2. Yoongi
Las olas rompían furiosamente contra la orilla y el cielo estaba gris y cubierto cuando Seokjin aparcó a las afueras del pueblo. No era muy grande, de modo que no le costó mucho encontrar el portal dónde vivía Jungkook, aunque acabó empapado por lo intenso de la lluvia en el camino.
Llamó al timbre y esperó pero, antes de que abrieran o preguntaran siquiera de quién se trataba, un chico delgado y pálido que estaba fumando sentado al pie de las escaleras se acercó para abrirle la puerta. Se quedó mirándole boquiabierto, aunque no debía de darse cuenta de su expresión. Seokjin sonrió y le pidió paso educadamente. No era la primera vez que alguien se detenía a admirarlo, y seguramente no sería la última. Seokjin se sentía inseguro sobre casi todo, pero no sobre su belleza.
-No...no eres de por aquí...¿verdad?-preguntó el chico delgado, que tenía el cabello teñido de platino.
-Solo estoy de paso-respondió Seokjin, tranquilamente.
Subió las escaleras de prisa, consciente de que el otro joven aún lo seguía con la mirada. Jungkook estaba en la puerta y lo abrazó con fuerza antes de que pudiera decir una sola palabra. Lo invitó a pasar y a dejar el equipaje en la entrada, para colocarlo todo cuando estuviese algo más descansado.
Tal vez otro en su lugar hubiera guardado rencor a Jungkook por elegir su propia felicidad y dejar aquella carga sobre sus hombros, pero no Seokjin. Aunque no compartía sangre con el chico, lo consideraba su hermano y estaba orgulloso de él y del camino que había elegido seguir.
Taehyung estaba tendido en el sofá, arropado con unas mantas, y le saludó también con una sonrisa cansada pero genuina. Jungkook se giró para mirar a su novio y se sentó al borde del sofá, tomando su mano.
-¿Cómo estáis?
-Nunca he estado mejor-respondió Jungkook, sin apartar la mirada de Tae.
-Yo estoy un poco más feliz que Kook. Él se preocupa demasiado-bromeó Taehyung, llevándose la mano del chico a los labios.
Le preguntaron a Seokjin a qué se debía su visita, y él respondió que solo quería verlos, y que necesitaba algo de paz. No era del todo faltar a la verdad, aunque estaba pasando lo que había desencadenado aquel viaje, las palabras de su padre deseando egoístamente la muerte de Taehyung. No quería mencionar algo así en voz alta, delante de ellos. Casi sentía ganas de llorar por lo horrible que era esperar algo como aquello. Ya le había enfurecido al oírlo, pero recordarlo en aquel momento, teniendo delante a la pareja, era peor todavía. ¿Acaso no era el corazón de su padre el que no funcionaba debidamente, para expresar sin remordimiento alguno el deseo de destruir la felicidad de su hijo adoptivo, el mismo al que decía amar? Viéndolo así, Seokjin casi se alegraba de aquellas tantas veces en que el señor Kim había insinuado que no le quería, por mucho que llevara su sangre.
-¿Hyung?-preguntó Jungkook, chasqueando los dedos en su dirección-¿Estás bien? ¿En qué piensas?
-En nada-repuso Seokjin, forzando una risa-. Solo...no quiero molestaros demasiado. Sé que no estabais ni mucho menos aburridos antes de que viniera, y no quiero imponeros mi presencia, así que tenía pensado salir a pescar. Nunca lo he hecho, pero he estado viendo tutoriales y todo eso.
-No nos molestas en absoluto-le reprendió Jungkook-.
-Koo siempre me dice que se alegra de que seas su hermano, porque por fin siente que tiene una familia que le apoya. Estaba muy contento cuando avisaste de que vendrías...-añadió Taehyung.
Seokjin se acercó con torpeza para envolverlos a los dos en un abrazo, conmovido con facilidad por las palabras de Taehyung. Él era, ciertamente, lo más similar a una familia que tenía Jungkook en aquel momento, pues su padre biológico había fallecido hacía tiempo, víctima de un corazón débil, y su madre no se había molestado en intentar contactarle desde que se había ido a vivir con Tae.
...
La lluvia había cesado momentáneamente, y Yoongi decidió que era buena hora para salir de casa. No quería llegar a en punto, pero tampoco perder demasiado tiempo. Después de todo, era la primera vez en semanas que Hoseok le había hecho un hueco en su horario, aunque solo fuesen a tomar un café. Yoongi tenía miedo de haber sido demasiado insistente, o de que su amigo se hubiese dado cuenta de que casi siempre le respondía los mensajes al segundo. Namjoon solía decirle que les daba demasiadas vueltas a las cosas, pero Yoongi solo estaba tratando de conservar un poco de su dignidad y no convertir su enamoramiento en una obviedad.
