6. El piano
Si nos planteáramos la vida como un camino recto, o un viaje con un destino fijo, siempre habría al menos un hoyo en medio del sendero. Un hoyo en el que los soñadores percibidos como débiles por la sociedad tienen una tendencia peligrosa a caer. Una vez atrapados en ese agujero, los viajeros tendrían que encontrar dentro de sí mismos la voluntad para intentar trepar por los riscos lo más rápido posible hasta la superficie y continuar, pisando con más cuidado esta vez.
Tristemente, muchos de los viajeros caídos tienden a rendirse una vez han tropezado con la primera roca de la pared, y permanecen atrapados hasta que recuperan las fuerzas mentales para intentarlo de nuevo. Algunos mueren en el hoyo, algunos salen solo para tropezar de nuevo...
Yoongi estaba empezando a trepar, o así lo veía Namjoon. Había estado profundamente hundido poco después de abandonar la carrera, tan lejos que la voz de su mejor amigo le llegaba distorsionada como un eco. Yoongi no había muerto en el hoyo únicamente porque sabía que fuera le esperaban y seguían pendientes de él. Ellos, sus amigos, su hermano. Las personas que lo amaban, y a las que Yoongi amaba. Habían puesto un freno a su muerte, y quizá por eso él había adoptado hábitos como el tabaco o la conducción temeraria. Morir lentamente, en lugar de hacerlo de golpe.
Y Namjoon sabía que Yoongi ya no estaba intentando morir, y lo sabía porque había vuelto a sacar su teclado del estuche, y se había pasado horas ensayando la misma melodía de Chopin, y tratando de inventarle un final a una canción para piano que había empezado a componer hacía casi tres años, cuando aún salía con Jimin. Namjoon podía reconocer al ex novio de su amigo en aquellas notas, si bien el final que Yoongi estaba improvisando sonaba alegre y cálido como Hoseok, y simultáneamente calmo y hermoso, como él mismo, o quizá como Seokjin.
El amor mantenía vivo y despierto a Yoongi, a pesar de la fama de persona fría que arrastraba. Nada más lejos de la realidad, pensaba Namjoon. El amor a la música, el amor a sus amigos...La manera de amar de Yoongi era callada y constante, y mucho más apasionada de lo que podía suponerse sin conocerlo.
Y ese amor era correspondido, incluso si no era de una manera que llenara su vacío vital por completo. Namjoon sabía escucharle y entenderle como nadie. Jimin cuidaba de él de una manera más evidente y exagerada, y siempre estaba dispuesto a darle abrazos y seguía metiéndose en su cama cuando se sentía correcto, aunque eso terminaría el día que se enamorase de nuevo.
Después estaba Hoseok. Hoseok quería a Yoongi con locura, incluso si era, de los tres, el que llevaba menos tiempo en su vida. Lo admiraba y animaba, porque era capaz de verlo bajo una luz que el mismo Yoongi nunca había sabido mirar. Para Hoseok, su hyung era una persona muy especial. También estaba como loco de contento al ver los progresos de Yoongi, y se había pasado un día entero apoyado en su hombro mientras tocaba el teclado. Se habían dormido juntos ese día, y Namjoon había suspirado, preocupado.
Sabía como eran aquella clase de cosas. Jimin intentaba que funcionara, pero Namjoon tenía una visión más realista. Hoseok jamás había demostrado sentir atracción por un hombre en sus veinticuatro años de vida, y eso no iba a cambiar por muy encantador que le resultara Yoongi. Se querían, pero no se veían el uno al otro de la misma forma. El propio Yoongi era consciente, por mucho que le doliera.
Y esa era otra de las ventajas de que hubiese vuelto a centrarse en la música. Sentado con el teclado sobre las rodillas, concentrado, con los auriculares y las gafas que necesitaba para leer las partituras... Namjoon no necesitaba decirlo para que Yoongi supiera que también él se sentía orgulloso de ese avance. No quería engrandecerlo, poner más presión sobre él. No quería señalarle que sus pies estaban sobre la primera roca, por miedo a que Yoongi mirase hacia abajo, tropezase y volviese a caer. Así que Namjoon simplemente estaba ahí, esperando, dispuesto siempre a ofrecerle una mano para que se aferrara a ella, porque para algo era su mejor amigo.
