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15. Brief Paradise


 La cama del hotel de Paris no tenía nada que ver con la que habían compartido en Seúl. Después de todo, los ahorros de Jungkook y Taehyung no daban para alquilar una suite en el Ritz o algún edificio de lujo semejante. Pero eran unas vacaciones breves, y el ambiente era mucho más agradable, a pesar de los muelles del colchón, que Seokjin sentía clavarse en su espalda cuando Yoongi se subió encima de él y empezó a besarle el cuello con insistencia.

-No deberías...Me dejarás marca-se quejó.

-Puede que en tres días ya se hayan quitado, y si no te puedes dar maquillaje, o llevar cuello alto. Después lo pensamos...-dijo Yoongi, atacando su cuello de nuevo.

Era demasiado tentador como para dejarlo intacto, y ya se había privado de ello durante tiempo suficiente. Seokjin no se resistió más porque, después de todo, quería las manos y la boca de Yoongi por todos los rincones de su cuerpo, y las había querido desde mucho antes de darse cuenta. Era una atracción que había estado allí desde el principio, aunque hubiese cometido el error de creerla platónica. Quería mirarse en el espejo a la mañana siguiente y tener allí esas marcas, y también dejar huella en la piel blanca de la espalda de Yoongi, clavarle las uñas y después dormirse abrazado a él, y que las heridas empezasen incluso a dolerle para convencerle de que era completamente real, de que aquello había sucedido.

-Joder, si lo hubiera sabido...el día de antes de la boda...debería haberte besado en el coche...¿Te hubieras escapado conmigo...?

Seokjin sonrió, moviéndose sobre él. Le gustaba la manera de hablar de Yoongi cuando estaban en la cama. Era más callado fuera de ella, pero dentro, se dejaba llevar y decía todo lo que se le pasaba por la cabeza. Era tan gentil en sus palabras como salvaje en sus movimientos, y solía repetirle que era hermoso. Eso le gustaba. Era dulce, pero también duro con él, y eso le gustaba, porque de verdad le hacía sentir que era importante, y deseado, y amado.

Era como si hubiera una barrera invisible entre el placer y el dolor, inclinándose mucho más hacia la primera sensación. Y nunca dejaban de besarse, porque si a Yoongi le hubiesen preguntado qué era lo más bonito de Seokjin, habría elegido sus labios. Seokjin hubiese elegido sus manos, las mismas que ahora tenía apretadas alrededor de su cuello mientras Yoongi profundizaba el beso, siendo cada vez menos dueño de sí mismo, gimiendo con voz ronca contra su boca.

La calefacción en aquella ruinosa habitación de hotel estaba averiada, y la primavera de Paris era más bien fría, pero el sudor hacía brillar la piel del cuello de Seokjin, e incluso la palidez del cuerpo delgado de Yoongi, que ahogó por primera vez un "te amo" mientras le besaba por última vez, antes de retirarse con delicadeza de encima de su amante.

Estaban cansados, y acababan de llegar del aeropuerto. Las maletas seguían abiertas en el suelo, sin deshacer, y ya habían estrenado la cama. Yoongi se dio la vuelta sobre el colchón, exhausto. Le ardían los arañazos de la espalda, e incluso había manchado ligeramente de sangre las sabanas.

-Deberías cortarte las uñas-suspiró, con una sonrisa.

Se echó a reír y cerró los ojos. No estaba hablando en serio, no le gustaba que lo trataran como si fuera de cristal, como había hecho Jimin las primeras veces que se habían acostado después de que Yoongi fuese diagnosticado con depresión. Eso era aburrido, y darle lo que le gustaba era una mejor manera de cuidar de él. Al parecer, incluso en eso se complementaba con Seokjin. Había sido más delicado al principio, pero Seokjin le había seguido el ritmo de forma sorprendentemente rápida, y tenían gustos muy similares, además de que ambos preferían experimentar.

-Quería escaparme contigo-respondió Seokjin, finalmente-pero ya es un poco tarde para eso...

