante la idea de saber que su hermano mayor realmente no quería saber nada más de él.
¿Era egoísta el quererlo ahí? pensó completamente entristecido.
Pero realmente no podía evitar el desear a su hermano a su lado; necesitaba que alguien lo cuidara, que le dijera que todo iba a estar bien a pesar que eso no fuese cierto. Minho solo quería que, nuevamente alguien le mintiera, anhelaba el sentirse protegido a bases de mentiras porque sabía que nada más que eso lo podría mantener en calma.
Minho no era consciente que hora era, pero sabía que sus padres habían llegado en el instante que el fuerte portazo había resonado en las paredes de todo el lugar. El castaño se estremeció, cerrando sus párpados mientras que mantenía empuñada las sábanas intentando aferrarse a esa suavidad. En silencio escuchó el grito de su madre a la vez que el fuerte sonido de sus tacones resonando en la madera del suelo le indicaba que se estaba acercando.
—¡Mina!—bramó la mujer golpeando con fuerza la madera de su puerta, siendo salvaje, indicándole al muchacho que si lograba entrar él no terminaría para nada bien—¡¿Que mierda te crees mocosa?!—cuestionó golpeando su palma contra la madera queriendo que el castaño la dejase ingresar—¡Nos humillaste en esa fiesta! ¡Tu padre debió pedirle a un amigo a que nos fuese a dejar por tu puta culpa!
Kai y Akira se quedaron en silencio observando la furia desprendiendo en las palabras de la mayor. Ninguno de los dos estaba haciendo siquiera el esfuerzo de poder impedir que la mujer continuase con sus palabras; que continuase lastimando al menor.
—¡Abre la maldita puerta!—ordenó envolviendo su palma en la manilla de esta empujando su torso para querer hacer ceder la madera—¡Mina, te haré volverte una persona madura!—le aclaró enrojecida por la furia—... ¡Debí abortarte cuando tuve la oportunidad!
Akira abrió los párpados sorprendido ante su confesión. Con rapidez se acercó a su esposa envolviendo su palma alrededor de la cintura ajena queriendo detener la magnitud de su daño.
—Es suficiente—le aclaró con molestia alejando con facilidad el cuerpo de la mujer de la puerta—no vuelvas a repetir eso.
—¿Qué cosa? ¿Que quise abortarla?—cuestionó la mujer a la vez que lograba zafarse del agarré de su esposo—la única razón del por qué no fue así, es porque tú querías una niña—le recordó viendo como el guardaba silencio—irónico que el monstruito ahora se crea hombre eh.
—¡He dicho que es suficiente!—aclaró Akira completamente furioso dando un par de pasos en dirección de su esposa observando cómo la mujer sonreía y elevaba su mentón demostrandose completamente desafiante.
—¿Vas a golpearme?—cuestionó con burla observando cómo el hombre tragaba saliva y daba un paso hacia atrás—eres demasiado débil y estúpido Akira.
Kai se removió incómodo ante los comentarios de sus padres. El muchacho se alejó siendo consciente que Minho no lo quería ver, así que tampoco tenía intenciones de molestarlo. El pelinegro se encerró en su habitación escuchando como sus padres seguían manteniendo una conversación demasiado peligrosa para estar realizándola en el pasillo.
Minho cerró sus párpados mientras que sus palma estaban envueltas alrededor de sus orejas. El muchacho había escuchado todo, pero se negó a romperse en el instante que las palabras de su madre habían logrado introducirse en el interior de su casa. Luego de un par de minutos el japonés no pudo detener el sollozo que desprendió de su garganta, siendo silencioso, pero lo suficientemente doloroso para hacerlo temblar. El chico comenzó a respirar de manera irregular causando que tuviese que llevar su palma a sus labios queriendo que el sonido de sus jadeos no fuese lo suficientemente alto para llamar la atención de su madre, porque le aterraba que la mujer colocase todo su empeño para ingresar en su habitación.