Porque sí, Yoongi estaba completamente perdido por Hoseok. Cada vez que estaban juntos, se le iluminaba el rostro, y hasta el menor gesto de su amigo, como un estornudo, lo llenaba de una ternura que no era habitual en él. Sabía que el sentimiento no era mutuo, de modo que trataba de ocultarlo, pero a solas lo cultivaba en lugar de dejar que se marchitara. Namjoon solía bromear insinuando que le gustaba sufrir. Lo cierto es que era un poco más profundo que eso y Namjoon lo sabía. Yoongi alimentaba su propio dolor porque, en el fondo, no creía merecer otra cosa.
Por suerte o por desgracia para él, su encuentro con Hoseok aquel día iba a darle más material para pensar por las noches hasta casi hacerle llegar a las lágrimas. En la hora que compartieron, Hoseok se mostró todavía más efusivo y alegre que de costumbre, y no dejó de hablar de una chica que había conocido en los cursos de baile callejero a los que asistía. Había salido con ella el fin de semana anterior y todo había ido de maravilla. Yoongi sonrió cuando Hoseok le explicó con todo lujo de detalle como habían ido las cosas en el dormitorio. Yoongi sonrió cuando Hoseok le dijo que ella de veras le gustaba mucho, y sonrió también cuando Hoseok le aseguró que, si empezaba a salir con ella, no por eso le dejaría de lado. Sonrió pero pensó que, en el fondo, igual hasta sería mejor que lo dejara de lado. Quizá solo así lograría apartarlo de su mente.
Se despidieron al cabo de un rato, con un abrazo. Yoongi sonrió como un estúpido cuando Hoseok estuvo ya lejos, solo porque le había abrazado, pero su sonrisa no tardó en difuminarse. No quería volver aún a casa. Odiaba sentir que molestaba a Namjoon hablándole de problemas que, en el fondo, ni siquiera lo eran. Si de verdad fuera un problema, se decía Yoongi, entonces tendría solución, y no parecía tenerla. Todavía era pronto, de modo que volvió al piso a recoger su material de pesca y bajó hasta el puerto escuchando música.
Aunque la tormenta había amainado hacía rato, el suelo todavía estaba mojado y se asemejaba a un espejo, y el pueblo parecía casi desierto. Fue entonces cuando lo vio, de espaldas, teniendo dificultades con la endeble caña de pescar. El mismo chico con el que se había cruzado en las escaleras horas antes. A Yoongi la mayoría de personas consideradas atractivas le causaban poco más que indiferencia, porque no eran Hoseok, pero su belleza le había dejado sin aliento.
Se acercó a él y llamó su atención. El joven de cabello negro se sobresaltó tanto que, por un momento, Yoongi creyó que caería al mar.
-Hola de nuevo-dijo, con una leve sonrisa-. Lo estás haciendo todo mal. Puedo enseñarte si quieres...
-En mi defensa, no he pescado nunca antes-replicó el chico, encogiéndose de hombros, avergonzado.
Yoongi le agarró de las manos para mostrarle como se hacía, pero cedió enseguida, preguntándole si no había encontrado una caña peor. Le dio la suya, porque no tenía muchas ganas de pescar de todos modos. Tal vez solo quería sentarse a su lado y hablar de cualquier cosa, a pesar de que no tenía habilidad para entablar conversaciones con extraños.
-Puedes devolvérmela cuando quieras. Somos vecinos, después de todo.
-Solo estoy de paso-dijo el joven de cabello negro.
-Lo mencionaste, sí. No sé cuanto tiempo vas a quedarte, pero...me llamo Yoongi-dijo, tendiéndole la mano y odiándose por dentro porque, ¿por qué demonios iba a querer saber cómo se llamaba?
-Seokjin-respondió el chico-Supongo que nos veremos bastante. Mi hermano vive aquí, y me gustaría venir a verle más veces. Gracias, Yoongi...
-¿Tu hermano? ¿Cuál de los dos chicos guapos del cuarto es tu hermano? ¿El del pelo azul o el de los ojos grandes?
-El de los ojos grandes. Aunque no es...técnicamente no somos hermanos. Sí, los dos somos guapos, pero ha sido solo casualidad. Es mi hermanastro, pero nunca lo llamo así porque suena horrible-dijo Seokjin, con una risa.
Sin saber como, Seokjin terminó por dejarse llevar y le contó a Yoongi la historia de amor de su hermano, y la discusión con su padre que por fin le había hecho decidirse a visitar a la pareja. Le habló de muchas cosas de las que no había hablado nunca a nadie, y Yoongi le escuchó con atención y él sintió que lo comprendía. Yoongi casi tenía ganas de hablar de sí mismo también, o de lo que sentía por Hoseok, pero la sensación de lástima propia que lo embargaba impidió que él también se abriera.
