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12.

—Hola, profe —me di vuelta para encontrarme con Hoseok y HyunWoo que cargaban algunos libros para llevar al salón. Hoseok me miró y sonrió.

—Chicos —saludé empezando a caminar a su lado.

—Eh, profe —miré a HyunWoo que se rascaba la nuca nervioso— Kihyun, ¿cree usted que aceptaría salir conmigo?

Me detuve en medio del pasillo.

—¿Te dio su número? —El chico asintió—. Bueno entonces llámalo e invítalo a salir. Kihyun rara vez le da su número a alguien —le palmeé el hombro y más contento se metió en el salón. Hoseok se giró y casi choco con él.

—¿Podemos vernos esta noche? —miré a ambos lados del pasillo, no quería que nadie nos viera.

—Hoseok...

Levantó una mano y con el nudillo de su pulgar acarició mis labios. Este chico estaba decidido a hacerme perder la cabeza. Tomé un poco de aire y bajé su mano con delicadeza.

—Bien, ¿mi apartamento o el tuyo? —Si. Confirmado. Estaba jugando con fuego.

Su sonrisa fue suficiente para hacer de mí un idiota sin remedio. Todavía seguían vivas en mi cuerpo las caricias del viernes. Habíamos abandonado la cama recién el sábado por la tarde. Me había resultado sorprendentemente fácil dejarme arrastrar por su sensualidad, por sus besos, por sus caricias. El problema iba a ser mantener las manos alejadas de él. Y era todo un reto. Quería besarlo hasta el cansancio.

—Me da lo mismo. Mientras pueda estar a solas contigo, me conformo hasta con el armario de las escobas, además pensé en ti todo el fin de semana —dijo antes de meterse también al salón. Cerré los ojos e intenté mentalizarme en que tenía que dar una clase. Conté hasta diez para calmar mis hormonas que parecían estar empeñadas en transitar una segunda adolescencia y entré.

—Buenas tardes, chicos —saludé mientras apoyaba las cosas en el escritorio. Hoseok tomó asiento al lado de HyunWoo en la primera fila, estaba poniéndome a prueba con su camisa abierta y sus pectorales casi saltando por los botones desabrochados. Aparté la mirada y me aclaré la garganta.

—Quiero que se tomen esta hora para escribir sobre lo que los inspira.

Hubo algunos murmullos, algunas sonrisas y mucha curiosidad.

—Profe, ¿puede ser sobre cualquier tema?
—uno de mis alumnos más prometedores levantó la mano.

—Por supuesto, Jeno. Lo que tu quieras. ¿Quieres escribirle un poema a tu perro?, hazlo. ¿Quieres escribir un haiku sobre la estupenda lasagna de tu abuela? Este es tu día de suerte. Adelante.

Pronto el sonido relajante de las lapiceras deslizándose por el papel llenó el salón. Paseé por todo el recinto, inclinándome de vez en cuando sobre algún alumno, riendo ante sus ocurrencias, señalando alguna que otra falta. Miré hacia adelante, la espalda ancha de mi hermoso bibliotecario se tensaba sobre la tela y las imágenes del fin de semana asaltaron mi mente, haciendo que una ola de calor trepara por mis pantalones. Increíble.

Tomé el suficiente aire en mis pulmones y caminé hacia él. Estaba muy concentrado escribiendo y sólo levantó apenas la cabeza cuando pasé por su lado. Me senté tras mi escritorio a esperar, a la vez que hojeaba distraídamente un libro, aunque sólo era una pantalla para poder desviar mi mirada hacia los primeros asientos. Lo vi levantar la cara y me guiñó un ojo. Escondí mi cara tras el libro y suspiré. ¿Cómo iba a soportar estar bajo el mismo techo que ese niño cuando me miraba así, de esa manera?

Quería esos ojos sobre mí, diablos si lo quería, pero ninguno de mis otros treinta dos alumnos necesitaban saber eso. ¿Qué dirían si supieran que su profesor de literatura había eyaculado sobre su alumno? Si supieran que había gemido tan ruidosamente bajo el pesado y fuerte cuerpo del muchachito de anteojos de la primera fila, que había tenido que morder su propia camisa ante los reclamos del dueño de la casa.

'¡Dios mío, o bajan en volúmen o me invitan a su super fiesta. Pero hagan algo, esto parece el set de una película porno...!'

Las palabras de Kihyun me hicieron reír de repente. Treinta y tres pares de ojos me miraron. Cerré el libro y me levanté.