Akira se alejó de su esposa luego de esa intensa conversación. La mujer mientras tanto giró su rostro dispuesta en volver a atacar a su propia descendencia, pero era consciente que el castaño había escuchado todo, así que aquello era el suficiente castigo por la vergüenza que le había hecho pasar.
A la mañana siguiente Minho seguía estando en la misma posición con sus párpados entreabiertos y el color de su mirada envuelta por el oscuro dolor de su alma. El muchacho tragó saliva siendo consciente del dolor de cabeza que le consumía; no había sido capaz de dormir aquella noche, las palabras de su madre se repetían una y otra vez en su cabeza mientras que el silencio de su padre para negar aquel doloroso hecho lograba causar el llanto nocturno. El castaño no se movió, pero era consciente de la mal posición en que se había mantenido en la madrugada, su mirada se posó en sus delgados dedos, aquellos habían quedado de un tono más blanquecino de lo normal ante la fuerza que había utilizado para empuñar las sábanas, con lentitud aflojó su agarré sintiendo como su mano comenzaba a doler por la falta de movilidad.
Intentó recomponerse en el instante que sintió su anatomía crujir y tensarse. Su mirada se deslizó por su abdomen percatándose de la delgada tela conformada por el vestido ajeno que su madre se había empeñado tanto en que se colocara. Minho apretó sus labios llevando sus temblorosas manos hacia su nuca, con las yemas de sus dedos comenzó a deslizar la tela permitiendo que el firme agarré comenzase a flojarse hasta perder por completo la forma femenina que en algún momento logró demostrar ser poseedor.
El castaño dejó el vestido sobre el suelo observando como la tela acariciaba sus tobillos. Con asco golpeó la prenda deseando no volver a verla por el resto de su vida, mientras que el odio y la tristeza lentamente se apoderaba de sus pensamientos. Minho suspiró, había quedado gradualmente desnudo, pero ya le daba igual, no podía dejar de tener en mente todo lo sucedido, lo habían roto por dentro, lastimado por fuera; no quedaba nada que él quisiese rescatar de sí mismo.
Su teléfono sonó de la nada. Con temor el castaño se levantó rodeando la cama para ver quién estaba haciendo ese llamado. Minho tomó entre sus dedos su teléfono sorprendiéndose de ver el nombre de Nayeon agregado entre sus contactos.
—Yo nunca se lo di—murmuró el castaño completamente confundido.
Con el ceño fruncido y la duda deslizándose por su mente el joven presionó su dedo pulgar por su pantalla táctil observando cómo lentamente aceptaba la llamada; el ruido de la música le dio la bienvenida en el instante que llevó su teléfono a su oreja, provocando que la sorpresa y curiosidad se reflejara en su mirada.
—¡O~Oye!—Nayeon le llamaba por sobre el ruido de la música.
Confundido el muchacho alejó su teléfono para ver qué hora era; 04:54 AM. Minho guardo silencio sorprendiéndose al creer que ya había siquiera luz, pero al parecer solo había sido el reflejo de su lámpara lo que lo alertó tan mal. Rápidamente el japonés llevó su teléfono a su oreja escuchando la música de fondo y como Nayeon intentaba de manera mediocre el poder seguir tan solo el sonido de lo que se estaba produciendo.
—¿La estás pasando bien?—cuestionó Minho mostrando verdadero interés por la fiesta que aún parecía estar en pie.
—¡Si!—exclamó la coreana mientras que su voz era mezclada por el grito de una multitud aclamando por otra canción—¡P~Pero te echo de menos!—le aclaró con la poca suavidad que logró ejercer ante el gran estruendo que se vivía del otro lado causando el sonrojo en un tímido castaño—¡¿Puedes venir?!
Minho tragó saliva para luego simplemente suspirar; él no quería arruinarle la fiesta a la pelinegra, pero tampoco quería preocuparle por problemas tan insignificantes como los suyos, así que simplemente se negó como estaba ya acostumbrado a ejercer.
