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21. Time goes by


Yoongi se levantó y corrió las cortinas para permitir que la luz del sol entrara en la sala. Ventiló su cuarto y el de Namjoon, que acababa de quedarse vacío, hacía tan solo unos días. Su mejor amigo se había ido a vivir con Hyejin, con quién ya llevaba casi dos años saliendo.

Habían pasado dos años desde que dejó atrás a Seokjin y lo besó por última vez, y Yoongi estaba tranquilo. Se sentía absorbido por una distancia a la que no se atrevía a dar nombre, pero también estaba rodeado de la misma gente de siempre.

A veces bajaba al piso de Jungkook y Taehyung, que habían adoptado un perrito juntos. Yoongi insistía en que no le gustaban los perros, pero siempre que estaba allí le prestaba más atención al cachorro que a sus amigos. Jugueteaba con Tannie mientras los escuchaba hablar. Taehyung llevaba, desde su operación, tomando medicación para el hígado y el corazón. Estaba cansado, débil, y dolorido, pero estable, y cada día más enamorado de Jungkook y de su vida con él. Muy de vez cuando, los dos le hablaban vagamente de Seokjin y, aunque nunca era él quién preguntaba, agradecía saber que estaba bien.

Hoseok había roto con su novia un año atrás, pero Yoongi seguía llevándose bien con ambos. Salía con Hoseok y Jimin a la bolera del nuevo centro comercial que habían puesto en el pueblo, y Hobi solía llevarlo en coche a Seúl. En esos viajes de carretera, habían hablado de casi todo, y se sentían más cercanos y tranquilos que nunca, el uno en compañía del otro. No quedaba nada del interés romántico que Yoongi había sentido alguna vez por su amigo, aunque tampoco se avergonzaba de haber amado a alguien que, de hecho, merecía tanto amor. Hoseok y él tenían una conexión por la que se sentía agradecido todos los días, aunque les hubiera costado un poco llegar hasta aquel punto. Tan solo a él le había hablado largo y tendido de todo lo que Seokjin le había hecho sentir, antes, después y durante su romance.

Ya estaba en su tercer año de conservatorio, y más enamorado de la música que nunca. Sus partituras y sus letras contenían su esencia, su talento, y también esa pasión que no había podido volcar en nadie más desde que amó a Seokjin.

No mucho después de su partida, le había pedido a Youna que saliera con él, en una cita. Era algo que no hacía desde la universidad, cuando empezó a salir con Jimin pero, inesperadamente, salió bien...O no.

Salieron durante dos semanas pero, aunque él la acompañaba hasta su casa y la besaba en el portal, el recuerdo de Seokjin estaba demasiado fresco y, en realidad, ninguno de los dos veía al otro de aquella forma. Existían una atracción y una química innegables entre ellos, y, no obstante, no estaban destinados más que a convertirse en grandes amigos (que, eso sí, se acostaban de vez en cuando).

La noche en que "rompieron", de mutuo acuerdo y entre risas, Yoongi le contó su historia con Seokjin, omitiendo nombres, y ella le reveló que, desde hacía muchos años, le gustaba una de sus mejores amigas, pero sabía que era un afecto inútil, y que seguramente la perdería si llegaba a decírselo. Tenía miedo a su rechazo, también a ser incapaz de pasar página y olvidar sus sentimientos. Con eso, se conocieron un poco más, al mostrarse vulnerables frente al otro. Y el día en que terminaron su relación, fue cuando realmente se hicieron más cercanos.

La vida era lenta y apacible. Yoongi pasaba el tiempo rodeado de personas que lo querían, y pensaba mejor de sí mismo que antes. A veces, se sonreía a sí mismo en el espejo, y se sentía como en un amanecer tranquilo, acompañado de una banda sonora de piano. Reía más a menudo, y besaba muchas bocas sin nombre. La ansiedad aún lo atravesaba antes de los recitales y exámenes, pero al final, nunca se decepcionaba a sí mismo, y eso era lo importante.

Y sin embargo, permanecía aquella sensación que, sin llegar a ser un vacío, parecía querer avisarle de que algo le faltaba o de que, quizá, algo estaba por venir. Yoongi se preguntaba qué  le esperaba cuando se sentaba en los bordes del muelle, observando pescar a los hombres del pueblo. La luz de la luna se reflejaba en el agua, y él quería pescar aquel reflejo y hacerlo suyo, y convertirlo todo en una canción. 

...

La vida de Seokjin había sido un poco más complicada. De hecho, hacía muy poco acababa de firmar los papeles de divorcio. Iseul estaba temporalmente alojada en la casa de una de sus amigas de Busan. O quizá estaba pasando la noche con su enamorado, uno de los compañeros de oficina de Seokjin, a quién ella había estado viendo a escondidas durante casi un año. A él no le importaba realmente. Solo sabía que se sentía más libre.

Ambos sabían que aquel matrimonio estaba destinado a fracasar desde antes de que se concretara, pero fue cuando se decidieron a intentar tener un niño cuando las cosas de veras empezaron a torcerse. Seokjin quería que su esposa se quedara embarazada de una vez, y así no tener que volver a acostarse con ella nunca más. No podía decir que la sensación de hacerlo fuese desagradable pero era tan... vacía. Solo podía compararlo con todo lo que había tenido con Yoongi, espontáneo y nacido del amor y del deseo y, de hecho, compararlo era casi un crimen. Sentía muy poco con Iseul, porque nunca la había amado, y la atracción que sentía por ella era muy superficial.

