13. Prohibido
Yoongi permaneció sentado, esperando a que Seokjin dijera algo. Se le pasó por la cabeza la posibilidad de salir corriendo, pero estaba vez no podía poner más excusa que la cobardía, porque estaba sobrio y recuperado de la resaca. La conversación debía tener lugar en algún momento, y parecía que el momento ya había llegado. Y era inevitable que tuviese que dar una explicación.
-Lo del otro día...-comenzó Seokjin, rascándose la nuca.
Yoongi tocó un par de notas en el piano antes de responder, en un tono casi inaudible:
-Estaba muy borracho. Y siempre me has parecido atractivo. Es decir, tengo dos ojos...no es nada del otro mundo. Sería mejor que lo olvidáramos.
-Y si no es nada del otro mundo...¿por qué me has estado evitando todo este tiempo...? Ni siquiera te llegaban mis mensajes...
-Pensaba que me odiarías-admitió Yoongi, con voz queda-. Tú no eres...tú no eres como yo...
-¿Por qué iba a odiarte...? Tendrías que hacer mucho más que eso para conseguir que te odiara... De hecho, por un momento pensé...pensé que sentías lo mismo que yo...
Yoongi se dio la vuelta en el asiento y se quedó mirándole, sin comprender del todo sus palabras. No fue capaz de responder. Ni siquiera se había planteado si sentía por Seokjin algo más que amistad y atracción, después de haberse dado cuenta de que Hoseok ya no le dolía tanto como antes. Pero, fuera lo que fuera lo que su amigo estaba intentando decirle, había hecho que su corazón empezara a latir con rapidez.
Seokjin ni siquiera le estaba mirando, pero se acercó a él y lo levantó del asiento, tomándolo por los hombros, y le devolvió el beso de semanas antes, de una manera más cruda, casi empujándolo contra el piano. Yoongi tuvo que asirse también a él para no caer al suelo por el ímpetu con que estaba siendo sostenido. Esperaba cualquier cosa menos eso.
Después de la sorpresa inicial, le siguió el ritmo a Seokjin. Era tarde y cerrarían el conservatorio en cuestión de minutos, pero no estaba pensando en eso. No estaba pensando en nada, porque los labios de Seokjin respondiendo a los suyos se sentían mil veces mejor de lo que había imaginado, todas esas veces que se había torturado imaginando. Era como si todo estuviera justo en su lugar, y Yoongi quería seguir besándolo por mucho, mucho tiempo, incluso si tenían que lidiar con el cargo de conciencia, con el temor a ser descubiertos y con la distancia y el resto de dificultades para verse.
Seokjin abrió los ojos y observó las pestañas de Yoongi de cerca, y se separó finalmente de él, con las mejillas sonrosadas.
-¿Lo entiendes ahora?
Yoongi asintió, y llevó las manos al cuello de su amigo, para atraerlo hacia sí de nuevo y poder continuar con el beso interrumpido.
-Esto no está bien-dijo Jin.
Yoongi suspiró y se mordió los labios. No quiso preguntarle a Seokjin qué elegiría si le obligaran a renunciar a él o al resto de su vida, porque temía que no le gustara la respuesta. Moralmente, era cierto que lo que estaban haciendo no estaba bien, pero se sentía bien, y ya estaba hecho.
-¿No era esto lo que querías...cuando viniste a buscarme?
-No...no lo sé-respondió Seokjin.
-¿Y qué vamos a hacer?-a las palabras de Yoongi les siguió otro largo silencio-Deberíamos salir de aquí y cenar algo...
-Sí, tengo hambre-dijo Seokjin-Iba a pasar la noche ordenando papeles en la oficina, y podríamos pedir algo a domicilio. A...a Iseul no le importa...me he quedado a dormir otras veces...
Yoongi asintió y, algo vacilante, entrelazó sus dedos con los de Seokjin, y salieron del conservatorio tomados de la mano. No sabía qué les deparaba el resto de la tarde, o la noche, pero estaba dispuesto a averiguarlo. No tenía prisa o intenciones de acostarse con él la primera noche. Todo había sido tortuosamente lento entre ambos y, a la vez, demasiado breve. La atracción estaba ahí, y ahora él sabía que era mutua y, aunque la palabra "amor" no había sido mencionada, y Yoongi no creía poder decirla en voz alta, se sentía como algo que, si llegaba a comenzar, continuaría en el tiempo, por lo menos hasta que, inevitablemente, se estrellaran contra la realidad.
El edificio de la inmobiliaria donde trabajaba Seokjin tenía grandes ventanas acristaladas, pero el joven cerró las persianas al llegar a la oficina, y pidió una ración grande de ramen para los dos. Yoongi miró a su alrededor antes de dejar su abrigo en el perchero. Muebles de diseño, luz tenue sobre el escritorio, un espacio que parecía demasiado grande y vacío, y un escritorio de madera rústica cubierto de papeles llenos de cifras y datos. Seokjin los ordenó un poco antes de sentarse y abrir el ordenador, y Yoongi se mordió los dedos, incómodo, porque el silencio entre ambos seguía sin sentirse del todo natural.