...
Yoongi se desalentó cuando entró el viernes en el conservatorio. Se había despertado aquella mañana con la mentalidad de que era perfectamente capaz de hacerlo, pero una cosa era tocar en casa, en pijama y con Namjoon como único público y otra muy distinta, hacerlo en un piano de cola, delante de profesores y vestido de traje.
Temía que la supuesta valentía que lo había llevado allí lo hubiera abandonado en el momento crítico. Estaba temblando, así que se metió al baño para tratar de calmarse, a pesar de que había llegado muy justo de tiempo. Se lavó la cara y alzó la mirada en el espejo. Intentó sonreírle a su reflejo, pero solo logró reírse de lo pequeño y patético que se veía, con un traje que solía adaptarse perfectamente a su cuerpo en el pasado, y que ahora le sobraba por todas partes. Estaba mucho más delgado, e incluso menos seguro de sí mismo que entonces.
En aquel momento de veras necesitaba escuchar la voz de Namjoon, porque su amigo siempre parecía tener las palabras correctas. Pero pasarían siglos antes de que Min Yoongi tomara la iniciativa para llamar a alguien por telefono, por mucha confianza que le tuviera a ese alguien.
Intentó recordar lo que le había dicho el día anterior, cuando Yoongi había dudado antes de guardar el teclado en su estuche después del último ensayo. Lo peor que podía pasar era que cometiera una equivocación, que olvidara alguna nota o acorde por culpa de los nervios. Al fin y al cabo, la música parecía magia, pero quienes la producían eran humanos. Y Yoongi era humano y, como tal, dado a cometer errores, por mucho que no quisiera o pudiera permitírselos. Los errores, le había dicho Namjoon, no cambiaban el hecho de que tuviese talento, y de que se hubiese esforzado por cultivarlo. A veces retomar el juego en medio de la partida podía llegar a ser más duro que empezarla desde cero.
Y no se trataba de a quién fuera a decepcionar Yoongi si salía allí y lo hacía mal. Yoongi solo debía pensar en si se estaba decepcionando a sí mismo, y lo haría tanto si se equivocaba como si abandonaba antes de salir a escena.
Así que salió del baño y llegó cinco minutos tarde. Entró con paso vacilante y todavía temblando, con los labios apretados. No miró a nadie, ni siquiera buscó a Seokjin con la mirada. Se centró en la partitura y en el blanco y negro de las teclas, y trató de hacer exactamente lo que había hecho en casa, cada uno de los días de la semana, como si todavía estuviera en la sala de su casa, con Namjoon.
Se levantó todavía con la mirada baja, y escuchó un corto silencio, seguido de aplausos. No sonaban demasiado fuerte, quizá porque solo había tres personas en la sala. Dos profesores y Seokjin, que estaba sonriendo en su dirección, y fue el último en dejar de aplaudir.
Uno de los profesores habló con Yoongi mientras el otro asentía a sus palabras. Seokjin no les escuchó, pero supuso que, al tratarse de una audición para asegurarle el puesto en el conservatorio, le estarían dando la respuesta definitiva. Él había imaginado que lo haría bien, pero había sobrepasado sus expectativas, que ya de por sí eran altas. Si él no hubiera hablado en el coche, quizá Yoongi ni siquiera se habría atrevido a intentarlo. Simplemente habría cancelado la matrícula y no habría vuelto a tocar un piano en mucho, mucho tiempo.
-Has estado muy bien-dijo, sonriendo.
Los dos se dirigieron a la entrada. Hacía frío y en teoría nevaba en las afueras de la ciudad. Salieron a buscar un café para llevar mientras Seokjin acompañaba a su amigo a la estación de trenes, pero tanto la carretera como las vías estaban bloqueadas a causa de la tormenta. Había huelga en el metro, y las entradas estaban llenas de gente protestando, así que Seokjin hizo cuanto podía hacer y le ofreció a Yoongi pasar la noche en su casa.
No se había olvidado de que Iseul iría a cenar, y seguramente su padre y la señora Jeon mirarían a Yoongi por encima del hombro. Llevaba su mejor traje, pero se veía que era viejo y no era de marca. Y eso por no hablar de su cabello teñido y los numerosas perforaciones de sus orejas.