La joven se quedó embarazada cuando llevaban ya más de medio año en Busan, pero tuvo un aborto espontáneo casi un mes más tarde y, cuando visitó la clínica especializada, le dieron la noticia de que nunca podría tener hijos. Y de allí, todo fue cuesta abajo.

En una de las pocas visitas de cortesía que hicieron al señor Kim en Seúl, este no dejó de lanzarle indirectas a Iseul. Seokjin siempre había sabido que su padre consideraba que el papel natural de una mujer era estarse callada y parir, más similar a una triste muñeca de porcelana, bonita, obediente y sumisa, que a una mujer de carne y hueso, capaz de decidir y pensar por sí misma. Aunque Seokjin intentó convencer a su esposa, cuando estuvieron más tarde a solas, de que su incapacidad para gestar no le restaba nada a su valía como persona, ella no le hizo demasiado caso.

Había sido educada en una familia tradicional y conservadora, cuyos valores nunca se había atrevido a cuestionar. Le habían enseñado que amar o desear a alguien de tu mismo sexo estaba mal, o que la mujer debía vivir a la sombra de su esposo, para servirle, y tener y criar a sus hijos, e Iseul lo había aceptado sin más, y esas ideas anticuadas se habían quedado inevitablemente ancladas en su mente, encadenándola también a ella a la infelicidad.

Seokjin y su esposa se distanciaron todavía más a partir de entonces. En casa, apenas hablaban. Las pocas veces que él, viéndola decaída, trataba de iniciar una conversación, Iseul respondía de manera cortante y allí terminaba todo. Salían por separado en sus días libres, y solo aparecían juntos en las fiestas de la inmobiliaria, o en las que celebraban las amigas de Iseul. Cada vez que acudían a un "Baby shower", la mujer parecía todavía más desanimada que de costumbre, y Seokjin podía imaginar la clase de ideas que se le pasaban por la cabeza.

Debió de ser en una de aquellas fiestas de la oficina donde Iseul conoció al hombre con el que inició aquel romance a espaldas de su esposo. Era uno de sus compañeros, aunque Seokjin no recordaba su nombre. Cabello negro, pocas palabras, apariencia muy varonil...Una vez, al llegar a casa, lo encontró sentado en el sofá con ella, ambos con el pelo revuelto y aspecto ligeramente culpable. El tipo dijo que había venido a verle a él, pero la excusa no tenía ningún sentido, porque Seokjin solía estar en la oficina a esas horas, y ellos dos distaban mucho de ser amigos.

Nunca confrontó a su esposa sobre el tema. Al fin y al cabo, no eran más que dos extraños con una casa y unos cuantos documentos en común, y Seokjin había sido el primero en ser infiel, tiempo atrás. Fue ella misma quién lo reconoció, meses más tarde, el día que le pidió el divorcio. Seokjin se lo concedió sin rechistar.

El señor Kim lo llamó, decepcionado, y pasó horas culpándolo del fracaso del matrimonio, quejándose de las consecuencias que aquello podía tener para la empresa y tratando de "zorra" a Iseul. Seokjin dejó el teléfono descolgado sobre la mesilla y trató de concentrarse para estudiar el guión de la nueva obra de teatro que estaba ensayando en la academia de Arte Dramático.

La academia era lo más parecido a un hogar que tenía, al menos considerando que no había vuelto al pueblo donde conoció a Yoongi, y dónde Jungkook y Taehyung siempre tenían un lugar en la mesa para él. Allí, interpretando a diferentes personajes, se evadía de la realidad. Se sentía libre entre palabras, así como se había sentido siempre atrapado entre estadísticas y números.

Llegó a la conclusión de que actuar lo hacía feliz, aunque no estaba muy seguro de si merecía aquella felicidad. Planteárselo tampoco tenía mucho sentido, de todos modos. Le resultaba mil veces más fácil soportar los días, rutinarios y repetitivos, sabiendo que, por la noche, podría ocupar su tiempo en algo que de veras lo apasionaba.

De modo que, aunque en Busan, Seokjin se encontraba de nuevo en el punto de partida. Soltero (divorciado, técnicamente), y tratando de convencerse de que no debía tratar de perseguir sus sueños, pues solo se chocaría contra la pared invisible de la decepción, y tendría que volver a su vida gris de oficinista, en un despacho donde jamás había intercambiado besos y caricias con Min Yoongi. Un despacho y un edificio idénticos a los de Seúl, pero vacíos de memorias, y tal vez era mejor así.

No pensaba en Yoongi tan a menudo. Jungkook le hablaba de él a veces, muy vagamente, por lo que sabía que se graduaría el próximo año. No había preguntado nunca si estaba saliendo con alguien porque sabía que, fuese cual fuese la respuesta, le haría pensar e imaginar cosas que estaban completamente fuera de la cuestión. Habían pasado años y, de una manera u otra, era lógico que ambos hubieran pasado página.

Y sin embargo, Yoongi había sido un amigo muy valioso para él, y, hasta la fecha, su primer y último amor. Y en noches como aquella, en que durmió solo por primera vez en años, Seokjin no podía evitar que los recuerdos le devolvieran a Yoongi. Esa noche, después de tanto tiempo, sintió su tacto y escuchó su voz en sueños, pero no fue capaz de recordar mucho más a la mañana siguiente.

Y como casi todo en su vida, no tenía demasiada importancia. Los sueños eran difíciles de descifrar, y no solían tener sentido. 

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