Se acercó despacio a la ventana, a pesar de que no llevaba nada puesto. El hotel era barato, pero tenía vistas al Sena, similares a las de la postal que le había enviado a Yoongi meses antes.

-Y yo...Dios mío, espero que no fuera algo que has dicho sin más, espero que lo sientas de verdad...Yo también te quiero, Yoongi-dijo, todavía con la mirada fija en la noche parisina.

-Me conoces. No me gusta decir las cosas "sin más". No me costaba tanto decírtelo antes de haberte besado...pero creo que no es ningún secreto. No estaría haciendo nada de esto si no te quisiera, te lo prometo...-todavía le temblaba la voz, todavía sonaba más ronca que de costumbre-Te amo, Jinie...

Seokjin se rio por el apodo cariñoso. Yoongi nunca le había llamado así antes.

-Es en serio...-Yoongi se rio a su vez, algo avergonzado, y le tiró un calcetín, aunque no acertó-...mira lo que estás haciendo conmigo...

El calcetín le acertó de lleno cuando Seokjin lo lanzó de vuelta, para después tirársele encima y quitarle a besos el gesto de falso enfado que lucía en el rostro. Yoongi tenía el pelo suave y él hubiese podido acariciarlo durante horas, pero ambos necesitaban urgentemente un baño.

La bañera era estrecha, y sus rodillas se rozaban. Tenían algo de prisa, porque el telefono llevaba un buen rato vibrando sobre el aparador, y seguramente Jungkook o Taehyung les estaban llamando para salir a cenar. Era tarde, pero no habían comido nada desde antes del vuelo, que duraba más de diez horas.

Yoongi se vistió con una de las camisas de Jin, que le sobraba por todas partes y lo hacía parecer más pequeño de lo que en realidad era. Seokjin tardó un poco más en elegir lo que iba a ponerse. Casi todo lo que había empacado eran trajes grises y de un azul apagado, porque, a ojos de Iseul, se suponía que estaba en un "viaje de negocios", lo cual realmente era una excusa típica de maridos infieles. Se avergonzó un poco al pensarlo, pero sonrió a Yoongi, que tomó su mano en la puerta antes de salir.

Seokjin no pudo evitar pensar que esas escasas horas de la tarde se parecían a lo que habría sido su vida con Yoongi si hubiese sido libre para vivirla. Sexo, conversaciones en la bañera, caricias, compartir ropa, pasear tomados por la mano...No parecía una rutina de la que uno pudiera aburrirse.

-Habéis tardado mucho-se quejó Jungkook, mirándose la muñeca como si llevara un reloj en ella.

Taehyung levantó una ceja de forma sugerente y les sonrió, ganándose una mirada de enfado por parte de su prometido. Yoongi pensó que tal vez las paredes estuviesen hechas de papel y los otros dos chicos lo habían oído todo, lo que resultó en que no pudiera mirarles a la cara durante todo el trayecto.

Taehyung y Jungkook subieron a la torre Eiffel y él se quedó abajo con Seokjin. No le importaban tanto las vistas desde arriba, no iba a dejarlo solo, o a obligarlo a subir sabiendo que tenía miedo a las alturas. Era de noche, y había luna llena. Los barcos que paseaban a los turistas por el Sena brillaban en medio de la oscuridad, así que, perdiendo su timidez, le sugirió a Taehyung que subieran en uno de ellos, y el chico estuvo muy de acuerdo.

Cuando subieron al barco, el novio de Jungkook sacó su cámara analógica y empezó a tomar fotos del paisaje y de ellos. De Jin y de Yoongi, que seguían tomados de la mano, porque no se habían soltado el uno al otro desde que abandonaron el hotel, y la noche parisina era fría. Tomó también muchas fotos de Jungkook, y le pidió a una señora que les sacara una foto a los cuatro juntos, a lo que la señora murmuró entre dientes algo que no entendieron y les dio la espalda muy dignamente. Taehyung sonrió, algo incómodo, y se encogió de hombros.