Al principio, lo trataron con fría cortesía. Iseul le hizo algunas preguntas sobre sus estudios, pero se quedó mirando a Yoongi como si fuera algún fenómeno de feria cada vez que el acento de Daegu se hacía notar en sus respuestas.
Seokjin apenas podía levantar los ojos de su plato, avergonzado de que pensaran que Yoongi tenía algo de que avergonzarse. No le hubiera llevado a casa de haber tenido otra opción, aunque al menos parecía estar disfrutando de la comida. Preguntó quién de ellos había preparado el arroz con kimchi, ante lo cual la señora Jeon, ofendida, le contestó que podían permitirse un chef, y el padre de Seokjin ni siquiera respondió, aunque debía de haberse ofendido todavía más que ella, puesto que el lugar de un hombre no estaba en la cocina. Seokjin se lo había oído decir muchas veces, porque a él le encantaba cocinar y eso era, de hecho, una de las cosas que tenía en común con Yoongi.
La señora Jeon, que casi nunca pronunciaba palabra, le preguntó a Seokjin donde pensaba alojar a Yoongi durante la noche. Seokjin dijo que en su habitación. Y allí fue donde todo se salió de control, porque el señor Kim se dirigió a su esposa fríamente y le espetó:
-Así fue como empezó tu hijo, quedándose a dormir con otro hombre. Y mira como acabó...Ya no creo que pueda ni considerársele un hombre...
La señora Jeon bajó los ojos y no dijo nada. En todos aquellos meses, Seokjin no la había visto salir en defensa de su hijo ni una sola vez.
-¿Jungkook?-preguntó Iseul, de repente-Seokjin me dijo que se había ido a vivir con una mujer, pero no que...Oh, Dios mío, me siento tan...humillada...
La joven se levantó de la mesa y se alejó corriendo entre lágrimas. El señor Kim dio un grito y obligó a Seokjin a seguir y consolar a su prometida. Yoongi se quedó en la mesa con el matrimonio, visiblemente incómodo y comiendo, ya sin hambre, para evitar sus miradas.
Se levantó poco después y siguió a Seokjin hasta la sala, incapaz de soportar por más tiempo aquel silencio. El joven tenía a Iseul tomada de las manos y la estaba besando con desgana. Sus labios se apenas se estaban rozando, y a Yoongi nunca se le había pasado por la cabeza que un beso pudiese ser tan triste como aquel. Ella repetía que se sentía humillada y lloraba, escondiendo el rostro entre las manos.
-¿Humillada por qué?-preguntó Yoongi, sin poder contenerse-. ¿Por qué ibas a sentirte humillada? ¿Qué importa quién sea la persona de la que Jungkook se enamoró, si es mujer u hombre, si es pobre o rico...?¿Qué cambia eso? Si de verdad estuvieras enamorada de él, como pareces creer, eso no te importaría. Yo amo a alguien que no me ama, y sé que eso no me hace inferior a nadie. Pero tampoco actúo como si estuviera por encima de todo el mundo. No lo haría aunque hubiera nacido con tu fortuna. Jungkook no te amaba, y no es asunto tuyo con quién viva, con quién se acueste.
Iseul se sonó la nariz y se volvió hacia su prometido.
-¿Vas a permitir que me hable en ese tono?-murmuró, con voz débil.
-Bueno, quizá yo lo hubiera expresado de otra manera. Pero Iseul, Yoongi no ha dicho nada que no sea verdad.
La joven lo miró, sorprendida, y sollozó amargamente de nuevo. Seokjin se disculpó torpemente con ella, a pesar de que no tenía razones para hacerlo, y guió a Yoongi hasta su habitación, la misma que ocuparía aquella noche. Se perderían el postre pero, de todas formas, regresar al comedor no parecía una buena idea dada la situación, y ambos estaban cansados.
Yoongi pidió permiso antes de sentarse en la cama y quitarse los zapatos y la chaqueta. Recorrió el cuarto con la mirada, deteniéndose en los pocos detalles, porque era como un océano inmenso y ligeramente impersonal.
-¿Eres consciente de que esto es más grande que mi apartamento entero? Y eso que es solo tu cuarto...
Seokjin asintió, distraído. Hubo un silencio y, poco después, Yoongi comenzó a hablar de nuevo.
