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confía en mí

Narrador omnisciente:

El tiempo estaba por expirar para Minho en Texas, el chico se encontraba de pie frente al hogar de su novia esperando tener el valor suficiente para tocar la madera. Se quedó un par de segundos más, completamente inmóvil intentando pensar algo coherente para explicar las razones de su nueva huida, sin tener que tocar el tema de Kai y del juicio hacía Sachiko, porque lo que menos quería él era preocupar a las personas. El japonés relamió sus labios dando un paso hacía adelante, nervioso deslizó sus nudillo por la manera escuchando como la respuesta no tardaba. Unos pasos hicieron ecos en el hogar de Irene, el castaño introdujo sus manos en el interior de sus bolsillos manteniendo sus labios entreabiertos para tomar grandes bocanadas de aires queriendo relajarse.

La puerta se abrió, de esta salió Seulgi, la apariencia tranquila que la chica había demostrado tener rápidamente se desvaneció dejando esa actitud amarga y reservada que tanta incomodidad causaba en el japonés. Minho sonrió por compromiso queriendo aligerar el ambiente, pero la ahora pelinegra no estaba siendo nada agradable con su presencia cruzándose rápidamente de brazos. Ella no preguntó qué estaba haciendo ahí-tampoco él se explicó- así que se mantuvieron en un silencio incómodo hasta que la aparición de algún tercero los salvara. Seulgi inclinó su torso apoyando su hombro contra el marco de la puerta, inspeccionó en silencio al japonés queriendo comprender que tenía él para que Irene tanto le quisiera, y se avergonzó de saber que Minho era un buen chico; ella más que nadie sabía lo mucho que cuidaba de la pelimorada, de la forma en que la veía, pero no podía evitar odiarlo por tener su atención. Seulgi escuchó la voz de Irene, por instinto se hizo a un lado permitiendo que la pelimorada saliera-a pesar que detestaba el hecho de que ella fuese feliz con el castaño, la amaba lo suficiente para no impedir su felicidad-. La joven guardó silencio viendo la interacción entre ellos sintiéndose abatida de notar la forma en que la pelimorada sonreía.

Minho se avergonzó por completo al sentir como la muchacha se colgaba de su cuello colocándose de puntilla para estar cerca de su rostro. El japonés alzó su mentón al escuchar la forma en que Seulgi cerró la puerta, se quedó en silencio manteniendo sus ojos fijos en la ausencia de la pelinegra, sintiendo sin poder evitarlo lastima por ella. Irene confundida por la poca atención de su novio no dudó en girar su rostro posando sus ojos en la puerta, sin poder comprender volvió a colocar sus ojos en las facciones del japonés estirando una de sus manos para tocar la mejilla del menor.

—¿Sucedió algo?—cuestionó confundida mirando como Minho simplemente sacudía su cabeza en negación deslizando sus palmas en su pequeña cintura para mantenerla cerca a su torso—hola—cambió el tema, saludándolo de esa forma tierna, por instinto el castaño sonrió emocionado por la simple forma en que ella habló—pensé que estarías cuidando de Jihyo—confesó sintiendo como él besaba sus labios de forma suave sin llegar a profundizar.

El japonés acarició con las yemas de sus dedos la espalda de la joven por sobre su camiseta observando cómo había logrado el sonrojo en sus mejillas.

—Me ha obligado salir...—admitió el muchacho avergonzado escuchando atentamente como Irene se enterneció por lo adorable que había sonado—así que pensé en venir a verte y salir a tomar algo—agregó encogiéndose de hombros intentando no demostrar lo ansioso que estaba por estar a solas con su novia—¿Estás ocupada?

La pelimorada asintió rápidamente con su cabeza, para luego hacer un mohín retractándose en negación. El chico entreabrió sus labios sorprendido, dando un paso hacía atrás para dejarla ir.

—Estaba ayudando a Seulgi con su maqueta—admitió deslizando sus palmas por los antebrazos del más alto observando atentamente como este asentía con su cabeza, manteniendo sus comisuras elevadas—si quieres le digo que lo continuamos otro día, y hoy salgo contigo—comentó notando como Minho reía y sacudía su cabeza en negación, declinando su tentadora oferta.