Yoongi se soltó entonces de Seokjin y tomó varias fotografías de los novios, y después sacó su móvil y se sacaron varios selfies. Acordaron que, en cuanto estuvieran de vuelta en Corea, revelarían las fotos. Jin quería guardarlas en el mismo cajón donde tenía el cebo de pesca que Yoongi le había escondido en la maleta aquel primer fin de semana.

Podrían ser un arma de doble filo si alguien más las encontraba, pero él quería conservarlas. Hacía frío, sí, pero él llevaba el cuello descubierto, luciendo orgullosamente las marcas que le habían dejado la boca y las manos de Yoongi. Y tenía sus dedos entrelazados con los suyos, y Yoongi lo miraba de una manera que volvía la duda imposible, que confirmaba todas las palabras que le había dicho antes.

Su móvil empezó a vibrar en el interior de su bolsillo, y salió a cubierta para responder a la llamada. Iseul le preguntó si las reuniones estaban siendo muy aburridas y qué si el hotel era cómodo. Seokjin le respondió, lo menos turbado que pudo, e incluso se rió con algún comentario. Era perfectamente capaz de llevarse bien con ella, siempre que no mencionasen temas en los que sus opiniones eran irreconciliables.

Eso le ponía enfermo, el pensar que, de alguna forma, ella confiaba en él, o incluso había llegado a tenerle cariño. Incluso cuando tenía sus manos sobre Yoongi, reparaba inconscientemente en el anillo que le recordaba que estaba casado con alguien más, que no era libre, que tenía que esconderse y mentir para conservarlo a su lado.

-¿Estás bien, Jinie?-preguntó Yoongi, en cuanto Seokjin volvió a sentarse a su lado. Tomó su mano de nuevo y la acarició suavemente, haciendo círculos con el pulgar.

Seokjin asintió, pero tenía los ojos tristes y ni siquiera se rio al escuchar por segunda vez el apelativo cariñoso. Yoongi se dio cuenta, por supuesto que se dio cuenta, pero no quiso insistir, quizá porque intuía qué era lo que había ocasionado el malestar de su amigo. De su amante, de lo que quiera que fueran...

Se acercó a él para besarlo, y Seokjin correspondió. Los ojos cerrados, su boca adosada a la de él, la noche envolviéndolos en medio del río, como si estuvieran en una película. Era suave, sin llegar a ser tierno, simultáneamente desesperado, sin llegar a ser sexual. 

Yoongi...Yoongi era todo lo que él había querido siempre, incluso sin saberlo. La persona adecuada, que sabía cuando hablar, cuando no hablar, qué decir, qué no decir...Yoongi era el amor mismo, ese que él ya no esperaba conocer, porque tenía veintisiete años, y creía haberse reconciliado con esa desesperanza.

Y no estaba preparado para eso, pensó, con los labios de Yoongi pegados a los suyos. No estaba preparado para todas esas sensaciones que lo rompían y lo arreglaban al mismo tiempo. Quería contarle a todo el mundo lo que Yoongi le hacía sentir, pero no tenía palabras, y tampoco era libre para hacerlo. Y por encima de todo eso, tenía miedo.

Aquel romance tenía una muerte anunciada. Yoongi y él lo habían hablado un par de veces, lo habían mencionado o sugerido. Iba a terminarse más tarde o más pronto, y les dolería, porque seguirían amándose cuando terminara, y quizá hasta mucho después.

Y Seokjin no se aparecería en los paneles de publicidad para atormentarle con el recuerdo, porque no estudiaría interpretación. Yoongi seguiría tocando el piano, y él seguiría trabajando en la inmobiliaria, y quizá tendría hijos con Iseul, un niño y una niña perfectamente adorables, y un perro de color canela. Un día su hija crecería y él se sentaría con ella a hablarle del primer amor, y pensaría en Yoongi. Y le dolería un poco, pero solo un poco...Y quizá, cuando Seokjin fuese un hombre de algo más de cincuenta años, el señor Kim moriría y, poco después, él encontraría el valor de pedirle el divorcio a Iseul. Iría a buscar a Yoongi, pero Yoongi seguramente ya no viviese allí, o quizá ya no se acordara de él. O tal vez él mismo habría vivido enamorado de su recuerdo, y tan solo se sentaran al atardecer a hablar del pasado, y Seokjin volviese a casa sintiéndose más libre, pero no menos vacío.