—No, no puedo—le aclaró el japonés escuchando un bufido por parte de la contraria—supongo que en otro momento podré—comentó fingiendo aquella retoma posibilidad.
—¡¿Estas hablando con tu novia?!—una voz femenina se coló a la llamada de Nayeon. El japonés apretó su labio ligeramente incómodo por la forma en que se refirieron a su persona—¡¿No es tu novia?! ¡Genial! ¡Ven, vamos a bailar!—la desconocida era insistente a pesar que la coreana a tropezones le estuviese diciendo que no.
Se mantuvieron en una pequeña discusión mientras que el castaño simplemente se había manteniendo sentado sobre el colchón sintiendo su piel desnuda erizarse ante el frío que se colaba por debajo de sus persianas. Luego de unos minutos la coreana logró la negación, Minho era capaz de oírle como se disculpaba; posiblemente había chocado con algún ebrio, y no pudo evitar realmente el reír entre dientes ante la forma torpe en que la pelinegra hablaba consigo misma.
—¿E~Estas ahí?—cuestionó Nayeon en un pequeño susurro; como si tuviese temor de que alguien más la estuviese escuchando.
El castaño sonrió por inercia sintiendo como su estómago se revolvía de las emociones que aquella borracha coreana solía causarle con el simple tono de su voz. El chico se percató que ya no había tanto ruido, causando que se cuestionara a donde se había metido la pelinegra para que su voz sonase más clara.
—Acá estoy—le aclaró Minho con suavidad escuchando un suspiro por parte de la coreana. Rápidamente el muchacho apoyó su espalda contra el respaldo de la cama observando con asco sus senos al descubierto, se quedó por un par de segundos con sus ojos fijos en su piel desnuda deseando no ver aquellas protuberancias femeninas.
—¿N~No te irás, verdad?—sonaba angustiada causando que el castaño simplemente frunciera su ceño confundido por el tono de su voz, provocando que, tuviese que colocar toda su atención en la borracha del otro lado.
—No, no me iré—intentó calmarla en el instante que se percató de que estaba la pobre ebria a punto de llorar.
—Quiero abrazarte, ven por favor—susurró Nayeon causando que el corazón del japonés se estrujara ante la suavidad de su voz—¿Minho?—cuestionó al no oír respuesta por parte del muchacho.
—dime tu dirección, iré a buscarte—aclaró el castaño siendo consciente que no podía negarse a los caprichos de la pelinegra.
Media hora después Minho se encontraba ingresando en el bar; el castaño se había puesto un gorro queriendo disimular un poco el hecho de que su piel mantenía pequeños tonos rojizos y verdosos por los golpes que había recibido a manos de su ex novio. Robó una camiseta blanca de Kai mientras que este dormía de manera pacífica sobre su cama, como también una chaqueta oscura y utilizó sus mismos pantalones causando que el cuerpo femenino que se escondía bajo las telas no resaltara con tanta violencia.
El japonés caminó por el interior del lugar sintiéndose incómodo ante el fuerte sonido de la música que lograba lastimar sus oídos. El castaño comenzó a buscar a alguien que se viese lo suficientemente lucido y amable como para acercarse y preguntar dónde estaba el baño de mujeres.
Minho se percató de la chica de la barra; su rostro demostraba cansancio,pero a pesar de ese evidente reflejo en su mirada la desconocida seguía sonriendo cada vez que algún ebrio se le acercaba para pedir otra botella. El castaño caminó hasta ella, rápidamente ocupó un espacio vacío apoyando su codo derecho sobre la barra para luego simplemente elevar su mano de manera tímida intentando llamar su atención; sus acciones eran torpes y completamente invisibles para la apurada trabajadora que se movía de una esquina hacia la otra intentando complacer a todos sus clientes.