—Bien, quince minutos...

Me dediqué a mirar por la ventana hasta que di por terminado el tiempo de inspiración.

—¿Quién es el primer valiente que va a compartir con nosotros su fuente de inspiración?

Algunas manos se dispararon al cielo y uno a uno, los más osados de entre todo ese pequeño mar de cabezas maravillosas fueron sacándose la vergüenza de compartir sus pensamientos con el resto de la clase. Poemas, cuentos, versos, frases. Todo valía para desnudar los motivos de su inspiración. Hasta que vi que Hoseok levantó la mano, mordisqueando el capuchón de su lapicera azul.

—Señor, Shin. Adelante.

Se levantó. HyunWoo palmeó sus hombros para infundirle unos ánimos que claramente no necesitaba porque se acercó al escritorio con una sonrisa sospechosamente gigante y los ojos brillantes.

—Es una carta —anunció a sus compañeros antes de que sus hermosos ojos castaños aterrizaron en mí—. Se puede, ¿no?

Asentí, devolviéndole la sonrisa e indicándole con la mano que siguiera con su improvisada exposición.

—Claro, lo que sea que haga que tu inspiración fluya es bienvenido.

Asintió y agitó brevemente su hoja.

Y aquí me encuentro deseando volver a tu cuerpo. Tu olor grabado en las palmas de mis manos. Tengo que escribirte para no perderte. Porque el recuerdo de esa noche y esa tarde se desdibujan en la realidad del día.

Déjame ser el culpable de tus deseos, del temblor de tu cuerpo. Déjame comerme las palabras de tu boca y escribir poemas sobre tu piel. 

Quiero contarle secretos a tu oído. Perderme en el vaivén de tus caderas con tu lengua enroscada en mis sentidos.

Cortar los hilos que me separan de tu aliento. Quiero de vuelta ese momento que fue nuestro. Encontrar que tu voz no fue una ilusión. Que cuando abra los ojos estarás todavía ardiendo de deseo en mis brazos.

Porque no quiero que esto sea un sueño, porque no tendría paz por las noches sin el consuelo de tus labios en los míos.
Porque si voy a estar perdido, quiero que sea en tu cuerpo.

Me miró y sonrió.

—¡Wow, Hoseok! —dijo una chica abanicándose con la mano— ¿Es para tu chica?

Hoseok sonrió con timidez y sacudió la cabeza.

—Es para alguien que me tiene un poco loco.

Yo estaba mudo, intentando armar una oración en mi cabeza y verbalizarla.

—Pues si aún no te le declaras, dale ese poema. Si te sientes así, esa chica debe ser poderosa —dijo otra asintiendo—. Quisiera que alguien escribiera algo así sobre mí. —Miró a sus compañeras—. Chicas, Hoseok acaba de subir muy alto las expectativa para los hombres, ya saben, no se conformen con menos. Aspiren a inspirar esos mismos sentimientos.

Al final salí de mi ridículo embotamiento y me separé de la pared donde estaba apoyado.

—Bien, gracias Hoseok. Puedes volver a tu asiento.

Hoseok me hizo una pequeña inclinación de cabeza y dejó la hoja sobre mi escritorio. Cuando se sentó sus compañeros lo acribillaron a preguntas.

—¿A quién se la dedicaste? ¿Es esa chica alta de historia que te desnuda con la mirada cuando pasas por el pasillo? ¡Qué guardado te lo tenías, con razón rechazabas todas las propuestas de las chicas del campus...!

Genial, linda manera de enterarme que mi boy scout era todo un playboy de universidad. ¿Quién sería esa chica de historia que me lo quería desnudar en los pasillos?

Sacudí la cabeza para apartar todos esos pensamientos delirantes sobre Hoseok y su séquito de pretendientas en llamas y levanté las cosas de mi escritorio. Su 'carta' me miraba fijamente a la cara y me aventuré una vez más a mirarlo. Una media sonrisa tiraba de la comisura de sus labios y me sonrojé. Miré nuevamente el papel.

'Me estás haciendo perder la cabeza. Hoy de mí no te escapas. Profe.'

Doblé el papel y lo deslicé dentro del libro. 

—Eso es todo por hoy. Hasta la próxima clase.

Salí del salón con las mejillas encendidas y la respiración agitada. Tenía que calmarme si quería enfrentar una noche más con mi alumno. Hoseok...

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