No le gustaba pensar en el futuro, pero no podía evitarlo. Los deseos son evidencias de que algo nos falta, y a él le faltaba una vida entera al lado de Yoongi...

...

Todavía no llegaba el alba, todavía estaba el cielo oscuro...Taehyung no había pegado ojo en toda la noche, aunque apenas se habían acostado a las dos de la mañana, y ahora eran pasadas las seis. No dejaba de moverse y dar vueltas en la cama, y había despertado a Jungkook, que tenía el sueño ligero.

-Hoy es el día-murmuró, con una sonrisa.

Jungkook apenas podía abrir los ojos y le costó darse cuenta de dónde estaba, porque al principio no reconoció el papel pintado de la pared. Pero estaba en casa, porque tenía los brazos de Tae aferrados a su cuello, y la almohada tenía su olor. Lo recordó enseguida. Estaban en Paris, y hoy era el día, el día en que iban a casarse.

Habían alquilado una casa antigua en el centro de la ciudad, con un piano y un juez para hacer oficial el matrimonio. Jungkook había escrito unos votos para la ceremonia, pero había olvidado estudiarlos y se había dejado en casa el documento. Esperaba que Taehyung no le dejara sin palabras y lo hiciera sentir como el peor novio/marido del mundo. Después irían a comer a un restaurante, saldrían de fiesta y volverían pronto a la habitación.

-Hoy es el día-repitió, mirando a Tae y devolviéndole la sonrisa.

-No puedo esperar...

-Tenemos el sitio alquilado para las diez. Calculo que nos llevara una hora o dos prepararnos y una media hora llegar hasta allí, un poco más si nos perdemos de camino o si Seokjin y Yoongi se distraen más de la cuenta como pasó ayer...Podemos quedarnos en la cama un rato más...

-Oh, Dios mío...¿Vas a ponerte un traje...? Nunca en mi vida te he visto con un traje...-dijo Tae, aplaudiendo entusiasmado.

-Usaba muchos antes de conocerte. Ya sabes que no me dio tiempo a traer casi nada conmigo cuando decidimos fugarnos, fue tan repentino...Pero Seokjin se coló en mi antigua habitación y cogió uno de terciopelo azul oscuro...

-Quiero verlo-pidió Taehyung, con tono exigente.

Jungkook se estiró, todavía cansado porque no había llegado ni a la mitad de las supuestas ocho horas de sueño que se consideran adecuadas. Tae no había dormido ni una sola, pero estaba lleno de energía. Llevaba un tiempo mucho mejor, desde que había cambiado de medicación, y él estaba muy agradecido por eso. Y como no podía negarle nada, se levantó para ponerse el traje de terciopelo azul a las seis y media de la mañana, y se acercó a la cama para que su novio pudiese abrocharle el botón de la chaqueta.

-Te queda mejor así-dijo, pasando la mano por el terciopelo de su espalda-. Tienes una cintura tan pequeña, preciosa...¿Estás bien, Jungkookie...?¿Por qué lloras...?

-Es que...-Jungkook dejó que Taehyung le secara los ojos-...no me creo que...Si me hubieran dicho hace un año que no iba a ser director de ninguna junta, y que me iba a casar con el chico más maravilloso que existe...Esto no es lo que tenía planeado, Tae...Es mil veces mejor. Podría ser feliz sin nada de esto, sin Paris, sin trajes de terciopelo, sin bodas...Todo cuanto necesito eres tú...Y...no quiero decir que no...que no me encante mimarte y todo eso...y es genial que vayamos a casarnos...

-Eh, guarda un poco para luego...no me hagas llorar ahora, tonto...-dijo Taehyung, con una sonrisa, borrando con besos las lágrimas de su rostro...

