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5. No place like home




Seokjin tardó en levantarse por la mañana, quizá porque no tenía en absoluto ganas de irse. Se despidió de su hermano y de Taehyung con abrazos más largos de lo normal. Les pidió que cuidaran el uno del otro, si bien lo daba por descontado, y les prometió que volvería lo más pronto que pudiera.

    El viaje en coche de vuelta a Seúl fue tedioso y solitario, y no recibió abrazos cálidos ni nadie se alegró de volver a verle al regresar. Su habitación parecía todavía más grande y blanca que de costumbre, con la cama adoselada en el centro de la estancia.

    Todo era terriblemente impersonal, así que se alegró de encontrar uno de los cebos de pesca de Yoongi cuando abrió su maleta para ordenar lo poco que había llevado consigo. No recordaba si lo había guardado por error o si alguien lo había dejado allí intencionalmente, para otorgarle un recuerdo corpóreo de su viaje. Todavía olía a sal y a mar, como el cabello de Yoongi. Lo dejó sobre el escritorio, cerca del flexo de la mesilla, para tenerlo a la vista.

    Se tendió en la cama, cansado, todavía con el equipaje a medio deshacer. Como siempre, su padre entró sin llamar. El señor Kim le reprendió por haberse ido sin avisar, pero Seokjin no dijo una sola palabra. Lo ignoró por completo y colocó el resto de la ropa en los armarios, mientras el hombre lo seguía haciéndole mil reproches. Todavía tenía algunas horas libres antes de su cita con Iseul, así que buscó en el armario su tinte morado en cuanto su padre hubo abandonado la estancia.

    Seokjin nunca se había teñido el pelo en sus casi veintisiete años de vida. Tenía el cabello negro azabache, y sabía que le sentaba bien, pero estaba aburrido. Le hubiera gustado ser más atrevido, y probar nuevos colores, como el platino de Yoongi, o hacerse tatuajes, o quizá simplemente vestirse con algo que no fuera usual en él . No ayudaba demasiado el hecho de que sus colores preferidos fuesen el rosa y el púrpura. Nunca se lo había dicho a su padre (tampoco creía que le importara), pero no necesitaba ser adivino para imaginar su reacción.

    Sin embargo, después de aquel viaje, quería atreverse un poco más a ser él mismo, y le importaba un poco menos estar o no a la altura de las expectativas de quienes le rodeaban. Tomó el bote de tinte y leyó cuidadosamente las instrucciones. Vio un vídeo en Youtube por si acaso y se puso manos a la obra después de atrancar la puerta.

    Sabía que llevar el pelo de un color distinto no iba a cambiar las partes de sí mismo que no le gustaban tanto, pero simplemente quería hacerlo. Quería sentirse renovado, y sorprenderse las primeras veces que se viera en el espejo y olvidase el nuevo tono malva de su cabello. Así era como quería enfrentar a Iseul. No sabía cuanta rabia descargaría contra él su padre, si aquello lo enfurecería lo bastante como para llegar a golpearlo, como aquella vez que lo había visto jugando a las muñecas con una niña en el parque. Dios, Seokjin estaba seguro de que si su padre volvía a ver a Jungkook lo destrozaría a golpes...Pero por una vez, no quería pensar en las consecuencias, solo quería hacerlo.

    El proceso fue sucio y desastroso. Seokjin se tiñó parte de la piel de la frente, aunque el color se volvió más leve cuando entró en la ducha para lavarse el pelo. Tenía un color ceniza y desgastado bajo el púrpura, y las raíces seguían siendo negras como el carbón porque había repartido el tinte de forma irregular. Debería haberlo hecho cuando estuvo en casa de Kook y Tae, se dijo, frustrado. No había salido del todo bien, y su padre iba a odiar el resultado todavía más que él.

    Suspiró y se puso un traje. Valoró la posibilidad de cubrirse completamente el cabello con un gorro de lana, pero no podía presentarse así en un restaurante de lujo, de modo que avanzó por el pasillo tratando de hacer sus pasos lo más silenciosos que fuera posible.

    Fue inútil, porque estuvo a punto de chocarse con el señor Kim en el pasillo. Este se quedó mirando a Seokjin con los ojos muy abiertos y él se sintió pequeño de repente. Pequeño y débil, a pesar de que le sacaba varios centímetros a su padre. Sintió como lo agarraba por la camisa y asintió con la cabeza gacha a cada uno de sus reproches.

    -Sigue así y acabarás como el enfermo de tu hermano.   