-Aquí es donde trabajo-dijo Jin.
Yoongi no respondió, pero se aproximó a la mesa y se sentó en el escritorio, inclinándose sobre su amigo. No habían tenido el tiempo suficiente para reflexionar, y lo habían cambiado todo. No había vuelta atrás, no volverían a ser los mismos. Seokjin correspondió al beso, y se perdieron un poco más en los labios del otro, y por una parte existía un alivio inmenso, porque el temor de los días previos había demostrado no tener motivo, pero, al mismo tiempo, el aire estaba cargado de temores nuevos, aún sin nombrar.
Se separaron con rapidez cuando alguien llamó al timbre. Era el tipo de la comida a domicilio. Comieron el ramen todavía caliente, acompañado de un cuenco de arroz. Los palillos de uno y de otro se rozaban en el plato, y los dos se miraban como si se vieran por primera vez cuando esto sucedía.
-Lo siento...la verdad es que estoy muy asustado...-admitió Seokjin, atropelladamente, en medio del silencio-. Quiero estar contigo, Yoongi, pero no soy libre, y no quiero hacerte daño, y eso me asusta...
-No pienses en lo que va a pasar. Intenta...intenta no pensar...Por el momento, aquí solo estamos tú y yo-dijo Yoongi, apretando su mano.
-Pensé que esto no iba a pasarme nunca, no a mí...pero apareciste...Y todavía no estoy seguro de si eso es algo bueno o no...Es...es complicado, pero creo que sí es bueno. Me siento bien cuando estoy contigo. Lo estuve pensando cuando estuve de viaje, pero no estaba seguro. Y creo que, cuando me besaste, fue como si de repente tuviera una epifanía...
-Fue patético-dijo Yoongi, avergonzado-. No quiero saber lo que...Dios mío...¿lo vieron...? No le abrí la puerta a Tae cuando vino el otro día para las clases de piano, porque temía que...Me fui tan deprisa que ni siquiera sé si me vieron besarte o no...
-Sí, lo vieron. Pero...creo que nuestro secreto está a salvo con ellos...
-Las cosas entre nosotros...de verdad no van a cambiar tanto...¿no? Podemos seguir saliendo a pescar, y pasar horas hablando, como siempre lo hacíamos. No van a cambiar, solo...-Yoongi se acercó a Seokjin para besarle otra vez-...quería hacer esto desde hace mucho...
-Creo que yo quería que lo hicieras, pero ni siquiera me había dado cuenta-dijo Jin, con una sonrisa-Y sí...supongo que podemos tomárnoslo con calma.
Había calma en la manera en que se besaban después de haber compartido la cena, y en la manera de Seokjin de jugar con el cabello platino de Yoongi, enredando sus dedos con suavidad y cerrando los ojos, porque la cercanía que sentía con él no la había experimentado nunca antes, y quería más, y se negaba a dejarlo ir. Había calma, pero también ansia, porque se había quedado atrás por tantos años, tantos años sin saber cómo se sentía besar a alguien que de verdad amabas.
Ni siquiera sabía en qué grado era correspondido, pero no quería indagar en ello, ni en el hecho de que Yoongi era mucho más experimentado que él. Confiaba en él, sabía que le guiaría y que nunca haría nada que él no quisiera.
Y en aquel momento, él lo quería todo. Yoongi estaba sentado sobre el escritorio, inclinado sobre él, siendo sostenido en sus brazos, y no sabía cuanto tiempo llevaban besándose, porque parecía una eternidad y, al mismo tiempo, no era suficiente. Los papeles y las fichas que se suponía que iba a pasarse toda la noche rellenando y ordenando estaban tirados por el suelo, algunos debajo del culo de Yoongi, y a él no podía importarle menos. Empezaba a entender por qué Jungkook había arriesgado tanto para estar con Taehyung, a pesar de que seguía considerándose un cobarde.
Yoongi pareció pedir permiso con la mirada antes de desanudar la corbata de su amigo con manos trémulas. Le desabrochó todos los botones y el propio Seokjin se quitó la camisa, impaciente. Su amigo no dijo nada, solo emitió un gruñido y le miró de arriba a abajo con aprobación. No solía ser muy demostrativo, pero tampoco había que ser muy observador para darse cuenta de que le gustaba lo que veía.
-¿Estás seguro de esto...?-preguntó, a pesar de que se moría de ganas-. Podemos ir todo lo despacio que necesites...Ya sabes, porque sería la primera vez y todo eso...
-No, Yoon, no es...
-Oh, vaya...Pero ya sabes a qué me refiero. Sí sería mi primera vez, haciéndolo en una oficina, y con uno de mis mejores amigos...Lo que quiero decir es que, quiero que estés completamente cómodo con esto. Asegurarme de que de verdad quieres hacerlo, de que de verdad quieres que sea conmigo y...después, bueno...puedo adaptarme a lo que sea...Lo importante es que estés bien...
-Gracias, pero...de todos modos...yo no he venido preparado.
-Yo tampoco-dijo Yoongi, llevándose las manos a la cabeza.