Si hubieran estado en un club nocturno, en lugar de en el puerto al atardecer, pensó Yoongi, se las habría arreglado para besar aquellos labios carnosos. Habría intentado llevárselo a la cama, quizá por despecho, quizá para alimentar un orgullo que no tenía. Pero estaban sentados a la orilla del mar, y después de lo que le había contado Seokjin, ni siquiera tenía sentido plantearse si le gustaban o no los hombres. Tendría que casarse con una joven acomodada, precisamente porque Jungkook no lo había hecho.
No tenía sentido pensar en Seokjin de aquel modo, y existían demasiadas razones. Habría hecho lo posible por pasar la noche con él, pero ya era tarde, porque ya se conocían. Y eso era peligroso. La atracción física y la simpatía siempre acababan convertidas en un amor desprovisto de toda esperanza cuando se trataba de Yoongi, y por eso se mentía a sí mismo diciéndose que prefería el sexo sin ataduras sentimentales.
A lo largo de su vida solo había tenido una relación larga, con un chico de la universidad llamado Jimin. Yoongi dejó la universidad, desmotivado y deprimido, y ahí acabó la relación. No del todo, porque Jimin aún lo visitaba de vez en cuando e incluso tenían encuentros esporádicos ya que, incluso si todo sentimiento romántico entre ellos se había esfumado, la atracción y la compatibilidad no lo habían hecho. Yoongi tenía sexo de la misma manera en que bebía, no por el placer de hacerlo, sino porque trataba ahogar algo que ni siquiera sabía qué era.
Él decía que Jimin no se había ido del todo porque le tenía lástima. Namjoon se lo discutía, diciéndole que Jimin se había quedado a su lado porque lo apreciaba de veras, y eso no era para nada común entre ex parejas que ya habían dejado el amor muy atrás. Pero no había manera de hacer cambiar de idea a Yoongi. Yoongi siempre había respondido con interrogaciones las pocas veces en su vida que alguien le había dicho que lo amaba.
Se había quedando cavilando y se había bajado el ánimo a sí mismo. Se dio cuenta apenas cuando Seokjin le repitió una pregunta y tampoco la escuchó. No le pidió que la repitiera una tercera vez. Se limitó a levantarse y a decir que estaba cansado y era hora de regresar. Seokjin hizo ademán de levantarse para acompañarle, pero él le dijo que no se preocupara y que se quedara un rato más, a ver si por fin picaba algún pez.
-Gracias otra vez, por la caña-dijo el joven de cabello negro.
-No es nada-Yoongi hizo un gesto con la mano, restándole importancia-Si pescas algo puedes invitarme a comer o algo así. Nos veremos.
Se alejó y Seokjin le siguió con la mirada. El chico de cabello platino no había llamado demasiado su atención aquella mañana, pero estaba sorprendido de lo mucho que había logrado soltarse con él, o de la tranquilidad que le había envuelto al hablarle. Jin se había sentido seguro, y rara vez se sentía así cuando trataba con desconocidos. Al contrario de lo que podía parecer, también era introvertido y tímido, y el trato que había recibido durante su infancia y adolescencia no había hecho más que reforzar esa necesidad que tenía de encerrarse en sí mismo.
Sonrió para sí pensando en como se curvaban las comisuras de sus labios al escucharle, o en la delicada tristeza de sus facciones. Seokjin no sabía nada de Yoongi, pero quería verlo de nuevo. No pensaba en él de ninguna manera que pudiese resultar peligrosa, pero se había sentido bien a su lado, y eso era más que suficiente.
Suspiró y tiró de la caña, esperando que esta vez no se hubiese enredado en algún plástico que un desaprensivo había arrojado al mar. Nada. Llevaba horas allí y no era capaz de atrapar una mísera sardina. De algún modo, se sentía como todo lo que había sido su vida. Intentarlo, y fracasar y, a pesar de todo, seguir intentándolo.
Al cabo de un rato, también él decidió que ya era tarde y se dio por vencido. Recogió sus cosas y regresó al piso caminando tranquilamente, con la mirada perdida en el paisaje, de tonos grises y azules apagados. Comprobó que su padre lo llamaba por tercera vez aquel día. No sabía si quería reprenderlo por haberse ido sin avisar o si, por el contrario, aquello le importaba más bien poco y solo quería ponerle una fecha a su encuentro con la joven que habían asignado como prometida de Jungkook, compromiso que había heredado junto al resto de responsabilidades y expectativas. Tampoco atendió la llamada aquella vez. Solo por un día, quería olvidarse de la persona que se suponía que debía ser.
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