¿Era egoísta el querer que lo hiciera? se cuestionó en sus pensamientos al querer contradecir sus propias acciones, pero luego lo pensó de forma más fría: Seulgi había llegado primero que él, y a pesar que los sentimientos de ella al parecer jamás habían sido correspondido, Minho seguía sintiéndose responsable de su fracaso con Irene, así que prefirió dar un paso hacía al lado permitiendo que la pelinegra tuviese tiempo de calidad con su novia.

—No, quédate con ella, nosotros podemos salir otro día—admitió sintiendo como ella se lanzaba contra su torso envolviendo sus palmas contra su mejilla, el chico abrió sus labios sorprendido dispuesto en hablar, pero Irene fue rápida en silenciarlo con un delicioso y húmedo beso que lo dejó aturdido— ¿Y~Y eso por qué?—cuestionó confundido sintiendo como Irene simplemente se reía de él mordiendo su labio inferior para luego dar un paso hacía atrás.

—Porque te amo—respondió la pelimorada como si fuese algo lógico—y porque eres un buen novio—agregó arrugando el puente de su nariz causando que el castaño solo tragara saliva abrumado por su belleza—te prometo que intentaré terminar lo más rápido posible—admitió deslizando su dedo índice sobre el mentón del japonés, para luego simplemente comenzar a retroceder—nos vemos luego... ¡Te quiero!

Minho le respondió manteniéndose quieto mientras que le veía desaparecer en el interior de su hogar. El chico avergonzado y completamente sonrojado logró salir de su trance girando sobre sus talones para caminar hacía el hogar de los Kang. Rápidamente cruzó la calle verificando que no hubiese autos acercándose hacía su dirección, con calma ingresó en el hogar de su madre, su frente se arrugó al escuchar el llanto de Chaeyoung, en un principio creyó que Jihyo le estaba costando el poder silenciarla, pero cuando llegó al salón principal se vio sorprendido de notar como ella estaba sentado en el sofá-completamente sola-y el bebé en su cuna llorando a todo pulmón. El japonés sin dudarlo se acercó viendo como la pequeña estaba roja por su llanto, confundido la tomó entre sus brazos meciéndola un poco a la vez que le tarareaba una canción; solo le faltaba atención, pensó el castaño al notar como al final terminaba por quedarse en silencio.

El japonés aturdido por el poco interés de Jihyo no dudó en girarse con el bebé aún en sus manos observando como ella estaba quieta con sus ojos fijos en su teléfono que descansaba en la mesa de centro.

—¿No la escuchó llorar?—cuestionó Minho queriendo entender por qué razón Jihyo, su Jihyo, había ignorado el llanto de su bebé—¡Jihyo!—él en lo personal no quería alzar la voz, pero necesitaba entender qué estaba pasando por su mente para dejar a su propia hija llorando como si no le importara en lo absoluto. La mujer giró su rostro sorprendida de verlo ahí de pie, con Chaeyoung descansando en sus brazos—Tu hija lloraba, ¿Qué pasó?

—Akira llamó y me reprochó... ¿Por qué no le contestas las llamadas?—cuestionó deslizando sus ojos del rostro del castaño hacia la forma en que su bebé había guardado silencio en los brazos del muchacho—¿Qué estás esperando para decirme que vivías con un alcohólico?—agregó cruzándose de brazos viendo la manera en que el japonés tragaba saliva—o del hecho que te fuiste de Texas porque vas a declarar contra Sachiko... ¡¿Por qué no me lo comentaste?!—se escuchaba molesta, pero eso era camuflado por el dolor—¡Soy tu madre, Minho! Debías decirme que no lo estabas pasando bien.

El castaño mordió su lengua para luego simplemente sacudir su cabeza en negación, con calma comenzó a mecer su torso intentando que Chaeyoung terminará por quedarse dormida.

—Estabas embarazada... no quería preocuparte con los problemas que tenía allá—admitió manteniendo su mirada agachada, centrándose plenamente como el bebé llevaba sus manos hacía su rostro soltando un fuerte suspiro—así que pensé en solo omitir ciertas cosas y contarte solo lo que te podría interesar—¿Se avergonzaba de haber ocultado las cosas? no, Minho no se arrepentía para nada, porque sabía que, si Jihyo hubiese sido consciente de las veces en que él se sintió mal por culpa del ebrio de Kai o por los recuerdos que los abogados de Akira le obligaban a sacar a relucir, ella no hubiese dudado de buscar los medios necesarios para poder traerlo a su verdadero hogar, metiéndose en un gran problema con Akira.