—¡Hey, ¿Sabes dónde queda el baño de damas?!—cuestionó Minho completamente cansado de ser ignorado, causando que la chica que anteriormente había estado moviéndose detuviese su acción para ver de manera fija el rostro ajeno.
La incomodidad era tal que el castaño se removió en el pequeño taburete que estaba ocupando queriendo que aquella mirada felina dejase de estar puesta en su persona. Luego que la chica hubiese logrado sentirse satisfecha con su revisión visual del contrario, elevó con calma su dedo índice apuntando hacía la derecha.
—Primera puerta—le aclaró, para luego simplemente alejarse volviendo a colocar toda su atención en las demás personas.
—Gracias—murmuró el chico completamente avergonzado al querer demostrar su educación viendo como la contraria simplemente le ignoraba.
Minho se levantó de manera torpe del taburete acomodando su gorro hacía abajo para que la visera tapara gran parte de sus facciones permitiendo que solo la punta de su nariz, boca y mentón fuesen capaces de verse en el reflejo de las luces de colores. El muchacho siguió las instrucciones de la chica de la barra debiendo más de una ocasión el tener que disculparse ante los cuerpos que se interponían en su camino golpeando por accidente alguna zona de la anatomía ajena.
Sin más complicaciones el muchacho empujó la puerta en mal estado con su hombro sintiendo su cuerpo completamente tenso al ingresar en el lugar; frente a él se encontraba una desconocida sosteniendo el cuerpo de Nayeon contra el lavamanos impidiendo que la chica tuviese oportunidad de poder huir. Minho tragó saliva recordando la forma en que su ex novio solía tenerle para que no huyera, y no importaba realmente si gritaba, si lloraba; él jamás lo dejaba irse. El japonés jadeó sacudiendo su cabeza en negación, rápidamente se armó de valor dando un paso en el interior logrando alertar a la contraria quien no tardó en girar su rostro para ver quien había sido el intruso.
—¿Eres Minho?—cuestionó la desconocida observando cómo el confundido castaño por inercia asentía con su cabeza—¡Genial! Está idiota no ha dejado de llamarte...—aclaró— a veces Nayeon puede ser un grano en el culo... lamento que tuvieses que venir—admitió mientras que daba un paso hacia atrás permitiendo que la coreana tuviese oportunidad de alejarse del lavamanos—por cierto, soy Momo, una de sus mejores amigas.
La chica con tranquilidad y una confianza poco usual para el castaño se acercó a él estirando su mano en espera que él la aceptase. Minho observó su pequeña mano delgada sintiéndose ligeramente temoroso ante la comparación mental que hizo con su palma y la ajena. Rápidamente el chico estiró su brazo sintiendo la cálida mano de Momo deslizándose sobre su fría palma apretando con fuerza pero sin llegar a lastimar.
Nayeon mientras tanto alzó su mentón observando ese cuerpo delgado cubierto por prendas masculinas, por instinto la chica se acercó lanzándose quizás con mas fuerza de la necesaria sobre la anatomía de un sorprendido japonés quien, con suerte había logrado mantener el equilibrio luego de semejante ataque coreano. El castaño sonrió avergonzado envolviendo sus palmas alrededor de la pequeña cintura de la pelinegra mientras que esta enrollaba sus piernas por sobre sus caderas impidiendo que tuviese alguna oportunidad de poder alejarse de ella.
—Minho—susurró Nayeon como si él fuese su tan anhelado regalado de navidad.
El muchacho elevó su mentón observando con una pequeña sonrisa como la contraria envolvía sus brazos por sobre la nuca del castaño acariciando con su pulgar la parte desnuda de su cuello. Momo observó cada una de las interacciones de su amiga con el muchacho sorprendiéndose de notar que, su vieja amiga estuviese tan desesperada por la presencia de alguien más; ni siquiera con sus ex novia ella se comportó de esa forma, así que el hecho de que lo estuviese actuando con un semi chico le sorprendía demasiado.