Tenían el tiempo perfectamente calculado, pero cuando empezaron a besarse, no pudieron ponerse un horario exacto para terminar. El tiempo era flexible, más corto o más largo según lo agradable o desagradable del momento. Y no existían momentos desagradables si estaban los dos a solas.

Jungkook abrochó el traje blanco con ribetes plateados de su prometido. La abuela de Tae había ayudado a coser los adornos de las solapas, y era precioso, aunque no tanto como quién lo llevaba. Vestirse no llevaba más de diez minutos, usualmente, pero si tenían las manos el uno sobre el otro, podía volverse un proceso eterno que tenía más que ver con quitarse la ropa que con ponérsela. Al ser una ocasión especial, Jungkook fue mucho más delicado, pero hubo una sesión de sexo prematrimonial completamente espontánea antes de que por fin terminaran de vestirse. Tiempo para ducharse, volver a vestirse, peinarse, perfumarse, asegurarse de que tenían los anillos y los documentos...y ya eran más de las nueve...

En el cuarto contiguo, Yoongi y Seokjin se habían despertado y ya estaban preparados desde hacía rato. El chico de cabello verde menta llevaba una camisa y pendientes plateados. Habían estado hablando de música, como era costumbre entre ambos, y Seokjin estaba retocando su flequillo frente al espejo. Las marcas de su cuello todavía parecían recientes.

-Yoongi-dijo, extendiendo la mano para hacerle entender que necesitaba que le pasara el frasco de colonia que había sobre la mesilla de noche.

Yoongi obedeció, y él se quedó pensando en la manera en qué había pronunciado su nombre, en cómo incluso algo tan sencillo como aquello denotaba lo que sentía por él. Era como si degustara su nombre, como si se asentara en su boca y en su alma, y estaba seguro de que Yoongi también lo había notado. Cómo había cambiado su manera de pronunciar su nombre, porque incluso su nombre era bonito...

-Hueles bien-observó Yoongi acercándose peligrosamente a su cuello.

Por supuesto, su voz era bonita. Era sexy, y lo calmaba al mismo tiempo. Ronca, suave, difícil de describir... Los dedos de Yoongi olían al café y a las mandarinas del desayuno. Seokjin dejaba que se enredaran en su pelo, le besaba las manos...No habían hablado mucho aquella mañana pero, desde el principio, las palabras habían sobrado entre los dos. Se entendían con una mirada, se amaban, y eran capaces de creerlo si era el otro quién se lo decía, incluso si no se creían merecedores de ese amor.

Había algo precioso y trágico en la simple proximidad de Yoongi.

-Sabes que si pudiera, me casaría contigo aquí y ahora...si tú quisieras, ¿verdad?-dijo, mientras Seokjin seguía con el rostro enterrado en esas manos que había adorado desde el primer momento.

-No digas eso, Yoongi-Seokjin le soltó, con la mirada herida-. Sabes que no puedes...

-No pretendía...Solo quería que supieras que yo...

-Lo siento-dijo Seokjin.

No sabía muy bien por qué lo sentía. Por haberle hablado así, por haberle conocido, por haberse casado, por ser un cobarde...por hacerlo todo tan difícil para ambos, tan incompleto y ajeno, a pesar de que era verdadero. Seokjin no sabía por qué lo sentía, pero estaba arrepentido. Eso sí lo sabía.

-Yo también lo siento-dijo Yoongi, con una sonrisa entristecida.

Jungkook y Taehyung entraron en el cuarto poco después. Llegaron unos diez minutos tarde, pero la ceremonia fue sencilla y emotiva. Tae se equivocó en un par de notas al tocar el piano. Yoongi fue el único en darse cuenta, pero tuvo la delicadeza de no mencionarlo. Eran los nervios, a pesar de que conocía a Jungkook casi como a sí mismo. Esos nervios de enamorado nunca terminaban de irse, y eran lo mejor del mundo.