La mujer suspiró, en silencio observó cómo el muchacho giraba sobre sus talones recostando a su bebé en su cuna, el chico por instinto comenzó a mecer el objeto intentando que el bebé no despertara. Cuando se dio cuenta que había quedado pacíficamente descansado no dudo en volver a la conversación esperanzado de oír alguna respuesta por parte de la mayor.

—Tomé la posición de madre a pesar que no era necesario—habló Jihyo dando un paso en dirección del castaño—te traje a mi vida e hice que mis hijos te amaran de la misma forma en que tu los amas—siguió hablando estirando su mano para tomar las palmas del silencioso chico—quizás no te di la vida, pero el primer momento que vi tus ojos... que fui capaz de notar lo agradecido que estabas supe que no podría dejar de mirarte como si fuese uno más de la familia—Minho apretó sus labios intentando no quebrarse en ese preciso momento notando como ella si se daba el lujo de llorar—a~a lo que quiero llegar... es que no nos importa si es muy mínimo o si los demás lo consideran insignificante, si eso te provoca un conflicto a nosotros nos importará el saberlo.

Minho no supo qué responder, simplemente dejó que ella lo abrazara apoyando su mejilla contra su hombro. El castaño se cuestionó que había hecho para merecer una mujer tan bondadosa como Kang Jihyo, ¿Qué hizo? el japonés no tenía ni la menor idea, pero estaba agradecido. La mujer empuñó con todas sus fuerzas la camiseta del contrario intentando hacerse la idea de que lo volvería a perder; recién se estaba acostumbrando a tener su presencia rondando por la casa, se estaba acostumbrando nuevamente el escucharlo reír por las divertidas palabras de Wonyoung, y quizás sí, siempre estuvo lista para tener un gran número de hijos, pero jamás estuvo preparada para dejar ir a uno, y menos a otro país donde sufriría. El japonés acarició su espalda intentando detener su llanto, pero eso solo lo empeoró, ¿Qué debía suceder para que él no se fuera? aquella pregunta no abandonaba la cabeza de la mayor.

Cuando se dio cuenta que ya llevaban bastante tiempo abrazados Jihyo decidió dar por finalizado el contacto, en silencio le hizo un movimiento para que se alejara de la habitación y fuera donde Irene. Minho le tomó un par de minutos el salir del hogar de los Kang, cuando lo hizo no pudo evitar mantener en sus pensamientos las palabras que Jihyo soltó "mañana sale tu vuelo en la mañana" Dios, Minho quería morirse; si le adelantaron el vuelo, significa que el juicio también lo había hecho. El chico cruzó la calle con sus manos en el interior de sus bolsillos, el castaño subió con calma cada uno de los escalones en el hogar de su pareja antes de detenerse frente a la puerta, no supo qué hacer al entender que mañana se iba, ¿Como se lo diría? ¿Se enojaría? el japonés estaba asustado, no quería perderla.

Minho tomó grandes bocanadas de aire inflando su pecho para luego simplemente expulsarlo por sus fosas nasales y entre sus labios. El chico hizo sonar su cuello intentando relajarse lo más posible; estaba muerto de miedo. Luego de un par de minutos más terminó por estirar su mano tocando nuevamente con sus nudillos la madera, las risas del otro lado se escuchaban acercándose cada vez hacía su dirección logrando que el vello en su nuca se erizara por completo. El japonés relamió sus labios sintiendo sus palmas sudar, el sonido de la puerta separándose del umbral de madera causó que tragara saliva viendo con sus bonitas orbes oscura la atractiva sonrisa de Seulgi. Cuando la chica se percató de su presencia no dudó en borrar todo rastro de felicidad arrugando el puente de su nariz y juntando sus cejas en señal de disgusto.

—Joder, ¿Tu de nuevo?—cuestionó girando sobre sus talones para volver por su antiguo camino dejando al menor solo otra vez.