    Seokjin quería responderle de forma mordaz, ser capaz de mirarle a los ojos y enfrentarse a él. Y sí, decirle que le gustaría tener valor como Jungkook, porque quizá solo así encontraría la manera de ser feliz. Pero no abrió la boca y no le aguantó la mirada.

    Murmuró apenas el nombre de Iseul, y quizá solo eso impidió que el señor Kim marcara el rostro de su hijo con un golpe. Lo soltó porque era importante que la cita saliera bien, incluso si su hijo llevaba el pelo pintado "como el de un payaso". El padre de la chica era un banquero cuyo apoyo económico a la empresa inmobiliaria de los Kim pendía de un hilo si no cerraban el trato con aquel matrimonio. La joven había salido con Jungkook un par de veces, y había quedado fácilmente encandilada, a pesar de que el chico se había limitado a ser amable y correcto, tratando de no darle esperanzas. Su presencia, por desgracia, había sido esperanza suficiente para ella, y ahora Seokjin debía llenar el vacío dejado por su hermano, una vez más.

    Seokjin tropezó cuando su padre lo soltó. Recuperó el equilibrio y corrió hacia la entrada de la mansión. Cuando estuvo solo, se tomó una fotografía en el espejo, forzando una sonrisa. Una notificación iluminó la pantalla cuando estaba a punto de volver a guardar su telefono en el bolsillo de su blazer.

    Número desconocido:

    -Hola.

    -Soy Yoongi.

    Seokjin sonrió ante el escueto mensaje, y guardó el contacto con un corazón de color blanco junto al nombre de Yoongi. Sin pensarlo demasiado, le envió la selca que acababa de tomarse en el espejo. La respuesta fue inmediata y entusiasta. Seokjin no necesitó preguntarle si estaba seguro de que se veía bien porque, con lo poco que conocía a Yoongi, le bastaba para saber que no era dado a mentir para complacer el ego de nadie.


    La familia tenía chófer, pero Seokjin solía conducir su propio coche, con tal de ahorrarse las conversaciones insípidas y los silencios de este. Aunque el restaurante estaba pocas calles más abajo que la mansión, decidió conducir hasta allí por si acaso se le hacía tarde. La mesa que habían reservado para ellos estaba junto a la ventana, y tenía velas aromáticas y flores en el centro. Olía a romanticismo artificioso por todas partes, casi lo bastante como para hacerle perder el apetito.

    Iseul llegó unos diez minutos tarde. Era menuda y bonita, a pesar de su expresión de fastidio. Llevaba el cabello teñido de un rubio algo más vivo que el de Yoongi, e iba subida sobre un par de tacones de aguja. No se disculpó por la tardanza ni antes ni después de tomar asiento frente a Seokjin.

    -¿Jungkook está bien?-fue lo primero que le preguntó, después de saludarle.

    -Eh...sí. Sí, está bien-respondió él, bastante cortado.

    -¿Qué le pasó? Solo me dijeron que tenía que cancelar mi compromiso con él, pero nadie me explicó por qué.

    -Jungkook...Jungkook se enamoró de otra persona y se fue a vivir lejos para estar a su lado-resumió Seokjin.

    -Oh-Iseul bajó los ojos, triste y decepcionada por algo que, en el fondo, ya intuía-. Supongo...espero que ella le haga feliz.

    Seokjin quiso decirle que no se trataba de una mujer, pero en la sociedad en que se movían era difícil imaginar otra posibilidad. Apretó la mano de Iseul por encima del mantel, para reconfortarla, a pesar de que se sentía insignificante una vez más, porque solo estaba allí como sustituto de Jungkook.

    Su hermano tenía la capacidad de encandilar a todo el mundo porque, incluso si no hubiera sido guapo, le habrían sobrado cualidades y talentos para compensarlo. Él, en cambio, solo tenía su rostro y su fortuna familiar. Y esas cosas hubieran sido más que suficientes para muchas otras personas, pero no para Seokjin. El señor Kim solía decir que las mujeres bonitas dejaban de ser bonitas en cuanto abrían la boca para expresar una opinión propia y, de algún modo, también aplicaba a su hijo aquel principio misógino. A Seokjin le hubiera gustado saber por qué su padre lo odiaba tanto, porque él nunca le había dado razones.