Nayeon estaba sumergida en su propia burbuja. Con el anhelo de poder besar al castaño inclinó su rostro sintiendo como sus labios tocaban la mejilla del contrario provocando que soltase un pequeño gruñido ante la frustración de no sentir sus cerezos sobre los suyos. Minho completamente incómodo volvió a girar su rostro al ver que la muchacha intentaba nuevamente el besarle, pero él no podía aceptarlo; realmente no podía hacerlo ante el recuerdo del agua sucia ingresando en su boca, deslizándose por su garganta hasta adentrarse en cada espacio de su cuerpo y alma.
—Oye, ¿La irás a dejar a su casa?—cuestionó Momo queriendo irse lo más rápido posible de ese incómodo momento. La chica sonrió agradecida de ver como el castaño asentía con su cabeza volviendo a colocar su mejilla para que esa zona fuese nuevamente besada por la eufórica coreana ebria—genial, mañana la llamaré para saber cómo amanece—aclaró para luego simplemente caminar hacia la salida—fue un gusto Minho.
—Igualmente—susurró el japonés volviendo a girar su rostro al sentir como Nayeon besaba la comisura de sus labios—no me gusta el alcohol Nayeon, si quieres mañana me besas.
—Pero yo quiero ahora—replicó la muchacha molesta intentando nuevamente el besar al contrario, pero este volvió a impedirlo causando que la chica hiciera un suave mohin frustrada por no conseguir su cometido.
El japonés queriendo distraer a la muchacha comenzó a caminar hacía la salida manteniendo aun entre sus brazos el cuerpo delgado de una insistente coreana, la pelinegra mientras tanto se dedicó a acariciar con sus palmas las mejillas del menor observando con cierta sorpresa la marca rojiza que envolvía la parte baja de su ojo izquierdo, la coreana deslizó su pulgar por aquella zona sintiendo un gran temor por lo que sea que hubiese sucedido con su aun no novio para tener esa marca en su bonito rostro.
Minho incómodo siguió su trayecto logrando sacar a la pelinegra de ese ruidoso bar, el muchacho caminó hacia el vehículo de sus padres abriendo la puerta trasera para recostar a la muchacha en la parte más amplia del auto. El japones solo quería dejar el cuerpo de la chica recostado, pero Nayeon había tenido otras intenciones ejerciendo toda su fuerza para recostar el cuerpo del mas joven sobre el suyo, la muchacha rió de manera traviesa mordiendo su labio inferior mientras que deslizaba su dedo índice por la quijada ajena delineando a la perfección su mandíbula. Minho jadeó asustado, con fuerza apoyó su palma en el mango de la puerta mientras que la otra intentaba posarla en el poco espacio del asiento que aun quedaba libre queriendo que su cuerpo no presionara el ajeno. Los brazos del japonés comenzaron a temblar ante la fuerza que estaba ejerciendo el muchacho, así que no le quedó realmente de otra que apoyar su rodilla contra el borde del asiento dándole la oportunidad a la pelinegra que continuara con sus peligrosas acciones.
—Tengo que llevarte a tu casa—le aclaró el muchacho tragando saliva. La coreana solo se rió negando con su cabeza mientras que estiraba una de sus manos arrebantandole su gorro para ver como su corto cabello rebelde caía con suavidad logrando incomodar su vista—Nayeon, lo digo en serio.
—Lo que tienes que hacer es desnudarme—respondió la coreana fuera de sí. Deslizando sus dedos por el interior de la camiseta ajena sintiendo la piel caliente del menor reaccionar ante su tacto—a menos que quieras que te desnude primero—comentó de manera juguetona intentando no tropezar con sus propias palabras ante el nivel de alcohol que se encontraba en su sistema—nunca lo he hecho en el interior de un auto.
—Estas ebria—aclaró el menor nervioso a la vez que intentaba levantarse, pero la mayor fue más rápida envolviendo sus piernas por sobre su cadera obligando que su cuerpo y el de ella no tuviesen posibilidad alguna de poder separarse —no tendré sexo aquí.