El castaño sonrió incómodo inclinando su torso para ver el interior del lugar observando como la pelinegra tomaba asiento en el pequeño círculo conformado por Joy, Irene y una chica que él en lo personal no conocía. Seulgi se inclinó hacia el cuerpo de la pelimorada susurrando algo que hizo que la chica no tardara en girar su rostro levantándose con emoción para correr hacía su dirección. Abrumado por la repentina cercanía de Irene, Minho no dudó en dar un paso hacía atrás avergonzado de ser pillado fisgoneando en la vivienda de la pelimorada. Cuando Irene se percató que, efectivamente era su novio el que estaba mirando como un cachorrito en busca de atención no dudó realmente en trotar hacía su dirección saltando sobre su torso en el instante que lo pilló desprevenido mirando sus zapatos como si fuese lo más entretenido del día. El japonés jadeó asustado por el repentino peso en su torso, sin dudarlo envolvió sus palmas por sus muslos desnudos hundiendo sus dedos en sus suaves carnes para mantener su cuerpo alzado en el aire. La chica sonrió avergonzada por la cálida respiración del más alto contra su mentón, a la vez que, por instinto ella rodeó sus brazos sobre sus hombros intentando estar lo más cerca de él.

—¿Tanto me extrañas que debías volver a verme?—cuestionó en broma sonriendo de esa forma peculiar que lograba con bastante rapidez tener la atención del castaño, pero esta vez no pudo evitar el notar algo diferente; Minho le veía como si estuviese asustado—¿Sucedió algo?—preguntó confundida observando como el castaño escondía su rostro en su cuello expuesto, su piel se erizó ante la cálida respiración del muchacho chocando contra sus clavícula—Minho... Mírame.

El mencionado agitó su cabeza en negación manteniendo su rostro apegado a su cuello, por los primeros segundos él se negó rotundamente el mirarla, pero luego de un rato comprendió que era el momento indicado para que ella supiera todo sus sentimientos.

—Te amo—confesó con una suavidad, con una sinceridad tan grande que, logró abrumar por completo a la pelimorada; había escuchado varias veces salir esas palabras desde los labios del muchacho, pero jamás con ese tono de voz—te amo tanto que duele—y alejó una de sus manos del muslo de la chica aun manteniendo su cuerpo alzado. De forma posesiva la abrazó por la cintura queriendo prácticamente hundirse en su piel para nunca dejarla.

Irene sintió su corazón galopando con fuerza, asustada ella nuevamente intentó que el muchacho la mirara logrando esta vez que él lo hiciese. Minho relamió sus labios dejando en exhibición sus orbes a punto de deslizar las primeras lágrimas; se veía tan angustiado que ella estaba asustada de lo que le habían hecho, hasta que lo comprendió.

—Te vas—afirmó deslizando sus palmas por la quijada del muchacho presionando su pulgar por debajo de sus bonitos ojos para que aquella amenazante lágrima no lograran el poder deslizarse—¿Por qué lloras?

Esa pregunta tenía tantas respuestas que Minho no sabía por dónde empezar. Estaba cansado de tener que moverse de un lado hacia el otro, de tener que viajar de Corea a Texas para poder ver aunque fuese un par de días a las personas que lo hacían sentirse completo, estaba abrumado de tener que volver a corea, de tener que ser un adulto y enfrentar a Sachiko en ese juicio porque a pesar que no lo aceptara a la primera, él sabía a la perfección que su testimonio sería crucial para encerrar a la mujer que lo trajo a la vida. Se agotó, no quería volver a huir y alejar a la persona que amaba; ya no tenía diecisiete años que, por temor dejaba de lado a la mujer que lo hacía feliz, no, ya era un hombre de casi veintiún años, tenía que luchar por lo que quería, y él amaba a Irene lo suficiente para luchar por ella.

El japonés tragó saliva sintiendo las suaves caricias de la contraria sobre su piel, Irene intentó descifrar lo que decían sus orbes, entender que pasaba por su mente, puso todo de ella para comprender qué estaba sucediendo en su mente hasta que lo notó, aquel reflejo de su miedo cada vez estaba siendo más visible para ella.

—No te dejaré—fue tajante y verdaderamente sincera, sonrió por instinto al notar como el contrario cerraba sus párpados suspirando del solo alivio que le provocó sus palabras—Dios Minho... ¿En serio creías que te iba a dejar?—cuestionó sorprendida viendo como él, completamente avergonzado por sus propios pensamientos no podía evitar abrir sus párpados a la vez que asentía con su cabeza—oh, amor—ella se sintió culpable de crear ese miedo en el menor, rápidamente se inclinó besando sus labios con suavidad para luego apoyar su frente contra la ajena manteniendo sus pulgares deslizándose por la quijada del muchacho en señal de cariño y protección—te amo lo suficiente para esperarte el tiempo que sea necesario.

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