    Y se sentía poco menos que invisible delante de la gente. Él estaba allí, existiendo, y eso era cuanto hacía. Hacía algunos cursos online de dirección de empresas que no le interesaban lo más mínimo, y en aquel momento estaba mirando la carta de un restaurante con una chica que tampoco le interesaba, y era casi mejor, porque el desinterés era mutuo. Quizá Iseul era también poco más que una moneda de cambio para su familia, quizá también ella estaba viviendo una vida que alguien más había decidido para ella, quizá también ella tenía miedo de alzar la voz cuando no estaba de acuerdo con algo.

    Sin embargo, él había sentido su alma más afín a la de Min Yoongi, un chico que vivía en un apartamento barato con su mejor amigo, que estudiaba música y cuya vida amorosa era un completo fracaso. A simple vista, eran casi opuestos, pero él nunca se había sentido tan comprendido y acompañado como en aquel viaje de carretera o aquella tarde de pesca que habían compartido.

    -Lo siento-dijo Seokjin-Siento no ser Jungkook.

    Iseul retiró su mano de debajo de la del chico, delicadamente. Suspiró y se mordió los labios.

    -No es...Está bien. Solo...él me gustaba mucho. Pero nunca se trató de eso, ¿verdad? Así que está bien.

    Seokjin no podía culparla del sabor amargo en su boca, que ni siquiera el vino dulce o el resto de la comida pudieron borrar. Seokjin no tenía la culpa de que su padre le despreciara, Iseul no tenía la culpa de haberse enamorado de Jungkook, Yoongi no tenía la culpa de amar a Hoseok, tampoco Jungkook tenía la culpa de haberlo dejado todo atrás porque su felicidad estaba junto a Taehyung. Eran simples peones que, aunque podían avanzar en diversas direcciones, no tenían la capacidad de decidir sus sentimientos o situaciones en la vida.

    Tampoco ellos tenían la culpa de un compromiso en que no habían tenido voz ni voto, o de su falta de química e interés mutuo. A Seokjin le hubiera gustado enamorarse de Iseul, porque le dolía verla tan desolada, a pesar de que casi no la conocía. Pero como la misma joven había dicho, nunca se había tratado de amor. No era más que un contrato disfrazado de matrimonio, y ambos tenían que aprender a verlo así.

    Él la acompaño hasta su casa, engullidos ambos por un silencio denso y triste. Después de la cita, quiso despejarse dando un paseo a pie por la ciudad. Miró su reflejo de cabello morado en los escaparates y, sin saber cómo, acabó dándole vueltas al edificio del conservatorio.

    No esperaba encontrarse a Yoongi por allí, mucho menos después de haberse despedido de él apenas el día anterior. Sin embargo, el destino parecía propiciar continuamente sus encuentros, porque Yoongi estaba sentado en las escaleras, con un cigarrillo en los labios, concentrado en unos papeles. Hacía frío, pero llevaba solo una camisa negra y unos pantalones estrechos del mismo color.

    Yoongi le reconoció al instante y se levantó para ir a su encuentro. Seokjin pareció dudar, pues no sabía como saludarle. Decidió no abrazarle porque no estaba seguro de cuál era la postura de Yoongi respecto al contacto físico. Yoongi se sacó el cigarro de la boca y le sonrió. Tenía que volver a Seúl el viernes a realizar una audición, le contó.

    -Estoy un poco oxidado en ese sentido, ya lo sabes-dijo, bajando los ojos-. Siempre me ha costado tocar delante de un público. Me sudan las manos, siento que pierdo el dominio de mí mismo, es horrible...Es la primera vez en años que voy a hacerlo, y tocaré para uno o dos profesores. No será la gran cosa, pero tengo miedo. Y no quiero salir huyendo si se supone que voy a intentarlo...

    -Tal vez podrías pedirle a alguien de confianza que te acompañe...-sugirió Seokjin-. Puede que así te sientas más cómodo, o si ensayas en casa y Namjoon finge que es uno de tus profesores...

    -¿Podrías venir tú?

    -¿Yo...?-preguntó Seokjin, desconcertado.

    -Sí. Namjoon no puede acompañarme, porque tiene que dar clases privadas a una amiga. Y podría pedírselo a Jimin o a Hoseok pero...son demasiado entusiastas. Siempre temo no estar a la altura, aunque sé que van a decirme que lo he hecho bien haga lo que haga...Dios, Hobi...Ayer por la noche le dije por mensaje que había aceptado la beca...y me envió tres audios diciéndome que estaba muy orgulloso de mí, llorando...

    -Eso es...adorable...