Acabaron en un restaurante del centro, ni demasiado caro ni demasiado barato. Jungkook atravesó la puerta con Taehyung en brazos, como hacían los recién casados en las películas. Taehyung, entusiasmado, le pidió que volvieran a salir para llevarlo en brazos él esta vez, pero Jungkook se negó en rotundo, porque el médico había dicho que no podía hacer esfuerzos ni cargar cosas pesadas.

-Pero tú no eres una "cosa", eres mi marido-se quejó Taehyung.

-De todas formas, peso demasiado. No quiero pasar la noche de bodas en el hospital por culpa de tus tonterías, Kim Taehyung.

Tae discutió un poco más con su esposo, sin dejar de sonreír, y después bromeó con que habían tenido su primera pelea de casados, y Jungkook murmuró algo acerca del supuesto de que "el sexo de reconciliación siempre era el mejor", una observación que hizo arder sus propias mejillas.

Taehyung y Seokjin pasaron un buen rato tomando selfies en el baño mientras Jungkook y Yoongi esperaban en la mesa a que sirvieran la comida. Estuvieron hablando de las habilidades de Tae con el piano, pero de algún modo la conversación derivó hacia el idilio de Yoongi con Seokjin, y el menor de los dos se puso más serio.

-Lo quiero de verdad-Yoongi sintió la necesidad de aclararlo.

-Lo sé-dijo Jungkook, soltando un suspiro.

Jungkook solo había dudado de ello al principio, pero no después de la primera noche del viaje. Les había visto besarse, abrazarse, tomarse de la mano, mirarse a los ojos...Pero también había visto a Yoongi cepillándose los dientes frente al espejo, mirando a Seokjin de reojo, con una expresión en la mirada que él reconocía perfectamente. Y sentía una calidez en el pecho que, sin embargo, se le atravesaba en la garganta.

Eran cosas pequeñas, mundanas, domésticas, cotidianas...No se trataba de grandes gestos románticos, ni de anillos de brillantes ni de besos bajo la lluvia. Le recordaba más a las primeras veces que Tae y él intentaban cocinar juntos y se les quemaba el pan, o a cuando él hizo por primera vez la colada y todas sus camisas blancas se volvieron rosas, y Tae se lo recordó durante semanas, o a cuando Taehyung se quemó los dedos con la plancha y él se los besó y vendó...

No tenía nada que ver, porque Yoongi y Seokjin no vivían juntos, pero al mismo tiempo, le recordaba dolorosamente a esa primera etapa. Además, en su situación, lo que para ellos dos había sido un principio, para su hermano mayor bien podía estar cerca de un final.

-Ojalá se lo hubieras dicho antes de que se casara-dijo Jungkook.

-Ojalá lo hubiera sabido entonces-respondió Yoongi, apenado.

-No quería...yo...-Jungkook sabía perfectamente lo que era sentirse confundido y tener dificultad para reconocer y aceptar los propios sentimientos, por fuertes que estos fueran.

Antes de que Yoongi tuviese tiempo siquiera de abrir la boca para decir que no le habían molestado sus palabras, el chico lo abrazó con fuerza y se echó a llorar. Yoongi le dio un par de palmadas en la espalda y le secó los ojos con una servilleta.

Durante el resto de la tarde, Seokjin y Yoongi decidieron darles un poco de privacidad a los recién casados, y se quedaron a solas. Dieron otro paseo por el Sena, en una barca menos frecuentada, solo para ellos dos.

Yoongi sacó de su bolsillo algo que había llevado guardado en los jeans desde hacía varias semanas. No se lo había dado antes porque le daba vergüenza, a pesar de que debería haberle perdido la vergüenza hacía tiempo. Pero al fin y al cabo lo había comprado para él, y a Seokjin le gustaban las cosas románticas y, si iba a regalarle aquella tontería, no había escenario más romántico que aquel, bajo los puentes de Paris.