-Sabes...Una vez...yo estaba sentado en el portal, como el día que te vi por primera vez. Suelo salir para fumar. Eran principios de Junio o algo así, y tu hermano acababa de mudarse al edificio. Hacía mucho calor, así que cuando bajaron se quedaron en el portal y él le sugirió a Taehyung que se desabrochara algunos botones de la camisa, para no agobiarse, supongo. No quiero que pienses que les estaba espiando ni nada parecido...es algo que oí cuando estaba sentado en las escaleras, eso es todo. Él no quiso, y yo entonces no supe por qué, no entendí, porque no sabía lo de su operación. Supongo que se avergonzaba de la marca que había quedado en su pecho. Jungkook le habló en voz baja, le dijo que estaba bien si no quería abrirse la camisa, pero también le dijo que no tenía nada de qué estar avergonzado, y le desabrochó todos los botones con cuidado. Ahí yo aparté la vista-Yoongi rio, avergonzado-, pero le oí besarle, le oí decirle cosas, y escuché a Taehyung muy claramente, diciéndole que lo amaba. Y yo sentí que era así. Y a lo mejor te preguntas por qué te cuento esto, y no lo sé...pero creo que es porque me doy cuenta de que van a estar bien. Lo van a estar, sin importar lo que diga tu padre o quién sea, y por eso...quién me preocupa eres tú, Seokjin.
-No soy tan diferente de todos ellos. Ni siquiera he podido defender a Jungkook. Me quedé callado, igual que su madre...-dijo Seokjin.
-Cómo ya he dicho, déjalos que hablen. No creo que a Jungkook le importe, mientras sepa que estás de su lado. Pero que vayas a casarte con ella, eso es otra historia...Ni te quiere ni creo que vaya a cambiar.
-Puede que cambie...-Seokjin trató de defender a su prometida.
-Incluso si así fuera...¿por qué te resignas a no poder elegir a la persona con la que se supone que vas a casarte? A que alguien la haya elegido por ti, igual que el resto de tu vida. Que todo esté diseñado por alguien que ni siquiera busca conseguir con ello tu felicidad...¿Cómo aguantas eso?
El chico de cabello morado se limitó a encogerse de hombros, porque lo cierto era que tampoco él lo sabía. Había discutido con Jungkook por telefono unos días antes, por ese mismo motivo. No era tan sencillo escapar de aquella vida. A veces pensaba que tampoco era tan terrible, que, después de todo, tenía muchas cosas con las que el resto de la gente solo podía soñar. O tal vez simplemente se había acostumbrado a obedecer, a reprimirse. Porque aunque su habitación tuviese los mismos metros cuadrados que la casa de Namjoon y Yoongi, este último parecía compadecerle más que envidiarle y, muy en el fondo, él sabía que su nuevo amigo tenía razón, pero no quería admitirlo.
-No importa-dijo Yoongi, con un suspiro-...Es decir, sí, sí que importa, pero...si no quieres hablar de esto ahora, yo...lo respeto. No quiero que...no quiero que estés triste...Ojalá fuera como Namjoon y pudiera decirte algo que...que te hiciera sentir mejor...Lo siento.
-No. Está bien. No tienes que preocuparte por mí.
Yoongi le miró y, por un momento, Seokjin pensó que iba a decir algo más, pero se quedó callado y simplemente bostezó y se echó sobre el colchón. Él, que estaba buscando en su armario algún pijama de seda para prestarle, se dio cuenta de que había caído rendido al segundo. Era de esperar, teniendo en cuenta que se había desvelado el resto de los días para ensayar. Sonrió con tristeza y se cambió de ropa para tenderse a su lado. La cama era lo suficientemente grande como para que ambos pudiesen ocuparla sin rozarse.
Yoongi respiraba suavemente, con los labios entreabiertos. Seokjin se dio cuenta de que tenía unas pestañas bonitas. No hubiera sabido decir por qué le parecía que lo eran, pero el adjetivo simplemente parecía haber sido ideado para Yoongi.
Su mano izquierda parecía casi buscarle cuando se movió cerca de la suya, y Seokjin no se apartó cuando, en sueños, el otro chico entrelazó sus dedos con los suyos. Su tacto era frío pero reconfortante al mismo tiempo y, de alguna forma, lo ayudó a dormir mejor después de aquel largo día.
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