11.
[HyungWon]
Podía sentir su mirada en mí.
—¿Estás bien? —Su tono cauteloso me hizo sentir culpable. Muy culpable. Estaba con Hoseok, desnudos los dos en la cama. Con mi alumno. Desnudo. En una cama. Había pateado todos mis escrúpulos y cedido ante el instinto. Necesitaba arrepentirme. Pero, muy en el fondo, sabía que no podía hacerlo. Había sido sencillamente increíble. Mucho más de lo que mi cabeza alguna vez imaginó.
—Estoy confundido —levanté la cabeza de su pecho, cuidando de mirarlo a los ojos.
Apartó un mechón rebelde de mi frente con un dedo y sonrió. No como me hubiera gustado, fue una sonrisa apenada.
—¿Te arrepientes?
—Me gustaría decir que si, sabes que me extralimité al ceder ante mis deseos, Hoseok —me incorporé de lado, subiendo la sábana para cubrir un poco de la desnudez que sentía por dentro—, pero lo cierto es que no puedo hacerlo.
Su expresión se relajó.
—Me gustas —dijo—. Me gustas mucho.
Suspiré y me recosté a su lado, apoyando la espalda en la pesada cabecera de la cama victoriana de mi amigo. Me incliné y abrí la mesita de noche donde Kihyun guardaba su kit de supervivencia nocturna y saqué una botella de licor y un porro.
Hoseok levantó una ceja, divertido.
—Ya sabes —dije— siempre hay que estar preparado por si nos sorprende un apocalipsis —le di un gran sorbo a la botella y se la pasé.
—¿Qué tipo de apocalipsis piensan afrontar con licor y hierba? —me quitó el porro de la mano y le dio una calada profunda que lo hizo cerrar los ojos.
—Cualquiera. Es la única forma de supervivencia que conocen los poetas.
Hoseok rió. La puerta se abrió y MinHyuk entró dando tumbos y se tiró en la cama haciéndose espacio entre medio de los dos.
—¿Creen que debería psicoanalizarme? —le quitó el porro de las manos a Hoseok y cruzó las piernas por los tobillos.
—Llegaste como veinte años tarde para eso
—dije acariciándole el pelo cobrizo—. ¿Qué hizo el idiota ahora?
—Nada que no se suponía que hiciera. Me rompe el corazón cada vez que nos vemos. Así que supongo que está haciendo bien su trabajo.
—Sexo, drogas y angustia. ¿Eso es lo que el amor es para ti?
MinHyuk suspiró. La puerta volvió a abrirse. Kihyun miró la escena y chasqueó la lengua.
—¿Debería invitar a tu amigo también a la habitación? —preguntó mirando a Hoseok.
Este subió un poco más la sábana sobre su cuerpo, algo avergonzado con el dueño de la cama.
—Bueno...
—Tráelo, hay lugar aquí... —Min palmeó la cama y levantó la botella.
—¿A qué hora sale tu vuelo? — preguntó Kihyun sentándose en la punta de la cama y estirando la mano hacia mi para que le pasara la botella.
Min miró el reloj y suspiró.
—En tres horas. Y no tuve sexo de despedida. Mi vida apesta.
—No exageres —dije frotando su hombro con mi mano.
—Claro, como el boy scout aquí —lo señaló con la cabeza— se encargó de tu trasero quisquilloso, ahora te haces el superado.
Golpeé su pierna y me ruboricé. Hoseok soltó una risita.
—Bien, salgan todos de mi habitación que es mi turno de revolver las sábanas —miró a Hoseok—, cuando salgas dile a tu amigo que venga.
Hoseok me miró y me encogí de hombros.
[Hoseok]
No podía quitarle los ojos de encima. HyungWon era delicioso. Todo él era increíble. Y esos labios... Esos labios esponjosos y dulces iban a ser los protagonistas de todos mis sueños y fantasías desde ese día. Había sido todo tan perfecto que por un momento me asaltó la revelación de que todo empalidecería en comparación con HyungWon. Todo lo que viniera después, iba a estar a la sombra de la grandiosidad de ese hombre perfecto.
—¿Dónde te habías metido? —Nunu me sacudió por el hombro, obligándome a despegar la mirada de mi hermoso profesor de literatura.
—¿Eh? —lo miré ofuscado.
—Que te estuve buscando por todos lados, has visto a pelirrosa por acá, lo perdí de vista... —dijo poniéndose en puntitas de pie para ver si lo veía por el salón.
—Ah, si. Dijo que te espera en la habitación... —HyungWon me miró por un segundo y se mordió el labio inferior. Diablos. Ahí deberían estar mis dientes.
—¿En serio? —Nunu sonrió y se desabotonó un poco la camisa—. ¿Cuál es?
—¿Cuál es qué? —HyungWon me guiñó un ojo y mi sonrisa se ensanchó hasta el infinito.
—¿Acaso...? —Nunu miró en la dirección que yo miraba— ¿El profesor Chae?
Sus palabras me despertaron de mi nebulosa pornográfica y me obligué a mirarlo.
—¿Qué? ¿Qué haces acá perdiendo el tiempo? ¡Kihyun te espera en la habitación!
Lo empujé señalándole la puerta y caminé hasta el bar para servirme un trago. Lo necesitaba. Diablos que lo necesitaba. Sentía el cuerpo todavía ardiendo. HyungWon se paró a mi lado y se inclinó sobre mi cara.
—Ven conmigo —dijo entrelazando sus largos dedos con los míos. Lo seguí por uno de los pasillos y se metió en otra habitación. Apenas cerró la puerta me tiré sobre sus labios. Nunca iba a tener suficiente de esa boca desvergonzada. El sabor a licor de su lengua me estaba envolviendo en la locura, sus manos apretando mis brazos, sus suspiros tragándose los míos. Estaba cayendo de cabeza a un abismo del que no estaba seguro de poder escapar. Tampoco estaba seguro de querer hacerlo.
—¿Qué diablos me hiciste para que esté así de loco por ti? —las palabras se arrastraban fuera de mi boca antes de que pudiera atajarlas.
Sus suspiros eran un canto para mi oídos y un bálsamo para mi corazón agitado. Quería meterme en su piel, desgarrarme en su cuerpo y engullirlo por completo.
'El querer respirar a través de esa persona. '
Las palabras de mi compañera se me vinieron a la cabeza. Eso era exactamente lo que quería. Sus labios hicieron un camino de besos por mi cuello, su perfume torturándome los sentidos. Sus besos me estaban llevando a lo más alto y temía que la caída fuera a ser demasiado fuerte para poder soportarlo.
—¿Cómo voy a poder contenerme de ahora en adelante, Hoseok? —jadeó en mi oído, encendiendo todas las terminaciones nerviosas de mi cuerpo. Sus manos se abrieron camino entre mi ropa y sus dedos encallaron en mi piel, reclamándola, apoderándose del poco sentido común que me quedaba y plantando bandera en mi sangre.
—No te contengas, no conmigo, por favor. Soy tuyo desde el momento en que irrumpiste en la biblioteca.
—¿Cómo podría, Hoseok? Eres como una jugosa fruta y por supuesto que voy a querer morderte —besé su nuez de Adán, apartando ese cordón negro con la lengua que me impedía saborear esa piel a la que ya era adicto. Su voz vibrando bajo mis labios, mi corazón se sentía pesado de tanto deseo contenido. Increíble.
Mis manos iban a recordar el calor de su cuerpo por el resto de las noches...
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