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10.

[Hoseok]

Estaba besando a mi profesor. ¡Estaba besando a mi profesor! Curioso cómo sabía que no estaba haciendo las cosas bien y sin embargo quería quedarme ahí, para siempre entre sus labios. Suaves, carnosos, sensuales y expertos labios. No sé qué era lo que me había impulsado a hacerlo, pero no podía arrepentirme. Mis manos afirmaron el agarre en su cintura, las puntas de mis dedos estaban ardiendo contra su piel. Tan suave... Todo mi peso cayó contra su cuerpo y lo oí gemir contra mi boca. Sus manos hicieron presión en mis hombros y corrió la cara, alejándola de la mía y me obligué a abrir los ojos. Su respiración estaba agitada y sus mejillas rosadas eran una visión de locura.

—Hoseok... —dijo con la voz ronca y las pupilas dilatadas. Acerqué mi cara y atrapé su labio inferior entre mis dientes. Negué con la cabeza.

—No digas nada, por favor. Por esta noche olvídate que eres mi profesor y yo tu alumno
—profundicé el beso y cerré los ojos abandonándome a la sensación y al sabor de su boca. Me respondió, ahora pasando sus largos brazos por mi cuello. Su perfume era delicioso y embriagador. Casi tanto como su boca de fuego. Sus manos jugaban con mi pelo, enviándome una serie de sensaciones totalmente deliciosas a mi columna. A eso se refería cuando hablaba de electricidad. ¡Qué tonto había sido toda mi vida! Todo lo que había vivido antes, perdido entre amantes de una noche, llorándole a otros tantos y nadie, absolutamente nadie, había logrado hacerme sentir un ápice de lo que estaba sintiendo en ese momento. Mi mano viajó hasta su cara, delineando su perfil magnífico. No podía hacer más que suspirar, besé sus mejillas, la punta de su nariz mientras él respiraba entrecortadamente contra mi cara, su aliento cálido me estaba enloqueciendo.

—Por favor —susurré— dime que deseas esto tanto como yo, desde la primera vez que cruzaste la entrada de la biblioteca y te vi, ya no pude sacarte de mi cabeza.

Su boca estaba roja y obscenamente hinchada, y no me pude resistir. Me lancé a besarlo de nuevo. Una vez que había probado la ambrosía de sus labios ya no querría nada más. HyungWon.

HyungWon esa noche y Hyungwon para siempre.

[HyungWon]

Todos mis últimos sueños se estrellaron en ese beso. Estaba seguro de que iba a soñar con esos besos noche y día, dormido y despierto. Sus dedos ansiosos abriéndose camino en mi piel, dibujando caminos con sus besos húmedos y perfectos. Su boca había sido creada para besarme. A mí y a nadie más. Cada vez que sus labios se separaban de mi piel, mi cuerpo gritaba su nombre. Sentía que había llegado tarde al amor.

—Cielos santos, Hoseok —no sé cómo me las arreglé para que las palabras salieran con coherencia; mi cabeza era un desastre de deseos y no estaba seguro de poder contenerlos por mucho tiempo más— dime qué tanto tomaste. Estoy a nada de pasarme de la línea contigo y no podría soportar que me odiaras en algunas horas.

Su boca se despegó de mi cuello y sus ojos buscaron los míos. Tan hermoso.

Si hay una línea que impide que saltes sobre mi, dime dónde está que la borraré de inmediato... —acarició mi mejilla, sus ojos aún encadenados a los míos—, no te puedes imaginar todas las veces que imaginé este momento.

Dejó un beso sobre el cielo de mi boca y no pude reprimir un suspiro.

—Tu boca se siente bien en la mía...

Asintió y volvió a besarme. Solo que esta vez los besos escalaron a unos más ambiciosos. La madera detrás de mi espalda era lo único que impedía a Hoseok meterse de lleno en mi cuerpo. Y no terminé de pensar en lo mucho que odiaba a la puerta del armario de Kihyun cuando sentí que mis pies ya no se afirmaban al suelo y ya no pude pensar más cuando mis piernas se enredaron en su cintura y caímos en la cama.

Entre las sábanas, su cuerpo se había convertido en mi nueva obsesión favorita. Todo en él estaba perfectamente diseñado para encajar con el mío. Quise sumarle más horas a la noche y más bocas a mi cuerpo. Nunca podría tener suficiente de él. Y esa revelación me aterró. Unas horas y todo habría terminado.

—Deja de pensar tanto —me ordenó entre jadeos contra mi oído— solo apaga tu cabeza y déjate llevar...

Qué inconvenientes son los deseos...

Quise replicar algo, pero su lengua tomó por asalto mi boca y se enroscó en la mía. Y mi interruptor se apagó solo. Su torso tibio y palpitante se deshizo ante mis caricias, mis dedos buscando memorizar sus trazos, sus depresiones, todas sus curvas.

Su cuerpo era el único libro que quería leer eternamente. Letra por letra, palabra por palabra.

Tu cuerpo en mis manos. Tu nombre en mi garganta. Hoseok.

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