—¿Por qué no? ¿Acaso prefieres los baños?—insinuó la pelinegra con un ligero tono celoso, ante el recuerdo que aún mantenía fresco en sus pensamientos; Hyunjin tocando a Minho, Minho dejando que Hyunjin lo tocase.
—Basta—aclaró el japonés levantándose del cuerpo de la chica mientras que alejaba sus piernas de su cintura—no quiero hablar de eso—admitió cuando logró salir del vehículo—te llevaré a tu casa, punto final.
El muchacho deslizó su chaqueta de sus hombros inclinando su cuerpo en el interior del vehículo para cubrir con la prenda el torso de la pelinegra esperanzado de que la chica dejase sus insinuaciones. Minho subió a la parte del conductor observando por el retrovisor como Nayeon se estaba quitando su camiseta manteniendo sus oscuros ojos fijos en el espejo; lo miraba de manera directa, tentándolo a que se bajase del vehículo y terminara de una vez por todo con la tensión sexual que ambos estaban manteniendo, pero el chico simplemente suspiró comenzando a manejar en dirección del hogar de los Im.
Luego de media hora Minho se detuvo ante el semáforo rojo, por algunos segundos mantuvo sus ojos al frente golpeando con sus dedos el borde del volante negándose a ver por el espejo retrovisor a la coreana, pero de todas formas lo hizo observando como la muchacha estaba en una incomoda posición durmiendo plácidamente. El japonés suspiró agotado por el día que había vivido, el pobre sentía que realmente nunca iba acabar.
Minho se estacionó en la vereda frente a la casa de los Im, el muchacho rodeó su vehículo abriendo la puerta para ver como Nayeon continuaba durmiendo como un pequeño bebé. El japonés se adentró en el pequeño lugar buscando entre la ropa de la muchacha sus llaves, cuando lo consiguió se alejó del auto corriendo hacia el hogar ajeno para abrir la puerta; él era consciente que realmente no sería capaz de abrir si tenía a la muchacha entre sus brazos. Cuando la puerta quedó abierta el joven volvió donde Nayeon tomando su delgado cuerpo junto con su chaqueta para cubrir su torso desnudo, para luego simplemente sacarla con el mayor cuidado posible. Con su espalda cerró la puerta de su vehículo a la vez que giraba su rostro asegurándose que estuviese bien cerrado.
En mas de una ocasión el castaño apretó sus dientes al sentir como la pelinegra se removía entre sus brazos apoyando su rostro entre sus clavículas. Fue muy silencioso a la hora de ingresar en el hogar de la muchacha, Minho subió las escaleras sintiendo como Nayeon con su brazo derecho abrazaba su hombro intentando de manera somnolienta retenerlo a su lado, aquel gesto había hecho sonreír al castaño quien, con cuidado recostó a la pelinegra sobre su colchón logrando el poder alejarse de ella sin despertarla.
Minho le quitó los zapatos y el pantalón dejando a la muchacha con solo ropa interior ya que su camiseta había quedado en la parte trasera de su vehículo. El castaño tomó las sabanas y las colocó sobre el torso de la coreana intentando abrigarla de esa fría noche, fue cuidadoso, se tomó la paciencia de dejar una almohada en la espalda de la chica para que no quedara completamente recostada; lo que menos quería es que se ahogara con su propio vomito. Minho dejó la pequeña papelera que Nayeon mantenía en su habitación cerca de la cama de la chica, para luego simplemente inclinarse besando la frente de la pelinegra.
—Descansa—murmuró el jovencito alejándose del cuerpo de la coreana.
Minho volvió a su vehículo sin antes cerrar la puerta del hogar de los Im con llave. El muchacho se quedó quieto observando la prenda que estaba sobre el asiento trasero causando que se inclinara para tomarla entre sus dedos; si sus padres veían ese pedazo de tela femenina posiblemente estaría acabado.
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