Los dos se echaron a reír, sus rostros tan próximos que sus narices se rozaban, y Seokjin sintió algo que se parecía más a la frustración que al alivio, pero estaba bien, porque estaba con él. Yoongi se sentó en su regazo y se tocaron un poco, con delicadeza, mientras seguían besándose porque, una vez que empezaban, parar se les hacía muy difícil.
-Y para que conste...ahora mismo no estoy seguro de casi nada...pero quiero que sea contigo, Yoongi-murmuró Seokjin-. Eso sí lo sé...
Era Yoongi el que guiaba su mano y le tocaba a él de manera más experta, y tenía la vista casi nublada, llorando por lo bien que se sentía. Por eso o, una vez más, porque se trataba de Yoongi. Le costó alcanzar el telefono cuando este empezó a vibrar sobre la mesa, pero el otro chico no se detuvo hasta que él tuvo que pedírselo, porque se le dificultaba disimular mientras su mujer estaba al otro lado de la línea.
-Voy a quedarme esta noche también; tengo mucho papeleo por hacer-le explicó vagamente a Iseul-. Ya he cenado, no te preocupes. Y tengo un sofá en el despacho, por si necesito descansar un rato. Pero no me esperes despierta. Yo...yo también...Sí, duerme bien, Iseul.
Yoongi no pudo evitar preguntarse si aquel "yo también" era una respuesta a un "te quiero" por parte de la joven. No tenía derecho a preguntárselo, porque la vida conyugal de Seokjin no le incumbía. Después de todo, después de aquella tarde, él era el otro, el tercero en discordia, el que sobraba en aquella historia.
Y no tenía por qué importarle si su relación con ella había mejorado. Más aún cuando era él quien lo estaba acariciando en aquel momento, el que lo tenía casi temblando bajo sus manos, con el pecho descubierto.
-Tendremos que encontrar una manera mejor de vernos- suspiró Jin, después de dar por terminada la llamada.
Se limpió, y abrochó de nuevo su camisa. Abrió ligeramente la puerta y, al ver que no había nadie por los pasillos a esas horas, guió a Yoongi hasta el piso más alto del edificio, una planta sin despachos ni oficinas y con un techo de cristal a través del cual se veían las estrellas.
-Nunca había subido hasta aquí, pero pensé que las vistas debían ser bonitas-dijo Seokjin, antes de mirar por la ventana y marearse al segundo.
-¿Miedo a las alturas...?-preguntó Yoongi, sin asomo de burla en sus palabras, y sosteniéndolo por la cintura con suavidad.
Realmente le hacía sentir algo parecido a las dichosas mariposas en el estomago el hecho de que Seokjin, consciente de su propio vértigo, hubiese subido hasta allí solo para enseñarle las estrellas. Y él había visto muchas veces las estrellas, pero lo especial del momento estaba en el gesto de Seokjin. Las estrellas eran bonitas porque era él quién se las mostraba.
-Será mejor que nos sentemos-dijo, con una sonrisa.
Seokjin se sentó sobre las frías baldosas, con la mano de Yoongi todavía en la suya. Había un par de ventanas abiertas que dejaban pasar la brisa nocturna y jugaban con el cabello blanco del chico, y este sonreía, y él no podía evitar pensar que estaba cayendo más deprisa y más profundamente de lo que creía.
Yoongi no sabía todavía cómo pero, si estaba metido en aquel juego, iba a asegurarse de que el bien fuese mayor que el mal inflingido. Haría todo lo posible para que Seokjin se sintiera suficiente y amado, porque era ambas cosas, aunque no se permitiera a sí mismo verlo. Desde cerca, quizá le resultaría más fácil mostrárselo, y quizá aprendiera también a amarse por ello en el proceso.
Quería construir una burbuja desde donde se vieran las estrellas, donde pudieran ser ellos mismos sin miedo, con la seguridad de ser amados por ello, protegidos del mundo, de la parte de sí que le pedía que dejara de ser imperfecto. Al menos mientras estuvieran juntos, Yoongi quería envolver a Seokjin en papel de burbujas para que no se hiciera daño, aún cuando no era consciente de lo mucho que ciertas cosas le dolían.
Posó la cabeza en los anchos hombros de Jin, y permaneció abrazado a él, adormilado. Era casi de madrugada, aunque habían entrado en el edificio sobre las ocho de la tarde. Se tumbaron, todavía abrazados, pero las baldosas estaban frías, y el sofá de la oficina parecía un lugar mucho más apropiado para dormir que la cornisa de un edificio.
Yoongi solía tener problemas para dormir. Seokjin tenía sueño acumulado por qué había estado pensando en él toda la semana. Lo cliché hubiese sido decir que ambos durmieron como angelitos aquella noche porque estaban juntos, pero lo cierto fue que, aunque el mayor de los dos durmió profundamente, Yoongi padeció el insomnio más agradable de su vida, plenamente consciente de los brazos que rodeaban su cintura. El simple hecho de estar siendo sostenido, de no estar solo a las horas más crueles de la madrugada, trajo lagrimas a sus ojos.
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