Se lo tendió sin demasiada ceremonia, y Seokjin lo tomó en sus manos, sorprendido. Era un colgante con forma de cebo de pesca, de esos que se abrían y contenían amuletos o fotografías dentro. Jin sonrió antes de abrirlo y encontrar un mechón del cabello mentolado de Yoongi guardado en el interior.

Seokjin levantó la mirada.

-Te acordaste-dijo, colocándose el colgante en el cuello y besando brevemente a Yoongi.

Era una referencia a una película que habían estado viendo durante una de sus noches de hotel en Seúl, ambientada en la era de la regencia británica, cuando era común guardar el mechón de tu amante, o un retrato en miniatura, para recordarlo a pesar de la distancia.

Yoongi quería decirle que no se lo quitara nunca, a pesar de que sus caminos se separaran, a pesar de todo lo que inevitablemente se interpondría entre ambos. Sin embargo, guardó silencio.

Seokjin no se quitó el colgante durante el resto del viaje, y lo abría para mirarlo de vez en cuando. Todo transcurrió con placidez, y los cuatro chicos se olvidaron del mundo y estuvieron tan a su aire como podían estarlo dadas las circunstancias. Tuvieron sus momentos de intimidad, pero comieron, bebieron, rieron y lloraron juntos. Recordaron muchas cosas, porque hablar del pasado les resultaba en aquel momento más fácil que indagar sobre lo que sería el futuro.

Sin embargo, cuando el vuelo de regreso aterrizó en el aeropuerto de Seúl, los pies de Seokjin volvieron a tierra, y la realidad lo golpeó con dureza.

Fue afortunado que Yoongi se hubiese quedado rezagado recogiendo su equipaje en el interior del avión porque, de no haber sido así, habrían enfrentado al señor Kim tomados de la mano, y eso habría hecho el momento el doble de tenso.

Al parecer, Iseul le había comentado que Seokjin estaba de viaje de negocios, y el hombre no había tenido más que llamar a las oficinas de la empresa para comprobar que, tal y como sospechaba, ese viaje era una excusa inventada. Los ojos le ardieron de rabia al cruzar su mirada con la de su hijo, y pareció que iba a consumirse cuando vio a Jungkook por primera vez desde que este se había fugado con Taehyung.

Tae apretó la mano de Jungkook con fuerza y lo notó temblar, de ira, pero también de miedo. Sabía que el señor Kim era capaz de golpearlo allí mismo, y no le asustaba la perspectiva de devolverle los golpes, pero sí que le hiciera algo a Taehyung, que incluso tratara voluntariamente de provocarle un ataque. Era capaz de eso y más, Jungkook lo sabía.

Cuando Yoongi bajó del avión, supo que no podría despedirse de Seokjin como le hubiera gustado. No habría beso en el aeropuerto, seguramente ni siquiera pudiera abrazarlo y apoyar la cabeza en su pecho. Quizá no se verían por un tiempo...

Jin tenía la mirada perdida, y el que debía de ser su padre estaba agarrando a Jungkook del cuello de la camisa e insultándolo. Diciéndole que estaba enfermo, algo que al chico ya no podía afectarle, pero que de algún modo aún le dolía. Se notaba que estaba tratando de controlarse para no responder o para no escupirle a la cara, únicamente por el bien de Tae, que seguía pegado a él, porque sabía que lo suyo era más una bendición que un pecado, más una razón para enorgullecerse que para avergonzarse.

Yoongi se abrió paso hasta ellos.

-Si nos disculpa, tenemos un poco de prisa-dijo, mirando al señor Kim a los ojos-, y me suda la polla que crea que el amor es una enfermedad. Tenga un buen día, y espero que se cure de su problema. Ya sabe, ser un homófobo clasista sin corazón y todo eso...

Tomó la mano de libre de Jungkook y lo separó del hombre, que se había quedado perplejo, sin reacción. Miró a Seokjin por última vez antes de dirigirse a los protocolos de seguridad del aeropuerto. Esperó que comprendiera que no podía quedarse, que no podía despedirse. Sin embargo, se le encogió el corazón al dejarle a merced de su padre...

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