    -Ya lo sé-dijo Yoongi, llevándose las manos a la cabeza-. A veces también me envía audios riéndose cuando digo algo que le parece gracioso. Y yo los escucho varias veces seguidas...Y oye...no quiero que pienses que estás sustituyendo a Namjoon ni nada de eso...realmente quiero que estés ahí. No sé si es muy pronto para decir esto, pero me importas. Eres mi amigo. Y no eres más o menos que nadie, no importa lo que quieran hacerte creer.

    -Estaré ahí-asintió Seokjin.

    -Tu pelo-señaló Yoongi-...se ve todavía mejor en persona.

    -No me gusta...

    -¿De verdad? ¿No te gusta o alguien te ha dicho que te queda mal?

    -No me gusta.

    -Oh, vaya. A mí sí, aunque no sirva de nada. El negro también te sentaba bien, claro. Con esa cara, lo difícil es que algo te quede mal. ¿Ya...ya la viste?

    -¿A Iseul? Sí...No fue...Ella no...Estaba decepcionada. Ya se había hecho a la idea de que se iba a casar con Jungkook...

    -Yo en su lugar estaría agradecido. ¿A quién no le gustaría casarse con un millonario guapo? Pensé que era el sueño de prácticamente cualquier persona que tenga la desgracia de sentirse atraída por los hombres-bromeó Yoongi.

    -Sí, pero...desafortunadamente, tú no eres hijo de un banquero y mi padre no es demasiado tolerante con la homosexualidad, así que me temo que nuestro romance sería trágico e imposible, Min Yoongi-dijo Seokjin a su vez.

    -Bueno, no es con tu padre con quién quiero casarme-Yoongi se encogió de hombros y dio otra calada a su cigarro.

    Seokjin se quedó sin palabras otra vez, porque sabía que, incluso si su amigo solo estaba bromeando, él no podía enfrentar a su padre. Había dejado de idolatrarlo hacía mucho, pero seguía ateniéndose a su ley, sin atreverse a desafiarle más que con pequeños y tímidos actos, o ayudando a Jungkook a sus espaldas. Era como si estuviese traicionando a ambas partes, y tampoco así lograse mantenerse fiel a sí mismo. Nunca era suficiente. Hiciese lo que hiciese, nunca bastaba.

    Y había días en que eso le molestaba menos, había días en que era incluso capaz de convencerse de que no le importaba que así fuera. Quizá, después de tres días pasados en el pequeño pueblo pesquero, el choque con su realidad le había afectado en mayor grado. Le había recordado que, en el fondo y, aunque la costumbre lo mitigaba ligeramente, odiaba aquella realidad. Quizá tan solo tenía un mal día, de esos en que sin motivo aparente te envuelve el hastío y no tienes ganas de aguantar nada ni a nadie. Pero Seokjin siempre aguantaba, porque tendía a poner las necesidades y caprichos de los demás por encima de su propia felicidad.

    Y aquel día en particular estaba muy cansado.

    Yoongi estaba hablando, aunque hacía ya tiempo que él había dejado de prestar atención. Cuando volvió en sí se dio cuenta de que se estaba despidiendo, porque mencionó que tenía prisa, y que el tren salía a y cuarto. Seokjin también tenía ganas de regresar a casa, aunque, de haber estado en mejor condición, le hubiera pedido a Yoongi que perdiera el tren y tomara el siguiente. Que se quedara con él.

    -Bueno...te veré el viernes-dijo Yoongi, que tenía las manos en los bolsillos y parecía vacilante.

    Seokjin se acercó a él y lo atrajo hacia sí. Estaba cansado y necesitaba un abrazo. Y Yoongi le daba esa sensación de calidez y cercanía, así que no importaba que fuera más bajo que él. Sus rodillas cedieron un poco y apoyó la cabeza en el pecho de Yoongi.

    Pese a la confusión inicial, Yoongi lo entendió. No era ajeno a esa clase de cansancio mental que contaminaba también el cuerpo, de modo que llevó sus manos al cabello color violeta de Seokjin y lo sostuvo. El mayor se levantó poco después y, separándose de él, se disculpó con la mirada. Yoongi asintió ligeramente y repitió que se verían el viernes, antes de alejarse corriendo para alcanzar el tren.

    Seokjin sentía todavía el tacto de Yoongi en su cabello. Ese era el aura que desprendía su nuevo amigo. Su voz suave y ronca, sus manos, sus palabras. Yoongi era como un lugar seguro, incluso a pesar de que no debía de serlo para sí mismo...Era algo difícil de explicar, pero Seokjin sabía que, en medio de la rutina desagradecida en la que estaba atrapado, había tenido la suerte de encontrarlo a él.

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